20/08/2021

Como Todo Un Caballero (2021) [FF] "Mai Hime" Capítulo 12 a 19

 Capítulo 12Natsuki Kuga's Point of View.

 

-su señoría –bueno, alguien tenía que interrumpir ¿cierto? –si me permite decirlo… -no lo volteé a ver y en lugar de contestar guardé silencio, de esa forma no diría nada que pueda ser inadecuado -deben ahora salir e ir al banquete.

-claro –le respondí al final. Acomodé su mano sobre mi antebrazo y la miré detenidamente solo unos momentos, grabando en mi memoria la imagen que tenía ahora mismo de ella con su hermoso vestido, con su mano en mi brazo, toda ella brillando y siendo hermosa, respiré profundo, extasiada - ¿lista?

-por supuesto –di el primer paso y ella me siguió al instante, sin retraso. Caminamos sobre los pétalos blancos y pronto la multitud comenzó a lanzar pétalos rojos. En teoría era de esa forma porque el rojo representaba el amor, claro, yo tenía sentimientos románticos por ella y estaba dispuesta a despertar los mismos sentimientos en ella.

 

Más rápido de lo esperado y, sobre todo, porque iba pensando en otra cosa en lugar de centrarme en el recorrido, llegamos a la salida, con más gente de la que hubiera esperado aguardando, lanzando pétalos y vítores, no pude evitar sonreír, aunque sabía que nadie podía mirar mi rostro. Cuando dejé de ver a la gente, noté que el carruaje ya estaba ahí, por primera vez lo veía y me complació que era un carruaje digno de ella, me sentí impaciente por saber su opinión, sin embargo, la concurrencia comenzó a aclamarme, pedían que la cargara en brazos, todos estaban tan eufóricos que me sentí contagiada al instante, gire a verla, tenía las cejas alzadas en sorpresa y expectativa, así que me dije ¿Por qué no? Hice un hechizo más y sin que lo advirtiera apenas, me incliné un poco para pronto tenerla en mis brazos, no grito, pero se sujetó bien a mí, ella estaba muy sorprendida, seguro pensaba que podía tirarla al suelo, pues ¿Qué mujer podría sostenerla mientras carga una armadura completa con dos espadas?

 

-no te preocupes –le dije, ya que tenía su rostro muy cerca.

 

Mi escudero se aproximó con el caballo y la deposité suavemente sobre el animal, hice otro hechizo para ayudar al caballo a resistir mi peso, después subí también, nunca se sabía, el caballo era fuerte, pero tampoco había que forzarlo demasiado; agité las riendas y pronto salimos a todo galope en dirección al palacio, a nuestras espaldas la multitud aclamó nuestros nombres y me sentí muy emocionada por todo, creo que jamás había imaginado las cosas así, pero me gustaba.

 

Al ritmo al que íbamos, pronto llegamos al palacio, adelantándonos incluso sobre su majestad; por ello, luego de que la ayudé a bajar y se hicieron cargo del caballo, tuvimos que pasar a un salón, en lo que llegaba su majestad y algunos invitados. Pronto y casi de la nada nos quedamos a solas, dejando muy atrás el bullicio de tan solo unos minutos antes. Me quité el casco y me aproximé a ella, yo quería hablar, cortar el silencio, no la vi en tantos días y había mucho por decir, pero era un poco complicado, ¿de qué forma era complicado? No sabría decirlo, pero por lo menos hice un avance, hablamos de mi nombre y noté un ligero interés, nos interrumpieron, pero era mucho mejor a ver apatía o rechazo en su actitud. Volví a colocarme el casco y salimos para ir a situarnos al lado de su majestad, pronto, los padres de ella se colocaron en el lado opuesto, junto a la reina. Brevemente entristecí, a pesar de estar consciente de todas las ventajas de no tener a mis padres, eso no quería decir que no les echara de menos. Respiré profundo y me concentré en ver a la multitud llenar el salón, me distraje tan bien que no noté cuando su majestad se puso de pie y sonaron las trompetas.

 

-es para mí un honor, ofrecer una recepción digna para la fiesta que celebra el matrimonio de mi más leal sirviente con una de mis más queridas familiares –los aplausos no se dejaron esperar y me dije, sí, este es el momento adecuado, giré a ver a mi escudero que se hallaba a lo lejos, distrayéndose con cada cosa que pasaba a su lado, ya fueran sirvientes o invitados, aunque sorpresivamente, se dio cuenta cuando lo miré, al instante me mostró el estuche, listo para el momento, así que me puse de pie. Muchas veces he tenido los ojos de la gente sobre mí, pero esta vez realmente sentí las miradas sobre mí, no me deje intimidar y solo la miré a ella mientras le hice una señal a Takumi, el chico se aproximó rápidamente y con movimientos ceremoniosos me extendió el estuche.

 

-deseo darte un importante obsequio –le dije muy de cerca, solo para que ella me escuchara; abrí el escuche y tomé en mis manos la espada, también, con cierta ceremonia le extendí el regalo, así que ella se levantó a tomarla, cuando la tomó con sus propias manos supe exactamente que decirle, no lo ensaye, pero supe que todo lo que salió de mi boca era porque a pesar de que la admiraba por su belleza, también la admiraba por sus cualidades, aunque yo hubiera tenido actos que dijeran lo contrario –deseo que con esto comprendas cuanto te respeto y que deseo te mantengas intempestuosa, firme ante mí y ante todos, que jamás te doblegues, ni siquiera ante mí –y una de esas cualidades es que siempre se mostraba firme e imperturbable, de hecho, eso me seducía de ella.

-gracias –dijo al final, era notorio que no esperaba nada de esto y era justo lo que deseaba, dejarla sin palabras.

- ¡empúñela! ¡empúñela milady! –casi podía jurar que esa era la voz de Sir Kanzaki o Sir Yuuichi, quien quiera que fuera, funcionó, porque ella desenfundó y la espada brilló bajo todas las luces del lugar, me quede muy complacida. Pronto tuvo intención de volver a guardarla en el estuche, pero requerí el cinturón que ya le había encargado a mi escudero; este último, ni tarde ni perezoso me ofreció el cinturón, sin duda le daré una jugosa compensación por sus servicios. Cuando por fin estuvo puesto y la espada colocada…

- ¡Que comience el banquete! –dijo la reina, reanudando así el curso normal de eventos.

 

Claro que, no había pensado en esta parte de la fiesta, había pensado en todo, en lo que vestiría, en el anillo, el regalo, en lo que pasaría en la ceremonia, como luciría ella, como caminaríamos por la extensa alfombra de la iglesia, me había ocupado del carruaje y también del regalo, en los preparativos del castillo e incluso de la doncella personal de ella, pero olvidé por completo el banquete y que obviamente, no podía probar ni un bocado, no podía arriesgarme a levantarme siquiera el visor y mucho menos a quitarme el yelmo, de manera que vería a todos comer en la fiesta de mi propia boda. Bueno, siempre hay sacrificios, ya sabía que al casarme con ella renunciaba por completo a una vida sin armadura, si no hay sacrificios no hay ganancias.

 

- ¿no tienes hambre? ¿Por qué no levantas un poco el visor y…? –deseaba hablar más, pero incluso aquí debía tener cuidado, así que solo negué y hablé solo para ella –si no comes nada te verás muy… extraño para los demás.

-la gente siempre habla, pero no significa que sirva de algo –muchos, seguro hablan de mi a mis espaldas y es imposible callar la boca de las personas. Ella terminó asintiendo.

-por cierto ¿Cuánto va a durar la fiesta? ¿nos quedaremos aquí o…?

-solo hasta la media noche –le contesté, que ahora que pensaba… –después nos marcharemos a mi castillo.

- ¿al castillo? –la reina me había dado el itinerario, la fiesta no podía durar tanto tiempo y por norma los “novios” deben ir a pasar su primera noche en donde va a ser su hogar, pero… pero…

-me ha dado treinta días de descanso, así que los pasaremos allá, así tendremos tiempo para… -ahora que lo pienso… ¿Cómo debía ser nuestra primera noche? No puedo saltar inmediatamente a eso ¿o sí? No, no, definitivamente no -conocernos más –terminé por responder, pero en mi mente una señal de alarma sonó por todo lo alto en calidad de urgencia muy urgente.

-entiendo –ella siguió con su platillo, me pregunto si ella ya habrá considerado la primera noche… claro, claro que sí, ella estaba dispuesta a casarse con el piojo, es obvio que ya tiene bien entendido la mecánica de las cosas… ¿verdad? demonios.

 

Gracias a ese tema, me mantuve más en silencio de lo que hubiera planeado. Comencé a pensar demasiado en lo que sucedería, en mi mente, a pesar de estar mirando las distracciones, me imaginé qué debería hacer cuando llegásemos al castillo, cuando subiéramos las escaleras y entráramos a nuestra habitación… no lo admitiría ante nadie, pero pude imaginarme a mí misma arrancándole el vestido, hundiendo manos y dientes en su exquisita piel… de pronto sentí que mi corazón latió agitadamente y tuve que respirar profundo, pero luego… bueno, estaba bloqueada, no sabía que haría después y sobre todo, no sabía si sería adecuado, por eso… ¡debía buscar ayuda con el tema! ¿pero quién? ¿Quién podría ayudarme?

 

Por suerte hubo varios espacios de tiempo donde pude alejarme de mi asiento y probar alguno que otro bocado en privacidad, en uno de esos momentos me encontré a Sir Kanzaki. Sí, él sabe mucho de estos temas, seguro podrá ayudarme.

 

- ¡Sir Kanzaki! –le dije, alzando la mano mientras lo llamé, aunque… ¿sería Sir Kanzaki el más adecuado para ayudarme? Es todo un promiscuo y esto es un tema delicado…

-su señoría –contesto él. Demasiado tarde. Bueno, ya que estamos aquí ¿Qué tan mal podría salir?

-Sir Kanzaki –me aclaré la garganta –ya que estamos aquí… hay un tema que… necesito… consultar –no sé si él ya estaba imaginando lo que le preguntaría, pero tenía una sonrisa torcida.

-por supuesto su señoría, con toda confianza –no, definitivamente él no podría mantener la boca cerrada.

- ¿ya le ha avisado a Sir Yuuichi que ustedes dos se quedaran a cuidar a su majestad? –enseguida él se desanimó, casi podía jurar que él sabía lo que estuve a punto de preguntarle.

-no…

-vaya a decirle cuanto antes, porque mañana mismo comenzaran.

- ¿Qué? ¿y la fiesta?

- ¿Qué pasa con la fiesta?

-es la fiesta de su boda, ¡todos debemos beber hasta el amanecer!

-no en esta fiesta Sir Kanzaki, primero es el deber.

 

Él refunfuño y se fue por un pasillo. Yo respiré tranquila, aunque esa tranquilidad no duro demasiado, dudo que haya alguien aquí, o en toda la ciudad que pueda responder a mi pregunta… ¿o quizás sí? Bueno, pensándolo bien, no puedo ser la única en todo el país, sin embargo, no tengo tanto tiempo como para ponerme a buscar, de modo que la mejor opción para mí, era postergar la “consumación”, y si lo pensaba bien, era lo mejor, tanto para ella como para mí. Si bien me sentía preparada para desquitar todas mis ensoñaciones, por otra parte, sentía que era demasiado pronto y si me ponía en su lugar, seria escandalosamente pronto, la mujer me había conocido hace menos de un mes, quiero que ella se enamore de mí, que llegue a amarme como yo a ella, que me deseé como yo a ella, y eso no se puede lograr de un día para otro, si lo pienso bien, si viene un sujeto y pronto nos tenemos que casar, sé que definitivamente no sentiría atracción de forma inmediata, por ello, tal como dije antes, lo más apropiado será conocernos más, solo entonces deberé de preocuparme por asuntos más íntimos, no se pueden apresurar las cosas, hay un orden, o al menos… creo que lo hay. Los sentimientos de una mujer son más complejos, o quizás, simplemente el humano como tal es complejo sin importar qué es.

 

Sí, me dije, asintiendo para mí misma, definitivamente así son las cosas, somos criaturas complejas, requerimos tiempo, tener en cuenta lo que ella está sintiendo, lo que ella puede estar pensando, de modo que debo actuar cautelosamente, trabajar en ganarme su confianza, en mostrarle las cosas buenas de mí y que vea que soy su mejor candidata, y necesito lograrlo antes de que la guerra comience… bueno, no puedo quejarme, yo fui quien ofreció el trato, por eso debo trabajar arduamente. En conclusión, hoy no será la noche de bodas que cualquiera esperaría, aunque no por eso, las cosas serán malas, por fin podré tenerla cerca de mí, en la misma habitación, ese simple hecho me produce emoción.

 

Respiré profundamente, hinchando el pecho y luego exhalé para regresar al salón donde la fiesta seguía su ritmo, ella no estaba en su lugar, pero la encontré hablando con la rubia que había llevado el anillo que me colocó en la iglesia. Debe ser su amiga, me dije, mientras la veía reír a lo lejos. Llevé mis dedos a donde estaba el anillo, que, aunque enfundado en el guantelete, lo sentía perfectamente en mi mano. Definitivamente es una mujer curiosa, jamás hubiera imaginado que ella me daría un anillo, pero me complacía.

 

- ¡Ahora se partirá el pastel! –salí de mis pensamientos y puse atención a mi alrededor, noté entontes que se aproximaba con su amiguita, juntas se sentaron en la mesa.

-Sir Kuga –lo que no esperé es que ella me hablara, así como así –es un honor por fin poder presentarme, soy Haruka Suzushiro, amiga de su esposa –me hubiera gustado contestarle, pero debía seguir ocultando mi identidad, así que solo asentí.

-Haruka, no estés molestando, toma vino –dijo mi esposa, hey… que bien se oye eso.

-no estoy molestando ¿verdad Sir Kuga? Por cierto, quería preguntar, ¿usted ama a mi amiga? –por dentro de mi yelmo, alcé las cejas y abrí los ojos un poco más, pero… ¿y ahora qué hago?

-Haruka querida, por favor, no le presiones.

-oh querida, solo quiero saber, es natural, no te lo ha dicho ¿verdad? Solo quiero saber si es por eso que te… ¡Ah! –de alguna manera, Shizuru logró distraer a la curiosa mujer.

-pero que alegría, ya viene el pastel, es tan hermoso ¡y que decorado! –yo también miré el pastel, ciertamente era muy bonito, pero supe que decía eso para llevar la atención a otra cosa –por favor, tráigame otros dos.

-que sean tres –verlas a ellas disfrutar del pastel, me hizo darme cuenta que no deseaba perderme del pastel de mi boda, así que salí a conseguir una porción, aunque la tuviera que comer a escondidas. Para esa labor, recurrí a mi fiel escudero. Definitivamente le daré un buen bono al muchacho.

 

Después de haber degustado el postre volví a mi lugar en la mesa de honor, junto a su majestad y a mi bella esposa tratando de evitar que su amiga me hiciera preguntas escandalosas. He de admitir que verla en apuros me resultaba gracioso, en especial porque, el que me hiciera preguntas, no significaba que fuera a contestarlas, después de todo, tengo la disponibilidad, el poder y la jerarquía para hacer lo que me venga en gana, aunque solo sea en relación a lo que corresponde a mi persona, pero ya poder hacer eso en este mundo y esta época, es todo un privilegio.

 

El tiempo siguió corriendo, sentí que el tiempo pasaba perezosamente lento y de igual forma, furiosamente rápido. Cuando veía a la concurrencia, la fiesta era animadamente aburrida, pero cuando volteaba a verla, no había suficiente tiempo para contemplarla por completo, para grabar cada palabra de su boca y cada movimiento de su cuerpo, lucia radiante, era una figura fulgurosa que brillaba no solo por sus joyas, sino por su sonrisa y la forma en que hacía las cosas, no había forma de detener el tiempo, ni siquiera con hechizos, no podría capturar su imagen por toda la eternidad, pero al menos, deseaba que se quedara en lo profundo de mi mente, así, bella y radiante. Sin embargo, todo lo bello debe terminar en algún momento, en algún lugar, y ya estaba por aproximarse ese momento.

 

-su señoría –fue mi fiel escudero el heraldo de la noticia –pronto será media noche –se situó a un lado de mí y me habló en voz muy baja - ¿preparo ya el carruaje? –yo asentí y él desapareció.

 

No paso demasiado tiempo para que su majestad se pusiera de pie y nos despidiera, con la multitud secundando la despedida. Bueno, es hora me dije, así que me puse de pie y extendí la mano para que me acompañara. No la vi muy convencida, pero finalmente tomó mi mano y se levantó ¿cree que pienso que no puede levantarse? ¿será eso? Aunque la duda quedó olvidada cuando vi que ella se despidió de sus padres y ellos le cuchicheaban cosas al oído, “no han de ser cosas buenas de mi” pensé. Casi me encojo de hombros, ya estoy acostumbrada, además… la mujer ya es mía, que importa lo que digan, ya no se puede deshacer, ya no importan ellos, ya no importa nada, quizá sean pensamientos maquiavélicos, pero ¡Qué más da!

 

Mordí mis labios que no podían dejar de sonreír. Suerte que nadie podía ver mi rostro. Cuando terminó de despedirse volvió a tomar mi mano, la coloqué en mi antebrazo y comenzamos el recorrido por la larga alfombra azul hasta las puertas del palacio, donde ya estaba el carruaje esperándonos, fuera del palacio la fiesta continuaba sin ningún tipo de interrupción, había muchas personas en un ir y venir que solo se vieron interrumpidos por el transitar del carruaje. De inmediato mi escudero abrió las puertas del transporte e ingresamos. Ella de inmediato se asomó por una ventana, despidiéndose de la concurrencia y también de su amiga que no se había conformado con la despedida anterior, sino que ahí estaba, con un pañuelo en la nariz, secándose las lágrimas y los… fluidos de su nariz. Golpeé el techo del carruaje y pronto comenzó el viaje, la gente se despidió y por suerte, poco a poco, comenzó a quedarse atrás. Exhalé, con cierto cansancio y alivio mientras me quitaba el yelmo, corriendo las cortinas para evitar que la gente mirara al interior. Me moví un poco, tratando de desentumir mis hombros, en realidad sentía cansancio, un cierto peso en el cuello. No había estado en una batalla, sino en una boda, pero se sentía similar por haber llevado por tantas horas la armadura.

 

Me apoyé en el respaldo del asiento y noté como ella iba en silencio, muy en silencio, tan en silencio que definitivamente paso por mi mente: “ella debe estar pensando algo” ¿Qué podía ser ese algo? Bueno, tantas cosas, la boda, la noche de bodas… lo que me inquietaba es si lo que pensaba sobre la noche de bodas sería con horror o simple curiosidad… pero no podía preguntarle, ¿verdad? Aunque, claro que podía preguntarle, pero no era ahora el momento para hablar. Decidí entonces, que debía hablar con ella en cuanto estuviéramos a solas, en lugar de tener la famosa noche de bodas habría una plática. Eso me hizo respirar con mayor tranquilidad. Levanté brevemente la cortinilla y noté que estábamos llegando a las afueras de la ciudad.

 

-parece que ya llegamos –le dije, dejando en paz las cortinas, ella de inmediato se asomó. Me coloqué el casco y el carruaje comenzó a detenerse. Cuando estuvo por completo quieto me puse en pie y salí, extendiéndole la mano para que bajara. No se notaba muy segura al bajar, era obvio que no supiera que estaba pasando, pero en mi itinerario las cosas estaban en perfecto orden.

- ¿vamos a ir en tu caballo… hasta el castillo? –dijo, luego de ver a mi caballo.

-sí, así es –la ayudé a subir y pronto yo también estuve sobre el animal. Takumi regresó al carruaje y dio media vuelta para regresar por la señora Sanada y las demás doncellas que regresarían al castillo posteriormente. Entonces comencé a recordar la serie de hechizos que necesitaría, tanto para mí, el caballo y para ella. Hechizos de resistencia, hechizos de fortaleza, hechizos de velocidad, de agudeza en los sentidos, de agilidad, de fuerza. Cuando terminé, noté que me miraba con los ojos bien abiertos.

-no te preocupes, todo saldrá perfecto, no suelo usar muchos, pero quiero llegar pronto en esta ocasión.

- ¿muchos? ¿muchos qué? –creí que sabría qué estaba haciendo al recitar hechizos, pero también es obvio que no sepa qué es lo que estaba haciendo si lo guardo con tanto esmero.

-debo confesarte algo –le dije, y esperaba que de verdad ella no me mirara con malos ojos –puedo hacer uso de la hechicería –ella estaba sorprendida pero no horrorizada, así que era buena señal ¿verdad? –y ahora he usado hechizos sobre mí, sobre ti y el caballo, llegaremos cuando mucho en media hora, pero sujétate bien, solo por si acaso.

 

Ella era bastante lista y pragmática, se sujetó a mi cuando el caballo comenzó a trotar, dejando de lado cualquier otro comentario.

 

-pero ¿Qué será del carruaje? ¿y mis cosas?

-he arreglado todo, tu doncella ha empacado todo lo que necesitaras en un baúl, ahora mismo el carruaje va a recoger los baúles y a las doncellas, también he pedido que ella venga, aunque llegará unos días después, junto con la señora Sanada y varias de mis doncellas, por lo mientras, ya hay varias cosas en el castillo que podrás usar y te quedaran a la perfección, y si no es así, pediré a la modista de la ciudadela que te las ajuste.

 

Me complació responder su pregunta, había pensado bien en como organizaría las cosas para que llegáramos en el menor tiempo posible al castillo y que el viaje no fuera largo ni cansado, después de todo, lo primero que quería hacer, era llegar al castillo y quitarme la armadura para dejarme caer en la cama, ya me dolía el cuerpo y no deseaba pasar más tiempo en una incómoda armadura. Además, ¡Claro que quería pasar mi primera noche con ella! Quería que la noche fuera lo más larga posible, estar cuanto antes en nuestra cama, no importaba nada más que eso, estar juntas en el mismo espacio, con perfecta calma y comodidad, sin nadie más que estuviera mirando, sin armaduras ni personal de servicio, solo ella y yo. Así que, por ese momento tenía una misión, enfocarme en llegar lo más rápido posible. Olvidé mi cansancio y fatiga para dirigir de manera óptima al caballo, lo dirigí tan bien que cuando menos me di cuenta, llegamos a los llanos que estaban frente a las puertas de la ciudadela, entonces deshice todos los hechizos que aumentaban la velocidad del animal. Tardé casi nada en llegar al rastrillo, mismo que se elevó casi al momento de detenerme y sonaron las trompetas, debí imaginarlo por las luces, pero aun así resultó sorpresivo ver que en el interior de la ciudadela había una celebración por todo lo alto debido a mi matrimonio.

 

Las trompetas sonaron y comenzaron a caer pétalos rojos, la gente nos rodeó, saludamos a la concurrencia, realmente me hacía feliz ver a tantas personas deseándome “paz y prosperidad”. Quizá ella aún no se sentía parte de estas personas así que le dije en un susurro que saludara, pareció darse cuenta que sería lo más apropiado y comenzó a saludar a la multitud. Caminamos a un ritmo lento, pero continuo hasta llegar al final de la calle principal y comenzar a subir la cuesta para llegar al castillo. Saludamos por última vez y apresuré entonces al caballo. Al llegar a las puertas de la muralla hubo más pétalos, tuve que saludar a los guardias que lanzaron los pétalos mientras bajaba y la ayudaba a bajar. Jamás hubiera imaginado que esos hombres rudos lanzarían pétalos rojos.

 

-Paz y prosperidad, su señoría –me dijo inmediatamente el señor Ishigami.

-gracias señor Ishigami, ¿has sido tú el de la celebración de ahí abajo? –él no pudo esconder su sonrisa.

-su enlace no podía pasar desapercibido su señoría –me complacía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

-está bien ¿está todo listo?

-claro que si su señoría, yo mismo supervisé todo, sus habitaciones las están esperando, además, he estado manteniendo el agua a la temperatura perfecta, anticipando su llegada.

-excelente señor Ishigami, gracias, además, necesito comer algo.

 

Creí que Ishigami se quedaría en la entrada, pero eso no sucedió, de hecho, se colocó al frente de la caminata, como si fuera nueva en el castillo, aunque seguramente para ella si sería algo nuevo, por eso no lo despaché y permití que encabezara el recorrido hasta llegar a nuestras habitaciones. Desde que cruzamos las puertas principales ella miraba con curiosidad, pero noté más interés cuando llegamos a las puertas que daban al edificio central. Al llegar e ingresar me pregunté si le gustará el edificio, los muebles o incluso su habitación. Quizás debí preguntarle cómo le gustaría su habitación… aunque pedí que fuera decorada en base al estilo más moderno y con el mejor gusto posible. Me inquietaba que no le gustara o que no se sintiera cómoda, además no decía nada. A veces el silencio es bueno, a veces no. Como fuera que fuese, llegamos hasta la entrada de mi probador y me despedí temporalmente de ella. Dentro, ya estaban diez doncellas esperándome, esta vez si iba a necesitar tanta ayuda.

 

Una vez que se cerró la puerta y la deje de ver, sentí una cierta calma, una calma al saber que pronto me quitaría esta pesada armadura. Ni bien había llegado al centro y una doncella ya se había ofrecido a llevarse el yelmo, entonces todas se aproximaron a comenzar con la tarea. Extendí los brazos y lo primero que me retiraron fue la piel blanca, luego el cinturón con las espadas y la medalla que me diera su majestad. Después me quitaron la túnica y de ahí comenzaron con cada pieza de la armadura. Conforme me quitaban todo comenzaba a sentir la ligereza de la libertad. Al terminar, me sentía tan liviana y tan desnuda que hasta sentí frío, así que corrí a la tina para una más que merecida ducha. Había llevado la armadura todo el día, necesitaba mucho una limpieza a fondo que se llevara todo el sudor. Las doncellas tallaron a fondo y más rápido de lo esperado el lavado terminó, salí de la tina y comenzaron a secarme.

 

-su señoría –dijo una –esto lo ha mandado Madame Kanzaki –yo alcé las cejas, ¿Qué cosa?

- ¿Madame Kanzaki? –quien se traducía como Mai, la muy embarazada esposa de Kanzaki - ¿Qué cosa ha mandado? –y por qué, me faltó decir. Esa mujer a veces podía tener retorcidas intenciones. Aunque soy la señora de estas tierras, a veces osaba jugarme bromas.

-un camisón, su señoría –oh, pero que considerada –un camisón que sugiere ser ideal para la noche de bodas –eso debió alertarme, pero no, fui, una vez más, inocente.

-muy bien, colóquenmelo –la doncella, con un rostro perfectamente serio, extendió la prenda que me coloco con ayuda de otra. De primer momento se sentía muy suave la tela, pero cuando miré abajo y vi la transparencia de la tela casi me da un ataque al corazón, ¡Era muy transparente! ¡Muy! Apreté el puño mientras pensé una sarta de groserías dirigidas a esa mujer.

-su señoría, le queda muy bien –comentó la misma doncella, pero yo no estaba muy convencida.

-no te parece que es muy… ¿revelador, Rosalie? –pero ella negó.

-es lo que está de moda, su señoría, no podemos quedarnos en el pasado –pero yo prefería el pasado a mostrarme ante ella con estas transparencias.

-pero no creo que hoy sea necesario… -le dije, aún revelándome contra la idea.

-al contrario, su señoría, hoy es el día ideal, con esto nadie podría resistírsele.

 

No era, por completo, el caso, pero no puedo negar que una parte de mí gritó con interés. Me lo pensé unos momentos. Hoy no iba a ocurrir ningún tipo de intimidad o contacto físico, es algo obvio, pero ¿de verdad este camisón serviría de alguna forma para, llamar su atención? No podía simplemente descartar la posibilidad si no lo intentaba y si estaba dispuesta a que ella se quedase conmigo, debía intentar todo cuanto fuera posible.

 

-bien, colóquenme la bata –le dije al resto de doncellas –ya debo ir a nuestra habitación.

 

Fue más un acto de audacia y fe, que de plena seguridad en lo que estaba haciendo. Esperaba no equivocarme y dar una impresión equivocada, porque si no, me iba a sentir muy incómoda y avergonzada, de ser así, probablemente no me sentiría con ganas de estar en la misma habitación para siempre… bueno, no hay que ser tan extremista, tal vez un mes… aunque era un mes que no podía darme el lujo de desperdiciar, quizás en otras circunstancias sí, pero no en esta ocasión. De manera que me enderecé, saqué el pecho, me despedí de mis doncellas que me desearon paz y prosperidad, y con una seguridad que no sentía, levanté el mentón y crucé la puerta.

 

Pero dentro de la habitación no estaba ella. Casi me desinflé al instante. Me quedé en mi sitio por unos momentos hasta que tocaron muy levemente la puerta de la habitación, abrí con curiosidad y encontré a una doncella que me traía unos bocadillos. Mi hambre se reactivó al instante. Me senté en un sofá a comer con avidez los bocadillos. Terminé de comer y ella no se hacía presente, así que dejé el plato fuera de la habitación, mañana podrían recogerlo. Al regresar volví a sentarme en el mismo sofá, a esperar. Había varias velas en la habitación, pero elegí quedarme solo con la luz de la chimenea, así daba un ambiente cálido y agradable.

 

Ella tardó tanto que comencé a preguntarme qué es lo que estaría haciendo, que tanto la estarían perfumando o arreglándola ¿era necesario tanto tiempo? Exhalé con lentitud, no quedaba de otra más que esperar. Estiré mis pies y me derretí en el sofá, quien sabe cuánto tiempo más pasó hasta que oí claramente como el picaporte de su puerta era girado. Inmediatamente sentí mi corazón latir con rapidez mientras mi cuerpo permanecía quieto. No escuché sus pies, se movía tan silenciosamente que parecía un gato, así que de pronto apareció en mi campo de visión.

 

-has llegado… -le dije, con lo que intenté que fuera una sonrisa moderada.

-sí… he llegado… -entonces nos quedamos en silencio. Me quedé, repentinamente, muda; sabía que tenía que hablar con ella, era ya el momento que había estado pensando y esperando, pero ahora que estaba ahí, no sabía muy bien como ordenar las cosas que tenía que decirle. Sin embargo, ella es muy intuitiva, se sentó en el otro sillón y se mantuvo en calma, mirando la alfombra. De cierta forma, creo que me transmitió su calma, cerré los ojos y supe que todo iría bien, ella es muy lista, estoy segura que no olvidaré ningún detalle importante.

-necesito explicarte algo… -pronto tuve sus bellísimos ojos mirando directamente a los míos –sé… lo que se supone que debe pasar en la noche de bodas… sé el propósito de que ocurra tal… acontecimiento, por eso, necesito decirte que no es necesario, además de que no es físicamente posible que ocurra –ya estaba, lo había dicho y ahora sentía cierta paz, o quizás también la percibía no tan tensa ¿lo estaré imaginando?

-dijiste antes, que no tenía que preocuparme por…

-sí, a eso voy, exactamente –sabía que no dejaría nada al aire –como te dije hace poco, puedo usar magia, no es que vaya a usar un hechizo, pero necesito explicarte que en mi familia se han transmitido estos conocimientos de hechicería y ciertos objetos con características muy especiales, el anillo que te he dado es uno de esos objetos –le señalé el anillo que le di en la ceremonia –el anillo es especial, tiene magia por sí solo –recordé entonces las historias que solía contarme mi madre sobre el anillo, eran cosas que no estaban escritas, conocimientos que se traspasaban de persona a persona.

- ¿tiene esto que ver con lo que lleva escrito?

-sí, es un lenguaje antiguo, el anillo lleva mucho tiempo en mi familia, garantiza la supervivencia de nuestro linaje… además, se decía que tenía el suficiente poder como para realizar un deseo, pero nadie lo ha hecho, pedir un deseo haría que el anillo se consumiese, dejándolo inutilizable.

-algo como ¿un único deseo? –pues, sí, de cierta forma, sí.

-eso se dice… como sea, nadie lo ha hecho, no es necesario, siempre ha sido más importante la supervivencia de nuestra familia y ese anillo lo ha hecho posible, pero tiene unas ciertas condiciones que cumplir –supongo que esta era la parte complicada, al menos para alguien que no entiende de estas cosas -no se necesita contacto físico, pero sí se necesita una conexión… afectiva, si no hay dicha conexión entre nosotras, no habrá descendientes, pero es algo conveniente ¿no lo crees? –era muy conveniente, si ella no llegaba a sentir algo por mí jamás habría una criatura que impidiera la separación, una criatura que le recordara siempre a mí, ella quedaría libre y sin ataduras.

- ¿Por qué? No estaríamos cumpliendo con el propósito del matrimonio.

-es conveniente porque, si no quieres quedarte conmigo, no tendrás que llevar una criatura de alguien que no quieres…

-pero no sería conveniente para tu familia… si te vas a la guerra y desapareces ¿Quién heredara tus tierras?

-no me importa dejártelas –y de verdad no me importaba, no si eran para ella. Que caso tendría ponerme a restringirle las cosas a estas alturas, estaba segura de lo que quería, la quería a ella y si ella no me quería, podía deshacerme de todo lo que había acumulado, para mí es un todo o nada, no tiene sentido que esté dispuesta a arriesgarlo todo y que al final no quiera dejarle todas mis posesiones solo porque no me corresponde, si hiciera eso no habría ningún sentido, significaría que mis sentimientos no eran auténticos y tengo la certeza de que lo son, por eso, si no llega a corresponderme, empezaré de nuevo en otro sitio con la tranquilidad de que hice mi mejor esfuerzo, sin arrepentimientos –si no eres feliz conmigo iré a algún otro sitio, si es que sobrevivo y… bueno, ya habrá más oportunidades para tener descendencia.

-sí, eso es en el caso de que sobrevivas –ese comentario me hacía pensar que talvez quiere que sobreviva…

- ¿te estas preocupando por mí?

-me parece que si –no pude evitar alzar un poco las cejas.

-eres más amable de lo que imaginé… -una pequeña revelación, supongo -solía… solía mirarte cuando ibas al castillo, no podía hablar contigo e imaginaba… -imaginaba como era en realidad, pero ahora tengo ahí la realidad y me gusta un poco más de lo que creía.

-yo también te miraba… siempre tuve curiosidad por “el caballero de su majestad”, pero mi padre decía que no debía acercarme y hablar con un caballero, además, nadie habla nunca de ti, parece algo prohibido… así que, solo quedaba la especulación y el misterio… -especulación, misterio… cosas que a veces generan un prejuicio o expectativas falsas, cosas que pueden arruinarse al conocer la realidad.

- ¿estas decepcionada?

-no exactamente… sorprendida sí, aun, pero creo que tu belleza está a la altura del misterioso atractivo que tiene el caballero del reino… -sentí calor en mis orejas, esta mujer me estaba haciendo un cumplido sin siquiera proponérselo -es, digamos… creo que… dime… -entonces su voz cambio un poco, se notaba un poco más seria así que volví a mirarla - ¿Por qué quisiste contraer matrimonio conmigo? Aún no me lo has dicho, simplemente me has secuestrado y luego me extendiste el papel donde tenías el permiso de su majestad, pero…

- ¿no estás de acuerdo? –me sentí repentinamente cuestionada -pero si has aceptado el trato… y nos hemos…

-ya sé que acepté, pero… quiero saber porque yo –¿Por qué ella? me sentí brevemente sorprendida, pero tenía razón, he estado escapando de esto desde casi el principio, bien lo había dicho la señora Sanada y era de esto lo que había dicho su amiga, o más bien, la pregunta era diferente, pero sabía que la respuesta debía ser la misma. “Tengo que decírselo en algún momento” pensé, ¿Que mejor qué ahora? Es el momento de ser sincera. De cierta forma creo que estaba rehuyendo a decir las cosas de forma clara y directa porque sentía miedo de esas mismas palabras. Respiré profundo y exhalé rápido.

-llevas razón… creo que he estado evitando decirlo por miedo… -se fuerte, se firme –o vergüenza, tal vez ambos… no es algo característico de mi estatus, ciertamente… -uno, dos… tú puedes, tres, cuatro… no es difícil, cinco, seis -pero ¿Qué más podría pasar? Tenemos ya un trato y hemos contraído nupcias… -respiré profundo y decidí que debía acercarme a ella, miré su mano, estaba tan cerca ¿se molestaría si tomo su mano? Lo averigüé y ella no rechazó el contacto, incluso me dejó tocar sus dedos… –Shizuru, me enamoré de ti… -eso fue más fuerte de lo que fuerte que imaginé que sería decirlo -y he estado… - ¿asechándote? No, no -mirándote con devoción los últimos años… - ¡no puedo creer que lo dije! -creí que podría vivir así… pero no pude soportar que te comprometieras con… -ese enano del demonio -ese muchacho… por eso hice todas esas cosas, no hay mucho más que mis sentimientos de fondo… por eso, si tú no eres feliz conmigo, te dejaré libre.

-yo… -ella parecía pensar las cosas y eso era un poco… angustiante –no sé qué decir… no esperaba esto –esa respuesta es menos fatal de lo que imaginé.

-bueno, parece que no odias la idea, eso ya es suficiente para mí.

-es que, no es algo que pasara por mi cabeza, hay muchos otros motivos para un matrimonio que el amor… -supongo que, en su familia, así eran las cosas. Esas particularidades.

-lo sé… pero ese es mi motivo ¿estas satisfecha? –miré sus ojos insistentemente, quería ver si asomaba la duda por ellos, pero se notaba firme, conforme con mi respuesta y eso me hacía sentir cómoda con la situación actual.

-sí…

-bien… creo que es suficiente por hoy, deberíamos dormir… -y así mi espalda puede al fin descansar…

-ah, sí, claro…

-en cuanto al anillo, debes usarlo siempre si te interesa tener un heredero, además de que te luce muy bien… -ella miró una vez más el anillo –mi madre dijo que yo lo usaría algún día, pero por alguna razón siempre pensé que no me vendría bien…

-quizá ¿porque terminarías usando otra joya? –ella se estaba refiriendo al anillo que me dio ¿verdad? –sabiendo lo especial que es lo que me has dado, mi anillo no es nada –ella tenía una parte de razón, pero eso no significaba que su anillo fuera mal recibido, de hecho, me hacía feliz.

-no, gracias por darme un anillo, fue un detalle inesperado que me ha… enamorado aún más…

 

Estuve a punto de sonrojarme… o quizás si me sonrojé, pero volteé hacia la cama y me deslicé dentro antes de que ella lo hiciera también. El calor en mi rostro se disipó y entró por mi nariz la fragancia que perfumaba la cama, una fragancia agradable que daba cierta serenidad, sin embargo, mi corazón comenzó a latir muy rápido cuando me percaté de sus propios movimientos, ella se levantó del sofá y fue al lado contrario. No la miré, o al menos no inmediatamente… intenté resistirme a mirar para que no se sintiera incomoda con mi presencia, pero no podía negar que verla quitarse la bata era una visión sumamente provocativa, ver la tela deslizándose suavemente por su cuerpo, remarcando cada línea o curva… hacía que algo colgara de mi garganta y corriera intensamente por mi pecho, una sensación intensa y emocionante. Por desgracia ella volteó y me encontró mirándola, no tuve de otra más que permanecer calmada, talvez si la miraba con calma y como si fuera una situación nada extraordinaria, ella se sintiera mejor, aunque por dentro no me sintiera nada calmada.

 

Capítulo 13.

 

Una vez que dejo la bata a un lado e introdujo los pies entre las sábanas, ella comenzó una plática casual.

 

-por cierto… ¿cenaste algo? No habías comido en todo el día… creo… -ella podía ser tan amable y considerada que me hacía pensar que realmente se interesaba por mí.

-oh… si… me trajeron unos bocadillos las doncellas… -y el plato estaba en la puerta…

-me alegro, eso me estaba preocupando… -pronto se llevó las mantas hasta el pecho y nos despedimos, por decirlo de un modo.

 

Claro que, seguíamos ahí, plenamente conscientes, en la misma habitación, en la misma cama, con una buena distancia entre nosotras, pero, aun así, mucho más cerca de lo que llegué a imaginar… la perspectiva de esa realidad no me dejaba dormir. Cerré los ojos y aunque apenas escuchaba su respiración, eso era suficiente para que mi corazón latiera agitado porque, solo podía pensar que a solo un poco más allá de mí, estaba ella, con toda su humanidad reposando, con esos exquisitos hombros sobre la cama, con sus apretados senos bajo las mantas, con esa piel suavísima bajo el camisón, con una fragancia corporal que tenue, pero llegaba a mi nariz, un aroma que me hacía desear pegar la nariz a su cuerpo y sentir la calidez con mis propias manos… pasé largos minutos respirando profundamente con la intención de calmarme, entonces sentí como se movió en su lugar y una vez más sentí las pulsaciones aceleradas. Me repetí larga e intensamente que ella solo estaba tratando de dormir y una vez más, después de un considerable tiempo, pude volver a calmarme. Bien, esto no era como creí que sería… ¿Cómo puedo descansar así?

 

Esto era un poco difícil, nunca creí que compartir la cama con ella fuera tan complicado… o quizás es porque es ella, después de todo; si fuera la señora Sanada, sé con toda certeza que no me pasaría esto. Bueno, hay que ver el lado positivo, estoy en mi cama, una cama cálida y agradable, sin peligros, con la tranquilidad de que ella está ahora a mi lado. Eso es todo lo que importa, conseguí mi objetivo.

 

Sin quererlo tenía un poco tenso el cuerpo, pero comencé a relajarlo. No pude dormir por un largo tiempo, pero en algún momento dejé de estar consciente, aunque mi cuerpo, fiel a mis costumbres, me despertó temprano por la mañana. La luz que se colaba por las cortinas era muy suave, pero disipaba la oscuridad de la habitación, la volteé a mirar y ella dormía. Supongo que hoy puedo quedarme más tiempo en la cama. Esa era mi intención, pero después de un rato mi estómago pedía comida, así que tuve que levantarme y pedir el desayuno. Me quedé sentada en la orilla y mi estómago se calmó, cerré los ojos y esperé. Aun sentía cansancio y una breve comodidad al cerrar los ojos, todo era bastante cómodo hasta que alguien me tomó del hombro, seguramente la doncella del desayuno.

 

-oh, ya estás aquí Rosalie –ella asintió, me sentí un poco desubicada al principio, pero pronto recobré bastante bien la conciencia, giré a mirarla, ella también ya había despertado –buenos días –le dije.

-buenos días…

 

Después de saludarla aquella mañana nos sentamos en los sillones, acercamos una mesilla y comenzamos el desayuno. Noté que algo la incomodaba, quizá fuera que la mesa no combinaba con los sillones, o quizás no le gustaba desayunar tan pronto, hay quien tiene diferentes costumbres.

 

-te gusta aquí ¿o prefieres el desayuno en la cama? –tuve que preguntar, era mejor saber si le gustaba de ese modo o no, para cambiar de hábitos.

-yo em… no quisiera entorpecer su trabajo.

-eso no importa, lo pueden hacer en cualquier otro momento o… ¿es que no te ha gustado el desayuno? ¿Quieres otra cosa? Por favor dile a la señora Sanada lo que te gusta, oh, pero aún no llega… dile a Akane que venga –le dije a Rosalie –ella, además de tu doncella personal, también estará para ti, cualquier cosa que quieras solo díselo.

-claro… ya lo sabía –me hizo gracia su comentario, que torpe, era obvio que ya sabía cómo tenían que funcionar las cosas, después de todo es una mujer inteligente.

 

Seguimos con el desayuno, pero aún se notaba un poco vacilante, quizás era porque por primera vez despertaba al lado de otra persona. Debo ser paciente, ella se está acostumbrando a cosas nuevas, a mí no me cuesta porque es algo que yo he deseado, a pesar de que fue difícil dormir… bueno, quizás era una situación a la que poco a poco nos acostumbraríamos. Pronto llegó su doncella y fue con ella a su habitación. Terminé con la comida e hice lo mismo, fui al probador donde ya estaba Rosalie, lista para vestirme, solo hasta ese momento recordé el camisón traslucido que vestía, ahora que era de día y con más luz, se notaba mucho la transparencia, me avergoncé unos momentos al saber que ella me había visto con esa prenda, pero por otro lado, ella no dijo nada al respecto, quizás ni lo notó, de hecho, casi no me miró en todo el desayuno, seguro que ni vio la tela porque no está interesada en ese aspecto de mí. Por un lado, me tranquilizaba y por otro me sentía un poco inconforme, pero finalmente, hice a un lado el tema. Hay que ser práctica, si no lo mencionó significa que no está incomoda con eso, fin del tema. De modo que me quite el camisón y pedí una vestimenta sencilla con la que estuviera cómoda, después de todo, esto es un descanso, un descanso bien merecido después de trabajar años sin parar.

 

Al terminar de vestirme me sentí mucho mejor, por lo que fui a la puerta de su habitación y decidí que la invitaría a tomar un paseo. No tenía un itinerario, de hecho, no sabía ni que hacer ahora que estábamos juntas ¿Qué se supone que hace un matrimonio? ¿Qué se supone que debo de hacer para que ella me ame? O al menos sienta cariño por mi… no hay un manual para ello. Pero lo qué si tenía muy claro, es que quería pasar el tiempo con ella, disfrutar de su presencia y complacerla, así que buscaría cualquier excusa para estar con ella, o al menos en la misma habitación. Con esa resolución toqué su puerta y fue muy satisfactorio recibir una respuesta positiva.

 

Casi sonreí con totalidad al ver que aceptó sin siquiera pensárselo, pero me moderé, no quería parecer demasiado expresiva y asustarla. Hay que ser mesurada y prudente. Ella se levantó de su asiento y se acercó a mí en la puerta, lucia especialmente radiante por la mañana, luminosa, brillante, bellísima, más aún con esos ojos que relucían con la intensidad de rubíes y esa cabellera castaña. Me encantaba su cabello, me gustaba como lo lucia, la forma con que quedaba peinado, como brillaba, era una de las cosas que seducían de ella y, si bien el amarillo no era mi color predilecto, podía ahora asegurar que sin importar el tono que vistiera, lo encontraría adorable si venía con ella. Sin embargo, aunque me hubiera podido quedar en el mismo sitio a admirarla el resto del día, no podía parecer una idiota frente a ella, así que comencé a pensar donde la llevaría de paseo, aunque quizás había que empezar por orden.

 

-Shizuru, sé que ya has estado aquí antes, pero ahora creo que es un tiempo perfecto para mostrarte el castillo –le dije, mientras bajábamos por las escaleras – ¿En qué partes del castillo has estado?

-en realidad… he visitado algunos pasillos y la biblioteca, además de tu armería.

-bueno, entonces, ya que estamos aquí, empezaremos por aquí, esta es la torre de homenaje y es únicamente para nuestro uso exclusivo, sé que usualmente la torre de homenaje se puede usar para hospedar a invitados, pero soy una persona muy…

- ¿privada? –dijo ella, y llevaba razón.

-cierto, me gusta guardar mucho mi privacidad, de modo que toda el ala oriental sirve para invitados, fue en aquel edificio donde te coloqué antes.

-lo recuerdo bien –de pronto me pregunté si habrá estado muy incómoda, pero preguntarle eso a estas alturas podría resultar peligroso ¿Qué tal si me reclama? Lo mejor sería no ahondar en caminos peligrosos…

-de modo que ahora este edificio es tanto tuyo como mío, nadie más que las doncellas, la señora Sanada y en ciertas ocasiones el señor Ishigami, ponen un pie aquí, en la planta baja hay una sala de estar muy agradable que espero te guste y de no ser así, tienes total libertad para incorporar lo que sea de tu gusto, por otra parte, en los pisos superiores…

 

Quizá fuera tedioso, pero me escuchó con atención cada dato que le mencioné del edificio, incluso cuando la llevé a la terraza en el último piso, donde estaba la bandera con el escudo de mi familia, se mostró interesada, creo que le agradó bastante la idea que yo tenía de incorporar una bandera con el escudo de su familia. Me sentí feliz de escuchar sus palabras, aunque fueran cortas, pero aun así eran de agradecimiento y eso bastaba. Siempre y cuando la complaciera, era suficiente para mí, por ello ese mismo día mandé a hacer la bandera con el escudo de su familia.

 

-bueno, ahora bajemos, te mostrare con más detalle el edificio Este –le extendí una mano y de esa forma la ayudé a bajar los estrechos escalones que daban a la terraza de la torre. Bajamos con cuidado y fui platicándole porque había decidido que la torre del homenaje fuera construida de esa forma, le platiqué todo lo que pude hasta llegar al primer piso y comenzar a mostrarle le edificio Este. Quería que no se aburriera conmigo, quería que fuera agradable el recorrido, aunque tampoco quería abrumarla con tanta palabrería, pero me escuchaba con atención y eso me hacía emocionarme.

 

Quería controlarme, pero tampoco podía evitar emocionarme al ser ella quien me escuchara y estuviera ahí para mí. Era como un sueño. Quizás sí estoy soñando. No podía ser posible que estuviera ahí, dándome su tiempo, escuchando mis aburridos planes de construcción, luciendo tan guapa y radiante… y a la vez era tan real. Por momentos sentía la necesidad de tocarla, pero me retenía. Es real, es real, no tienes que tocarla, eso puede asustarla.

 

Recorrí con ella minuciosamente el castillo. Como bien le dije, era un castillo diferente porque yo quería que fuera agradable, cómodo, con sitios donde pasar el tiempo y que a la vez fuera el sitio perfecto para pasar cualquier tipo de crisis, una fortaleza impenetrable que resultara no solo útil, creo que esa parte le interesó mucho, quizás compartía mi idea, no lo sé, ella no emitía juicios, solo preguntaba algunas cosas y escuchaba con interés. No me parecía especialmente tímida, pero sí muy reservada con sus comentarios… o quizás yo estaba hablando demasiado. Creo que yo estaba disfrutando demasiado con su compañía, mucho más que ella la mía. Eso me hacía dudar por unos momentos, pero después esa misma duda que sentía se volvía resolución, tratando de mejorar mi ánimo. Llegaré hasta donde ella me deje llegar, me pegaré como una lapa tanto como pueda, no puedo desperdiciar esta oportunidad.

 

Luego de recorrer ampliamente el castillo la llevé al comedor, pues ya nos esperaban con el almuerzo. Fue un almuerzo delicioso, no solo por la comida, sino que luego de recorrer el castillo, ella tenía curiosidad sobre la arquitectura de los edificios y obviamente salió en la conversación que el castillo era, relativamente, reciente, ya que cuando ocurrió el ataque de los invasores, el anterior castillo fue severamente dañado e incendiado. Es así que le comenté todas las cosas que se tuvieron en cuenta para hacer un castillo completamente nuevo, desde el terreno, la proximidad con otras ciudades e incluso con el puerto, además de mejorar con diseños innovadores en las murallas que protegían la ciudadela.

 

Luego de prometer que un día la llevaría a mirar las ruinas del anterior castillo y terminar el almuerzo, le sugerí continuar con el recorrido del castillo. La llevé por las torres y las murallas, así pudo mirar el cuartel y todos los guardias también miraron a mi esposa. Un hecho que no tenía contemplado es que no podía controlarle los ojos a todo el ejército que tengo a mi mando, pero al menos cuando pasábamos, no la miraban descaradamente en mi presencia, pero no pude evitar sentir incomodidad, no quería que nadie la mirara, no quería que ninguno de esos bribonzuelos la mire y aspire a querer seducirla. Sé cómo piensan cada uno de esos sinvergüenzas y todo de lo que son capaces… pero, por otra parte, no podía hundirme en esos pensamientos, no podía encerrarla, eso iría en contra de lo que le había jurado, no podía ser igual que aquellos sujetos que encierran a sus esposas por miedo, no. Solo me quedaba confiar en ella y estar alerta con cualquiera de aquellos granujas.

 

Por eso, cuando terminamos el recorrido por las murallas y la luz comenzaba a decrecer, le sugerí ir al salón del té que había en la torre del homenaje, ahí me sentí mucho más tranquila y cómoda.

 

- ¿te gusta cómo está decorado? –le pregunté, mucho más cómoda que antes –me gustaría que cambiaras lo que no te guste.

-creo que es un gusto un poco rustico –no entendí si eso le gustaba o no… –estoy bien con la decoración, en realidad… nunca me preparé para inmiscuirme en esos temas.

-bueno, ahora es tuyo, puedes hacer lo que quieras, tengo un administrador muy bueno que te permitirá cualquier gasto, te lo llegaré a presentar, algún día tendrás que hablar con él y ver su trabajo cuando yo no este.

-te refieres… ¿a salir por alguna cuestión de su majestad? –me encogí de hombros.

-puede ser… -cosas de su majestad, hacer alguna diligencia a otra parte del reino… o simplemente ir a la guerra… quien sabe.

-ahora que recuerdo, no hablamos de esto antes, pero, después del plazo que te ha dado la reina ¿Qué harás? ¿volverás a la capital? ¿la reina te ha liberado de tu servicio en el palacio?

-volveremos, esto solo es un descanso de treinta días, al terminar regresaremos; planeo comprar una propiedad digna de ti, luego nos instalaremos ahí y estaremos yendo y viniendo cada cierto tiempo, su majestad me ha dicho que solo tengo que ayudarla de vez en cuando, pero no planeo abandonarla –ella me seguía con entendimiento la conversación, lo que me hacía pensar que no estaba en desacuerdo con viajar continuamente, eso me quitaba una preocupación ¿Qué tal si no quería estar viajando? Hay personas que odian los viajes en los carruajes y yo tenía que estar con ella tanto tiempo como me fuera posible –planeo que sea así hasta que ocurra el ataque extranjero.

- ¿en qué tiempo crees que ocurra? – ¿en qué tiempo? Los informes decían que había movimiento enemigo, pero nada concluyente.

-tal vez dos o tres meses… -ojalá demorara hasta el próximo año, o mejor, que no nos atacaran, quizás deberíamos atacar nosotros para evitar cualquier intento enemigo por conquistarnos, a veces la mejor defensa es el ataque, pero la reina no estaba segura de ese camino. En este caso, las inseguridades de una niña que solo me traían complicaciones, yo estaba segura de poder sostener un ataque al enemigo pero tampoco puedo culparla, quiere ser precavida, no quiere enviar una campaña a territorio extranjero con un final desconocido, no quiere obtener el desapruebo del reino, pero al menos me quedaba la seguridad de que había trazado y distribuido a todos mis oficiales de la manera más óptima por todo el reino, nadie puede poner un pie en la ínsula sin que yo me entere, gracias a eso he atrapado a muchos rufianes que buscaban colarse al reino –en fin, no te preocupes por eso, mi ejército está bien distribuido, me enteraré apenas se acerquen.

 

Luego de aquellas variaciones en el tema hablamos de qué casita debíamos comprar en la capital, eso nos trajo una conversación mucho más amena. Yo le quería comprar una casita del tamaño del palacio, pero no había nada así, sin embargo, estaba dispuesta a comprar cualquier sitio que le gustase, derrumbarlo hasta los cimientos y construir un pequeño palacio a gusto y complacencia de ella, después de todo, tenía los recursos para satisfacer todos los caprichos que pudiera tener, aunque ella se mostraba demasiado mesurada.

 

-no te limites, tengo suficientes ganancias que he acumulado y aunque no regrese –de la guerra que se aproximaba -la puedes vender –ella se quedó callada con una expresión seria ¿le habría incomodado lo que dije? ¿significaba eso que se preocupaba por que yo regresara? Ojalá que fuera así.

-milady, su señoría, la cena esta lista.

-gracias Rosalie –contesté y nos dirigimos al comedor, hoy me sentía con mucha hambre –me pregunto que habrán hecho de cenar.

 

Pasamos una cena tranquila con pocas palabras. La noté algo meditabunda, quizás aún estaba pensando en lo de la casa o la amenaza extranjera, no podía saberlo con exactitud y tampoco quería forzarla a una conversación sobre ello si no quería hablar de eso, sin embargo, no se sentía un ambiente tenso y eso ya era ganancia.

 

Al terminar la cena regresamos al mismo saloncito de té y aunque pretendí hacerle conversación para que se quedara a tomar alguna bebida, parecía que quería más irse a asear que quedarse a tomar algo. Si lo pensaba bien, el día de hoy debió haber sido mucho más agitado que el ritmo normal en el día de una dama como ella, aunque para mi fuera experiencia tranquila, después de todo, no me había colocado la armadura ni cinco minutos en el día, me sentía tan ligera y animada, definitivamente no podría dormir el día de hoy. Miré detenidamente la copa en mi mano… ¿debería embriagarme? No, ¿Qué tal si hacia algo estúpido? No podía cometer errores.

 

-Rosalie –le dije a la doncella que estaba sustituyendo a las ya tan usuales Senou y Aoi -necesito un favor.

-sí –ella se aproximó, nunca se iban demasiado lejos, siempre estaban ahí para mí, aunque fuera solo una de ellas -dígame su señoría.

-quiero que mandes a preparar mi aseo y una gran copa del licor más fuerte que haya –la mire serio –esto es un secreto Rosalie, ¿comprendes?

-sí su señoría –yo asentí con la boca fruncida.

-no estoy cansada, si no tomo eso no podré dormir y no quiero que el chisme ande por los corredores del castillo ¿de acuerdo? –ella asintió con lentitud.

-sí su señoría, nadie tiene porque enterarse.

-bien, vaya por favor.

 

Rosalie se fue con mi encargo y demoró algunos minutos para regresar y decirme que ya todo estaba preparado, además de asegurarme de que ya tenía lo que había pedido bajo total discreción. Le daré un bono a esta chica, lo merece. Junto con ella fui a mi habitación, me desvistieron, me lavaron, secaron y vistieron, solo entonces, cuando terminaron de sacar algunas cosas las doncellas, volví a llamar a Rosalie.

 

- ¿se han ido las demás? –ella asintió con la cabeza - ¿sabes si las doncellas de milady ya han terminado de ayudarla hoy?

-sí su señoría, hace unos momentos –yo asentí y luego miré mi camisón, el mismo camisón de tela muy transparente, estuve a nada de dejar salir un suspiro, pero de desgracia.

-bien, bien, está muy bien -entonces busqué donde estaba mi monedero, a veces había tantos recovecos que olvidaba donde ponía las cosas, por suerte lo encontré y saqué unas monedas –usa esto para comprar más de mi encargo, del más fuerte que haya en la ciudadela, solo por si acaso, lo demás tómalo como un agradecimiento, si necesitas más, házmelo saber.

-si su señoría, le he dejado su pedido en la habitación, nadie ha entrado ahí más que yo.

-perfecto, puedes retirarte por hoy Rosalie, descansa.

-si su señoría.

 

Ella salió por la puerta del vestidor y yo me quedé de pie por unos momentos, luego ingresé a mi habitación, ahí había una mesa junto a un sillón, en esa mesa estaba una copa de tamaño considerable con una buena dosis de licor. No me lo tomé de inmediato. Me senté en el sillón con la copa en los dedos, meditando que estaría haciendo ella en estos momentos ¿estaría ya en la habitación? ¿me estaría esperando? ¿estaría esperando para hablar como la vez pasada? ¿me vería con el camisón transparente? ¿pensaría mal del camisón? Después de un rato dejé la copa en la mesilla y me levanté a mirar por la ventana, parecía ya ser tarde ¿pero suficientemente tarde para que ella estuviera dormida? Deambulé un poco por la habitación, entre más caminaba menos sueño tenía, me sentía demasiado alerta, si no tomaba el licor, no podría dormir en absoluto.

 

Volví a asomarme por la ventana, ya estaba bastante oscuro. Si no me duermo ahora no podré levantarme temprano… aunque… realmente no había motivos para levantarme temprano… como sea, mejor mantener los buenos hábitos. Regresé a la mesilla y me bebí el licor de un tirón, dejé la copa en la mesa y me senté en el sillón a que hiciera efecto, quien sabe cuánto tiempo pasó para que comenzara a sentir una pesadez. Solo entonces me levanté del sillón y entré a la habitación compartida, encontrándome con que ella ya estaba acostada y hasta durmiendo. Me deslicé entre las sábanas, me acomodé bien y luego dejé de saber del mundo hasta la mañana siguiente. Desperté muy temprano, ella aun dormía con placidez y yo ya tenía hambre, así que fui a mi habitación y pedí el desayuno desde ahí. Cuando Rosalie subió con la charola, venia acompañada de la doncella que se hacía cargo de Shizuru.

 

-buenos días su señoría –me dijeron ambas, tan amables y serviciales como todos los días.

-buenos días Rosalie, Akane –me había sentado en el sillón de la habitación, así que solo me acomodé mejor mientras ellas disponían la comida.

-su señoría, ¿debería también traerle el desayuno a milady?

-ella aun duerme, no es necesario –comenzaba a sentir que el hambre me iba a hacer un agujero en el estómago –déjenla dormir, ayer la llevé de un lado a otro, no está acostumbrada a esa fatiga.

-claro su señoría –dijeron ambas y así, pronto pude comenzar con la comida.

 

Como ya era costumbre, Rosalie fue al vestidor a sacarme la ropa de aquel día, esta vez ayudada por la otra doncella, para cuando terminé el desayuno ambas ya tenían en las manos la vestimenta del día de hoy así que pude deshacerme de aquel escandaloso camisón transparente… que, por cierto, eso me recordaba a que un día debía ir a ver a esa mujer y… ¿amenazarla? Por una parte, me sentía ofendida, pero por otra aún no sabía si funcionaría ese camisón o no… quizá aún no debía emitir un juicio.

 

Luego de vestirme y que las doncellas me vistieran, decidí hacerle una visita al administrador, seguramente ya estaba al tanto de mis solicitudes, después de todo le había pedido a la señora Sanada que transmitiera mi mensaje para hacer ya un proyecto, por lo que me sentí muy complacida cuando llegué al estudio del administrador y ya tenía una proyección de recursos, materiales y hasta contratos para las posadas que había en el camino. Pasamos largas horas poniéndonos de acuerdo con los detalles del presupuesto, pero sobre todo discutiendo las ofertas que ofreceríamos a los posaderos, quería que esos lugares se volvieran más que un parador, querían que fueran un alojamiento decente donde no sintiera que podían pegárseme pulgas, que se invirtiera bien y resultaran una hospedería digna de mi ilustrísima esposa. Ah… eso sonaba tan bien. No me atrevía a decirlo en voz alta, pero solo en mis pensamientos se oía bien, ya con eso bastaba para sentirme de buen humor.

 

-su señoría –dijo el administrador –le llama la doncella –en el quicio de la puerta estaba Rosalie, así que la hice pasar con un movimiento de mi mano.

-su señoría, ya se le espera para el almuerzo.

-que rápido pasa el tiempo, lo veo después.

 

Hablando de mi esposa, seguro ya me estaría esperando en el comedor. Aceleré el paso y fui a su encuentro, casi llegamos al mismo tiempo al salón del comedor. Ella lucia radiante, como todos los días, llevaba un vestido rojo que combinaba con sus ojos, un rojo vino que realzaba el tono de su piel, una piel tan exquisitamente suave que tendría que desquitar mis ganas de ponerle las garras encima con todos los muebles del castillo. Es tan guapa, tan linda, tan divina, pero debía tener paciencia, no podía saltarle encima como una bestia, debía respetarla, aunque todos esos deseos sucios y lascivos estuvieran revoloteando por mi cuerpo, debía ser fuerte ante las tentaciones.

 

Respiré profundo y después de saludarla nos sentamos en la mesa. No hablamos mucho durante la comida, una vez que probé el primer bocado comencé a sentir el hambre, de manera que me ocupé con la comida, sin embargo, al terminar la comida le pregunté si le gustaría pasar un rato en el salón del té, tomando por supuesto, unas buenas tazas de té, aunque las mías llevaban piquete, un poco de licor mezclado no hacía daño, al contrario, le daba más sabor al té, aunque, por eso mismo no abusaba tanto del té, le daba tragos pequeños para no terminar embriagándome.

 

Aquella tarde platicamos sobre lo que haríamos al día siguiente y lo que usualmente ella solía hacer, al menos antes de haberse casado. A medida que me iba contando sus actividades y la veía hablar, recordar o sonreír, no podía hacer otra cosa más que imaginármela en pláticas desde el inicio del día hasta el anochecer, la imaginé pasando tardes enteras hablando animadamente, tal como ahora estábamos haciendo. Yo quería eso para mí, pasar días enteros hablando con ella, mirándola, escuchándola, se estaba cumpliendo porque estábamos ahora mismo ahí, pero como me gustaría que fuera para siempre.

 

Debía tener cuidado con esos pensamientos, no eran del todo malos, pero a veces es bueno no confiarse, ella no me ama, puede elegir no quedarse conmigo. Cuando sopesaba esa alternativa me sentía sin aire, pero no era otra cosa más que la verdad. Aun así, debo tomar todo lo bueno que se dé, no puedo desperdiciar ni siquiera estos momentos de pláticas superficiales, incluso esas platicas valían la pena.

 

Aunque no conté con que en la conversación saliera aquel mocoso enano; mencionó que de haberse casado con él habría ciertas similitudes en su matrimonio y que estarían presurosos por tener hijos. Casi al instante me explotó algo dentro, un ramillete de pensamientos desagradables que jamás me habría gustado externar, tan desagradables e hirientes que tan solo de pensarlos me sentí mal, por eso no los dije, pero eran pensamientos que surgían porque me hacían sentir que yo no era adecuada para ella, yo no podía darle hijos de una forma normal, no podía llevarla a la habitación, arrojarla a la cama, abrirle las piernas y después de unos minutos levantarme porque ya había cumplido. No podía hacer eso porque no lo quería y no estaba en mis posibilidades, el saber que no podía hacerlo me irritaba porque me sentía en desventaja, no tanto por querer algo que no podía, sino porque me hacía sentir menos frente al enano. Era una sensación asquerosa la que obtenía de aquello, pero también era una realidad que tenía que afrontar y aceptar. No soy como el mocoso y jamás voy a serlo. En cierto punto eso no me hacía sentir tan mal, valgo bastante la pena, entonces razoné, lo que me descontrolaba era pensar que a Shizuru le gustara más ese trato que el que yo le estaba dando.

 

Esa avalancha de pensamientos y sensaciones era aborrecible, tuve que retirarme con la excusa de asearme para no comprometer nuestra relación que por ahora era buena. Subí las escaleras con cierta calma, una calma violenta, en la que te mantienes tranquila mientras aprietas los puños y tu cabeza hierbe. Subí las escaleras hasta llegar a las habitaciones y luego continúe subiendo hasta llegar a la terraza de la torre, ahí exhalé con cansancio. Me llevé una mano a la frente y me senté en una esquina. Quizá estoy exagerando porque, ella no puede preferir algo que nunca ha tenido, estoy exagerando por esa parte… aunque si repasaba la conversación… me iba peor… parecía solo interesada en tener hijos sin importar qué o quien. Ya sabía que para eso nos educaban, pero aun así era demasiado irritante.

 

Pronto comenzó a dolerme el estómago y no sabía si era porque había comido mucho o me estaba dando dolor por el disgusto. Me quede ahí en la terraza de la torre hasta que oscureció. Ahí arriba hacia más frio que en cualquier otro lugar, el viento golpeaba con más fuerza y frialdad, la ropa que llevaba puesta no era apta para ese clima y supe que debía salir de ahí, pero me crucé de brazos y fruncí las cejas, aún no había llegado a una buena conclusión, no sabía cómo regresar a verla sin saber que hacer… o pensar… o al menos que postura tomar para cuando la volviera a ver. Cuando volviéramos a hablar ¿debía hacer como si nada hubiera pasado? ¿sería eso lo adecuado? Cerré los ojos, tratando de pensar, pero el frio me estaba resultando doloroso.

 

-su señoría –estaba tratando de pensar cuando Rosalie se asomó por la trampilla que daba al techo –le he estado buscando por todas partes.

-he estado aquí Rosalie, pero guarda el secreto –ella asintió - ¿Qué sucede?

-ya es hora de la cena y milady ya debe estar ahí –yo asentí lenta y silenciosamente, aun no sabía qué hacer, no podía verla aún.

-Rosalie, regresa y finge que no me encontraste –ella pareció quedarse un poco confundida e incómoda, pero al final asintió y se retiró.

 

Esperé unos minutos y como quien no quiere la cosa, a pesar del frio, me levanté para bajar por la trampilla. Inmediatamente después de cerrar la trampilla sentí una diferencia de temperatura, no era cálido el interior, pero sin duda ya no me dolían los brazos y las piernas del frio. Bajé los escalones hasta llegar al piso, entonces me quede ahí y mire alrededor. Este piso estaba casi vacío, solo había un par de sillones y una pequeña alfombra, más algunas cajas de madera, todo lejos de la trampilla. Fui a sentarme en uno de esos sillones, pronto sentí hambre, seguramente tendría que pedir la cena en mi habitación, pero no sabía si bajar ahora mismo o más tarde, no sabía nada, quizás debí haber bajado a la cena, parece que la estoy evitando… no, no parece, la estoy evitando ¿para esto me casé con ella? qué vergüenza.

 

Quizá lo último que razoné me dio la convicción para levantarme de ese sillón, bajar hasta mi habitación y sonar la campana de servicio, un rato después apareció Rosalie, entonces le pedí que me trajera la cena y prepararan el agua para mi baño. Se fue y regresó un rato después, con la cena y varias doncellas con el agua. Mientras ellas preparaban todo para el aseo yo cené con cierta calma, al terminar fui a que me desvistieran y me lavaran el cuerpo, hoy era uno de esos días donde no me sentía con ánimos para participar en el tallado de mi propio cuerpo. Después de lavarme, secarme y vestirme, Rosalie y las demás se despidieron.

 

Entonces, me quede ahí, de pie, en medio de mi habitación, sin moverme. No sabía si ya estaba Shizuru en la habitación, no sabía si estaría molesta… no, seguro que no le gustó haber cenado sola, a nadie le gustaría, yo estaría molesta. Quizá lo mejor sería olvidar el tema y tener una actitud sumamente ligera, sin darle importancia alguna a lo ocurrido, si no le resto importancia a todo este panal de pensamientos solo terminaré teniendo más problemas, si no les doy importancia… tal vez desaparezcan… talvez. De modo que moví mis pies hasta la puerta de la habitación compartida, apreté bien el cordón de la bata, giré el picaporte lentamente y entré lo más sutil a la habitación, pero ella aún no había llegado. Dejé salir un suspiro. Se me antojaba un poco de sidra y casualmente había dejado una botella en el guardarropa, así que tomé una de las copas que siempre estaban dispuestas en mi habitación, la llené y fui a sentarme en el sillón frente al fuego del hogar, a esperarla.

 

Debo actuar casual, me dije, mientras extendía los pies por la alfombra y sentía el calor del fuego en los dedos. Siempre que hacía eso era agradable. Bebí varios sorbos de sidra y me fui desinflando poco a poco en el sillón, en cierto modo, relajándome hasta que oí claramente como abrió la puerta, al instante me asomé a ver y me topé con sus ojos que denotaban claramente que estaba molesta, sentí que debía decir algo que me salvara de esa mirada acusatoria.

 

-lo siento, se me paso la hora de la cena… -le comenté con casualidad, aunque creo que eso lo empeoró.

- ¿por qué no fuiste? –me respondió inquisitiva, parecía más una exigencia que una pregunta normal.

-estas molesta… -bueno, no me quedaba de otra más que afrontar las consecuencias –lo siento, no volveré a dejarte sola en la cena.

-solo quiero saber porque –no, no parecía eso, estaba molesta y quería respuestas que le satisficieran, sin duda una mujer ruda… eso me gusta.

-yo… no sé qué decir –lo malo es que seguramente ninguna de mis respuestas ligeras la complacería, así que tocaba decir la verdad… o la verdad a medias para no profundizar demasiado –solo subí a pensar y cuando me di cuenta ya era muy tarde, las doncellas me estaban buscando…

-pensar qué cosa… -seguía con su indagación… mala situación, muy mala. Quizás lo mejor era soltar lo que había estado pensando… no, eso sería aún peor, sería catastrófico, sería horrible, me odiaría, me diría cosas hirientes y yo también diría cosas hirientes de las que después me arrepentiría, así que no podía decirle las cosas que había pensado, al menos no todas, o quizás lo que tuviera más lógica dentro de las cosas que habíamos hablado y una de ellas era…

-que quizás si hubiera nacido de una forma diferente… tu podrías ser más feliz conmigo… -entonces dejé salir el aire en mis pulmones, no era con exactitud lo que había pensado, pero si era una parte de las cosas que había sentido. Ella se quedó sin palabras momentáneamente.

-nada en nuestra situación es común –en seguida me sentí mal, era cierto, pero aun así me pesaba -pero tú ya sabías eso y me ofreciste un plazo de prueba ¿no es así? –la volteé a ver, quería ver su expresión al decir eso, quería saber el contexto en el que me lo decía –llevamos apenas un par de días, aún no sabemos qué puede pasar hasta que se acabe el tiempo –me sorprendieron esas palabras, ¿quería decir que ella está realmente abierta a darme una oportunidad de verdad? ¿Qué no le importaba que no fuera un matrimonio tan diferente? -trata de hacer que me enamore de ti para que sea feliz contigo… y eso incluye no dejarme plantada en la cena - ¿es obvio que no esperaba una respuesta así? ¡claro que voy a hacerlo! Tenía que hacerlo, debía hacerlo, por eso hice tantas cosas, ella tenía razón, no he llegado tan lejos como para comenzar a dudar ahora.

-lo enmendaré –ella me volteó a ver, aun con una mirada seria.

-eso espero –vaya qué si podía ser demandante, creo que hasta daría mejor las ordenes que Sir Kanzaki.

 

Enseguida volteó a quitarse a bata, la observe mientras lo hacía. Aventó la bata en el sillón que estaba hasta el fondo de la habitación, un poco lejos de la cama ¿debería mandarlo a cambiar de sitio? colocarlo un poco más cerca para que resulte más útil… luego se deslizó entre las mantas y se tapó hasta el pecho, mirando el techo e intermitentemente en mi dirección, parecía decirme que fuera ya a dormir junto a ella, pero solo lo parecía. Bueno, yo también debería ir a dormir, ojalá que la sidra haga algún efecto, hoy no había tomado el otro licor que es más fuerte. Me levanté con lentitud y como quien no quiere la cosa deshice el nudo que sujetaba la bata, sabía que ella estaba mirando, no con una mirada fija, pero sé que de vez en cuando sus ojos me miraban… y me va a ver con este camisón casi transparente… ella no había dicho nada pero yo me sentía demasiado expuesta, sentía ganas de matar a Mai pero no sabía si estaba haciendo el ridículo o este estúpido camisón estaba funcionando… finalmente me quité la bata, la dejé en el sillón y fui a la cama, tapándome hasta el cuello.

 

Después de quedarme quieta en la cama, ni ella ni yo volvimos a movernos. La noche era fresca y las mantas se sentían bastante confortables, pero al mismo tiempo no sentía tanto frio como para estar tan tapada, así que bajé un poco la colcha y cerré los ojos. Estaba tensa al principio, pero luego de un rato comencé a sentir una pesadez en el cuerpo, como si me fuera enterrando en la cama o como si estuviera muy pesada, creo que era como dejarme caer, una sensación bastante cómoda porque sentía que la cama y la almohada eran tan suaves y mullidas que no habría otras que se compararan… tan suaves, tan, tan suaves, fue lo último que recuerdo pensar, porque en algún momento dejé de saber de mí hasta que me desperté a la mañana siguiente.

 

Había dormido sin interrupciones, profundamente y sin sueño o pesadilla alguna, de cierta forma sentí como si hubiera cerrado los ojos y los hubiera abierto después de un rato, pero un largo rato que me permitió descansar y ahora me sentía con renovadas energías. Me quedé un poco de tiempo en la cama, con los ojos bien abiertos, sin sueño, así que la miré, ella dormía profundamente, con la boca abierta, lucia graciosa, es obvio que cuando duermes no puedes mantener una expresión sobria, así que lucía relajada. Me la quedé mirando un rato y luego me levanté, me parecía escuchar algo, pero no sabía que era, así que me asomé por la ventana encontrando que algunas gotas golpeaban la ventana. Allá fuera llovía bastante, pero a pesar del cielo nublado había bastante luz en aquella mañana. Un día nublado pero luminoso, me gustaba, daban ganas de quedarme en la cama todo el día con ese fresco que estaba en el ambiente. Por extraño que pareciera, me sentía muy animada, aun con este clima lluvioso. Luego de un rato la lluvia aminoró y se aclaró un poco más el cielo, justo en ese momento ella apareció moviendo la cortina.

 

-te has despertado –le dije de buen humor –buenos días.

-buenos días –creo que aún estaba molesta por lo de anoche, sonreí con cierta resignación. Es una mujer difícil pero aun así no puedo cansarme de ella.

-me he despertado y estaba lloviendo, pero ya se están despejando las nubes, podremos salir sin problemas –le dije de forma casual pera cortar ese ambiente tan tenso que había - ¿quieres que pida el desayuno a la cama? –finalmente me volteó a ver.

-sí, estaría bien –tenía que hacer algo para que su ánimo mejorara.

-vuelve a la cama ¿o quieres desayunar en los sillones? –ser amable era una de esas cosas, ser amable y complaciente.

-no, el desayuno ahí estará muy bien –quizás si yo me metía a la cama una vez más, ella se sentiría en confianza para hacer lo mismo e incluso tomar el desayuno ahí, de manera que me metí entre las colchas y me sentí feliz cuando ella hizo lo mismo.

- ¿has dormido bien? –realmente quería que ella estuviera cómoda –he querido preguntártelo, ¿te gusta la cama? ¿es suficientemente suave?

-es bastante suave, debe estar a la altura de su majestad –ese comentario me hizo sentir mejor.

-me preocupaba que las cosas no te gustaran.

-me gustan, estoy bien con todo –aun así, me parecía que no estaba del todo cómoda, aunque tampoco sería muy congruente que de la nada se sienta perfectamente bien con alguien que hasta hace poco ha conocido –no te preocupes, ya te habría dicho algo que me desagradara.

-me alegra escuchar eso, no quiero que pretendas ser amable –y se lo dije con total sinceridad, quería que decir las cosas con sinceridad fuera algo esencial en este matrimonio.

-no lo haré –quizás fue el tono de su voz el que me hizo confiar en que decía la verdad.

 

Un tiempo después las doncellas llegaron y me animé al ver que ella se quedó en su sitio en la cama. Yo no tenía esa costumbre, hasta me sentía un poco extraña, pero ahí estaba yo, en la misma cama y aun en bata, me sentí feliz de compartir algo diferente con ella. Al terminar ambas nos retiramos a vestirnos, mientras me colocaban la ropa mandé a preparar los caballos, conforme pasaba la mañana el cielo se aclaraba y entraba el sol por la ventana, sería un día estupendo para mostrarle los alrededores del castillo, aunque noté que ella no se lo esperaba cuando finalmente vino a recogerme.

 

Aunque no montamos los animales inmediatamente, antes quise mostrarle el edificio del personal, el edificio de tropas y la torre donde se guardaban los suministros. Si subías hasta el final de la torre podías encontrar en el último piso una terraza que había en su lado norte, esta terraza tenía la vista en dirección al anterior castillo, que en su momento solía ser un castillo que estaba en el mar, de manera que podías ver el mar y si ponías suficiente atención, algunos vestigios del castillo anterior, de cierta forma era como poder recordar una parte de lo que había sido mi anterior vida. Obviamente no pude evitar mencionárselo, así que le prometí llevarla un día de estos.

 

Poco después bajamos de la torre y seguimos un breve recorrido hasta finalmente llegar al establo, solo entonces montamos en los animales y recorrimos juntas los alrededores, con un sol que se volvía más fuerte conforme pasaba la mañana y llegaba el medio día. Por suerte, la potencia del sol no fue tan extrema como para obligarnos a volver. Miramos los caminos que rodeaban al castillo, algunos pequeños jardines y las flores. Trataba de ser prudente y no hablar demasiado para no hastiarla, pero a veces se me salían comentarios, después de todo no quería que se sintiera aburrida, entonces le conté el secreto de los pasadizos de escape que solo conocíamos el constructor, algunos trabajadores y yo. Quizá contarle sobre los pasadizos tan inmediatamente era algo precipitado, pero ya era mi esposa ¿Qué más me quedaba, sino confiar en ella?

 

Con eso en mente me explayé en información del castillo que quizás o muy posiblemente no le importara, pero fue bastante amable al fingir que sí. Me dije que debía seguir adelante con mis mejores intentos de agradarle y que debía ponerle siempre atención para detectar si había algo que no le gustara, pero al menos por esos momentos todo fue tranquilo y agradable. No bajamos a la ciudadela, tenía pensado espaciar bastante bien los sitios que visitáramos para tener suficientes excusas que me permitieran estar con ella. Para cuando llegó la hora del almuerzo, regresamos al castillo, al terminar pasamos la tarde en el salón de té, comentando el recorrido de en la mañana, fue una tarde estupenda, una tarde maravillosa, fue una conversación mesurada, tranquila, con ciertos silencios, pero también muy amena. Pero sobre todo me sentí feliz de estar con ella toda la tarde y que fuera todo tan agradable, de hecho, me sorprendió mucho ver a Rosalie informándonos de que la cena ya estaba lista. Supongo que así es como debe ser un matrimonio, o al menos esa era la idea que tenía en mi mente, pasar largos ratos juntas, aunque no estuviéramos haciendo algo con exactitud, simplemente compartiendo el mismo sitio en paz y comodidad… aunque claro, tampoco me molestaría que quisiera sentarse a mi lado y tomar mi mano o… bueno, esas cosas. No te apresures, me dije.

 

Después de la cena nos separamos y fui a asearme, le pedí a Rosalie un poco de licor, solo para controlar mi energía desbordante, no podría dormir si no tomaba un poco. Al terminar el ultimo sorbo entré a la habitación y me acosté inmediatamente, ella ingresó solo un poco después y al verme ya acostada fue directo a la cama. Ella parecía pensar en algo ya que no me dio las buenas noches y suspiró, debía haber algo pasando por su mente, estaba que rebotaba por preguntarle, pero fui prudente, le di su espacio y finalmente, ella me comentó sus inquietudes sobre su doncella, así que traté de hacerla sentir lo más tranquila posible, pero por dentro comencé a pensar en posibles opciones para la doncella. Podía desde deshacerme permanentemente de ella, hasta mandarla a trabajar a las minas o enviarla a otro continente en barco, con eso pensado me sentí más tranquila, aunque todo se aclararía al día siguiente, pero me sentía mucho más resuelta al tener en consideración tan buenas opciones para una negativa. De hecho, me despreocupaba tanto el tema que no supe ni en qué momento me quedé dormida.

 

Aunque el tema revivió con el desayuno, pues justo estábamos en eso cuando una de las doncellas le notificó la llegada de la susodicha. Como era de esperarse, la doncella preguntó si desistiría de sus servicios y para mi sorpresa no lo hizo, decidió quedarse con todas, un hecho que me produjo cierta curiosidad. Ella decía que le agradaban y quería conocerlas, además de la señora Sanada, eso me agradó, porque quería decir que le importaba el personal, que le importaba establecer vínculos con las personas del castillo, que quería involucrarse porque planeaba quedarse aquí y tal vez quería quedarse conmigo… eso o le agradaba la idea de no mover ni un dedo y tener a muchas personas a su servicio, algo que me parecía desentonar con ella. Como fuera, yo estaba dispuesta a ser complaciente y darle tantas doncellas para su servicio como quisiera.

 

Un poco después de eso acordamos que la llevaría a la ciudadela y por la tarde la dejaría hablar con la recién llegada doncella. Cada quien hizo lo propio en su arreglo personal y mucho más rápido de lo que esperé, ya estábamos bajando por el camino empedrado rumbo a la ciudadela. Sentí un vértigo mientras bajábamos, una sensación que mezclaba nerviosismo y emoción. Sabía que las personas no serían groseras con ella, eso me tranquilizaba, pero también me sentía emocionada por presentarla a mis residentes, era una especie de orgullo que no sabría cómo describir con exactitud.

 

El camino entre el castillo y la ciudadela se acabó, pronto llegamos a la calle principal así que la ayudé a bajar del caballo y la insté a entrar a visitar todos los establecimientos más cercanos. Al menos por hoy había planeado que recorriéramos los sitios que estaban en la calle principal y poco a poco, día tras día, la llevaría a ver toda la ciudadela que rodeaba el castillo. Era una estrategia, cuando ya no tuviera más ciudad que mostrarle la sacaría y la llevaría a ver los alrededores, ya lo tenía bien planeado, si por día la llevaba a un sitio diferente tendría la excusa perfecta para estar con ella y hacer algo nuevo, lo importante era que no se aburriera y nos siguiéramos conociendo, construyendo un vínculo entre las dos, poco a poco, día tras día, minuto a minuto.

 

Para mi fortuna las personas de los locales fueron muy amables, y aunque ella se mantuvo con seriedad y una sonrisa muy tenue al principio, conforme íbamos avanzando en nuestro recorrido, pude notar que dejaba de estar tensa. Notaba su tensión, la notaba en sus hombros, los tensaba sin que se diera cuenta y por ello me di cuenta como comenzó a relajarse. La comprendí, ella parecía muy madura, muy serena, a veces muy firme y segura, pero no es fácil llegar a un sitio nuevo donde no conoces a nadie y desenvolverte rápidamente entre personas desconocidas, pues una cosa era la amabilidad y el respeto en su trato, y otra cosa muy diferente era sentirse en confianza, a eso había que sumarle que su doncella pronto llegaría y nuestra situación debe ser algo a lo que aún no se acostumbra. Me gustaría decirle que no había aquí nadie que le pudiera hacer daño, que mataría a cualquiera que se atreviera a hacerlo, pero preferí que ella se diera cuenta de ello por sí misma. Quizás lo logré cuando noté que comenzaba a relajar sus hombros y su sonrisa era menos tensa. Aunque por supuesto, ella es bastante inteligente y llegó a la conclusión de que no todos mis ciudadanos podían tenerme en gracia, y a eso lo llamo nada más que conveniencia, por ello estaba segura que nadie se atrevería a ofenderla, por simple conveniencia.

 

Al terminar nuestro recorrido por la calle principal, el cual fue largo y bastante prolongado por los comerciantes que nos invitaban a su establecimiento, regresamos al castillo justo a tiempo para la hora del almuerzo. Aquel día fue agradable, pero también notaba que aún había algo rondando por su mente, su doncella debía ser muy importante para ella, ojalá que tome una buena decisión, sería muy triste deshacerme de ella.

 

Capítulo 14.

 

Una vez que terminamos el almuerzo fuimos al salón del té y pasamos unos minutos charlando hasta que se presentó la hora de la verdad con la doncella. Decidí dejarlas a solas y enterarme después de los resultados. Sin embargo, aproveché el tiempo libre para ir a hablar con la señora Sanada, ella seguramente me tendría buena información que me daría una idea anticipada de lo que podría esperar a saber por la noche.

 

- ¿Cómo? ¿la doncella de milady? –yo asentí, después de una conversación vana y de obligación, le pregunté que sabía de la mujer –bueno, pasamos varios días en el viaje, pero fuera de eso ella se mantuvo muy prudente, no hizo muchos comentarios, en cambio Senou y Harada se encargaron de hacer del viaje un recuento de los chismorreos de toda la ciudad, por más que les pedía compostura no me hacían caso, les das demasiados privilegios - ¿en qué momento se volvió esto una represalia para mí?

-eh… sí, bueno, ellas están a cargo de la casa en la ciudad, así que… supongo que sí…

-no es bueno que tus doncellas estén tan inmiscuidas en los cotilleos de las demás personas, una doncella debe caracterizarse por su compostura, su prudencia, su…

-lo entiendo señora Sanada, hablaré con ellas más tarde, es más, ahora mismo iré a hablar con ellas.

 

La señora Sanada no iba a darme lo que estaba buscando, pero quizás ese par de “comunicativas” si tuviera lo que yo necesitaba e incluso un poco más, por eso me apresuré a dejar a la señora Sanada, tanto para no perder el tiempo como para no recibir más sermones de ella. Una vez que pude escaparme de ella, fui a buscar a aquellas dos, aunque en un castillo tan grande no fue labor sencilla, de modo que llamé a Rosalie y me informó que ambas habían salido a la ciudadela. Automáticamente me molesté, pero mandé a Rosalie a que las llamara inmediatamente, media hora después, ambas estaban en mi habitación atendiendo a mi llamado.

 

-su señoría, ¿en qué podemos servirle? –sí, sí, se estaban mostrando serviciales ahora que llegaban con bastante retraso a mi requerimiento, pero no iba a mostrarme piadosa por eso.

- ¿Dónde estaban? –les dije con frialdad.

-fuimos a la ciudadela porque Sir Kanzaki nos pidió que le lleváramos a su esposa un paquete –enseguida me dio un tic en el ojo. La esposa de Kanzaki, esa mujer que gusta de gastarme bromas.

- ¿tengo que castigarlas para que entiendan que su compromiso es conmigo y no con Sir Kanzaki? –al instante se tensaron las dos.

-no, su señoría –dijeron casi al mismo tiempo.

- ¿es que acaso les he dado tantos privilegios como para salir sin siquiera notificarme o a la señora Sanada?

-no, su señoría… -decían cada vez más angustiadas.

-se mandan solas entonces –ellas se miraron, cada vez más alarmadas.

-no, su señoría… -yo respiré profundo.

-aquí la señora Sanada está a cargo y si van a salir le piden permiso a ella ¿entendido?

-sí, su señoría… -ahora se veían realmente agobiadas. Bien, con eso tengo suficiente.

-por otra parte… -había estado de pie, pero ahora que pasaba al tema principal necesitaba sentarme y definir bien qué quería saber - ¿Qué saben de la doncella de mi esposa? –les pregunté, alzando una ceja. Ellas se quedaron momentáneamente perplejas.

-ah… -por sorprendente que me parezca de aquellas dos, se quedaron pensando unos momentos ¿Qué tanto tenían que pensar? –ella no fue muy comunicativa en el viaje ¿verdad? –dijo Senou.

-nada, escuchaba la plática, pero no se involucró demasiado.

-y tampoco hizo preguntas, no dijo nada de ella y tampoco quiso saber nada de nosotras.

-cierto, cierto –decía Harada –pero ahora que recuerdo, supe por ahí que ella estuvo a punto de casarse.

- ¿Qué? No me lo dijiste –comentaban entre ellas.

-claro, claro, me lo dijo la doncella de los…

-esos chismes no son necesarios –les terminé por decir –solo quería saber qué tipo de persona es.

-callada –dijo una.

-prudente –dijo la otra –se llevará bien con la señora Sanada.

-quizá está siendo precavida, aún no nos conoce.

-si sigue igual de calladita nunca nos va a conocer.

-aquí se necesita confianza entre todas, si no afloja por las buenas lo de su matrimonio frustrado, se lo sacaremos por las malas –digamos que saber sobre el matrimonio de la mujer, no era el objetivo de mi investigación.

-por ahora no la molesten.

- ¿y qué quiere que hagamos? ¿Por qué quiere saber eso? –me quedé pensando unos segundos.

-ella no sabe qué tipo de persona soy, Shizuru no se lo dijo… pero probablemente, a esta hora… ya debe saberlo, quería saber sobre la doncella para hacerme una idea del posible resultado.

-bueno… -dijo Harada –no parece ser estúpida pero también debe apreciar a milady, seguro sabe qué le conviene, su señoría.

- ¿crees que es una persona convenenciera? –le dije.

-no, pero creo que tiene claras sus prioridades y talvez su prioridad es cuidar de milady.

-si no fuera así, se habría quejado al menos una vez del camino en todo el viaje, que, por cierto, estaba en reparación y debo decirle su señoría, que hay cada vez más hoyos en el camino, no se imagina el tormento que vivieron mis posaderas y…

-ya, ya, basta, no me interesan sus posaderas, si no hay más que agregar, márchense a continuar con sus labores –ambas se quedaron pensando unos segundos, con una expresión de frustración en el rostro, parecía que su cabeza trabajaba vertiginosamente para buscar algo que agregar, pero al final…

-realmente no tengo algo más que decir sobre ella –dijo Harada.

 

Me apoyé en el respaldo y con una mano les pedí que se retiraran. Por primera vez, mis doncellas más chismosas resultaron un fracaso, aunque eso mismo ya me estaba diciendo algo. La mujer es sumamente prudente, no se presta a rumores o chismes, no se mete en escándalos así que fácilmente puedo llegar a la conclusión de que es bastante juiciosa, talvez tome la mejor decisión y no tenga que deshacerme de ella o… alguien tan precavida puede ser toda una molestia… ¿Qué será?

 

Me quedé parte de la tarde en mi habitación y luego fui a la biblioteca, miré algunos libros y ojeé alguno que otro, pero no leí con profundidad, me encontraba un poco distraída con el tema. Si bien era solo una doncella, si se ponía en mi contra, podría envenenar a Shizuru y fastidiar nuestra relación, haciendo difícil que me deshaga de ella sin problemas. No es como que sea nueva en este tipo de situaciones, nunca se sabe dónde hay un enemigo, sin embargo, tendría que actuar con prudencia y sin prejuicios. Por lo que cuando me llamaron a la cena, acudí con mi mejor actitud. Inmediatamente de ver a Shizuru no pude evitar hacer lo que siempre hacía, sonreírle, ella siempre me hacía sonreír con esos ojos y esa sonrisa. Respiré profundo y con una sonrisa moderada nos sentamos al mismo tiempo. Traté de no ver a la doncella, actué amable y complaciente, pero sin duda alguna sentí su mirada sobre mí. Su mirada era tan fácil de percibir que en un momento cruzamos miradas, pero su expresión era de interés y curiosidad. Habría sido sencillo armar un problema con ella simplemente por estarme mirando directamente, pero no me convenía, no ahora que estaba ahí Shizuru con esa sonrisita tan deslumbrante, no, claro que no, además, era demasiado precipitado y si tomaba en cuenta su actitud animada, era obvio que las cosas no habían salido tan mal. De modo que estaba dispuesta a dejar pasar esa actitud atrevida.

 

Al terminar la cena nos levantamos y cada quien fue a asearse. Ya habían pasado unos días y yo seguía usando el mismo camisón de tela transparente, eso no se veía bien en mí, no podía usar la misma prenda por tanto tiempo, así que mientras Rosalie me secaba la espalda, le pedí a Senou que me trajera un camisón nuevo, debí haber imaginado que algo malo vendría al ver cómo era Harada quien salía con destreza y celeridad por el camisón. Fui ingenua, solo hasta que apareció con otro camisón transparente pude notar las deliberadas intenciones que tenía.

 

-su señoría, la esposa de Sir Kanzaki le ha mandado este detalle esta tarde que la fuimos a visitar –me quedé momentáneamente sin palabras.

-que… belleza –esa mujer seguía con ese tema de las transparencias, ya no sabía si era de verdad moda o solo quería fastídiame.

-por supuesto, estamos de acuerdo que esto es lo ideal para estos días con milady –entonces alzó sus cejas sugerentemente.

 

Maldita sea esa mujer, no, todas ellas, sabían que justo ese era mi punto débil y tampoco podía negarme porque… ¿Qué tal si sí funcionaba? Me tocó cerrar bien la boca y aceptar el nuevo camisón, aunque obviamente sobre ese camisón me coloqué una bata bien abrigadora. Cuando finalmente terminaron de vestirme y colocarme un poco de loción, ellas se marcharon y yo pude entrar a la habitación. Casi de inmediato nos acostamos, ella muy en su lugar y yo muy en el mío, pero le pregunté con mucha sutileza como le había ido con la doncella y noté su buen humor en la voz, la mujer había tomado muy bien la noticia. Que puedo decir, esa mujer tuvo suerte, por ahora.

 

Lo que más puedo destacar es que al menos ese tema me dejó tranquila y pude dormir bien por aquella noche. A la mañana siguiente me di cuenta que aquella noche la pase bien sin recurrir a algún tipo de bebida. Supongo que finalmente estoy adaptándome a su presencia, a saber que su cuerpo está ahí, que ella está toda ahí y que no se ira, y que, aunque desearía ponerle las garras encima, puedo mantenerme tranquila a pesar de la tentación. No era una labor sencilla, pero la convivencia ha ayudado mucho. Parte de mi intranquilidad y agitación se debían a que antes de todo esto solo con verla un poco de cerca ya sentía mi corazón acelerado, era una sensación vertiginosa por el deseo de lo ajeno, por la apreciación de la belleza imposible, por la atracción física que causaba una excitación sobre estimulante. Ahora que nos veíamos todos los días estaba mejorándome poco a poco, aunque tampoco puedo ni quiero llegar a pretender no sentir algo por ella, quisiera que eso nunca pase, porque después de todo, creo que ese cúmulo de reacciones y emociones son lo que han hecho que me enamore de ella, esa agitación, esas sensaciones vertiginosas en mi cuerpo, esos temblores en mis manos, esos latidos fuertes combinados con la devastadora imagen de su belleza… si no tuviera todos esos síntomas sé con mucha seguridad que de ninguna manera habría terminado en un matrimonio con ella. Por lo tanto, solo puedo desear que el amor que ha despertado en mí sea suficiente para las dos, al menos por un tiempo más…

 

Quizá porque ese pensamiento aún estaba asechando en un rincón de mi mente y el día de hoy se presentaba con fuerza es que tenía cierta sensación en el estómago que me dejaba con una intranquilidad constante. Esa sensación me acompañó durante todo el día. Por eso es que tuvimos un paseo moderado por la mañana y por la tarde, después del almuerzo, la dejé en el salón del té y yo fui a encerrarme en la biblioteca, donde por suerte o infortunio, me llegaron informes de los principales cuarteles que había dispuesto en el reino. Mi sensación de incomodidad en el estómago no mejoró al leer las noticias, había avistamientos de un barco extranjero que bordeaba las costas pero que no se acercaba ni atracaba en algún muelle, mucho menos hablar de que fuera un barco de comercio, era un barco sospechoso que aparecía y rehuía. Era obvio que debía tomar una decisión, y como no somos un reino con el que se puede jugar, a estas alturas tenemos suficientes pretextos para tratar con mano firme a los barcos extranjeros ¿Qué cosa que no haya sucedido podría pasar? De modo que escribí respuesta a los cuarteles que lo habían avistado y mandé alertas al resto, con instrucciones de capturar al barco junto con sus tripulantes, mantenerlos con vida y obtener información, de cualquier medio posible.

 

Una vez que terminé de escribir las órdenes y una doncella se llevó las cartas, me sentí mucho mejor, lo suficiente como para acudir a la cena con buen ánimo, aunque tuviera un malestar en el estómago, después de todo, aún seguía teniendo ese cosquilleo de inestabilidad por nuestra situación. Rato después me tranquilicé a mí misma, me dije que no había nada que pudiera hacer que Shizuru me amara, solo esforzarme, pero de ahí en más no estaba en mis manos. Era un pensamiento simple, quizás, pero que representaba mucha inseguridad sobre lo que iba a definir mi vida futura. De una u otra forma, era como estar parada sobre un suelo que no sabía si era firme o no y sobre el cual quería construir una fortaleza.

 

Aquella noche, después del aseo habitual, demoré en ingresar a la habitación compartida, de hecho, me quedé en mi propia habitación y me recosté sobre mi cama un rato, considerando seriamente el quedarme ahí, pues aún sentía ese malestar en el estómago. Aunque después de un rato de pensar en esa situación llegue a la conclusión de que, si me quedaba ahí, no iba a obtener ningún avance con ella, tal vez hoy fuera el día en que ocurriera algo, ¿Quién podía saber si no? Me levanté, respiré muy profundo, exhalé con fuerza e ingresé a la habitación, donde ella me esperaba ya en la cama. Con cierta pena me aproximé y me deslicé dentro. Nos dimos las buenas noches y luego cada quien trató de dormir, no ocurrió nada además de aquello. Aunque no por eso perdía la esperanza. De hecho, esa esperanza volvió con más fuerza la noche después de haberla llevado a conocer el anterior castillo de mi familia, creí que cuando ella mirara la bandera con el escudo de su familia estaría muy feliz conmigo, y bueno, de hecho, creo que si le gustó mucho, pero no tanto como para arrojarse a mis brazos. La dama es difícil de asombrar, pero tampoco es que deseé que sea una mujer fácil.

 

Quizás, simplemente quería que nuestro avance fuera paulatino, como debía ser “normalmente”, sabía que no había tiempo para ello, pero aun así lo deseaba porque eso me daría la seguridad de que lo que hubiera entre nosotras era firme, o mejor dicho, real y no forzado, después de todo, no quería sentirme como si la estuviera forzando a estar conmigo en un contacto más cercano, no quería sentir que la estaba violando, porque, lógicamente a veces solo podía pensar en esas suculentas piernas, pero no quería abalanzarme sobre ella, quizás si no tuviera estos pensamientos lujuriosos las cosas serían mucho más sencillas.

 

Algunas veces me preguntaba si era realmente necesario estar pensando en desnudarla, si realmente era necesario ese contacto, si era, con exactitud, indispensable para una relación como la nuestra, si era en verdad un requisito para mis sentimientos, pues no era necesario para que en un futuro tuviéramos descendencia, ¿podría vivir el resto de nuestras vidas de esa manera? Aquella noche, mientras intentaba dormir pensaba en ello. Quería pensar que no era necesario ¿pero me estaría engañando? ¿o era real ese pensamiento? ¿me estaba engañando de ambas formas? ¿Qué es y que no es necesario? A veces ya no lo sabía, a veces ya no lo tenía tan claro, la única conclusión a la que siempre llegaba, es que deseaba encontrar el camino correcto para demostrarle mi afecto, y quizá, la mejor manera de demostrarle mis sentimientos era ser comprensiva, aceptar lo que ella deseara en cualquier momento en el tiempo que ella quisiera, porque mi amor es tan grande que alcanza para las dos. Ese pensamiento me permitía dormir con tranquilidad.

 

Aunque, cuando me llegó una carta de Sir Kanzaki en la que ya estaba haciendo las preparaciones para mi regreso, debo aceptar que eso me tomó un poco por sorpresa. Creí que tendría más tiempo… fue mi pensamiento inicial, más tiempo para estar con ella y tratar de que se enamorara de mí, pero el tiempo casi se había acabado y ahora debíamos volver, no es como si al regresar todo estuviera terminado y sin esperanzas, pero sería una situación de convivencia por completo diferente, regresaría a mis días en el palacio y a llegar solo por las noches con agotamiento físico y mental, esperaba que eso no estropeara las cosas con ella, así que de cierta forma, esa situación me generaba angustia, ansiedad, dudas… cosas que traté de hacer a un lado y tener una buena actitud, así fue como le comuniqué la noticia a la mañana siguiente y me pareció que ella también estaba un poco sorprendida… pero no sabía si era una expresión de sorpresa porque la estaba pasando tan bien que se había olvidado del tiempo, o si era una sorpresa fingida y estaba intentando ocultar su ansiedad por regresar.

 

Sí, ese último no era exactamente un buen pensamiento, de hecho, ese tipo de pensamientos podían ser contraproducentes y, aun así, eran involuntarios. Simplemente llegaban a mí, aunque no los quisiera, y me hacían sentir un tanto… bueno, no muy positiva. Cuando me sentía de ese modo prefería poner una cierta distancia, no quería contagiarla de ese estado de ánimo, pero no se puede fingir todo el tiempo, ni se puede huir. Llegada la noche nos reunimos en nuestra habitación y en medio de nuestra conversación no pude evitar dejar salir mis dudas.

 

-Shizuru… ¿lo has odiado? –con esa pregunta traté de indagar mucho con pocas palabras, quise expresar con muy poco demasiado.

- ¿Qué cosa? –y a veces hay que hablar de ello para que te entiendan.

-nuestra convivencia… no espero que ya me ames, pero… no sé si he logrado que sientas algo por mí, aunque sea un poco… después de todo, no sé cómo despertar el amor en alguien… -aumentando mi angustia, ella se quedó callada por unos momentos.

- ¿Qué se siente estar enamorada? –claro que no esperaba una pregunta como esa.

- ¿Qué? –le dije en primera instancia, luego pensé un poco mejor las cosas ¿Qué debía responder? ¿Qué se responde en estos casos? Quizá era una buena ocasión para poner las cosas en orden y expresarle todo lo que fuera necesario de decir, después de todo y a estas alturas ¿Qué puedo perder? –bueno… -de manera que comencé a pensar en lo que sentía cuando la veía en las fiestas del palacio, en como mi corazón se aceleraba al ver su radiante figura, de hecho eso me hizo querer voltear a verla, aun con la poca luz sabía que su belleza estaba ahí, sabía que si la miraba detenidamente mi corazón se aceleraría porque siempre me impactaba verla, sin importar cuantas veces la apreciara a ella y sus brillantes ojos, siempre me parecía fabulosa, arrebatadora… ejem… pero no era el momento para eso –es cuando una persona te parece maravillosa, tu pecho palpita, su sonrisa… su sonrisa es hermosa y te da una mezcla de ternura y felicidad…

-entonces… dime algo… recuerdas cuando me diste la espada en la ceremonia y me dijiste todas esas palabras, el respeto, que sea firme… cuando hablabas de esas cosas y ahora mencionas las palpitaciones, la ternura, la felicidad… ¿es todo eso parte de estar enamorada? A veces…

-no –la interrumpí porque era necesario definir algo muy importante –el amor es diferente, enamorarse es fácil, pero el amor… el amor hace que des la vida por la persona que amas, es sacrificio, siempre es sacrificio… a veces me digo que mi amor no es completamente sincero Shizuru… -no quería aceptarlo, pero necesitaba hablarle con la verdad –si fuera sincero habría podido mantenerme al margen, habría aceptado tus decisiones sin entrometerme, te habría amado dejando que fueras feliz con… -ese mugroso enano -el chico, pero fui egoísta… -me habría arrancado los ojos antes que verlos juntos… esa habría sido una visión infernal.

-lo fuiste, sí –bueno, que ella lo admitiera no se sentía tan bien –pero me alegro que lo hubieras hecho… -ah, con eso no me sentí tan mal -Nagi no me habría visto, jamás, como su igual en ningún momento, me gusta eso de ti… de nosotras, me gusta que somos iguales, sé que puedo llegar a entenderte por eso mismo… aquí de verdad me siento apreciada.

 

Me sentí… sentí que derritió mi corazón. Por un momento me quedé sin palabras y sin reacciones, pero no pude evitar sonreír. Si bien es cierto que somos iguales en muchos aspectos, también creo que somos diferentes, pero ciertamente, hay una igualdad y quizás ese es un punto importante para nosotras, un punto que nos puede ayudar y viéndolo de la misma manera que ella lo ve, podemos entendernos mejor, o al menos podemos intentarlo. De modo que, aunque me sentía angustiada, ahora me sentía mucho mejor, es un progreso. Posteriormente nos levantamos de los sillones y nos acostamos en la cama. Me sentía muy animada, con cierta euforia y obviamente no podría dormir fácilmente, de hecho, quería hablar más, pienso que era la mejor manera de avanzar en nuestra situación.

 

- ¿está bien si pienso, que no has odiado estar aquí? –entonces ella volteó a verme con esos ojos tan brillantes suyos.

-no lo he odiado, de hecho, me gustaría quedarme más tiempo… -su comentario impactó en lo más profundo de mi… ella podía perturbarme con tan poco… claro que, si ella quería más tiempo, definitivamente buscaría tener más tiempo.

-podría atrasar el viaje dos o tres días más… -total, mejor pedir disculpas después que perder la oportunidad de complacerla.

- ¿realmente puedes hacer eso? –inevitablemente sonreí, claro que podía hacerlo.

-puedo intentarlo –entonces ella me tomó de la mano y rápidamente sentí la suavidad de sus dedos, la tibieza de su piel… mi corazón latió rápido solo por algo tan simple e inusual.

-gracias –si me iba a agradecer así estaba dispuesta a hacer más… aunque, por otra parte, ver su reacción me hacía preguntarme si no le incomodaba el contacto, si estaba bien…

- ¿no te molesta que te toque?

-no me molesta que me toques.

 

Tuve ganas de maldecir, pero no por algo malo, sino que ella despertaba en mí una cierta ternura que me hacía sentir un tanto ridícula y al mismo tiempo, una sensación a la que no podía negarme, me tenía por completo en su mano, con palabras simples podía derretirme, es más, sentí el rubor en las orejas y mi corazón agitado por algo así de simple ¿Cómo puede ser posible? Y a la vez ¿Cómo podría no ser posible? Ella es tan… ella definitivamente es algo único. Bien, cálmate, te ha dicho algo muy sencillo, muy simple, no está incomoda con mi cercanía, ni conmigo, puedo tocarla ¿no es así? Bueno, entonces, ya que había un cierto permiso, me permití entrelazar nuestros dedos. Quizá estoy yendo demasiado lejos, pero ¿esto significaría que tengo una buena oportunidad? Quizás no debería apresurarme…

 

-Natsuki… -era la primera vez que me llamaba por mi nombre, así que es difícil no hacerme expectativas - ¿puedo tocarte? – ¿Qué? Espera, no te alarmes, no es necesariamente algo… comprometedor.

- ¿Dónde? –entonces ella pareció pensarlo.

 

Tal como había pensado no había segundas intenciones, ella solo tenía curiosidad por saber porque siempre permanecía tan lejos, quizá en algún momento pensó que la estaba evitando, o al menos no quería que ella pensara de esa manera, de modo que le dije la verdad, que no quería incomodarla, pero al final, ella misma sugirió acercarnos más. Esto es una señal, me dije, tengo una oportunidad, lo sé, ¡lo sé! ¡esto definitivamente es una oportunidad!

 

Poco a poco nos acercamos, fui atrevida y volví a tomarla de la mano. Ella no dijo nada y en cambio trató de dormir. Esto definitivamente es algo significativo, lo sé, lo siento. Mientras que ella intentó dormir yo me quede mirándola, mirando la belleza de sus pestañas, la piel de sus parpados, su boca de labios finos y tenuemente rosados, suaves, igual que toda su piel, estaba tan cerca y con la suficiente luz como para apreciar las pequeñas líneas de su piel, cada hebra de sus cabellos, de sus cejas, cada milímetro de ese mentón tan sensual… y luego, ella abrió sus ojos, esos ojos rojos que podían atravesarme, esos ojos de irises vibrantes, de pupilas fascinantes, ella podría dominarme con su mirada… aquel pensamiento, por algún motivo, me hizo gracia. Quién lo diría, una mujer sin habilidades extraordinarias ejerce un poder tan fuerte sobre mí.

 

-disculpa, debe ser difícil, te soltaré para que te sientas mejor –comprendí que, si bien yo estaba feliz, aun esto era demasiado nuevo, hasta para mí, aún hay mucho a lo que acostumbrarse.

-no, yo… solo estoy un poco ansiosa, ¡nerviosa! Solo eso, solo son nervios, eso es –pude haberlo dejado pasar, pero ¿Quién en mi lugar podría hacerlo?

- ¿ansiosa de que, Shizuru? – entonces me levanté un poco, para ver más detenidamente la expresión de sus ojos cuando contestara.

-no es nada… -ella hizo una pausa, supe que se estaba tomando su tiempo para decir las cosas, así que me dije que debía tener paciencia, a pesar de que me estaba matando la curiosidad -es solo que a veces quiero saber… hasta donde puedo llegar –maldita curiosidad, ¿esto es lo que querías? ¿probar mi fortaleza?

-quieres decir… -bien, hay que hablar claramente, quizás no es lo que estoy pensando -entre nosotras, entre nuestros… - ¿cuerpos? No, no, no pienses en eso - ¿Cómo un matrimonio?

- ¿tú no lo has pensado? –casi se me salen los ojos, ¡claro que lo he pensado! –si tú no quieres, lo entenderé…

-si quiero… -le contesté, sin poder pensar ya en más, mi mente estaba bloqueada, pero sabía que todo lo que ella quisiera conmigo era un definitivo sí. Sí a lo que sea y cuando sea, en el momento que sea y como sea.

 

Y bueno, ahora era ese momento ¿verdad? Debía hacerlo, tenía que hacerlo… pase por unos breves momentos de enajenación, ella estaba tan cerca y ahora tenía su permiso ¿Qué debía hacer primero? ¿tomar su mano? No, comenzare por sus piernas, no, no, piensa, algo más sutil, así que por supuesto, tenía que besarla, un beso suave, un beso con cariño. Me aproximé con lentitud y toqué tenuemente sus labios, sentí la suavidad su boca mientras mi corazón golpeaba contra mi pecho y retumbaba en mis oídos, latía tan rápido que sentía que podía oírlo en toda la habitación, pero sabía que no era así, solo yo lo escuchaba.

 

Después del primer beso me alejé un poco, tal vez tuviera algo que decir, algo que opinar. Nos miramos unos segundos y luego fue ella quien me besó. Me sorprendió con un beso más pasional, más activo, más dominante, sí, ella definitivamente sabe mandar, eso me gusta, domíname, te doy permiso; aunque sé que puedo tomar el control en cualquier momento, quiero complacerla, prueba de ello es que me dejé hacer, dejé que tomara el control, aunque no pude resistirme. Si bien estaba participando en el beso, su cuerpo estaba muy cerca y una de las cosas que más despiertan mi interés, son sus piernas, piernas de esponjosos muslos que tenía ganas de tocar, de apretar, de morder… no pude evitar deslizar una mano por debajo de su camisón, no estaba viendo nada, pero podía imaginarme todo con solo sentir su piel. Después de sentir mi mano ella se detuvo brevemente y me miró con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

 

-debo confesar… -quizá no debía decirlo, pero no podía controlar mi boca -que he querido tocarte desde la primera vez que te vi en ropa interior…

-dime… ¿Qué has querido hacerme? –esa pregunta tan aparentemente inocente y curiosa era también muy sagaz y maliciosa, provocante…

-los demás siempre piensan en desnudar a las mujeres… -le contesté, mientras deslizaba suavemente mi mano –quieren verlas desnudas, pero yo sé que es lo hay debajo de tanta ropa… –podía imaginarme todo lo que había debajo de su ropa y eso me excitaba más que verla desnuda –y me encanta como luces los camisones… -como la tela deja ver las curvas de su cuerpo, como se aprieta en sus caderas, en sus senos, en sus suaves hombros… -quiero… -quizá no tuviera lógica para algunos, pero me gustaba verla con ropa y solo… hundir mi manos y –tocar todo tu cuerpo… pero no quiero desnudarte… -entonces subí mis ojos a ver su rostro, quizá fui muy lejos con lo que había dicho, así que necesitaba ver que es lo que tenía que decir, si no la había asustado u ofendido, sin embargo…

-pues yo sí quiero verte sin el camisón… -esta mujer definitivamente es una incitadora.

 

Me sorprendió por unos segundos, pero en lugar de detenerme a pensar, no perdí el tiempo y me arranqué el estúpido camisón. No es como si tuviera vergüenza porque me vean sin ropa, no podría tener tantas doncellas ayudándome si fuera tan tímida, lo que me da cierta vergüenza es el camisón en sí. Una vez que me deshice de la prenda volví a acomodarme en mi sitio, expectante, quería saber qué opinaba de mí, quería gustarle, por supuesto; aunque ella no hizo ningún comentario mientras me miraba. Preferí pensar que ella no sabía que decir, después de todo ella volvió a besarme, a tocarme y eso me dio la apertura para volver a poner las manos sobre sus piernas. Metí la mano entre las sábanas buscando su cuerpo, deslicé los dedos sobre su ropa hasta llegar a la orilla de la falda, luego pude volver a tocar la piel de su muslo, era suave, esponjosa, firme, tenía ganas de sentir esas piernas rodeándome, de asir su mismo cuerpo al mío, apretarme a ella, hundir mi boca en su piel, morderla, lamerla, aferrarme…

 

Llegué a un punto en el que ya no estaba pensando, dejé de cuidar cada aspecto, de estar a la expectativa de si se quejaba o no, si la asustaba o no, comencé a controlar la situación, apreté sus nalgas, pase mi lengua por su pecho, la acaricie con mis manos, provocándola tanto como ella me había provocado a mi todo este tiempo, hasta que no sé en qué momento la puse de espaldas a la cama y me apreté a ella, a sus piernas, a su cuerpo, al calor de su piel y la profunda humedad de su cuerpo, una humedad suave e incontrolable que ni por asomo podría alguien imaginar que sería la causante de semejantes sensaciones agradables. No estaba dispuesta a admitirlo más que solo para mí, pero fui egoísta y solo reaccioné ante ella cuando mi propia agitación había terminado, cuando había satisfecho mi propia necesidad, me sentí mal por unos momentos hasta que vi que ella no lucia como si la hubiera pasado tan mal, de hecho, parecía… ¿lo contrario? aunque eso no significaba que volvería a descuidarla tanto.

 

Ver que ella estaba recuperándose y no me apartaba de ella fue suficiente para dejarme tranquila, dejé caer mi frente en la cama y cerré los ojos sintiendo su cuerpo con el mío, sintiendo como la respiración volvía a la normalidad poco a poco, a respirar lentamente. La próxima vez lo haré mejor, me dije, sin apartarme de ella, gozando de la calidez de su cuerpo, de lo bien que se sentía su proximidad y su aroma, el aroma de su cabello tan cerca de mi nariz. Aquella noche dormí muy fácilmente, quizá por la actividad, quizá porque la tensión se había ido, quizá porque me sentía cómoda con ella cerca de mí, quizá porque por fin sentía calma y seguridad, quizás.

 

A la mañana siguiente me desperté porque ella me llamaba, me tomó desprevenida, al momento no recordé que había sucedido, pero después de sentir la desnudez en mi cuerpo lo recordé todo, absolutamente todo y… ¿Dónde demonios estaba ese estúpido camisón? Me sentí agitada al momento, un tanto nerviosa, pero ella estaba tranquila así que me forcé a tranquilizarme también. Me senté en la orilla de la cama y comencé a pensar, a recordar lo que había sucedido anoche, ella lucia bien, parecía que no le había desagradado, casi podía asegurar que se había sentido tan bien como yo, pero aun así la duda rondaba por mi mente y ¿Qué mejor que preguntar para aclarar dudas? Aunque ciertamente, tenía un cierto temor a preguntar ¿Qué tal si la respuesta es mala? ¿Qué tal si se arrepiente? ¿Qué tal si cambió de opinión y ya no quiere esto? Ese tipo de dudas no me dejaban en paz, pero en definitiva tenía que despejarlas para sentirme mejor, así que con renuencia pregunté y su respuesta fue muy positiva en mi opinión, ella dijo que no le molestaría repetir lo que había sucedido.

 

Así que, en definitiva, lo he logrado, no es como que ella me ame, pero me ha aceptado, eso es ganancia, eso es un gran avance, con eso puedo decir que tenemos un buen futuro juntas. Respiré profundo y le respondí de forma muy tranquila, tampoco quería hacer aspavientos y dramatizar, tengo que ser mesurada en mis reacciones, una respuesta tan emocional no se ve bien, aunque por dentro me sentía muy feliz, después de todo, era como para no creerlo, ¡Ella me estaba aceptando! Me sentí tan feliz y motivada que después del desayuno, mientras me vestían y escribía la carta donde notificaba que tardaría un par de días más en volver a la capital, pedí a Rosalie que acomodara una mesa con el té en la terraza, que preparan un espacio bonito lo más rápido y cómodo posible, había una cierta atmosfera un tanto incomoda y no estaba dispuesta a dejarla estar y que las cosas se complicaran, debía disipar todo eso para luego poder seducirla, que digo, no, em, poder seguir teniendo una convivencia amena, la seducción iba después.

 

Luego de llevarla a la terraza había un cierto ambiente silencioso que terminó luego de que yo iniciara la conversación y por suerte, la plática llegó para quedarse, pasamos un largo rato conversando sobre su majestad y los castigos en el calabozo que tanto le fascinaba imponer, lo cierto es que a mí me satisfacía aplicarlos tanto como a ella imponerlos, aunque eso no se lo mencioné, quizás eso no es algo que a ella le guste, así que mejor no tentar a la suerte. Por otra parte, la conversación se extendió tanto que cuando menos me di cuenta, la señora Sanada nos llamó a comer, lamentablemente me llegaron cartas y posterior a la comida debí ir a contestarlas. Me hubiera gustado que ella me acompañara a la biblioteca y se quedara conmigo mientras contestaba las cartas, pero tampoco quería forzarla a estar conmigo todo el tiempo, en cambio se quedó en el salón del té con las doncellas.

 

Después de contestar las cartas y escribir algunas otras más para comentarle a algunos de mis oficiales que tardaría un par de días en regresar a la ciudad y que por lo tanto debían seguir escribiéndome al castillo, noté que ya había anochecido. Tuve un largo rato de paz y tranquilidad donde pude relajarme y pensar con calma, meditar sobre las cosas que habían sucedido. Había sido inesperado, pero creo que las cosas que siempre marcan una diferencia son inesperadas y al menos por esta vez, era algo positivo. Si las cosas se mantenían así, podría quedarme con ella por siempre y no tendría que renunciar a todo lo que tenía. Eso sería genial.

 

-su señoría –era la voz de la señora Sanada en el marco de la puerta –la cena se servirá muy pronto.

-gracias señora Sanada, ya voy.

 

La cena fue agradable, gracias al tiempo que pasamos en la terraza el ambiente se sentía cómodo y ameno, así que cuando la cena terminó, nos despedimos brevemente pues nos volveríamos a ver cuándo termináramos de asearnos y ya fuera que yo lo deseara o no, luego de reencontrarnos en nuestra habitación una cosa llevo a la otra y terminé hundiéndome en su cuerpo, escuchándola suspirar, aguantar la respiración, agitarse, pequeñas cosas que me aceleraban a mí también, que me impresionaban y me motivaban, fue imposible resistirme a su cercanía después de aquellas primeras veces, así que cuando llegó el momento de partir me sentí molesta de tener que renunciar tan pronto a lo que había conseguido, obviamente quería estar con ella y no en un caballo con mi armadura completa con rumbo a la ciudad capital, pero eso es lo que sucedió, eso era lo que tenía que pasar, por suerte había mandado a reparar los caminos y a mejorar dos de los hostales, además de haber mandado a construir una casa de paso en una parte estratégica del camino para que en el futuro fuera mucho más cómodo el viaje, por todo aquello, el viaje fue significativamente más rápido que antes y seguramente, cuando terminaran de hacer los arreglos pertinentes, sería más rápido el ir y venir.

 

Aunque, una de las cosas en las que recién caía que no había tomado en cuenta, era nuestra estancia en la capital, pues arrendaba una pequeña vivienda, no me importaba tener un lugar grande, después de todo, no veía a la ciudad como mi hogar, no había nada ahí que me atara más que el trabajo que realizaba con su majestad, pero ahora las cosas eran diferentes, antes sabía que llegaría el momento donde me retiraría y dejaría mi espacio al lado de la Reina, pero ahora sabía que eso no sucedería, le debía un favor, así que tengo que pagar ese favor y renunciar al retiro en mi castillo haciéndome cargo de mis tierras, de modo que ahora en verdad si había una motivación para conseguir un mejor lugar donde vivir y de preferencia, quería un lugar que la complaciera, así que comencé a pensar en ello poco antes de llegar a la ciudad. Como quería complacerla, le diría que fuera a escoger el sitio que más le gustara, le botare todas las moneras de oro que pida el propietario para comprar la propiedad y hacer una casa a su gusto y antojo, estaba dispuesta a hacer todo lo que ella quisiera para complacerla.

 

Sin embargo, por esa noche y tal vez alguna otras más, pasaríamos una convivencia un poco ajustada, aunque no niego que sentí satisfacción al llegar y quitarme la armadura para finalmente deslizarme a un baño caliente que me quitó la mugre y el sudor a profundidad. No es que me escandalizara el sudor o la suciedad, pero tengo la seguridad de que a ella no le gustaría que me le acercara oliendo mal, de hecho, sé que a mí no me agrada la gente sucia. Por eso, cuando quedé limpia y perfumada, me sentí con toda la confianza de ir a meterme a su lado en la cama. Quizá ella estaba animada o era yo, quien sabe, pero lucia muy guapa en aquella cama, con la luz del fuego iluminando sus ojos, charlamos un rato, pero me sentí presa de la emoción, del momento, de tocarla en un sitio nuevo, de besarla en esta habitación que me ha pertenecido por mucho tiempo y que jamás imaginé que estuviera aquí conmigo, quizá era solo el sitio, la novedad, quizá no, como fuera, eso quedó en segundo plano una vez que reclame su boca y apreté su cuerpo.

 

Si bien, no me importaba en general que es lo que opinaran las doncellas y el resto del personal, no pude evitar pensar que tal vez pudieran escuchar algo, después de todo, la vivienda era mucho más estrecha que el castillo. Me preocupó por unos momentos, pero al final, después de sentir sus dedos por mi espalda y como se hundían en mi cabello, esa problemática quedó en un lugar muy lejano en mi cabeza. A la mañana siguiente realmente necesité que una de las doncellas me despertara, hacía mucho tiempo que no me levantaba tan temprano y estaba malacostumbrada, o quizás estaba cansada y Senou seguramente se dio cuenta del porqué de mi cansancio, pues me encontró sin el dichoso camisón.

 

Sabía de las habilidades comunicativas de mi doncella, así que tuve que amenazarla no solo con despedirla, sino mandarla al otro lado del mar si abría la boca. No sé si me creyó o no, pero pareció convincente en ese momento al asegurar que no diría una sola palabra. De todos modos, me dije, por ahora solo me queda confiar en ella, si se esparce el chisme me enteraré de alguna forma y sabré que fue ella, entonces no me quedara de otra más que cumplir, dolorosamente, con mi palabra.

 

Después de aquello me trajeron el desayuno y posteriormente me colocaron la armadura, todo a buen tiempo para que llegara puntualmente al palacio de su majestad. Al llegar, Kanzaki me suplico no volverlo a dejar tanto tiempo a cargo de su majestad, para él era un suplicio acompañarla a las audiencias y fingir ser una estatua, no pude evitar reír. Por otra parte, me dieron reportes sobre el barco en las lejanías y que alguno que otro individuo proveniente del Reino Oeste solicitaba entrar al reino, pero la solicitud era denegada. Fuera de aquello, las cosas parecían estar “bien”, solo era una apariencia, bien podría ser la calma antes de la tormenta y eso en verdad me generaba angustia. Sé que atacaran en algún momento, así que debía estar preparada por si llegaba el momento en “cualquier momento”.

 

Cuando terminamos de ponernos al tanto de la situación y sonaron las trompetas, nos encaminamos a la habitación de su majestad y retomé mi lugar a su lado en las audiencias, no sin antes ser sometida a un interrogatorio por su parte, quería saber si las cosas estaban bien en mi matrimonio. Fui sincera en gran parte, pero en otras no fui muy clara, no quería mentir, pero mostré optimismo, después de todo, me sentía optimista. Fuera de aquello, el día fue sumamente cotidiano y sin algún elemento a destacar, excepto por el hecho de que cuando estaba a unas calles de llegar a mi domicilio, Senou estaba en la esquina esperándome para informarme de la confabulación de mis suegros para pillarme.

 

Hoy no será el día, les dije en mi mente, mientras reía y entraba por otra puerta a la casa, burlándolos por completo. De modo que mientras mi amada esposa lidiaba con ellos en el comedor, a mí me quitaban la armadura mientras me preparaban un delicioso baño con agua caliente. Me tardé poco en el aseo y cuando terminé, ya estaba mi cena servida en la pequeña mesa que tenía frente al hogar. Creí que ella terminaría rápido su estadía con sus padres, pero terminé mi cena y ella aun no llegaba, de modo que me quedé en el sillón frente al fuego, extendiendo los pies sobre la alfombra, era una costumbre que tenía porque me gustaba sentir el calor en los dedos y era relajante, antes del matrimonio era una actividad para relajarme y pasar unos momentos de tranquilidad y contemplación, pero ahora lo estaba haciendo para pasar el tiempo y esperarla ¿Quién lo hubiera dicho? Como cambian las cosas. Moví los dedos, apretando y relajando, matando el tiempo hasta que ella abrió la puerta y por fin nos encontramos después de un largo día.

 

Ella llevaba puesto un vestido cremoso, un vestido que remarcaba el tono de su cabello y sus ojos, lucia bellísima, deslumbrante, especialmente llamativa, con unos pendientes que brillaban a sus lados, pero no más brillantes que sus ojos ¿Quién no podría amar a una mujer tan admirable? Es bella, pero su belleza no se limita a su físico, en sus ojos hay una vivacidad que me transmite, que me contagia, que me hace feliz. Siempre que la veía no podía evitar sonreír y desearla… besar ese mentón tan suave y atractivo… aquella noche también fue un tanto agitada, pero después de dormir como piedra por unas horas estuve en condiciones óptimas para desempeñar mi puesto junto a su majestad.

 

Antes no solía sucederme, pero ahora, mientras estaba ahí al lado de su majestad y el tiempo pasaba mortalmente lento, me sentía ansiosa de que pronto terminara el día. Quería que ya se hiciera de noche para correr de regreso a mi casa y encontrarla con esa bella sonrisa que posee, su sonrisa compensaba todo el agónico día que pasaba a lado de su majestad, por desgracia, aun no era ese momento del día, aún estaba ahí, en calidad de mueble a lado de su majestad. Que desdicha.

 

Cuando llegó el almuerzo, que siempre tomaba con su majestad, le pedí el favor, aunque era más una orden que una petición, a Sir Kanzaki de que acompañara a Shizuru a mirar propiedades, fue en ese momento en que su majestad aprovechó para curiosear en mi matrimonio, quien diría que su majestad la Reina podía ser tan… fisgona. Sin embargo, las curiosidades de una niña de su edad eran bastante inocentes, ya que si fuera Sir Kanzaki quien tuviera la libertad para preguntarme cualquier cosa, ya podría estarme imaginando la avalancha de preguntas maliciosas que me haría. Sucio pervertido. Eso me hizo preguntarme que tan segura iba a estar Shizuru con él y comencé a dudar en dejar que se acercara a ella. Quizá debería evitar que se relacionen… mejor evitar tentaciones ¿no? Aunque, por otra parte, si Shizuru decidiera engañarme, lo haría independientemente de si Kanzaki estuviera a su disposición o no, cuando se hay una resolución, no importa el quien, ni cómo. Si un engaño estaba destinado a pasar, ocurriría sin importar Sir Kanzaki. Aunque un engaño no es algo que desee, quiero preparar de alguna forma mi mente, entender que es una posibilidad de entre muchas otras y por eso mismo, por ahora ya no quiero pensar más en ello.

 

Al terminar el día con su majestad volví a casa, con una cierta preocupación, sin embargo, todos esos pensamientos negativos se desvanecieron luego de que ella se asomara a la habitación. Al verla a los ojos supe que debía confiar, si la amo de verdad debo confiar, si ella traiciona esa confianza ya tendré que ocuparme de aquello, pero no antes, no de algo que aún no ocurre y que puede afectar nuestra relación. Por ello dejé aquellos pensamientos y me concentré en la conversación, en la que mencionaba la visita de su amiga, al parecer, las personas que más la querían estaban en verdad preocupadas por ella, aunque quizás, más que preocupación, estaban mucho más curiosas por mí y aunque me gustaría despejar sus dudas e intereses, se tendrían que quedar de ese modo.

 

Capítulo 15.

 

Al día siguiente, Sir Kanzaki la acompañó por la mañana, pero al terminar se reunió conmigo y se quejó amargamente del suplicio que fue lidiar con la curiosa amiga de Shizuru. No pude evitar reírme, para Sir Kanzaki había muchas cosas que eran un suplicio. Escuché sus quejas y terminé preguntándole que sitios vieron, si había notado uno que le gustara a ella, pero Sir Kanzaki no me ayudó con eso, él no había notado un interés particular, de modo que fue hasta la noche en que me enteré que ella quería ir conmigo y que juntas decidiéramos un sitio. Me parecía innecesario, pero también una decisión demasiado tierna y considerada ¿Cómo no amar a esta mujer?

 

Como debíamos ir juntas, hubo que esperar algunos días hasta que finalmente tuve un descanso, su majestad estaba esclavizándome y tuve que zafarme de su yugo. Afortunadamente, tuve un buen día de descanso para mirar detenidamente todos los sitios disponibles. Si bien yo estaba ahí para ayudar con la decisión, era solo una fachada, yo estaba dispuesta a adquirir el sitio que ella quisiera, me interesaba solo complacerla; por eso, cuando mencionó que le gustaba una propiedad que no estaba exactamente en venta, hice todo lo posible para obtener la propiedad, me costó un poco convencer a la canciller, pero luego de que su majestad la mirara ceñuda, sorprendentemente, lo reconsideró y aceptó vender. Era obvio que había una influencia de su majestad en ese cambio de opinión, pero por esta vez, realmente no me importaba en absoluto, no me importaba si con eso complacía a Shizuru.

 

Hicimos el trato casi al instante y siempre bajo la mirada de su majestad. Le pagué una buena cantidad de plata por la propiedad y al final del día ya tenía una nueva propiedad que complacería a mi bellísima esposa. Por eso, cuando llegué y le di la noticia, que fue recibida con un entusiasmó moderado, no pude evitar sentir que no había sido la expresión que esperaba, quería hacerla feliz, pero quizá estaba olvidando quien era ella, una propiedad, por muy grande que sea, no parece ser algo que le cause mucho interés. Solo entonces, en lugar de sentirme contrariada, pensé en que debía esforzarme más.

 

Es posible que le interesase más el aspecto de la decoración y esas cosas que la propiedad en sí, llegué a razonar. De modo que le di total permiso para arreglar y decorar como más le gustara, incluso, llegado el momento, “convencí” a algunos de mis subordinados de ayudar, todo para que las cosas quedaran en el menor tiempo posible. Fue así que en menos de una semana nuestra modesta vivienda estuvo perfecta para mudarnos. Tuve que pedirle un permiso a su majestad para ir a supervisar todo, afortunadamente, para cuando cayó la tarde, todo quedó en el lugar que Shizuru quería. Era notoriamente un estilo muy diferente al mío, no era exactamente mi gusto, pero tampoco era exactamente desagradable, de forma que tenía la disposición para no darle importancia al tema. Lo importante es que la biblioteca, donde estaba mi escritorio, era agradable y las habitaciones que nos pertenecían también lo eran, seguiríamos manteniendo una convivencia muy cercana, con eso estaba bastante bien, era lo que más me importaba.

 

Cuando todos se marcharon y solo se quedaron las doncellas con el resto del personal de servicio, me di cuenta que haría falta un poco más de personas que ayudasen al mantenimiento de la propiedad. Fui entonces a la biblioteca a mandarle una carta a la señora Sanada donde le pedí enviar a las doncellas que no necesitase. Justo terminaba la carta y se la daba a mi escudero cuando llegó Senou a avisarme que la cena estaba lista. Me levanté y llegué muy rápido al comedor, ya que estaba relativamente cerca de la biblioteca, la esperé algunos momentos y de pronto ahí estaba esa mujer, sonriente y brillante. Seguro está feliz por la casa, si es por ello entonces yo estoy feliz. La cena pasó muy rápido, era nuestra primera vez cenando en aquel comedor, pero las cosas se sentían muy bien, el ambiente era ameno, era agradable, pero me sentía mucho mejor en el castillo, quizá pronto me sienta tan cómoda como me siento en el castillo, entonces recordé, pronto se cumpliría otro mes y podríamos regresar al castillo, de modo que no pude evitar mencionárselo.

 

Aún no estábamos ahí, pero ya quería regresar para estar con ella y ser un poco más libre y relajada, quitarme la armadura y pasar algunas tardes tomando el té. Al instante me imaginé ahí, como había sido solo unas semanas antes, pasando la tarde en el salón del té, o pasando una mañana de ocio en la terraza del castillo, solo ella y yo, hablando de cosas sin importancia o de cosas interesantes, cosas de ella misma, de su vida, de sus recuerdos, de lo que le gusta. Me gustaba estar aquí con ella, pero me gustaba más estar con ella en mi castillo. Sin embargo, en la conversación salió la amenaza del ataque extranjero, eso ensuciaba mi felicidad, ahora mismo las cosas están muy bien, bastante bien, pero tenía dos opciones, o tomaba la futura guerra como una calamidad, o simplemente un obstáculo que debía partir en dos para proteger mi felicidad. Definitivamente partiría en dos a cualquiera que fuera una amenaza.

 

La cena terminó y como era debido, fuimos a asearnos para poder finalmente dormir, con todo el movimiento que había ocurrido, era necesario descansar. Las cosas parecían perfectas cuando nos fuimos a la cama, pero lo cierto es que la vida muestra su imperfección cuando más perfecta luce, son esas ironías de la vida. Estaba bastante dormida cuando comencé a percibir un movimiento en mi hombro, un movimiento ajeno, extraño, abrí los ojos y no entendí que pasaba hasta que vi a Senou justo en la orilla de la cama, con un candelero en la otra mano. Al instante fruncí las cejas, no enojada, sino extrañada.

 

-su señoría –dijo ella en un susurro –noticias terribles, un ataque en el puerto y Sir Kanzaki esta abajo, es de urgencia –apreté la mandíbula, un ataque y Sir Kanzaki aquí, solo significaba una cosa.

-trae mi armadura y dile a Kanzaki que suba.

 

Ella asintió y se fue rápidamente, yo me quedé unos momentos en la cama, sentada al lado de Shizuru, ¿Qué podría pasar? Probablemente la guerra ya había empezado ¿Qué debía hacer? En cuanto a la guerra, ir a lucharla, en cuanto a Shizuru… ¿debía despertarla? ¿debía despedirme? Quizás era un ataque insignificante y no valía demasiado la pena, quizás me librara rápidamente y podría volver, quizá tuviera más tiempo. Miré donde estaba ella, apenas visible pues el fuego en el hogar ya era muy pequeño. Aún era demasiado rápido, necesitaba más tiempo para lograr que ella sintiera algo por mí, para que su decisión fuera contundente, para que ella estuviera segura de quedarse conmigo y que no me dejara después de la guerra, o más bien, que no me pidiera dejarla. Es demasiado pronto, me repetí, ¿Por qué justo ahora? Las cosas están tan bien que siento que ya casi he alcanzado lo que tanto he querido… la vida… la vida no podía ser tan injusta ¿o sí? Apreté la boca y las cejas, molesta, entonces vi como las doncellas se asomaron brevemente por la puerta, seguramente ya estaban listas.

 

Me levanté de la cama con cuidado para no despertarla, arrojé un par de troncos al hogar y fui con ellas. Al pasar a la habitación contigua ya había varias doncellas ahí, con todo listo en las manos, me quitaron la bata, me colocaron las ropas y luego, gracias a la habilidad lograda al colocarme la armadura por tanto y tantas veces, cuando entró Sir Kanzaki yo estuve lista en el tiempo justo, así no me vio en paños menores y con una muy decente apariencia. Nada más entrar se acercó, antes de que abriera la boca deseé que la urgencia no fuera tan dramática, pero lo cierto es que mis deseos no fueron escuchados.

 

-ha llegado un destacamento a la ciudad, mientras que en el puerto ya ha comenzado el ataque, nos reportan que hay un aproximado de cincuenta naves.

-ya veo –me molestaba y me sentía fatal, pero debía mostrar fortaleza no haciendo aspavientos - ¿ya has mandado a reunir a todas las tropas? ¿Qué tan lejos ha llegado esa avanzadilla?

-tomó por sorpresa a los guardias, pero ha sonado la alarma y todos han arremetido contra ellos, de modo que es probable que ahora mismo ya los hayan neutralizado, lo más importante es el ataque en el puerto.

-seguramente intentan hacer un ataque muy rápido que les haga llegar a la Reina y derrocarla cuanto antes, un ataque sorpresa, pero estamos muy bien organizados, pronto nos desharemos de…

-su señoría –nos encontrábamos en una cierta calma Sir Kanzaki y yo hasta que mi escudero llegó desesperado al salón –han llegado más refuerzos enemigos, la lucha esta pareja ahora mismo –inmediatamente sentí un brinco en mi pecho.

-llama a todos, debemos repelerlos cuanto antes, no pueden llegar al palacio –sentí que perdía la calma y la desesperación me inundaba, pero debía luchar contra eso, debía actuar con calma y mesura, no caer en el caos y establecer prioridades –Senou, tomen todas las cosas que necesiten y partan inmediatamente con Shizuru al castillo, sin peros, sin demoras, sin excusas, llévenla aun con cualquier alegato que tenga, márchense lo más pronto posible, Sir Kanzaki, que unos guardas las escolten, iré a despedirme y nos marchamos al frente.

-sí, su señoría –dijeron tanto Sir Kanzaki como las doncellas.

 

Ellos se precipitaron a la puerta y pronto abandonaron la habitación, por mi parte respiré profundo mientras caminé al dormitorio, al entrar ella estaba despierta y de pie. Había más luz y podía admirarla con mayor facilidad ¿será esta la última vez que la vea? Lucia tan bella, tan sensual, tan tentadora, era difícil no admirarla y perderse en su belleza, pero debía hacerlo, había una emergencia, ahora mismo era el momento que tanto había deseado que no llegara, y que, aun así, estaba destinado a suceder. Hay una urgencia, no lo olvides, resuelve tus prioridades, por eso estas a cargo de este ejército, no olvides.

 

-Shizuru –de pronto me sentí estresada y agitada -ya ha comenzado, acabo de dar órdenes exactas, solo haz lo que te pido y todo estará bien.

- ¿ha comenzado? ¿Qué ha comenzado? –quería decirle todo de forma rápida y breve para no perder tiempo, aunque quizás eso la estaba confundiendo.

-el ataque, debes irte, ya están arreglando todo, te iras al castillo inmediatamente, ahí estarás completamente a salvo, yo debo ir al Este, al puerto.

- ¿ataque? ¿ahora? ¿en este momento? –conforme pasaban los segundos me sentía más contrariada, seguramente ya me estaban esperando abajo, debía ir a ayudar en la batalla para protegerlos a ellos, pero sobre todo para poder protegerla a ella y yo estaba aquí, sin embargo, debía comprenderla y tener paciencia.

-sí, he dado órdenes, si tus padres deciden ir contigo depende de ellos, de todos modos, he mandado por ellos, pero lo que sea que decidan, te vas ya, ¡Ahora! ¿comprendes?

-sí –creo que perdí un poco la calma en eso último, pero lo que menos necesitaba era entrar en demasiados detalles o que ella protestara y no quisiera hacer lo que le pedía, necesitaba que ella cooperara para que yo pudiera actuar con tranquilidad, necesitaba saber que ella estaría a salvo en el lugar más seguro que había podido crear.

-debo irme, te mantendré informada –quien sabe si habría otra oportunidad de vernos, o cuanto duraría esta lucha, así que quise despedirme con un beso, uno breve y después, solo por si ocurría algo grave, lo mejor era decirle la verdad para que no me olvidara ni a mí, ni a mis sentimientos –recuerda siempre el amor que tengo por ti.

 

Me hubiera gustado que ella me diera una respuesta, pero la situación no era tan sencilla como para esperar pacientemente una respuesta, a veces hay situaciones donde las palabras sobran, donde hay tantas cosas en un tiempo tan corto que es difícil procesar todo y te quedas sin palabras, esta era quizá, una de esas situaciones, no hay tiempo, no hay lugar para tomarse de las manos, no hay lugar para sentimentalismos, solo para salir a enfrentar al enemigo, así que eso mismo hice, salí de la habitación y bajé rápidamente las escaleras, caminé presurosa por el largo vestíbulo y fuera ya estaba esperándome Sir Kanzaki con el caballo listo.

 

Monté el caballo con rapidez y salimos con premura, el ataque había llegado por el Este, por el mismo camino que daba a la ciudad portuaria. Era extraño. ¿Cómo era posible que atacaran la ciudad portuaria y no nos enteráramos? ¿Cómo era posible que supiéramos del ataque solo y justo cuando estaba ocurriendo el ataque en la ciudad capital? ¿o es que no me habían informado bien? Pensé en preguntarle a Sir Kanzaki, pero si él tuviera más información ya me habría hecho saber, de modo que quedaba esperar.

 

Los caballos corrieron presurosos, internándonos en el centro de la ciudad, cruzando por las calles vacías en las que se podía notar como en algunas corrían soldados que acudían al ataque, soldados recién alertados que habían sido tomados desprevenidos, igual que yo. Dejamos atrás a esos soldados y seguimos con celeridad hasta llegar a la puerta Este de la ciudad, ahí las puertas estaban cerradas, pero se oía un gran ajetreo del otro lado, rápidamente exigí un informe mientras desmontaba y subía para llegar a lo alto de la muralla.

 

-al principio era solo una avanzadilla que fue descubierta su señoría, pero han ido llegando más y más, un mensajero nos avisó del ataque en el puerto, es terrible, al parecer no pudieron repeler el ataque, son muchas las fuerzas enemigas, por eso han podido llegar hasta aquí su señoría –apreté los dientes con molestia mientras terminaba de subir los escalones y me asomaba para ver el otro lado de la muralla, ahí abajo había varios soldados enemigos, era casi la misma cantidad de fuerzas que los repelían como los que peleaban para invadirnos. Qué vergüenza ¿Por qué no salían todos los holgazanes que estaban de este lado?

-que los arqueros sigan disparando hasta que salgamos –entonces me giré y volví a bajar las escaleras –Sir Kanzaki, ordené que se reúnan, saldremos ahora mismo.

 

Por suerte Sir Kanzaki era mi vocero y el que se desgastaba la garganta gritando ordenes, de manera que cuando terminé de bajar las escaleras, simplemente me coloqué al frente de todos los soldados reunidos, éramos suficientes como para extinguir el ataque. Murmuré en voz baja hechizos de fortaleza, agilidad y fuerza, entonces desenvainé la espada y de un movimiento del sable di la orden para abrir las puertas, estas se abrieron y finalmente, frente a mi estaba la batalla. Todos salimos para sumarnos al ataque, antes parecía una lucha igualada, pero una vez que se sumaron los soldados que se habían reunido, la batalla terminó rápidamente. Gracias a mis hechizos pude acabar con varios soldados enemigos sin sufrir daño, al último le di una estocada en el estómago, saque la espada antes de que cayera quejándose y regresé a ver a mi alrededor para enfrentar al siguiente, pero ya no quedaba ningún otro, a mi alrededor los cuerpos enemigos yacían en el suelo y los gritos de pelea habían cesado.

 

Respiré profundamente y enfundé la espada. El sujeto que recién había despachado estaba quejándose en el suelo. Maldita escoria, pensé al verlo, de hecho, iba a rematarlo, pero antes volteé a mi alrededor, el resto de mis fuerzas hacía lo mismo, sin dejar a algún sujeto vivo, entonces pensé que este podría servirme. Me agaché y le quité el casco, mirándolo detenidamente no parecía diferente a alguno de nosotros, pero aun así era el enemigo, no había lugar para la piedad, él no la tendría conmigo. Estaba a punto de hacerle unas preguntas al sujeto cuando llegó Sir Kanzaki.

 

-todos han sido erradicados su señoría –me dijo con orgullo, yo asentí en silencio y me incorporé.

-que se lo leven y que vean que información nos da, si no habla en menos de una hora mátenlo.

-sí, Sir Takeda, llévatelo –a su vez, él delego la tarea, quizás había algo más que me quería decir –ya he mandado hombres al puerto, necesitamos saber que tan mal están las cosas allá.

-y, sobre todo, hasta donde han llegado estas basuras –le dije, mientras veía como Sir Takeda se llevaba al sujeto de un tobillo –tomen a cuantos puedan y sáquenles información, no podemos perder tiempo, cuantos son, hasta donde han llegado, quien es el líder, cuantos barcos, cuáles son sus órdenes, todo Sir Kanzaki, lo quiero saber todo.

-sí, su señoría, lo averiguaremos.

 

Pero esas sabandijas no soltaron información tan fácil. Al primero que atrapamos, es decir, al que se llevó Sir Takeda tuvimos que cortarle la garganta después de dos horas de hacerle preguntas porque nunca soltó ni un número, pero lo hicimos frente a otros cuatro enemigos que habíamos capturado, eso sirvió de ejemplo, lamentablemente, los que si querían hablar no tenían la información necesitábamos, de modo que era una situación frustrante.

 

-que busquen a más –le dije a Sir Kanzaki, bastante irritada –atrapen a todos y no los dejen en paz hasta que me digan sus números.

 

Sir Kanzaki parecía un poco impresionado por mis órdenes, pero las acató en la medida de lo posible, ya que habíamos extinguido el ataque y ya no se veían más enemigos, tuvieron que rastrearlos el resto del día, para cuando capturaron a algunos, ya comenzaba la noche. Yo no había podido descansar, ni siquiera había pensado en quitarme la armadura, menos aun cuando trajeron a dos sujetos que recién habían encontrado. Al instante fui a ver el interrogatorio, me senté a escuchar sus balbuceos. Fue una larga hora de escuchar suplicas, quejidos, gritos e insultos, hasta que por fin.

 

-por el puerto Sur… -dijo el sujeto, cansado de los latigazos mientras estaba colgado de cabeza –habrá un ataque en el puerto Sur esta noche.

-maldito imbécil –escupió Sir Takeda –si es verdad el ataque está por comenzar.

-dejaremos la primera y la quinta división para resguardar el palacio y la ciudad, Sir Takeda, Sir Kanzaki, movilicen la novena y la décima para salir ya mismo, envíen un llamado a la doceava para que cambie de posición a una más central y que le quede cerca asistir en caso de necesitarlas, en el Sur están la cuarta y octava división, podrán resistir mientras llegamos.

 

Ambos se marcharon rápidamente a cumplir mis órdenes mientras le ordené a mi escudero preparar mi caballo. Tal parece que no dormiría esta noche. Sin embargo, me dejaba tranquila que ahora mismo Shizuru estaría resguardada en el castillo, a salvo de cualquier ataque, con la onceava división en el interior de las murallas, con el resto de los guardias que ya de por si protegían la ciudadela. Ahora mismo ese lugar estaba tanto o más protegido que el palacio, nadie tocaría un solo cabello suyo. De manera que puse rumbo al puerto Sur con cierta tranquilidad, lo único que me generaba una huella de incertidumbre es que no sabía que sucedería cuando acabasen los ataques ¿debía volver? Tenía la sensación de que si regresaba no sería tan malo, pero, por otra parte, ella no me había dado ninguna respuesta. Necesito algo más sólido que su disposición para conmigo, algo un poco más directo… ¿sería querer demasiado?

 

Me permití tener estos pensamientos mientras cabalgábamos lo más rápido y naturalmente posible hacia el puerto Sur. Tardamos varias horas y cuando quedaba un tramo relativamente corto envié a un explorador para verificar la situación, no pasaron ni diez minutos cuando regresó con la noticia de que los soldados resistían en las murallas y que los ataques se centraban en las puertas Norte y Sur. Podía dividir las fuerzas y atacar ambos frentes o utilizar ambas divisiones para atacar una y después otra con superioridad numérica, lo cual sonaba mejor.

 

-démonos prisa y vayamos a la puerta Norte –les dije a Sir Kanzaki y Sir Takeda.

 

Al menos en ese momento todo salió a pedir de boca, llegamos a la puerta Norte y pudimos abatir a tantos enemigos como pudimos. Las fuerzas que defendían las murallas salieron a combatir luego de vernos llegar, de modo que el ejército que intentaba escalar las murallas y derrumbar las puertas, pronto se vio amenazado desde dos lugares diferentes, no tuvieron oportunidad, la batalla duró apenas unos minutos, logramos aplastarlos sin dificultades, sin embargo, de alguna forma, los enemigos de la puerta Sur lograron enterarse y se retiraron, abandonaron el puerto por los muelles y escaparon rápidamente en sus barcos, no sin antes incendiar los que teníamos detenidos ahí mismo, fue una gran pérdida.

 

-bueno, Sir Kanzaki… -le dije, mientras veía como ardían nueve de nuestros mejores barcos –ya sabe qué hacer con los enemigos sobrevivientes.

-no pierda cuidado, los trataremos bien y para el medio día conseguiremos algo.

 

La noche comenzaba a acabar y los primeros claros del día comenzaban a vislumbrarse. Habíamos ganado, pero me dolía el cuerpo y necesitaba quitarme la armadura. Mis doncellas no estaban aquí para ayudarme, no era el lugar indicado para ellas y eso me estaba irritando mucho, necesito un maldito baño. No quería utilizar a los hombres, pero no me quedó opción, movilicé a los que estaban más descansados para que me consiguieran cubos de agua que pedí llevaran a la habitación que me asignaron en el cuartel de esa ciudad. Después fue mi escudero quien me quitó la armadura y se retiró, con la orden de limpiarla y dejarla reluciente. A solas tuve que quitarme el resto de las prendas y asearme con agua fría, no era de mi agrado, pero era mucho mejor a permanecer con el sudor y la sangre. Al final, cuando terminé de vestirme me arrojé a la cama, pero me dolía tanto el cuerpo que no podía dormir. Volví a llamar a mi escudero y le dije que consiguiera el licor más fuerte que hubiese en la ciudad, tardo un largo rato, pero volvió con una botella y una copa. Miré la botella con curiosidad y escepticismo, incluso cuando me sirvió una copa miré el líquido con desdén, sin embargo, solo necesite dos copas de ese licor para sentir el estado de embriaguez.

 

-recuérdame felicitarte por conseguir esta cosa… -le dije, con pies y manos extendidos por la cama.

 

Bebí un par de copas más y olvidé que rayos estaba diciendo, la habitación flotaba y mis ojos pesaban. Cuando desperté me sobresalte al instante ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿habían cesado los ataques? ¿habían apagado el fuego en los muelles? ¿Cuál era el estado de la ciudad capital? ¿Qué información habían obtenido? Me levanté súbitamente y sentí un mareo que me regresó a la cama, estaba potente ese licor, no olvidaría traerme unas cuantas botellas.

 

Después de unos cuantos minutos el mareo pasó y salí de mi habitación, llamando a mi escudero y a Sir Kanzaki, Sir Takeda o quien rayos estuviera cerca. Por fortuna no había ocurrido ningún ataque, la capital estaba tranquila, el fuego había sido extinguido y los prisioneros habían hablado.

 

-la mayoría no sabe de ningún otro ataque, algunos piensan que volverá a haber otro esta misma noche, pero son solo conjeturas, por lo menos conseguimos el número de naves, son cincuenta y siete en total, con órdenes de atacar los puertos cercanos a la ciudad capital, así que seguro intentaran atacar el puerto Este otra vez –fue Sir Takeda quien me reportó las noticias, Sir Kanzaki había ido a descansar un poco.

-sí, supongo que sí, el puerto Este es el que está más cerca del palacio, pero ya lo han intentado una vez… -era, ciertamente, un poco complicado defender varios frentes a la vez, por eso había creado divisiones que defendieran los principales puertos, el problema era que no sabía con qué potencia atacarían, ya que, al parecer, estaban rondando en nuestros alrededores… por eso… -al parecer he cometido un error… -entonces Sir Takeda me miró desconcertado.

- ¿en qué aspecto? –aún estaba pensando las cosas, pero la verdad es que habíamos obtenido muy poca información.

-los informes decían que estaban aumentando sus fuerzas, creí que sería un ejército enfocado en el ataque terrestre, como la vez pasada, y quizá eso intentaron al inicio, pero ahora que han visto que somos fuertes en tierra se concentrarán en los ataques marítimos, no tuvimos información sobre qué tantos barcos eran y que tan fuertes eran en ese aspecto, pero no es excusa, he fallado… me confié en como ya sabía que atacaban…

-un error lo comete cualquiera –me dijo, quizá tratando de ser amable.

-no para alguien en mi posición –inhalé profundo y exhalé, mis cejas estaban fruncidas por completo, estaba molesta conmigo misma –de manera que debemos mandar a llamar a nuestros barcos y enfrentarlos en el mar.

 

Si bien quería movilizarme lo más pronto posible, tuve que permanecer en el puerto Sur por un considerable tiempo, no podía moverme imprudentemente. Durante mi estadía tuve que dedicarme a enviar instrucciones, tuve que enviar mensajes a todos los puertos para saber por dónde se habían visto naves enemigas, después, esperar respuesta. Esencialmente se les había visto en zonas Sur, nada en el Norte, así que mandé a llamar a todas las naves para que se reunieran en el puerto Sur, mandé instrucciones precisas, no quería que todas regresaran al mismo tiempo, eso podría ser peligroso al estar separadas, así que pedí que se fueran reuniendo al tiempo en que iban recorriendo la costa. Lo interesante es que mientras llegaban al puerto Sur, se habían dejado de ver naves enemigas.

 

-algo están planeando, no creo que se hayan retirado –esta vez era Sir Yuuichi. Yo asentí a su comentario.

-estoy de acuerdo, es posible que se hayan dado cuenta del repliegue y quieran atacar por el Norte, pero a estas alturas solo queda esperar, no puedo mover las naves de un lado a otro, si atacan por el Norte, las divisiones que están ahí deberán resistir hasta que lleguemos.

 

Pero el ataque Norte que pude sospechar no ocurrió, dos días después de que llegaron todas nuestras naves, un total de veinticuatro elementos, la flota enemiga atacó un pequeño puerto en el Suroeste que quedó desprotegido. El enemigo había aprovechado bien, pero se veía venir que atacarían en algún lugar, solo era cuestión de tiempo… y ahora ¿Qué?

 

Al instante de enterarme del ataque tuve el impulso de mandar refuerzos, seguro la gente que vivía en ese pequeño puerto y los alrededores estaría siendo atacada, pero por otra parte… tenemos inferioridad naval, así que debemos compensarlo con las fuerzas terrestres, de manera que no podía enviar primero a los barcos, si quería ganar esta guerra debía desgastar al ejército enemigo en tierra y luego enviar a las naves para que remataran a todos los que buscaran escapar en sus barcos. Por lo tanto, había que sacrificar al puerto Suroeste, necesitaba que entraran en tierra, que abandonaran sus barcos para así poder golpearlos con todas mis fuerzas. No me gustaba tener que perder, de hecho, no me gustaba perder ni una pizca de territorio, pero era necesario.

 

-no acudiremos a ayudar al puerto –enseguida mis tres zoquetes se levantaron molestos, yo exhalé, molesta también –pero si alguien pregunta diremos que fuimos a defender a todos esos pueblos y que cuando llegamos era tarde, no quedaba nadie vivo… -mis tres granujas estaban tomando aire para replicar, pero con el objetivo de evadir sus alegatos continué hablando -no queda de otra más que dejar que entren y se sientan confiados, en el mar no somos fuertes, si no hubieran quemado las nueve naves que teníamos aquí, tendríamos un poco más de probabilidades, pero nos sacan poco más del doble de naves… -mis tres zoquetes ahora volvieron a sentarse, con rostros apesadumbrados y con las cejas fruncidas –por eso permitiré que entren por el puerto Suroeste, pero quiero que llamen inmediatamente a la división siete y doce, dejaré que se confíen por unos días, eso dará tiempo suficiente para que los rodeen por el Norte y el Oeste, mientras la ocho, nueve y la diez nos moveremos por la costa, después, si las cosas salen bien, podremos cerrarles el paso a su huida con nuestras veinticuatro naves –finalmente todos asentimos con la cabeza, era lo mejor que se podía hacer –tenemos que organizar bien a las divisiones siete y doce para que los rodeemos al mismo tiempo, Sir Kanzaki, encárguese de eso.

 

Dar órdenes y hacer planes era sencillo, lo complicado era realizarlas. En los próximos días estuvimos coordinando los movimientos de las divisiones, recibiendo informes sobre los exploradores de las divisiones siete y doce, ya que esas divisiones debían llegar un poco antes, ellas servirían de señuelo para hacer que el enemigo se adentrara a tierra firme, tenían que entrar lo suficiente como para alejarlos bastante de sus barcos y luego cerrarles el paso. Fue complicado y tedioso, pero finalmente, después de días y días de organización, llegó el momento que había esperado.

 

Tuve suerte de tener subordinados que acataban bien las órdenes y eran precavidos. Las divisiones siete y doce cumplieron con lo esperado, enviaron a varios guerreros a servir de señuelos, los fueron llevando cada vez más al interior, fingiendo que huían, solo para hacer entrar al ejército enemigo a una trampa mucho más grande. Por desgracia, el puerto Suroeste fue destruido por completo junto con su gente, los informes no mencionaban sobrevivientes, tristemente así era mejor, porque así nadie hablaría de como los abandonamos, de cómo perdimos en esa región, y también, así nadie sabría de las desgracias y sacrificios que se tuve que hacer.

 

Cuando llegó el último informe de que el ejército enemigo se había adentrado en las campiñas centrales en dirección a los altiplanos, supe que era el momento de movilizarnos, en seguida mandé a mis tres zoquetes a movilizar a las divisiones ocho, nueve y diez. Era ya el momento de partir a la batalla definitiva. Tuve muy poco tiempo para recoger los papeles y mi pobre escudero aún menos tiempo de preparar mi armadura. Sin embargo, mis tres dependientes levantaron a las tropas más rápido de lo que imaginé y pronto, las tres divisiones estaban ya en marcha, conmigo a la cabeza.

 

Mandé varios exploradores a monitorear los alrededores, a asegurarme de que nos movíamos por completo en secreto. Cada que regresaba un explorador a informarme de que no había soldados ni un poco cerca me sentía aliviada. Tardamos casi un día y medio en llegar a las campiñas por donde había pasado el ejército enemigo. Inmediatamente mandé informantes para que cerraran la trampa. Al instante de que las divisiones tomaron su verdadera posición, el ejército enemigo comenzó a inquietarse, sin embargo, sabía que estaba rodeado, así que solo le quedaba esperar. Era la calma antes de la tormenta, o más bien, la calma que precede a la matanza. Ambos, el enemigo y yo sabíamos lo que pasaría, solo era cuestión de tiempo, los dos estaríamos alerta a cualquier movimiento. Es como estar receloso de cualquier movimiento imprudente del otro, solo esperas para ver quien se mueve primero.

 

-su señoría –era Sir Yuuichi –ya las tres divisiones están en sus puestos, mientras que la siete y la doce solo esperan sus órdenes, no podrán escapar –yo asentí en silencio.

-mañana a primera hora –le dije, comenzaba el atardecer, no era conveniente iniciar una batalla de noche.

- ¿y si nos atacan en la oscuridad?

-es obvio que estaremos preparados, Sir Yuuichi.

-sí, su señoría.

 

Me retiré a una pequeña tienda que habían colocado para mí, di instrucciones de mantener a algunos guardias vigilando, pero probablemente no haría un movimiento imprudente el ejército enemigo… aunque tampoco eso se puede saber.

 

Como quiera que fuera, la batalla definitiva estaba ya muy cerca y… ahora que me ponía a pensar en ello… no tenía una respuesta, pero más importante, me había olvidado escribirle a ella. Había pasado días sin dormir, días y días con la armadura puesta, bebiendo licor para poder descansar, pero no era escusa. Exhalé pesadamente mientras me llevé los dedos a la frente ¿Sería demasiado tarde? Me apresuré al improvisado escritorio donde leía y contestaba informes, tomé un papel en blanco y comencé a escribir, necesitaba una respuesta de ella, necesitaba algo con que ir a luchar, talvez, si tenía suerte, la respuesta pudiera llegar mientras nos desplazábamos al campo de batalla, o quizás no… solo tenía que intentarlo.

 

Comencé explicando un poco las cosas que habían sucedido, más como justificación para mi falta de comunicación; también tuve que mentir sobre los ataques al puerto y sus alrededores, después de todo, las cosas se sabrían tarde o temprano y solo debía haber una versión, sin embargo, eso no era importante, lo que de verdad necesitaba, era su respuesta ¿quería que me quedara con ella, sí o no? Al terminar la carta exhalé pesadamente. Ahí estaba, la pregunta para obtener la tan deseada respuesta… realmente espero que su respuesta sea positiva, pero si no lo era, de igual forma debía aceptarla. Me repasé los dedos por la frente antes de llamar a mi escudero, cuando me sentí tranquila, pude llamarlo y darle la carta.

 

-ve con el mensajero que este más descansado y que salga a toda velocidad, necesito que se la lleve a Shizuru en mi castillo y que espere una respuesta, ve, rápido.

-sí, su señoría –el muchacho salió presuroso y yo me senté pesadamente en un tronco que tomamos como asiento. Ojalá traiga una buena respuesta, ojalá.

 

Un rato después el chico volvió para decirme que el mensajero ya había partido a toda velocidad. Volví a pasarme los dedos por la frente, si lo pensaba bien, yo tardaría mucho menos en ir y regresar hasta mi castillo, incluso podría verla una vez más antes de la batalla… el punto era que no se sabía qué podía pasar en cualquier momento, si bien tenía a tres granujas que podían hacerse cargo, yo soy quien lidera este ejército, no puedo ausentarme ni por un momento, ese es el precio de tener tanto poder. Suspiré pesadamente y fui a tumbarme a un catre en la tienda que me habían montado. Me sentía indecisa, pesarosa, cansada… quería ser positiva y me decía que las cosas iban a salir bien, pero había algo que no se sentía bien. No sabía que era, solo había algo. Quizá fuera la ansiedad, la angustia, el estrés… quizá.

 

Volví a llamar a mi escudero y le solicité una copa de licor. Al servirme lucía un poco preocupado, entonces sucedió uno de esos momentos donde ves claramente que una persona está pasando por una circunstancia difícil y te enfrentas directamente al dilema de: ¿me entrometo o no? Por un lado, es mi escudero, siempre deberá serme fie. Así que construir una buena relación entre los dos es algo bueno, pero por otra parte… no me importa. En ese momento no me importaba nadie más, tenía suficientes cosas de que ocuparme como para preocuparme por un mocoso imberbe. Tomé la decisión de que si él no decía algo yo no indagaría, no necesito una carga más.

 

Bebí toda la copa de un solo trago y luego extendí el brazo para que la llenara. Bebí tres copas más en silencio, luego lo mandé a descansar. Me acosté en el maltrecho lugar que me habían colocado y cerré los ojos, mi cuerpo estaba adolorido, pesado y aun así estaba muy consiente, aun después de tomar media botella de ese licor fuerte que me había conseguido Takumi. Di una vuelta, luego di otra vuelta, me tapé, me destapé, nada me sentaba, estuve bastante despierta e incómoda hasta que llegó un momento donde comencé a sentir que podría dormir, por desgracia, fue casi al mismo tiempo en que comencé a escuchar ruido de armaduras en movimiento. Abrí los ojos sin rastro de sueño, por imposible que me parezca, y me senté en el catre. Exhalé con cansancio, sin duda había sido una noche infructuosa.

 

La gente comenzó a movilizarse cada vez más, ansiosos por darle fin a este conflicto. Yo también estaba deseosa de acabar con todo esto. Llamé, una vez más, a mi escudero para que me ayudara a colocarme la armadura. Con solo él como ayudante, la colocación era mucho más tardada, así que, al cabo de una hora, pude por fin colocarme el casco y salir de la tienda. No paso demasiado para que Sir Kanzaki, Sir Takeda y Sir Yuuichi se presentaran con informes de cada división, todo listo para comenzar el ataque en cuanto yo lo ordenara. Asentí en silencio. Miré el cielo, había un sol que estaba oculto por las nubes, pero aun así lograba ver su posición, era temprano, aún quedaban unas cuatro o cinco horas para el medio día, y aun no llegaba la respuesta… probablemente no llegue a tiempo, me dije. No podía retrasar más el ataque, era necesario actuar ya, la gente estaba impaciente, tanto la mía como la del enemigo, pronto estallaría la batalla.

 

-llamen a todos a sus filas –le dije a mis tres tunantes –manden mensajes a las divisiones siete y doce para que tomen posición y comiencen el ataque al escuchar las trompetas.

 

Los tres salieron presurosos, pronto todo el campamento se volvió un ir y venir, pero al cabo de diez minutos todos estuvieron en sus lugares, formando filas y filas de valientes guerreros. Cuando estuvieron correcta y perfectamente formados, Sir Takeda y los otros dos llegaron a avisarme, entonces mi escudero me acercó el caballo y monté al animal. Comencé un trote ligero para llegar hasta el frente de la formación, esto mientras decía en voz baja los hechizos necesarios para la batalla. Pronto llegué al frente con mis tres zoquetes siguiéndome de cerca, frente a nosotros, a una distancia considerable, estaba el ejército enemigo que nos esperaba ya con espadas y escudos en alto. Mi corazón dio un latido fuerte y respiré profundo, era ya el momento.

 

-Sir Kanzaki… -lo volteé a ver, a punto de ordenarle sonar las trompetas, pero detrás de él se notaba movimiento fuera de lugar, así que me moví para ver detrás de él, los tres, extrañados, se hicieron a un lado, girando con curiosidad; entonces vi que un mensajero se aproximaba, venía a toda velocidad con el caballo casi desbocado, sin embargo, pudo detenerlo para que no chocara con nosotros, luego bajó del animal y me extendió una carta. Cuando miré el sello volví a sentir un latido fuerte y un vértigo en el estómago. Asentí sin mirar al mensajero, pues mis ojos solo miraban la carta. Era al fin la respuesta a mi pregunta, había llegado justo a tiempo.

 

Respiré lentamente mientras despegué el sello. Al extender el papel me encontré con unas pocas líneas así que fue fácil y rápido de leer, y comprender. Ella decía que volviera. El resto de palabras implicaban más cosas, pero lo más importante es que ella quería que yo volviera, me quería con ella, me quería para el resto de nuestra vida, estaba lo suficientemente segura como para afrontar una vida juntas, lo he logrado. Sonreí, por supuesto. Luego volví a leer la carta, no era directa, pero insinuaba que estaba enamorada de mí y que había cosas que quería decirme. Pude haber llorado ahí mismo de felicidad y estrés, pero me limite a sonreír en silencio bajo mi caso mientras apreciaba los finos trazos de su caligrafía. Nunca había visto su letra, pero justo ahora era un momento magnifico para admirarla.

 

-su señoría –dijo Sir Yuuichi, trayéndome al mundo presente - ¿todo bien?

-perfectamente –le contesté, doblé la carta y la guardé dentro de mi armadura –que toquen las trompetas, es hora de sacar de nuestro reino a esta basura extranjera.

- ¡sí, su señoría! –respondieron los tres.

 

Después de ese momento las cosas comenzaron a acelerarse. Se tocaron las trompetas dos veces para comenzar el ataque con flechas, fueron dos olas de flechas hasta que el enemigo comenzó a aproximarse a nosotros, entonces desenvainé la espada y di la orden de que la infantería comenzara el ataque. Al inicio el ejército comenzó a avanzar manteniendo la formación, pero una vez que coalicionaron ambos ejércitos, la formación se perdió. Yo, que formaba parte de la caballería, no me moví, no lo haría hasta que fuera necesario, necesitaba mantener una posición que me permitiera dirigir a la gente, por ahora no podía arrojarme a la batalla, además, por lo que se notaba, no duraría demasiado, cuando mucho una media hora.

 

Mis tres zoquetes y yo mirábamos desde una distancia prudencial, en alguna ocasión algún soldado enemigo se aproximaba a nosotros, pero era despachado inmediatamente. El ataque iba tan bien que supuse que nadie de la caballería tendría que mover un dedo, la infantería y las falanges se encargarían de todo, o al menos eso fue lo que pensé hasta que a nuestras espaldas, sin pleno aviso y con unos gritos infernales, se aproximó un ejército enemigo ¿Cómo era posible?

 

Inmediatamente nos giramos, algunos tuvieron que bajar de los caballos porque el ejercito que nos rodeaba iba a pie, por lo que atacarían al caballo antes de que los detuviéramos. La primera línea fue a enfrentarlos, después la segunda. Miré a lo lejos, había un pequeño sequito de entre los que se notaba el líder del ejercito enemigo. ¿Era una trampa? ¿Habían avanzado premeditadamente? Definitivamente no, porque no tenían forma de saber mis planes, simplemente el general enemigo había sido precavido. Eso era admirable, pero era nefasto para mí.

 

-bien torpes –les dije a los tres que me rodeaban, enseguida sentí sus miradas con molestia -es el momento de destrozar esos estúpidos asnos.

-sí, su señoría –dijo Sir Takeda, los otros dos se quedaron callados.

-capturen al general, quiero tener una plática con él.

 

Cada quien salió por su lado a cortar cuellos y agujerear cuerpos, por mi parte al principio los contaba, pero después de un tiempo deja de ser importante a cuantos has eliminado, ya solo cuenta que el sujeto que está enfrente caiga y no se levante para continuar con el siguiente. De esa forma continúe con todo sujeto que tuviera enfrente hasta que dejó de haber enemigos a mi alrededor, giré a mi alrededor, encontrándome una vez más al ejército enemigo agonizando en el suelo, mientras a lo lejos algunos de mis guerreros aún lidiaban con uno que otro soldado enemigo. Exhalé con cansancio y volteé a ver el lugar donde había comenzado la batalla, en ese lugar ya no había enemigos de pie, al contrario, mis soldados remataban a los enemigos que estaban desperdigados en el suelo y levantaban a los heridos. Habíamos ganado, sin lugar a dudas.

 

Volteé a buscar a mis tres torpes comandantes, dos estaban sentados en el suelo y a lo lejos Sir Takeda discutía algo con un soldado. Decidí entonces sentarme en el suelo mientras miraba la discusión ajena, yo también quería tomarme un momento para descansar, no tenía demasiado cansancio, pero me apetecía, ese fue mi error. No me di cuenta de que estaba demasiado cerca de los árboles y tampoco pude percibir que entre los árboles había enemigos escondidos. Había utilizado hechizos de destreza, resistencia, fuerza, agilidad y velocidad, pero no había incrementado mi percepción, así que fui completamente ignorante de que hubiera alguien entre esos árboles. No me enteré de nada hasta que sentí como algo se me incrusto por la espalda, fue un dolor punzante, pero realmente no sabía que estaba pasando hasta que por el frente de mi armadura emergió la punta de una espada.

 

Capítulo 16.

 

La visión era impactante, estaba conmocionada y solo sentí que algo se derramó en mi pecho, algo caliente, mi corazón dio latidos fuertes y lentos, pero la sorpresa e incredulidad me inundaban ¿Qué era…? ¿Cómo era posible…? ¿Quién…? Pronto oí los gritos de mis tres zoquetes, pero mi atacante no perdió el tiempo; por increíble que me pareciera, me tomo de un brazo y me cargó sobre uno de mis costados en su hombro, eso mientras yo tenía una sensación de adormecimiento en el pecho. No terminaba de creer ni comprender la situación cuando el atacante comenzó a correr conmigo en dirección al bosque, dejando atrás rápidamente a mis tres tupidos asnos. Mi atacante corría conmigo a cuestas, la espada aún me atravesaba, pero yo no sentía nada, solo sentía que no podía moverme.

 

-rápido, disparen –dijo el sujeto, rebasando árboles en los que había arqueros escondidos, al dar la orden comenzaron a disparar flechas para detener a mis estúpidos comandantes. Me tocó ver solo como una pequeña parte salía de su escondite y disparaba antes de que los sobrepasáramos, y justo cuando los dejábamos atrás salía el resto para lanzar flechas sin moderación; después de un considerable tiempo dejamos atrás a los arqueros y el sujeto seguía llevándome a cuestas ¿Por qué? Solo había una explicación, más adelante se vengaría de mí o me llevaba como trofeo, o, si le había ido muy mal, que era su caso, entregarme a su superior compensaría su derrota. Llevé mis ojos a la espada que sobresalía de mi pecho, si tenía suerte, moriría antes de que me sometieran a un interrogatorio.

 

Tenía que admitirlo, el sujeto era muy fuerte, cargó conmigo y mi pesada armadura hasta salir del bosque, siguió cargando conmigo hasta encontrar un caballo, subirme y salir a todo galope. Éramos solo él y yo, no había más enemigos o aliados, todos los demás se habían quedado a pelear, así que él debía ser el general, o al menos, esa fue mi conclusión. Cabalgamos por un considerable tiempo hasta que llegamos a un rio, del que conforme avanzábamos se iba haciendo cada vez más amplio, al seguir por ese rio se llegaba a una desembocadura que llevaba directamente a un pequeño golfo donde estaban un par de barcos estacionados. Al vernos llegar, los tripulantes ayudaron a mi captor y nos subieron a ambos.

 

¿Quién lo diría? Yo había sido la secuestradora de mi esposa y ahora era la captiva de esas estúpidas escorias extranjeras.

 

Una vez en la cubierta, mientras aún me llevaban a cuestas, intenté mover mis manos para tocar la espada que aún me atravesaba, pero no funcionó. Algo no tenía lógica, algo no estaba bien. Sentí que pude mover los dedos, pero eso no fue suficiente como para poder mover el brazo, estaba paralizada. Al principio pensé que era por la sorpresa, pero ahora no comprendía y tampoco me explicaba que aún siguiera viva. Hay muchas cosas que son incomprensibles en la vida, pero estoy segura de que definitivamente, cuando una espada atraviesa un cuerpo no hay otra consecuencia más que la muerte, y que aún estuviera respirando era más que insólito. Aunque había una posibilidad, quizás la espada que seguía atravesándome evitaba que me desangrara ¿sería por eso que aún seguía viva? Quizás sí, pero no terminaba de sonar coherente, un corte de esta profundidad hará que me desangre, con espada o no y, ahí había otro detalle, no veía una gota sangre, sentía algo frio en la zona, como si fuera la sangre que se enfriaba, pero eso no quería decir que hubiera sangre, solo se sentía de esa forma.

 

Cuando mi captor terminó de subir y llegó a la cubierta del barco, me dejó sentada en el suelo, así que pronto la tripulación comenzó a rodearme y murmurar entre ellos. Subí los ojos a ver al sujeto que me había raptado, me miraba curioso y en silencio, quise hablar, quise preguntar, pero mi boca no se movía, no me quedó de otra más que mirarlo a los ojos directamente, sí, quería amedrentarlo o provocar algo en él, pero eso no sucedió, me sostuvó la mirada, pero curiosamente no era una mirada desafiante, más bien parecía… ¿sorprendido? Solo en ese momento me di cuenta de que ya no traía mi casco, quizá ese era el motivo de su sorpresa.

 

- ¿cree que resista? –alcance a oír que alguien le decía al hombre, entonces se rompió la conexión visual que manteníamos.

-sí, definitivamente lo hará –respondió él y se giró a buscar algo en los alrededores –larguémonos de una vez de aquí, nadie regresara.

- ¿está seguro? Podría haber sobrevivientes.

-cállate y da la vuelta, necesito ir a la nave insignia cuanto antes.

 

Definitivamente era el general del ejército, podía jurarlo. Decía que resistiría ¿pero a qué? ¿a la tortura? ¿a los golpes? ¿a un interrogatorio? No podía ser nada bueno. Una vez más intenté hablar, quería que me quitaran la espada, tal vez así podría desangrarme y morir, si eso ocurría tendría suerte y no podrían torturarme para obtener información, pero por cómo veía las cosas, ese general es bastante listo y no planea dejarme morir, en cualquier otra situación, sobrevivir es bueno, pero aquí ¿a costo de qué?

 

Aunque, después de todo, no pude pedir que me quitaran la espada, no pude articular palabra alguna, seguía con el cuerpo paralizado. El general enemigo, después de dar la orden no se fue a ningún otro lado, se quedó frente a mí, mirándome fijamente, tenía un rostro serio, pero entre más lo veía, más lograba notar una, casi imperceptible sonrisa, apenas un leve movimiento en las comisuras de su boca en combinación con la expresión de sus cejas parcialmente levantadas, me decía que estaba ¿sorprendido y feliz? La tripulación comenzó a moverse, poniéndose en camino, ignorándome por completo y contribuyendo a sus labores. Era obvio que nadie abogaría por mí, yo era igual a ese general, pero en el bando enemigo, era la persona a quien más odiarían, porque yo era quien daba las órdenes y la responsable de su derrota.

 

Aún estaba por completo en el suelo, pero ese pensamiento me permitió relajarme un poco, el saber que al menos yo gané, así que cerré los ojos y respiré lentamente. Ya no podía verlo, pero seguramente el general enemigo me estuviera vigilando. Bueno, lo que sea que me pase, al menos tengo el consuelo de que gané la batalla, quizás no la guerra, pero al menos si este intento de invasión. Claro que aún podía suceder algo, quizá, si tenía suficiente suerte, los barcos que había dispuesto para cerrar el camino pudieran interceptar esta nave y evitar que llegue a donde estaba el resto de sus naves, si sucedía eso tendría la oportunidad de morir dignamente sin ser sometida a una tortura.

 

Me mantuve con ese pensamiento, era una esperanza a la que me estaba aferrando, a la que me aferré por largas horas en las que realmente, esperaba que en cualquier momento gritaran que se aproximaban barcos enemigos, a cada hora, a cada momento me decía, pronto lo dirán, pronto. Pero el sol del mediodía dio paso al sol vespertino y lamentablemente, el único aviso que dio el vigía en el palo mayor, es que la nave insignia se acercaba. Ahí se fueron todas mis esperanzas.

 

Tardó un rato hasta que la nave insignia se emparejó con la que me llevaba, solo entonces se colocaron unas tablas y dos marineros me cargaron de los brazos para trasladarme a la otra nave, estando ahí, me dejaron junto al palo mayor, apoyada en mi hombro izquierdo, librando la espada que aún me atravesaba. Lo que me hacía preguntarme una vez más ¿Cómo aún seguía viva? Han pasado horas y no he visto la sangre correr… seria acaso ¿hechicería? No encontraba otra explicación, podía ser posible que mi hechizo de resistencia fuera más potente de lo que alguna vez imaginé o… que la espada que me atravesaba tuviera algún hechizo, eso no era del todo descabellado.

 

Pronto, el general enemigo cruzó del otro barco al que me habían llevado, la tripulación de este nuevo barco también me miró con curiosidad, entonces noté como uno de los que me miraban de lejos fue a hablarle al general enemigo. Ambos discutían algo por lo bajo mientras me veían. En mi mente, la lógica me decía que estarían planeando como interrogarme, pero también me hacían pensar que, si habían utilizado hechicería en mí, entonces la situación podría pintar peor.

 

Comencé a sentir más angustia que miedo después de un rato, cuando el subalterno del general y este último se acercaron a mí, uno llevaba una copa en las manos. Al principio no me pareció demasiado extraño, pero me alarmé cuando el general enemigo se aproximó a mí, me tomó por la mandíbula y me abrió la boca, entonces el otro mequetrefe vertió en mi boca lo que había en la copa, hubiera querido no tragar, pero aún me sentía paralizada, así que, para no ahogarme, lo mejor fue dejar que el líquido pasara por mi garganta. En ese momento no fui lógica, pero después razoné que lo que me habían dado no podía ser veneno. No imaginé que pudiera ser hasta que sentí por detrás como me retiraron la espada que me atravesaba el cuerpo, enseguida esperé sentir la sangre, ya podía imaginar el charco que se haría y tal vez mis viseras inundando la armadura, sin embargo, eso no ocurrió. La armadura quedo agujereada, pero no hubo sangre y la parálisis se acabó, así que, con toda seguridad, habían utilizado una opción para sanarme.

 

Me llevé una mano ahí por donde había sobresalido el extremo de la espada, pasé un dedo por el agujero y al volverlo a ver de cerca no había sangre, estaba perfectamente limpio. Inmediatamente quise preguntar por qué, pero me retuve. Estaba ante el enemigo, no iba a hablar con mis enemigos ni aunque me hubiesen salvado, no iba a soltarles ninguna información, aunque me sanaran o me torturaran de nueva cuenta, de modo que apoyé la cabeza en el palo mayor y seguí guardando silencio, aun a pesar de tener al general enemigo frente a mí con su subalterno y toda su tripulación.

 

Y, por curioso y extraño que fuera, el general enemigo no me habló ni me preguntó nada, al ver que seguía con vida después de retirarme la espada se giró a dar órdenes de retirada. Lo sabía, me llevaría como disculpa por su fracaso, entonces me torturarían hasta la muerte o me asesinarían en una exhibición pública en su país, una muerte humillante es lo que me esperaba. Exhalé con cansancio. Tenía que encontrar la forma de escapar, si lograba levantarme y correr, podría saltar por la borda y morir, con el peso de la armadura me hundiría rápidamente, serian solo unos minutos de sufrimiento mientras me quedaba sin aire. Desafortunadamente, el general enemigo designo a un par de guardias que me ataron con unas cadenas al palo mayor, me vigilo primero uno y luego el otro sujeto, alternándose toda la noche y durante los siguientes días, así que no tuve forma ni modo de escapar en ningún momento, lo peor es que me dejaron ahí, en la cubierta para que pudiera verme el general, apartándome solo unos minutos cada cierto tiempo para llevarme a hacer mis necesidades en una pequeña habitación cerca de la cubierta.

 

El viaje duró algunos días y no se me hizo el milagro de escapar, aunque constantemente pensaba en realizar un hechizo de fuerza y saltar por la borda, pero también consideraba a todos los marineros que se interpondrían en mi camino y que la muerte iba a ser muy tormentosa, así que de cierta forma, eso mermaba mis ganas de suicidarme, después de todo, aun a pesar de todo lo terrible y desfavorecedora que era esta situación, no quería morir, aun quería vivir y regresar, aún tenía algo de esperanza, una loca esperanza…

 

Pronto volví a pensar en escapar cuando el barco atracó en unos muelles, desconocidos para mí, probablemente habíamos llegado ya al reino enemigo. Una vez que llegamos a territorio enemigo, toda la tripulación se preparó para abandonar el barco, aunque todo eso quedó atrás cuando el general salió y ordenó a los dos guardias que me custodiaban, que me llevaran con él. Ambos sujetos me tomaron de los brazos y me bajaron el barco, me hicieron caminar hasta llegar a un carruaje, el general enemigo planeaba cargar conmigo en ese carruaje, pero al acercarse más a mi arrugó la nariz, seguramente yo apestaba.

 

-tomen otro carruaje y no le quiten un ojo de encima –supongo que el olor era muy fuerte, pero no era mi culpa, yo nunca quise que me secuestraran y pasar días sin lavarme ¿o sí? Los escoltas respondieron que sí y tomaron otro carruaje para llevarme. Sentí que esta era una buena oportunidad para escapar, pero también tenía curiosidad. Había algo en el general y en el ambiente que le rodeaba que me causaba curiosidad, ¿Por qué nunca me había hablado? ¿Por qué nunca me había preguntado nada? ¿Por qué solo me miraba? ¿Por qué me había sanado? ¿Por qué me trataba con cierto nivel de dignidad? Si iba con ellos tarde o temprano descubriría la verdad, pero perdería mi oportunidad de escapar, aunque valorando también mi condición, me encontraba en territorio enemigo, rodeada de muchos soldados enemigos ¿Qué pasaría si lograba escapar? Tendría que deshacerme de la armadura, mezclarme con la multitud y huir, robar dinero hasta que juntara lo suficiente como para poder huir del país, entonces, aunque me tomara tiempo, podría regresar con Shizuru. Una vez que subió el segundo guardia al carruaje, este comenzó a avanzar, entonces lo decidí, al carajo con la curiosidad, tengo prioridades, iba a escapar.

 

Lo primero que haría sería recitar un potente hechizo de fuerza, rompería las cadenas y mataría a los guardias, después seguiría con el cochero, robaría el caballo y me largaría a algún despoblado. Lo malo del asunto es que no sabía hacia donde iba, si nos mantendríamos en esta ciudad o saldríamos de ella, si salíamos tendría una mejor oportunidad, quizá debía esperar a que llegáramos a una parte menos poblada, entonces miré por la ventana, pero en lugar de alejarnos o que las casas disminuyeran o se hicieran cada vez más espaciadas, el carruaje pasaba frente a casas cada vez más ostentosas. Eso me dio una señal, no estábamos saliendo o yendo a un cuartel, íbamos al interior de la ciudad, mi corazón latió fuertemente, eso no podía ser bueno ni ventajoso. Quizá debía hacerlo ahora o no tendría oportunidad de escapar. Miré a mis custodios, ninguno me quitaba los ojos de encima, pero susurraría el hechizo tan bajo que solo verían el movimiento de mis labios sin oír mis palabras. Los miré, alternando la mirada entre uno y otro, entonces comencé el hechizo, hice apenas unos movimientos muy breves con los labios, pero uno de ellos se levantó y me colocó con fuerza la mano enfundada en hierro sobre la boca.

 

Al instante me sorprendí. No parecían molestos, pero definitivamente no me iban a permitir ni siquiera mover la boca. Esto no está bien. ¿Será posible que sepan que puedo hacer hechizos? Es imposible. Sin embargo, si me cubrían la boca no podía realizar ningún hechizo que me diera fuerza y resistencia, tendría que empujarlo, hacer el hechizo rápidamente, romper las cadenas, matarlos y… el carruaje se detuvo. Se me acabó el tiempo y era lo que menos esperaba.

 

Desde afuera un guardia abrió la puerta del carruaje, ahí en el exterior había más guardias, enseguida intercambie miradas con el individuo que sujetaba mi boca. Negó silenciosamente y luego dejó de taparme la boca, entonces bajamos silenciosamente del carruaje. Ahí afuera no era un cuartel o una casa, era la entrada de un palacio, con grandes y largos escalones cubiertos por una inmensa alfombra roja que estaba flanqueada por guardias cada cinco escalones. Respiré profundo, resignándome a la situación. No tenía espada, tenía a dos custodios muy atentos a mí y muchos guardias a mi alrededor, lo que me esperaba… talvez una ejecución publica desde el palacio.

 

No tuve mucho tiempo para pensar en mi vida, en mis logros o en mis fracasos, ni siquiera en si había hecho las cosas bien en la última batalla, solo podría pensar que al menos había hecho bien las cosas con Shizuru. Dentro de todas las cosas, no me fue tan mal en esta vida me dije, logré comandar el ejército de mi reino, contrajé matrimonio con la mujer que más deseaba, conocí el amor y aunque fue al final, fui correspondida. No había arrepentimientos.

 

Los guardias me instaron a subir los largos escalones hasta llegar a la entrada del palacio, pasamos varias puertas, varios pasillos hasta que llegamos a la entrada de una estancia. Entonces los custodios tocaron la puerta. Yo tenía experiencia en esto, me llevaban a un salón de audiencias, uno pequeño y privado, pero definitivamente era un salón de audiencias y si lo era, cosa de la que estaba muy segura, vería al Rey en persona y eso no lo entendía del todo ¿Por qué me llevarían a ver al rey en un salón privado? Lo normal sería que me presentaran frente a todos los nobles y me sentenciaran a muerte culpándome por la derrota de su ejército, sus pérdidas monetarias, militares, y un largo etcétera, eso en caso de que no decidieran torturarme…

 

- ¡adelante! –dijeron desde el interior, entonces las puertas se abrieron por dentro e ingresé junto a mis custodios, ahí, hasta el fondo, en un trono de tamaño considerable y nada modesto, estaba sentada una chica pelirroja de ojos verdes, no pude ocultar mi sorpresa ¿Qué no el dirigente era un Rey de edad avanzada? –acérquense, su majestad desea verla de cerca –todo esto pintaba muy raro.

 

Mis custodios me llevaron hasta el frente de la mujer, era joven, quizá un poco más joven que yo, pero lo más asombroso era el inusual tono de sus ojos, tan raro y tan curioso. Quizás ella pensaba lo mismo que yo, porque se quedó mirándome por un largo rato con las cejas fruncidas. Yo también la miré, con curiosidad, con seriedad, con detenimiento y luego miré a las otras personas que había en la estancia, no había nadie más que guardias, un vocero y el ya tan conocido general enemigo.

 

-bueno, ahora sí puedo creerlo –dijo ella, apoyándose en su respaldo después de mirarme –así que eres Kuga –dijo ella - ¿Cuál es tu nombre completo? Hay que anotarlo en el árbol familiar –por completo arrugué el rostro y quizá solo me falto decir: ¿Qué? - ¿es que acaso no habla? –le preguntó a su general.

-me aseguré de que no sufriera ningún daño permanente, su majestad –entonces tomé aire.

-no estoy entendiendo que está pasando… creí que me trajeron aquí para ejecutarme.

-nadie va a ejecutarte –dijo la mujer –aún… -vaya, qué consuelo –Kuga, tú me perteneces –al instante me quedé pasmada y con la boca abierta ¿está loca? –hace mucho, mucho tiempo, una de mis tías fue al Reino Este, Fuuka, conocería el país y luego regresaría, pero no volvió, ella se quedó allá… sin embargo, para no entrar en demasiados detalles, cabe mencionar que ella traicionó a la familia y nunca más volvimos a saber de ella, hasta hoy, quizás. Hay rasgos característicos que te señalan como miembro de mi familia, el tono de tu piel, de tus ojos y tu uso de hechicería, normalmente me parecería irreal que pertenezcas a esta noble estirpe, pero hay cosas que lo hacen evidente.

- ¿hechicería? –ese punto era el que más había llamado mi atención.

-hechicería, no finjas que no, dicen que en batalla eres más fuerte que diez hombres, eso no lo logras de la nada –bueno, ella tenía un muy buen punto –la hechicería es algo que solo nuestra familia puede hacer en todo el reino –bueno, sabía que muy pocas personas podían, pero no sabía que tan limitado era el uso de hechicería –por lo tanto, tu perteneces a mi reino, me perteneces y tienes una deuda que pagar –ella está, definitivamente, mal de la cabeza –si me juras lealtad puedes quedarte, te perdonaré la vida y podrás servirme como un miembro más de mi familia.

-hay algo que no entiendo –le dije –tenía entendido que el dirigente actual era el Rey Zhang…

-bueno, era, ahora yo soy la Reina, puedes llamarme Reina Zhang –fruncí las cejas sin comprender –mi padre murió… en un desafortunado accidente, ya estaba muy anciano.

-pero ¿Qué no tenía varios hijos? –sabía que los herederos a la corona eran otros y no esta chica pelirroja.

-sí, ellos también murieron en un desafortunado accidente –bueno, algo me decía que ese desafortunado accidente no tenía nada de accidente, por lo tanto, estaba frente a una mujer muy peligrosa que había asesinado a su familia para heredar el poder.

-lamento mucho su perdida –ella asintió con fingido pesar.

-ahora, quiero tu respuesta Kuga, ¿te unirás a mí, o no? –yo me quedé en silencio, era verdad que había puntos que tenían cierta credibilidad, pero todo parecía muy fantasioso, sin embargo, por otro lado, aquí estaba en juego mi vida y tenía una oportunidad de sobrevivir.

- ¿Qué es lo que quiere de mí, exactamente?

-lealtad, con tu reino de origen y conmigo, olvida todo lo que tenías en ese basurero, yo te daré cinco veces lo que tenías antes.

- ¿a cambio de qué? –porque, aunque se decía ser de mi familia, nadie da nada por nada.

-de tu vida, de que no seas un estorbo en la conquista del Reino Este y contribuyas, solo eso… por ahora.

-majestad –le dijo el general que estaba de pie a su lado –ella está casada, hace poco contrajo nupcias con una familiar de la Reina, todo el Reino Este se enteró, no puede confiar en que ella colaborara.

- ¿es cierto? ¿has contraído matrimonio? –preguntó con molestia –que asco, encima de que tu sangre está contaminada con esa gente inferior, te has involucrado con… ¿con quién dices que contrajo matrimonio? –le preguntó a su general.

-una mujer que es familiar cercana de la reina… -la pelirroja alzo las cejas, sorprendida.

-una mujer… así que eres una rebelde, me agradas –yo no sabía si agradarle era bueno o malo, ya no sabía nada –aunque debo informarte que ese matrimonio no es válido –no le pregunte a que se refería, pero fruncí las cejas –tú perteneces a este reino –aunque siguiendo esa lógica, también pertenecía al otro reino… -y como yo no di mi consentimiento, el matrimonio es invalido, de modo que siéntete libre de escoger a otra candidata a matrimonio, o si lo prefieres, puedes optar por el concubinato, aquí si lo permitimos… -¿me estaba dando una indirecta?

-gracias…

-ahora, necesito tu respuesta –por un momento había olvidado ese detalle… - ¿juras lealtad o prefieres la ejecución? –estuve a punto de optar por “jurar” lealtad, pero mirando con detalle, esta mujer, aunque joven, no era nada estúpida, ella no se limitaría a mi simple palabra, algo debía tener preparado.

- ¿Cómo se asegurará de tener mi lealtad? –ella pronto sonrió con esos labios pintados de carmín.

-con una poción -una poción, ahí estaba el detalle… no sabía que existían ese tipo de cosas, de hecho apenas y conocía algunos hechizos, pero si lo que decía esta mujer era cierto y su familia sabía bien utilizar la hechicería, entonces no era para nada inesperado que pudiera hacer pociones… pensaba en eso cuando inmediatamente se iluminó algo en mi mente, claro, el general había usado una poción conmigo en el barco, por eso estaba ahora en perfectas condiciones, una poción que me había curado, literal, mágicamente, sin embargo, si tenía una poción para serle leal, ¿Por qué no simplemente me obligaban a beberla como habían hecho en el barco?

- ¿y porque simplemente no me obligan a beberla?

-por ser de mi familia tienes cierta resistencia a algunos tipos de hechizos, si yo te forzara a beber este tipo de poción, no funcionara, juras fidelidad o vas directo al cadalso.

-entiendo… -esto podría tener implicaciones mucho más complicadas de las que hubiera esperado. Si aceptaba la poción y juraba lealtad, seguramente regresaría al Reino Este como su enemiga, conquistaríamos el reino y derrocaríamos a la Reina, pero al menos tendría la oportunidad de volver a ver a Shizuru y garantizar su seguridad, a veces, es mejor estar con el diablo que en contra de él –que traigan la poción, la tomaré -desde lo alto y en su trono, la mujer sonrió complacida.

-yo hare personalmente la poción.

 

No pude evitar alzar las cejas, sorprendida, creí que ya tenía la poción y solo tenía que beberla. No sabía de pociones, pero ¿quizás necesitaba ser preparada y consumida inmediatamente? La hechicería podía ser complicada, al menos es lo que solía decir mi madre. Ella sabía muchos más hechizos, pero solo logré aprender algunos, de modo que, en este ámbito, mis conocimientos eran limitados. Pronto ella se puso de pie y bajó por los pequeños escaloncitos que elevaban su trono hasta llegar frente a mí, me miró unos momentos aún con esa pequeña sonrisita y después pasó de largo, alzando una mano, indicando que la siguiera, o quizás, que me llevaran mis custodios con ella, como fuera que sea, tanto mis custodios como el general y yo, seguimos a la mujer al exterior, caminamos por varios pasillos hasta llegar a una habitación donde había una espaciosa mesa con varios libros y materiales, cosas como hojitas, hierbitas, polvitos y palitos, cosillas que nadie tomaría en cuenta. Al llegar ella a la mesa, revisó los materiales uno por uno.

 

- ¿has hecho una poción alguna vez? –miré a mis custodios que se mantenían callados y luego al general, que no hizo ni el intento de abrir la boca, entonces supuse que me hablaba a mí.

-no –bien pude haber mentido, pero me vería más ridícula si mentía y después me pedía hacer alguna cosa que obviamente no sabía hacer –pociones no se hacer alguna.

-entonces tu especialidad son los hechizos –contestó mientas ella ponía unas hojitas en un recipiente.

-solo se hacer algunos hechizos.

-no seas modesta –ella continuaba agregando cosas y yo miraba con curiosidad.

-no soy modesta –ella volvió a verme, noté una breve molestia ¿no le habrá gustado como contesté? Los dirigentes podían ser tan… susceptibles…

-qué bueno que no lo seas, entonces… -realmente no sabía que tenía frente a mi ¿una mujer ególatra? ¿vanidosa? ¿ansiosa de poder? ¿de fama? ¿era perversa? ¿ruin? ¿cruel? ¿maliciosa? ¿sádica? ¿gustaba de la adulación? Si no sabía que tenía enfrente, no sabía que respuestas eran adecuadas o no… -talvez, después, te muestre como hacer alguna poción.

-esperare ansiosamente tal honor –aunque la adulación nunca fallaba.

-sin duda eres más astuta que mis hermanos –dijo ella, con una risita –los estúpidos me subestimaban.

-a riesgo de ofender a los fallecidos, tendría que ser muy estúpida si no reconociera que aquí estoy a su completa disposición –ella volvió a reír.

-es cierto, ellos definitivamente lo eran.

 

Tal parecía, que a esa mujer le gustaba la adulación y el desprecio sobre aquellos que la habían menospreciado. No era una situación que conociera, sin embargo, podía comprenderla. Después de aquello no volvió a hablar, mezcló algunas hiervas y ramitas, las puso en un recipiente con agua, luego pidió fuego y un sirviente llegó corriendo para asistirla, mientras el fuego iba caldeando el agua, ella arrojó algunos polvitos con pequeñas murmuraciones que no alcance a oír. A cualquiera esto le parecería absurdo o imposible, quizás hasta demoniaco, pero yo sabía bien que era muy en serio, por eso mismo estaba dudando. ¿Cuánta de mi libertad iba a perder al tomar esa poción? ¿Qué tal si después me volvía tan leal, que cuando quisiera salvar a Shizuru ella me ordenada no hacerlo y yo le obedecía? Eso traicionaría a mis sentimientos y los juramentos que había hecho… si eso llegaba a suceder ¿Qué sentido tenía beber la poción? ¿Qué sentido tenía continuar con mi vida? A menos que… miré la mesa donde había varios libros, detallé que había un par de ellos abiertos y aunque no podía leer lo que decían, por la forma del texto y las ilustraciones, parecía que explicaba cómo hacer alguna poción, si eso era cierto, posiblemente en este palacio pudiera encontrar información sobre algún hechizo o poción que lograra deshacer la que estaba por beber, es decir, había al menos y de momento, una esperanza.

 

Si bien eso era bueno, volvía la incertidumbre. ¿Qué tal si me vuelvo tan leal que, aunque encuentre una poción o hechizo que me ayude a revertir los efectos de esta poción, decida no tomarla precisamente por ser leal a esta mujer? Estuve a punto de suspirar profundamente, pero me contuve, quizá esto solo es por fuerza de voluntad, quizá las cosas no salgan tan mal, quizá, si me doy cuenta de que definitivamente no puedo contra esta poción, pueda cortarme las venas o beber veneno, a pesar de lo deshonrosa que sería esa muerte, pero peor sería traicionar mi palabra. Cerré los ojos brevemente, solo me queda esa esperanza. Después, volví a mirar lo qué hacia esa mujer, ella revolvía suavemente con un cucharon el contenido del recipiente. Después de un rato, ella pidió a su asistente que sirviera la poción en una taza. Mire como inclinó el recipiente, pronto el líquido amarillo y humeante comenzó a llenar la taza. Al terminar, el sujeto caminó hasta llegar frente a mí y me extendió el brebaje.

 

Miré la taza en las manos del hombre, humeante y de olor penetrante, ciertamente aromático, al menos parecía que no olía tan mal. Respiré profundo y tomé la taza en mis manos, estaba bastante caliente así que soplé un poco. La verdad, perdí tiempo deliberadamente tratando de enfriar el líquido, me tardé tanto que comencé a sentir las miradas de todos sobre mí, presionándome. Pronto llegó el momento en que ya no se sentía tan caliente la taza y debía tomar la poción. Maldita sea esta porquería, me dije mientras me acercaba la taza a los labios, ojalá que esta porquería no funcione. De modo que llegó el momento en que el líquido ingresó a mi boca, lo suficientemente tibio como para no quemarme. Al llegar a mi lengua noté un sabor amargo, pero conforme lo bebía fue perdiendo el sabor desagradable hasta simplemente sentirse como una bebida con un sabor raro, aunque no desagradable. Al terminar de beber le di la taza al ayudante y miré a la mujer, luego al general y los custodios, todos estaban mirándome, expectantes, y yo no sabía que decir o hacer, a decir verdad, no me sentía diferente y estas cosas hacen reacción inmediata, al menos así era con los hechizos.

 

-quítenle las cadenas –dijo la mujer.

- ¿está segura? –dijo el general - ¿realmente ya hizo efecto?

-por supuesto –contestó ella –ahora de verdad pertenece a este reino –entonces se dirigió a su ayudante –que le preparen un baño, ya no soporto el hedor –me sentí ofendida con ese comentario, pero no podía culparla, tenía razón, yo apestaba.

-pero, ella no ha dicho nada aún… -siguió el general, ella alzó una mano.

-ya basta –dijo en un tono que se asomaba su irritación –es una maldita orden.

-si su majestad –dijo el sujeto, mirándome receloso - ¿algo que quieras decir?

-ya era hora de que me traten como una persona, necesito un maldito baño ¿Qué soy? ¿indigente? –enseguida torció la boca, disgustado –su majestad –le dije a la mujer –gracias por la maravillosa oportunidad que me ha conseguido, no soy digna de tal honor, pero quiero agradecer la gracia que me ha otorgado, seguro no hay palabras en este mundo para expresar mi gratitud –ella sonrió más que complacida.

-es lo menos que podía hacer por mi amada súbdita, después de todo, no olvido que perteneces a mi familia, primero debía darte la opción, tenía que ser justa –sí, la estúpida se había tragado el cuento.

-es un honor, un verdadero honor, muchas gracias, ahora, si me lo permite, quiero dejar de ofender a sus exquisitos sentidos con mi horroroso hedor, así que tomaré el baño.

-proceda, proceda –dijo ella, cada vez más satisfecha.

 

No sé lo que había pasado, pero no sentía ni un gramo de lealtad por la mujer. Quizá ella tuviera razón, talvez en verdad soy resistente a los hechizos y no había funcionado la poción, o quizá en verdad era cuestión de tiempo …y eso me asustaba. Pronto, mis custodios me acompañaron fuera de la habitación, dejando atrás a la mujer que me negaba a llamar Reina, por lo menos en mi mente, y a su general. Una vez fuera, nos quedamos a un lado de las puertas, en silencio y sin movernos, yo agradecí ese momento de paz y quietud, me tallé un poco las muñecas donde había traído las cadenas, sin embargo, después de un rato ahí, me pareció que ese par de asnos no sabía que hacer ahora conmigo. No puede ser, me dije, parece que la estupidez se transfiere.

 

Aunque por supuesto, no podía decirles eso, aunque lo merecieran. De modo que traté de ser paciente y no decir nada. Debo admitir que tener paciencia con aquellos imbéciles fue difícil, de hecho, se me estaba acabando la paciencia cuando apareció el anterior ayudante de la mujer llamada Zhang, la cual, hasta ahora desconocía el nombre. Este ayudante llegó para realizar la orden de su reina, orden que implicaba mi aseo.

 

-sígame, por favor –me dijo el hombrecito, así que comencé a caminar tras él, igual que los dos brutos que tenía por custodios –a donde vamos ustedes no son necesarios –les dijo, luego de dar un par de pasos. Obviamente, no pude evitar sonreír.

-adiós –les dije, intentando no burlarme demasiado. Sé que estoy en desventaja, pero no podía evitarlo.

 

Una vez que los dejamos atrás, seguí al hombrecito por los largos pasillos del palacio. Debía aceptarlo, era una construcción exquisita, espaciosa y de hermosos detalles, asquerosamente lujosos, bordes y cincelados, caros y difíciles de lograr. Ciertamente el Reino Oeste era bastante rico, tenía un vasto ejército, muchas naves y una buena extensión de territorio ¿estaría a la par del nuestro? Mirando el castillo no podía saberlo, los hombres que solía mandar a obtener información no hacían mención de cómo era este reino, en realidad, sabia poco de sus condiciones económicas y eso, ahora que lo notaba, era malo… bueno, lo que puedo hacer, es investigar y solucionar esa falta de información.

 

-milady –dijo el hombrecito y lo miré con los ojos bien abiertos, hacía años que nadie usaba esa expresión conmigo –ya se ha dispuesto todo para que tome un delicioso aseo, dentro hay doncellas que le ayudaran con la tarea, además se ha provisto de un lindo vestido, más tarde volveré a buscarla para asignarle una habitación… -ah sí, deje de escuchar cuando dijo vestido ¿se refería a un cambio de ropa o a un, vestido, vestido? - …de modo que espero se sienta cómoda.

-sí, gracias… -dije, pero pronto me sentí contrariada.

 

Tomé el pomo de la puerta e ingresé, ahí dentro había seis doncellas, un poco menos de lo que estaba acostumbrada, pero podía adaptarme, entonces recorrí la habitación con la mirada, buscando la muda de ropa, por suerte la halle, di unos pasos y sin tocar nada examiné la prenda, definitivamente era un brial, una prenda que no estaba dispuesta a vestir por el hecho de que era, absolutamente, nada práctica.

 

-no usare eso –le dije a las mujeres –quiero unas calzas y un tabardo, de otro modo me resistiré a salir de esta habitación –entonces me acerqué a ellas y extendí los brazos.

-por… por supuesto milady –dijo una, que fue la que comenzó a desabrochar las hebillas de la armadura.

-también, quiero que se entienda que no pienso deshacerme de mi armadura –una vez que ella comenzó a quitar una pieza, el resto de mujeres se sumaron a la tarea –de hecho, quiero que sea aseada y pulida, nada más.

-sí, milady –después de años de escuchar otra forma de llamarme, esa expresión estaba irritándome.

 

Pero mis pensamientos quedaron en otra instancia cuando me retiraron la coraza y de ahí cayó al suelo la carta de Shizuru. Todas las doncellas vieron como caía el documento. A mi casi se me salen los ojos de la impresión, había olvidado que estaba ahí. Inmediatamente quise arrojarme sobre la carta y arrebatárselas, no quería que sus asquerosas manos tocaran lo que había hecho para mí la mujer por la que estaba arriesgando todo, sin embargo, preferí ser prudente. Entonces, una de las doncellas se agachó y tomó el papel.

 

-milady, esto es suyo –la extendió y yo la tomé con dos dedos, la mire brevemente, estaba manchada de sudor, sangre y agua salada, incluso se notaba que parte de la tinta estaba corrida.

-póngala ahí, donde no se maltrate más de lo que ya está –debía ser precavida, ¿Qué tal si pensaban que tenía contenido importante? ¿Qué tal me la robaban por eso? debía mostrarme fría con el documento, con el fin de que se percibiera que era una carta insignificante.

-claro que sí, milady –enseguida la doncella la colocó en un asiento.

-por cierto, ¿hay un herrero decente en esta ciudad? Quiero que le quiten la sal a mi armadura, es una armadura templada muy fina.

-claro que sí, milady.

 

Pude notar que les causé problemas a las doncellas con mis pedidos, pero había cosas que definitivamente no podía permitir, nunca se sabía en qué momento debía estar preparada para responder ante la situación y vistiendo un brial, definitivamente no podría actuar. Mientras me lavaban, una de ellas salió y demoró un largo rato hasta que regresó con prendas diferentes en las manos, por suerte, yo disfruté del aseo con calma, aunque al pendiente de mi carta, y cuando menos me di cuenta, ellas ya habían terminado de lavarme, me enjuagaban y secaban para pronto vestirme con prendas que visiblemente no eran de mi talla, pero que sin duda era mejor que andar sin nada encima. Me recargué en el respaldo de un asiento mientras me colocaban el calzado y exhalé, un poco cansada.

 

-está listo milady –la expresión era correcta, pero también extraña y no sabía si debía decirles algo, porque, aunque ahora era una persona “leal” a la reina, no sabía bien mi posición.

-han llegado por usted milady –dijo otra, que se acercaba desde la puerta.

-muy bien –entonces me puse de pie y fui a la puerta, simulé que estaba a punto de olvidar la carta.

-ah, cierto, cierto, la carta –de modo que una de las doncellas corrió a traerla –gracias –le dije, la doncella me hizo una brevísima reverencia y yo guardé mi documento entre mi nueva ropa. Al terminar salí de la habitación, ahí, afuera, estaba el anterior hombrecillo.

-milady, luce… -entonces miró la ropa que llevaba –esplendida –yo alcé una ceja.

-sabe que yo dirigía un ejército, ¿verdad? –la cara de confusión no se hizo esperar –no lama mis botas, los halagos infundados son irritantes.

-sí, milady –ahí estaba esa sensación extraña otra vez.

-lléveme a la habitación que se me ha asignado.

-sí, milady.

-después consígame una audiencia con su majestad.

-sí, milady.

 

Este sujeto era odioso. Después de la corta conversación, tal como lo pedí, me llevó a una habitación que no estaba realmente tan lejos de donde me habían concedido el aseo. La habitación era grande y vistosa, de tonos blancos y dorados, con una gran ventana que daba a ver al exterior donde se alcanzaban a ver casas y en la lejanía, el azul del mar. Una vez que el sujeto me mostró la habitación, se marchó. Por otra parte, yo me senté en un sillón y pasé los dedos por el descansabrazos. Al fin un poco de paz y quietud, me dije. Ahora mismo estaba a salvo, aseada y podía descansar, pero no me sentía para nada tranquila, mi posición era inestable, no sabía cuál era mi estatus, no sabía si podía mandar y exigir, no sabía que libertades tenia, así que debía aclarar eso, aquella mujer había dicho que me daría “cinco veces” lo que tenía, eso sería demasiado y… ciertamente tentador. Si en verdad puedo conseguir tanto… puedo cambiar mis planes.

 

Pero ¿volverme una traidora? ¿es verdad que pertenezco a este reino? ¿a quién en verdad le debo lealtad? Antes del anterior ataque al Reino Este, no sentía una lealtad en particular, no sentía un deber real, pero lo había hecho por mis padres, así que, en realidad, no había una verdadera fidelidad, lo cierto es que… simplemente me había convenido. Pura y simple conveniencia que había disfrazado con los ideales que caracterizan a un caballero de la reina. En esta situación ¿debía mantenerlos? No sabía que debía hacer y cuando eso sucede hay una forma muy fácil de tomar una decisión, tenía que sopesar ambos lados ¿Cómo? Con aptitudes ¿Cuál reino era más apto? ¿con cuál era más fácil la victoria? ¿Cuál tenía un mejor ejercito? ¿Cuál tenía más naves? ¿Cuál era más rico y estable? Al mejor le daría mi lealtad siempre y cuando me dieran todo lo que yo necesitara.

 

-milady –era aquel hombrecito desde el exterior de las puertas.

-pasa –le respondí en voz alta.

-su majestad le concederá una audiencia por la tarde, después del almuerzo –asentí en silencio –usted está invitada ¿gusta asistir? - ¿estaba invitada a almorzar con esa mujer?

-asistiré –le dije con seguridad, pero estaba curiosa.

-perfecto, yo mismo vendré a llevarla al comedor cuando sea la hora.

 

Entonces el hombrecito se marchó. Era interesante y curioso, quizás esa mujer sentía interés, curiosidad o en verdad quería tenerme de su lado y para eso iba a ser amable y generosa. Me dio risa ese pensamiento. Todos los dirigentes tratan de convencerte del mismo modo. Me recargué en el respaldo y respiré profundamente. Entonces recordé la carta. Busqué entre mis ropas y finalmente nos volvíamos a encontrar. Desplegué la carta y casi toda la tinta estaba corrida, pero había un par de palabras que aún estaban legibles: “vuelve conmigo…” di un suspiro entrecortado, me atravesó el pecho y garganta, doliéndome.

 

Me levanté del sillón y miré en derredor. Muy posiblemente Zhang se enteraría de la carta y por supuesto que mandaría a saber sobre ella, de modo que la mejor manera de que sobreviviera era dejarla en un sitio lo más visible posible. Di unos pasos y mire el espacio que había sobre la chimenea, la coloque ahí, donde se podía ver claramente desde cualquier lugar de la habitación. Si la dejaba visible, a quien enviara la encontraría fácilmente y cuando la revisara, se daría cuenta de que no había nada que esconder, pues todo el mensaje estaba casi borrado y lo que se alcanzaba a leer no era especialmente llamativo, ni siquiera se alcanzaba a leer el nombre o la firma de Shizuru, para cualquiera era una carta sin valor. Pronto perdería importancia y la conservaría sin problema.

 

Pero, aunque para cualquiera no decía nada importante, para mí lo decía todo. Tengo que volver. De modo que no había ninguna otra opción para mí, tenía que mostrarme como alguien muy capaz, alguien que Zhang necesitaba, no sería difícil teniendo a ese general incompetente. Sentí cierta tranquilidad y me acosté en la cama que estaba en la habitación, había pasado varios días en la incómoda cubierta de ese barco, necesitaba descansar, aunque no me sintiera del todo segura en este lugar. Bueno, lo peor que puede pasarme es que me corten el cuello.

 

Capítulo 17.

 

De esa manera, me recosté en la cama y dormité por un largo rato, hasta que llegó aquel hombrecillo que me llevó al comedor, donde estaba esa mujer junto con el general. Se podía notar desde lejos que yo no le agradaba a ese sujeto. ¿Molestarlo? Me encantaría, pero debía ser precavida. De momento saludé a los presentes y tomé asiento donde me indicó el sujetin, sorpresivamente, al lado izquierdo de Zhang. Obviamente esperaba una conversación en este almuerzo, incluso que el general intentara molestarme con algún comentario mordaz, pero no ocurrió, todo transcurrió en calma y silencio, sin miradas incomodas. Al terminar, ambos se levantaron y el hombrecillo que ha tomado la responsabilidad de guiarme, me instó a ir tras de ellos. Pronto llegamos a una estancia, con sillones, divanes, mesas y una chimenea, nada de tronos, escalones o guardias, lo que me hacía pensar que ella se sentía segura. Sería muy fácil romperle el cuello al general y luego matarla a ella, pero por supuesto, no me convenía.

 

-puede retirarse –le dijo ella al hombre, este último hizo una reverencia y se marchó, ahora estaba por completo sola, de verdad se sentía confiada. Cada vez me convencía más de que la poción no había funcionado, si hubiera funcionado no pensaría en lo fácil que sería romperle el cuello, aun sin usar hechizos fortalecedores –recibí tu petición, así que aquí estamos.

-gracias por acceder tan rápido a una audiencia –ella asintió con una leve sonrisita –solo quiero saber los términos de mi estancia, hablar claro, dijeran por ahí.

-hablando claro, te daré lo que quieras para que me ayudes a conquistar el Reino Este –bueno, eso había sido bastante… breve, así que no me decía mucho, de modo que intenté preguntar algo de lo que verdaderamente me causaba curiosidad.

- ¿Por qué quieres el Reino Este? ¿problemas económicos?

-lo quiero porque puedo conseguirlo - ¿Qué era? ¿una niña berrinchuda? Una vez más no estaba obteniendo la información que quería.

-ya… ¿simple ambición?

-por decirlo así, simple ambición –yo asentí suavemente, no me convencía –mi reino no necesita riquezas, no pasa hambre ni escasez de alguna forma, pero si hay demasiada paz, pronto habrá problemas internos –ya veía su punto –hacer la guerra trae muchos beneficios, paz interna, riqueza y que mis súbditos me alaben, verán que yo conseguiré lo que mi padre no pudo.

- ¿no es porque quieras venganza o algo así? –porque yo ya le había hecho perder muchas tropas…

-si quisiera venganza habría ordenado tu ejecución, porque fuiste tú quien derrotó a mi ejército.

-mis más sinceras disculpas, no sabía lo que hacía –por supuesto que no eran sinceras.

-solo pone en evidencia la mediocridad del general que elegí, pero no me queda de otra, él me apoyó para tomar el trono, por eso, aunque me gustaría reemplazarlo y colocarte como general, vas a ser su auxiliar, solo él estará sobre ti militarmente, fuera de aquello, perteneces a la familia real, nadie puede ponerte un dedo.

-bueno, eso me tranquiliza bastante… no pretendo alguna presentación ni nada de eso, pero ¿Cómo debo presentarme?

-tu apariencia es suficiente presentación –me quede momentáneamente confundida –los ojos verdes son una característica de la familia real, aunque mi padre solía decir que fue una maldición y por eso tenemos este color, yo pienso que de ahí viene la resistencia a la hechicería –y personalmente, me parecía una estupidez, pero me tragué mis comentarios.

-entonces este tono de ojos es como una marca innegable –ella asintió, pero yo tuve mis dudas, realmente el color de sus ojos es verde, pero no me parece que sea el mismo color, de hecho, encontraba más coincidencias en las características de ella y la canciller Sugiura, cabello pelirrojo y el mismo tono de verde, quizá se estaba equivocando conmigo, quizá su verdadera familiar es la canciller, aunque por supuesto, no estaba dispuesta a decirlo –eso facilita mucho las cosas.

-muy cierto, todos en el reino lo saben –aunque… ¿Cómo explicaba el hecho de que la hechicería es parte de nuestras familias? Solo me queda pensar en que talvez si hay un tipo de relación familiar, pero muy lejano.

- ¿y también saben que podemos hacer hechizos?

-sí y no… -obviamente hice una expresión rara, o sea ¿Qué? – saben que en un pasado la familia real poseía magia, pero no tocamos el tema, ni uso la hechicería de forma abierta.

- ¿Por qué podría dar como resultado una sublevación?

-siendo honesta, la gente es estúpida y quiere lo que no puede tener, en el peor escenario, la gente querría mi hechicería, habría una rebelión y luego me matarían, no hace falta decir que no pienso morir –yo me quedé en silencio unos momentos, pensando.

-en el Reino Este la hechicería no tiene muy buena fama, pero es algo de lo que se sabe a voces, creí que aquí sería igual o quizá más aceptado, más aún si es algo característico de esta familia.

-supongo que en el pasado fue así, pero a veces no es bueno que se sepan tan bien las ventajas que la realeza tiene.

-por supuesto –en eso estaba muy de acuerdo –ahora, ¿puedo andar libremente por el palacio?

-puedes quedarte aquí, conmigo… -a ver, espera ¿cómo? –o te puedo dar una casa en la ciudad, te dije que te daría lo que quieras, que te daría cinco veces lo que tienes en el Reino Este –entonces me quedé pensando.

-tengo un enorme castillo ¿me darás cinco castillos? ¿cinco esposas? ¿cinco ejércitos? –ella sonrió, traviesa.

-si de verdad quieres te daré cinco castillos y cinco mujeres, pero solo hay un ejército –yo sonreí.

-bueno, cinco castillos, con todas las tierras que implican, es suficiente –ella mostro una sonrisa de satisfacción, casi podía adivinar lo que estaba pensando, algo como: “eres ambiciosa y ahora te tengo” y como ella bien había dicho anteriormente, sí y no, lo único que tiene es mi conveniencia, así que, hablando de eso…

-hay otra cosa –ella dejó de estar en sus propias divagaciones y volvió a verme –ya que voy a ser auxiliar de ese patán, necesito saber cuándo se prevé hacer el siguiente ataque, cuáles son los números del ejército, cuantas… -ella alzo una mano, deteniéndome.

-eso lo hablaremos con el general, él es el que sabe todo eso.

-entiendo –enseguida me retrajé en mi asiento –bueno, entonces, si no le molesta a su majestad, me gustaría quedarme en el palacio hasta el siguiente ataque ¿puedo andar con libertad? ¿puedo mirar la biblioteca?

-sin duda alguna –respondió jovial.

 

Esa mujer estaba completamente segura de que yo estaba a sus pies, estaba tan segura de que yo le era fiel, que no solo me había dado permiso de pasear libremente por el palacio y por la biblioteca, sino que me había dado la llave para poder mirar algunos libros que pertenecían exclusivamente a la familia real, libros de hechicería y pociones. ¿Podía ser más estúpida? O quizás no era estupidez, quizá era arrogancia, simple pedantería, segura de que era muy buena haciendo pociones y que la que había usado en mí, había funcionado. Ingenua.

 

Sin embargo, aunque aquella tarde comenzó con temas importantes, importantes para mí debo aclarar, terminó siendo una conversación banal sobre el castillo, la habitación en la que estábamos, e incluso sobre el asno que ella tenía por general de su ejército. Esa extraña audiencia que me pareció más una simple invitación a tomar el té y pasar el rato conversando amenamente. Sumado a eso, también me encontré con la opinión personal de aquella mujer sobre sus súbditos y también su opinión sobre el Reino Este; para ella, eran personas ajenas y por tanto, inferiores, que solo tenían buenas tierras que podían ser bien trabajadas, pero fuera de eso, no había, al menos en apariencia, un objetivo mayor que usar al Reino Este para entretener a sus súbditos, es un simple elemento distractor para obtener más ganancias, sin embargo, cuando logre conquistar al Reino Este, ¿Cuál va a ser su siguiente objetivo? Bueno… no pude evitar preguntárselo.

 

-hay mayores territorios al Norte ¿has escuchado de ellos? –yo asentí en silencio, recordando.

-he escuchado cosas, incontables reinos que son por lo menos tres veces más grandes que los de aquí, y diez veces más lejos…

-ya tengo espías infiltrados –la miré sorprendida, verdaderamente sorprendida.

- ¿tanto así das por hecho que conquistaras al Reino Este? –ella sonrió, era una sonrisa molesta.

-por supuesto, ya te tengo a ti, es solo cuestión de tiempo.

 

Ella sí que decía las palabras adecuadas para adularme. Ciertamente aquella reunión fue una gran fuente de información. Ella planeaba invadir el Reino Este y quizás financiar una campaña en el Norte con las riquezas del Reino Este, una propuesta arriesgada pero necesaria, teniendo en cuenta las dificultades que puede traer una época de paz demasiado prolongada. A veces la guerra es necesaria. No es algo que me guste, pero en verdad puede ser conveniente.

 

Después de una larga tarde de charlas con mi recién descubierta familiar, tuve que marcharme con la excusa de sentirme cansada. Al salir del salón donde me encontraba, hallé al hombrecillo que últimamente estaba acompañándome constantemente. Por alguna razón, me resultaba irritante su existencia, quizá era su tamaño, me recordaba a cierto enano del demonio. Fue casi cuando llegábamos a mi habitación que decidí que no tenía por qué soportarlo más, no si realmente tenía poder en este reino.

 

-cómo te llames –le dije –a partir de mañana quiero una doncella para que me asista, no quiero verte más, me irritas.

-pero milady, su majestad… -

-que sea guapa, educada… no lo sé, ten imaginación, pero no te quiero ver aquí.

-si mi… -cerré la puerta de la habitación para no tener que escucharlo más.

 

Me alegré por haberme deshecho de aquel incomodo sujeto. Luego de cerrar la puerta me acomodé en un sillón de la habitación, era blanco y con patas en dorado ¿sería oro de verdad? Que forma de despilfarrar el dinero… pero terminé sentándome. Pasé un tiempo considerable a solas hasta que tocaron la puerta, al preguntar quién era, una voz de mujer se presentó como mi nueva doncella, al abrir me encontré con una mujer de cabello rosa, tenía algo que me parecía fastidioso… pero, por otro lado, la acompañaban dos sirvientes que traían mi armadura completamente limpia y pulida. Nada mal con este servicio. Los sujetos dejaron la armadura para retirarse inmediatamente y mi doncella me informo que debía acudir a la cena con: “su majestad”. A pesar de todo, de que yo era prácticamente una desconocida y una enemiga, una vez más, el general, que por cierto estaba ahí haciendo compañía, no se metió conmigo y tampoco hubo demasiada conversación, una cena tranquila y sin charlas banales.

 

Cuando pude regresar a mi habitación, volví a sentarme en el mismo sillón blanco de patas doradas, a repensar los hechos mientras miraba mi armadura agujereada en una esquina. Ahora tenía mucha más información y tenía mucho más claras las cosas, y, por ende, mi situación. No estaba realmente convencida de ser familiar de Zhang, al menos no tan cercanamente, pero lo cierto es que es una situación conveniente que verdaderamente había salvado mi vida y que, por alguna razón, ahora me permitiría volver con Shizuru, solo tenía que ser muy precavida, dar los pasos correctos, de manera que… ¿la ayudaría a conquistar el Reino Este? Por supuesto, realmente cooperaré con ella para poder regresar con Shizuru, para tener libertad en este reino, para tener poder.

 

Sin embargo, el poder o la pertenencia a la familia real por sí sola, no representan nada si no tienes información. Por ello al día siguiente pedí una reunión con el general, él se mostraba abiertamente inconforme con mi presencia, podía ser un asno en tácticas militares, pero no era tan estúpido, aún estaba receloso de mí y podía entender su punto de vista, quizá yo haría lo mismo, por lo que para poder ganarme su confianza debía involucrarme genuinamente en las estrategias a utilizar. En aquella reunión pregunté el total de sus fuerzas, el número total de elementos de infantería ligera, pesada, falanges, caballería, naves, catapultas, etcétera, y qué cantidad eran de refuerzos, cuantos se quedaban para defensa, cuantos activos, cuantos estaban en entrenamiento, cuantos podíamos reclutar, en que tiempo estarían listos nuestros números para una nueva batalla y quizá, pregunté algunas cuantas cosas más; a partir de todo eso fijamos un punto para volver a realizar un nuevo ataque en el Reino Este.

 

-en dos años tendremos una notable mejoría –dijo él.

-es demasiado, con mis conocimientos en seis meses podemos planear un ataque muy agresivo que nos dé una victoria contundente.

-en seis meses apenas estaremos saliendo del invierno, no es…

-cierto, sería bueno usar el invierno, en cuatro sería mejor, usar una temporada donde nadie espera un ataque.

- ¡Eso es una locura! ¡El mar es más violento en el invierno!

-por eso debemos reunir el mayor número de combatientes, perderemos a algunos, pero…

- ¡Definitivamente no! –maldito asno estúpido… como me gustaría decir lo imbécil y cobarde que es.

-entonces en ocho meses, cuando haya terminado el invierno –dije, apretando los puños bajo la mesa, él se rasco la barbilla, realmente parecía que pensaba, pero solo es apariencia, ni siquiera tiene cerebro.

-sigo pensando que es demasiado precipitado, creo que diez meses es lo mínimo, si realmente crees que con una buena estrategia podemos invadirlos.

-se perfectamente cómo están distribuidos y como es su sistema de movilización, puedo prever qué harán al menos hasta el final del año, pero en diez meses… -tenía que convencer a aquel imbécil de hacer lo que yo quería.

-nos basaremos en tus conocimientos, pero reforzados con un muy buen ejército, fortalecido y bien entrenado, sin duda obtendremos la victoria, en diez meses – ¡Maldito asno!

-muy bien, como usted lo diga –por desgracia ese estúpido tenía la última palabra.

 

Aunque no me gustara reconocerlo, él tenía razón en cuanto al plazo, pero jamás lo admitiría por el simple hecho de que yo quería regresar cuanto antes. Sí, quería ser objetiva porque eso me convenía, pero lo cierto es que mis intereses personales estaban empañando mi objetividad. O actuaba objetiva y me ganaba su confianza, o actuaba imprudente y egoístamente, con la posibilidad de que eso les haga dudar de mis capacidades… la respuesta es obvia.

 

El problema es que la molestia me bullía por dentro, sentía un malestar, una molestia, una irritación que normalmente no sentía, sin embargo, aunque pudiera pensarse inicialmente que era porque la preparación del ataque seria en diez meses, en realidad, lo que me preocupaba es que para cuando regresara al reino Este, quizás, en ese espacio de tiempo… tal vez Shizuru ya haya encontrado a alguien más, seguramente pensará que he muerto, no sería para nada raro que ella encontrara un nuevo pretendiente o peor aún, que esa pequeña rata asquerosa volviera al ataque. No puedo permitirlo, me dije en mi mente, ella es mía. Ella me pertenece, malditas escorias. Pero estaba atada de pies y manos… o acaso ¿ella esperaría? ¿ella pensaría alguna otra cosa? por ejemplo, ¿Qué no morí? Entonces recordé cuando la espada me atravesó el pecho, si se lo decían, es más, si yo escuchara que atravesaron a alguien por el pecho con una espada, mi conclusión lógica seria pensar que pronto estaría bien tieso… pero ella sabe que uso hechicería… tal vez ella no llegué a una conclusión apresurada y espere… ojalá que ella espere. Tiene que esperarme, quizás no tanto como yo lo haría, pero solo esos meses. Con que espere esos diez meses para volver a casarse será suficiente.

 

No me quedaba más que la esperanza. Y, si voy a pasar diez meses en este lugar debía invertir bien ese tiempo, por esa razón a partir del siguiente día, cuando terminé mi reunión con el imbécil que tenía por general, fui a visitar la biblioteca exclusiva de la familia real, aquella donde había libros con hechizos. Lamentablemente fue algo complicado llegar a aquella pequeña pero importante biblioteca, pues no todos los sirvientes sabían dónde estaba ubicada, de modo que mi recién asignada doncella tuvo que ir por el hombrecillo que había despachado para que me llevara al salón. Al momento de llegar para asistirme tenía una ligera expresión de júbilo que estaba irritándome. Era curioso, soy una persona sumamente tolerante, pero ese ridículo esperpento humano realmente estaba fastidiándome, y ahora aún más con esa actitud.

 

 -cómo no borres esa expresión, hare que limpies el piso con tu lengua hasta que lleguemos –le dije, mientras caminábamos.

-mi… -utilice mi voz más tranquila, aunque quizá no saliera tan relajada.

-pruébame –le dije, mientras lo tomaba del cuello y con fuerza obligué a que su nariz tocara el suelo.

-despulpe mi imprudencia milady…

-en realidad, estoy casada.

-mi reverenciada señora.

-bien, eso me complace un poco –entonces lo solté y me sacudí las manos -cuando estés conmigo mira el piso, no soporto tu horrenda cara.

-sí, mi señora.

 

Después de aquello pude darme cuenta de que este estúpido necio realmente necesitaba de mis bondadosos tratos para que aprendiera a mejorar sus modos. Hah, pero que indulgente soy, no se lo merece. Por otro lado, después de aquel insignificante incidente, pudo el hombrecillo llevarme a la pequeña biblioteca y por suerte no volví a necesitarlo.

 

Antes de llegar a mirar la colección de libros tenía una idea muy limitada de lo que encontraría, imaginé que habría un par de libros que tal vez hablaran sobre los inicios de la hechicería, las formas de hacer hechizos, los hechizos que existían y luego las opciones que había, las cuales, en mi limitada e inocente imaginación, no sobrepasaban los veinte o treinta. Pero, lo cierto es que me encontré con que era un alfabeto diferente… mastiqué groserías por un largo rato mientras miraba los garabatos en los libros ¡No entendía nada! ¿porque hablábamos el mismo idioma, pero teníamos diferente escritura? ¿Qué clase de broma es esta? ¿y cómo es que no me había enterado hasta ahora? Si tan solo tuviera entre mis manos el cuello del informante que me había hablado sobre este país…

 

Me marché del salón azotando la puerta, necesitaba primero saber leer esas porquerías. No me quedó de otra más que acudir a mi doncella, que por suerte sabía leer. De modo que pasé casi dos meses aprendiendo a leer y escribir los estúpidos garabatos de este estúpido reino. No me quedó de otra más que dedicarme a esto casi al final del día, cuando terminaba de ayudarle al asno que existía por general y cuando su “majestad” no quería que la acompañara, solo entonces podía aprender un poco.

 

Cabe mencionar que muchas veces se me pasó por la cabeza llevar a la doncella para que ella me leyera los libros, pero era muy arriesgado ¿Qué tal si se lo contaba alguien más? ¿o qué tal si ella divulgaba que podíamos usar hechicería? O peor ¿Qué tal si la mujer usaba esos hechizos? Por muchas razones era una mala idea, así que me resignaba a aprender a escribir. Aquellos dos meses fueron largos y tediosos, pero consideré que ya había aprendido lo suficiente cuando la doncella me dio un libro de la biblioteca y aun con esfuerzos, pude comprender lo que decía. Entonces, prácticamente la mandé al diablo y salí directamente al saloncito donde sabía que estaban los libros de hechizos. Al llegar, por fin pude comprender de qué iba cada uno, aunque me tardara en leerlo apropiadamente.

 

- “hechizos y… el arte… de la transformación” … “hechizos… potenciadores”… “hechizos… elementales”, “hechizos… para animales”, “hechizos trans… figu… radores”, “hechizos de defensa”, “hechizos de acción… perma… nente”, “hechizos para el cli… ma”, “hechizos de labranza” ¿Qué? “hechizos temporales”, “hechizos… ¿transportadores?” ¿Qué demonios? –obviamente abrí ese libro e indagué si había un hechizo que me sacara de aquí, pero requería haber lanzado el hechizo previamente en el lugar al que quería ir, si es que estaba muy lejos, de modo que no me servía, al menos no por ahora, así que regresé el libro a donde estaba –“hechizos y pociones”, “pociones de amor y amistad”, “pociones para la alcoba” -…bien, tal vez ese último libro desaparezca misteriosamente… - “pociones y hechizos de sumisión”, “pociones y contratos vitalicios”.

 

No había duda en que alguno de esos libros estaría la poción que Zhang había usado conmigo. Lamentablemente, esos últimos libros eran bastante amplios y debía tener cuidado en lo que leía, tenía permiso para estar aquí, pero no estaba de más ser precavida, después de todo, estaba en territorio enemigo. Por eso, aunque fue incomodo, preferí leer el libro de pie, con tal de tener la rápida opción de devolver el libro al estante y cambiarlo por otro, en caso de que alguien pudiera entrar. Leer el primer libro me llevó varias incomodas semanas, había muy poco tiempo para leer y siempre me sentía nerviosa al hojear las páginas, pero, aunque era incomodo, había información valiosa, había una gran cantidad de cosas que se requerían para las pociones, cosas raras y difíciles de encontrar, por lo que utilizar alguna de esas pociones sería bastante complicado… sin embargo, mi decepción fue aún más grande cuando terminé el libro y aunque había pociones que se acercaban a la que imagino que Zhang había usado en mí, después de todo, no lo eran. Podía recordar los ingredientes que había usado, eran hojas, hiervas, palillos y polvos, recordaba brevemente la apariencia de los ingredientes, y ninguno coincidía con las especificaciones de ese libro, lo que significaba… que tendría que leer el otro maldito libro.

 

- “pociones y hechizos de sumisión” –decía en el libro. Ojalá y este sea el bueno, aunque una pequeña vocecita en mi cabeza me decía: ¿Acaso tu dejarías que una poción tan importante sea tan fácilmente accesible? Obviamente mi respuesta era no, quizás no encontraré esa poción en esta biblioteca, pero al menos tenía que intentarlo, aunque quizás no esté ahí. No obstante, aunque esa era mi lógica, casi seis semanas después de comenzar a leer el libro, una tarde, casi a punto de la hora de la cena, encontré la dichosa poción –poción de la eterna fidelidad… -escribía por subtítulo, no pude evitar esbozar una sonrisa. Entonces, con ávido interés leí la descripción y los ingredientes, a estas alturas ya sabía qué plantas había utilizado, así que reconocí todos los materiales, sin duda era esa poción, pero, por lo que podía ver en la lista, Zhang había olvidado la raíz de una planta, no pude evitar reír por lo bajo –que estúpida –dije entre dientes, tratando de reír en voz baja –no puedo creerlo –repasé la lista varias veces y solo faltaba esa raíz, no había duda, ella había hecho mal la poción. Tuve ganas de reír a carcajadas, talvez lo habría hecho si no fuera porque podría haber alguien cerca, nunca se sabía.

 

Gocé en silencio y reí en voz baja durante varios minutos, cuando por fin me recuperé volví a la lectura. Zhang había hecho todo lo demás bien, pero, sin lugar a dudas, olvidando la raíz. Quizá pensó que no era importante, me dije; o talvez nunca supo que se había equivocado, o… simplemente era estúpida y yo estaba sobrevalorándola. Como quiera que fuese, como bien decía el libro, la poción no tendría el efecto deseado y… - “de cometer un error en la poción, podría tener algún otro efecto” - ¿otro efecto? ¿Qué otro efecto? Seguí leyendo, pero este apartado hablaba profundamente sobre todo lo que abarcaría la poción y sus efectos, pero nada sobre equivocarse con la receta ¿acaso nadie se había equivocado? ¿acaso quien la creó nunca falló? ¿Por qué no había más información? Eso me molestó.

 

Es obvio que podría haber algún otro efecto, pero ¿cuál? No sentía ningún otro efecto, quizá el libro se equivocaba, o el ingrediente que faltaba no era fundamental como para crear un efecto demasiado severo. Exhalé aire mientras me llevaba los dedos al puente de la nariz. Me gustaría decir que son tonterías, olvidar el tema y no preocuparme, pero se bien que tanto la hechicería como las pociones eran muy reales y nada tontas, sin embargo, dadas las cosas, no podía hacer mucho, además, me dije en consuelo, dice: “podría”, una palabra que indica una posibilidad, algo que puede que pase o que, puede que no pase, un 50, 50.

 

Unos pocos minutos después tocaron la puerta, era mi doncella, seguramente ya estaba lista la cena con “su majestad”. Todos los días comía y cenaba con ella, porque éramos “familia”, dejando eso de lado, no me gustaba, pero me convenía. Dejé el libro donde había estado antes y salí de la biblioteca, justo en el marco de la puerta estaba la doncella, esperándome con la miraba baja. Usualmente no me gustaba ese tipo de gestos, pero no sentía especial empatía por esta gente, así que no me importaba. Cerré la puerta con la llave y me alejé en dirección al comedor. Ya no necesitaba guías, después de tanto tiempo que llevaba en el palacio ya me había aprendido los principales corredores y estancias, solo usaba a mi doncella para llamarme a comer o a cenar, limpiar mis zapatos o quitármelos, vestirme y un largo etcétera de cosas sin importancia, igual que ella. Al llegar, me topé con que la mesa aún estaba vacía, más a mi favor, me vería mal si llegaba después que Zhang. Ahora que lo pensaba ¿Por qué Zhang? ¿Cuál era su nombre? ¿vendría su nombre en el árbol familiar que había mencionado? ¿debería preguntar por eso? A veces me daba la impresión de que Zhang estaba dispuesta a responder cualquier pregunta que le hiciera ¿pero sería verdad lo que dijera?

 

Poco tiempo después apareció ella en la entrada, acompañada por su siempre leal perro, el general. Cuando tenía estos pensamientos, no podía evitar pensar si así pensaban de mí en el pasado, cuando yo era quien siempre acompañaba a la Reina, cuando siempre la acompañaba a comer y esas tonterías. No me gusta del todo, pero son comentarios certeros. Aunque claro, no estaría dispuesta a aceptar que estaba siendo leal por todas las ventajas económicas que me daba esa relación con la Reina, igual que ahora, supongo que los viejos hábitos no se abandonan tan fácilmente. Pronto Zhang se sentó a comer y casi al mismo tiempo nos sentamos el general y yo. Fue una cena igual que todas, solo que al final, Zhang me pidió quedarme unos momentos, despidió al general por ese día y los sirvientes abrieron las puertas de una estancia contigua, donde había sillones, unas copas y una chimenea al fondo.

 

- ¿bebes algo? –me dijo mientras daba una instrucción con los dedos de que le sirvieran una copa, lo que me hizo preguntarme si ella en verdad soportaría el licor, se ve demasiado joven.

-sidra o algo similar estaría bien –contesté mientras me acomodaba en un sillón. Pronto la servidumbre nos atendió y con un movimiento de su mano se esfumaron. Esos ademanes tan pomposos son molestos, pero debo aceptar que representaban la soberbia propia de un soberano.

-me han dicho que visitas la biblioteca especial ¿Cómo vas con eso? –uh… un tema difícil ¿Qué le debería decir? Obviamente no puedo revelar mi verdadero motivo de investigación.

-he estado buscando algún… tipo de hechizo de amor –terminé contestándole, ella se asombró tanto que abrió un poco la boca y sus cejas estaban muy arriba.

-no es lo primero que imaginé que buscarías –yo me encogí de hombros - ¿Por qué?

-estoy casada –le respondí.

-un matrimonio no valido –contestó casi de inmediato.

-bueno, el caso es que no pienso casarme con alguien más y… si voy a volver al Reino Este como enemigo…

- ¿talvez ella ya no te quiera? –yo asentí suavemente –entonces quieres un hechizo así para que ella se quede contigo.

-con su bendición, por supuesto –entonces sonrió.

- ¿Cómo concubina o como esposa?

-eso aún no lo decido, ya se verá después que es más conveniente –ella volvió a sonreír.

-muy bien, muy bien, hablando de otra cosa ¿Cómo van los preparativos? El general no me dice mucho, solo que en unos cinco meses será el siguiente ataque –yo exhalé y me recargué en el respaldo del sillón.

-sí… él dice que en cinco meses –le contesté, luego bebí de la copa.

- ¿y qué dices tú? –oh, esto resultaba interesante, estaba buscando mi opinión de una forma más cercana y privada, o me mostraba a favor del general, que no me beneficiaba en nada, o rebatía sus ideas, pero debía hacerlo con cuidado.

-bueno, me parece que el general es una persona excesivamente… precavida, sí.

-ah… ya veo –entonces ella se quedó en silencio, pensando un rato. Por los momentos en los que se quedó pensando en silencio me pregunté si no había sido tan sutil como para que no notara mi comentario oculto, pero después de minutos de tortura mental donde me decía que debía aparentar tranquilidad mientras bebía de mi copa, ella finalmente volvió a hablar –ciertamente no tengo prisa en conquistar el Reino Este –maldita sea –pero, mi verdadero objetivo son los Reinos al Norte, cuanto antes ponga a trabajar al nuevo territorio, más rápido obtendré recursos para la conquista de las tierras norteñas, quiero sinceridad ¿con lo que tenemos podríamos ganar?

- ¿ahora mismo? –ella asintió y yo aparenté que pensaba o hacia cálculos, después de unos minutos respondí –me parece que sí.

-ya veo…

 

La reina Zhang estaba dudando de su general. Eso era muy conveniente para mí. Ciertamente es bueno ser precavido, en otra situación, o en otra vida, yo estaría muy de acuerdo con la decisión del general, pero no ahora. Quería regresar, quería irme, quería ver a Shizuru y lo quería lo más pronto posible. Ella también es bastante precavida, incluso con sus respuestas o sus expresiones, pero si podía hacer que dudara, aunque fuera un poco, de la decisión de su general, sería suficiente para mí.

 

-por otra parte, me gustaría regalarte una armadura nueva, una que represente nuestra amistosa relación, sé que la que tienes ahora está dañada –tenía ganas de decir que no quería una mugre de este reino, pero tampoco podía ser tan tajante, además, portar una nueva armadura cuando fuéramos al Reino Este… no sabía que tan bueno seria.

-no podría abusar de la excesiva generosidad de su majestad –pude notar en su rostro como no le estaba dando la respuesta que ella quería –pero –entonces cambio su expresión –un medallón y una espada de su majestad serian… un reconocimiento que nadie podría igualar.

-tienes mucha razón.

 

No era que quisiera algo de esa mujer, pero tenía que hacerle creer que me tenía enganchada por la avaricia característica de cualquier persona, alguien que no pierde oportunidad de beneficiarse de una reina, eso da seguridad, si no te piden nada, hace pensar que te pueden abandonar en cualquier momento ya que no hay ningún tipo de deuda o similar, eso ata en muchos aspectos. ¿Me ataba a mí? Por supuesto que no.

 

Después de aquello hablamos de algunos detalles del obsequio y en cuanto pude me retiré a mis habitaciones. Dos días después, el general quiso hablar conmigo en privado, la razón no podía ser otra sino el tiempo en que se realizaría el ataque al Reino Este, la Reina Zhang estaba presionándolo y me pedía colaborar con él para mantener la misma opinión. Puede que sea un miope en cuanto a estrategia, pero no deja de ser un viejo zorro, aunque… yo podía serlo más.

 

-mi estimado, entre apoyarlo a usted y apoyar a la Reina ¿A quién cree que debo agradar más? –el sujeto se quedó sin palabras por unos breves momentos.

- ¿Cómo? ¿Qué está diciendo?

-ya le había dicho antes que yo opinaba que podía realizarse antes, de modo que no compartimos la misma opinión, pero respeto su estatus, sin embargo, recuerde a quien le debo mi suprema lealtad, si su majestad ordena que sea antes el ataque, tiene mi apoyo por completo, tal vez usted debería recordar a quien le ha jurado lealtad.

 

El hombre torció la boca y salió de la habitación con ademanes bruscos, azotando la puerta y empujando a un guardia. Seguramente pensaría “¿Qué sabe ella de lealtad a su majestad?”, al menos, es lo que yo refunfuñaría. Gracias a mis sabios consejos, la reina exigió que se acortara el plazo para el ataque, de modo que dio como ultimátum que el ataque debía enviarse en un máximo de un mes. El general estaba que echaba espuma por la boca, pero yo gocé en silencio, al final serian seis meses fuera, pero al final de cuentas, regresaría.

 

Todos los días pensaba en volver. Hacia lo que hacía para poder volver, revisaba los entrenamientos, leía los preparativos, asistía a las reuniones con ese estúpido miope e iba a comer con Zhang, soportaba a toda esa nefasta gente para poder volver con ella. De modo que era inevitable preguntarme si ella estaría pensando en mí… en que estaría haciendo, como pasaría sus días… ¿me recuerda? ¿habrá algo que le recuerde a mí? ¿mirara la espada que le di? ¿mirara las alhajas que le obsequié? ¿estará en mi castillo? ¿ha sufrido mi ausencia? ¿me querrá de vuelta? ¿Qué dirá cuando me vea de nuevo? ¿se alegrará o sentirá que estaba mejor sin mí? Con pensamientos como el último no es difícil ser pesimista y sentir que podría hundirme en la desesperación.

 

A veces sentía que me estaba hundiendo en un pantano, figurativamente. Que ella estaría allá haciendo no sé qué cosas, dejándome atrás, mientras que yo no podía volver y estaba atrapada en este sitio. Cuando comenzaba a desesperarme o a irritarme, me calmaba diciéndome que pronto volvería, ahora más con este progreso, en tan solo un mes.

 

Bien pensaría que con estas nuevas noticias tendría mayor paz y tranquilidad por las noches, pero fue lo contrario. Aquella noche sentía demasiada ansiedad en esa desierta y solitaria cama de aquella habitación. Había luna llena y la luz alcanzaba a filtrarse por las cortinas de la ventana, daba un sentimiento de nostalgia. Quisiera largarme ahora mismo, quisiera escapar… pero no soy una estúpida necia que no sabe reconocer la situación en la que se encuentra.

 

Lo que me traía a la siguiente pregunta ¿Cómo regresare al Reino Este? Era una duda que rondaba por mi mente de vez en cuando pero no era sino hasta ahora que me atrevía a pensar con detenimiento, es natural pensar en que al estar en el lado victorioso lo tengo todo arreglado, pero ciertamente me va a traer conflictos con la gente, me veré como una traidora, se sublevaran contra mí, tarde o temprano y… me va a traer problemas con Shizuru…

 

Había sido una mentira el buscar un hechizo de amor, pero ahora mismo no sonaba tan mal… vaya, que estupideces estoy pensando… sin embargo, algo tengo que pensar en que hacer para poder quedar bien ante la gente, ante ella, solo que no se me ocurría qué. Seria genial que la gente aceptara las cosas como son y ya, pero… yo tomé muchas medidas en contra de los extranjeros, y también dije muchas cosas… cosas que me harían ver mal ahora mismo… me harían ver como una hipócrita o al menos como una traidora convenenciera, que a fin de cuentas si soy, pero no me conviene de forma abierta ¿Cómo explicar que era simple motivación para los demás? Pero aun así nadie me creería.

 

Por lo tanto, fue, en definitiva, una noche complicada. Al día siguiente me levante de mal humor, cansada y ofuscada, porque a pesar de todo, no llegué a ninguna conclusión que me complaciera. No voy a quedar bien ante nadie al aparecer con el ejército enemigo, supongo que tengo que aceptarlo, solo espero que Shizuru pueda entenderlo, que pueda perdonarme.

 

Aquella mañana me sentí especialmente irritable, probablemente era por la falta de descanso, por la ansiedad, por el estrés, o simplemente porque tenía la disposición para estar molesta, quien sabe. Sin embargo, mi doncella parecía tener más intelecto del que supuse en un principio; en seguida de llegar y darme los buenos días, pudo notar que yo no quería hablar, así que se limitó a servir el desayuno y marcharse. Fue un desayuno agradable. Después de aquello, mi día parecía mejorar; los ajustes para las provisiones estaban hechos y dentro de poco llegarían del interior del reino al puerto, al igual que muy pronto llegarían los nuevos reclutas que se quedarían en sustitución de los que partirían, había que regular muy bien la cantidad de unidades con experiencia en combate que se quedarían, junto con las unidades recién reclutadas, debía quedar un balance perfecto, ya que el inepto asno que existía por general, tenía la idea estúpida de que debía llevarse a todos los reclutas y con un porcentaje muy bajo de veteranos. Tan solo de recordar la estúpida terquedad de ese hombre me daba dolor de cabeza, por suerte aceptó el cambio.

 

Luego de mirar a algunos reclutas entrenar, me tocó sellar algunos papeles, estando en eso me avisaron que pronto debía presentarme al comedor. Me sentí realmente relajada y agradable en ese momento, todo está marchando bien, me dije, hubiera estado flotando en una burbuja hasta que al llegar al comedor me encontré a aquel sujetillo que es ayudante de su majestad, en seguida me sentí irritada. Sabía que él no tenía la culpa, sabía que él tenía (seguramente), toda justificación para estar ahí, pero eso no hacía que sintiera menos molestia, al contrario, me molestaba que no me quedara otra opción más que ver su horrendo rostro ahí. Bien, me dije, antes de pasar del quicio de la puerta, evitaré cualquier conversación, no lo veré, no lo tomaré en cuenta, no…

 

-mi señora, luce especialmente radiante en este día, en el menú de hoy… -no pude contenerme, tan solo de ver su estúpida boca moverse causaba algo en mi interior, algo que iba a explotar, así que antes de que explotara, o quizá porque explotó, llevé mi mano a su cuello y lo apreté suavemente.

- ¿Por qué estás hablándome? ¿Por qué estas mirándome? ¿no te he dicho que me molesta ver tu horrendo rostro? –él llevo sus manos a mi brazo, para tratar se zafarse - ¿tienes tan poco respeto que osas revelarte a mis órdenes? La escoria como tu debe bajar la cabeza y agradecer que te apriete el pescuezo hasta que mueras y le prives al mundo de tu apestosa humanidad, pedazo de…

-vaya… -sentí como algo descendió por mi espalda hasta mis pies… giré mi cabeza y ahí estaba Zhang, al instante solté el cuello de aquel imbécil, quien comenzó a toser; no se notaba especialmente molesta, de hecho, ahora que ponía atención, tenía una leve sonrisa, pero, aun así, ella me sorprendió maltratando a su sirviente ¿Qué debía hacer?

-su majestad –le dije con un tono sedoso –lamento que haya visto parte de mi terrible mal humor –ella comenzó a reír y yo no supe que estaba pasando.

-no cabe duda de que compartimos el mismo desprecio por las clases inferiores, pero este sirviente es bastante útil, no lo maltrates demasiado.

-claro que no su majestad, no lo haré –ella dejó salir una risa bastante ligera y se dirigió a su lugar en el comedor, tras ella apareció el general, y aunque no dijo nada, pude sentir la pesada mirada sobre mí. Debe pensar que soy una persona horrible y tendría razón, sin embargo, su opinión no representa algún tipo de importancia para mí, así que podía irse al infierno con su miradita.

-cambia esa molesta cara, o si no puedes, largarte –le dijo Zhang al general, segundos antes de sentarse a la mesa.

-disculpe mi atrevimiento su majestad… por cierto, necesito decirle algo sobre los preparativos.

-ahora no es momento de hablar de eso –pronto los sirvientes comenzaron a servir la comida.

-tiene razón, solo quería notificarle que no podré enviar el ataque el próximo mes, como me había pedido.

- ¿Qué? –ella dijo lo mismo que yo pensé mientras azotó una mano en el comedor y los cubiertos brincaron - ¿y por qué?

-los reclutas no están listos y las provisiones…

-yo he revisado eso hoy justamente, todo está… -comenté, pero me interrumpió.

-estaba, me ha llegado un reporte poco antes de venir aquí, que las provisiones para el viaje sufrieron un accidente y se han perdido por completo, incluso las que usaremos en las próximas semanas ahora están comprometidas.

- ¿un accidente? ¿Qué maldito accidente? –dijo Zhang, ardiendo de molestia. Me causaba cierto confort que ella manifestara tan abiertamente la molestia que yo no podía expresar.

-los caminos ya están descongelándose, pero los pasos más elevados aún son bastante peligrosos con el hielo y la nieve, los soldados que transportaban las provisiones las perdieron cuando la carreta se soltó y se fue por un despeñadero que es especialmente difícil de…

- ¿Qué tonterías estas diciendo? ¿Cómo ocurrió algo tan estúpido? ¡Quiero que castigues a los imbéciles con 50 latigazos y manda a arreglar ese estúpido camino ahora mismo!

-por supuesto su majestad… -dijo él, bajando la voz y mirando a otro sitio. Miente. Él estaba mintiendo, no podía probarlo, pero estaba muy segura.

 

Rata asquerosa… al final de cuentas él había hecho su voluntad, la cuestión era ¿busco como exhibirlo y me gano su odio, o lo dejo así y soporto hasta que se cumplan los diez meses? La comida transcurrió con calma y sin ningún comentario adicional; me mantuve con la atención a mi plato y sin pensar en mucho más que en mis modales de mesa, no obstante, una vez que nos despedimos y regresé a mis habitaciones, me senté en un silloncito y me tallé los dedos por la frente. Usualmente tenía la opción de poder volver a los cuarteles por la tarde, o pasar algunas horas en la biblioteca, siempre y cuando no tuviera ningún pendiente, pero también podía elegir quedarme en mi habitación. Nunca desperdiciaba el tiempo sin hacer algo productivo, pero hoy elegí no salir de mi habitación por la tarde, necesitaba pensar.

 

Obviamente no tengo reparo alguno en que ese estúpido asno me odie por exhibirlo, incluso me haría un favor si se molesta tanto como para querer ponerme una mano encima, lo mataría con gusto y placer para tomar su puesto, el problema era ¿Cómo? ¿de qué manera podía exhibirlo? ¿de qué manera podía mostrar que había mentido? Estoy segura que todos en el ejército me respetan por pertenecer a la familia real, pero deben tener sus dudas ya que se debe saber que recientemente aparecí y que pertenecía al Reino Este, además, no tengo personas confiables y no confió en nadie, no tengo redes ni conexiones, en ese sentido estoy completamente sola e inutilizada. En pocas palabras, debo conseguir la información yo sola sin que nadie se entere, pero ¿cómo?

 

¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo? Me repetía mientras me pasaba los dedos por el puente de la nariz. ¿Quizá si amenazo a algún soldado? No, son tonterías, lo que necesitaba saber, es quien se hacía cargo de la coordinación de las provisiones, ¿podría chantajearlo? ¿podría comprarlo? ¿extorsionarlo? Nada de eso sonaba mal, pero es sin duda peligroso, siempre la gente puede abrir la boca.

 

Me tomé unos momentos para descansar del tema y me acosté, no dormí, simplemente traté de estar en paz. Claro que eso solo duró algunos segundos, quizás minutos, después volví a la carga con el mismo resultado, estoy, literalmente, incomunicada. Debo parecer una presa fácil para el general, no tengo verdadero poder en ese aspecto. Miré entonces mi mano, solo tengo mi propia fuerza, mi propio intelecto, mis propias habilidades. Quizás estuviera a punto de llegar a una respuesta, pero tocaron la puerta, era la doncella que mi avisaba de la cena ¿Cómo podía ser posible que pasara tanto tiempo en tan poco rato?

 

Más por obligación que por gusto acudí a la cena. No hablé, de hecho, nadie hablo, ni la Reina, ni el miope, y por supuesto, ninguno de los sirvientes siquiera tosió. El amiente era tenso, aun se sentía en el ambiente la molestia de Zhang. Ojalá que aquel idiota por lo menos este sudando la gota gorda ante la Reina, por lo demás, debe estar muy seguro de que se ha salido con la suya. Tan solo de pensar en eso ya me sentía irritada una vez más, por suerte, al terminar la cena nadie tenía una sola palaba extra para comentar y pude retirarme a mi habitación a seguir pensando, ya estaba a punto de dolerme la cabeza.

 

-mi señora, el agua esta lista –me dijo la doncella de siempre. Yo estaba en el silloncito de siempre, exhalé y extendí los pies para que me quitara los zapatos. Mientras ella me desvestía yo seguía pensando, quizás si pudiera mirar los registros… no, definitivamente debe haber cambiado todo el papeleo, incluso yo recuerdo las notas de la cantidad de suministros, talvez si encontraba a los soldados que se encargaran del transporte y hablaba con ellos… pero seguramente ellos mentirían, ¿de qué manera podía…? -un hechizo… -dije como un susurro mientras la doncella tallaba mi espalda.

- ¿Cómo dijo mi señora?    

-no, nada importante…

 

Estaba olvidando un aspecto fundamental. Es algo demasiado estúpido, pero, aun así, lo había olvidado, mi mente estaba, sin duda alguna, dispersa. Necesitaba solo encontrar el hechizo perfecto para utilizar. Claro que, utilizar la poción que Zhang me había dado (elaborada de forma correcta), también era una opción bastante tentadora, lo cierto es que conseguir los ingredientes no es nada sencillo ni barato, de modo que un hechizo es mucho mejor, no requiere ingredientes, solo había que encontrar el hechizo adecuado, por desgracia, eso podría llevarme algo de tiempo.

 

¿Cuánto tardaría? Eso solo dependería de cuánto tiempo invirtiera en la búsqueda, pero si tengo en cuenta que lo peor que puede pasar es que no lo encuentre y se acabe el tiempo, bueno, peor es la lucha que no se hace. De manera que, al día siguiente, en cuanto terminé mis pendientes en el cuartel, regresé al palacio y fui a la biblioteca. Aun no terminaba de leer el libro de pociones que aseguraban la fidelidad, pero lo descarté y comencé a mirar libros solo de hechizos, por desgracia había demasiados, había hechizos hasta para hacer la cama… habiendo servidumbre ¿para que existían? Hay cosas que jamás entenderé.

 

De pronto me encontré sola frente a una avalancha de información y no sabía por dónde empezar, no sabía que estaba buscando, pero sabía que en cuanto lo encontrara lo sabría. Me quedé frente a la estantería de libros, mirando los lomos de cuero entintado en negro, azul o purpura, sin saber que elegir. Me quedé pensando largos minutos, hasta que opté por tomar el más grueso, al abrir y mirar la primera página decía: “Hechizos útiles para cada ocasión” y me dije, esto debe servirme de alguna manera, un libro que tenga un poco de todo que me acerque a lo que estoy buscando, sí, definitivamente sí.

 

Por lo tanto, y como no era un libro que pudiera causarme problemas por su contenido que hasta parecía inofensivo, fui a sentarme en un sillón que había en la estancia. Pase algunas hojas y miré superficialmente, hechizos para quitar manchas, hechizos para cambiar el tamaño de las cosas, hechizos para tejer ropa, había una temática por cada capítulo y ciertamente, había hechizos muy útiles, tan útiles que de haber sabido que existían, me habrían hecho la vida más sencilla, por ejemplo, había un hechizo para calentar el agua ¡calentar el agua! No habría tenido que bañarme con agua fría, es más, ¡no tendré que bañarme con agua fría el resto de mi vida! Cuando llegué a ese punto, realmente me vi tentada a robarme el libro, quizá lo hubiera hecho de no haber encontrado un hechizo de duplicación. Oh sí. Un hechizo sencillo, hacia una copia exactamente igual de un objeto, por supuesto que tenía que probarlo, así que duplique el libro y después, tenía dos libros de hechizos exactamente iguales. Entonces me pregunté, ¿Cómo puedo salir de aquí con esta copia sin que nadie lo vea? El libro es demasiado grande como para meterlo bajo mi ropa.

 

Me senté en el mismo sillón con el libro en las manos, de momento me quedé en blanco, pero al ver el libro me dije, el mismo libro debe tener una solución. Regresé a la página en la que me quedé y continúe hojeando el libro hasta que sucedió algo muy extraño, pase los dedos por una hoja, la sentí claramente, la escuche dar la vuelta, pero nunca se cambió la página. De momento me quedé en silencio y completamente pasmada. A ver, a ver, ¿Qué paso aquí? Yo pase de hoja, pero al mismo tiempo la hoja no se cambió, ¿entonces que fue esa sensación en mis dedos? Hice el acto de regresar la hoja y entonces lo comprendí, había una página invisible que al regresarla volvía a ser visible, y en esa página estaba oculto el hechizo de invisibilidad con instrucciones para volver cosas invisibles por una hora, un día, para dejar de hacer invisible algo, entre muchas otras aplicaciones; pero el secreto de cómo se volvía visible la hoja quedaba en el misterio. No pude evitar sonreír, esto es lo que estaba buscando, y no solo para ocultar el libro.

 

Capítulo 18.

 

Con el presente conocimiento, dejé la copia que había hecho en el estante y me llevé el libro original, aunque quien sabe si ese era el original, teniendo en cuenta que se podía duplicar infinitamente el libro, con los conocimientos adecuados, claro. Pronto abandoné la pequeña biblioteca, con el libro en la mano. Siendo este completamente invisible, caminé con tranquilidad y descaro por los pasillos del palacio, llevándome el libro a mi habitación. Una vez ahí, mientras ojeaba el libro con mucha más calma, me pregunté si Zhang sabría todos estos hechizos, se notaba que se había enfocado más en las pociones, pero si tenía tantos libros que eran verdaderamente útiles, seguro que los había repasado ¿o quizás no? La duda me resultaba alarmante. ¿Qué tal si ella me espiaba con un hechizo de invisibilidad? Entonces realicé un hechizo para volver visible cualquier elemento invisible en la habitación, me sentí mucho más calmada cuando no apareció nadie en la habitación. A veces entre más sabes, menos tranquilidad tienes.

 

Pasé el resto de la tarde en mi habitación, hojeando el libro hasta que unos toques en la puerta me indicaron que ya era hora de la cena. Me levanté y realicé en silencio el hechizo para volver invisible el libro y lo dejé en la esquina de la habitación. De esa manera abandoné la habitación con tranquilidad de que nadie lo encontraría, ya que el hechizo tenía una duración indeterminada. Supongo que el hechizo para ocultar la hoja debe ser una mezcla de varios hechizos que tienen una menor duración, aunque con sinceridad, quien sabe.

 

La cena transcurrió tranquilamente y cuando regresé a mi habitación me picaban las manos por hojear el libro, sin embargo, la doncella que me asistía me acompañó y me preparó el baño, usualmente disfrutaba la hora de la limpieza, pero hoy tenía otras prioridades ¿si cambiaba la rutina despertaría alguna sospecha? No podía saberlo, me encuentro en territorio enemigo, me han adoptado, pero sigue siendo un territorio desconocido, no podía darme el lujo de cometer errores. Se prudente, me dije una y otra vez mientras la doncella me tallaba la espalda. Al terminar ella me vistió, pero supongo que nunca le había dado verdadera importancia a todas las cosas que hace después de mi aseo personal, coloca las cosas en su lugar, se lleva las toallas, deja acomodada la ropa, me abre la cama, revisa la chimenea y cuando todo está en su lugar se marcha. Apenas ahora ponía atención a todas las cosas que hacen las personas de clase inferior.

 

Cuando salió de la habitación me aproximé a la esquina donde había dejado el libro y me senté en el sillón de siempre y unas velas a mi lado. Exploré un rato más el libro y descubrí una serie de hechizos que me facilitarían lo que ya estaba planeando. Iría a buscar pruebas en la oficina del estúpido asno que existía por general. Con las cosas que sabía ahora me sentí tentada a hacerlo esa misma noche, pero tampoco puedo ser tan imprudente, es demasiado tarde. Pero al día siguiente las cosas eran diferentes, había memorizado los hechizos importantes e incluso descubierto un par de hechizos más que eran verdaderamente útiles ¿Dónde había estado este libro en toda mi vida? Bueno, desde luego que había estado en este palacio, pero bueno, por suerte la iluminación había llegado a mi vida, aunque fuera en las más extrañas condiciones.

 

De manera que, en la noche, cuando por fin se marchó la doncella que me asiste, me quite el camisón de dormir y me coloqué la ropa de siempre, a pesar de lo molesto que es que yo lo tenga que hacer. Una vez vestida, me coloqué el hechizo de invisibilidad y un hechizo de silencio para que no se escucharan mis pasos. Salí de mi habitación y caminé presurosa por el pasillo. Era extraño, sabía que no haría ruido, aunque calzara los zapatos más ruidosos del reino, pero aun así me movía con demasiada tensión en mi cuerpo, no me atrevía a ir corriendo. Conforme caminaba por los pasillos y bajaba las escaleras para llegar a la entrada, fui calmándome al ver que no me topaba con ningún guardia, eso hasta que llegué a la entrada, ahí había dos guardias. Mastique groserías mientras los veía ahí parados sin hacer algo. Intenté hacer memoria sobre algún hechizo que sirviera, pero ninguno me venía a la mente. ¿Y si salgo por la puerta de la servidumbre? Entonces miré alrededor, ¿por dónde se va la servidumbre? No tenía ni una idea. Aquella noche no pude hacer más que regresar a mi habitación y repasar algunos hechizos, encontré entonces que existía un hechizo de seguimiento, mismo que utilicé la noche siguiente cuando la doncella se marchó a descansar.

 

El hechizo hacía que se marcara un rastro en el suelo por donde había pasado la persona que seguía, era un rastro temporal que solo yo podría ver y que desaparecería una vez que yo pasara por el mismo lugar. De manera que salté del sillón, arrojé el camisón y me puse las botas con la ropa de exterior, recité los anteriores hechizos y salí presurosa de la habitación. Siguiendo el rastro me di cuenta de que la doncella utilizaba pasillos que estaban ocultos, o más bien, pasillos que eran disfrazados con puertas que parecían paredes. Había una puerta al final del corredor que parecía una simple pared, pero que al cruzarla daba a un pasillo mucho más sencillo y que por lo que se podía notar, se usaba frecuentemente. Seguramente la servidumbre usaba esos pasillos para pasar inadvertida. Que astutos. Seguí el rastro que me llevó a las zonas por las que transitaban los criados e inevitablemente llegué a una salida que no estaba tan vigilada como la puerta principal. Grité de gozo en mi mente mientras cruzaba la puerta y salía del palacio. No reconocía esta parte del palacio, pero tampoco podía ser tan difícil ubicarme. Caminé por un largo rato, encontrándome a varios guardias vigilando hasta que llegué a la puerta principal, entonces tomé el camino de siempre hacia el cuartel.

 

Normalmente había un guardia cada dos metros en las escaleras del palacio, pero por la noche se duplicaba, por lo que quizás había más gente que de día, había escuchado de eso, pero era la primera vez que lo veía, por suerte no podían verme ni oírme, así que pasé frente a todos y pronto salí del terreno del palacio, caminado una larga distancia hasta el cuartel, el cual también tenía sus puertas cerradas y su buena cantidad de guardias. Quizás hubiera sido mejor venir de día, realmente se ve más complicado todo, pero ya estaba ahí, ¿Qué caso tenía regresar ahora? Murmuré hechizos de fortaleza, agilidad y fuerza, de esa manera escalé el muro hasta el otro lado sin que nadie me descubriera. No me costaba demasiado, pero de todas maneras era un poco estresante poner atención a cada cosa que me rodeaba, pues había demasiados guardias demasiado activos ¿Qué no tenían que dormir o algo así? Vaya, que molestia, pero también tenía que admitir que realmente, desde una perspectiva objetiva, que haya tantos elementos activos y dispuestos para cualquier eventualidad, es algo bueno.

 

Sorteé con poco esfuerzo a todos los guardias que estaban activos y llegué sin problemas a la zona donde usualmente había personal revisando documentos, de hecho, una de esas salas me pertenecía, pero la que estaba al final del pasillo pertenecía al asno, quiero decir, al general y no podía acceder a ella fácilmente. Pero ahora llegué sin más a la puerta, estaba a punto de abrirla cuando recordé que él había utilizado una poción y me dije, nunca se es lo suficientemente precavida. Si usó una poción, ¿podría usar algún hechizo? ¿colocar una trampa? Me quedé pensando unos segundos, sabía que había un hechizo para revelar trampas, pero no lo recordaba. Me estrujé la cabeza durante un buen rato hasta que llego, de alguna forma, lo pronuncié y no sucedió nada.

 

Volví a masticar groserías. Estaba preocupándome demasiado por un asno. Pero, lo cierto es que me sentía más tranquila. Abrí la puerta y miré dentro, pero solo había oscuridad. Invoque fuego en mi mano y alumbre la habitación tenuemente con fuego verde. Ahora ¿por dónde comenzar? Había varios estantes y en todos había papeles, pero por supuesto, él no sería tan estúpido como para dejar algún papel delicado a la vista, tenía que estar guardado, de modo que miré los documentos que estaban en los cajones. La mayoría era documentos sobre los diferentes presupuestos y como se distribuía el dinero para la milicia. Comenzaba a hartarme hasta que me dije, exacto, ahí debe aparecer quien movió los suministros. Fue una búsqueda larga, pero encontré el nombre del encargado en el transporte de las provisiones, si podía localizarlo, podría hacerle algunas preguntas que confirmaran o negaran los hechos, ya me encargaría después de silenciarlo de algún modo.

 

Anoté el nombre y salí de la oficina de la habitación, procurando dejar todo en su lugar, para eso utilicé un hechizo que regresó todo a su lugar inicial, bastante útil, ciertamente. Una vez que terminé con eso caminé presurosa al exterior del edificio, entonces noté que el cielo estaba aclarándose ¿tan tarde es? ¿Cuánto tiempo había pasado ahí? De momento me sentí un poco alarmada, mentalmente me repetí que debía tranquilizarme, entonces subí por el muro y pronto dejé el cuartel. Aun no amanecía y la doncella no me despertaba tan temprano, aún tenía tiempo antes de que llegara y descubriera que no estoy en la habitación.

 

Una vez fuera del cuartel, comencé un trote ligero pero constante para regresar al palacio, por desgracia, en la puerta de la servidumbre ya había gente movilizándose. Eran solo unos cuantos que estaban comenzando sus actividades, así que no fue difícil esquivarlos y pasar de largo hasta los pasillos que conducían a las habitaciones. Una vez que salí por la puerta que daba al pasillo de mi habitación, respiré profundamente con tranquilidad. No lo vuelvo a hacer. Sin duda es más fácil investigar de día. Menos estresante, seguramente. Como ya estaba en el pasillo que daba a mi dormitorio, fue cuestión de segundos para llegar a mi puerta, una última mirada a mi alrededor para que nadie viera como se abría y cerraba la puerta. Una vez dentro deshice el hechizo de silencio y de invisibilidad, me quite la ropa y las botas, cuidando dejar todo donde estuvo antes, solo entonces me coloque el camisón y me tiré a la cama, como si hubiera pasado toda la noche ahí mismo.

 

Un par de horas después, que se sintieron como una eternidad de sueño profundo, la doncella que me asistía me despertó moviéndome el hombro. Obviamente no había dormido lo suficiente pero aun así me levanté, dejándole un poco más de trabajo para vestirme a la doncella. Sin embargo, cuando tuve que mover mis piernas para salir del palacio, no había mucho por evitar, realmente tenía que moverme yo sola. Sin embargo, había un hechizo para quitar el cansancio y revitalizarme, solo que necesitaba que la doncella no estuviera presente, nunca se es lo suficientemente precavida. Una vez realizado el hechizo me sentí como si hubiera tenido el descanso de veinte horas. De manera que caminé al cuartel con renovadas energías, solo que al sentarme en aquella habitación donde llevaba a cabo algunas tareas, me topé con que no había nada importante que hacer, y que el nombre del transportista se paseaba por mi mente.

 

Pase dolorosas y ociosas horas en el cuartel hasta que me decidí a largarme. ¿Cómo encontraría a ese sujeto? ¿Cómo? No podía estar preguntándole a cualquiera en el cuartel. Si preguntas una vez es casualidad, si preguntan dos veces por la misma persona ya no es casualidad, menos aun si se pregunta una tercera vez ¿Cuántas veces tendría que preguntar por aquel individuo hasta encontrarlo? Estoy segura que con solo una vez que preguntara levantaría sospechas, no, esa no es una opción.

 

Por lo tanto, por la tarde no regresé al cuartel y me quedé en mi habitación estudiando el libro de hechizos. Repetí esa rutina por casi dos semanas hasta que encontré un hechizo de búsqueda. En este caso, al realizar el hechizo se revelaría ante mí un rastro que solo yo podría ver y que me llevaría a donde estuviera lo que estaba buscando, en el caso de una persona, estuviera viva o no.

 

Tomé entonces la decisión de esperar a la noche para salir por la puerta de la servidumbre y alejarme un poco del palacio, entonces realicé el hechizo, aunque contrariamente a lo que esperaba, el rastro no me conducía al cuartel, me llevaba a las calles de la ciudad. Tal vez fue a beber algo a alguna taberna, me dije, y llevé mis pasos en la dirección revelada. Para mi desgracia, el rastro no llevaba a ninguna taberna, hostal o posada con dudosos servicios, el rastro me llevó a las puertas de la ciudad, perdiéndose en la lejanía, lo que me indicaba que el sujeto no estaba en la ciudad y tendría que recorrer una distancia bastante grande que no lograría recorrer en unas horas y, por lo tanto, no llegaría a tiempo, ni aunque usara un hechizo de velocidad centuplicada. Regresé entonces al palacio, con las manos vacías y una molestia difícil de disipar.

 

Ese estúpido asno ha logrado demostrar que no es tan estúpido en algunas cosas. De hecho, teniendo en cuenta la situación y todas las variables, se perfectamente que está tomando buenas decisiones y no puedo juzgarlo como imbécil por eso, pero, aun así, no podía evitar sentirme gravemente molesta, porque eso afectaba a mis planes y yo quería volver, no, no quería, tenía que volver.

 

Caminé el largo trayecto de regreso con muy mal humor, estaba dispuesta a azotar algunas cuantas puertas, de hecho, lo hubiera hecho si no fuera peligroso, así que cuidé que mi molestia no llegara tan lejos, aunque ciertamente, cuando llegué a mi puerta y giré el picaporte, aún estaba bastante enfadada, cosa que se esfumo en un instante cuando ingresé a la habitación. Ahí dentro estaba Zhang, mirando curiosa la puerta, no podía verme, pero obviamente ya sabía que yo no estaba ahí y ahora sabía que alguien había abierto la puerta. De manera que regresé al otro lado y deshice los hechizos, para ahora quédame estática ahí en el pasillo… ¿Qué demonios estaba haciendo en mi habitación? ¿y que rayos iba a decirle? ¿Qué explicación daría? Puse a trabajar mi cabeza lo más rápido que pude hasta que oí unos breves pasos. Se me escurrió todo el enojo y en su lugar quedó un revoltijo de ansiedad, angustia, estrés y horror. Tomé un bocado de aire y coloqué la expresión más serena que pude, expresión que cambie al verla en la puerta, una expresión de falsa sorpresa.

 

-su majestad –le dije alzando un poco las cejas - ¿Qué hace usted aquí?

- ¿y tú que haces fuera? –si ¿Qué hacia fuera? Piensa, piensa, a veces lo mejor es decir la verdad, a medias.

-oh, su majestad –entonces le extendí la mano para que ingresáramos a mi habitación y nos sentáramos en los silloncitos, con la puerta cerrada –me avergüenza admitirlo –ella alzo una ceja –pero salí con la intención de espiar al general.

- ¿espiarlo? ¿Cómo? –bien, parecía que se lo había creído, perfecto.

-de alguna manera, siento que… son solo sospechas mías, debo aclarar, pero siento que él mintió con el asunto de los suministros perdidos –en su boca se formó una pequeña “o”.

-ya lo veo –quizás ella pensaba lo mismo porque no se veía tan sorprendida.

-obviamente no podía acudir con usted sin tener ni una prueba, así que quería ir a mirar…

-y no encontraste nada… -yo sonreí.

-no pude ni salir del palacio, todo está muy bien protegido y no quería levantar sospechas.

-ya veo, por supuesto… yo tampoco lo creí, pero, aunque mandé a buscar tampoco mis informantes hallaron algo, ha sido muy astuto –oh… así que tiene informantes.

-que lastima su majestad, no podemos condenarle por nada.

-ciertamente no, se las ha apañado muy bien, demasiado bien, diría yo… -oh cielos, estoy salvada, ¡estoy salvada! Se lo ha creído todo, es perfecto. Y ahora…

-por cierto, su majestad, ¿Qué hace aquí a estas horas? –ella me volteó a ver, alarmada.

-oh… emmm… no podía dormir, pensé en charlar un poco –no le creí ni una silaba.

-por supuesto ¿hay algo que le angustie por la noche, su majestad? –ella se encogió de hombros.

-oh no, bueno, el asunto del general, por supuesto, estoy segura que me ha mentido, pero no hay mucho que hacer, solo… solo eso… y, y ah, sí, ya he mandado a hacerte una espada, quería saber tu opinión ¿Cuándo sería bueno entregártela? Obviamente debe haber una celebración, un banquete y…

-oh no, su majestad, no podría…

-claro que sí, insisto, solo me pregunto si sería adecuado al final de mes o quizás, antes de que partan al Reino Este, se vería bien como un acto solemne de despedida…

 

Si ella de verdad solo venía a preguntar esas boberías, yo me corto una pierna. La miré con curiosidad y sospecha ¿Qué quería de mí a esta hora? ¿dudaba? ¿sospechaba de mí? ¿hice algo que la llevara a sospechar de mí? Había sido muy cuidadosa ¿pero lo suficiente? La duda y la incertidumbre no me iban a dejar tranquila, pero tampoco había manera de sacarle la información, al menos no con el nivel de conocimientos que tenía, quizás con una poción, pero ¿cómo haría que bebiera una poción? Y peor aún ¿Cómo podría hacer una poción sin los materiales? No había forma de hacerla.

 

-además, creo que eso sería un acto de reconocimiento para los soldados y los asistentes, les quedaría muy claro que verdaderamente perteneces a la familia y yo me quedaré más tranquila –entonces algo llamó mi atención.

-ah, su majestad ¿no planea ir con nosotros a conquistar el Reino Este? –ella se quedó muda por unos momentos.

-me parece que no sería apropiado para alguien de mi estatus –yo me recargué en el respaldo del sillón y miré el techo.

-con todo respeto, pero no podría respetar a un rey, reina en este caso, que no hiciera las cosas por sí misma, no puedo respetar a alguien que sea débil –le dije, de manera descuidada –ah, pero, su majestad es diferente, claro, aún es muy joven, la Reina del Este también es joven, por eso yo me hacía cargo en su lugar.

-no me compares con esa chiquilla –tal parece que el comentario le había herido más de lo que había planeado.

-discúlpeme su majestad, he sido descuidada, no me haga caso –ella no me respondió, parecía seguir pensando.

-creo que tienes razón –me dijo, después de unos segundos, con las cejas bien fruncidas –mi padre jamás fue a una batalla, era un cobarde –yo me encogí de hombros.

-la gente valora esos actos, no digo que salte a luchar, pero podría ir y mirar la batalla desde un sitio seguro, eso animaría a las tropas, podrían pelear mejor porque sabrían que su majestad está mirándolos –con cada declaración ella asentía en silencio –además, podría vigilar de más cerca al general y comprobar su lealtad.

- ¿crees que sus mentiras sean tan graves como para comprometer la conquista? –yo me lo pensé un breve momento, la respuesta era obviamente que no, pero pretendí pensármelo un poco más.

-con sinceridad, no lo sé su majestad –se hizo el silencio por un breve momento, entonces volvió a hablar.

-he tomado una decisión Kuga Natsuki –y se puso de pie –yo, la Reina Zhang, Yuuki Nao, iré a la batalla por la conquista del Reino Este –yo la miré con la boca abierta, como si estuviera asombrada, luego aplaudí.

-asombroso su majestad, simplemente admirable.

-lo cierto es que siempre he querido ir a ver una batalla, debe ser bastante entretenido ver como aplastamos a esas sucias escorias –no pude evitar reír con algo de incomodidad al escuchar ese lado tan sádico.

-lo es, su majestad, lo es –ella se quedó pensando unos momentos, mientras miraba a algún punto de la habitación, seguramente imaginándose un panorama agradable, o quizá no tan agradable, el caso es que mantenía una breve sonrisa que a cualquiera le aterraría de ver en relación al tema, posteriormente regresó al presente.

-Kuga, es bastante tarde y he de retirarme, la conversación ha sido bastante beneficiosa.

-por supuesto su majestad, debe descansar.

-y no te preocupes más por el general, si sucede algo relevante te lo hare saber.

-por supuesto, todo sea por su grandeza su majestad.

 

Afortunadamente, después de esas últimas palabras ella se retiró de mi habitación. Me quedé tras la puerta, esperando escuchar algo, pero no conseguí nada, talvez se fuera, talvez no, pero de algo si estaba segura, o al menos tenía un 50 % de posibilidades, ella me tenía vigilada y si no era así, después de hoy, muy seguramente me tendrá más vigilada. Me fui quitando la ropa mientras pensaba las cosas, no podía hacer nada si me vigilaba, o más bien, no cambiaba nada, siempre he actuado como si hubiera espías invisibles, esto no cambiaba las cosas, lo único que, si generaba un cambio, es que había ciertas seguridades, la relación entre Zhang y el general se va fragmentando cada vez más mientras yo obtengo poder sobre ella. Ya no había nada que hacer en relación con la fecha del ataque, solo tenía que esperar un poco más, solo un poco más. O al menos esperar a que surgiera otra oportunidad, o talvez ya no tuviera que mover un dedo para que el general metiera la pata y se arruine así mismo.

 

Por eso me acosté con cierta satisfacción. Pero al día siguiente, cuando desperté por la mañana y mientras me vestía la doncella, recordé los hechos de la noche anterior. Había algo que casi había pasado por alto. Mi intuición me decía que debía preocuparme por algo, no estaba segura sobre qué, solo que no puede traer nada bueno el que Zhang llegara a mitad de la noche a mi habitación. Podía estar dudando de mi o quería algo de mí, y si quería algo de mí no podía ser alguna de mis habilidades, puesto que ya me tenía a su disposición en ese aspecto, de modo que, si quiere algo de mí, es, literalmente, mi persona. Eso es demasiado peligroso. Si ella lo quiere, realmente puede obligarme a tenerme, no puedo negarme.

 

Quizás me estaba preocupando en vano, quizás en verdad estaba en lo cierto ¿Quién podía saberlo? Hasta ahora no me he topado con algún hechizo que me haga saber los pensamientos ajenos, pero como sería útil una cosa así. Pasé el resto de la mañana pensando en ello hasta que me encontré a Zhang y el general a la hora de la comida, que como siempre fue bastante tranquila y silenciosa, solo que al final, para sombro del general, Zhang le informó que iría a la conquista del Reino Este y que debía hacer los preparativos necesarios para ello. Al sujeto casi se le salen los ojos.

 

-su majestad, puede ser muy peligroso, si usted se queda…

-es una decisión tomada, incuestionable, por tanto, es una orden que hagas los preparativos.

-admirable su majestad –le dije con solemnidad –simplemente admirable –enseguida sentí los ojos del sujeto sobre mí, de haber podido me habría clavado su espada, otra vez.

 

Era evidente su inconformidad, pero tuvo la prudencia suficiente como para no decir palabra alguna frente a Zhang, no así al día siguiente por la tarde, en mi pequeño estudio en el cuartel. Entró sin pedir permiso y azotando la puerta de la habitación, notablemente molesto.

 

-ha sido su idea, toda esa estupidez de que su majestad vaya a la guerra seguramente es una idea que le ha metido en la cabeza.

-general, ¿cree acaso que yo puedo hacer tal sugerencia? –le pregunté con bastante descaro.

-por supuesto, usted es una víbora, desde que se ha integrado a este reino y al palacio, ha estado conspirando, saboteando mis planes y ahora pretende poner en riesgo la seguridad de su majestad.

- ¿no cree que me está dando demasiado crédito?

- ¡por supuesto que no! –me quedé en silencio por unos momentos y me permití esbozar una sonrisa.

-entonces, de ser usted, yo tendría más cuidado con mis palabras, pues si tengo esa influencia con su majestad, quien sabe que es lo que puedo decirle después –al instante abrió más los ojos y frunció la boca.

-no se atrevería…

-según usted, parece que si lo haría ¿o ya no esta tan seguro? –torció la boca y la tez de su rostro enrojeció del coraje.

-ciertamente… ya no estoy tan seguro –me permití extender mi sonrisa.

-siempre hay momentos para recapacitar, general.

 

Pude darme cuenta de la inconformidad en la expresión de su rostro, inconformidad y molestia, pero que sabía que debía callarse. Obviamente no tenía tanto poder en Zhang, pero de alguna manera, parecía estar dispuesta a escucharme, no estúpidamente y sin las debidas consideraciones, pero si parecía interesarse por algunas cosas, en cierta manera, ella creía que me manipulaba, cuando en realidad yo la manipulaba, aunque de forma muy sutil, a mi parecer no tan sutil como quisiera, pero es joven y parece no percatarse, o quizás pretende seguirme el juego convenientemente, no puedo saberlo, lo que si se, es que sería estúpido de mi parte dar por sentado que puedo manipularla, no puedo confiarme de ninguna manera, por lo tanto, no voy a tratar de influir demasiado en sus decisiones, o al menos, con bastante mesura para no ser demasiado evidente.

 

-general, le sugiero que se retire a reflexionar sus acciones, yo por mi parte, tengo algunas cosas de las que ocuparme –tensó un poco más la cara y luego dio una muy torcida sonrisa.

-por supuesto, hay mucho que pensar…

 

Es evidente que es y siempre será un enemigo, uno de especial cuidado, no es tan estúpido como para dejarse llevar por sus emociones, si fuera más voluble ya me habría deshecho de él. Pero las cosas a veces no pueden ser tan fáciles, siempre hay obstáculos, siempre hay necios por doquier. Me recargué en el respaldo de mi silla y exhalé con cansancio… si tan solo se muriera… ¿y si le pongo veneno? No, no… ¿Qué rayos estas diciendo? Eso sería caer demasiado bajo… pero sería muy conveniente ¿no? No, no, claro que no… bueno sí, pero definitivamente no podría hacer eso.

 

¿O si podría? ¿podría? ¿podría? ¿Qué tanto me costaría? Pensé en ello el resto de la tarde, pensé en todos los hechizos que conocía y que me servirían para asesinarlo, definitivamente podría hacerlo sin que nadie lo supiera, podría, simplemente, hacerme invisible, entrar a su dormitorio y cortarle la garganta, o enterrarle una daga en el corazón, o ponerle alguna sustancia venenosa… si él muriera, me entregarían la dirección del ejército, de modo que aceleraría los preparativos para el ataque y cuando mucho estaríamos llegando el próximo mes… definitivamente es una idea tentadora.

 

¿Podría olvidarme de mis valores para llevarlo a cabo? No sentía exactamente fidelidad por alguno de los reinos, ni por la gente, por lo tanto, mi título era importante porque es conveniente, ¿debía llevar presentes los valores conferidos a ese título? ¿siempre, en cada momento y situación? Después de todo ¿Qué es ser un caballero? ¿no ya he roto esos votos? Había secuestrado a Shizuru, ¿Qué podía importar un general de un reino enemigo?... bueno, había secuestrado a Shizuru, pero no había asesinado a nadie, quizás esa era la diferencia. Sin embargo, había hecho un pacto, una promesa, y Shizuru me quería de vuelta.

 

-milady –la doncella que me atendía estaba en la puerta –he venido para avisarle de la cena –la miré con la mente llena de pensamientos completamente distantes, de cierta forma, ensimismada, aún incapaz de llegar a una resolución. Miré el escritorio, lleno de papeles, pero vacío de algún otro objeto, mucho menos de algún efecto personal porque no era mi escritorio, yo no pertenecía ahí, al otro lado del mar, en mi hogar, estaba una mujer esperándome, o al menos quiero creer que puede estar esperándome porque siente algo por mí, así que ¿lo iba a asesinar?

-sí –conteste –gracias por avisarme –me levanté, me alisé la ropa, tapé el tintero y abandoné la habitación, con la doncella tras de mí.

 

Asistí a la cena, donde todo fue silencio. Por suerte, era común que no hubiera platicas vanas para acallar el silencio, de manera que pude pensar con profundidad sobre lo que iba a hacer. Resultaría algo gracioso, quizás, ya que de alguna manera me iba a vengar por cómo me clavó una espada en el pecho, aunque claro, yo no clavaria una espada. Tenía que pensar muy bien el método que utilizaría para asesinarlo, ya que el método diría mucho sobre el asesino.

 

Pronto la cena terminó y nos despedimos, cada quien se retiró a sus habitaciones para no volver a vernos sino hasta el otro día. Entonces me puse a pensar en lo que parecería cuando encontraran el cuerpo, no quería que pensaran que fue un asesinato, quería que pensaran que fue un accidente o en todo caso, una muerte prematura, a pesar de que me gustaría cortarle la garganta o despellejarlo vivo… de modo que pensé y pensé en varias formas en las que la gente ha muerto, las personas somos muy frágiles, podemos morir de enfermedades desconocidas, o en un incendio cuando no ponemos suficiente atención al fuego de la chimenea… pero no, un accidente no, debe parecer una muerte “natural”, algo como: “se acostó y ya no despertó”, la muerte que preferiría cualquiera.

 

-hasta mañana milady –yo asentí a la despedida de la doncella, por fin se marchaba después de lavarme y ahora podía imaginar con holgura… ¿y si le apretaba el cuello? No, dejaría marcas… ¿y si le doy veneno? Es bueno siempre y cuando no eche espuma por la boca… ¿un golpe en la cabeza? No, definitivamente dejará un moretón… necesitaba algún brebaje, alguna poción, algún hechizo… pero no recordaba haber leído algún hechizo tan lúgubre y peligroso que provocara la muerte, aunque, a decir verdad, hay muchos hechizos que tienen usos menos siniestros y que pueden ser usados de formas retorcidas, eso depende del usuario.

 

Me senté en el silloncito de siempre, lamentando que la chimenea no estuviera encendida, pues recién comenzaba el verano y hacia bastante calor, era innecesario caldear la habitación, sin embargo, añoraba la sensación del fuego en el hogar, la luz tenue y mis pies sobre la alfombra. Entonces, hoy más que cualquier día anterior, extrañé estar en mi anterior casa, en mi castillo, esperar al final del día que ella entrara por la puerta de su habitación, fragante y reluciente… pero ella no entraría por la puerta y dormiría sola.

 

Me tallé un poco la frente y fui por el libro de hechizos. Hojeé el libro mirando esos útiles hechizos. No pude evitar suspirar mientras leía… hechizos para secar ropa, para endulzar alguna bebida, para limpiar el polvo… ¿y si usaba ese hechizo de secado? Lo podría dejar bien seco y tieso… pero enseguida se vería anormal, no podía usarlo. Seguí leyendo, encontrando hechizos nuevos, bastante útiles, pero que definitivamente no servirían para mi objetivo, de manera que regresé al principio y volví a mirar brevemente los hechizos que había, nada de lo que releía me daba una idea hasta que llegué a cierta temática: hechizo quita-arrugas, hechizo suaviza-telas, hechizo perfuma-telas, hechizo quita-quemaduras, hechizo quita-marcas… si lo asfixiaba ¿quitaría la marca de las manos? Hasta ahora era la única idea que me cruzaba por la mente…

 

No era una idea muy sólida, pero era la única que había hasta ahora, de manera que tome la decisión de ir al día siguiente a esa pequeña y ultra privada biblioteca de libros con hechizos. Por mientras, cerré el libro y lo oculté, luego me metí a la cama. Sentí un vacío en el pecho, un vacío extraño, un vacío que me impedía respirar bien por más profundo que inhalara aire. Debe ser por ella, me dije, debe ser porque la extraño, pero no puedo ser débil, no puedo caer ante la debilidad que provoca su ausencia, debo seguir adelante. Cerré los ojos e intente dormir, no lo conseguí y por consecuencia pasé una noche horrible, de modo que en cuanto se alejó la doncella me apliqué un hechizo que me quito el cansancio por no haber dormido bien, aunque ahora que lo pensaba, había un hechizo para poder dormir…

 

Así pues, pude cumplir con mis actividades del día, hasta que por la tarde fui a mirar los libros. Fue un largo rato de mirar títulos e imaginar su contenido, valorar si habría algo que pudiera interesarme, no fue fácil, necesitaba resultados inmediatos para asimilar una gran cantidad de información, de manera que no encontré una solución aquella tarde, ni en los días siguientes.

 

No obstante, no me rendí, busqué en los libros que parecían tener contenido peligroso, el resto, que parecía hablar de hechicería buena o en determinado caso, útil, ni los toqué, por desgracia, todo fue un buscar en vano, había multitud de hechizos, de pociones, había formas de elaborar venenos o que causaran enfermedades, hasta plagas, pero no existía un solo hechizo que asesinara sin dejar marcas, ni existía una poción que causara la muerte sin necesitar de raros y ultra caros ingredientes, lo que yo quería, sencillamente no existía. La mente humana que había desarrollado infinidad de hechizos peligrosos, no había creado ni uno que conllevara a una muerte no dolorosa, todos estaban creados para causar dolor, agonía y tortura, algo que no me desagradaba del todo, pero que no era útil en esta situación. Por lo que solo me quedaba intentar borrar las marcas… ¿funcionaria? Quien sabe, pero definitivamente tenía que intentarlo.

 

Si el hechizo que borraba las marcas funcionaba tal como yo quería, el general sería encontrado muerto sin causa alguna, sin ningún sospechoso y, por lo tanto, no habría a quien buscar para culpar y se encomendaría su cargo a alguien más. Con suerte sería a alguien que yo pudiera controlar, o quizás aún mejor, me darían el cargo.

 

Con la decisión tomada en cuanto al método, debía elegir el momento de la muerte ¿de noche? ¿de día? ¿en su cama? ¿en un pasillo? ¿en su oficina? Debía ser en un lugar que no hubiera gente, pero también convenía que fuese de día, haría las cosas más misteriosas ¿Cómo culpar a alguien cuando fue a la luz del día y con muchos guardias a su alrededor? Si, debía ser de día y lo haría a la mañana siguiente, así se celebraría el funeral por la tarde.

 

Acomodé en su lugar el último libro que había estado revisando, di un vistazo para dejar todo en orden y pronto abandoné la estancia. Tuve ganas de dar un paseo por el palacio ahora que me sentía un poco más tranquila, pero hacer algo diferente a la rutina de siempre podía ser sospechoso, así que me fui a mi habitación y esperé en calma hasta la hora de la cena. Quería hacerlo cuanto antes, quería hacerlo en la noche, pero debía ser paciente, ya había esperado por mucho tiempo ¿Qué tanto seria esperar un poco más? Toda espera siempre es recompensada, me dije como consuelo.

 

En un rato más apareció la doncella y acudí al comedor, como siempre fui la primera en llegar, momentos después apareció Zhang y tras de ella aquel asno. Lo vi comer mientras yo también probaba la comida. Todos pasábamos la comida en silencio, de alguna forma, el pensamiento de que esa sería su última cena me dio gracia. Por supuesto, no me permití mostrar ni una sola expresión hasta que estuve en mi habitación y la doncella se hubo marchado. Entonces me permití exhalar con pesadez y fruncir el ceño. Si bien estaba animada porque esto movilizaría las cosas, ganaba más el sentimiento de impaciencia e inconformidad.

 

Iba a matar a un hombre, pero eso no me perturbaba, ya había matado antes, aunque hubiera sido por causas justas o en guerra y esta vez tenía una motivación completamente diferente, una que se alejaba de todo lo que había profesado antes, y, aun así, no me perturbaba. De cierta forma eso me hacía tener una sensación extraña. Debería sentirme mal por lo que voy a hacer, debería al menos sentirme intranquila, pero no había nada de eso ¿Por qué seria? Sin embargo, a pesar de preguntármelo, esas dudas tampoco me inquietaban, solo estaban por ahí, en mi cabeza, como pensamientos pasajeros. Quizás este lugar me ha cambiado, me dije, cerrando los ojos y sintiendo la pesadez. Pronto me fui a dormir.

 

En la mañana, fue la doncella la que me despertó, ya con el desayuno puesto. Comí y bebí con languidez, de cierta forma, reservando todas mis energías para lo que intentaría hacer. Al terminar con el desayuno y vestirme, la doncella se marchó e hice lo mismo, salí en dirección al cuartel, el día se miraba igual que otro, no parecía que fuera a llover, tampoco hacia demasiado calor, los hombres a lo lejos estaban practicando, algunos estaban vigilando, otros hacían rondas. Cuando llegué a la estancia que yo ocupaba, me senté, miré los papeles frente a mí y supe que no podría mirar con verdadero interés alguno de ellos. A mi espalda había una ventana, así que mire, el sol aún estaba bajo, quería que fuera al menos medio día.

 

La espera fue agónica, sentí que en ese momento solo estaba viviendo para poder mirar el transcurso del sol por la ventana, lo miré tanto y tantas veces, que cuando estuvo en la posición correcta ya no me sentía segura de que fuera la hora adecuada, pero miré las sombras en el suelo, era el momento. Me asomé por la puerta de la habitación, prestando atención a cualquier sonido, se escuchaban los movimientos de algunas personas, zapatos, una que otra voz de fondo. Todo tranquilo. Cerré la puerta sin hacer ruido e hice los preparativos. Hechizo de fuerza, destreza, resistencia, velocidad, agilidad, alerta, sigilo, percepción, silencio e invisibilidad. Estaba segura de que la espada con la que me había atravesado tenía un hechizo, por lo que no podía subestimarlo de ninguna manera. Al terminar de colocarme los hechizos salí de la estancia y caminé hasta la oficina del general, con las orejas bien pendientes de mi alrededor.

 

Por suerte todos tenían algo que hacer, de modo que llegué hasta la puerta de su oficina sin demoras. Obviamente estaba cerrada pero no asegurada, así que abrí ligeramente y al asomarme encontré el rostro extrañado de aquel sujeto, era obvio, él solo vería que la puerta se abrió sola. No la cerré y en cambio entré, apliqué hechizos que mostraran la presencia o efectividad de algún otro hechizo en la habitación, pero estaba limpia, no había ni un objeto mágico. El hombre se levantó de su asiento, miró la puerta, miró fuera y terminó por volver a cerrarla, en cuanto volvió a sentarse me coloqué tras él y llevé mis manos a su cuello, sujetándolo con fuerza, pero sin romperle el cuello, pronto comenzó a retorcerse, entonces me acerqué a su oído.

 

-nunca le agradecí por darme esta oportunidad… -conforme pasaban los segundos la agitación del hombre era cada vez más violenta, se llevó las manos al cuello, intentó gritar, intentó levantarse, trató de respirar múltiples veces, y después de un tiempo sus brazos cayeron sin fuerzas a sus lados. Deje de hacer fuerza en su cuello y me acerqué para tratar de escuchar algún tipo de respiración, pero no había nada –supongo que ahora es tarde.

 

Lo dejé bien acomodadito en su silla, le cerré los ojos y apliqué el hechizo quita-marcas, lo apliqué en su cuello, donde había notables marcas rojas, sentí duda al momento de aplicarlo, pero pronto las marcas se fueron desvaneciendo. Me sentí feliz, por primera vez en varios días, o meses. Lo tomé de los hombros y lo acomodé sobre su escritorio, como si hubiera estado durmiendo. Ya para terminar me acerqué a la puerta, todo seguía igual, en relativo silencio, así que abrí la puerta, salí, volví a cerrar y abandone esa habitación. Cuando llegué a la estancia que ocupaba y me senté en mi silla, supe que de verdad la misión había sido un éxito.

 

Miré el sol por la ventana y deshice todos los hechizos que me había aplicado. No me tomó ni media hora despachar al general. Pero eso había salido tan bien porque tenía los conocimientos adecuados, antes no me habría salido tan bien y sin testigos. No estaba bien gozar la muerte de una persona, pero ciertamente yo lo estaba haciendo. Me había clavado una espada y luego me tuvo como su prisionera de guerra, cuanta humillación, la muerte por sí sola no sería suficiente, pero debía conformarme.

 

Volví a asomarme por la ventana, mirando a algunos sujetos hacer sus rondas, seguramente ya por esta hora mandarían a buscar al hombre, ya que casi siempre debía estar pegado a Zhang. Volví a sentarme en la silla y tomé algunos escritos para tratar de leerlos. Escribí un par de cosas hasta que un guardia tocó mi puerta y entró abruptamente.

 

-milady, ¡el general ha muerto! –tenía que fingir sorpresa, pero no sabía si me saldría bien la actuación.

- ¿Cómo? ¿de que estas hablando? –para hacer una buena interpretación, pensé en qué dirían mis zoquetes si les dieran la misma noticia.

- ¡El general murió!

- ¿el general se murió? –era estúpido, pero en la estupidez hay cierta naturalidad, supongo.

- ¡El mismo! –me quedé con la boca abierta por unos segundos.

- ¿estás seguro que está muerto? ¿no está desmayado por calor?

- ¡Estoy muy seguro! –entonces, fingidamente me llevé una mano a la boca.

-que terrible, debemos comunicárselo a su majestad.

-ya han ido a comunicárselo, con su permiso, iré a informar a los demás.

 

Una vez que el sujeto abandonó la puerta, me levanté y fui hasta el pasillo que daba a la estancia donde él estaba. El lugar estaba abarrotado de guardias, algunos poniendo orden, algunos discutiendo, otros en completo silencio, pero el alboroto acabó cuando Zhang apareció en el lugar. Uniformemente, todos callaron y permitieron que Zhang entrara hasta la estancia, seguida de un sacerdote. Solo entonces me pregunté, ¿podría darse cuenta de que alguien utilizó un hechizo en él? ¿tendría algún hechizo para eso? ¿se daría cuenta que fui yo? Me surgieron algunas dudas e inseguridades, pero ya era tarde, no había sido suficientemente cuidadosa, no tomé en cuenta eso, solo me quedaba esperar pacientemente a ver que se decía.

 

Una vez que Zhang ingresó a la habitación, poco a poco me abrí paso entre los guardias hasta llegar al quicio de la puerta y poder escuchar que es lo que decían. Mire como Zhang contemplaba el cadáver con estoicismo, hasta parecía no importarle demasiado, quizás solo fuera apariencia. El sacerdote examinó el cuerpo, lo tocó, pego el oído, le levantó los parpados y miró los ojos, tanteo su boca y se asomó a ver el interior de sus oídos. Después de eso, dio su dictamen.

 

-su majestad –dijo el envejecido sacerdote –ha sido una muerte natural, aún era joven, pero algunas veces sucede.

- ¿está seguro de que no le han matado? ¿no le han envenenado?

-muy seguro su majestad, no hay signos de envenenamiento, tuvo una muerte repentina pero tranquila.

-muy bien… entonces empiece con los preparativos, debemos enterrarlo -me contuve para no reír ¿una muerte tranquila? Ojalá hubiera sufrido más.

 

Capítulo 19.

 

Después de la muerte del general se suspendieron algunas labores, por lo que dejé lo que “estaba” haciendo antes del evento. Para mi sorpresa, Zhang me pidió que le hiciera compañía, por lo que me mantuvé con ella hasta la hora de la comida. En la comida… por la tarde… y hasta la cena. En todo ese tiempo tuvimos oportunidad de comentar la muerte, de atar cabos, de sacar conclusiones, pero cualquier duda que tuviera, la conducía a la conclusión del sacerdote. Ella no había notado que se usó magia en el cadáver, ya me lo hubiera echado en cara y confrontado, es más, me hubiera hecho arrestar y con seguridad estaría en lo más profundo de un calabozo, con grilletes en brazos y manos, sin olvidarse de la tortura, obviamente. Pero, no había ninguna sospecha sobre mí, hasta donde se notaba.

 

De manera que le hice compañía hasta que inevitablemente, y por fortuna, ella fue a sus habitaciones y yo a las mías. Entonces disfruté de un relajante baño con agua bastante caliente. Esta vez no me senté a meditar en el sillón, me fui directo a la cama, estaba cansada, no sabía que lo estaba hasta que me acosté y sentí que el cuerpo me pesaba. Había sido más estresante de lo que había supuesto, pero estaba hecho y casi terminado. Pronto sentí como todo mi cuerpo parecía hundirse en la suavidad de la cama, era relajante, pero lo más importante es que era solo un paso más para poder volver.

 

Al día siguiente fue la ceremonia de despedida del general. Se llevó a cabo en el gran salón del palacio, bajo la dirección del mismo sacerdote del día anterior. Obviamente dio un largo y tedioso discurso que no tengo ganas de recordar en mi vida, de ser por mí lo hubiera mandado a callar, pero mantuve la compostura hasta que terminó la tortura, después de todo, Zhang me pidió que la acompañara.

 

Tal solicitud de compañía me despertaba ciertas inquietudes. Por un lado, me hacía pensar en la posibilidad de que Zhang me nombrara general del ejército, pero por otro… ¿Qué tal si se me estaba pegando con otras intenciones? Con la intención de vigilarme o… intenciones más sucias… ya lo había pensado antes, cuando apareció en mi habitación, ¿o serian conclusiones precipitadas, causadas por una mente retorcida? Podía ser, podía ser…

 

En un principio pensé en que sería alguna de esas dos posibilidades, luego, conforme transcurrió el día, pensé que podían ser las dos juntas, o que una dependiera de la otra. De ser así me negaría. Por ese motivo no toqué para nada el tema del nombramiento del nuevo general, de ser posible lo evitaría hasta que ella lo mencionara directamente, me aterraba la idea. Con lo que no conté, es que, al día siguiente, poco tiempo después de terminar el desayuno, sería convocada a un sencillo salón de audiencias, donde me esperaba Zhang y el sacerdote. Al llegar los guardias me abrieron las puertas y dentro todo estaba en silencio, sentí como si me hubieran estado esperando solo a mí y fue incómodo, por no decir que en seguida me puse tensa y alerta.

 

-su majestad, he acudido lo más rápido posible –era mentira, ni siquiera había corrido, pero en cambio ella asintió en comprensión.

- ¿Qué es lo que tenía que decirme? –le dijo Zhang al sacerdote, lo que me hizo pensar que la reunión aún no había comenzado, algo extraño.

-su majestad, sé que el cuerpo del general aún esta tibio, pero, es necesario nombrar al nuevo ocupante del puesto –enseguida sentí sudor escurriéndome por la espalda.

-cierto… -se tomó unos momentos y luego me miró fijamente –Kuga Natsuki pertenece a mi familia, no tengo nada más que agregar –al menos podría haber dicho que tengo habilidades y experiencia…

-por supuesto su majestad, por supuesto, una acertada decisión, debemos oficiar un nombramiento…

-eso es obvio - ¿es que acaso yo no tenía opinión? Aunque tampoco es que pudiera negarme…

- ¿Cuándo…? –comenzó él y ella trono los dedos, llamando a un criado que se acercó presuroso.

-más tarde le informaré cuando se hará la ceremonia, retírese por ahora.

-por supuesto su majestad, estoy a sus órdenes.

 

El viejecito se retiró con pasos cortos pero rápidos, mientras Zhang le dijo algo al oído al criado, algo que no conseguí escuchar. Rápidamente el sujeto se fue y finalmente nos quedamos Zhang y yo en el saloncito, sin nadie más de por medio. De momento no supe que decir, en cierta forma esperaba que esto sucediera, pero creí que antes me preguntaría, y que me haría alguna proposición rara… aunque este escenario era el mejor, porque el nombramiento no estaba condicionado, de modo que pronto supe que decir.

 

-su majestad, gracias por concederme tal honor –e hice una reverencia. Ella agitó la mano, como restándole importancia.

-la decisión era lógica, no podría confiar en nadie más –claro, ella daba por hecho que le era completamente fiel.

-aun así, su majestad, me siento honrada por el honor –toda esta palabrería era una molestia, pero era parte del protocolo, ¿Cuál es el protocolo? Adularla y no dejar de adularla.

-desde hoy pasarás las audiencias conmigo y por las tardes tendrás que ponerte al corriente de todo lo relacionado a la incursión del Reino Este.

-por supuesto su majestad, será un placer.

 

Por lo tanto, subí los pequeños escaloncitos que hacían una diferencia de nivel entre el trono y los solicitantes, para finalmente situarme al lado de Zhang. Bueno, volvía a tener mi viejo puesto, solo que en un lugar diferente. No me importaría quedarme, siempre y cuando tuviera a Shizuru a mi lado, por eso no podía quedarme aquí.

 

Zhang tuvo un par de audiencias más en ese pequeño y privado saloncito, pero al terminar nos pasamos al gran salón de audiencias, con muchos plebeyos haciendo fila, esperando poder exponer alguna dificultad, si tenían suerte, la mitad serian atendidos, y si tenían aún más suerte, unos cuantos de esos tendrían una solución a su problema. Era gente de clase baja, insignificantes y mediocres, pero necesarios para las labores más molestas, por lo tanto, se les debía atender, aunque fuera una molestia.

 

Traté de relajar el rostro y mirar un punto determinado en la lejanía, ahora mismo estaba en desventaja. Este trabajo no me era desconocido, pero nunca había estado desempeñándolo sin armadura y espada, mis expresiones eran visibles, no podía estar frente a la gente con cara de aburrimiento o con molestia por escuchar asuntos estúpidos e insignificantes. Por eso, cada que sentía que estaba perdiendo la compostura, respiraba hondo, hinchaba el pecho, tensaba la espalda y miraba otro punto lejano. Fue una mañana muy dura. Por suerte, por la tarde pude dedicarme a asuntos que eran verdaderamente más importantes, como lo era el ejército, las provisiones y a revisar todos los papeles que tenía aquel asno en su despacho, para eso llamé a varios encargados y ayudantes, los puse a sacar todo y leerlo, y como realmente no había mucho papeleo, en un día estuvo zanjado ese asunto.

 

Para cuando finalmente me acosté esa noche, me dolía la espalda y el cuerpo me pesaba, además de que no podía dormir, por suerte conocía un hechizo efectivo. De manera que, a la mañana siguiente, por mucho que me fastidiara, fui a situarme al lado de Zhang en las audiencias, no sin antes aplicarme un hechizo de resistencia y fortaleza, gracias a eso pude aguantar satisfactoriamente las audiencias hasta que llegó la hora de la comida y le informé a Zhang que ya me había puesto al corriente con todos los asuntos del general.

 

-eso ha sido rápido, me has sorprendido –estuve a punto de ser petulante al contestar, por suerte me corregí a tiempo.

-es solo que ya estaba al corriente de casi todas las necesidades del ejército, solo había papeleo que revisar.

-entonces… ¿no hay duda alguna en que el ataque deberá ser en agosto? –yo expresé una breve sonrisa.

-me complace informarle que, si está de acuerdo, puedo organizarlo para mediados de julio.

-estoy muy de acuerdo –contestó ella, con una gran sonrisa en los labios.

 

No hablamos más después de aquello. En mi mente estaba pensando en todo lo que tenía que hacer y lo que quería hacer al llegar al Reino Este, y ella, muy seguramente, estaba pensando en lo mismo, en lo que haría y todos sus planes de conquista en el Este y en los Reinos Norteños, aunque a mí, todo ese tema, no me importaba en absoluto, solo quería salir de aquí en una pieza y llegar a mi casa. Aunque… ¿Qué podría detenerme ahora mismo de asesinar a Zhang? Lo pensé bien, valoré las posibilidades, realmente no había nada que me lo impidiera.

 

¿Debería, entonces, asesinarla? Lleve mis ojos hacia ella, que disfrutaba de una buena tarta como postre y un sorbo de vino, ¿Qué ganaría con matarla? ¿Qué perdería? Obviamente tendría complicaciones, todos los guardias me perseguirían, aunque si encubriera el asesinato podría escapar de una ejecución, el caso es que saltarían demasiadas sospechas si Zhang moría dos días después que el general, aunque sin pruebas la gente no tendría nada en contra mía y podría hacer lo que me viniera en gana, el problema sería con las personas que se pelearan por el poder… todo apunta a una situación muy complicada y riesgosa.

 

Bueno, es lógico que tendré que asesinarla, solo debía escoger bien el lugar y el momento, y si tenía suerte en ello, hasta podría quedarme con este reino, después de todo, se supone que soy parte de la familia real y no queda nadie más, el truco es dar los pasos correctos. De modo que primero debía ganarme a los hombres del ejército, debía hacer que fueran fieles a mí, debía ganarme su confianza, y eso solo podía conseguirlo luchando. El caso es… ¿Cómo ganarme al ejército sin dañar demasiado al otro ejército? Porque quería volver y tener aún una buena relación con el Reino Este, después de todo, Shizuru pertenece a él y no quiero que me termine odiando por la guerra, pero no sabía cómo lograrlo, solo que… fingiera.

 

-julio comenzará dentro de dos días –dijo Zhang, sacándome de mis pensamientos –ese día he mandado a preparar una ceremonia para tu nombramiento –comentó ella, mientras le ayudaban a levantarse de la mesa.

-muchas gracias su majestad, me honra con sus atenciones –ella hizo un gesto con la mano.

-está bien, a mí también me complace recompensar a quien se lo merece.

 

En un principio creí que sería una ceremonia breve, solamente un acto protocolario que tenía como fin lograr el reconocimiento público de mi poder y autoridad, pero la ceremonia fue más esplendida de lo que imaginé. Quizá debí imaginarlo cuando miré la ropa que me llevó la doncella para prepararme, era ropa nueva, hecha de materiales finos y de costosa manufactura, e incluso llevaba joyas en los brocados de hilo de plata. Serian prendas absurdamente costosas, pero que, en lugar de declinarlas, las vestí sin problema. Me lo merezco, me dije, mientras la doncella me vestía.

 

Posteriormente, al llegar al gran salón y ver a la gran concurrencia, todos engalanados con sus mejores prendas, supe que no era algo tan breve, menos aun cuando el sacerdote estaba rodeado de otros sacerdotes más, parecía todo un comité. Nunca había sido protagonista de una ceremonia tan pomposa y contrariamente a lo que alguna vez imaginé, no me disgustaba del todo. Podría acostumbrarme, pensé, lejanamente.

 

Me encontraba en la entrada del gran salón y frente a mí, toda la concurrencia estaba pendiente de mí. En cierta manera me recordaba a cuando contraje matrimonio, había demasiadas personas, aunque claro, el motivo y mi sentir eran muy diferentes. Fue un buen momento, parecía chiste que muy pronto haría un año de aquel evento. Bueno, mejor dejar los buenos momentos para otra ocasión, de modo que enderecé la espalda y esperé a que el estúpido a mi lado me anunciara. Quizás era muy estúpido, porque tuvo que llegar alguien a reprenderlo y así, finalmente me anunció a los asistentes.

 

Al terminar el anuncio se hizo el silencio y el orden, y si antes sentía las miradas sobre mí, ahora se volvió una sensación más pesada. Pronto di los primeros pasos para llegar a hasta donde estaba el sacerdote y Zhang; la gente me abrió camino sin quitarme los ojos de encima, no percibía hostilidad, quizá era simple curiosidad o ganas de confirmar algo, supongo, pues sentía muchas de sus miradas directamente sobre mis ojos. Pronto llegué al frente, entonces el sacerdote dio un largo discurso, ensalzando las cualidades que obviamente no estaba seguro de que yo poseyera, pero que fingió que sí. Al terminar, Zhang se puso de pie y yo hinque una rodilla, dijo unas palabras y un apurado criado se aproximó con una espada que desenfundo y puso sobre mi cabeza, al terminar, enfundo la espada y me obsequio un medallón como prueba de su favor, sumándole a eso la misma espada que había usado anteriormente. La recibí con elaboradas reverencias mientras el gentío aplaudía.

 

Obviamente, después de eso, hubo una modesta fiesta que duró el resto del día, con comida y bebida como para alimentar a la concurrencia y al ejército, o al menos una tercera parte. Bueno, dije modesta, pero lo cierto es que no fue exactamente modesta, aunque estaba bastante acostumbrada a los derroches de dinero, Zhang superaba mis expectativas, es bastante obvio que este reino tenía sobrados los recursos y me preguntaba si siempre había sido así, si era verdad que había tantos recursos o si pudiera ser que fuera solo apariencia… nunca se podía saber con certeza la realidad de un reino, a veces los reyes se endeudaban terriblemente con otros reinos o con alguno de sus terratenientes.

 

Que importa ahora, un día descubriré la verdad me dije, así que me permití olvidar el tema y disfrutar de la fiesta, comiendo y bebiendo con libertad. Mientras miraba a la multitud de desconocidos, no podía evitar volver a recordar la fiesta de mi matrimonio, había sido muy feliz en esa ocasión, pero había tenido que evitar a la gente y no comer, ocultándome, yo había aceptado eso, era el pago por contraer matrimonio con quien yo había querido, lo aceptaba perfectamente, pero estando aquí, siendo libre y yo misma, me era muy difícil no comparar y pensar, que en cuanto regresara al Reino Este tendría que volver a esconderme bajo un yelmo… y apropósito de yelmo… había perdido el de mi armadura… necesitaría otro.

 

Después de mucho pensar, tratar de no recordar y por supuesto, beber una considerable cantidad de licor, decidí retirarme antes de abrir la boca o hacer algo inapropiado, tenía una buena resistencia al licor, pero nunca se es demasiado cuidadosa. Por lo tanto, me acerqué a Zhang, le hice una profunda reverencia cuidando no caerme y le dije que me retiraba, ella alzó su mano un poco, en señal de consentimiento, entonces un criado anunció mi retiro. En ese comento casi se me salen los ojos, ¿Por qué lo hacía? Me giré a ver al gentío, encontrándome con miradas pendientes de mí, hice una sonrisa un poco forzada y di una muy, muy ligera reverencia con la cabeza, pues toda esa gente era inferior a mí. Al terminar el movimiento salí por una puerta lateral y caminé sin descanso hasta llegar a mi habitación, no pasó demasiado tiempo para que apareciera la doncella de siempre.

 

La cabeza me pesaba y no sentía que pudiera mantenerme muy bien de pie, estaba teniendo un muy buen control, pero eso se estaba acabando, por esa razón al llegar a mi habitación le pedí que me diera unos minutos a solas y que yo la llamaría. Una vez que salió, fui a buscar el libro de hechizos, pasé las páginas rápidamente, casi podía recordar en que página exactamente estaba el hechizo que necesitaba, pero no podía recordar la pronunciación, por suerte, encontré el hechizo de desintoxicación, me lo apliqué y en un instante todo volvió a estar bajo mi control. Después de eso me juré que me aprendería el hechizo.

 

En los días siguientes comencé a convivir más con los soldados a mi mando, reorganicé todo el ejército, solicité un cinturón para mi nueva espada y un yelmo para mi armadura, aunque no fuera igual. En eso ultimo surgieron unos cuantos problemas, debido a que había reestructurado el ejército, ahora quedaba mucho menos tiempo para el momento de lanzar el ataque al Reino Este, así que requería el yelmo en menos de dos semanas y el estúpido herrero se negó a entregarlo tan pronto. Me enfurecí tanto que le solté tan tremenda bofetada que lo mandó al suelo.

 

-me entregaras el yelmo a tiempo… –le dije con voz tranquila –no es una solicitud ni una opción -lo vi temblar brevemente, hecho que me complació, quizá al fin captó el mensaje satisfactoriamente, de modo que me di media vuelta y salí de la herrería.

 

Al salir del lugar di unos breves pasos y me quedé mirando la afluencia de personas, era una zona comercial, era lógico que hubiera mucha gente, y aunque en general, solía desconocer a la mayoría de la gente en el reino en el que vivía anteriormente, aquí me sentía por completo fuera de lugar, en medio de gente desconocida y extraña, las personas que pasaban me miraban fijamente a la cara y después bajaban la mirada, me apreciaban con curiosidad y duda, hasta podría decirse que con una actitud crítica. Quizá no estaban seguros de quien era yo, quizá dudaban de mí tanto como yo dudaba de ellos. Es una actitud normal y perfectamente entendible, pero no quería decir que me gustara.

 

Respiré profundo y alcé el mentón, enseguida me topé con unas mujeres que me estaban mirando directamente a los ojos, al devolverles la mirada giraron el rostro, incomodas. Solo unas semanas más, me dije mientras comencé a caminar. Ya todo estaba dispuesto, había redistribuido las provisiones, estimado y presupuestado los gastos en la ausencia del personal militar, además de los gastos que generaría la guerra, también había estimado las bajas que habría e ideado un plan de ataque, el cual, pese a mi experiencia, habilidad y la gran ventaja numérica, no había sido nada fácil, porque, al final de cuentas, quería lograr la conquista de forma en que hubiera la menor cantidad de bajas. Y, por absurdo que pareciera, Zhang se dio cuenta. La creía una chica que no sabía nada de estrategias de ataque, pero pudo notarlo, por suerte, le dije que, si se usaba esa estrategia, tendríamos mejores números para gastar en su campaña en el norte.

 

“Serán menos bajas ya que conozco las estrategias y organización del ejercito enemigo, así podremos usar esos números en el norte, porque ahí no sé qué pueda pasar, no sé cuántos soldados se perderán”.  Zhang estuvo conforme una vez que le dije eso. Pero, aunque era verdad, también había una parte de mentira. Yo iba a regresar al Reino Este y el territorio se sumaría al Reino Oeste, de modo que no quería que la gente pensara que los había atacado con todo, sabiendo que en un pasado habíamos estado en el mismo bando, no me haría ver bien, y yo necesitaba que las cosas, la situación, fuera aceptable para que Shizuru estuviera feliz conmigo y se uniera a mí, esa era mi esperanza, esa era mi intención.

 

Por lo tanto, ya que conocía la ubicación de todas las divisiones, solo tenía que atacar conjuntamente esos lugares para paralizar a todo el ejército y justamente, ese era el problema, la correcta organización de todo el ejército con distancias tan largas entre sí, de modo que creé una nueva modalidad de comunicación de mensajería. Solo esperaba que funcionara correctamente.

 

Como aún no estaba segura de la eficacia de los mensajeros, puse a trabajar a tope en las últimas dos semanas que quedaban a toda la tropa de nuevos mensajeros que había creado. Fue largo y cansado, pero había sus recompensas, al menos podía disfrutar de llamarlos idiotas o imbéciles cuando hacían algo mal. Sin embargo, cuando llegó el día, a pesar de que aún no estaban del todo preparados, yo estaba más feliz de lo que jamás había estado en todos estos últimos meses. Estaba tan feliz y concentrada en el lugar al que llegaría que casi olvido ir por mi yelmo, pero por supuesto, en ningún momento me olvidé de recoger la carta de Shizuru que estaba en mi habitación, después de todo, sobrevivió a todo ese tiempo. De modo que, unas horas antes de subir al barco, tuve que ir a recoger mi nuevo yelmo.

 

-le suplico me perdone su excelencia, me faltaron algunos detalles –me dijo el herrero, mientras yo veía el yelmo en silencio y con la boca torcida. Era un yelmo fino, con buenos detalles, pero el metal no estaba templado, su coloración era común y corriente.

- ¿te parezco alguien vulgar? –le dije, estaba muy… molesta.

-no, su excelencia –bajó la cabeza y se agachó.

-mira mi armadura, pedazo de asno –pero él no hizo el intento de mover la cabeza –mi armadura esta templada, mira el color –seguía en su lugar y tuve que tomarlo del cabello –te estoy ordenando.

-sí, su excelencia, ya la veo, es un color hermoso.

-sé que es un color hermoso y por eso esperaba un yelmo a su medida.

-su excelencia, solo que… aquí no conocemos esas técnicas… -entonces lo solté.

-su majestad se jacta de la superioridad de este reino, pero ¿no pueden hacer armaduras templadas? ¿es una broma? –pero el herrero no dijo nada, se quedó quieto en su lugar –que asco… -entonces tome la bolsa de monedas y se la tiré en una mesa –tendré que conformarme con esta cosa…

 

Estaba disgustada y no me importó ser grosera. Después de todo, no sabía que sucedería en el enfrentamiento, pero podía decir con seguridad que haría lo necesario para no tener que volver al Reino Oeste, de modo que no me importaba qué dijera o qué opinara un herrero mediocre. Si tenía suerte, encargaría un nuevo yelmo en el Reino Este.

 

Con el horrendo yelmo bajo el brazo y ya resignada a usarlo, subí al caballo que me habían dado, en dirección al puerto. Cabalgué con holgura, pasando por las estrechas callejuelas donde solo debía circular la gente. Aprovechándome de mi posición y mi poder para hacer lo que me diera la gana en medio de gente mediocre, visiblemente molesta por la intromisión de un caballo en un sitio tan limitado, pero nadie podía decirme nada. Quizás fuera porque por fin me marchaba de aquel asqueroso reino que extendía mi felicidad a hacer lo que me diera en gana, además ¿Qué era un poco de incomodidad para los plebeyos? Ya estarían acostumbrados, me dije, mientras sonreía un poco.

 

Por suerte, más pronto de lo que hubiera esperado, salí a la calle principal que llevaba al puerto, estando ahí divisé la nave insignia y el lujoso barco que llevaría a Zhang. En un principio pensé que Zhang viajaría en la nave insignia, que es de la que provienen todas las ordenes, pero por suerte Zhang no tenía pensado perder ni una sola de sus comodidades y a mí no me importaba viajar en un barco diferente, ya estar en un barco de regreso, era un colosal progreso a mi situación de ida al Reino Oeste, es decir, de ir encadenada y en medio de la cubierta, a ir en la nave insignia con una, aunque pequeña, pero bastante bien adecentada habitación.

 

Mientras rememoraba todo ello, llegué a los muelles donde estaban cargando las provisiones y los soldados se estaban presentando para subir a los barcos. Pude haberme integrado e interactuar con mis asistentes, pero me quedé sobre el caballo, a esperar que fuera la hora de partir. Fue una, aparentemente larga pero entretenida espera, pues cuando me di cuenta, el carruaje de Zhang llegó al puerto y sus criados comenzaron a subir sus baúles, mientras ellos corrían, Zhang bajó del carruaje y pronto nos encontramos con la mirada. Ella caminó hacia mí y yo bajé del caballo.

 

-ya ha llegado el día –me dijo ella con una sonrisa socarrona.

-ha llegado, su majestad –también me hubiera gustado sonreír, pero me mantuve lo más estoica posible.

-en parte, siento envidia de ti, tú no tienes que dar un discurso de despedida.

-seguro sus súbditos se sentirán agradecidos por sus palabras.

-ya lo creo que sí.

 

Y tal como dijo, cuando nos informaron que todas las provisiones habían sido subidas a los barcos y que todos los soldados abordaron, el vocero comunicó a la multitud que debía escuchar el discurso de despedida de su majestad. Obviamente yo me mantuve a su lado desde el principio hasta el final, pero, aunque estuve presente, no escuché ni una palabra, mi mente estaba en otro lugar, al otro lado del mar. Ya cada vez queda menos para verte.

 

Al terminar el estúpido discurso, la gente aplaudió y pudimos por fin, marcharnos del mugroso puerto. Zhang subió a su barco y yo subí al que me correspondía, cuando por fin desataron los amarres, las velas fueron izadas y la nave se movió, sentí que al fin estaba haciendo un progreso verdadero. Usualmente la sal del mar podía resultarme un poco molesta, pero no en esta ocasión, de hecho, me mantuve en cubierta hasta el anochecer, tocando de vez en cuando un bolsillo donde había guardado la carta de Shizuru, recordándola, recordando nuestro juramento mientras veía hacia adelante por donde avanzaba el barco. Me hubiera gustado usar un hechizo y acelerar el avance, pero en cambio usé un hechizo que volvía los vientos favorables. Eran mediados de julio y normalmente se sentiría un nada agradable calor veraniego, pero gracias a los hechizos, el viento refrescaba y había nubes que impedían los fuertes rayos del sol.

 

Los conocimientos que había adquirido en hechizos fueron bastante útiles, tanto para asearme, como para mantener limpias mis prendas, para no sentir calor y hacer un viaje mucho más agradable y menos incómodo, y por supuesto, hacerlo lo más corto posible, por eso usé hechizos para buen viento tanto como fue posible y lo suficiente como para que no pareciera anormal, un viento tan bueno; aunque fue inevitable que surgieran comentarios optimistas entre la tripulación, diciendo que los dioses nos bendecían con buenos vientos y sin tormentas. Pero los dioses no intervendrían si yo podía evitarlo. De esta manera, el viaje que llevaría casi una semana, tomó un poco más de tres días.

 

Tres días y casi al atardecer por fin vi tierra en el horizonte. Mi corazón retumbó en mi pecho, sabía que Shizuru no estaría ahí, en aquella tierra que estaba viendo frente a mí, lo sabía, pero allá, mucho más allá, en algún lugar del reino, estaría ella, ahora mucho más cerca de lo que ha estado de mí en todos esos tortuosos meses. Tuve el impulso de arrojarme por la borda e ir hasta ahí, de correr hasta llegar a mi castillo, de parar todo y abandonarlo todo, pero tuve que ser prudente, no podía jugar ni confiarme con Zhang, tenía un gran ejército y nunca debía dejar de ser precavida, de modo que comencé a dar órdenes a los capitanes, para que comenzaran a organizarse e ir a atacar el sitio asignado.

 

El primer paso era que las tropas tomaran su lugar en los puntos costeros que daban a los principales condados o poblados donde estaban las divisiones del ejercicito Este, después, en cinco días, que era más o menos el tiempo que se toma en alcanzar el punto más lejano, se lanzaría el ataque conjunto, sin dar tiempo a la movilización y comunicación de las tropas enemigas. El plan consistía en un solo ataque contundente. Así lo planeé y así se hizo. Al quinto día, yo personalmente ataqué la ciudad portuaria que estaba casi inmediatamente a la ciudad capital.

 

El ataque fue tan fuerte y tan numeroso, que pude atravesar la ciudad sin obstáculo alguno para así continuar con el resto de la brigada hasta llegar a las puertas de la ciudad capital y atravesarlas sin problema alguno. Esto fue fácil ya que no estaban enterados del ataque de la ciudad portuaria, mucho menos de los otros ataques a las demás divisiones, lo único que pudieron hacer a tiempo, fue cerrar las puertas de la muralla que rodeaba a la ciudad, aunque eso no sirvió para nada, pude echarlas a bajo con dos arietes al mismo tiempo, después de todo, yo conocía bien esas puertas.

 

Una vez que las puertas cayeron, los batallones entraron como marejada, atacaron a todo el que les hizo frente, pero fieles a mis órdenes, no atacaron a nadie que se rindiera. Eso me sorprendió, eran mejores soldados de lo que pude haber esperado. Por desgracia para mis planes, la superioridad numérica fue demasiada en aquella batalla, no tuve necesidad de abandonar el caballo para pelear, eso evitó que los soldados a mi mando me vieran luchar con ellos, por lo tanto, no ayudaría a simpatizar con ellos. Bueno, me dije, a veces no puedes tener todo lo que quisieras.

 

-su excelencia –pronto llegó un mensajero –las divisiones cuatro y ocho han sido neutralizadas, aquí los detalles –entonces me extendió un rollo.

-muy bien hecho –tomé el documento, pero no quería leerlo ahora mismo.

-su excelencia, ¡Su excelencia! –pronto llego otro mensajero a todo galope –las divisiones tres y siete están inmovilizadas.

-perfecto –tomé el documento que me extendía –con eso ya tenemos a más de la mitad de su poder militar –entonces me giré a mi asistente –rodeen el palacio y ordenen la rendición en nombre de su majestad.

-sí, su excelencia –entonces se adelantó con un batallón a cumplir mi orden.

-infórmele a su majestad que pronto tendremos la rendición de la Reina –le dije a otro de mis estúpidos asistentes.

-en seguida su excelencia.

 

Entonces, por unos breves momentos me quedé sola en medio de una calzada. Conocía ese lugar, por fin estaba en un lugar conocido, por fin no me sentía extraña, pero ahora estaba atacando el lugar que había sido mi hogar. Lo miré con detenimiento, miré a la gente que estaba en el suelo, rendida ante los soldados extranjeros, sin embargo, me topé con las miradas sobre mí, no podían ver mi rostro, pero veían mi armadura, y pronto, gracias a los hechizos que me había aplicado, llegaron a mis oídos los susurros de la gente y los soldados vencidos.

 

-es el caballero del reino…

-no puede ser, murió en batalla…

-nadie encontró su cuerpo…

-nos ha traicionado…

 

Quería gritarles que no era cierto… pero sí era cierto. De modo que me mordí la lengua. Sabía que esto iba a pasar. Quizá habría sido más fácil cambiar de armadura y aparentar ser otra persona, pero quería volver como yo, como lo que había sido y retomar mi lugar, pero ahora que escuchaba lo que decían… sentía ganas de cortarles la garganta. Había pasado por muchas cosas para poder volver, ¿y me salían con eso? ¿solo eso podían ver? ¿solo traición? ¡Era sacrificio! Un sacrificio enorme que hacía para poder mediar en la situación, un sacrificio para poder volver con Shizuru, pero esa gente ignorante solo pensaba en que había cometido traición.

 

Pronto comencé a enojarme tanto que las riendas del caballo quedaron más delgadas por la fuerza que puse al apretarlas. Por suerte, antes de que dijera o hiciera algo, llegó Zhang, en un carruaje que no sabía de donde había salido, seguramente lo había llevado en su nave o utilizó un hechizo, no podía saberlo con certeza porque aún había muchos hechizos que desconocía.

 

-mis felicitaciones, fue mucho más fácil y rápido de lo que previste.

-habría sido más rápido si aquel asno me hubiera escuchado antes –le contesté, en referencia con aquel estúpido cadáver.

-y nunca me cansaré de darte la razón –decía Zhang, feliz y complacida.

-su majestad, su excelencia –regresó entonces mi estúpido asistente –no quieren aceptar la rendición –yo exhalé, molesta.

-era de esperarse, tendré que presentarme… su majestad, si me acompaña, sabrán que estoy por completo de su lado y accederán a la rendición –sin embargo, Zhang se quedó callada, pensando unos momentos.

-no quiero su rendición, manda al resto de la brigada y que aplasten a todos los que estén en el palacio –ciertamente, era una buena decisión, yo también la habría tomado, más aún cuando rechazan una rendición honorable, pero tampoco quería verme tan radical, a menos que…

-por supuesto su majestad, yo personalmente le traeré a la Reina a sus pies –al decirle eso, Zhang sonrió espeluznantemente.

-estoy ansiosa por verlo –le extendí una mano en dirección al palacio, cediéndole el paso a ella.

 

El carruaje de Zhang comenzó a moverse y yo subí al caballo, emparejándome con ella. Les di un último vistazo al grupo de personas que estaban sentadas en el piso, aquellos que se habían rendido y murmuraban sobre mí. Ciertamente, debo parecer por completo una traidora al escucharme.

 

Una vez que comenzamos a avanzar, mi asistente también se desplazó tras de nosotras y llamó a las tropas restantes que estaban desocupadas. Solo bastaron unos minutos para llegar al palacio, el cual por supuesto, estaba cerrado a canto y lodo. Por primera vez desde que tuve una posición de poder y autoridad, tuve que tomar aire para hablar tan fuerte y claro cómo me diera la garganta y pulmones.

 

-en nombre de su majestad, Zhang, Reina del Oeste, ¡Solicito su rendición absoluta! –pero no se escuchó ni un ruido como respuesta – ¡De no acceder, tiraré las puertas y eliminaré todo acto de rebelión! –pero una vez más, no hubo respuesta. Miré brevemente a Zhang, que miraba las puertas y el balcón por donde muchas veces dio algunas palabras la Reina, Zhang estaba esperando con fervor que entrara y trajera a rastras a la Reina. Bien, si eso es lo que quiere, me dije, bajando del caballo y desenfundando la espada que la misma Zhang me obsequiara. Avancé unos pasos y llamé a mi estúpido asistente, quien corrió presuroso a mi lado –dentro debe estar el general del ejército junto con sus tenientes, ellos son los que me enfrentarán y yo los mataré, de modo que sigue el camino principal a la izquierda, te llevara a las habitaciones de la Reina, cuando la tengas ellos estarán acabados ¿entendiste?

-sí, su excelencia –parecía un mocoso estúpido y entusiasta, del que se puede esperar que termine cagando todo, pero en realidad, eso estaba bien para mí.

 

Pronto los soldados se reunieron a mi alrededor, iban a adelantarse a la puerta, pero les ordené detenerse, en su lugar, sujeté firmemente la espada y de un tajo atravesé las puertas con un corte diagonal, pronto, la mitad de una de las puertas cayó, dejando ver el recibidor que estaba en el otro lado. Todos esos idiotas se quedaron pasmados, mientras avancé, le di una patada al resto de la puerta y quedó completamente libre para transitar.

 

- ¿Qué esperan? ¡Ataquen! –para cuando mi estúpido asistente gritó eso, yo ya estaba subiendo las escaleras, dejando los cadáveres de tres guardias en el suelo.

 

Ciertamente, la espada que me había obsequiado Zhang tenía un filo increíble, que lástima que tuviera que ser manchada con la muerte de las personas que antes protegí. Era una lástima, una verdadera lástima, pero tampoco me estaba sintiendo especialmente mal, todo es por ella, todo es para poder estar con ella. Con ese pensamiento podía estar bien y continuar. De modo que no enfundé la espada y continúe avanzando, hasta que me pregunté ¿Dónde estarían esos zoquetes? ¿o es que acaso no estaban en el palacio? ¿estarían en la fortaleza? ¿en otra ciudad? De ser así no habría mucho en lo que me entretuviera, tendría que matar el tiempo con algunos otros guardias, de ser posible, me gustaría escapar a la penosa tarea de encarar a la Reina.

 

Pero, al menos por una vez, había ocurrido lo que quería que pasara. Estaba dudando sobre hacia donde avanzar, cuando apareció Sir Takeda, encarándome con una espada en ambas manos. Perfecto, me dije, ahora podré tontear con él mientras mi estúpido asistente toma a la Reina y se acaba toda la faramalla. Con lo que no conté, es que también aparecería Sir Yuuichi, pero él tras de mí. Pude tomarme un tiempo para girar y mirarlos a los ojos, ambos me miraban con las cejas totalmente fruncidas, completamente alertas, sin decir una palabra. Antes habrían dicho alguna palabra, me habrían preguntado algo, al menos me habrían hecho un reclamo, pero estaban por completo en silencio, quizás ¿dudarían de que era yo?

 

-quítenle el yelmo –escuché más lejos, y pronto la figura de Sir Kanzaki apareció por un pasillo –sabremos así quien está bajo esa armadura –eso dejaba más claras las cosas, estaban siendo precavidos porque no sabían quién ocupaba la armadura. Me quede inmóvil, sin saber muy bien que hacer ¿dejaba que me quitaran el yelmo? ¿dejaba que me vieran? No quería matarlos, pero tampoco podía jugar demasiado con ellos, podían darme una sorpresa y atravesarme la armadura, necesitaba que se pusieran de mi lado, pero ahora mismo no podía decirles nada, solo necesitaba que se rindieran después de intercambiar algunos golpes no críticos… pero estos asnos no atacarían tan blandamente, irían con todo, era lógico, pero también me era problemático. Estuve a punto de suspirar cuando Sir Takeda se aproximó con un golpe a mi cuello, repelí el ataque con un solo movimiento que casi lo hace caer, entonces supe que hacer.

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –les dije, con la voz más neutra y grave posible.

-de modo que, si es usted, su señoría –dijo Sir Kanzaki.

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste, si no, eliminare todo acto de rebelión.

- ¿Qué? –dijo Sir Yuuichi tras de mí.

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –volví a decir.

-su señoría esta embrujada –dijo Sir Kanzaki, con los ojos bien abiertos y con el ceño totalmente fruncido –hace poco me lo dijo un informante, pero yo… no supe que creer…

- ¿no pudiste creerlo? –dijo Sir Takeda.

-no sabía si debía creer en la ilusión de que estuviera viva…

-pero ahora mismo ya no es ella –dijo Sir Yuuichi - ¿Qué haremos? ¿Cómo podemos quitarle el embrujo? Lo que se decía de Zhang era cierto, es una bruja, tal vez si la matamos…

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –entonces levanté más la espada como advertencia.

-no parece como que nos vaya a dejar ir fácilmente…

 

Sin querer, mi tres brutos zoquetes habían llegado a una conclusión bastante beneficiosa para mí. Si creían que estaba “embrujada” seguramente me perdonarían todo lo que había estado haciendo, todas las muertes y el que hubiera traicionado al reino, así podría volver con Shizuru sin ninguna repercusión, simplemente diría: “esa no era yo” y me zafaría de cualquier problema, era brillante, ¡Era brillante! Solo que ¿ahora cómo me libraba del supuesto “embrujo”?

 

- ¿Cómo se embruja a alguien? –preguntó Sir Takeda, aun sosteniendo la espada con firmeza.

-no lo sé, supongo que les dicen algo… quizás si decimos las palabras adecuadas podamos quitarle la maldición.

-Sir Kanzaki, el medallón que le prestó su majestad, ¿lo tienes? –dijo Sir Yuuichi desde atrás.

-lo tengo –contestó aquel baboso.

-yo escuché que ese medallón puede deshacer maldiciones.

- ¿estás seguro? –preguntaron los otros dos. ¿De dónde sacó semejante idiotez?

-claro que sí, hay que usarlo para quitarle el embrujo.

-qué bueno que lo traigo hoy justamente –de verdad están crecidísimos en eso… claro que esto era absurdamente favorable para mí. Pronto Sir Kanzaki se quitó algunas partes de la armadura, buscando en el interior de sus ropas un medallón muy parecido al que alguna vez me diera la Reina como gratitud y reconocimiento… ¿Por qué Sir Kanzaki tenía un medallón así? ¿me había sustituido? ¿la Reina le había dado mi lugar a él? ¿tan rápido? ¿Shizuru lo sabría? ¿estaría de acuerdo? ¿y si ella lo había propuesto? No… estoy pensando tonterías, pero… ¿Qué pasó mientras yo no estaba? Apreté con todas mis fuerzas la empuñadura de la espalda y tensé la mandíbula… ¿será que acaso Sir Kanzaki…? - ¡aquí esta! –dijo después de unos momentos de rebuscarse - ¿Qué hacemos ahora?

-debemos ponérselo, es obvio –dijo Sir Yuuichi.

-nosotros la distraeremos y tu deberás colocárselo, Sir Kanzaki –entonces aquellos dos comenzaron a aproximarse y yo volví a tensar el brazo que sostenía la espada.

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –les dije como advertencia, pero ellos no hicieron caso y continuaron su avance.

 

Pronto, Sir Takeda arremetió con un golpe que iba hacia mi brazo derecho, golpe que detuve con la espada, entonces Sir Yuuichi intentó golpear mis piernas, pero alcancé a ver el filo de la espada y de forma rápida bloqueé el ataque, fue entonces cuando Sir Kanzaki se abalanzó sobre mí para ponerme el medallón. Lo vi muy claro, tenía a mi alcance la oportunidad de cortarle la garganta, o atravesarle el estómago, o cortarle al menos una pierna, pero algo dentro de mí me dijo que esperara, que esperara a descubrir la verdad, entonces le retorcería el cuello después de arrancarle la piel. De modo que no le di ningún golpe letal, simplemente un corte con la espada que solo alcanzo a rozarle la frente del su yelmo. El filo de la espada cortó el metal, pero no lo suficiente como para atravesarlo. Mientras mi espada seguía su curso, Sir Kanzaki me colocó el medallón, al sentir que la joya tocó el acero de mi armadura me quedé quieta, pretendiendo que sucedía algo.

 

Ahora debía actuar como si de verdad hubiera funcionado su plan, es decir, como si se hubiera despejado el “embrujo”. Me llevé una mano a la cabeza y me encorvé, exagerando y creando algún tipo de reacción, sentí como estaban pendientes de mí, entonces solté la espalda, la dejé caer al suelo, me llevé las dos manos al yelmo y me lo quité, quedando por fin, expuesta ante ellos.

 

-Sir Kanzaki… Sir Takeda –les dije, simulado sorpresa - ¿Qué ha pasado?

-la Reina del Oeste te secuestró y nos ha atacado, tiene el palacio bajo su control, ¡debemos ir a ayudar a su majestad!

-no puede ser… ya… ¡Ya lo recuerdo todo! – ¿sonaría convincente? –ahora mismo hay un escuadrón buscando a su majestad para llevarla ante Zhang, ¡vamos!

- ¡Sí! –se tragaron por completo el cuento. Me siento orgullosa de mí, pero también me siento decepcionada de mis tres estúpidos zoquetes…

 

Bueno, me dije, ¿ahora que debía hacer? Tenía que traicionar a Zhang si quería volver al reino, pero si quería aún más poder del que tuviera antes, con mucha más riqueza y grandes expectativas en campañas futuras, debía quedarme con Zhang… así que, ¿Qué era más importante? ¿Qué era lo que de verdad quería? ¿de verdad salvaría a la Reina y regresaría a mi antiguo puesto? ¿a estar a las órdenes de una niña? ¿ocultándome por siempre? Bien dicen que cuando abres una puerta, es difícil volver… pero si me quedaba con Zhang también debía estar a las órdenes de alguien más. Tuve que darme prisa en decidir, corríamos sin parar por los pasillos, buscando al escuadrón que había mandado a buscar a la Reina, pero no había nadie a la vista, sin embargo, ese corto lapso en algún momento se acabaría y encontraríamos a alguien, tal vez a mi anterior asistente, talvez soldados, tal vez a la Reina, quizá imaginé que encontraríamos a cualquiera menos a Zhang, y por desgracia, fueron todos ellos juntos, arremolinados en el salón que tenía el balcón donde solía hablarle la Reina a la ciudadanía, y justo eso estaba haciendo Zhang.

 

-súbditos del Reino Este –dijo Zhang, con una voz más potente de lo que alguna vez le escuchase –yo soy Yuuki Nao, llamada Zhang, la que Reina en el Oeste, hoy he tomado su reino.

 

Zhang terminaba de decir eso cuando llegué al salón. Ella estaba parada en el balcón, con la Reina atada a su lado, sostenida por uno de los guardias, el cual mantenía el filo de una daga en su cuello. Inmediatamente mis zoquetes se quedaron inmóviles. Era una situación delicada, así que les di una señal para que volvieran y se quedaran fuera de la vista de los demás. Me coloqué el casco y me aproximé suavemente a Zhang, justo cuando terminaba su dialogo.

 

-que buena estrategia, así los habitantes entenderán que el reino está acabado –Zhang sonrió sórdidamente.

-se debe dar el ejemplo –me respondió –deben entender bien quien manda –por increíble que parezca, no vi a tiempo la daga que empuño Zhang contra la reina. Me moví en consecuencia, aunque no a tiempo, mi cuerpo estaba tan sorprendido como abrumado, o quizás, solo quizás, no me sorprendió en absoluto que Zhang apuñalara a la Reina, después de todo, solo di un paso y alcé la mano.

-oh –dije al final, no pude decir más, no supe decir más. Quizá porque estaba muy sorprendida, quiero creer que no estaba entendiendo la situación y por eso me quedé tan tranquila.

-arrójala –le dijo Zhang al sujeto que aún sostenía a la reina, este último lo hizo sin titubeos y pronto se escucharon gritos en el exterior –ahora son mis súbditos, yo seré su gobernante suprema y gobernare con… -en ese punto dejé de escuchar la palabrería de Zhang, pues una idea, simple y muy sencilla afloró en mi mente. Lo puedo tener todo. Miré la espalda de Zhang, quien no vestía armadura, sino un fastuoso vestido, y supe que todo se había acomodado perfectamente para este momento, de modo que di unos pasos hacia ella, desenfundé y atravesé a Zhang con la espada que me había obsequiado, la punta de la espada emergió por su estómago, y como si de papel se hubiera tratado, levanté la espada hasta que salió por su hombro izquierdo, cortando todo a su paso, entonces, con la misma mano que sostenía la espada, empujé el cuerpo sangrante por el balcón. Los guardias que estaban a mi alrededor llevaron sus manos a las empuñaduras de sus espadas, pero pronto comenzaron a dudar, me veían a mí y luego el lugar por el que vieron desaparecer a Zhang, sin llegar a una decisión, seguro recordaban como había cortado la puerta de un solo tajo y se estaban planteando si tenían siquiera oportunidad, aunque la respuesta es, obviamente, no. La gente que estaba como espectadora, esta vez no gritaron al ver el cuerpo caer, sentí sus miradas sobre mí y escuché algunos susurros, aun a esta distancia; me reconocían, sabían quién era, sabían que ahí estaba el caballero del reino, pero no sabían quién era yo. Me quité el yelmo y lo arrojé por el balcón, mi cabello se soltó y finalmente la gente me veía tal cual era.

-Soy Kuga Natsuki, antes el caballero del reino, general del ejército de su majestad, ahora… la emperatriz de un nuevo imperio. Ciudadanos, todos ustedes tendrán el privilegio de pertenecer a este nuevo imperio, después de hoy trabajaré para mejorar el poderío de este imperio y extenderé nuestros límites a los reinos norteños, habrá nuevas campañas y riqueza para todos los que me sigan, pero aquel que no esté de acuerdo, lo estaré esperando para un combate justo –ni bien terminaba mi improvisado discurso, Sir Kanzaki entro como bólido a la habitación.

- ¡¿Qué acaba de pasar?! –dijo horrorizado, lo hombres que antes eran de Zhang alzaron sus espadas, pero con un movimiento les ordene bajarlas, al parecer, ya habían decidido que estaban de mi lado.

-Zhang asesinó a la Reina –el color dejó el rostro de Sir Kanzaki –y yo asesiné a Zhang, y se me acaba de ocurrir fusionar ambos reinos para crear un imperio –Sir Kanzaki parecía querer desmayarse, pero de alguna forma se mantuvo en pie –Sir Kanzaki, si has comprendido que esta era la mejor opción ¿verdad? –entonces subió a verme, pues se había puesto de cuclillas mientras respiraba ruidosamente.

- ¿Qué? ¿de que estas hablando? ¿Cómo esta es la mejor opción? –lo miré imperturbable y tuve que hablarle con una cierta calma que no sentía.

-no pude proteger a la Reina de Zhang, si ella se quedaba con este reino, aplastaría a cualquiera que se le opusiera, muchos morirían, pero ahora que Zhang está muerta, yo puedo reclamar todo lo que ha dejado, mediaré entre ambos reinos y los fusionaré, así no habrá más perdidas.

- ¿y crees que todos en el Reino Oeste te aceptaran?

-yo dirijo a su ejército y soy parte de la familia real ¿no es suficiente? –él se quedó mudo mientras Sir Yuuichi y Sir Takeda entraban con pasos lentos después de escuchar lo mismo que él.

-supongo que por eso… -comenzó Sir Yuuichi.

-por eso me mantuvo con ella, Sir Yuuichi, porque asesinó a toda su familia y se quedó sola.

-no comprendo, ¿Cómo…? –entonces se me acabó la paciencia.

-hablaremos de eso después, ¿Dónde está Shizuru? –por fin solté lo que quería saber desde que puse un pie en esta tierra.

-milady está… oh… milady… ella… ella está… ella estaba tan… estuvo muy… bueno, ella está… está en su castillo –su palabrería me era confusa y estaba angustiándome.

- ¿ella está bien? –enseguida Sir Kanzaki volvió a verme con una expresión extraña, entre apesadumbrado y ¿apenado? Fui y con una mano lo agité por el hombro - ¿está o no está bien?

-está bien su señoría… perdón, su majestad… ella ha preferido quedarse en su castillo, no ha… salido de ahí.

- ¿se ha quedado en el castillo todos estos meses? –pronto comencé a desesperarme.

-si su señoría, excelencia, no, majestad.

-debo verla, he esperado mucho para esto –lo solté al instante y salí de la habitación.

- ¡Su majestad! –dijo Sir Kanzaki –ella… ella está… está muy… como decirlo… -cerró los ojos con las cejas fruncidas y luego los abrió para mirarme directamente -por favor, sea muy prudente –fruncí casi todo el rostro, sin entender porque decía eso.

- ¿me ha cambiado por alguien más?

-no sé de nadie hasta ahora… –su respuesta tan contundente me alivió –pero tenga cuidado, piense mucho antes de hablar.

-si ella aún me quiere a su lado, no hay mucho que pensar.

 

Tuve que seguir mi camino porque parecía que Sir Kanzaki no iba a terminar de hablar a medias. Bajé aceleradamente los escalones del palacio, al salir por las puertas que yo misma había destrozado, me encontré a una multitud rodeando la puerta, los cadáveres, el carruaje y mi caballo. Mandé a poner orden entre la gente y pedí que levantaran los cadáveres, sumado a esto, que los llevaran a tratar para un entierro digno. Al terminar las ordenes subí al caballo y lo insté a salir a todo galope. Recorrí media ciudad lo más rápido que pude hasta que llegué a la entrada de la ciudad, estando afuera me detuve, lancé un hechizo al caballo con la intención de que todo saliera bien, después de todo, el animal no estaba acostumbrado. Al terminar de aplicar ciertos hechizos insté al animal y este salió a máxima velocidad.

 

En el camino me encontré con muchas cosas cambiadas, habían mejorado los caminos hasta mis tierras, había posadas y pequeñas tiendas cerca de las granjas, además de que se había implementado un alumbrado cercano a esas mismas granjas. Shizuru había seguido los proyectos que había dejado, y había pasado tanto tiempo que ya estaban acabados. Me complació, pero también me trajo un sentimiento extraño que no supe identificar.

 

Como sea, me die, y junto con el caballo pase tan rápido que no hubo momento de apreciar ni la fachada de la posada. Por fin, por fin corría hacia ella, por fin era libre para regresar, nunca nadie volvería a mandarme ni a decirme donde podía o no ir, mucho menos decir si estaba o no con la persona correcta, nadie volvería a cuestionarme, ya lo podía asegurar.

 

El caballo siguió su trote hasta que por fin llegamos al tan conocido prado frente a las murallas del castillo. Había pasado tanto tiempo que no circulaba por esos lugares que creí que lo había olvidado, pero al volver a recorrer esos caminos, supe que no hay forma de que los olvide. Detuve el caballo en el límite que comenzaban los pastos, mi primera intención era llegar y entrar como siempre, pero seguramente Shizuru no me esperaba y no quería que nadie le avisara de mi llegada, de modo que continúe por la zona de árboles, lejos de las murallas. Había un pasaje bien escondido entre unas piedras que llevaban al interior del castillo. No era fácil entrar al pasaje con armadura, pues la entrada parecía la madriguera de un animal, pero si se movían las piedras, la entrada podía hacerse más grande, de modo que así lo hice, retiré las piedras, entré y desde el otro lado volví a cerrar el pasadizo.

 

Pude haber utilizado un hechizo para mirar en la oscuridad, pero mi primer acto fue crear fuego, de ese modo avancé por el pasadizo. Era la primera vez que circulaba por aquí desde que lo había construido y me complacía ver lo bien que estaba conservado. Si bien al principio era estrecho, conforme se avanzaba el pasillo se volvía más amplio, haciendo que mis pisadas resonaran un poco, llegué a pensarme si podría ser un problema, pero las piedras de la construcción son demasiado gruesas como para filtrar el sonido, de modo que continúe por el pasaje hasta que finalmente llegué a los escalones que daban a una puerta, misma que daba al armario debajo de las escaleras que estaban en el salón del té de Shizuru. Cualquiera vería que, dentro de ese armario, al fondo le parecería ver una puerta que estaba atrancada con varios candados, el secreto es que se abría al revés y no estaba asegurada, por lo tanto, solo empujé, hallando varias telas dobladas y algunas escobas.

 

Pronto abrí la puerta del armario y miré a mi alrededor, encontrado una alfombra que silenciaba mis pasos. ¿Dónde estaría ella? estuve a punto de lanzar otro hechizo cuando escuche un pequeño chillido, era una de mis doncellas, Rosalie.

 

-su… su… -se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar.

-Rosalie, para, por favor –y yo miré a los lados –¿dónde está? –le dije con cierta desesperación - ¿Dónde está Shizuru? –ella se limpió las lágrimas y por fin contestó.

-está en la terraza su señoría, la que está sobre el comedor.

-bien, trata de calmarte y no digas nada.

 

La dejé y fui inmediatamente a las escaleras, subí escalones de dos en dos o hasta en tres para llegar lo más rápido al tercer piso, cuando subí el último escalón mi corazón estaba agitado y tuvé que detenerme a respirar profundamente. Mis latidos no eran tan fuertes porque estuviera agitada o cansada, mi corazón corría emocionado. Todo lucia igual, no parecía haber algo diferente pero definitivamente se sentía diferente. Comencé a sentir angustia y una sensación de que algo iba a pasar, comencé a tener temor de salir y encontrarla, pero recordé lo que dijo Sir Kanzaki, ella no me había cambiado por nadie más, ella se quedó esperándome, o al menos haciendo luto…

 

Recordé la carta que estaba en un bolsillo y llevé mi mano sobre esa zona que estaba cubierta por la armadura. Ella ya antes había hecho una elección, pero eso fue antes y lo que fuera que haya decidido ahora tengo derecho a saberlo y también a verla. La puerta a la terraza estaba cerrada, así que tomé el pomo y lo giré lentamente, abrí la puerta con tal suavidad que no se escuchó ni un rechinido, entonces la hallé de espaldas. Ahí estaba ella, sentada sobre un sillón, bajo un parasol que le daba sombra. Su cabello castaño sobresalía del asiento, ondeando ligeramente con el viento, sus hombros estaban enfundados en un vaporoso vestido turquesa y luego llegó a mis oídos su voz, estaba sola, pero murmuraba algo. No puse atención a sus palabras, solo sabía que era ella y que estaba ahí, por fin.

 

Solté el pomo de la puerta y salí, di unos cuantos pasos y estuvé frente a ella, pero también estuvo frente a mí una criatura en sus brazos. Cerré la boca y abrí los ojos, clavando mis pupilas sobre lo que ella cargaba. De momento no pensé en nada, realmente nada, mi mente quedó sin palabras, luego surgió un ¿Cómo llegó eso ahí? ¿es de ella? ¿es mío? ¿es posible que sea mío? Sí es mío, ¿verdad? Llevé mis ojos a su mano y el anillo que le había dado aún seguía ahí. Tenía que ser mío.

 

-Natsuki… -dijo ella, en un principio muy suave, sorprendida, o más bien, impactada, luego se levantó en un instante.

-Shizuru… re-regresé… -entonces, sin querer, volví a mirar lo que cargaba, y la pregunta estaba ahí, flotando en el aire, atravesándome la garganta. ¿Me quería lo suficiente como para que se lograra el vínculo necesario? ¿me ama? ¿será posible? Abrí la boca y temblorosamente pregunté -es… ¿es mi…?

-sí… el hechizo del anillo se cumplió, es nuestro.Capítulo 12Natsuki Kuga's Point of View.

 

-su señoría –bueno, alguien tenía que interrumpir ¿cierto? –si me permite decirlo… -no lo volteé a ver y en lugar de contestar guardé silencio, de esa forma no diría nada que pueda ser inadecuado -deben ahora salir e ir al banquete.

-claro –le respondí al final. Acomodé su mano sobre mi antebrazo y la miré detenidamente solo unos momentos, grabando en mi memoria la imagen que tenía ahora mismo de ella con su hermoso vestido, con su mano en mi brazo, toda ella brillando y siendo hermosa, respiré profundo, extasiada - ¿lista?

-por supuesto –di el primer paso y ella me siguió al instante, sin retraso. Caminamos sobre los pétalos blancos y pronto la multitud comenzó a lanzar pétalos rojos. En teoría era de esa forma porque el rojo representaba el amor, claro, yo tenía sentimientos románticos por ella y estaba dispuesta a despertar los mismos sentimientos en ella.

 

Más rápido de lo esperado y, sobre todo, porque iba pensando en otra cosa en lugar de centrarme en el recorrido, llegamos a la salida, con más gente de la que hubiera esperado aguardando, lanzando pétalos y vítores, no pude evitar sonreír, aunque sabía que nadie podía mirar mi rostro. Cuando dejé de ver a la gente, noté que el carruaje ya estaba ahí, por primera vez lo veía y me complació que era un carruaje digno de ella, me sentí impaciente por saber su opinión, sin embargo, la concurrencia comenzó a aclamarme, pedían que la cargara en brazos, todos estaban tan eufóricos que me sentí contagiada al instante, gire a verla, tenía las cejas alzadas en sorpresa y expectativa, así que me dije ¿Por qué no? Hice un hechizo más y sin que lo advirtiera apenas, me incliné un poco para pronto tenerla en mis brazos, no grito, pero se sujetó bien a mí, ella estaba muy sorprendida, seguro pensaba que podía tirarla al suelo, pues ¿Qué mujer podría sostenerla mientras carga una armadura completa con dos espadas?

 

-no te preocupes –le dije, ya que tenía su rostro muy cerca.

 

Mi escudero se aproximó con el caballo y la deposité suavemente sobre el animal, hice otro hechizo para ayudar al caballo a resistir mi peso, después subí también, nunca se sabía, el caballo era fuerte, pero tampoco había que forzarlo demasiado; agité las riendas y pronto salimos a todo galope en dirección al palacio, a nuestras espaldas la multitud aclamó nuestros nombres y me sentí muy emocionada por todo, creo que jamás había imaginado las cosas así, pero me gustaba.

 

Al ritmo al que íbamos, pronto llegamos al palacio, adelantándonos incluso sobre su majestad; por ello, luego de que la ayudé a bajar y se hicieron cargo del caballo, tuvimos que pasar a un salón, en lo que llegaba su majestad y algunos invitados. Pronto y casi de la nada nos quedamos a solas, dejando muy atrás el bullicio de tan solo unos minutos antes. Me quité el casco y me aproximé a ella, yo quería hablar, cortar el silencio, no la vi en tantos días y había mucho por decir, pero era un poco complicado, ¿de qué forma era complicado? No sabría decirlo, pero por lo menos hice un avance, hablamos de mi nombre y noté un ligero interés, nos interrumpieron, pero era mucho mejor a ver apatía o rechazo en su actitud. Volví a colocarme el casco y salimos para ir a situarnos al lado de su majestad, pronto, los padres de ella se colocaron en el lado opuesto, junto a la reina. Brevemente entristecí, a pesar de estar consciente de todas las ventajas de no tener a mis padres, eso no quería decir que no les echara de menos. Respiré profundo y me concentré en ver a la multitud llenar el salón, me distraje tan bien que no noté cuando su majestad se puso de pie y sonaron las trompetas.

 

-es para mí un honor, ofrecer una recepción digna para la fiesta que celebra el matrimonio de mi más leal sirviente con una de mis más queridas familiares –los aplausos no se dejaron esperar y me dije, sí, este es el momento adecuado, giré a ver a mi escudero que se hallaba a lo lejos, distrayéndose con cada cosa que pasaba a su lado, ya fueran sirvientes o invitados, aunque sorpresivamente, se dio cuenta cuando lo miré, al instante me mostró el estuche, listo para el momento, así que me puse de pie. Muchas veces he tenido los ojos de la gente sobre mí, pero esta vez realmente sentí las miradas sobre mí, no me deje intimidar y solo la miré a ella mientras le hice una señal a Takumi, el chico se aproximó rápidamente y con movimientos ceremoniosos me extendió el estuche.

 

-deseo darte un importante obsequio –le dije muy de cerca, solo para que ella me escuchara; abrí el escuche y tomé en mis manos la espada, también, con cierta ceremonia le extendí el regalo, así que ella se levantó a tomarla, cuando la tomó con sus propias manos supe exactamente que decirle, no lo ensaye, pero supe que todo lo que salió de mi boca era porque a pesar de que la admiraba por su belleza, también la admiraba por sus cualidades, aunque yo hubiera tenido actos que dijeran lo contrario –deseo que con esto comprendas cuanto te respeto y que deseo te mantengas intempestuosa, firme ante mí y ante todos, que jamás te doblegues, ni siquiera ante mí –y una de esas cualidades es que siempre se mostraba firme e imperturbable, de hecho, eso me seducía de ella.

-gracias –dijo al final, era notorio que no esperaba nada de esto y era justo lo que deseaba, dejarla sin palabras.

- ¡empúñela! ¡empúñela milady! –casi podía jurar que esa era la voz de Sir Kanzaki o Sir Yuuichi, quien quiera que fuera, funcionó, porque ella desenfundó y la espada brilló bajo todas las luces del lugar, me quede muy complacida. Pronto tuvo intención de volver a guardarla en el estuche, pero requerí el cinturón que ya le había encargado a mi escudero; este último, ni tarde ni perezoso me ofreció el cinturón, sin duda le daré una jugosa compensación por sus servicios. Cuando por fin estuvo puesto y la espada colocada…

- ¡Que comience el banquete! –dijo la reina, reanudando así el curso normal de eventos.

 

Claro que, no había pensado en esta parte de la fiesta, había pensado en todo, en lo que vestiría, en el anillo, el regalo, en lo que pasaría en la ceremonia, como luciría ella, como caminaríamos por la extensa alfombra de la iglesia, me había ocupado del carruaje y también del regalo, en los preparativos del castillo e incluso de la doncella personal de ella, pero olvidé por completo el banquete y que obviamente, no podía probar ni un bocado, no podía arriesgarme a levantarme siquiera el visor y mucho menos a quitarme el yelmo, de manera que vería a todos comer en la fiesta de mi propia boda. Bueno, siempre hay sacrificios, ya sabía que al casarme con ella renunciaba por completo a una vida sin armadura, si no hay sacrificios no hay ganancias.

 

- ¿no tienes hambre? ¿Por qué no levantas un poco el visor y…? –deseaba hablar más, pero incluso aquí debía tener cuidado, así que solo negué y hablé solo para ella –si no comes nada te verás muy… extraño para los demás.

-la gente siempre habla, pero no significa que sirva de algo –muchos, seguro hablan de mi a mis espaldas y es imposible callar la boca de las personas. Ella terminó asintiendo.

-por cierto ¿Cuánto va a durar la fiesta? ¿nos quedaremos aquí o…?

-solo hasta la media noche –le contesté, que ahora que pensaba… –después nos marcharemos a mi castillo.

- ¿al castillo? –la reina me había dado el itinerario, la fiesta no podía durar tanto tiempo y por norma los “novios” deben ir a pasar su primera noche en donde va a ser su hogar, pero… pero…

-me ha dado treinta días de descanso, así que los pasaremos allá, así tendremos tiempo para… -ahora que lo pienso… ¿Cómo debía ser nuestra primera noche? No puedo saltar inmediatamente a eso ¿o sí? No, no, definitivamente no -conocernos más –terminé por responder, pero en mi mente una señal de alarma sonó por todo lo alto en calidad de urgencia muy urgente.

-entiendo –ella siguió con su platillo, me pregunto si ella ya habrá considerado la primera noche… claro, claro que sí, ella estaba dispuesta a casarse con el piojo, es obvio que ya tiene bien entendido la mecánica de las cosas… ¿verdad? demonios.

 

Gracias a ese tema, me mantuve más en silencio de lo que hubiera planeado. Comencé a pensar demasiado en lo que sucedería, en mi mente, a pesar de estar mirando las distracciones, me imaginé qué debería hacer cuando llegásemos al castillo, cuando subiéramos las escaleras y entráramos a nuestra habitación… no lo admitiría ante nadie, pero pude imaginarme a mí misma arrancándole el vestido, hundiendo manos y dientes en su exquisita piel… de pronto sentí que mi corazón latió agitadamente y tuve que respirar profundo, pero luego… bueno, estaba bloqueada, no sabía que haría después y sobre todo, no sabía si sería adecuado, por eso… ¡debía buscar ayuda con el tema! ¿pero quién? ¿Quién podría ayudarme?

 

Por suerte hubo varios espacios de tiempo donde pude alejarme de mi asiento y probar alguno que otro bocado en privacidad, en uno de esos momentos me encontré a Sir Kanzaki. Sí, él sabe mucho de estos temas, seguro podrá ayudarme.

 

- ¡Sir Kanzaki! –le dije, alzando la mano mientras lo llamé, aunque… ¿sería Sir Kanzaki el más adecuado para ayudarme? Es todo un promiscuo y esto es un tema delicado…

-su señoría –contesto él. Demasiado tarde. Bueno, ya que estamos aquí ¿Qué tan mal podría salir?

-Sir Kanzaki –me aclaré la garganta –ya que estamos aquí… hay un tema que… necesito… consultar –no sé si él ya estaba imaginando lo que le preguntaría, pero tenía una sonrisa torcida.

-por supuesto su señoría, con toda confianza –no, definitivamente él no podría mantener la boca cerrada.

- ¿ya le ha avisado a Sir Yuuichi que ustedes dos se quedaran a cuidar a su majestad? –enseguida él se desanimó, casi podía jurar que él sabía lo que estuve a punto de preguntarle.

-no…

-vaya a decirle cuanto antes, porque mañana mismo comenzaran.

- ¿Qué? ¿y la fiesta?

- ¿Qué pasa con la fiesta?

-es la fiesta de su boda, ¡todos debemos beber hasta el amanecer!

-no en esta fiesta Sir Kanzaki, primero es el deber.

 

Él refunfuño y se fue por un pasillo. Yo respiré tranquila, aunque esa tranquilidad no duro demasiado, dudo que haya alguien aquí, o en toda la ciudad que pueda responder a mi pregunta… ¿o quizás sí? Bueno, pensándolo bien, no puedo ser la única en todo el país, sin embargo, no tengo tanto tiempo como para ponerme a buscar, de modo que la mejor opción para mí, era postergar la “consumación”, y si lo pensaba bien, era lo mejor, tanto para ella como para mí. Si bien me sentía preparada para desquitar todas mis ensoñaciones, por otra parte, sentía que era demasiado pronto y si me ponía en su lugar, seria escandalosamente pronto, la mujer me había conocido hace menos de un mes, quiero que ella se enamore de mí, que llegue a amarme como yo a ella, que me deseé como yo a ella, y eso no se puede lograr de un día para otro, si lo pienso bien, si viene un sujeto y pronto nos tenemos que casar, sé que definitivamente no sentiría atracción de forma inmediata, por ello, tal como dije antes, lo más apropiado será conocernos más, solo entonces deberé de preocuparme por asuntos más íntimos, no se pueden apresurar las cosas, hay un orden, o al menos… creo que lo hay. Los sentimientos de una mujer son más complejos, o quizás, simplemente el humano como tal es complejo sin importar qué es.

 

Sí, me dije, asintiendo para mí misma, definitivamente así son las cosas, somos criaturas complejas, requerimos tiempo, tener en cuenta lo que ella está sintiendo, lo que ella puede estar pensando, de modo que debo actuar cautelosamente, trabajar en ganarme su confianza, en mostrarle las cosas buenas de mí y que vea que soy su mejor candidata, y necesito lograrlo antes de que la guerra comience… bueno, no puedo quejarme, yo fui quien ofreció el trato, por eso debo trabajar arduamente. En conclusión, hoy no será la noche de bodas que cualquiera esperaría, aunque no por eso, las cosas serán malas, por fin podré tenerla cerca de mí, en la misma habitación, ese simple hecho me produce emoción.

 

Respiré profundamente, hinchando el pecho y luego exhalé para regresar al salón donde la fiesta seguía su ritmo, ella no estaba en su lugar, pero la encontré hablando con la rubia que había llevado el anillo que me colocó en la iglesia. Debe ser su amiga, me dije, mientras la veía reír a lo lejos. Llevé mis dedos a donde estaba el anillo, que, aunque enfundado en el guantelete, lo sentía perfectamente en mi mano. Definitivamente es una mujer curiosa, jamás hubiera imaginado que ella me daría un anillo, pero me complacía.

 

- ¡Ahora se partirá el pastel! –salí de mis pensamientos y puse atención a mi alrededor, noté entontes que se aproximaba con su amiguita, juntas se sentaron en la mesa.

-Sir Kuga –lo que no esperé es que ella me hablara, así como así –es un honor por fin poder presentarme, soy Haruka Suzushiro, amiga de su esposa –me hubiera gustado contestarle, pero debía seguir ocultando mi identidad, así que solo asentí.

-Haruka, no estés molestando, toma vino –dijo mi esposa, hey… que bien se oye eso.

-no estoy molestando ¿verdad Sir Kuga? Por cierto, quería preguntar, ¿usted ama a mi amiga? –por dentro de mi yelmo, alcé las cejas y abrí los ojos un poco más, pero… ¿y ahora qué hago?

-Haruka querida, por favor, no le presiones.

-oh querida, solo quiero saber, es natural, no te lo ha dicho ¿verdad? Solo quiero saber si es por eso que te… ¡Ah! –de alguna manera, Shizuru logró distraer a la curiosa mujer.

-pero que alegría, ya viene el pastel, es tan hermoso ¡y que decorado! –yo también miré el pastel, ciertamente era muy bonito, pero supe que decía eso para llevar la atención a otra cosa –por favor, tráigame otros dos.

-que sean tres –verlas a ellas disfrutar del pastel, me hizo darme cuenta que no deseaba perderme del pastel de mi boda, así que salí a conseguir una porción, aunque la tuviera que comer a escondidas. Para esa labor, recurrí a mi fiel escudero. Definitivamente le daré un buen bono al muchacho.

 

Después de haber degustado el postre volví a mi lugar en la mesa de honor, junto a su majestad y a mi bella esposa tratando de evitar que su amiga me hiciera preguntas escandalosas. He de admitir que verla en apuros me resultaba gracioso, en especial porque, el que me hiciera preguntas, no significaba que fuera a contestarlas, después de todo, tengo la disponibilidad, el poder y la jerarquía para hacer lo que me venga en gana, aunque solo sea en relación a lo que corresponde a mi persona, pero ya poder hacer eso en este mundo y esta época, es todo un privilegio.

 

El tiempo siguió corriendo, sentí que el tiempo pasaba perezosamente lento y de igual forma, furiosamente rápido. Cuando veía a la concurrencia, la fiesta era animadamente aburrida, pero cuando volteaba a verla, no había suficiente tiempo para contemplarla por completo, para grabar cada palabra de su boca y cada movimiento de su cuerpo, lucia radiante, era una figura fulgurosa que brillaba no solo por sus joyas, sino por su sonrisa y la forma en que hacía las cosas, no había forma de detener el tiempo, ni siquiera con hechizos, no podría capturar su imagen por toda la eternidad, pero al menos, deseaba que se quedara en lo profundo de mi mente, así, bella y radiante. Sin embargo, todo lo bello debe terminar en algún momento, en algún lugar, y ya estaba por aproximarse ese momento.

 

-su señoría –fue mi fiel escudero el heraldo de la noticia –pronto será media noche –se situó a un lado de mí y me habló en voz muy baja - ¿preparo ya el carruaje? –yo asentí y él desapareció.

 

No paso demasiado tiempo para que su majestad se pusiera de pie y nos despidiera, con la multitud secundando la despedida. Bueno, es hora me dije, así que me puse de pie y extendí la mano para que me acompañara. No la vi muy convencida, pero finalmente tomó mi mano y se levantó ¿cree que pienso que no puede levantarse? ¿será eso? Aunque la duda quedó olvidada cuando vi que ella se despidió de sus padres y ellos le cuchicheaban cosas al oído, “no han de ser cosas buenas de mi” pensé. Casi me encojo de hombros, ya estoy acostumbrada, además… la mujer ya es mía, que importa lo que digan, ya no se puede deshacer, ya no importan ellos, ya no importa nada, quizá sean pensamientos maquiavélicos, pero ¡Qué más da!

 

Mordí mis labios que no podían dejar de sonreír. Suerte que nadie podía ver mi rostro. Cuando terminó de despedirse volvió a tomar mi mano, la coloqué en mi antebrazo y comenzamos el recorrido por la larga alfombra azul hasta las puertas del palacio, donde ya estaba el carruaje esperándonos, fuera del palacio la fiesta continuaba sin ningún tipo de interrupción, había muchas personas en un ir y venir que solo se vieron interrumpidos por el transitar del carruaje. De inmediato mi escudero abrió las puertas del transporte e ingresamos. Ella de inmediato se asomó por una ventana, despidiéndose de la concurrencia y también de su amiga que no se había conformado con la despedida anterior, sino que ahí estaba, con un pañuelo en la nariz, secándose las lágrimas y los… fluidos de su nariz. Golpeé el techo del carruaje y pronto comenzó el viaje, la gente se despidió y por suerte, poco a poco, comenzó a quedarse atrás. Exhalé, con cierto cansancio y alivio mientras me quitaba el yelmo, corriendo las cortinas para evitar que la gente mirara al interior. Me moví un poco, tratando de desentumir mis hombros, en realidad sentía cansancio, un cierto peso en el cuello. No había estado en una batalla, sino en una boda, pero se sentía similar por haber llevado por tantas horas la armadura.

 

Me apoyé en el respaldo del asiento y noté como ella iba en silencio, muy en silencio, tan en silencio que definitivamente paso por mi mente: “ella debe estar pensando algo” ¿Qué podía ser ese algo? Bueno, tantas cosas, la boda, la noche de bodas… lo que me inquietaba es si lo que pensaba sobre la noche de bodas sería con horror o simple curiosidad… pero no podía preguntarle, ¿verdad? Aunque, claro que podía preguntarle, pero no era ahora el momento para hablar. Decidí entonces, que debía hablar con ella en cuanto estuviéramos a solas, en lugar de tener la famosa noche de bodas habría una plática. Eso me hizo respirar con mayor tranquilidad. Levanté brevemente la cortinilla y noté que estábamos llegando a las afueras de la ciudad.

 

-parece que ya llegamos –le dije, dejando en paz las cortinas, ella de inmediato se asomó. Me coloqué el casco y el carruaje comenzó a detenerse. Cuando estuvo por completo quieto me puse en pie y salí, extendiéndole la mano para que bajara. No se notaba muy segura al bajar, era obvio que no supiera que estaba pasando, pero en mi itinerario las cosas estaban en perfecto orden.

- ¿vamos a ir en tu caballo… hasta el castillo? –dijo, luego de ver a mi caballo.

-sí, así es –la ayudé a subir y pronto yo también estuve sobre el animal. Takumi regresó al carruaje y dio media vuelta para regresar por la señora Sanada y las demás doncellas que regresarían al castillo posteriormente. Entonces comencé a recordar la serie de hechizos que necesitaría, tanto para mí, el caballo y para ella. Hechizos de resistencia, hechizos de fortaleza, hechizos de velocidad, de agudeza en los sentidos, de agilidad, de fuerza. Cuando terminé, noté que me miraba con los ojos bien abiertos.

-no te preocupes, todo saldrá perfecto, no suelo usar muchos, pero quiero llegar pronto en esta ocasión.

- ¿muchos? ¿muchos qué? –creí que sabría qué estaba haciendo al recitar hechizos, pero también es obvio que no sepa qué es lo que estaba haciendo si lo guardo con tanto esmero.

-debo confesarte algo –le dije, y esperaba que de verdad ella no me mirara con malos ojos –puedo hacer uso de la hechicería –ella estaba sorprendida pero no horrorizada, así que era buena señal ¿verdad? –y ahora he usado hechizos sobre mí, sobre ti y el caballo, llegaremos cuando mucho en media hora, pero sujétate bien, solo por si acaso.

 

Ella era bastante lista y pragmática, se sujetó a mi cuando el caballo comenzó a trotar, dejando de lado cualquier otro comentario.

 

-pero ¿Qué será del carruaje? ¿y mis cosas?

-he arreglado todo, tu doncella ha empacado todo lo que necesitaras en un baúl, ahora mismo el carruaje va a recoger los baúles y a las doncellas, también he pedido que ella venga, aunque llegará unos días después, junto con la señora Sanada y varias de mis doncellas, por lo mientras, ya hay varias cosas en el castillo que podrás usar y te quedaran a la perfección, y si no es así, pediré a la modista de la ciudadela que te las ajuste.

 

Me complació responder su pregunta, había pensado bien en como organizaría las cosas para que llegáramos en el menor tiempo posible al castillo y que el viaje no fuera largo ni cansado, después de todo, lo primero que quería hacer, era llegar al castillo y quitarme la armadura para dejarme caer en la cama, ya me dolía el cuerpo y no deseaba pasar más tiempo en una incómoda armadura. Además, ¡Claro que quería pasar mi primera noche con ella! Quería que la noche fuera lo más larga posible, estar cuanto antes en nuestra cama, no importaba nada más que eso, estar juntas en el mismo espacio, con perfecta calma y comodidad, sin nadie más que estuviera mirando, sin armaduras ni personal de servicio, solo ella y yo. Así que, por ese momento tenía una misión, enfocarme en llegar lo más rápido posible. Olvidé mi cansancio y fatiga para dirigir de manera óptima al caballo, lo dirigí tan bien que cuando menos me di cuenta, llegamos a los llanos que estaban frente a las puertas de la ciudadela, entonces deshice todos los hechizos que aumentaban la velocidad del animal. Tardé casi nada en llegar al rastrillo, mismo que se elevó casi al momento de detenerme y sonaron las trompetas, debí imaginarlo por las luces, pero aun así resultó sorpresivo ver que en el interior de la ciudadela había una celebración por todo lo alto debido a mi matrimonio.

 

Las trompetas sonaron y comenzaron a caer pétalos rojos, la gente nos rodeó, saludamos a la concurrencia, realmente me hacía feliz ver a tantas personas deseándome “paz y prosperidad”. Quizá ella aún no se sentía parte de estas personas así que le dije en un susurro que saludara, pareció darse cuenta que sería lo más apropiado y comenzó a saludar a la multitud. Caminamos a un ritmo lento, pero continuo hasta llegar al final de la calle principal y comenzar a subir la cuesta para llegar al castillo. Saludamos por última vez y apresuré entonces al caballo. Al llegar a las puertas de la muralla hubo más pétalos, tuve que saludar a los guardias que lanzaron los pétalos mientras bajaba y la ayudaba a bajar. Jamás hubiera imaginado que esos hombres rudos lanzarían pétalos rojos.

 

-Paz y prosperidad, su señoría –me dijo inmediatamente el señor Ishigami.

-gracias señor Ishigami, ¿has sido tú el de la celebración de ahí abajo? –él no pudo esconder su sonrisa.

-su enlace no podía pasar desapercibido su señoría –me complacía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

-está bien ¿está todo listo?

-claro que si su señoría, yo mismo supervisé todo, sus habitaciones las están esperando, además, he estado manteniendo el agua a la temperatura perfecta, anticipando su llegada.

-excelente señor Ishigami, gracias, además, necesito comer algo.

 

Creí que Ishigami se quedaría en la entrada, pero eso no sucedió, de hecho, se colocó al frente de la caminata, como si fuera nueva en el castillo, aunque seguramente para ella si sería algo nuevo, por eso no lo despaché y permití que encabezara el recorrido hasta llegar a nuestras habitaciones. Desde que cruzamos las puertas principales ella miraba con curiosidad, pero noté más interés cuando llegamos a las puertas que daban al edificio central. Al llegar e ingresar me pregunté si le gustará el edificio, los muebles o incluso su habitación. Quizás debí preguntarle cómo le gustaría su habitación… aunque pedí que fuera decorada en base al estilo más moderno y con el mejor gusto posible. Me inquietaba que no le gustara o que no se sintiera cómoda, además no decía nada. A veces el silencio es bueno, a veces no. Como fuera que fuese, llegamos hasta la entrada de mi probador y me despedí temporalmente de ella. Dentro, ya estaban diez doncellas esperándome, esta vez si iba a necesitar tanta ayuda.

 

Una vez que se cerró la puerta y la deje de ver, sentí una cierta calma, una calma al saber que pronto me quitaría esta pesada armadura. Ni bien había llegado al centro y una doncella ya se había ofrecido a llevarse el yelmo, entonces todas se aproximaron a comenzar con la tarea. Extendí los brazos y lo primero que me retiraron fue la piel blanca, luego el cinturón con las espadas y la medalla que me diera su majestad. Después me quitaron la túnica y de ahí comenzaron con cada pieza de la armadura. Conforme me quitaban todo comenzaba a sentir la ligereza de la libertad. Al terminar, me sentía tan liviana y tan desnuda que hasta sentí frío, así que corrí a la tina para una más que merecida ducha. Había llevado la armadura todo el día, necesitaba mucho una limpieza a fondo que se llevara todo el sudor. Las doncellas tallaron a fondo y más rápido de lo esperado el lavado terminó, salí de la tina y comenzaron a secarme.

 

-su señoría –dijo una –esto lo ha mandado Madame Kanzaki –yo alcé las cejas, ¿Qué cosa?

- ¿Madame Kanzaki? –quien se traducía como Mai, la muy embarazada esposa de Kanzaki - ¿Qué cosa ha mandado? –y por qué, me faltó decir. Esa mujer a veces podía tener retorcidas intenciones. Aunque soy la señora de estas tierras, a veces osaba jugarme bromas.

-un camisón, su señoría –oh, pero que considerada –un camisón que sugiere ser ideal para la noche de bodas –eso debió alertarme, pero no, fui, una vez más, inocente.

-muy bien, colóquenmelo –la doncella, con un rostro perfectamente serio, extendió la prenda que me coloco con ayuda de otra. De primer momento se sentía muy suave la tela, pero cuando miré abajo y vi la transparencia de la tela casi me da un ataque al corazón, ¡Era muy transparente! ¡Muy! Apreté el puño mientras pensé una sarta de groserías dirigidas a esa mujer.

-su señoría, le queda muy bien –comentó la misma doncella, pero yo no estaba muy convencida.

-no te parece que es muy… ¿revelador, Rosalie? –pero ella negó.

-es lo que está de moda, su señoría, no podemos quedarnos en el pasado –pero yo prefería el pasado a mostrarme ante ella con estas transparencias.

-pero no creo que hoy sea necesario… -le dije, aún revelándome contra la idea.

-al contrario, su señoría, hoy es el día ideal, con esto nadie podría resistírsele.

 

No era, por completo, el caso, pero no puedo negar que una parte de mí gritó con interés. Me lo pensé unos momentos. Hoy no iba a ocurrir ningún tipo de intimidad o contacto físico, es algo obvio, pero ¿de verdad este camisón serviría de alguna forma para, llamar su atención? No podía simplemente descartar la posibilidad si no lo intentaba y si estaba dispuesta a que ella se quedase conmigo, debía intentar todo cuanto fuera posible.

 

-bien, colóquenme la bata –le dije al resto de doncellas –ya debo ir a nuestra habitación.

 

Fue más un acto de audacia y fe, que de plena seguridad en lo que estaba haciendo. Esperaba no equivocarme y dar una impresión equivocada, porque si no, me iba a sentir muy incómoda y avergonzada, de ser así, probablemente no me sentiría con ganas de estar en la misma habitación para siempre… bueno, no hay que ser tan extremista, tal vez un mes… aunque era un mes que no podía darme el lujo de desperdiciar, quizás en otras circunstancias sí, pero no en esta ocasión. De manera que me enderecé, saqué el pecho, me despedí de mis doncellas que me desearon paz y prosperidad, y con una seguridad que no sentía, levanté el mentón y crucé la puerta.

 

Pero dentro de la habitación no estaba ella. Casi me desinflé al instante. Me quedé en mi sitio por unos momentos hasta que tocaron muy levemente la puerta de la habitación, abrí con curiosidad y encontré a una doncella que me traía unos bocadillos. Mi hambre se reactivó al instante. Me senté en un sofá a comer con avidez los bocadillos. Terminé de comer y ella no se hacía presente, así que dejé el plato fuera de la habitación, mañana podrían recogerlo. Al regresar volví a sentarme en el mismo sofá, a esperar. Había varias velas en la habitación, pero elegí quedarme solo con la luz de la chimenea, así daba un ambiente cálido y agradable.

 

Ella tardó tanto que comencé a preguntarme qué es lo que estaría haciendo, que tanto la estarían perfumando o arreglándola ¿era necesario tanto tiempo? Exhalé con lentitud, no quedaba de otra más que esperar. Estiré mis pies y me derretí en el sofá, quien sabe cuánto tiempo más pasó hasta que oí claramente como el picaporte de su puerta era girado. Inmediatamente sentí mi corazón latir con rapidez mientras mi cuerpo permanecía quieto. No escuché sus pies, se movía tan silenciosamente que parecía un gato, así que de pronto apareció en mi campo de visión.

 

-has llegado… -le dije, con lo que intenté que fuera una sonrisa moderada.

-sí… he llegado… -entonces nos quedamos en silencio. Me quedé, repentinamente, muda; sabía que tenía que hablar con ella, era ya el momento que había estado pensando y esperando, pero ahora que estaba ahí, no sabía muy bien como ordenar las cosas que tenía que decirle. Sin embargo, ella es muy intuitiva, se sentó en el otro sillón y se mantuvo en calma, mirando la alfombra. De cierta forma, creo que me transmitió su calma, cerré los ojos y supe que todo iría bien, ella es muy lista, estoy segura que no olvidaré ningún detalle importante.

-necesito explicarte algo… -pronto tuve sus bellísimos ojos mirando directamente a los míos –sé… lo que se supone que debe pasar en la noche de bodas… sé el propósito de que ocurra tal… acontecimiento, por eso, necesito decirte que no es necesario, además de que no es físicamente posible que ocurra –ya estaba, lo había dicho y ahora sentía cierta paz, o quizás también la percibía no tan tensa ¿lo estaré imaginando?

-dijiste antes, que no tenía que preocuparme por…

-sí, a eso voy, exactamente –sabía que no dejaría nada al aire –como te dije hace poco, puedo usar magia, no es que vaya a usar un hechizo, pero necesito explicarte que en mi familia se han transmitido estos conocimientos de hechicería y ciertos objetos con características muy especiales, el anillo que te he dado es uno de esos objetos –le señalé el anillo que le di en la ceremonia –el anillo es especial, tiene magia por sí solo –recordé entonces las historias que solía contarme mi madre sobre el anillo, eran cosas que no estaban escritas, conocimientos que se traspasaban de persona a persona.

- ¿tiene esto que ver con lo que lleva escrito?

-sí, es un lenguaje antiguo, el anillo lleva mucho tiempo en mi familia, garantiza la supervivencia de nuestro linaje… además, se decía que tenía el suficiente poder como para realizar un deseo, pero nadie lo ha hecho, pedir un deseo haría que el anillo se consumiese, dejándolo inutilizable.

-algo como ¿un único deseo? –pues, sí, de cierta forma, sí.

-eso se dice… como sea, nadie lo ha hecho, no es necesario, siempre ha sido más importante la supervivencia de nuestra familia y ese anillo lo ha hecho posible, pero tiene unas ciertas condiciones que cumplir –supongo que esta era la parte complicada, al menos para alguien que no entiende de estas cosas -no se necesita contacto físico, pero sí se necesita una conexión… afectiva, si no hay dicha conexión entre nosotras, no habrá descendientes, pero es algo conveniente ¿no lo crees? –era muy conveniente, si ella no llegaba a sentir algo por mí jamás habría una criatura que impidiera la separación, una criatura que le recordara siempre a mí, ella quedaría libre y sin ataduras.

- ¿Por qué? No estaríamos cumpliendo con el propósito del matrimonio.

-es conveniente porque, si no quieres quedarte conmigo, no tendrás que llevar una criatura de alguien que no quieres…

-pero no sería conveniente para tu familia… si te vas a la guerra y desapareces ¿Quién heredara tus tierras?

-no me importa dejártelas –y de verdad no me importaba, no si eran para ella. Que caso tendría ponerme a restringirle las cosas a estas alturas, estaba segura de lo que quería, la quería a ella y si ella no me quería, podía deshacerme de todo lo que había acumulado, para mí es un todo o nada, no tiene sentido que esté dispuesta a arriesgarlo todo y que al final no quiera dejarle todas mis posesiones solo porque no me corresponde, si hiciera eso no habría ningún sentido, significaría que mis sentimientos no eran auténticos y tengo la certeza de que lo son, por eso, si no llega a corresponderme, empezaré de nuevo en otro sitio con la tranquilidad de que hice mi mejor esfuerzo, sin arrepentimientos –si no eres feliz conmigo iré a algún otro sitio, si es que sobrevivo y… bueno, ya habrá más oportunidades para tener descendencia.

-sí, eso es en el caso de que sobrevivas –ese comentario me hacía pensar que talvez quiere que sobreviva…

- ¿te estas preocupando por mí?

-me parece que si –no pude evitar alzar un poco las cejas.

-eres más amable de lo que imaginé… -una pequeña revelación, supongo -solía… solía mirarte cuando ibas al castillo, no podía hablar contigo e imaginaba… -imaginaba como era en realidad, pero ahora tengo ahí la realidad y me gusta un poco más de lo que creía.

-yo también te miraba… siempre tuve curiosidad por “el caballero de su majestad”, pero mi padre decía que no debía acercarme y hablar con un caballero, además, nadie habla nunca de ti, parece algo prohibido… así que, solo quedaba la especulación y el misterio… -especulación, misterio… cosas que a veces generan un prejuicio o expectativas falsas, cosas que pueden arruinarse al conocer la realidad.

- ¿estas decepcionada?

-no exactamente… sorprendida sí, aun, pero creo que tu belleza está a la altura del misterioso atractivo que tiene el caballero del reino… -sentí calor en mis orejas, esta mujer me estaba haciendo un cumplido sin siquiera proponérselo -es, digamos… creo que… dime… -entonces su voz cambio un poco, se notaba un poco más seria así que volví a mirarla - ¿Por qué quisiste contraer matrimonio conmigo? Aún no me lo has dicho, simplemente me has secuestrado y luego me extendiste el papel donde tenías el permiso de su majestad, pero…

- ¿no estás de acuerdo? –me sentí repentinamente cuestionada -pero si has aceptado el trato… y nos hemos…

-ya sé que acepté, pero… quiero saber porque yo –¿Por qué ella? me sentí brevemente sorprendida, pero tenía razón, he estado escapando de esto desde casi el principio, bien lo había dicho la señora Sanada y era de esto lo que había dicho su amiga, o más bien, la pregunta era diferente, pero sabía que la respuesta debía ser la misma. “Tengo que decírselo en algún momento” pensé, ¿Que mejor qué ahora? Es el momento de ser sincera. De cierta forma creo que estaba rehuyendo a decir las cosas de forma clara y directa porque sentía miedo de esas mismas palabras. Respiré profundo y exhalé rápido.

-llevas razón… creo que he estado evitando decirlo por miedo… -se fuerte, se firme –o vergüenza, tal vez ambos… no es algo característico de mi estatus, ciertamente… -uno, dos… tú puedes, tres, cuatro… no es difícil, cinco, seis -pero ¿Qué más podría pasar? Tenemos ya un trato y hemos contraído nupcias… -respiré profundo y decidí que debía acercarme a ella, miré su mano, estaba tan cerca ¿se molestaría si tomo su mano? Lo averigüé y ella no rechazó el contacto, incluso me dejó tocar sus dedos… –Shizuru, me enamoré de ti… -eso fue más fuerte de lo que fuerte que imaginé que sería decirlo -y he estado… - ¿asechándote? No, no -mirándote con devoción los últimos años… - ¡no puedo creer que lo dije! -creí que podría vivir así… pero no pude soportar que te comprometieras con… -ese enano del demonio -ese muchacho… por eso hice todas esas cosas, no hay mucho más que mis sentimientos de fondo… por eso, si tú no eres feliz conmigo, te dejaré libre.

-yo… -ella parecía pensar las cosas y eso era un poco… angustiante –no sé qué decir… no esperaba esto –esa respuesta es menos fatal de lo que imaginé.

-bueno, parece que no odias la idea, eso ya es suficiente para mí.

-es que, no es algo que pasara por mi cabeza, hay muchos otros motivos para un matrimonio que el amor… -supongo que, en su familia, así eran las cosas. Esas particularidades.

-lo sé… pero ese es mi motivo ¿estas satisfecha? –miré sus ojos insistentemente, quería ver si asomaba la duda por ellos, pero se notaba firme, conforme con mi respuesta y eso me hacía sentir cómoda con la situación actual.

-sí…

-bien… creo que es suficiente por hoy, deberíamos dormir… -y así mi espalda puede al fin descansar…

-ah, sí, claro…

-en cuanto al anillo, debes usarlo siempre si te interesa tener un heredero, además de que te luce muy bien… -ella miró una vez más el anillo –mi madre dijo que yo lo usaría algún día, pero por alguna razón siempre pensé que no me vendría bien…

-quizá ¿porque terminarías usando otra joya? –ella se estaba refiriendo al anillo que me dio ¿verdad? –sabiendo lo especial que es lo que me has dado, mi anillo no es nada –ella tenía una parte de razón, pero eso no significaba que su anillo fuera mal recibido, de hecho, me hacía feliz.

-no, gracias por darme un anillo, fue un detalle inesperado que me ha… enamorado aún más…

 

Estuve a punto de sonrojarme… o quizás si me sonrojé, pero volteé hacia la cama y me deslicé dentro antes de que ella lo hiciera también. El calor en mi rostro se disipó y entró por mi nariz la fragancia que perfumaba la cama, una fragancia agradable que daba cierta serenidad, sin embargo, mi corazón comenzó a latir muy rápido cuando me percaté de sus propios movimientos, ella se levantó del sofá y fue al lado contrario. No la miré, o al menos no inmediatamente… intenté resistirme a mirar para que no se sintiera incomoda con mi presencia, pero no podía negar que verla quitarse la bata era una visión sumamente provocativa, ver la tela deslizándose suavemente por su cuerpo, remarcando cada línea o curva… hacía que algo colgara de mi garganta y corriera intensamente por mi pecho, una sensación intensa y emocionante. Por desgracia ella volteó y me encontró mirándola, no tuve de otra más que permanecer calmada, talvez si la miraba con calma y como si fuera una situación nada extraordinaria, ella se sintiera mejor, aunque por dentro no me sintiera nada calmada.

 

Capítulo 13.

 

Una vez que dejo la bata a un lado e introdujo los pies entre las sábanas, ella comenzó una plática casual.

 

-por cierto… ¿cenaste algo? No habías comido en todo el día… creo… -ella podía ser tan amable y considerada que me hacía pensar que realmente se interesaba por mí.

-oh… si… me trajeron unos bocadillos las doncellas… -y el plato estaba en la puerta…

-me alegro, eso me estaba preocupando… -pronto se llevó las mantas hasta el pecho y nos despedimos, por decirlo de un modo.

 

Claro que, seguíamos ahí, plenamente conscientes, en la misma habitación, en la misma cama, con una buena distancia entre nosotras, pero, aun así, mucho más cerca de lo que llegué a imaginar… la perspectiva de esa realidad no me dejaba dormir. Cerré los ojos y aunque apenas escuchaba su respiración, eso era suficiente para que mi corazón latiera agitado porque, solo podía pensar que a solo un poco más allá de mí, estaba ella, con toda su humanidad reposando, con esos exquisitos hombros sobre la cama, con sus apretados senos bajo las mantas, con esa piel suavísima bajo el camisón, con una fragancia corporal que tenue, pero llegaba a mi nariz, un aroma que me hacía desear pegar la nariz a su cuerpo y sentir la calidez con mis propias manos… pasé largos minutos respirando profundamente con la intención de calmarme, entonces sentí como se movió en su lugar y una vez más sentí las pulsaciones aceleradas. Me repetí larga e intensamente que ella solo estaba tratando de dormir y una vez más, después de un considerable tiempo, pude volver a calmarme. Bien, esto no era como creí que sería… ¿Cómo puedo descansar así?

 

Esto era un poco difícil, nunca creí que compartir la cama con ella fuera tan complicado… o quizás es porque es ella, después de todo; si fuera la señora Sanada, sé con toda certeza que no me pasaría esto. Bueno, hay que ver el lado positivo, estoy en mi cama, una cama cálida y agradable, sin peligros, con la tranquilidad de que ella está ahora a mi lado. Eso es todo lo que importa, conseguí mi objetivo.

 

Sin quererlo tenía un poco tenso el cuerpo, pero comencé a relajarlo. No pude dormir por un largo tiempo, pero en algún momento dejé de estar consciente, aunque mi cuerpo, fiel a mis costumbres, me despertó temprano por la mañana. La luz que se colaba por las cortinas era muy suave, pero disipaba la oscuridad de la habitación, la volteé a mirar y ella dormía. Supongo que hoy puedo quedarme más tiempo en la cama. Esa era mi intención, pero después de un rato mi estómago pedía comida, así que tuve que levantarme y pedir el desayuno. Me quedé sentada en la orilla y mi estómago se calmó, cerré los ojos y esperé. Aun sentía cansancio y una breve comodidad al cerrar los ojos, todo era bastante cómodo hasta que alguien me tomó del hombro, seguramente la doncella del desayuno.

 

-oh, ya estás aquí Rosalie –ella asintió, me sentí un poco desubicada al principio, pero pronto recobré bastante bien la conciencia, giré a mirarla, ella también ya había despertado –buenos días –le dije.

-buenos días…

 

Después de saludarla aquella mañana nos sentamos en los sillones, acercamos una mesilla y comenzamos el desayuno. Noté que algo la incomodaba, quizá fuera que la mesa no combinaba con los sillones, o quizás no le gustaba desayunar tan pronto, hay quien tiene diferentes costumbres.

 

-te gusta aquí ¿o prefieres el desayuno en la cama? –tuve que preguntar, era mejor saber si le gustaba de ese modo o no, para cambiar de hábitos.

-yo em… no quisiera entorpecer su trabajo.

-eso no importa, lo pueden hacer en cualquier otro momento o… ¿es que no te ha gustado el desayuno? ¿Quieres otra cosa? Por favor dile a la señora Sanada lo que te gusta, oh, pero aún no llega… dile a Akane que venga –le dije a Rosalie –ella, además de tu doncella personal, también estará para ti, cualquier cosa que quieras solo díselo.

-claro… ya lo sabía –me hizo gracia su comentario, que torpe, era obvio que ya sabía cómo tenían que funcionar las cosas, después de todo es una mujer inteligente.

 

Seguimos con el desayuno, pero aún se notaba un poco vacilante, quizás era porque por primera vez despertaba al lado de otra persona. Debo ser paciente, ella se está acostumbrando a cosas nuevas, a mí no me cuesta porque es algo que yo he deseado, a pesar de que fue difícil dormir… bueno, quizás era una situación a la que poco a poco nos acostumbraríamos. Pronto llegó su doncella y fue con ella a su habitación. Terminé con la comida e hice lo mismo, fui al probador donde ya estaba Rosalie, lista para vestirme, solo hasta ese momento recordé el camisón traslucido que vestía, ahora que era de día y con más luz, se notaba mucho la transparencia, me avergoncé unos momentos al saber que ella me había visto con esa prenda, pero por otro lado, ella no dijo nada al respecto, quizás ni lo notó, de hecho, casi no me miró en todo el desayuno, seguro que ni vio la tela porque no está interesada en ese aspecto de mí. Por un lado, me tranquilizaba y por otro me sentía un poco inconforme, pero finalmente, hice a un lado el tema. Hay que ser práctica, si no lo mencionó significa que no está incomoda con eso, fin del tema. De modo que me quite el camisón y pedí una vestimenta sencilla con la que estuviera cómoda, después de todo, esto es un descanso, un descanso bien merecido después de trabajar años sin parar.

 

Al terminar de vestirme me sentí mucho mejor, por lo que fui a la puerta de su habitación y decidí que la invitaría a tomar un paseo. No tenía un itinerario, de hecho, no sabía ni que hacer ahora que estábamos juntas ¿Qué se supone que hace un matrimonio? ¿Qué se supone que debo de hacer para que ella me ame? O al menos sienta cariño por mi… no hay un manual para ello. Pero lo qué si tenía muy claro, es que quería pasar el tiempo con ella, disfrutar de su presencia y complacerla, así que buscaría cualquier excusa para estar con ella, o al menos en la misma habitación. Con esa resolución toqué su puerta y fue muy satisfactorio recibir una respuesta positiva.

 

Casi sonreí con totalidad al ver que aceptó sin siquiera pensárselo, pero me moderé, no quería parecer demasiado expresiva y asustarla. Hay que ser mesurada y prudente. Ella se levantó de su asiento y se acercó a mí en la puerta, lucia especialmente radiante por la mañana, luminosa, brillante, bellísima, más aún con esos ojos que relucían con la intensidad de rubíes y esa cabellera castaña. Me encantaba su cabello, me gustaba como lo lucia, la forma con que quedaba peinado, como brillaba, era una de las cosas que seducían de ella y, si bien el amarillo no era mi color predilecto, podía ahora asegurar que sin importar el tono que vistiera, lo encontraría adorable si venía con ella. Sin embargo, aunque me hubiera podido quedar en el mismo sitio a admirarla el resto del día, no podía parecer una idiota frente a ella, así que comencé a pensar donde la llevaría de paseo, aunque quizás había que empezar por orden.

 

-Shizuru, sé que ya has estado aquí antes, pero ahora creo que es un tiempo perfecto para mostrarte el castillo –le dije, mientras bajábamos por las escaleras – ¿En qué partes del castillo has estado?

-en realidad… he visitado algunos pasillos y la biblioteca, además de tu armería.

-bueno, entonces, ya que estamos aquí, empezaremos por aquí, esta es la torre de homenaje y es únicamente para nuestro uso exclusivo, sé que usualmente la torre de homenaje se puede usar para hospedar a invitados, pero soy una persona muy…

- ¿privada? –dijo ella, y llevaba razón.

-cierto, me gusta guardar mucho mi privacidad, de modo que toda el ala oriental sirve para invitados, fue en aquel edificio donde te coloqué antes.

-lo recuerdo bien –de pronto me pregunté si habrá estado muy incómoda, pero preguntarle eso a estas alturas podría resultar peligroso ¿Qué tal si me reclama? Lo mejor sería no ahondar en caminos peligrosos…

-de modo que ahora este edificio es tanto tuyo como mío, nadie más que las doncellas, la señora Sanada y en ciertas ocasiones el señor Ishigami, ponen un pie aquí, en la planta baja hay una sala de estar muy agradable que espero te guste y de no ser así, tienes total libertad para incorporar lo que sea de tu gusto, por otra parte, en los pisos superiores…

 

Quizá fuera tedioso, pero me escuchó con atención cada dato que le mencioné del edificio, incluso cuando la llevé a la terraza en el último piso, donde estaba la bandera con el escudo de mi familia, se mostró interesada, creo que le agradó bastante la idea que yo tenía de incorporar una bandera con el escudo de su familia. Me sentí feliz de escuchar sus palabras, aunque fueran cortas, pero aun así eran de agradecimiento y eso bastaba. Siempre y cuando la complaciera, era suficiente para mí, por ello ese mismo día mandé a hacer la bandera con el escudo de su familia.

 

-bueno, ahora bajemos, te mostrare con más detalle el edificio Este –le extendí una mano y de esa forma la ayudé a bajar los estrechos escalones que daban a la terraza de la torre. Bajamos con cuidado y fui platicándole porque había decidido que la torre del homenaje fuera construida de esa forma, le platiqué todo lo que pude hasta llegar al primer piso y comenzar a mostrarle le edificio Este. Quería que no se aburriera conmigo, quería que fuera agradable el recorrido, aunque tampoco quería abrumarla con tanta palabrería, pero me escuchaba con atención y eso me hacía emocionarme.

 

Quería controlarme, pero tampoco podía evitar emocionarme al ser ella quien me escuchara y estuviera ahí para mí. Era como un sueño. Quizás sí estoy soñando. No podía ser posible que estuviera ahí, dándome su tiempo, escuchando mis aburridos planes de construcción, luciendo tan guapa y radiante… y a la vez era tan real. Por momentos sentía la necesidad de tocarla, pero me retenía. Es real, es real, no tienes que tocarla, eso puede asustarla.

 

Recorrí con ella minuciosamente el castillo. Como bien le dije, era un castillo diferente porque yo quería que fuera agradable, cómodo, con sitios donde pasar el tiempo y que a la vez fuera el sitio perfecto para pasar cualquier tipo de crisis, una fortaleza impenetrable que resultara no solo útil, creo que esa parte le interesó mucho, quizás compartía mi idea, no lo sé, ella no emitía juicios, solo preguntaba algunas cosas y escuchaba con interés. No me parecía especialmente tímida, pero sí muy reservada con sus comentarios… o quizás yo estaba hablando demasiado. Creo que yo estaba disfrutando demasiado con su compañía, mucho más que ella la mía. Eso me hacía dudar por unos momentos, pero después esa misma duda que sentía se volvía resolución, tratando de mejorar mi ánimo. Llegaré hasta donde ella me deje llegar, me pegaré como una lapa tanto como pueda, no puedo desperdiciar esta oportunidad.

 

Luego de recorrer ampliamente el castillo la llevé al comedor, pues ya nos esperaban con el almuerzo. Fue un almuerzo delicioso, no solo por la comida, sino que luego de recorrer el castillo, ella tenía curiosidad sobre la arquitectura de los edificios y obviamente salió en la conversación que el castillo era, relativamente, reciente, ya que cuando ocurrió el ataque de los invasores, el anterior castillo fue severamente dañado e incendiado. Es así que le comenté todas las cosas que se tuvieron en cuenta para hacer un castillo completamente nuevo, desde el terreno, la proximidad con otras ciudades e incluso con el puerto, además de mejorar con diseños innovadores en las murallas que protegían la ciudadela.

 

Luego de prometer que un día la llevaría a mirar las ruinas del anterior castillo y terminar el almuerzo, le sugerí continuar con el recorrido del castillo. La llevé por las torres y las murallas, así pudo mirar el cuartel y todos los guardias también miraron a mi esposa. Un hecho que no tenía contemplado es que no podía controlarle los ojos a todo el ejército que tengo a mi mando, pero al menos cuando pasábamos, no la miraban descaradamente en mi presencia, pero no pude evitar sentir incomodidad, no quería que nadie la mirara, no quería que ninguno de esos bribonzuelos la mire y aspire a querer seducirla. Sé cómo piensan cada uno de esos sinvergüenzas y todo de lo que son capaces… pero, por otra parte, no podía hundirme en esos pensamientos, no podía encerrarla, eso iría en contra de lo que le había jurado, no podía ser igual que aquellos sujetos que encierran a sus esposas por miedo, no. Solo me quedaba confiar en ella y estar alerta con cualquiera de aquellos granujas.

 

Por eso, cuando terminamos el recorrido por las murallas y la luz comenzaba a decrecer, le sugerí ir al salón del té que había en la torre del homenaje, ahí me sentí mucho más tranquila y cómoda.

 

- ¿te gusta cómo está decorado? –le pregunté, mucho más cómoda que antes –me gustaría que cambiaras lo que no te guste.

-creo que es un gusto un poco rustico –no entendí si eso le gustaba o no… –estoy bien con la decoración, en realidad… nunca me preparé para inmiscuirme en esos temas.

-bueno, ahora es tuyo, puedes hacer lo que quieras, tengo un administrador muy bueno que te permitirá cualquier gasto, te lo llegaré a presentar, algún día tendrás que hablar con él y ver su trabajo cuando yo no este.

-te refieres… ¿a salir por alguna cuestión de su majestad? –me encogí de hombros.

-puede ser… -cosas de su majestad, hacer alguna diligencia a otra parte del reino… o simplemente ir a la guerra… quien sabe.

-ahora que recuerdo, no hablamos de esto antes, pero, después del plazo que te ha dado la reina ¿Qué harás? ¿volverás a la capital? ¿la reina te ha liberado de tu servicio en el palacio?

-volveremos, esto solo es un descanso de treinta días, al terminar regresaremos; planeo comprar una propiedad digna de ti, luego nos instalaremos ahí y estaremos yendo y viniendo cada cierto tiempo, su majestad me ha dicho que solo tengo que ayudarla de vez en cuando, pero no planeo abandonarla –ella me seguía con entendimiento la conversación, lo que me hacía pensar que no estaba en desacuerdo con viajar continuamente, eso me quitaba una preocupación ¿Qué tal si no quería estar viajando? Hay personas que odian los viajes en los carruajes y yo tenía que estar con ella tanto tiempo como me fuera posible –planeo que sea así hasta que ocurra el ataque extranjero.

- ¿en qué tiempo crees que ocurra? – ¿en qué tiempo? Los informes decían que había movimiento enemigo, pero nada concluyente.

-tal vez dos o tres meses… -ojalá demorara hasta el próximo año, o mejor, que no nos atacaran, quizás deberíamos atacar nosotros para evitar cualquier intento enemigo por conquistarnos, a veces la mejor defensa es el ataque, pero la reina no estaba segura de ese camino. En este caso, las inseguridades de una niña que solo me traían complicaciones, yo estaba segura de poder sostener un ataque al enemigo pero tampoco puedo culparla, quiere ser precavida, no quiere enviar una campaña a territorio extranjero con un final desconocido, no quiere obtener el desapruebo del reino, pero al menos me quedaba la seguridad de que había trazado y distribuido a todos mis oficiales de la manera más óptima por todo el reino, nadie puede poner un pie en la ínsula sin que yo me entere, gracias a eso he atrapado a muchos rufianes que buscaban colarse al reino –en fin, no te preocupes por eso, mi ejército está bien distribuido, me enteraré apenas se acerquen.

 

Luego de aquellas variaciones en el tema hablamos de qué casita debíamos comprar en la capital, eso nos trajo una conversación mucho más amena. Yo le quería comprar una casita del tamaño del palacio, pero no había nada así, sin embargo, estaba dispuesta a comprar cualquier sitio que le gustase, derrumbarlo hasta los cimientos y construir un pequeño palacio a gusto y complacencia de ella, después de todo, tenía los recursos para satisfacer todos los caprichos que pudiera tener, aunque ella se mostraba demasiado mesurada.

 

-no te limites, tengo suficientes ganancias que he acumulado y aunque no regrese –de la guerra que se aproximaba -la puedes vender –ella se quedó callada con una expresión seria ¿le habría incomodado lo que dije? ¿significaba eso que se preocupaba por que yo regresara? Ojalá que fuera así.

-milady, su señoría, la cena esta lista.

-gracias Rosalie –contesté y nos dirigimos al comedor, hoy me sentía con mucha hambre –me pregunto que habrán hecho de cenar.

 

Pasamos una cena tranquila con pocas palabras. La noté algo meditabunda, quizás aún estaba pensando en lo de la casa o la amenaza extranjera, no podía saberlo con exactitud y tampoco quería forzarla a una conversación sobre ello si no quería hablar de eso, sin embargo, no se sentía un ambiente tenso y eso ya era ganancia.

 

Al terminar la cena regresamos al mismo saloncito de té y aunque pretendí hacerle conversación para que se quedara a tomar alguna bebida, parecía que quería más irse a asear que quedarse a tomar algo. Si lo pensaba bien, el día de hoy debió haber sido mucho más agitado que el ritmo normal en el día de una dama como ella, aunque para mi fuera experiencia tranquila, después de todo, no me había colocado la armadura ni cinco minutos en el día, me sentía tan ligera y animada, definitivamente no podría dormir el día de hoy. Miré detenidamente la copa en mi mano… ¿debería embriagarme? No, ¿Qué tal si hacia algo estúpido? No podía cometer errores.

 

-Rosalie –le dije a la doncella que estaba sustituyendo a las ya tan usuales Senou y Aoi -necesito un favor.

-sí –ella se aproximó, nunca se iban demasiado lejos, siempre estaban ahí para mí, aunque fuera solo una de ellas -dígame su señoría.

-quiero que mandes a preparar mi aseo y una gran copa del licor más fuerte que haya –la mire serio –esto es un secreto Rosalie, ¿comprendes?

-sí su señoría –yo asentí con la boca fruncida.

-no estoy cansada, si no tomo eso no podré dormir y no quiero que el chisme ande por los corredores del castillo ¿de acuerdo? –ella asintió con lentitud.

-sí su señoría, nadie tiene porque enterarse.

-bien, vaya por favor.

 

Rosalie se fue con mi encargo y demoró algunos minutos para regresar y decirme que ya todo estaba preparado, además de asegurarme de que ya tenía lo que había pedido bajo total discreción. Le daré un bono a esta chica, lo merece. Junto con ella fui a mi habitación, me desvistieron, me lavaron, secaron y vistieron, solo entonces, cuando terminaron de sacar algunas cosas las doncellas, volví a llamar a Rosalie.

 

- ¿se han ido las demás? –ella asintió con la cabeza - ¿sabes si las doncellas de milady ya han terminado de ayudarla hoy?

-sí su señoría, hace unos momentos –yo asentí y luego miré mi camisón, el mismo camisón de tela muy transparente, estuve a nada de dejar salir un suspiro, pero de desgracia.

-bien, bien, está muy bien -entonces busqué donde estaba mi monedero, a veces había tantos recovecos que olvidaba donde ponía las cosas, por suerte lo encontré y saqué unas monedas –usa esto para comprar más de mi encargo, del más fuerte que haya en la ciudadela, solo por si acaso, lo demás tómalo como un agradecimiento, si necesitas más, házmelo saber.

-si su señoría, le he dejado su pedido en la habitación, nadie ha entrado ahí más que yo.

-perfecto, puedes retirarte por hoy Rosalie, descansa.

-si su señoría.

 

Ella salió por la puerta del vestidor y yo me quedé de pie por unos momentos, luego ingresé a mi habitación, ahí había una mesa junto a un sillón, en esa mesa estaba una copa de tamaño considerable con una buena dosis de licor. No me lo tomé de inmediato. Me senté en el sillón con la copa en los dedos, meditando que estaría haciendo ella en estos momentos ¿estaría ya en la habitación? ¿me estaría esperando? ¿estaría esperando para hablar como la vez pasada? ¿me vería con el camisón transparente? ¿pensaría mal del camisón? Después de un rato dejé la copa en la mesilla y me levanté a mirar por la ventana, parecía ya ser tarde ¿pero suficientemente tarde para que ella estuviera dormida? Deambulé un poco por la habitación, entre más caminaba menos sueño tenía, me sentía demasiado alerta, si no tomaba el licor, no podría dormir en absoluto.

 

Volví a asomarme por la ventana, ya estaba bastante oscuro. Si no me duermo ahora no podré levantarme temprano… aunque… realmente no había motivos para levantarme temprano… como sea, mejor mantener los buenos hábitos. Regresé a la mesilla y me bebí el licor de un tirón, dejé la copa en la mesa y me senté en el sillón a que hiciera efecto, quien sabe cuánto tiempo pasó para que comenzara a sentir una pesadez. Solo entonces me levanté del sillón y entré a la habitación compartida, encontrándome con que ella ya estaba acostada y hasta durmiendo. Me deslicé entre las sábanas, me acomodé bien y luego dejé de saber del mundo hasta la mañana siguiente. Desperté muy temprano, ella aun dormía con placidez y yo ya tenía hambre, así que fui a mi habitación y pedí el desayuno desde ahí. Cuando Rosalie subió con la charola, venia acompañada de la doncella que se hacía cargo de Shizuru.

 

-buenos días su señoría –me dijeron ambas, tan amables y serviciales como todos los días.

-buenos días Rosalie, Akane –me había sentado en el sillón de la habitación, así que solo me acomodé mejor mientras ellas disponían la comida.

-su señoría, ¿debería también traerle el desayuno a milady?

-ella aun duerme, no es necesario –comenzaba a sentir que el hambre me iba a hacer un agujero en el estómago –déjenla dormir, ayer la llevé de un lado a otro, no está acostumbrada a esa fatiga.

-claro su señoría –dijeron ambas y así, pronto pude comenzar con la comida.

 

Como ya era costumbre, Rosalie fue al vestidor a sacarme la ropa de aquel día, esta vez ayudada por la otra doncella, para cuando terminé el desayuno ambas ya tenían en las manos la vestimenta del día de hoy así que pude deshacerme de aquel escandaloso camisón transparente… que, por cierto, eso me recordaba a que un día debía ir a ver a esa mujer y… ¿amenazarla? Por una parte, me sentía ofendida, pero por otra aún no sabía si funcionaría ese camisón o no… quizá aún no debía emitir un juicio.

 

Luego de vestirme y que las doncellas me vistieran, decidí hacerle una visita al administrador, seguramente ya estaba al tanto de mis solicitudes, después de todo le había pedido a la señora Sanada que transmitiera mi mensaje para hacer ya un proyecto, por lo que me sentí muy complacida cuando llegué al estudio del administrador y ya tenía una proyección de recursos, materiales y hasta contratos para las posadas que había en el camino. Pasamos largas horas poniéndonos de acuerdo con los detalles del presupuesto, pero sobre todo discutiendo las ofertas que ofreceríamos a los posaderos, quería que esos lugares se volvieran más que un parador, querían que fueran un alojamiento decente donde no sintiera que podían pegárseme pulgas, que se invirtiera bien y resultaran una hospedería digna de mi ilustrísima esposa. Ah… eso sonaba tan bien. No me atrevía a decirlo en voz alta, pero solo en mis pensamientos se oía bien, ya con eso bastaba para sentirme de buen humor.

 

-su señoría –dijo el administrador –le llama la doncella –en el quicio de la puerta estaba Rosalie, así que la hice pasar con un movimiento de mi mano.

-su señoría, ya se le espera para el almuerzo.

-que rápido pasa el tiempo, lo veo después.

 

Hablando de mi esposa, seguro ya me estaría esperando en el comedor. Aceleré el paso y fui a su encuentro, casi llegamos al mismo tiempo al salón del comedor. Ella lucia radiante, como todos los días, llevaba un vestido rojo que combinaba con sus ojos, un rojo vino que realzaba el tono de su piel, una piel tan exquisitamente suave que tendría que desquitar mis ganas de ponerle las garras encima con todos los muebles del castillo. Es tan guapa, tan linda, tan divina, pero debía tener paciencia, no podía saltarle encima como una bestia, debía respetarla, aunque todos esos deseos sucios y lascivos estuvieran revoloteando por mi cuerpo, debía ser fuerte ante las tentaciones.

 

Respiré profundo y después de saludarla nos sentamos en la mesa. No hablamos mucho durante la comida, una vez que probé el primer bocado comencé a sentir el hambre, de manera que me ocupé con la comida, sin embargo, al terminar la comida le pregunté si le gustaría pasar un rato en el salón del té, tomando por supuesto, unas buenas tazas de té, aunque las mías llevaban piquete, un poco de licor mezclado no hacía daño, al contrario, le daba más sabor al té, aunque, por eso mismo no abusaba tanto del té, le daba tragos pequeños para no terminar embriagándome.

 

Aquella tarde platicamos sobre lo que haríamos al día siguiente y lo que usualmente ella solía hacer, al menos antes de haberse casado. A medida que me iba contando sus actividades y la veía hablar, recordar o sonreír, no podía hacer otra cosa más que imaginármela en pláticas desde el inicio del día hasta el anochecer, la imaginé pasando tardes enteras hablando animadamente, tal como ahora estábamos haciendo. Yo quería eso para mí, pasar días enteros hablando con ella, mirándola, escuchándola, se estaba cumpliendo porque estábamos ahora mismo ahí, pero como me gustaría que fuera para siempre.

 

Debía tener cuidado con esos pensamientos, no eran del todo malos, pero a veces es bueno no confiarse, ella no me ama, puede elegir no quedarse conmigo. Cuando sopesaba esa alternativa me sentía sin aire, pero no era otra cosa más que la verdad. Aun así, debo tomar todo lo bueno que se dé, no puedo desperdiciar ni siquiera estos momentos de pláticas superficiales, incluso esas platicas valían la pena.

 

Aunque no conté con que en la conversación saliera aquel mocoso enano; mencionó que de haberse casado con él habría ciertas similitudes en su matrimonio y que estarían presurosos por tener hijos. Casi al instante me explotó algo dentro, un ramillete de pensamientos desagradables que jamás me habría gustado externar, tan desagradables e hirientes que tan solo de pensarlos me sentí mal, por eso no los dije, pero eran pensamientos que surgían porque me hacían sentir que yo no era adecuada para ella, yo no podía darle hijos de una forma normal, no podía llevarla a la habitación, arrojarla a la cama, abrirle las piernas y después de unos minutos levantarme porque ya había cumplido. No podía hacer eso porque no lo quería y no estaba en mis posibilidades, el saber que no podía hacerlo me irritaba porque me sentía en desventaja, no tanto por querer algo que no podía, sino porque me hacía sentir menos frente al enano. Era una sensación asquerosa la que obtenía de aquello, pero también era una realidad que tenía que afrontar y aceptar. No soy como el mocoso y jamás voy a serlo. En cierto punto eso no me hacía sentir tan mal, valgo bastante la pena, entonces razoné, lo que me descontrolaba era pensar que a Shizuru le gustara más ese trato que el que yo le estaba dando.

 

Esa avalancha de pensamientos y sensaciones era aborrecible, tuve que retirarme con la excusa de asearme para no comprometer nuestra relación que por ahora era buena. Subí las escaleras con cierta calma, una calma violenta, en la que te mantienes tranquila mientras aprietas los puños y tu cabeza hierbe. Subí las escaleras hasta llegar a las habitaciones y luego continúe subiendo hasta llegar a la terraza de la torre, ahí exhalé con cansancio. Me llevé una mano a la frente y me senté en una esquina. Quizá estoy exagerando porque, ella no puede preferir algo que nunca ha tenido, estoy exagerando por esa parte… aunque si repasaba la conversación… me iba peor… parecía solo interesada en tener hijos sin importar qué o quien. Ya sabía que para eso nos educaban, pero aun así era demasiado irritante.

 

Pronto comenzó a dolerme el estómago y no sabía si era porque había comido mucho o me estaba dando dolor por el disgusto. Me quede ahí en la terraza de la torre hasta que oscureció. Ahí arriba hacia más frio que en cualquier otro lugar, el viento golpeaba con más fuerza y frialdad, la ropa que llevaba puesta no era apta para ese clima y supe que debía salir de ahí, pero me crucé de brazos y fruncí las cejas, aún no había llegado a una buena conclusión, no sabía cómo regresar a verla sin saber que hacer… o pensar… o al menos que postura tomar para cuando la volviera a ver. Cuando volviéramos a hablar ¿debía hacer como si nada hubiera pasado? ¿sería eso lo adecuado? Cerré los ojos, tratando de pensar, pero el frio me estaba resultando doloroso.

 

-su señoría –estaba tratando de pensar cuando Rosalie se asomó por la trampilla que daba al techo –le he estado buscando por todas partes.

-he estado aquí Rosalie, pero guarda el secreto –ella asintió - ¿Qué sucede?

-ya es hora de la cena y milady ya debe estar ahí –yo asentí lenta y silenciosamente, aun no sabía qué hacer, no podía verla aún.

-Rosalie, regresa y finge que no me encontraste –ella pareció quedarse un poco confundida e incómoda, pero al final asintió y se retiró.

 

Esperé unos minutos y como quien no quiere la cosa, a pesar del frio, me levanté para bajar por la trampilla. Inmediatamente después de cerrar la trampilla sentí una diferencia de temperatura, no era cálido el interior, pero sin duda ya no me dolían los brazos y las piernas del frio. Bajé los escalones hasta llegar al piso, entonces me quede ahí y mire alrededor. Este piso estaba casi vacío, solo había un par de sillones y una pequeña alfombra, más algunas cajas de madera, todo lejos de la trampilla. Fui a sentarme en uno de esos sillones, pronto sentí hambre, seguramente tendría que pedir la cena en mi habitación, pero no sabía si bajar ahora mismo o más tarde, no sabía nada, quizás debí haber bajado a la cena, parece que la estoy evitando… no, no parece, la estoy evitando ¿para esto me casé con ella? qué vergüenza.

 

Quizá lo último que razoné me dio la convicción para levantarme de ese sillón, bajar hasta mi habitación y sonar la campana de servicio, un rato después apareció Rosalie, entonces le pedí que me trajera la cena y prepararan el agua para mi baño. Se fue y regresó un rato después, con la cena y varias doncellas con el agua. Mientras ellas preparaban todo para el aseo yo cené con cierta calma, al terminar fui a que me desvistieran y me lavaran el cuerpo, hoy era uno de esos días donde no me sentía con ánimos para participar en el tallado de mi propio cuerpo. Después de lavarme, secarme y vestirme, Rosalie y las demás se despidieron.

 

Entonces, me quede ahí, de pie, en medio de mi habitación, sin moverme. No sabía si ya estaba Shizuru en la habitación, no sabía si estaría molesta… no, seguro que no le gustó haber cenado sola, a nadie le gustaría, yo estaría molesta. Quizá lo mejor sería olvidar el tema y tener una actitud sumamente ligera, sin darle importancia alguna a lo ocurrido, si no le resto importancia a todo este panal de pensamientos solo terminaré teniendo más problemas, si no les doy importancia… tal vez desaparezcan… talvez. De modo que moví mis pies hasta la puerta de la habitación compartida, apreté bien el cordón de la bata, giré el picaporte lentamente y entré lo más sutil a la habitación, pero ella aún no había llegado. Dejé salir un suspiro. Se me antojaba un poco de sidra y casualmente había dejado una botella en el guardarropa, así que tomé una de las copas que siempre estaban dispuestas en mi habitación, la llené y fui a sentarme en el sillón frente al fuego del hogar, a esperarla.

 

Debo actuar casual, me dije, mientras extendía los pies por la alfombra y sentía el calor del fuego en los dedos. Siempre que hacía eso era agradable. Bebí varios sorbos de sidra y me fui desinflando poco a poco en el sillón, en cierto modo, relajándome hasta que oí claramente como abrió la puerta, al instante me asomé a ver y me topé con sus ojos que denotaban claramente que estaba molesta, sentí que debía decir algo que me salvara de esa mirada acusatoria.

 

-lo siento, se me paso la hora de la cena… -le comenté con casualidad, aunque creo que eso lo empeoró.

- ¿por qué no fuiste? –me respondió inquisitiva, parecía más una exigencia que una pregunta normal.

-estas molesta… -bueno, no me quedaba de otra más que afrontar las consecuencias –lo siento, no volveré a dejarte sola en la cena.

-solo quiero saber porque –no, no parecía eso, estaba molesta y quería respuestas que le satisficieran, sin duda una mujer ruda… eso me gusta.

-yo… no sé qué decir –lo malo es que seguramente ninguna de mis respuestas ligeras la complacería, así que tocaba decir la verdad… o la verdad a medias para no profundizar demasiado –solo subí a pensar y cuando me di cuenta ya era muy tarde, las doncellas me estaban buscando…

-pensar qué cosa… -seguía con su indagación… mala situación, muy mala. Quizás lo mejor era soltar lo que había estado pensando… no, eso sería aún peor, sería catastrófico, sería horrible, me odiaría, me diría cosas hirientes y yo también diría cosas hirientes de las que después me arrepentiría, así que no podía decirle las cosas que había pensado, al menos no todas, o quizás lo que tuviera más lógica dentro de las cosas que habíamos hablado y una de ellas era…

-que quizás si hubiera nacido de una forma diferente… tu podrías ser más feliz conmigo… -entonces dejé salir el aire en mis pulmones, no era con exactitud lo que había pensado, pero si era una parte de las cosas que había sentido. Ella se quedó sin palabras momentáneamente.

-nada en nuestra situación es común –en seguida me sentí mal, era cierto, pero aun así me pesaba -pero tú ya sabías eso y me ofreciste un plazo de prueba ¿no es así? –la volteé a ver, quería ver su expresión al decir eso, quería saber el contexto en el que me lo decía –llevamos apenas un par de días, aún no sabemos qué puede pasar hasta que se acabe el tiempo –me sorprendieron esas palabras, ¿quería decir que ella está realmente abierta a darme una oportunidad de verdad? ¿Qué no le importaba que no fuera un matrimonio tan diferente? -trata de hacer que me enamore de ti para que sea feliz contigo… y eso incluye no dejarme plantada en la cena - ¿es obvio que no esperaba una respuesta así? ¡claro que voy a hacerlo! Tenía que hacerlo, debía hacerlo, por eso hice tantas cosas, ella tenía razón, no he llegado tan lejos como para comenzar a dudar ahora.

-lo enmendaré –ella me volteó a ver, aun con una mirada seria.

-eso espero –vaya qué si podía ser demandante, creo que hasta daría mejor las ordenes que Sir Kanzaki.

 

Enseguida volteó a quitarse a bata, la observe mientras lo hacía. Aventó la bata en el sillón que estaba hasta el fondo de la habitación, un poco lejos de la cama ¿debería mandarlo a cambiar de sitio? colocarlo un poco más cerca para que resulte más útil… luego se deslizó entre las mantas y se tapó hasta el pecho, mirando el techo e intermitentemente en mi dirección, parecía decirme que fuera ya a dormir junto a ella, pero solo lo parecía. Bueno, yo también debería ir a dormir, ojalá que la sidra haga algún efecto, hoy no había tomado el otro licor que es más fuerte. Me levanté con lentitud y como quien no quiere la cosa deshice el nudo que sujetaba la bata, sabía que ella estaba mirando, no con una mirada fija, pero sé que de vez en cuando sus ojos me miraban… y me va a ver con este camisón casi transparente… ella no había dicho nada pero yo me sentía demasiado expuesta, sentía ganas de matar a Mai pero no sabía si estaba haciendo el ridículo o este estúpido camisón estaba funcionando… finalmente me quité la bata, la dejé en el sillón y fui a la cama, tapándome hasta el cuello.

 

Después de quedarme quieta en la cama, ni ella ni yo volvimos a movernos. La noche era fresca y las mantas se sentían bastante confortables, pero al mismo tiempo no sentía tanto frio como para estar tan tapada, así que bajé un poco la colcha y cerré los ojos. Estaba tensa al principio, pero luego de un rato comencé a sentir una pesadez en el cuerpo, como si me fuera enterrando en la cama o como si estuviera muy pesada, creo que era como dejarme caer, una sensación bastante cómoda porque sentía que la cama y la almohada eran tan suaves y mullidas que no habría otras que se compararan… tan suaves, tan, tan suaves, fue lo último que recuerdo pensar, porque en algún momento dejé de saber de mí hasta que me desperté a la mañana siguiente.

 

Había dormido sin interrupciones, profundamente y sin sueño o pesadilla alguna, de cierta forma sentí como si hubiera cerrado los ojos y los hubiera abierto después de un rato, pero un largo rato que me permitió descansar y ahora me sentía con renovadas energías. Me quedé un poco de tiempo en la cama, con los ojos bien abiertos, sin sueño, así que la miré, ella dormía profundamente, con la boca abierta, lucia graciosa, es obvio que cuando duermes no puedes mantener una expresión sobria, así que lucía relajada. Me la quedé mirando un rato y luego me levanté, me parecía escuchar algo, pero no sabía que era, así que me asomé por la ventana encontrando que algunas gotas golpeaban la ventana. Allá fuera llovía bastante, pero a pesar del cielo nublado había bastante luz en aquella mañana. Un día nublado pero luminoso, me gustaba, daban ganas de quedarme en la cama todo el día con ese fresco que estaba en el ambiente. Por extraño que pareciera, me sentía muy animada, aun con este clima lluvioso. Luego de un rato la lluvia aminoró y se aclaró un poco más el cielo, justo en ese momento ella apareció moviendo la cortina.

 

-te has despertado –le dije de buen humor –buenos días.

-buenos días –creo que aún estaba molesta por lo de anoche, sonreí con cierta resignación. Es una mujer difícil pero aun así no puedo cansarme de ella.

-me he despertado y estaba lloviendo, pero ya se están despejando las nubes, podremos salir sin problemas –le dije de forma casual pera cortar ese ambiente tan tenso que había - ¿quieres que pida el desayuno a la cama? –finalmente me volteó a ver.

-sí, estaría bien –tenía que hacer algo para que su ánimo mejorara.

-vuelve a la cama ¿o quieres desayunar en los sillones? –ser amable era una de esas cosas, ser amable y complaciente.

-no, el desayuno ahí estará muy bien –quizás si yo me metía a la cama una vez más, ella se sentiría en confianza para hacer lo mismo e incluso tomar el desayuno ahí, de manera que me metí entre las colchas y me sentí feliz cuando ella hizo lo mismo.

- ¿has dormido bien? –realmente quería que ella estuviera cómoda –he querido preguntártelo, ¿te gusta la cama? ¿es suficientemente suave?

-es bastante suave, debe estar a la altura de su majestad –ese comentario me hizo sentir mejor.

-me preocupaba que las cosas no te gustaran.

-me gustan, estoy bien con todo –aun así, me parecía que no estaba del todo cómoda, aunque tampoco sería muy congruente que de la nada se sienta perfectamente bien con alguien que hasta hace poco ha conocido –no te preocupes, ya te habría dicho algo que me desagradara.

-me alegra escuchar eso, no quiero que pretendas ser amable –y se lo dije con total sinceridad, quería que decir las cosas con sinceridad fuera algo esencial en este matrimonio.

-no lo haré –quizás fue el tono de su voz el que me hizo confiar en que decía la verdad.

 

Un tiempo después las doncellas llegaron y me animé al ver que ella se quedó en su sitio en la cama. Yo no tenía esa costumbre, hasta me sentía un poco extraña, pero ahí estaba yo, en la misma cama y aun en bata, me sentí feliz de compartir algo diferente con ella. Al terminar ambas nos retiramos a vestirnos, mientras me colocaban la ropa mandé a preparar los caballos, conforme pasaba la mañana el cielo se aclaraba y entraba el sol por la ventana, sería un día estupendo para mostrarle los alrededores del castillo, aunque noté que ella no se lo esperaba cuando finalmente vino a recogerme.

 

Aunque no montamos los animales inmediatamente, antes quise mostrarle el edificio del personal, el edificio de tropas y la torre donde se guardaban los suministros. Si subías hasta el final de la torre podías encontrar en el último piso una terraza que había en su lado norte, esta terraza tenía la vista en dirección al anterior castillo, que en su momento solía ser un castillo que estaba en el mar, de manera que podías ver el mar y si ponías suficiente atención, algunos vestigios del castillo anterior, de cierta forma era como poder recordar una parte de lo que había sido mi anterior vida. Obviamente no pude evitar mencionárselo, así que le prometí llevarla un día de estos.

 

Poco después bajamos de la torre y seguimos un breve recorrido hasta finalmente llegar al establo, solo entonces montamos en los animales y recorrimos juntas los alrededores, con un sol que se volvía más fuerte conforme pasaba la mañana y llegaba el medio día. Por suerte, la potencia del sol no fue tan extrema como para obligarnos a volver. Miramos los caminos que rodeaban al castillo, algunos pequeños jardines y las flores. Trataba de ser prudente y no hablar demasiado para no hastiarla, pero a veces se me salían comentarios, después de todo no quería que se sintiera aburrida, entonces le conté el secreto de los pasadizos de escape que solo conocíamos el constructor, algunos trabajadores y yo. Quizá contarle sobre los pasadizos tan inmediatamente era algo precipitado, pero ya era mi esposa ¿Qué más me quedaba, sino confiar en ella?

 

Con eso en mente me explayé en información del castillo que quizás o muy posiblemente no le importara, pero fue bastante amable al fingir que sí. Me dije que debía seguir adelante con mis mejores intentos de agradarle y que debía ponerle siempre atención para detectar si había algo que no le gustara, pero al menos por esos momentos todo fue tranquilo y agradable. No bajamos a la ciudadela, tenía pensado espaciar bastante bien los sitios que visitáramos para tener suficientes excusas que me permitieran estar con ella. Para cuando llegó la hora del almuerzo, regresamos al castillo, al terminar pasamos la tarde en el salón de té, comentando el recorrido de en la mañana, fue una tarde estupenda, una tarde maravillosa, fue una conversación mesurada, tranquila, con ciertos silencios, pero también muy amena. Pero sobre todo me sentí feliz de estar con ella toda la tarde y que fuera todo tan agradable, de hecho, me sorprendió mucho ver a Rosalie informándonos de que la cena ya estaba lista. Supongo que así es como debe ser un matrimonio, o al menos esa era la idea que tenía en mi mente, pasar largos ratos juntas, aunque no estuviéramos haciendo algo con exactitud, simplemente compartiendo el mismo sitio en paz y comodidad… aunque claro, tampoco me molestaría que quisiera sentarse a mi lado y tomar mi mano o… bueno, esas cosas. No te apresures, me dije.

 

Después de la cena nos separamos y fui a asearme, le pedí a Rosalie un poco de licor, solo para controlar mi energía desbordante, no podría dormir si no tomaba un poco. Al terminar el ultimo sorbo entré a la habitación y me acosté inmediatamente, ella ingresó solo un poco después y al verme ya acostada fue directo a la cama. Ella parecía pensar en algo ya que no me dio las buenas noches y suspiró, debía haber algo pasando por su mente, estaba que rebotaba por preguntarle, pero fui prudente, le di su espacio y finalmente, ella me comentó sus inquietudes sobre su doncella, así que traté de hacerla sentir lo más tranquila posible, pero por dentro comencé a pensar en posibles opciones para la doncella. Podía desde deshacerme permanentemente de ella, hasta mandarla a trabajar a las minas o enviarla a otro continente en barco, con eso pensado me sentí más tranquila, aunque todo se aclararía al día siguiente, pero me sentía mucho más resuelta al tener en consideración tan buenas opciones para una negativa. De hecho, me despreocupaba tanto el tema que no supe ni en qué momento me quedé dormida.

 

Aunque el tema revivió con el desayuno, pues justo estábamos en eso cuando una de las doncellas le notificó la llegada de la susodicha. Como era de esperarse, la doncella preguntó si desistiría de sus servicios y para mi sorpresa no lo hizo, decidió quedarse con todas, un hecho que me produjo cierta curiosidad. Ella decía que le agradaban y quería conocerlas, además de la señora Sanada, eso me agradó, porque quería decir que le importaba el personal, que le importaba establecer vínculos con las personas del castillo, que quería involucrarse porque planeaba quedarse aquí y tal vez quería quedarse conmigo… eso o le agradaba la idea de no mover ni un dedo y tener a muchas personas a su servicio, algo que me parecía desentonar con ella. Como fuera, yo estaba dispuesta a ser complaciente y darle tantas doncellas para su servicio como quisiera.

 

Un poco después de eso acordamos que la llevaría a la ciudadela y por la tarde la dejaría hablar con la recién llegada doncella. Cada quien hizo lo propio en su arreglo personal y mucho más rápido de lo que esperé, ya estábamos bajando por el camino empedrado rumbo a la ciudadela. Sentí un vértigo mientras bajábamos, una sensación que mezclaba nerviosismo y emoción. Sabía que las personas no serían groseras con ella, eso me tranquilizaba, pero también me sentía emocionada por presentarla a mis residentes, era una especie de orgullo que no sabría cómo describir con exactitud.

 

El camino entre el castillo y la ciudadela se acabó, pronto llegamos a la calle principal así que la ayudé a bajar del caballo y la insté a entrar a visitar todos los establecimientos más cercanos. Al menos por hoy había planeado que recorriéramos los sitios que estaban en la calle principal y poco a poco, día tras día, la llevaría a ver toda la ciudadela que rodeaba el castillo. Era una estrategia, cuando ya no tuviera más ciudad que mostrarle la sacaría y la llevaría a ver los alrededores, ya lo tenía bien planeado, si por día la llevaba a un sitio diferente tendría la excusa perfecta para estar con ella y hacer algo nuevo, lo importante era que no se aburriera y nos siguiéramos conociendo, construyendo un vínculo entre las dos, poco a poco, día tras día, minuto a minuto.

 

Para mi fortuna las personas de los locales fueron muy amables, y aunque ella se mantuvo con seriedad y una sonrisa muy tenue al principio, conforme íbamos avanzando en nuestro recorrido, pude notar que dejaba de estar tensa. Notaba su tensión, la notaba en sus hombros, los tensaba sin que se diera cuenta y por ello me di cuenta como comenzó a relajarse. La comprendí, ella parecía muy madura, muy serena, a veces muy firme y segura, pero no es fácil llegar a un sitio nuevo donde no conoces a nadie y desenvolverte rápidamente entre personas desconocidas, pues una cosa era la amabilidad y el respeto en su trato, y otra cosa muy diferente era sentirse en confianza, a eso había que sumarle que su doncella pronto llegaría y nuestra situación debe ser algo a lo que aún no se acostumbra. Me gustaría decirle que no había aquí nadie que le pudiera hacer daño, que mataría a cualquiera que se atreviera a hacerlo, pero preferí que ella se diera cuenta de ello por sí misma. Quizás lo logré cuando noté que comenzaba a relajar sus hombros y su sonrisa era menos tensa. Aunque por supuesto, ella es bastante inteligente y llegó a la conclusión de que no todos mis ciudadanos podían tenerme en gracia, y a eso lo llamo nada más que conveniencia, por ello estaba segura que nadie se atrevería a ofenderla, por simple conveniencia.

 

Al terminar nuestro recorrido por la calle principal, el cual fue largo y bastante prolongado por los comerciantes que nos invitaban a su establecimiento, regresamos al castillo justo a tiempo para la hora del almuerzo. Aquel día fue agradable, pero también notaba que aún había algo rondando por su mente, su doncella debía ser muy importante para ella, ojalá que tome una buena decisión, sería muy triste deshacerme de ella.

 

Capítulo 14.

 

Una vez que terminamos el almuerzo fuimos al salón del té y pasamos unos minutos charlando hasta que se presentó la hora de la verdad con la doncella. Decidí dejarlas a solas y enterarme después de los resultados. Sin embargo, aproveché el tiempo libre para ir a hablar con la señora Sanada, ella seguramente me tendría buena información que me daría una idea anticipada de lo que podría esperar a saber por la noche.

 

- ¿Cómo? ¿la doncella de milady? –yo asentí, después de una conversación vana y de obligación, le pregunté que sabía de la mujer –bueno, pasamos varios días en el viaje, pero fuera de eso ella se mantuvo muy prudente, no hizo muchos comentarios, en cambio Senou y Harada se encargaron de hacer del viaje un recuento de los chismorreos de toda la ciudad, por más que les pedía compostura no me hacían caso, les das demasiados privilegios - ¿en qué momento se volvió esto una represalia para mí?

-eh… sí, bueno, ellas están a cargo de la casa en la ciudad, así que… supongo que sí…

-no es bueno que tus doncellas estén tan inmiscuidas en los cotilleos de las demás personas, una doncella debe caracterizarse por su compostura, su prudencia, su…

-lo entiendo señora Sanada, hablaré con ellas más tarde, es más, ahora mismo iré a hablar con ellas.

 

La señora Sanada no iba a darme lo que estaba buscando, pero quizás ese par de “comunicativas” si tuviera lo que yo necesitaba e incluso un poco más, por eso me apresuré a dejar a la señora Sanada, tanto para no perder el tiempo como para no recibir más sermones de ella. Una vez que pude escaparme de ella, fui a buscar a aquellas dos, aunque en un castillo tan grande no fue labor sencilla, de modo que llamé a Rosalie y me informó que ambas habían salido a la ciudadela. Automáticamente me molesté, pero mandé a Rosalie a que las llamara inmediatamente, media hora después, ambas estaban en mi habitación atendiendo a mi llamado.

 

-su señoría, ¿en qué podemos servirle? –sí, sí, se estaban mostrando serviciales ahora que llegaban con bastante retraso a mi requerimiento, pero no iba a mostrarme piadosa por eso.

- ¿Dónde estaban? –les dije con frialdad.

-fuimos a la ciudadela porque Sir Kanzaki nos pidió que le lleváramos a su esposa un paquete –enseguida me dio un tic en el ojo. La esposa de Kanzaki, esa mujer que gusta de gastarme bromas.

- ¿tengo que castigarlas para que entiendan que su compromiso es conmigo y no con Sir Kanzaki? –al instante se tensaron las dos.

-no, su señoría –dijeron casi al mismo tiempo.

- ¿es que acaso les he dado tantos privilegios como para salir sin siquiera notificarme o a la señora Sanada?

-no, su señoría… -decían cada vez más angustiadas.

-se mandan solas entonces –ellas se miraron, cada vez más alarmadas.

-no, su señoría… -yo respiré profundo.

-aquí la señora Sanada está a cargo y si van a salir le piden permiso a ella ¿entendido?

-sí, su señoría… -ahora se veían realmente agobiadas. Bien, con eso tengo suficiente.

-por otra parte… -había estado de pie, pero ahora que pasaba al tema principal necesitaba sentarme y definir bien qué quería saber - ¿Qué saben de la doncella de mi esposa? –les pregunté, alzando una ceja. Ellas se quedaron momentáneamente perplejas.

-ah… -por sorprendente que me parezca de aquellas dos, se quedaron pensando unos momentos ¿Qué tanto tenían que pensar? –ella no fue muy comunicativa en el viaje ¿verdad? –dijo Senou.

-nada, escuchaba la plática, pero no se involucró demasiado.

-y tampoco hizo preguntas, no dijo nada de ella y tampoco quiso saber nada de nosotras.

-cierto, cierto –decía Harada –pero ahora que recuerdo, supe por ahí que ella estuvo a punto de casarse.

- ¿Qué? No me lo dijiste –comentaban entre ellas.

-claro, claro, me lo dijo la doncella de los…

-esos chismes no son necesarios –les terminé por decir –solo quería saber qué tipo de persona es.

-callada –dijo una.

-prudente –dijo la otra –se llevará bien con la señora Sanada.

-quizá está siendo precavida, aún no nos conoce.

-si sigue igual de calladita nunca nos va a conocer.

-aquí se necesita confianza entre todas, si no afloja por las buenas lo de su matrimonio frustrado, se lo sacaremos por las malas –digamos que saber sobre el matrimonio de la mujer, no era el objetivo de mi investigación.

-por ahora no la molesten.

- ¿y qué quiere que hagamos? ¿Por qué quiere saber eso? –me quedé pensando unos segundos.

-ella no sabe qué tipo de persona soy, Shizuru no se lo dijo… pero probablemente, a esta hora… ya debe saberlo, quería saber sobre la doncella para hacerme una idea del posible resultado.

-bueno… -dijo Harada –no parece ser estúpida pero también debe apreciar a milady, seguro sabe qué le conviene, su señoría.

- ¿crees que es una persona convenenciera? –le dije.

-no, pero creo que tiene claras sus prioridades y talvez su prioridad es cuidar de milady.

-si no fuera así, se habría quejado al menos una vez del camino en todo el viaje, que, por cierto, estaba en reparación y debo decirle su señoría, que hay cada vez más hoyos en el camino, no se imagina el tormento que vivieron mis posaderas y…

-ya, ya, basta, no me interesan sus posaderas, si no hay más que agregar, márchense a continuar con sus labores –ambas se quedaron pensando unos segundos, con una expresión de frustración en el rostro, parecía que su cabeza trabajaba vertiginosamente para buscar algo que agregar, pero al final…

-realmente no tengo algo más que decir sobre ella –dijo Harada.

 

Me apoyé en el respaldo y con una mano les pedí que se retiraran. Por primera vez, mis doncellas más chismosas resultaron un fracaso, aunque eso mismo ya me estaba diciendo algo. La mujer es sumamente prudente, no se presta a rumores o chismes, no se mete en escándalos así que fácilmente puedo llegar a la conclusión de que es bastante juiciosa, talvez tome la mejor decisión y no tenga que deshacerme de ella o… alguien tan precavida puede ser toda una molestia… ¿Qué será?

 

Me quedé parte de la tarde en mi habitación y luego fui a la biblioteca, miré algunos libros y ojeé alguno que otro, pero no leí con profundidad, me encontraba un poco distraída con el tema. Si bien era solo una doncella, si se ponía en mi contra, podría envenenar a Shizuru y fastidiar nuestra relación, haciendo difícil que me deshaga de ella sin problemas. No es como que sea nueva en este tipo de situaciones, nunca se sabe dónde hay un enemigo, sin embargo, tendría que actuar con prudencia y sin prejuicios. Por lo que cuando me llamaron a la cena, acudí con mi mejor actitud. Inmediatamente de ver a Shizuru no pude evitar hacer lo que siempre hacía, sonreírle, ella siempre me hacía sonreír con esos ojos y esa sonrisa. Respiré profundo y con una sonrisa moderada nos sentamos al mismo tiempo. Traté de no ver a la doncella, actué amable y complaciente, pero sin duda alguna sentí su mirada sobre mí. Su mirada era tan fácil de percibir que en un momento cruzamos miradas, pero su expresión era de interés y curiosidad. Habría sido sencillo armar un problema con ella simplemente por estarme mirando directamente, pero no me convenía, no ahora que estaba ahí Shizuru con esa sonrisita tan deslumbrante, no, claro que no, además, era demasiado precipitado y si tomaba en cuenta su actitud animada, era obvio que las cosas no habían salido tan mal. De modo que estaba dispuesta a dejar pasar esa actitud atrevida.

 

Al terminar la cena nos levantamos y cada quien fue a asearse. Ya habían pasado unos días y yo seguía usando el mismo camisón de tela transparente, eso no se veía bien en mí, no podía usar la misma prenda por tanto tiempo, así que mientras Rosalie me secaba la espalda, le pedí a Senou que me trajera un camisón nuevo, debí haber imaginado que algo malo vendría al ver cómo era Harada quien salía con destreza y celeridad por el camisón. Fui ingenua, solo hasta que apareció con otro camisón transparente pude notar las deliberadas intenciones que tenía.

 

-su señoría, la esposa de Sir Kanzaki le ha mandado este detalle esta tarde que la fuimos a visitar –me quedé momentáneamente sin palabras.

-que… belleza –esa mujer seguía con ese tema de las transparencias, ya no sabía si era de verdad moda o solo quería fastídiame.

-por supuesto, estamos de acuerdo que esto es lo ideal para estos días con milady –entonces alzó sus cejas sugerentemente.

 

Maldita sea esa mujer, no, todas ellas, sabían que justo ese era mi punto débil y tampoco podía negarme porque… ¿Qué tal si sí funcionaba? Me tocó cerrar bien la boca y aceptar el nuevo camisón, aunque obviamente sobre ese camisón me coloqué una bata bien abrigadora. Cuando finalmente terminaron de vestirme y colocarme un poco de loción, ellas se marcharon y yo pude entrar a la habitación. Casi de inmediato nos acostamos, ella muy en su lugar y yo muy en el mío, pero le pregunté con mucha sutileza como le había ido con la doncella y noté su buen humor en la voz, la mujer había tomado muy bien la noticia. Que puedo decir, esa mujer tuvo suerte, por ahora.

 

Lo que más puedo destacar es que al menos ese tema me dejó tranquila y pude dormir bien por aquella noche. A la mañana siguiente me di cuenta que aquella noche la pase bien sin recurrir a algún tipo de bebida. Supongo que finalmente estoy adaptándome a su presencia, a saber que su cuerpo está ahí, que ella está toda ahí y que no se ira, y que, aunque desearía ponerle las garras encima, puedo mantenerme tranquila a pesar de la tentación. No era una labor sencilla, pero la convivencia ha ayudado mucho. Parte de mi intranquilidad y agitación se debían a que antes de todo esto solo con verla un poco de cerca ya sentía mi corazón acelerado, era una sensación vertiginosa por el deseo de lo ajeno, por la apreciación de la belleza imposible, por la atracción física que causaba una excitación sobre estimulante. Ahora que nos veíamos todos los días estaba mejorándome poco a poco, aunque tampoco puedo ni quiero llegar a pretender no sentir algo por ella, quisiera que eso nunca pase, porque después de todo, creo que ese cúmulo de reacciones y emociones son lo que han hecho que me enamore de ella, esa agitación, esas sensaciones vertiginosas en mi cuerpo, esos temblores en mis manos, esos latidos fuertes combinados con la devastadora imagen de su belleza… si no tuviera todos esos síntomas sé con mucha seguridad que de ninguna manera habría terminado en un matrimonio con ella. Por lo tanto, solo puedo desear que el amor que ha despertado en mí sea suficiente para las dos, al menos por un tiempo más…

 

Quizá porque ese pensamiento aún estaba asechando en un rincón de mi mente y el día de hoy se presentaba con fuerza es que tenía cierta sensación en el estómago que me dejaba con una intranquilidad constante. Esa sensación me acompañó durante todo el día. Por eso es que tuvimos un paseo moderado por la mañana y por la tarde, después del almuerzo, la dejé en el salón del té y yo fui a encerrarme en la biblioteca, donde por suerte o infortunio, me llegaron informes de los principales cuarteles que había dispuesto en el reino. Mi sensación de incomodidad en el estómago no mejoró al leer las noticias, había avistamientos de un barco extranjero que bordeaba las costas pero que no se acercaba ni atracaba en algún muelle, mucho menos hablar de que fuera un barco de comercio, era un barco sospechoso que aparecía y rehuía. Era obvio que debía tomar una decisión, y como no somos un reino con el que se puede jugar, a estas alturas tenemos suficientes pretextos para tratar con mano firme a los barcos extranjeros ¿Qué cosa que no haya sucedido podría pasar? De modo que escribí respuesta a los cuarteles que lo habían avistado y mandé alertas al resto, con instrucciones de capturar al barco junto con sus tripulantes, mantenerlos con vida y obtener información, de cualquier medio posible.

 

Una vez que terminé de escribir las órdenes y una doncella se llevó las cartas, me sentí mucho mejor, lo suficiente como para acudir a la cena con buen ánimo, aunque tuviera un malestar en el estómago, después de todo, aún seguía teniendo ese cosquilleo de inestabilidad por nuestra situación. Rato después me tranquilicé a mí misma, me dije que no había nada que pudiera hacer que Shizuru me amara, solo esforzarme, pero de ahí en más no estaba en mis manos. Era un pensamiento simple, quizás, pero que representaba mucha inseguridad sobre lo que iba a definir mi vida futura. De una u otra forma, era como estar parada sobre un suelo que no sabía si era firme o no y sobre el cual quería construir una fortaleza.

 

Aquella noche, después del aseo habitual, demoré en ingresar a la habitación compartida, de hecho, me quedé en mi propia habitación y me recosté sobre mi cama un rato, considerando seriamente el quedarme ahí, pues aún sentía ese malestar en el estómago. Aunque después de un rato de pensar en esa situación llegue a la conclusión de que, si me quedaba ahí, no iba a obtener ningún avance con ella, tal vez hoy fuera el día en que ocurriera algo, ¿Quién podía saber si no? Me levanté, respiré muy profundo, exhalé con fuerza e ingresé a la habitación, donde ella me esperaba ya en la cama. Con cierta pena me aproximé y me deslicé dentro. Nos dimos las buenas noches y luego cada quien trató de dormir, no ocurrió nada además de aquello. Aunque no por eso perdía la esperanza. De hecho, esa esperanza volvió con más fuerza la noche después de haberla llevado a conocer el anterior castillo de mi familia, creí que cuando ella mirara la bandera con el escudo de su familia estaría muy feliz conmigo, y bueno, de hecho, creo que si le gustó mucho, pero no tanto como para arrojarse a mis brazos. La dama es difícil de asombrar, pero tampoco es que deseé que sea una mujer fácil.

 

Quizás, simplemente quería que nuestro avance fuera paulatino, como debía ser “normalmente”, sabía que no había tiempo para ello, pero aun así lo deseaba porque eso me daría la seguridad de que lo que hubiera entre nosotras era firme, o mejor dicho, real y no forzado, después de todo, no quería sentirme como si la estuviera forzando a estar conmigo en un contacto más cercano, no quería sentir que la estaba violando, porque, lógicamente a veces solo podía pensar en esas suculentas piernas, pero no quería abalanzarme sobre ella, quizás si no tuviera estos pensamientos lujuriosos las cosas serían mucho más sencillas.

 

Algunas veces me preguntaba si era realmente necesario estar pensando en desnudarla, si realmente era necesario ese contacto, si era, con exactitud, indispensable para una relación como la nuestra, si era en verdad un requisito para mis sentimientos, pues no era necesario para que en un futuro tuviéramos descendencia, ¿podría vivir el resto de nuestras vidas de esa manera? Aquella noche, mientras intentaba dormir pensaba en ello. Quería pensar que no era necesario ¿pero me estaría engañando? ¿o era real ese pensamiento? ¿me estaba engañando de ambas formas? ¿Qué es y que no es necesario? A veces ya no lo sabía, a veces ya no lo tenía tan claro, la única conclusión a la que siempre llegaba, es que deseaba encontrar el camino correcto para demostrarle mi afecto, y quizá, la mejor manera de demostrarle mis sentimientos era ser comprensiva, aceptar lo que ella deseara en cualquier momento en el tiempo que ella quisiera, porque mi amor es tan grande que alcanza para las dos. Ese pensamiento me permitía dormir con tranquilidad.

 

Aunque, cuando me llegó una carta de Sir Kanzaki en la que ya estaba haciendo las preparaciones para mi regreso, debo aceptar que eso me tomó un poco por sorpresa. Creí que tendría más tiempo… fue mi pensamiento inicial, más tiempo para estar con ella y tratar de que se enamorara de mí, pero el tiempo casi se había acabado y ahora debíamos volver, no es como si al regresar todo estuviera terminado y sin esperanzas, pero sería una situación de convivencia por completo diferente, regresaría a mis días en el palacio y a llegar solo por las noches con agotamiento físico y mental, esperaba que eso no estropeara las cosas con ella, así que de cierta forma, esa situación me generaba angustia, ansiedad, dudas… cosas que traté de hacer a un lado y tener una buena actitud, así fue como le comuniqué la noticia a la mañana siguiente y me pareció que ella también estaba un poco sorprendida… pero no sabía si era una expresión de sorpresa porque la estaba pasando tan bien que se había olvidado del tiempo, o si era una sorpresa fingida y estaba intentando ocultar su ansiedad por regresar.

 

Sí, ese último no era exactamente un buen pensamiento, de hecho, ese tipo de pensamientos podían ser contraproducentes y, aun así, eran involuntarios. Simplemente llegaban a mí, aunque no los quisiera, y me hacían sentir un tanto… bueno, no muy positiva. Cuando me sentía de ese modo prefería poner una cierta distancia, no quería contagiarla de ese estado de ánimo, pero no se puede fingir todo el tiempo, ni se puede huir. Llegada la noche nos reunimos en nuestra habitación y en medio de nuestra conversación no pude evitar dejar salir mis dudas.

 

-Shizuru… ¿lo has odiado? –con esa pregunta traté de indagar mucho con pocas palabras, quise expresar con muy poco demasiado.

- ¿Qué cosa? –y a veces hay que hablar de ello para que te entiendan.

-nuestra convivencia… no espero que ya me ames, pero… no sé si he logrado que sientas algo por mí, aunque sea un poco… después de todo, no sé cómo despertar el amor en alguien… -aumentando mi angustia, ella se quedó callada por unos momentos.

- ¿Qué se siente estar enamorada? –claro que no esperaba una pregunta como esa.

- ¿Qué? –le dije en primera instancia, luego pensé un poco mejor las cosas ¿Qué debía responder? ¿Qué se responde en estos casos? Quizá era una buena ocasión para poner las cosas en orden y expresarle todo lo que fuera necesario de decir, después de todo y a estas alturas ¿Qué puedo perder? –bueno… -de manera que comencé a pensar en lo que sentía cuando la veía en las fiestas del palacio, en como mi corazón se aceleraba al ver su radiante figura, de hecho eso me hizo querer voltear a verla, aun con la poca luz sabía que su belleza estaba ahí, sabía que si la miraba detenidamente mi corazón se aceleraría porque siempre me impactaba verla, sin importar cuantas veces la apreciara a ella y sus brillantes ojos, siempre me parecía fabulosa, arrebatadora… ejem… pero no era el momento para eso –es cuando una persona te parece maravillosa, tu pecho palpita, su sonrisa… su sonrisa es hermosa y te da una mezcla de ternura y felicidad…

-entonces… dime algo… recuerdas cuando me diste la espada en la ceremonia y me dijiste todas esas palabras, el respeto, que sea firme… cuando hablabas de esas cosas y ahora mencionas las palpitaciones, la ternura, la felicidad… ¿es todo eso parte de estar enamorada? A veces…

-no –la interrumpí porque era necesario definir algo muy importante –el amor es diferente, enamorarse es fácil, pero el amor… el amor hace que des la vida por la persona que amas, es sacrificio, siempre es sacrificio… a veces me digo que mi amor no es completamente sincero Shizuru… -no quería aceptarlo, pero necesitaba hablarle con la verdad –si fuera sincero habría podido mantenerme al margen, habría aceptado tus decisiones sin entrometerme, te habría amado dejando que fueras feliz con… -ese mugroso enano -el chico, pero fui egoísta… -me habría arrancado los ojos antes que verlos juntos… esa habría sido una visión infernal.

-lo fuiste, sí –bueno, que ella lo admitiera no se sentía tan bien –pero me alegro que lo hubieras hecho… -ah, con eso no me sentí tan mal -Nagi no me habría visto, jamás, como su igual en ningún momento, me gusta eso de ti… de nosotras, me gusta que somos iguales, sé que puedo llegar a entenderte por eso mismo… aquí de verdad me siento apreciada.

 

Me sentí… sentí que derritió mi corazón. Por un momento me quedé sin palabras y sin reacciones, pero no pude evitar sonreír. Si bien es cierto que somos iguales en muchos aspectos, también creo que somos diferentes, pero ciertamente, hay una igualdad y quizás ese es un punto importante para nosotras, un punto que nos puede ayudar y viéndolo de la misma manera que ella lo ve, podemos entendernos mejor, o al menos podemos intentarlo. De modo que, aunque me sentía angustiada, ahora me sentía mucho mejor, es un progreso. Posteriormente nos levantamos de los sillones y nos acostamos en la cama. Me sentía muy animada, con cierta euforia y obviamente no podría dormir fácilmente, de hecho, quería hablar más, pienso que era la mejor manera de avanzar en nuestra situación.

 

- ¿está bien si pienso, que no has odiado estar aquí? –entonces ella volteó a verme con esos ojos tan brillantes suyos.

-no lo he odiado, de hecho, me gustaría quedarme más tiempo… -su comentario impactó en lo más profundo de mi… ella podía perturbarme con tan poco… claro que, si ella quería más tiempo, definitivamente buscaría tener más tiempo.

-podría atrasar el viaje dos o tres días más… -total, mejor pedir disculpas después que perder la oportunidad de complacerla.

- ¿realmente puedes hacer eso? –inevitablemente sonreí, claro que podía hacerlo.

-puedo intentarlo –entonces ella me tomó de la mano y rápidamente sentí la suavidad de sus dedos, la tibieza de su piel… mi corazón latió rápido solo por algo tan simple e inusual.

-gracias –si me iba a agradecer así estaba dispuesta a hacer más… aunque, por otra parte, ver su reacción me hacía preguntarme si no le incomodaba el contacto, si estaba bien…

- ¿no te molesta que te toque?

-no me molesta que me toques.

 

Tuve ganas de maldecir, pero no por algo malo, sino que ella despertaba en mí una cierta ternura que me hacía sentir un tanto ridícula y al mismo tiempo, una sensación a la que no podía negarme, me tenía por completo en su mano, con palabras simples podía derretirme, es más, sentí el rubor en las orejas y mi corazón agitado por algo así de simple ¿Cómo puede ser posible? Y a la vez ¿Cómo podría no ser posible? Ella es tan… ella definitivamente es algo único. Bien, cálmate, te ha dicho algo muy sencillo, muy simple, no está incomoda con mi cercanía, ni conmigo, puedo tocarla ¿no es así? Bueno, entonces, ya que había un cierto permiso, me permití entrelazar nuestros dedos. Quizá estoy yendo demasiado lejos, pero ¿esto significaría que tengo una buena oportunidad? Quizás no debería apresurarme…

 

-Natsuki… -era la primera vez que me llamaba por mi nombre, así que es difícil no hacerme expectativas - ¿puedo tocarte? – ¿Qué? Espera, no te alarmes, no es necesariamente algo… comprometedor.

- ¿Dónde? –entonces ella pareció pensarlo.

 

Tal como había pensado no había segundas intenciones, ella solo tenía curiosidad por saber porque siempre permanecía tan lejos, quizá en algún momento pensó que la estaba evitando, o al menos no quería que ella pensara de esa manera, de modo que le dije la verdad, que no quería incomodarla, pero al final, ella misma sugirió acercarnos más. Esto es una señal, me dije, tengo una oportunidad, lo sé, ¡lo sé! ¡esto definitivamente es una oportunidad!

 

Poco a poco nos acercamos, fui atrevida y volví a tomarla de la mano. Ella no dijo nada y en cambio trató de dormir. Esto definitivamente es algo significativo, lo sé, lo siento. Mientras que ella intentó dormir yo me quede mirándola, mirando la belleza de sus pestañas, la piel de sus parpados, su boca de labios finos y tenuemente rosados, suaves, igual que toda su piel, estaba tan cerca y con la suficiente luz como para apreciar las pequeñas líneas de su piel, cada hebra de sus cabellos, de sus cejas, cada milímetro de ese mentón tan sensual… y luego, ella abrió sus ojos, esos ojos rojos que podían atravesarme, esos ojos de irises vibrantes, de pupilas fascinantes, ella podría dominarme con su mirada… aquel pensamiento, por algún motivo, me hizo gracia. Quién lo diría, una mujer sin habilidades extraordinarias ejerce un poder tan fuerte sobre mí.

 

-disculpa, debe ser difícil, te soltaré para que te sientas mejor –comprendí que, si bien yo estaba feliz, aun esto era demasiado nuevo, hasta para mí, aún hay mucho a lo que acostumbrarse.

-no, yo… solo estoy un poco ansiosa, ¡nerviosa! Solo eso, solo son nervios, eso es –pude haberlo dejado pasar, pero ¿Quién en mi lugar podría hacerlo?

- ¿ansiosa de que, Shizuru? – entonces me levanté un poco, para ver más detenidamente la expresión de sus ojos cuando contestara.

-no es nada… -ella hizo una pausa, supe que se estaba tomando su tiempo para decir las cosas, así que me dije que debía tener paciencia, a pesar de que me estaba matando la curiosidad -es solo que a veces quiero saber… hasta donde puedo llegar –maldita curiosidad, ¿esto es lo que querías? ¿probar mi fortaleza?

-quieres decir… -bien, hay que hablar claramente, quizás no es lo que estoy pensando -entre nosotras, entre nuestros… - ¿cuerpos? No, no, no pienses en eso - ¿Cómo un matrimonio?

- ¿tú no lo has pensado? –casi se me salen los ojos, ¡claro que lo he pensado! –si tú no quieres, lo entenderé…

-si quiero… -le contesté, sin poder pensar ya en más, mi mente estaba bloqueada, pero sabía que todo lo que ella quisiera conmigo era un definitivo sí. Sí a lo que sea y cuando sea, en el momento que sea y como sea.

 

Y bueno, ahora era ese momento ¿verdad? Debía hacerlo, tenía que hacerlo… pase por unos breves momentos de enajenación, ella estaba tan cerca y ahora tenía su permiso ¿Qué debía hacer primero? ¿tomar su mano? No, comenzare por sus piernas, no, no, piensa, algo más sutil, así que por supuesto, tenía que besarla, un beso suave, un beso con cariño. Me aproximé con lentitud y toqué tenuemente sus labios, sentí la suavidad su boca mientras mi corazón golpeaba contra mi pecho y retumbaba en mis oídos, latía tan rápido que sentía que podía oírlo en toda la habitación, pero sabía que no era así, solo yo lo escuchaba.

 

Después del primer beso me alejé un poco, tal vez tuviera algo que decir, algo que opinar. Nos miramos unos segundos y luego fue ella quien me besó. Me sorprendió con un beso más pasional, más activo, más dominante, sí, ella definitivamente sabe mandar, eso me gusta, domíname, te doy permiso; aunque sé que puedo tomar el control en cualquier momento, quiero complacerla, prueba de ello es que me dejé hacer, dejé que tomara el control, aunque no pude resistirme. Si bien estaba participando en el beso, su cuerpo estaba muy cerca y una de las cosas que más despiertan mi interés, son sus piernas, piernas de esponjosos muslos que tenía ganas de tocar, de apretar, de morder… no pude evitar deslizar una mano por debajo de su camisón, no estaba viendo nada, pero podía imaginarme todo con solo sentir su piel. Después de sentir mi mano ella se detuvo brevemente y me miró con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

 

-debo confesar… -quizá no debía decirlo, pero no podía controlar mi boca -que he querido tocarte desde la primera vez que te vi en ropa interior…

-dime… ¿Qué has querido hacerme? –esa pregunta tan aparentemente inocente y curiosa era también muy sagaz y maliciosa, provocante…

-los demás siempre piensan en desnudar a las mujeres… -le contesté, mientras deslizaba suavemente mi mano –quieren verlas desnudas, pero yo sé que es lo hay debajo de tanta ropa… –podía imaginarme todo lo que había debajo de su ropa y eso me excitaba más que verla desnuda –y me encanta como luces los camisones… -como la tela deja ver las curvas de su cuerpo, como se aprieta en sus caderas, en sus senos, en sus suaves hombros… -quiero… -quizá no tuviera lógica para algunos, pero me gustaba verla con ropa y solo… hundir mi manos y –tocar todo tu cuerpo… pero no quiero desnudarte… -entonces subí mis ojos a ver su rostro, quizá fui muy lejos con lo que había dicho, así que necesitaba ver que es lo que tenía que decir, si no la había asustado u ofendido, sin embargo…

-pues yo sí quiero verte sin el camisón… -esta mujer definitivamente es una incitadora.

 

Me sorprendió por unos segundos, pero en lugar de detenerme a pensar, no perdí el tiempo y me arranqué el estúpido camisón. No es como si tuviera vergüenza porque me vean sin ropa, no podría tener tantas doncellas ayudándome si fuera tan tímida, lo que me da cierta vergüenza es el camisón en sí. Una vez que me deshice de la prenda volví a acomodarme en mi sitio, expectante, quería saber qué opinaba de mí, quería gustarle, por supuesto; aunque ella no hizo ningún comentario mientras me miraba. Preferí pensar que ella no sabía que decir, después de todo ella volvió a besarme, a tocarme y eso me dio la apertura para volver a poner las manos sobre sus piernas. Metí la mano entre las sábanas buscando su cuerpo, deslicé los dedos sobre su ropa hasta llegar a la orilla de la falda, luego pude volver a tocar la piel de su muslo, era suave, esponjosa, firme, tenía ganas de sentir esas piernas rodeándome, de asir su mismo cuerpo al mío, apretarme a ella, hundir mi boca en su piel, morderla, lamerla, aferrarme…

 

Llegué a un punto en el que ya no estaba pensando, dejé de cuidar cada aspecto, de estar a la expectativa de si se quejaba o no, si la asustaba o no, comencé a controlar la situación, apreté sus nalgas, pase mi lengua por su pecho, la acaricie con mis manos, provocándola tanto como ella me había provocado a mi todo este tiempo, hasta que no sé en qué momento la puse de espaldas a la cama y me apreté a ella, a sus piernas, a su cuerpo, al calor de su piel y la profunda humedad de su cuerpo, una humedad suave e incontrolable que ni por asomo podría alguien imaginar que sería la causante de semejantes sensaciones agradables. No estaba dispuesta a admitirlo más que solo para mí, pero fui egoísta y solo reaccioné ante ella cuando mi propia agitación había terminado, cuando había satisfecho mi propia necesidad, me sentí mal por unos momentos hasta que vi que ella no lucia como si la hubiera pasado tan mal, de hecho, parecía… ¿lo contrario? aunque eso no significaba que volvería a descuidarla tanto.

 

Ver que ella estaba recuperándose y no me apartaba de ella fue suficiente para dejarme tranquila, dejé caer mi frente en la cama y cerré los ojos sintiendo su cuerpo con el mío, sintiendo como la respiración volvía a la normalidad poco a poco, a respirar lentamente. La próxima vez lo haré mejor, me dije, sin apartarme de ella, gozando de la calidez de su cuerpo, de lo bien que se sentía su proximidad y su aroma, el aroma de su cabello tan cerca de mi nariz. Aquella noche dormí muy fácilmente, quizá por la actividad, quizá porque la tensión se había ido, quizá porque me sentía cómoda con ella cerca de mí, quizá porque por fin sentía calma y seguridad, quizás.

 

A la mañana siguiente me desperté porque ella me llamaba, me tomó desprevenida, al momento no recordé que había sucedido, pero después de sentir la desnudez en mi cuerpo lo recordé todo, absolutamente todo y… ¿Dónde demonios estaba ese estúpido camisón? Me sentí agitada al momento, un tanto nerviosa, pero ella estaba tranquila así que me forcé a tranquilizarme también. Me senté en la orilla de la cama y comencé a pensar, a recordar lo que había sucedido anoche, ella lucia bien, parecía que no le había desagradado, casi podía asegurar que se había sentido tan bien como yo, pero aun así la duda rondaba por mi mente y ¿Qué mejor que preguntar para aclarar dudas? Aunque ciertamente, tenía un cierto temor a preguntar ¿Qué tal si la respuesta es mala? ¿Qué tal si se arrepiente? ¿Qué tal si cambió de opinión y ya no quiere esto? Ese tipo de dudas no me dejaban en paz, pero en definitiva tenía que despejarlas para sentirme mejor, así que con renuencia pregunté y su respuesta fue muy positiva en mi opinión, ella dijo que no le molestaría repetir lo que había sucedido.

 

Así que, en definitiva, lo he logrado, no es como que ella me ame, pero me ha aceptado, eso es ganancia, eso es un gran avance, con eso puedo decir que tenemos un buen futuro juntas. Respiré profundo y le respondí de forma muy tranquila, tampoco quería hacer aspavientos y dramatizar, tengo que ser mesurada en mis reacciones, una respuesta tan emocional no se ve bien, aunque por dentro me sentía muy feliz, después de todo, era como para no creerlo, ¡Ella me estaba aceptando! Me sentí tan feliz y motivada que después del desayuno, mientras me vestían y escribía la carta donde notificaba que tardaría un par de días más en volver a la capital, pedí a Rosalie que acomodara una mesa con el té en la terraza, que preparan un espacio bonito lo más rápido y cómodo posible, había una cierta atmosfera un tanto incomoda y no estaba dispuesta a dejarla estar y que las cosas se complicaran, debía disipar todo eso para luego poder seducirla, que digo, no, em, poder seguir teniendo una convivencia amena, la seducción iba después.

 

Luego de llevarla a la terraza había un cierto ambiente silencioso que terminó luego de que yo iniciara la conversación y por suerte, la plática llegó para quedarse, pasamos un largo rato conversando sobre su majestad y los castigos en el calabozo que tanto le fascinaba imponer, lo cierto es que a mí me satisfacía aplicarlos tanto como a ella imponerlos, aunque eso no se lo mencioné, quizás eso no es algo que a ella le guste, así que mejor no tentar a la suerte. Por otra parte, la conversación se extendió tanto que cuando menos me di cuenta, la señora Sanada nos llamó a comer, lamentablemente me llegaron cartas y posterior a la comida debí ir a contestarlas. Me hubiera gustado que ella me acompañara a la biblioteca y se quedara conmigo mientras contestaba las cartas, pero tampoco quería forzarla a estar conmigo todo el tiempo, en cambio se quedó en el salón del té con las doncellas.

 

Después de contestar las cartas y escribir algunas otras más para comentarle a algunos de mis oficiales que tardaría un par de días en regresar a la ciudad y que por lo tanto debían seguir escribiéndome al castillo, noté que ya había anochecido. Tuve un largo rato de paz y tranquilidad donde pude relajarme y pensar con calma, meditar sobre las cosas que habían sucedido. Había sido inesperado, pero creo que las cosas que siempre marcan una diferencia son inesperadas y al menos por esta vez, era algo positivo. Si las cosas se mantenían así, podría quedarme con ella por siempre y no tendría que renunciar a todo lo que tenía. Eso sería genial.

 

-su señoría –era la voz de la señora Sanada en el marco de la puerta –la cena se servirá muy pronto.

-gracias señora Sanada, ya voy.

 

La cena fue agradable, gracias al tiempo que pasamos en la terraza el ambiente se sentía cómodo y ameno, así que cuando la cena terminó, nos despedimos brevemente pues nos volveríamos a ver cuándo termináramos de asearnos y ya fuera que yo lo deseara o no, luego de reencontrarnos en nuestra habitación una cosa llevo a la otra y terminé hundiéndome en su cuerpo, escuchándola suspirar, aguantar la respiración, agitarse, pequeñas cosas que me aceleraban a mí también, que me impresionaban y me motivaban, fue imposible resistirme a su cercanía después de aquellas primeras veces, así que cuando llegó el momento de partir me sentí molesta de tener que renunciar tan pronto a lo que había conseguido, obviamente quería estar con ella y no en un caballo con mi armadura completa con rumbo a la ciudad capital, pero eso es lo que sucedió, eso era lo que tenía que pasar, por suerte había mandado a reparar los caminos y a mejorar dos de los hostales, además de haber mandado a construir una casa de paso en una parte estratégica del camino para que en el futuro fuera mucho más cómodo el viaje, por todo aquello, el viaje fue significativamente más rápido que antes y seguramente, cuando terminaran de hacer los arreglos pertinentes, sería más rápido el ir y venir.

 

Aunque, una de las cosas en las que recién caía que no había tomado en cuenta, era nuestra estancia en la capital, pues arrendaba una pequeña vivienda, no me importaba tener un lugar grande, después de todo, no veía a la ciudad como mi hogar, no había nada ahí que me atara más que el trabajo que realizaba con su majestad, pero ahora las cosas eran diferentes, antes sabía que llegaría el momento donde me retiraría y dejaría mi espacio al lado de la Reina, pero ahora sabía que eso no sucedería, le debía un favor, así que tengo que pagar ese favor y renunciar al retiro en mi castillo haciéndome cargo de mis tierras, de modo que ahora en verdad si había una motivación para conseguir un mejor lugar donde vivir y de preferencia, quería un lugar que la complaciera, así que comencé a pensar en ello poco antes de llegar a la ciudad. Como quería complacerla, le diría que fuera a escoger el sitio que más le gustara, le botare todas las moneras de oro que pida el propietario para comprar la propiedad y hacer una casa a su gusto y antojo, estaba dispuesta a hacer todo lo que ella quisiera para complacerla.

 

Sin embargo, por esa noche y tal vez alguna otras más, pasaríamos una convivencia un poco ajustada, aunque no niego que sentí satisfacción al llegar y quitarme la armadura para finalmente deslizarme a un baño caliente que me quitó la mugre y el sudor a profundidad. No es que me escandalizara el sudor o la suciedad, pero tengo la seguridad de que a ella no le gustaría que me le acercara oliendo mal, de hecho, sé que a mí no me agrada la gente sucia. Por eso, cuando quedé limpia y perfumada, me sentí con toda la confianza de ir a meterme a su lado en la cama. Quizá ella estaba animada o era yo, quien sabe, pero lucia muy guapa en aquella cama, con la luz del fuego iluminando sus ojos, charlamos un rato, pero me sentí presa de la emoción, del momento, de tocarla en un sitio nuevo, de besarla en esta habitación que me ha pertenecido por mucho tiempo y que jamás imaginé que estuviera aquí conmigo, quizá era solo el sitio, la novedad, quizá no, como fuera, eso quedó en segundo plano una vez que reclame su boca y apreté su cuerpo.

 

Si bien, no me importaba en general que es lo que opinaran las doncellas y el resto del personal, no pude evitar pensar que tal vez pudieran escuchar algo, después de todo, la vivienda era mucho más estrecha que el castillo. Me preocupó por unos momentos, pero al final, después de sentir sus dedos por mi espalda y como se hundían en mi cabello, esa problemática quedó en un lugar muy lejano en mi cabeza. A la mañana siguiente realmente necesité que una de las doncellas me despertara, hacía mucho tiempo que no me levantaba tan temprano y estaba malacostumbrada, o quizás estaba cansada y Senou seguramente se dio cuenta del porqué de mi cansancio, pues me encontró sin el dichoso camisón.

 

Sabía de las habilidades comunicativas de mi doncella, así que tuve que amenazarla no solo con despedirla, sino mandarla al otro lado del mar si abría la boca. No sé si me creyó o no, pero pareció convincente en ese momento al asegurar que no diría una sola palabra. De todos modos, me dije, por ahora solo me queda confiar en ella, si se esparce el chisme me enteraré de alguna forma y sabré que fue ella, entonces no me quedara de otra más que cumplir, dolorosamente, con mi palabra.

 

Después de aquello me trajeron el desayuno y posteriormente me colocaron la armadura, todo a buen tiempo para que llegara puntualmente al palacio de su majestad. Al llegar, Kanzaki me suplico no volverlo a dejar tanto tiempo a cargo de su majestad, para él era un suplicio acompañarla a las audiencias y fingir ser una estatua, no pude evitar reír. Por otra parte, me dieron reportes sobre el barco en las lejanías y que alguno que otro individuo proveniente del Reino Oeste solicitaba entrar al reino, pero la solicitud era denegada. Fuera de aquello, las cosas parecían estar “bien”, solo era una apariencia, bien podría ser la calma antes de la tormenta y eso en verdad me generaba angustia. Sé que atacaran en algún momento, así que debía estar preparada por si llegaba el momento en “cualquier momento”.

 

Cuando terminamos de ponernos al tanto de la situación y sonaron las trompetas, nos encaminamos a la habitación de su majestad y retomé mi lugar a su lado en las audiencias, no sin antes ser sometida a un interrogatorio por su parte, quería saber si las cosas estaban bien en mi matrimonio. Fui sincera en gran parte, pero en otras no fui muy clara, no quería mentir, pero mostré optimismo, después de todo, me sentía optimista. Fuera de aquello, el día fue sumamente cotidiano y sin algún elemento a destacar, excepto por el hecho de que cuando estaba a unas calles de llegar a mi domicilio, Senou estaba en la esquina esperándome para informarme de la confabulación de mis suegros para pillarme.

 

Hoy no será el día, les dije en mi mente, mientras reía y entraba por otra puerta a la casa, burlándolos por completo. De modo que mientras mi amada esposa lidiaba con ellos en el comedor, a mí me quitaban la armadura mientras me preparaban un delicioso baño con agua caliente. Me tardé poco en el aseo y cuando terminé, ya estaba mi cena servida en la pequeña mesa que tenía frente al hogar. Creí que ella terminaría rápido su estadía con sus padres, pero terminé mi cena y ella aun no llegaba, de modo que me quedé en el sillón frente al fuego, extendiendo los pies sobre la alfombra, era una costumbre que tenía porque me gustaba sentir el calor en los dedos y era relajante, antes del matrimonio era una actividad para relajarme y pasar unos momentos de tranquilidad y contemplación, pero ahora lo estaba haciendo para pasar el tiempo y esperarla ¿Quién lo hubiera dicho? Como cambian las cosas. Moví los dedos, apretando y relajando, matando el tiempo hasta que ella abrió la puerta y por fin nos encontramos después de un largo día.

 

Ella llevaba puesto un vestido cremoso, un vestido que remarcaba el tono de su cabello y sus ojos, lucia bellísima, deslumbrante, especialmente llamativa, con unos pendientes que brillaban a sus lados, pero no más brillantes que sus ojos ¿Quién no podría amar a una mujer tan admirable? Es bella, pero su belleza no se limita a su físico, en sus ojos hay una vivacidad que me transmite, que me contagia, que me hace feliz. Siempre que la veía no podía evitar sonreír y desearla… besar ese mentón tan suave y atractivo… aquella noche también fue un tanto agitada, pero después de dormir como piedra por unas horas estuve en condiciones óptimas para desempeñar mi puesto junto a su majestad.

 

Antes no solía sucederme, pero ahora, mientras estaba ahí al lado de su majestad y el tiempo pasaba mortalmente lento, me sentía ansiosa de que pronto terminara el día. Quería que ya se hiciera de noche para correr de regreso a mi casa y encontrarla con esa bella sonrisa que posee, su sonrisa compensaba todo el agónico día que pasaba a lado de su majestad, por desgracia, aun no era ese momento del día, aún estaba ahí, en calidad de mueble a lado de su majestad. Que desdicha.

 

Cuando llegó el almuerzo, que siempre tomaba con su majestad, le pedí el favor, aunque era más una orden que una petición, a Sir Kanzaki de que acompañara a Shizuru a mirar propiedades, fue en ese momento en que su majestad aprovechó para curiosear en mi matrimonio, quien diría que su majestad la Reina podía ser tan… fisgona. Sin embargo, las curiosidades de una niña de su edad eran bastante inocentes, ya que si fuera Sir Kanzaki quien tuviera la libertad para preguntarme cualquier cosa, ya podría estarme imaginando la avalancha de preguntas maliciosas que me haría. Sucio pervertido. Eso me hizo preguntarme que tan segura iba a estar Shizuru con él y comencé a dudar en dejar que se acercara a ella. Quizá debería evitar que se relacionen… mejor evitar tentaciones ¿no? Aunque, por otra parte, si Shizuru decidiera engañarme, lo haría independientemente de si Kanzaki estuviera a su disposición o no, cuando se hay una resolución, no importa el quien, ni cómo. Si un engaño estaba destinado a pasar, ocurriría sin importar Sir Kanzaki. Aunque un engaño no es algo que desee, quiero preparar de alguna forma mi mente, entender que es una posibilidad de entre muchas otras y por eso mismo, por ahora ya no quiero pensar más en ello.

 

Al terminar el día con su majestad volví a casa, con una cierta preocupación, sin embargo, todos esos pensamientos negativos se desvanecieron luego de que ella se asomara a la habitación. Al verla a los ojos supe que debía confiar, si la amo de verdad debo confiar, si ella traiciona esa confianza ya tendré que ocuparme de aquello, pero no antes, no de algo que aún no ocurre y que puede afectar nuestra relación. Por ello dejé aquellos pensamientos y me concentré en la conversación, en la que mencionaba la visita de su amiga, al parecer, las personas que más la querían estaban en verdad preocupadas por ella, aunque quizás, más que preocupación, estaban mucho más curiosas por mí y aunque me gustaría despejar sus dudas e intereses, se tendrían que quedar de ese modo.

 

Capítulo 15.

 

Al día siguiente, Sir Kanzaki la acompañó por la mañana, pero al terminar se reunió conmigo y se quejó amargamente del suplicio que fue lidiar con la curiosa amiga de Shizuru. No pude evitar reírme, para Sir Kanzaki había muchas cosas que eran un suplicio. Escuché sus quejas y terminé preguntándole que sitios vieron, si había notado uno que le gustara a ella, pero Sir Kanzaki no me ayudó con eso, él no había notado un interés particular, de modo que fue hasta la noche en que me enteré que ella quería ir conmigo y que juntas decidiéramos un sitio. Me parecía innecesario, pero también una decisión demasiado tierna y considerada ¿Cómo no amar a esta mujer?

 

Como debíamos ir juntas, hubo que esperar algunos días hasta que finalmente tuve un descanso, su majestad estaba esclavizándome y tuve que zafarme de su yugo. Afortunadamente, tuve un buen día de descanso para mirar detenidamente todos los sitios disponibles. Si bien yo estaba ahí para ayudar con la decisión, era solo una fachada, yo estaba dispuesta a adquirir el sitio que ella quisiera, me interesaba solo complacerla; por eso, cuando mencionó que le gustaba una propiedad que no estaba exactamente en venta, hice todo lo posible para obtener la propiedad, me costó un poco convencer a la canciller, pero luego de que su majestad la mirara ceñuda, sorprendentemente, lo reconsideró y aceptó vender. Era obvio que había una influencia de su majestad en ese cambio de opinión, pero por esta vez, realmente no me importaba en absoluto, no me importaba si con eso complacía a Shizuru.

 

Hicimos el trato casi al instante y siempre bajo la mirada de su majestad. Le pagué una buena cantidad de plata por la propiedad y al final del día ya tenía una nueva propiedad que complacería a mi bellísima esposa. Por eso, cuando llegué y le di la noticia, que fue recibida con un entusiasmó moderado, no pude evitar sentir que no había sido la expresión que esperaba, quería hacerla feliz, pero quizá estaba olvidando quien era ella, una propiedad, por muy grande que sea, no parece ser algo que le cause mucho interés. Solo entonces, en lugar de sentirme contrariada, pensé en que debía esforzarme más.

 

Es posible que le interesase más el aspecto de la decoración y esas cosas que la propiedad en sí, llegué a razonar. De modo que le di total permiso para arreglar y decorar como más le gustara, incluso, llegado el momento, “convencí” a algunos de mis subordinados de ayudar, todo para que las cosas quedaran en el menor tiempo posible. Fue así que en menos de una semana nuestra modesta vivienda estuvo perfecta para mudarnos. Tuve que pedirle un permiso a su majestad para ir a supervisar todo, afortunadamente, para cuando cayó la tarde, todo quedó en el lugar que Shizuru quería. Era notoriamente un estilo muy diferente al mío, no era exactamente mi gusto, pero tampoco era exactamente desagradable, de forma que tenía la disposición para no darle importancia al tema. Lo importante es que la biblioteca, donde estaba mi escritorio, era agradable y las habitaciones que nos pertenecían también lo eran, seguiríamos manteniendo una convivencia muy cercana, con eso estaba bastante bien, era lo que más me importaba.

 

Cuando todos se marcharon y solo se quedaron las doncellas con el resto del personal de servicio, me di cuenta que haría falta un poco más de personas que ayudasen al mantenimiento de la propiedad. Fui entonces a la biblioteca a mandarle una carta a la señora Sanada donde le pedí enviar a las doncellas que no necesitase. Justo terminaba la carta y se la daba a mi escudero cuando llegó Senou a avisarme que la cena estaba lista. Me levanté y llegué muy rápido al comedor, ya que estaba relativamente cerca de la biblioteca, la esperé algunos momentos y de pronto ahí estaba esa mujer, sonriente y brillante. Seguro está feliz por la casa, si es por ello entonces yo estoy feliz. La cena pasó muy rápido, era nuestra primera vez cenando en aquel comedor, pero las cosas se sentían muy bien, el ambiente era ameno, era agradable, pero me sentía mucho mejor en el castillo, quizá pronto me sienta tan cómoda como me siento en el castillo, entonces recordé, pronto se cumpliría otro mes y podríamos regresar al castillo, de modo que no pude evitar mencionárselo.

 

Aún no estábamos ahí, pero ya quería regresar para estar con ella y ser un poco más libre y relajada, quitarme la armadura y pasar algunas tardes tomando el té. Al instante me imaginé ahí, como había sido solo unas semanas antes, pasando la tarde en el salón del té, o pasando una mañana de ocio en la terraza del castillo, solo ella y yo, hablando de cosas sin importancia o de cosas interesantes, cosas de ella misma, de su vida, de sus recuerdos, de lo que le gusta. Me gustaba estar aquí con ella, pero me gustaba más estar con ella en mi castillo. Sin embargo, en la conversación salió la amenaza del ataque extranjero, eso ensuciaba mi felicidad, ahora mismo las cosas están muy bien, bastante bien, pero tenía dos opciones, o tomaba la futura guerra como una calamidad, o simplemente un obstáculo que debía partir en dos para proteger mi felicidad. Definitivamente partiría en dos a cualquiera que fuera una amenaza.

 

La cena terminó y como era debido, fuimos a asearnos para poder finalmente dormir, con todo el movimiento que había ocurrido, era necesario descansar. Las cosas parecían perfectas cuando nos fuimos a la cama, pero lo cierto es que la vida muestra su imperfección cuando más perfecta luce, son esas ironías de la vida. Estaba bastante dormida cuando comencé a percibir un movimiento en mi hombro, un movimiento ajeno, extraño, abrí los ojos y no entendí que pasaba hasta que vi a Senou justo en la orilla de la cama, con un candelero en la otra mano. Al instante fruncí las cejas, no enojada, sino extrañada.

 

-su señoría –dijo ella en un susurro –noticias terribles, un ataque en el puerto y Sir Kanzaki esta abajo, es de urgencia –apreté la mandíbula, un ataque y Sir Kanzaki aquí, solo significaba una cosa.

-trae mi armadura y dile a Kanzaki que suba.

 

Ella asintió y se fue rápidamente, yo me quedé unos momentos en la cama, sentada al lado de Shizuru, ¿Qué podría pasar? Probablemente la guerra ya había empezado ¿Qué debía hacer? En cuanto a la guerra, ir a lucharla, en cuanto a Shizuru… ¿debía despertarla? ¿debía despedirme? Quizás era un ataque insignificante y no valía demasiado la pena, quizás me librara rápidamente y podría volver, quizá tuviera más tiempo. Miré donde estaba ella, apenas visible pues el fuego en el hogar ya era muy pequeño. Aún era demasiado rápido, necesitaba más tiempo para lograr que ella sintiera algo por mí, para que su decisión fuera contundente, para que ella estuviera segura de quedarse conmigo y que no me dejara después de la guerra, o más bien, que no me pidiera dejarla. Es demasiado pronto, me repetí, ¿Por qué justo ahora? Las cosas están tan bien que siento que ya casi he alcanzado lo que tanto he querido… la vida… la vida no podía ser tan injusta ¿o sí? Apreté la boca y las cejas, molesta, entonces vi como las doncellas se asomaron brevemente por la puerta, seguramente ya estaban listas.

 

Me levanté de la cama con cuidado para no despertarla, arrojé un par de troncos al hogar y fui con ellas. Al pasar a la habitación contigua ya había varias doncellas ahí, con todo listo en las manos, me quitaron la bata, me colocaron las ropas y luego, gracias a la habilidad lograda al colocarme la armadura por tanto y tantas veces, cuando entró Sir Kanzaki yo estuve lista en el tiempo justo, así no me vio en paños menores y con una muy decente apariencia. Nada más entrar se acercó, antes de que abriera la boca deseé que la urgencia no fuera tan dramática, pero lo cierto es que mis deseos no fueron escuchados.

 

-ha llegado un destacamento a la ciudad, mientras que en el puerto ya ha comenzado el ataque, nos reportan que hay un aproximado de cincuenta naves.

-ya veo –me molestaba y me sentía fatal, pero debía mostrar fortaleza no haciendo aspavientos - ¿ya has mandado a reunir a todas las tropas? ¿Qué tan lejos ha llegado esa avanzadilla?

-tomó por sorpresa a los guardias, pero ha sonado la alarma y todos han arremetido contra ellos, de modo que es probable que ahora mismo ya los hayan neutralizado, lo más importante es el ataque en el puerto.

-seguramente intentan hacer un ataque muy rápido que les haga llegar a la Reina y derrocarla cuanto antes, un ataque sorpresa, pero estamos muy bien organizados, pronto nos desharemos de…

-su señoría –nos encontrábamos en una cierta calma Sir Kanzaki y yo hasta que mi escudero llegó desesperado al salón –han llegado más refuerzos enemigos, la lucha esta pareja ahora mismo –inmediatamente sentí un brinco en mi pecho.

-llama a todos, debemos repelerlos cuanto antes, no pueden llegar al palacio –sentí que perdía la calma y la desesperación me inundaba, pero debía luchar contra eso, debía actuar con calma y mesura, no caer en el caos y establecer prioridades –Senou, tomen todas las cosas que necesiten y partan inmediatamente con Shizuru al castillo, sin peros, sin demoras, sin excusas, llévenla aun con cualquier alegato que tenga, márchense lo más pronto posible, Sir Kanzaki, que unos guardas las escolten, iré a despedirme y nos marchamos al frente.

-sí, su señoría –dijeron tanto Sir Kanzaki como las doncellas.

 

Ellos se precipitaron a la puerta y pronto abandonaron la habitación, por mi parte respiré profundo mientras caminé al dormitorio, al entrar ella estaba despierta y de pie. Había más luz y podía admirarla con mayor facilidad ¿será esta la última vez que la vea? Lucia tan bella, tan sensual, tan tentadora, era difícil no admirarla y perderse en su belleza, pero debía hacerlo, había una emergencia, ahora mismo era el momento que tanto había deseado que no llegara, y que, aun así, estaba destinado a suceder. Hay una urgencia, no lo olvides, resuelve tus prioridades, por eso estas a cargo de este ejército, no olvides.

 

-Shizuru –de pronto me sentí estresada y agitada -ya ha comenzado, acabo de dar órdenes exactas, solo haz lo que te pido y todo estará bien.

- ¿ha comenzado? ¿Qué ha comenzado? –quería decirle todo de forma rápida y breve para no perder tiempo, aunque quizás eso la estaba confundiendo.

-el ataque, debes irte, ya están arreglando todo, te iras al castillo inmediatamente, ahí estarás completamente a salvo, yo debo ir al Este, al puerto.

- ¿ataque? ¿ahora? ¿en este momento? –conforme pasaban los segundos me sentía más contrariada, seguramente ya me estaban esperando abajo, debía ir a ayudar en la batalla para protegerlos a ellos, pero sobre todo para poder protegerla a ella y yo estaba aquí, sin embargo, debía comprenderla y tener paciencia.

-sí, he dado órdenes, si tus padres deciden ir contigo depende de ellos, de todos modos, he mandado por ellos, pero lo que sea que decidan, te vas ya, ¡Ahora! ¿comprendes?

-sí –creo que perdí un poco la calma en eso último, pero lo que menos necesitaba era entrar en demasiados detalles o que ella protestara y no quisiera hacer lo que le pedía, necesitaba que ella cooperara para que yo pudiera actuar con tranquilidad, necesitaba saber que ella estaría a salvo en el lugar más seguro que había podido crear.

-debo irme, te mantendré informada –quien sabe si habría otra oportunidad de vernos, o cuanto duraría esta lucha, así que quise despedirme con un beso, uno breve y después, solo por si ocurría algo grave, lo mejor era decirle la verdad para que no me olvidara ni a mí, ni a mis sentimientos –recuerda siempre el amor que tengo por ti.

 

Me hubiera gustado que ella me diera una respuesta, pero la situación no era tan sencilla como para esperar pacientemente una respuesta, a veces hay situaciones donde las palabras sobran, donde hay tantas cosas en un tiempo tan corto que es difícil procesar todo y te quedas sin palabras, esta era quizá, una de esas situaciones, no hay tiempo, no hay lugar para tomarse de las manos, no hay lugar para sentimentalismos, solo para salir a enfrentar al enemigo, así que eso mismo hice, salí de la habitación y bajé rápidamente las escaleras, caminé presurosa por el largo vestíbulo y fuera ya estaba esperándome Sir Kanzaki con el caballo listo.

 

Monté el caballo con rapidez y salimos con premura, el ataque había llegado por el Este, por el mismo camino que daba a la ciudad portuaria. Era extraño. ¿Cómo era posible que atacaran la ciudad portuaria y no nos enteráramos? ¿Cómo era posible que supiéramos del ataque solo y justo cuando estaba ocurriendo el ataque en la ciudad capital? ¿o es que no me habían informado bien? Pensé en preguntarle a Sir Kanzaki, pero si él tuviera más información ya me habría hecho saber, de modo que quedaba esperar.

 

Los caballos corrieron presurosos, internándonos en el centro de la ciudad, cruzando por las calles vacías en las que se podía notar como en algunas corrían soldados que acudían al ataque, soldados recién alertados que habían sido tomados desprevenidos, igual que yo. Dejamos atrás a esos soldados y seguimos con celeridad hasta llegar a la puerta Este de la ciudad, ahí las puertas estaban cerradas, pero se oía un gran ajetreo del otro lado, rápidamente exigí un informe mientras desmontaba y subía para llegar a lo alto de la muralla.

 

-al principio era solo una avanzadilla que fue descubierta su señoría, pero han ido llegando más y más, un mensajero nos avisó del ataque en el puerto, es terrible, al parecer no pudieron repeler el ataque, son muchas las fuerzas enemigas, por eso han podido llegar hasta aquí su señoría –apreté los dientes con molestia mientras terminaba de subir los escalones y me asomaba para ver el otro lado de la muralla, ahí abajo había varios soldados enemigos, era casi la misma cantidad de fuerzas que los repelían como los que peleaban para invadirnos. Qué vergüenza ¿Por qué no salían todos los holgazanes que estaban de este lado?

-que los arqueros sigan disparando hasta que salgamos –entonces me giré y volví a bajar las escaleras –Sir Kanzaki, ordené que se reúnan, saldremos ahora mismo.

 

Por suerte Sir Kanzaki era mi vocero y el que se desgastaba la garganta gritando ordenes, de manera que cuando terminé de bajar las escaleras, simplemente me coloqué al frente de todos los soldados reunidos, éramos suficientes como para extinguir el ataque. Murmuré en voz baja hechizos de fortaleza, agilidad y fuerza, entonces desenvainé la espada y de un movimiento del sable di la orden para abrir las puertas, estas se abrieron y finalmente, frente a mi estaba la batalla. Todos salimos para sumarnos al ataque, antes parecía una lucha igualada, pero una vez que se sumaron los soldados que se habían reunido, la batalla terminó rápidamente. Gracias a mis hechizos pude acabar con varios soldados enemigos sin sufrir daño, al último le di una estocada en el estómago, saque la espada antes de que cayera quejándose y regresé a ver a mi alrededor para enfrentar al siguiente, pero ya no quedaba ningún otro, a mi alrededor los cuerpos enemigos yacían en el suelo y los gritos de pelea habían cesado.

 

Respiré profundamente y enfundé la espada. El sujeto que recién había despachado estaba quejándose en el suelo. Maldita escoria, pensé al verlo, de hecho, iba a rematarlo, pero antes volteé a mi alrededor, el resto de mis fuerzas hacía lo mismo, sin dejar a algún sujeto vivo, entonces pensé que este podría servirme. Me agaché y le quité el casco, mirándolo detenidamente no parecía diferente a alguno de nosotros, pero aun así era el enemigo, no había lugar para la piedad, él no la tendría conmigo. Estaba a punto de hacerle unas preguntas al sujeto cuando llegó Sir Kanzaki.

 

-todos han sido erradicados su señoría –me dijo con orgullo, yo asentí en silencio y me incorporé.

-que se lo leven y que vean que información nos da, si no habla en menos de una hora mátenlo.

-sí, Sir Takeda, llévatelo –a su vez, él delego la tarea, quizás había algo más que me quería decir –ya he mandado hombres al puerto, necesitamos saber que tan mal están las cosas allá.

-y, sobre todo, hasta donde han llegado estas basuras –le dije, mientras veía como Sir Takeda se llevaba al sujeto de un tobillo –tomen a cuantos puedan y sáquenles información, no podemos perder tiempo, cuantos son, hasta donde han llegado, quien es el líder, cuantos barcos, cuáles son sus órdenes, todo Sir Kanzaki, lo quiero saber todo.

-sí, su señoría, lo averiguaremos.

 

Pero esas sabandijas no soltaron información tan fácil. Al primero que atrapamos, es decir, al que se llevó Sir Takeda tuvimos que cortarle la garganta después de dos horas de hacerle preguntas porque nunca soltó ni un número, pero lo hicimos frente a otros cuatro enemigos que habíamos capturado, eso sirvió de ejemplo, lamentablemente, los que si querían hablar no tenían la información necesitábamos, de modo que era una situación frustrante.

 

-que busquen a más –le dije a Sir Kanzaki, bastante irritada –atrapen a todos y no los dejen en paz hasta que me digan sus números.

 

Sir Kanzaki parecía un poco impresionado por mis órdenes, pero las acató en la medida de lo posible, ya que habíamos extinguido el ataque y ya no se veían más enemigos, tuvieron que rastrearlos el resto del día, para cuando capturaron a algunos, ya comenzaba la noche. Yo no había podido descansar, ni siquiera había pensado en quitarme la armadura, menos aun cuando trajeron a dos sujetos que recién habían encontrado. Al instante fui a ver el interrogatorio, me senté a escuchar sus balbuceos. Fue una larga hora de escuchar suplicas, quejidos, gritos e insultos, hasta que por fin.

 

-por el puerto Sur… -dijo el sujeto, cansado de los latigazos mientras estaba colgado de cabeza –habrá un ataque en el puerto Sur esta noche.

-maldito imbécil –escupió Sir Takeda –si es verdad el ataque está por comenzar.

-dejaremos la primera y la quinta división para resguardar el palacio y la ciudad, Sir Takeda, Sir Kanzaki, movilicen la novena y la décima para salir ya mismo, envíen un llamado a la doceava para que cambie de posición a una más central y que le quede cerca asistir en caso de necesitarlas, en el Sur están la cuarta y octava división, podrán resistir mientras llegamos.

 

Ambos se marcharon rápidamente a cumplir mis órdenes mientras le ordené a mi escudero preparar mi caballo. Tal parece que no dormiría esta noche. Sin embargo, me dejaba tranquila que ahora mismo Shizuru estaría resguardada en el castillo, a salvo de cualquier ataque, con la onceava división en el interior de las murallas, con el resto de los guardias que ya de por si protegían la ciudadela. Ahora mismo ese lugar estaba tanto o más protegido que el palacio, nadie tocaría un solo cabello suyo. De manera que puse rumbo al puerto Sur con cierta tranquilidad, lo único que me generaba una huella de incertidumbre es que no sabía que sucedería cuando acabasen los ataques ¿debía volver? Tenía la sensación de que si regresaba no sería tan malo, pero, por otra parte, ella no me había dado ninguna respuesta. Necesito algo más sólido que su disposición para conmigo, algo un poco más directo… ¿sería querer demasiado?

 

Me permití tener estos pensamientos mientras cabalgábamos lo más rápido y naturalmente posible hacia el puerto Sur. Tardamos varias horas y cuando quedaba un tramo relativamente corto envié a un explorador para verificar la situación, no pasaron ni diez minutos cuando regresó con la noticia de que los soldados resistían en las murallas y que los ataques se centraban en las puertas Norte y Sur. Podía dividir las fuerzas y atacar ambos frentes o utilizar ambas divisiones para atacar una y después otra con superioridad numérica, lo cual sonaba mejor.

 

-démonos prisa y vayamos a la puerta Norte –les dije a Sir Kanzaki y Sir Takeda.

 

Al menos en ese momento todo salió a pedir de boca, llegamos a la puerta Norte y pudimos abatir a tantos enemigos como pudimos. Las fuerzas que defendían las murallas salieron a combatir luego de vernos llegar, de modo que el ejército que intentaba escalar las murallas y derrumbar las puertas, pronto se vio amenazado desde dos lugares diferentes, no tuvieron oportunidad, la batalla duró apenas unos minutos, logramos aplastarlos sin dificultades, sin embargo, de alguna forma, los enemigos de la puerta Sur lograron enterarse y se retiraron, abandonaron el puerto por los muelles y escaparon rápidamente en sus barcos, no sin antes incendiar los que teníamos detenidos ahí mismo, fue una gran pérdida.

 

-bueno, Sir Kanzaki… -le dije, mientras veía como ardían nueve de nuestros mejores barcos –ya sabe qué hacer con los enemigos sobrevivientes.

-no pierda cuidado, los trataremos bien y para el medio día conseguiremos algo.

 

La noche comenzaba a acabar y los primeros claros del día comenzaban a vislumbrarse. Habíamos ganado, pero me dolía el cuerpo y necesitaba quitarme la armadura. Mis doncellas no estaban aquí para ayudarme, no era el lugar indicado para ellas y eso me estaba irritando mucho, necesito un maldito baño. No quería utilizar a los hombres, pero no me quedó opción, movilicé a los que estaban más descansados para que me consiguieran cubos de agua que pedí llevaran a la habitación que me asignaron en el cuartel de esa ciudad. Después fue mi escudero quien me quitó la armadura y se retiró, con la orden de limpiarla y dejarla reluciente. A solas tuve que quitarme el resto de las prendas y asearme con agua fría, no era de mi agrado, pero era mucho mejor a permanecer con el sudor y la sangre. Al final, cuando terminé de vestirme me arrojé a la cama, pero me dolía tanto el cuerpo que no podía dormir. Volví a llamar a mi escudero y le dije que consiguiera el licor más fuerte que hubiese en la ciudad, tardo un largo rato, pero volvió con una botella y una copa. Miré la botella con curiosidad y escepticismo, incluso cuando me sirvió una copa miré el líquido con desdén, sin embargo, solo necesite dos copas de ese licor para sentir el estado de embriaguez.

 

-recuérdame felicitarte por conseguir esta cosa… -le dije, con pies y manos extendidos por la cama.

 

Bebí un par de copas más y olvidé que rayos estaba diciendo, la habitación flotaba y mis ojos pesaban. Cuando desperté me sobresalte al instante ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿habían cesado los ataques? ¿habían apagado el fuego en los muelles? ¿Cuál era el estado de la ciudad capital? ¿Qué información habían obtenido? Me levanté súbitamente y sentí un mareo que me regresó a la cama, estaba potente ese licor, no olvidaría traerme unas cuantas botellas.

 

Después de unos cuantos minutos el mareo pasó y salí de mi habitación, llamando a mi escudero y a Sir Kanzaki, Sir Takeda o quien rayos estuviera cerca. Por fortuna no había ocurrido ningún ataque, la capital estaba tranquila, el fuego había sido extinguido y los prisioneros habían hablado.

 

-la mayoría no sabe de ningún otro ataque, algunos piensan que volverá a haber otro esta misma noche, pero son solo conjeturas, por lo menos conseguimos el número de naves, son cincuenta y siete en total, con órdenes de atacar los puertos cercanos a la ciudad capital, así que seguro intentaran atacar el puerto Este otra vez –fue Sir Takeda quien me reportó las noticias, Sir Kanzaki había ido a descansar un poco.

-sí, supongo que sí, el puerto Este es el que está más cerca del palacio, pero ya lo han intentado una vez… -era, ciertamente, un poco complicado defender varios frentes a la vez, por eso había creado divisiones que defendieran los principales puertos, el problema era que no sabía con qué potencia atacarían, ya que, al parecer, estaban rondando en nuestros alrededores… por eso… -al parecer he cometido un error… -entonces Sir Takeda me miró desconcertado.

- ¿en qué aspecto? –aún estaba pensando las cosas, pero la verdad es que habíamos obtenido muy poca información.

-los informes decían que estaban aumentando sus fuerzas, creí que sería un ejército enfocado en el ataque terrestre, como la vez pasada, y quizá eso intentaron al inicio, pero ahora que han visto que somos fuertes en tierra se concentrarán en los ataques marítimos, no tuvimos información sobre qué tantos barcos eran y que tan fuertes eran en ese aspecto, pero no es excusa, he fallado… me confié en como ya sabía que atacaban…

-un error lo comete cualquiera –me dijo, quizá tratando de ser amable.

-no para alguien en mi posición –inhalé profundo y exhalé, mis cejas estaban fruncidas por completo, estaba molesta conmigo misma –de manera que debemos mandar a llamar a nuestros barcos y enfrentarlos en el mar.

 

Si bien quería movilizarme lo más pronto posible, tuve que permanecer en el puerto Sur por un considerable tiempo, no podía moverme imprudentemente. Durante mi estadía tuve que dedicarme a enviar instrucciones, tuve que enviar mensajes a todos los puertos para saber por dónde se habían visto naves enemigas, después, esperar respuesta. Esencialmente se les había visto en zonas Sur, nada en el Norte, así que mandé a llamar a todas las naves para que se reunieran en el puerto Sur, mandé instrucciones precisas, no quería que todas regresaran al mismo tiempo, eso podría ser peligroso al estar separadas, así que pedí que se fueran reuniendo al tiempo en que iban recorriendo la costa. Lo interesante es que mientras llegaban al puerto Sur, se habían dejado de ver naves enemigas.

 

-algo están planeando, no creo que se hayan retirado –esta vez era Sir Yuuichi. Yo asentí a su comentario.

-estoy de acuerdo, es posible que se hayan dado cuenta del repliegue y quieran atacar por el Norte, pero a estas alturas solo queda esperar, no puedo mover las naves de un lado a otro, si atacan por el Norte, las divisiones que están ahí deberán resistir hasta que lleguemos.

 

Pero el ataque Norte que pude sospechar no ocurrió, dos días después de que llegaron todas nuestras naves, un total de veinticuatro elementos, la flota enemiga atacó un pequeño puerto en el Suroeste que quedó desprotegido. El enemigo había aprovechado bien, pero se veía venir que atacarían en algún lugar, solo era cuestión de tiempo… y ahora ¿Qué?

 

Al instante de enterarme del ataque tuve el impulso de mandar refuerzos, seguro la gente que vivía en ese pequeño puerto y los alrededores estaría siendo atacada, pero por otra parte… tenemos inferioridad naval, así que debemos compensarlo con las fuerzas terrestres, de manera que no podía enviar primero a los barcos, si quería ganar esta guerra debía desgastar al ejército enemigo en tierra y luego enviar a las naves para que remataran a todos los que buscaran escapar en sus barcos. Por lo tanto, había que sacrificar al puerto Suroeste, necesitaba que entraran en tierra, que abandonaran sus barcos para así poder golpearlos con todas mis fuerzas. No me gustaba tener que perder, de hecho, no me gustaba perder ni una pizca de territorio, pero era necesario.

 

-no acudiremos a ayudar al puerto –enseguida mis tres zoquetes se levantaron molestos, yo exhalé, molesta también –pero si alguien pregunta diremos que fuimos a defender a todos esos pueblos y que cuando llegamos era tarde, no quedaba nadie vivo… -mis tres granujas estaban tomando aire para replicar, pero con el objetivo de evadir sus alegatos continué hablando -no queda de otra más que dejar que entren y se sientan confiados, en el mar no somos fuertes, si no hubieran quemado las nueve naves que teníamos aquí, tendríamos un poco más de probabilidades, pero nos sacan poco más del doble de naves… -mis tres zoquetes ahora volvieron a sentarse, con rostros apesadumbrados y con las cejas fruncidas –por eso permitiré que entren por el puerto Suroeste, pero quiero que llamen inmediatamente a la división siete y doce, dejaré que se confíen por unos días, eso dará tiempo suficiente para que los rodeen por el Norte y el Oeste, mientras la ocho, nueve y la diez nos moveremos por la costa, después, si las cosas salen bien, podremos cerrarles el paso a su huida con nuestras veinticuatro naves –finalmente todos asentimos con la cabeza, era lo mejor que se podía hacer –tenemos que organizar bien a las divisiones siete y doce para que los rodeemos al mismo tiempo, Sir Kanzaki, encárguese de eso.

 

Dar órdenes y hacer planes era sencillo, lo complicado era realizarlas. En los próximos días estuvimos coordinando los movimientos de las divisiones, recibiendo informes sobre los exploradores de las divisiones siete y doce, ya que esas divisiones debían llegar un poco antes, ellas servirían de señuelo para hacer que el enemigo se adentrara a tierra firme, tenían que entrar lo suficiente como para alejarlos bastante de sus barcos y luego cerrarles el paso. Fue complicado y tedioso, pero finalmente, después de días y días de organización, llegó el momento que había esperado.

 

Tuve suerte de tener subordinados que acataban bien las órdenes y eran precavidos. Las divisiones siete y doce cumplieron con lo esperado, enviaron a varios guerreros a servir de señuelos, los fueron llevando cada vez más al interior, fingiendo que huían, solo para hacer entrar al ejército enemigo a una trampa mucho más grande. Por desgracia, el puerto Suroeste fue destruido por completo junto con su gente, los informes no mencionaban sobrevivientes, tristemente así era mejor, porque así nadie hablaría de como los abandonamos, de cómo perdimos en esa región, y también, así nadie sabría de las desgracias y sacrificios que se tuve que hacer.

 

Cuando llegó el último informe de que el ejército enemigo se había adentrado en las campiñas centrales en dirección a los altiplanos, supe que era el momento de movilizarnos, en seguida mandé a mis tres zoquetes a movilizar a las divisiones ocho, nueve y diez. Era ya el momento de partir a la batalla definitiva. Tuve muy poco tiempo para recoger los papeles y mi pobre escudero aún menos tiempo de preparar mi armadura. Sin embargo, mis tres dependientes levantaron a las tropas más rápido de lo que imaginé y pronto, las tres divisiones estaban ya en marcha, conmigo a la cabeza.

 

Mandé varios exploradores a monitorear los alrededores, a asegurarme de que nos movíamos por completo en secreto. Cada que regresaba un explorador a informarme de que no había soldados ni un poco cerca me sentía aliviada. Tardamos casi un día y medio en llegar a las campiñas por donde había pasado el ejército enemigo. Inmediatamente mandé informantes para que cerraran la trampa. Al instante de que las divisiones tomaron su verdadera posición, el ejército enemigo comenzó a inquietarse, sin embargo, sabía que estaba rodeado, así que solo le quedaba esperar. Era la calma antes de la tormenta, o más bien, la calma que precede a la matanza. Ambos, el enemigo y yo sabíamos lo que pasaría, solo era cuestión de tiempo, los dos estaríamos alerta a cualquier movimiento. Es como estar receloso de cualquier movimiento imprudente del otro, solo esperas para ver quien se mueve primero.

 

-su señoría –era Sir Yuuichi –ya las tres divisiones están en sus puestos, mientras que la siete y la doce solo esperan sus órdenes, no podrán escapar –yo asentí en silencio.

-mañana a primera hora –le dije, comenzaba el atardecer, no era conveniente iniciar una batalla de noche.

- ¿y si nos atacan en la oscuridad?

-es obvio que estaremos preparados, Sir Yuuichi.

-sí, su señoría.

 

Me retiré a una pequeña tienda que habían colocado para mí, di instrucciones de mantener a algunos guardias vigilando, pero probablemente no haría un movimiento imprudente el ejército enemigo… aunque tampoco eso se puede saber.

 

Como quiera que fuera, la batalla definitiva estaba ya muy cerca y… ahora que me ponía a pensar en ello… no tenía una respuesta, pero más importante, me había olvidado escribirle a ella. Había pasado días sin dormir, días y días con la armadura puesta, bebiendo licor para poder descansar, pero no era escusa. Exhalé pesadamente mientras me llevé los dedos a la frente ¿Sería demasiado tarde? Me apresuré al improvisado escritorio donde leía y contestaba informes, tomé un papel en blanco y comencé a escribir, necesitaba una respuesta de ella, necesitaba algo con que ir a luchar, talvez, si tenía suerte, la respuesta pudiera llegar mientras nos desplazábamos al campo de batalla, o quizás no… solo tenía que intentarlo.

 

Comencé explicando un poco las cosas que habían sucedido, más como justificación para mi falta de comunicación; también tuve que mentir sobre los ataques al puerto y sus alrededores, después de todo, las cosas se sabrían tarde o temprano y solo debía haber una versión, sin embargo, eso no era importante, lo que de verdad necesitaba, era su respuesta ¿quería que me quedara con ella, sí o no? Al terminar la carta exhalé pesadamente. Ahí estaba, la pregunta para obtener la tan deseada respuesta… realmente espero que su respuesta sea positiva, pero si no lo era, de igual forma debía aceptarla. Me repasé los dedos por la frente antes de llamar a mi escudero, cuando me sentí tranquila, pude llamarlo y darle la carta.

 

-ve con el mensajero que este más descansado y que salga a toda velocidad, necesito que se la lleve a Shizuru en mi castillo y que espere una respuesta, ve, rápido.

-sí, su señoría –el muchacho salió presuroso y yo me senté pesadamente en un tronco que tomamos como asiento. Ojalá traiga una buena respuesta, ojalá.

 

Un rato después el chico volvió para decirme que el mensajero ya había partido a toda velocidad. Volví a pasarme los dedos por la frente, si lo pensaba bien, yo tardaría mucho menos en ir y regresar hasta mi castillo, incluso podría verla una vez más antes de la batalla… el punto era que no se sabía qué podía pasar en cualquier momento, si bien tenía a tres granujas que podían hacerse cargo, yo soy quien lidera este ejército, no puedo ausentarme ni por un momento, ese es el precio de tener tanto poder. Suspiré pesadamente y fui a tumbarme a un catre en la tienda que me habían montado. Me sentía indecisa, pesarosa, cansada… quería ser positiva y me decía que las cosas iban a salir bien, pero había algo que no se sentía bien. No sabía que era, solo había algo. Quizá fuera la ansiedad, la angustia, el estrés… quizá.

 

Volví a llamar a mi escudero y le solicité una copa de licor. Al servirme lucía un poco preocupado, entonces sucedió uno de esos momentos donde ves claramente que una persona está pasando por una circunstancia difícil y te enfrentas directamente al dilema de: ¿me entrometo o no? Por un lado, es mi escudero, siempre deberá serme fie. Así que construir una buena relación entre los dos es algo bueno, pero por otra parte… no me importa. En ese momento no me importaba nadie más, tenía suficientes cosas de que ocuparme como para preocuparme por un mocoso imberbe. Tomé la decisión de que si él no decía algo yo no indagaría, no necesito una carga más.

 

Bebí toda la copa de un solo trago y luego extendí el brazo para que la llenara. Bebí tres copas más en silencio, luego lo mandé a descansar. Me acosté en el maltrecho lugar que me habían colocado y cerré los ojos, mi cuerpo estaba adolorido, pesado y aun así estaba muy consiente, aun después de tomar media botella de ese licor fuerte que me había conseguido Takumi. Di una vuelta, luego di otra vuelta, me tapé, me destapé, nada me sentaba, estuve bastante despierta e incómoda hasta que llegó un momento donde comencé a sentir que podría dormir, por desgracia, fue casi al mismo tiempo en que comencé a escuchar ruido de armaduras en movimiento. Abrí los ojos sin rastro de sueño, por imposible que me parezca, y me senté en el catre. Exhalé con cansancio, sin duda había sido una noche infructuosa.

 

La gente comenzó a movilizarse cada vez más, ansiosos por darle fin a este conflicto. Yo también estaba deseosa de acabar con todo esto. Llamé, una vez más, a mi escudero para que me ayudara a colocarme la armadura. Con solo él como ayudante, la colocación era mucho más tardada, así que, al cabo de una hora, pude por fin colocarme el casco y salir de la tienda. No paso demasiado para que Sir Kanzaki, Sir Takeda y Sir Yuuichi se presentaran con informes de cada división, todo listo para comenzar el ataque en cuanto yo lo ordenara. Asentí en silencio. Miré el cielo, había un sol que estaba oculto por las nubes, pero aun así lograba ver su posición, era temprano, aún quedaban unas cuatro o cinco horas para el medio día, y aun no llegaba la respuesta… probablemente no llegue a tiempo, me dije. No podía retrasar más el ataque, era necesario actuar ya, la gente estaba impaciente, tanto la mía como la del enemigo, pronto estallaría la batalla.

 

-llamen a todos a sus filas –le dije a mis tres tunantes –manden mensajes a las divisiones siete y doce para que tomen posición y comiencen el ataque al escuchar las trompetas.

 

Los tres salieron presurosos, pronto todo el campamento se volvió un ir y venir, pero al cabo de diez minutos todos estuvieron en sus lugares, formando filas y filas de valientes guerreros. Cuando estuvieron correcta y perfectamente formados, Sir Takeda y los otros dos llegaron a avisarme, entonces mi escudero me acercó el caballo y monté al animal. Comencé un trote ligero para llegar hasta el frente de la formación, esto mientras decía en voz baja los hechizos necesarios para la batalla. Pronto llegué al frente con mis tres zoquetes siguiéndome de cerca, frente a nosotros, a una distancia considerable, estaba el ejército enemigo que nos esperaba ya con espadas y escudos en alto. Mi corazón dio un latido fuerte y respiré profundo, era ya el momento.

 

-Sir Kanzaki… -lo volteé a ver, a punto de ordenarle sonar las trompetas, pero detrás de él se notaba movimiento fuera de lugar, así que me moví para ver detrás de él, los tres, extrañados, se hicieron a un lado, girando con curiosidad; entonces vi que un mensajero se aproximaba, venía a toda velocidad con el caballo casi desbocado, sin embargo, pudo detenerlo para que no chocara con nosotros, luego bajó del animal y me extendió una carta. Cuando miré el sello volví a sentir un latido fuerte y un vértigo en el estómago. Asentí sin mirar al mensajero, pues mis ojos solo miraban la carta. Era al fin la respuesta a mi pregunta, había llegado justo a tiempo.

 

Respiré lentamente mientras despegué el sello. Al extender el papel me encontré con unas pocas líneas así que fue fácil y rápido de leer, y comprender. Ella decía que volviera. El resto de palabras implicaban más cosas, pero lo más importante es que ella quería que yo volviera, me quería con ella, me quería para el resto de nuestra vida, estaba lo suficientemente segura como para afrontar una vida juntas, lo he logrado. Sonreí, por supuesto. Luego volví a leer la carta, no era directa, pero insinuaba que estaba enamorada de mí y que había cosas que quería decirme. Pude haber llorado ahí mismo de felicidad y estrés, pero me limite a sonreír en silencio bajo mi caso mientras apreciaba los finos trazos de su caligrafía. Nunca había visto su letra, pero justo ahora era un momento magnifico para admirarla.

 

-su señoría –dijo Sir Yuuichi, trayéndome al mundo presente - ¿todo bien?

-perfectamente –le contesté, doblé la carta y la guardé dentro de mi armadura –que toquen las trompetas, es hora de sacar de nuestro reino a esta basura extranjera.

- ¡sí, su señoría! –respondieron los tres.

 

Después de ese momento las cosas comenzaron a acelerarse. Se tocaron las trompetas dos veces para comenzar el ataque con flechas, fueron dos olas de flechas hasta que el enemigo comenzó a aproximarse a nosotros, entonces desenvainé la espada y di la orden de que la infantería comenzara el ataque. Al inicio el ejército comenzó a avanzar manteniendo la formación, pero una vez que coalicionaron ambos ejércitos, la formación se perdió. Yo, que formaba parte de la caballería, no me moví, no lo haría hasta que fuera necesario, necesitaba mantener una posición que me permitiera dirigir a la gente, por ahora no podía arrojarme a la batalla, además, por lo que se notaba, no duraría demasiado, cuando mucho una media hora.

 

Mis tres zoquetes y yo mirábamos desde una distancia prudencial, en alguna ocasión algún soldado enemigo se aproximaba a nosotros, pero era despachado inmediatamente. El ataque iba tan bien que supuse que nadie de la caballería tendría que mover un dedo, la infantería y las falanges se encargarían de todo, o al menos eso fue lo que pensé hasta que a nuestras espaldas, sin pleno aviso y con unos gritos infernales, se aproximó un ejército enemigo ¿Cómo era posible?

 

Inmediatamente nos giramos, algunos tuvieron que bajar de los caballos porque el ejercito que nos rodeaba iba a pie, por lo que atacarían al caballo antes de que los detuviéramos. La primera línea fue a enfrentarlos, después la segunda. Miré a lo lejos, había un pequeño sequito de entre los que se notaba el líder del ejercito enemigo. ¿Era una trampa? ¿Habían avanzado premeditadamente? Definitivamente no, porque no tenían forma de saber mis planes, simplemente el general enemigo había sido precavido. Eso era admirable, pero era nefasto para mí.

 

-bien torpes –les dije a los tres que me rodeaban, enseguida sentí sus miradas con molestia -es el momento de destrozar esos estúpidos asnos.

-sí, su señoría –dijo Sir Takeda, los otros dos se quedaron callados.

-capturen al general, quiero tener una plática con él.

 

Cada quien salió por su lado a cortar cuellos y agujerear cuerpos, por mi parte al principio los contaba, pero después de un tiempo deja de ser importante a cuantos has eliminado, ya solo cuenta que el sujeto que está enfrente caiga y no se levante para continuar con el siguiente. De esa forma continúe con todo sujeto que tuviera enfrente hasta que dejó de haber enemigos a mi alrededor, giré a mi alrededor, encontrándome una vez más al ejército enemigo agonizando en el suelo, mientras a lo lejos algunos de mis guerreros aún lidiaban con uno que otro soldado enemigo. Exhalé con cansancio y volteé a ver el lugar donde había comenzado la batalla, en ese lugar ya no había enemigos de pie, al contrario, mis soldados remataban a los enemigos que estaban desperdigados en el suelo y levantaban a los heridos. Habíamos ganado, sin lugar a dudas.

 

Volteé a buscar a mis tres torpes comandantes, dos estaban sentados en el suelo y a lo lejos Sir Takeda discutía algo con un soldado. Decidí entonces sentarme en el suelo mientras miraba la discusión ajena, yo también quería tomarme un momento para descansar, no tenía demasiado cansancio, pero me apetecía, ese fue mi error. No me di cuenta de que estaba demasiado cerca de los árboles y tampoco pude percibir que entre los árboles había enemigos escondidos. Había utilizado hechizos de destreza, resistencia, fuerza, agilidad y velocidad, pero no había incrementado mi percepción, así que fui completamente ignorante de que hubiera alguien entre esos árboles. No me enteré de nada hasta que sentí como algo se me incrusto por la espalda, fue un dolor punzante, pero realmente no sabía que estaba pasando hasta que por el frente de mi armadura emergió la punta de una espada.

 

Capítulo 16.

 

La visión era impactante, estaba conmocionada y solo sentí que algo se derramó en mi pecho, algo caliente, mi corazón dio latidos fuertes y lentos, pero la sorpresa e incredulidad me inundaban ¿Qué era…? ¿Cómo era posible…? ¿Quién…? Pronto oí los gritos de mis tres zoquetes, pero mi atacante no perdió el tiempo; por increíble que me pareciera, me tomo de un brazo y me cargó sobre uno de mis costados en su hombro, eso mientras yo tenía una sensación de adormecimiento en el pecho. No terminaba de creer ni comprender la situación cuando el atacante comenzó a correr conmigo en dirección al bosque, dejando atrás rápidamente a mis tres tupidos asnos. Mi atacante corría conmigo a cuestas, la espada aún me atravesaba, pero yo no sentía nada, solo sentía que no podía moverme.

 

-rápido, disparen –dijo el sujeto, rebasando árboles en los que había arqueros escondidos, al dar la orden comenzaron a disparar flechas para detener a mis estúpidos comandantes. Me tocó ver solo como una pequeña parte salía de su escondite y disparaba antes de que los sobrepasáramos, y justo cuando los dejábamos atrás salía el resto para lanzar flechas sin moderación; después de un considerable tiempo dejamos atrás a los arqueros y el sujeto seguía llevándome a cuestas ¿Por qué? Solo había una explicación, más adelante se vengaría de mí o me llevaba como trofeo, o, si le había ido muy mal, que era su caso, entregarme a su superior compensaría su derrota. Llevé mis ojos a la espada que sobresalía de mi pecho, si tenía suerte, moriría antes de que me sometieran a un interrogatorio.

 

Tenía que admitirlo, el sujeto era muy fuerte, cargó conmigo y mi pesada armadura hasta salir del bosque, siguió cargando conmigo hasta encontrar un caballo, subirme y salir a todo galope. Éramos solo él y yo, no había más enemigos o aliados, todos los demás se habían quedado a pelear, así que él debía ser el general, o al menos, esa fue mi conclusión. Cabalgamos por un considerable tiempo hasta que llegamos a un rio, del que conforme avanzábamos se iba haciendo cada vez más amplio, al seguir por ese rio se llegaba a una desembocadura que llevaba directamente a un pequeño golfo donde estaban un par de barcos estacionados. Al vernos llegar, los tripulantes ayudaron a mi captor y nos subieron a ambos.

 

¿Quién lo diría? Yo había sido la secuestradora de mi esposa y ahora era la captiva de esas estúpidas escorias extranjeras.

 

Una vez en la cubierta, mientras aún me llevaban a cuestas, intenté mover mis manos para tocar la espada que aún me atravesaba, pero no funcionó. Algo no tenía lógica, algo no estaba bien. Sentí que pude mover los dedos, pero eso no fue suficiente como para poder mover el brazo, estaba paralizada. Al principio pensé que era por la sorpresa, pero ahora no comprendía y tampoco me explicaba que aún siguiera viva. Hay muchas cosas que son incomprensibles en la vida, pero estoy segura de que definitivamente, cuando una espada atraviesa un cuerpo no hay otra consecuencia más que la muerte, y que aún estuviera respirando era más que insólito. Aunque había una posibilidad, quizás la espada que seguía atravesándome evitaba que me desangrara ¿sería por eso que aún seguía viva? Quizás sí, pero no terminaba de sonar coherente, un corte de esta profundidad hará que me desangre, con espada o no y, ahí había otro detalle, no veía una gota sangre, sentía algo frio en la zona, como si fuera la sangre que se enfriaba, pero eso no quería decir que hubiera sangre, solo se sentía de esa forma.

 

Cuando mi captor terminó de subir y llegó a la cubierta del barco, me dejó sentada en el suelo, así que pronto la tripulación comenzó a rodearme y murmurar entre ellos. Subí los ojos a ver al sujeto que me había raptado, me miraba curioso y en silencio, quise hablar, quise preguntar, pero mi boca no se movía, no me quedó de otra más que mirarlo a los ojos directamente, sí, quería amedrentarlo o provocar algo en él, pero eso no sucedió, me sostuvó la mirada, pero curiosamente no era una mirada desafiante, más bien parecía… ¿sorprendido? Solo en ese momento me di cuenta de que ya no traía mi casco, quizá ese era el motivo de su sorpresa.

 

- ¿cree que resista? –alcance a oír que alguien le decía al hombre, entonces se rompió la conexión visual que manteníamos.

-sí, definitivamente lo hará –respondió él y se giró a buscar algo en los alrededores –larguémonos de una vez de aquí, nadie regresara.

- ¿está seguro? Podría haber sobrevivientes.

-cállate y da la vuelta, necesito ir a la nave insignia cuanto antes.

 

Definitivamente era el general del ejército, podía jurarlo. Decía que resistiría ¿pero a qué? ¿a la tortura? ¿a los golpes? ¿a un interrogatorio? No podía ser nada bueno. Una vez más intenté hablar, quería que me quitaran la espada, tal vez así podría desangrarme y morir, si eso ocurría tendría suerte y no podrían torturarme para obtener información, pero por cómo veía las cosas, ese general es bastante listo y no planea dejarme morir, en cualquier otra situación, sobrevivir es bueno, pero aquí ¿a costo de qué?

 

Aunque, después de todo, no pude pedir que me quitaran la espada, no pude articular palabra alguna, seguía con el cuerpo paralizado. El general enemigo, después de dar la orden no se fue a ningún otro lado, se quedó frente a mí, mirándome fijamente, tenía un rostro serio, pero entre más lo veía, más lograba notar una, casi imperceptible sonrisa, apenas un leve movimiento en las comisuras de su boca en combinación con la expresión de sus cejas parcialmente levantadas, me decía que estaba ¿sorprendido y feliz? La tripulación comenzó a moverse, poniéndose en camino, ignorándome por completo y contribuyendo a sus labores. Era obvio que nadie abogaría por mí, yo era igual a ese general, pero en el bando enemigo, era la persona a quien más odiarían, porque yo era quien daba las órdenes y la responsable de su derrota.

 

Aún estaba por completo en el suelo, pero ese pensamiento me permitió relajarme un poco, el saber que al menos yo gané, así que cerré los ojos y respiré lentamente. Ya no podía verlo, pero seguramente el general enemigo me estuviera vigilando. Bueno, lo que sea que me pase, al menos tengo el consuelo de que gané la batalla, quizás no la guerra, pero al menos si este intento de invasión. Claro que aún podía suceder algo, quizá, si tenía suficiente suerte, los barcos que había dispuesto para cerrar el camino pudieran interceptar esta nave y evitar que llegue a donde estaba el resto de sus naves, si sucedía eso tendría la oportunidad de morir dignamente sin ser sometida a una tortura.

 

Me mantuve con ese pensamiento, era una esperanza a la que me estaba aferrando, a la que me aferré por largas horas en las que realmente, esperaba que en cualquier momento gritaran que se aproximaban barcos enemigos, a cada hora, a cada momento me decía, pronto lo dirán, pronto. Pero el sol del mediodía dio paso al sol vespertino y lamentablemente, el único aviso que dio el vigía en el palo mayor, es que la nave insignia se acercaba. Ahí se fueron todas mis esperanzas.

 

Tardó un rato hasta que la nave insignia se emparejó con la que me llevaba, solo entonces se colocaron unas tablas y dos marineros me cargaron de los brazos para trasladarme a la otra nave, estando ahí, me dejaron junto al palo mayor, apoyada en mi hombro izquierdo, librando la espada que aún me atravesaba. Lo que me hacía preguntarme una vez más ¿Cómo aún seguía viva? Han pasado horas y no he visto la sangre correr… seria acaso ¿hechicería? No encontraba otra explicación, podía ser posible que mi hechizo de resistencia fuera más potente de lo que alguna vez imaginé o… que la espada que me atravesaba tuviera algún hechizo, eso no era del todo descabellado.

 

Pronto, el general enemigo cruzó del otro barco al que me habían llevado, la tripulación de este nuevo barco también me miró con curiosidad, entonces noté como uno de los que me miraban de lejos fue a hablarle al general enemigo. Ambos discutían algo por lo bajo mientras me veían. En mi mente, la lógica me decía que estarían planeando como interrogarme, pero también me hacían pensar que, si habían utilizado hechicería en mí, entonces la situación podría pintar peor.

 

Comencé a sentir más angustia que miedo después de un rato, cuando el subalterno del general y este último se acercaron a mí, uno llevaba una copa en las manos. Al principio no me pareció demasiado extraño, pero me alarmé cuando el general enemigo se aproximó a mí, me tomó por la mandíbula y me abrió la boca, entonces el otro mequetrefe vertió en mi boca lo que había en la copa, hubiera querido no tragar, pero aún me sentía paralizada, así que, para no ahogarme, lo mejor fue dejar que el líquido pasara por mi garganta. En ese momento no fui lógica, pero después razoné que lo que me habían dado no podía ser veneno. No imaginé que pudiera ser hasta que sentí por detrás como me retiraron la espada que me atravesaba el cuerpo, enseguida esperé sentir la sangre, ya podía imaginar el charco que se haría y tal vez mis viseras inundando la armadura, sin embargo, eso no ocurrió. La armadura quedo agujereada, pero no hubo sangre y la parálisis se acabó, así que, con toda seguridad, habían utilizado una opción para sanarme.

 

Me llevé una mano ahí por donde había sobresalido el extremo de la espada, pasé un dedo por el agujero y al volverlo a ver de cerca no había sangre, estaba perfectamente limpio. Inmediatamente quise preguntar por qué, pero me retuve. Estaba ante el enemigo, no iba a hablar con mis enemigos ni aunque me hubiesen salvado, no iba a soltarles ninguna información, aunque me sanaran o me torturaran de nueva cuenta, de modo que apoyé la cabeza en el palo mayor y seguí guardando silencio, aun a pesar de tener al general enemigo frente a mí con su subalterno y toda su tripulación.

 

Y, por curioso y extraño que fuera, el general enemigo no me habló ni me preguntó nada, al ver que seguía con vida después de retirarme la espada se giró a dar órdenes de retirada. Lo sabía, me llevaría como disculpa por su fracaso, entonces me torturarían hasta la muerte o me asesinarían en una exhibición pública en su país, una muerte humillante es lo que me esperaba. Exhalé con cansancio. Tenía que encontrar la forma de escapar, si lograba levantarme y correr, podría saltar por la borda y morir, con el peso de la armadura me hundiría rápidamente, serian solo unos minutos de sufrimiento mientras me quedaba sin aire. Desafortunadamente, el general enemigo designo a un par de guardias que me ataron con unas cadenas al palo mayor, me vigilo primero uno y luego el otro sujeto, alternándose toda la noche y durante los siguientes días, así que no tuve forma ni modo de escapar en ningún momento, lo peor es que me dejaron ahí, en la cubierta para que pudiera verme el general, apartándome solo unos minutos cada cierto tiempo para llevarme a hacer mis necesidades en una pequeña habitación cerca de la cubierta.

 

El viaje duró algunos días y no se me hizo el milagro de escapar, aunque constantemente pensaba en realizar un hechizo de fuerza y saltar por la borda, pero también consideraba a todos los marineros que se interpondrían en mi camino y que la muerte iba a ser muy tormentosa, así que de cierta forma, eso mermaba mis ganas de suicidarme, después de todo, aun a pesar de todo lo terrible y desfavorecedora que era esta situación, no quería morir, aun quería vivir y regresar, aún tenía algo de esperanza, una loca esperanza…

 

Pronto volví a pensar en escapar cuando el barco atracó en unos muelles, desconocidos para mí, probablemente habíamos llegado ya al reino enemigo. Una vez que llegamos a territorio enemigo, toda la tripulación se preparó para abandonar el barco, aunque todo eso quedó atrás cuando el general salió y ordenó a los dos guardias que me custodiaban, que me llevaran con él. Ambos sujetos me tomaron de los brazos y me bajaron el barco, me hicieron caminar hasta llegar a un carruaje, el general enemigo planeaba cargar conmigo en ese carruaje, pero al acercarse más a mi arrugó la nariz, seguramente yo apestaba.

 

-tomen otro carruaje y no le quiten un ojo de encima –supongo que el olor era muy fuerte, pero no era mi culpa, yo nunca quise que me secuestraran y pasar días sin lavarme ¿o sí? Los escoltas respondieron que sí y tomaron otro carruaje para llevarme. Sentí que esta era una buena oportunidad para escapar, pero también tenía curiosidad. Había algo en el general y en el ambiente que le rodeaba que me causaba curiosidad, ¿Por qué nunca me había hablado? ¿Por qué nunca me había preguntado nada? ¿Por qué solo me miraba? ¿Por qué me había sanado? ¿Por qué me trataba con cierto nivel de dignidad? Si iba con ellos tarde o temprano descubriría la verdad, pero perdería mi oportunidad de escapar, aunque valorando también mi condición, me encontraba en territorio enemigo, rodeada de muchos soldados enemigos ¿Qué pasaría si lograba escapar? Tendría que deshacerme de la armadura, mezclarme con la multitud y huir, robar dinero hasta que juntara lo suficiente como para poder huir del país, entonces, aunque me tomara tiempo, podría regresar con Shizuru. Una vez que subió el segundo guardia al carruaje, este comenzó a avanzar, entonces lo decidí, al carajo con la curiosidad, tengo prioridades, iba a escapar.

 

Lo primero que haría sería recitar un potente hechizo de fuerza, rompería las cadenas y mataría a los guardias, después seguiría con el cochero, robaría el caballo y me largaría a algún despoblado. Lo malo del asunto es que no sabía hacia donde iba, si nos mantendríamos en esta ciudad o saldríamos de ella, si salíamos tendría una mejor oportunidad, quizá debía esperar a que llegáramos a una parte menos poblada, entonces miré por la ventana, pero en lugar de alejarnos o que las casas disminuyeran o se hicieran cada vez más espaciadas, el carruaje pasaba frente a casas cada vez más ostentosas. Eso me dio una señal, no estábamos saliendo o yendo a un cuartel, íbamos al interior de la ciudad, mi corazón latió fuertemente, eso no podía ser bueno ni ventajoso. Quizá debía hacerlo ahora o no tendría oportunidad de escapar. Miré a mis custodios, ninguno me quitaba los ojos de encima, pero susurraría el hechizo tan bajo que solo verían el movimiento de mis labios sin oír mis palabras. Los miré, alternando la mirada entre uno y otro, entonces comencé el hechizo, hice apenas unos movimientos muy breves con los labios, pero uno de ellos se levantó y me colocó con fuerza la mano enfundada en hierro sobre la boca.

 

Al instante me sorprendí. No parecían molestos, pero definitivamente no me iban a permitir ni siquiera mover la boca. Esto no está bien. ¿Será posible que sepan que puedo hacer hechizos? Es imposible. Sin embargo, si me cubrían la boca no podía realizar ningún hechizo que me diera fuerza y resistencia, tendría que empujarlo, hacer el hechizo rápidamente, romper las cadenas, matarlos y… el carruaje se detuvo. Se me acabó el tiempo y era lo que menos esperaba.

 

Desde afuera un guardia abrió la puerta del carruaje, ahí en el exterior había más guardias, enseguida intercambie miradas con el individuo que sujetaba mi boca. Negó silenciosamente y luego dejó de taparme la boca, entonces bajamos silenciosamente del carruaje. Ahí afuera no era un cuartel o una casa, era la entrada de un palacio, con grandes y largos escalones cubiertos por una inmensa alfombra roja que estaba flanqueada por guardias cada cinco escalones. Respiré profundo, resignándome a la situación. No tenía espada, tenía a dos custodios muy atentos a mí y muchos guardias a mi alrededor, lo que me esperaba… talvez una ejecución publica desde el palacio.

 

No tuve mucho tiempo para pensar en mi vida, en mis logros o en mis fracasos, ni siquiera en si había hecho las cosas bien en la última batalla, solo podría pensar que al menos había hecho bien las cosas con Shizuru. Dentro de todas las cosas, no me fue tan mal en esta vida me dije, logré comandar el ejército de mi reino, contrajé matrimonio con la mujer que más deseaba, conocí el amor y aunque fue al final, fui correspondida. No había arrepentimientos.

 

Los guardias me instaron a subir los largos escalones hasta llegar a la entrada del palacio, pasamos varias puertas, varios pasillos hasta que llegamos a la entrada de una estancia. Entonces los custodios tocaron la puerta. Yo tenía experiencia en esto, me llevaban a un salón de audiencias, uno pequeño y privado, pero definitivamente era un salón de audiencias y si lo era, cosa de la que estaba muy segura, vería al Rey en persona y eso no lo entendía del todo ¿Por qué me llevarían a ver al rey en un salón privado? Lo normal sería que me presentaran frente a todos los nobles y me sentenciaran a muerte culpándome por la derrota de su ejército, sus pérdidas monetarias, militares, y un largo etcétera, eso en caso de que no decidieran torturarme…

 

- ¡adelante! –dijeron desde el interior, entonces las puertas se abrieron por dentro e ingresé junto a mis custodios, ahí, hasta el fondo, en un trono de tamaño considerable y nada modesto, estaba sentada una chica pelirroja de ojos verdes, no pude ocultar mi sorpresa ¿Qué no el dirigente era un Rey de edad avanzada? –acérquense, su majestad desea verla de cerca –todo esto pintaba muy raro.

 

Mis custodios me llevaron hasta el frente de la mujer, era joven, quizá un poco más joven que yo, pero lo más asombroso era el inusual tono de sus ojos, tan raro y tan curioso. Quizás ella pensaba lo mismo que yo, porque se quedó mirándome por un largo rato con las cejas fruncidas. Yo también la miré, con curiosidad, con seriedad, con detenimiento y luego miré a las otras personas que había en la estancia, no había nadie más que guardias, un vocero y el ya tan conocido general enemigo.

 

-bueno, ahora sí puedo creerlo –dijo ella, apoyándose en su respaldo después de mirarme –así que eres Kuga –dijo ella - ¿Cuál es tu nombre completo? Hay que anotarlo en el árbol familiar –por completo arrugué el rostro y quizá solo me falto decir: ¿Qué? - ¿es que acaso no habla? –le preguntó a su general.

-me aseguré de que no sufriera ningún daño permanente, su majestad –entonces tomé aire.

-no estoy entendiendo que está pasando… creí que me trajeron aquí para ejecutarme.

-nadie va a ejecutarte –dijo la mujer –aún… -vaya, qué consuelo –Kuga, tú me perteneces –al instante me quedé pasmada y con la boca abierta ¿está loca? –hace mucho, mucho tiempo, una de mis tías fue al Reino Este, Fuuka, conocería el país y luego regresaría, pero no volvió, ella se quedó allá… sin embargo, para no entrar en demasiados detalles, cabe mencionar que ella traicionó a la familia y nunca más volvimos a saber de ella, hasta hoy, quizás. Hay rasgos característicos que te señalan como miembro de mi familia, el tono de tu piel, de tus ojos y tu uso de hechicería, normalmente me parecería irreal que pertenezcas a esta noble estirpe, pero hay cosas que lo hacen evidente.

- ¿hechicería? –ese punto era el que más había llamado mi atención.

-hechicería, no finjas que no, dicen que en batalla eres más fuerte que diez hombres, eso no lo logras de la nada –bueno, ella tenía un muy buen punto –la hechicería es algo que solo nuestra familia puede hacer en todo el reino –bueno, sabía que muy pocas personas podían, pero no sabía que tan limitado era el uso de hechicería –por lo tanto, tu perteneces a mi reino, me perteneces y tienes una deuda que pagar –ella está, definitivamente, mal de la cabeza –si me juras lealtad puedes quedarte, te perdonaré la vida y podrás servirme como un miembro más de mi familia.

-hay algo que no entiendo –le dije –tenía entendido que el dirigente actual era el Rey Zhang…

-bueno, era, ahora yo soy la Reina, puedes llamarme Reina Zhang –fruncí las cejas sin comprender –mi padre murió… en un desafortunado accidente, ya estaba muy anciano.

-pero ¿Qué no tenía varios hijos? –sabía que los herederos a la corona eran otros y no esta chica pelirroja.

-sí, ellos también murieron en un desafortunado accidente –bueno, algo me decía que ese desafortunado accidente no tenía nada de accidente, por lo tanto, estaba frente a una mujer muy peligrosa que había asesinado a su familia para heredar el poder.

-lamento mucho su perdida –ella asintió con fingido pesar.

-ahora, quiero tu respuesta Kuga, ¿te unirás a mí, o no? –yo me quedé en silencio, era verdad que había puntos que tenían cierta credibilidad, pero todo parecía muy fantasioso, sin embargo, por otro lado, aquí estaba en juego mi vida y tenía una oportunidad de sobrevivir.

- ¿Qué es lo que quiere de mí, exactamente?

-lealtad, con tu reino de origen y conmigo, olvida todo lo que tenías en ese basurero, yo te daré cinco veces lo que tenías antes.

- ¿a cambio de qué? –porque, aunque se decía ser de mi familia, nadie da nada por nada.

-de tu vida, de que no seas un estorbo en la conquista del Reino Este y contribuyas, solo eso… por ahora.

-majestad –le dijo el general que estaba de pie a su lado –ella está casada, hace poco contrajo nupcias con una familiar de la Reina, todo el Reino Este se enteró, no puede confiar en que ella colaborara.

- ¿es cierto? ¿has contraído matrimonio? –preguntó con molestia –que asco, encima de que tu sangre está contaminada con esa gente inferior, te has involucrado con… ¿con quién dices que contrajo matrimonio? –le preguntó a su general.

-una mujer que es familiar cercana de la reina… -la pelirroja alzo las cejas, sorprendida.

-una mujer… así que eres una rebelde, me agradas –yo no sabía si agradarle era bueno o malo, ya no sabía nada –aunque debo informarte que ese matrimonio no es válido –no le pregunte a que se refería, pero fruncí las cejas –tú perteneces a este reino –aunque siguiendo esa lógica, también pertenecía al otro reino… -y como yo no di mi consentimiento, el matrimonio es invalido, de modo que siéntete libre de escoger a otra candidata a matrimonio, o si lo prefieres, puedes optar por el concubinato, aquí si lo permitimos… -¿me estaba dando una indirecta?

-gracias…

-ahora, necesito tu respuesta –por un momento había olvidado ese detalle… - ¿juras lealtad o prefieres la ejecución? –estuve a punto de optar por “jurar” lealtad, pero mirando con detalle, esta mujer, aunque joven, no era nada estúpida, ella no se limitaría a mi simple palabra, algo debía tener preparado.

- ¿Cómo se asegurará de tener mi lealtad? –ella pronto sonrió con esos labios pintados de carmín.

-con una poción -una poción, ahí estaba el detalle… no sabía que existían ese tipo de cosas, de hecho apenas y conocía algunos hechizos, pero si lo que decía esta mujer era cierto y su familia sabía bien utilizar la hechicería, entonces no era para nada inesperado que pudiera hacer pociones… pensaba en eso cuando inmediatamente se iluminó algo en mi mente, claro, el general había usado una poción conmigo en el barco, por eso estaba ahora en perfectas condiciones, una poción que me había curado, literal, mágicamente, sin embargo, si tenía una poción para serle leal, ¿Por qué no simplemente me obligaban a beberla como habían hecho en el barco?

- ¿y porque simplemente no me obligan a beberla?

-por ser de mi familia tienes cierta resistencia a algunos tipos de hechizos, si yo te forzara a beber este tipo de poción, no funcionara, juras fidelidad o vas directo al cadalso.

-entiendo… -esto podría tener implicaciones mucho más complicadas de las que hubiera esperado. Si aceptaba la poción y juraba lealtad, seguramente regresaría al Reino Este como su enemiga, conquistaríamos el reino y derrocaríamos a la Reina, pero al menos tendría la oportunidad de volver a ver a Shizuru y garantizar su seguridad, a veces, es mejor estar con el diablo que en contra de él –que traigan la poción, la tomaré -desde lo alto y en su trono, la mujer sonrió complacida.

-yo hare personalmente la poción.

 

No pude evitar alzar las cejas, sorprendida, creí que ya tenía la poción y solo tenía que beberla. No sabía de pociones, pero ¿quizás necesitaba ser preparada y consumida inmediatamente? La hechicería podía ser complicada, al menos es lo que solía decir mi madre. Ella sabía muchos más hechizos, pero solo logré aprender algunos, de modo que, en este ámbito, mis conocimientos eran limitados. Pronto ella se puso de pie y bajó por los pequeños escaloncitos que elevaban su trono hasta llegar frente a mí, me miró unos momentos aún con esa pequeña sonrisita y después pasó de largo, alzando una mano, indicando que la siguiera, o quizás, que me llevaran mis custodios con ella, como fuera que sea, tanto mis custodios como el general y yo, seguimos a la mujer al exterior, caminamos por varios pasillos hasta llegar a una habitación donde había una espaciosa mesa con varios libros y materiales, cosas como hojitas, hierbitas, polvitos y palitos, cosillas que nadie tomaría en cuenta. Al llegar ella a la mesa, revisó los materiales uno por uno.

 

- ¿has hecho una poción alguna vez? –miré a mis custodios que se mantenían callados y luego al general, que no hizo ni el intento de abrir la boca, entonces supuse que me hablaba a mí.

-no –bien pude haber mentido, pero me vería más ridícula si mentía y después me pedía hacer alguna cosa que obviamente no sabía hacer –pociones no se hacer alguna.

-entonces tu especialidad son los hechizos –contestó mientas ella ponía unas hojitas en un recipiente.

-solo se hacer algunos hechizos.

-no seas modesta –ella continuaba agregando cosas y yo miraba con curiosidad.

-no soy modesta –ella volvió a verme, noté una breve molestia ¿no le habrá gustado como contesté? Los dirigentes podían ser tan… susceptibles…

-qué bueno que no lo seas, entonces… -realmente no sabía que tenía frente a mi ¿una mujer ególatra? ¿vanidosa? ¿ansiosa de poder? ¿de fama? ¿era perversa? ¿ruin? ¿cruel? ¿maliciosa? ¿sádica? ¿gustaba de la adulación? Si no sabía que tenía enfrente, no sabía que respuestas eran adecuadas o no… -talvez, después, te muestre como hacer alguna poción.

-esperare ansiosamente tal honor –aunque la adulación nunca fallaba.

-sin duda eres más astuta que mis hermanos –dijo ella, con una risita –los estúpidos me subestimaban.

-a riesgo de ofender a los fallecidos, tendría que ser muy estúpida si no reconociera que aquí estoy a su completa disposición –ella volvió a reír.

-es cierto, ellos definitivamente lo eran.

 

Tal parecía, que a esa mujer le gustaba la adulación y el desprecio sobre aquellos que la habían menospreciado. No era una situación que conociera, sin embargo, podía comprenderla. Después de aquello no volvió a hablar, mezcló algunas hiervas y ramitas, las puso en un recipiente con agua, luego pidió fuego y un sirviente llegó corriendo para asistirla, mientras el fuego iba caldeando el agua, ella arrojó algunos polvitos con pequeñas murmuraciones que no alcance a oír. A cualquiera esto le parecería absurdo o imposible, quizás hasta demoniaco, pero yo sabía bien que era muy en serio, por eso mismo estaba dudando. ¿Cuánta de mi libertad iba a perder al tomar esa poción? ¿Qué tal si después me volvía tan leal, que cuando quisiera salvar a Shizuru ella me ordenada no hacerlo y yo le obedecía? Eso traicionaría a mis sentimientos y los juramentos que había hecho… si eso llegaba a suceder ¿Qué sentido tenía beber la poción? ¿Qué sentido tenía continuar con mi vida? A menos que… miré la mesa donde había varios libros, detallé que había un par de ellos abiertos y aunque no podía leer lo que decían, por la forma del texto y las ilustraciones, parecía que explicaba cómo hacer alguna poción, si eso era cierto, posiblemente en este palacio pudiera encontrar información sobre algún hechizo o poción que lograra deshacer la que estaba por beber, es decir, había al menos y de momento, una esperanza.

 

Si bien eso era bueno, volvía la incertidumbre. ¿Qué tal si me vuelvo tan leal que, aunque encuentre una poción o hechizo que me ayude a revertir los efectos de esta poción, decida no tomarla precisamente por ser leal a esta mujer? Estuve a punto de suspirar profundamente, pero me contuve, quizá esto solo es por fuerza de voluntad, quizá las cosas no salgan tan mal, quizá, si me doy cuenta de que definitivamente no puedo contra esta poción, pueda cortarme las venas o beber veneno, a pesar de lo deshonrosa que sería esa muerte, pero peor sería traicionar mi palabra. Cerré los ojos brevemente, solo me queda esa esperanza. Después, volví a mirar lo qué hacia esa mujer, ella revolvía suavemente con un cucharon el contenido del recipiente. Después de un rato, ella pidió a su asistente que sirviera la poción en una taza. Mire como inclinó el recipiente, pronto el líquido amarillo y humeante comenzó a llenar la taza. Al terminar, el sujeto caminó hasta llegar frente a mí y me extendió el brebaje.

 

Miré la taza en las manos del hombre, humeante y de olor penetrante, ciertamente aromático, al menos parecía que no olía tan mal. Respiré profundo y tomé la taza en mis manos, estaba bastante caliente así que soplé un poco. La verdad, perdí tiempo deliberadamente tratando de enfriar el líquido, me tardé tanto que comencé a sentir las miradas de todos sobre mí, presionándome. Pronto llegó el momento en que ya no se sentía tan caliente la taza y debía tomar la poción. Maldita sea esta porquería, me dije mientras me acercaba la taza a los labios, ojalá que esta porquería no funcione. De modo que llegó el momento en que el líquido ingresó a mi boca, lo suficientemente tibio como para no quemarme. Al llegar a mi lengua noté un sabor amargo, pero conforme lo bebía fue perdiendo el sabor desagradable hasta simplemente sentirse como una bebida con un sabor raro, aunque no desagradable. Al terminar de beber le di la taza al ayudante y miré a la mujer, luego al general y los custodios, todos estaban mirándome, expectantes, y yo no sabía que decir o hacer, a decir verdad, no me sentía diferente y estas cosas hacen reacción inmediata, al menos así era con los hechizos.

 

-quítenle las cadenas –dijo la mujer.

- ¿está segura? –dijo el general - ¿realmente ya hizo efecto?

-por supuesto –contestó ella –ahora de verdad pertenece a este reino –entonces se dirigió a su ayudante –que le preparen un baño, ya no soporto el hedor –me sentí ofendida con ese comentario, pero no podía culparla, tenía razón, yo apestaba.

-pero, ella no ha dicho nada aún… -siguió el general, ella alzó una mano.

-ya basta –dijo en un tono que se asomaba su irritación –es una maldita orden.

-si su majestad –dijo el sujeto, mirándome receloso - ¿algo que quieras decir?

-ya era hora de que me traten como una persona, necesito un maldito baño ¿Qué soy? ¿indigente? –enseguida torció la boca, disgustado –su majestad –le dije a la mujer –gracias por la maravillosa oportunidad que me ha conseguido, no soy digna de tal honor, pero quiero agradecer la gracia que me ha otorgado, seguro no hay palabras en este mundo para expresar mi gratitud –ella sonrió más que complacida.

-es lo menos que podía hacer por mi amada súbdita, después de todo, no olvido que perteneces a mi familia, primero debía darte la opción, tenía que ser justa –sí, la estúpida se había tragado el cuento.

-es un honor, un verdadero honor, muchas gracias, ahora, si me lo permite, quiero dejar de ofender a sus exquisitos sentidos con mi horroroso hedor, así que tomaré el baño.

-proceda, proceda –dijo ella, cada vez más satisfecha.

 

No sé lo que había pasado, pero no sentía ni un gramo de lealtad por la mujer. Quizá ella tuviera razón, talvez en verdad soy resistente a los hechizos y no había funcionado la poción, o quizá en verdad era cuestión de tiempo …y eso me asustaba. Pronto, mis custodios me acompañaron fuera de la habitación, dejando atrás a la mujer que me negaba a llamar Reina, por lo menos en mi mente, y a su general. Una vez fuera, nos quedamos a un lado de las puertas, en silencio y sin movernos, yo agradecí ese momento de paz y quietud, me tallé un poco las muñecas donde había traído las cadenas, sin embargo, después de un rato ahí, me pareció que ese par de asnos no sabía que hacer ahora conmigo. No puede ser, me dije, parece que la estupidez se transfiere.

 

Aunque por supuesto, no podía decirles eso, aunque lo merecieran. De modo que traté de ser paciente y no decir nada. Debo admitir que tener paciencia con aquellos imbéciles fue difícil, de hecho, se me estaba acabando la paciencia cuando apareció el anterior ayudante de la mujer llamada Zhang, la cual, hasta ahora desconocía el nombre. Este ayudante llegó para realizar la orden de su reina, orden que implicaba mi aseo.

 

-sígame, por favor –me dijo el hombrecito, así que comencé a caminar tras él, igual que los dos brutos que tenía por custodios –a donde vamos ustedes no son necesarios –les dijo, luego de dar un par de pasos. Obviamente, no pude evitar sonreír.

-adiós –les dije, intentando no burlarme demasiado. Sé que estoy en desventaja, pero no podía evitarlo.

 

Una vez que los dejamos atrás, seguí al hombrecito por los largos pasillos del palacio. Debía aceptarlo, era una construcción exquisita, espaciosa y de hermosos detalles, asquerosamente lujosos, bordes y cincelados, caros y difíciles de lograr. Ciertamente el Reino Oeste era bastante rico, tenía un vasto ejército, muchas naves y una buena extensión de territorio ¿estaría a la par del nuestro? Mirando el castillo no podía saberlo, los hombres que solía mandar a obtener información no hacían mención de cómo era este reino, en realidad, sabia poco de sus condiciones económicas y eso, ahora que lo notaba, era malo… bueno, lo que puedo hacer, es investigar y solucionar esa falta de información.

 

-milady –dijo el hombrecito y lo miré con los ojos bien abiertos, hacía años que nadie usaba esa expresión conmigo –ya se ha dispuesto todo para que tome un delicioso aseo, dentro hay doncellas que le ayudaran con la tarea, además se ha provisto de un lindo vestido, más tarde volveré a buscarla para asignarle una habitación… -ah sí, deje de escuchar cuando dijo vestido ¿se refería a un cambio de ropa o a un, vestido, vestido? - …de modo que espero se sienta cómoda.

-sí, gracias… -dije, pero pronto me sentí contrariada.

 

Tomé el pomo de la puerta e ingresé, ahí dentro había seis doncellas, un poco menos de lo que estaba acostumbrada, pero podía adaptarme, entonces recorrí la habitación con la mirada, buscando la muda de ropa, por suerte la halle, di unos pasos y sin tocar nada examiné la prenda, definitivamente era un brial, una prenda que no estaba dispuesta a vestir por el hecho de que era, absolutamente, nada práctica.

 

-no usare eso –le dije a las mujeres –quiero unas calzas y un tabardo, de otro modo me resistiré a salir de esta habitación –entonces me acerqué a ellas y extendí los brazos.

-por… por supuesto milady –dijo una, que fue la que comenzó a desabrochar las hebillas de la armadura.

-también, quiero que se entienda que no pienso deshacerme de mi armadura –una vez que ella comenzó a quitar una pieza, el resto de mujeres se sumaron a la tarea –de hecho, quiero que sea aseada y pulida, nada más.

-sí, milady –después de años de escuchar otra forma de llamarme, esa expresión estaba irritándome.

 

Pero mis pensamientos quedaron en otra instancia cuando me retiraron la coraza y de ahí cayó al suelo la carta de Shizuru. Todas las doncellas vieron como caía el documento. A mi casi se me salen los ojos de la impresión, había olvidado que estaba ahí. Inmediatamente quise arrojarme sobre la carta y arrebatárselas, no quería que sus asquerosas manos tocaran lo que había hecho para mí la mujer por la que estaba arriesgando todo, sin embargo, preferí ser prudente. Entonces, una de las doncellas se agachó y tomó el papel.

 

-milady, esto es suyo –la extendió y yo la tomé con dos dedos, la mire brevemente, estaba manchada de sudor, sangre y agua salada, incluso se notaba que parte de la tinta estaba corrida.

-póngala ahí, donde no se maltrate más de lo que ya está –debía ser precavida, ¿Qué tal si pensaban que tenía contenido importante? ¿Qué tal me la robaban por eso? debía mostrarme fría con el documento, con el fin de que se percibiera que era una carta insignificante.

-claro que sí, milady –enseguida la doncella la colocó en un asiento.

-por cierto, ¿hay un herrero decente en esta ciudad? Quiero que le quiten la sal a mi armadura, es una armadura templada muy fina.

-claro que sí, milady.

 

Pude notar que les causé problemas a las doncellas con mis pedidos, pero había cosas que definitivamente no podía permitir, nunca se sabía en qué momento debía estar preparada para responder ante la situación y vistiendo un brial, definitivamente no podría actuar. Mientras me lavaban, una de ellas salió y demoró un largo rato hasta que regresó con prendas diferentes en las manos, por suerte, yo disfruté del aseo con calma, aunque al pendiente de mi carta, y cuando menos me di cuenta, ellas ya habían terminado de lavarme, me enjuagaban y secaban para pronto vestirme con prendas que visiblemente no eran de mi talla, pero que sin duda era mejor que andar sin nada encima. Me recargué en el respaldo de un asiento mientras me colocaban el calzado y exhalé, un poco cansada.

 

-está listo milady –la expresión era correcta, pero también extraña y no sabía si debía decirles algo, porque, aunque ahora era una persona “leal” a la reina, no sabía bien mi posición.

-han llegado por usted milady –dijo otra, que se acercaba desde la puerta.

-muy bien –entonces me puse de pie y fui a la puerta, simulé que estaba a punto de olvidar la carta.

-ah, cierto, cierto, la carta –de modo que una de las doncellas corrió a traerla –gracias –le dije, la doncella me hizo una brevísima reverencia y yo guardé mi documento entre mi nueva ropa. Al terminar salí de la habitación, ahí, afuera, estaba el anterior hombrecillo.

-milady, luce… -entonces miró la ropa que llevaba –esplendida –yo alcé una ceja.

-sabe que yo dirigía un ejército, ¿verdad? –la cara de confusión no se hizo esperar –no lama mis botas, los halagos infundados son irritantes.

-sí, milady –ahí estaba esa sensación extraña otra vez.

-lléveme a la habitación que se me ha asignado.

-sí, milady.

-después consígame una audiencia con su majestad.

-sí, milady.

 

Este sujeto era odioso. Después de la corta conversación, tal como lo pedí, me llevó a una habitación que no estaba realmente tan lejos de donde me habían concedido el aseo. La habitación era grande y vistosa, de tonos blancos y dorados, con una gran ventana que daba a ver al exterior donde se alcanzaban a ver casas y en la lejanía, el azul del mar. Una vez que el sujeto me mostró la habitación, se marchó. Por otra parte, yo me senté en un sillón y pasé los dedos por el descansabrazos. Al fin un poco de paz y quietud, me dije. Ahora mismo estaba a salvo, aseada y podía descansar, pero no me sentía para nada tranquila, mi posición era inestable, no sabía cuál era mi estatus, no sabía si podía mandar y exigir, no sabía que libertades tenia, así que debía aclarar eso, aquella mujer había dicho que me daría “cinco veces” lo que tenía, eso sería demasiado y… ciertamente tentador. Si en verdad puedo conseguir tanto… puedo cambiar mis planes.

 

Pero ¿volverme una traidora? ¿es verdad que pertenezco a este reino? ¿a quién en verdad le debo lealtad? Antes del anterior ataque al Reino Este, no sentía una lealtad en particular, no sentía un deber real, pero lo había hecho por mis padres, así que, en realidad, no había una verdadera fidelidad, lo cierto es que… simplemente me había convenido. Pura y simple conveniencia que había disfrazado con los ideales que caracterizan a un caballero de la reina. En esta situación ¿debía mantenerlos? No sabía que debía hacer y cuando eso sucede hay una forma muy fácil de tomar una decisión, tenía que sopesar ambos lados ¿Cómo? Con aptitudes ¿Cuál reino era más apto? ¿con cuál era más fácil la victoria? ¿Cuál tenía un mejor ejercito? ¿Cuál tenía más naves? ¿Cuál era más rico y estable? Al mejor le daría mi lealtad siempre y cuando me dieran todo lo que yo necesitara.

 

-milady –era aquel hombrecito desde el exterior de las puertas.

-pasa –le respondí en voz alta.

-su majestad le concederá una audiencia por la tarde, después del almuerzo –asentí en silencio –usted está invitada ¿gusta asistir? - ¿estaba invitada a almorzar con esa mujer?

-asistiré –le dije con seguridad, pero estaba curiosa.

-perfecto, yo mismo vendré a llevarla al comedor cuando sea la hora.

 

Entonces el hombrecito se marchó. Era interesante y curioso, quizás esa mujer sentía interés, curiosidad o en verdad quería tenerme de su lado y para eso iba a ser amable y generosa. Me dio risa ese pensamiento. Todos los dirigentes tratan de convencerte del mismo modo. Me recargué en el respaldo y respiré profundamente. Entonces recordé la carta. Busqué entre mis ropas y finalmente nos volvíamos a encontrar. Desplegué la carta y casi toda la tinta estaba corrida, pero había un par de palabras que aún estaban legibles: “vuelve conmigo…” di un suspiro entrecortado, me atravesó el pecho y garganta, doliéndome.

 

Me levanté del sillón y miré en derredor. Muy posiblemente Zhang se enteraría de la carta y por supuesto que mandaría a saber sobre ella, de modo que la mejor manera de que sobreviviera era dejarla en un sitio lo más visible posible. Di unos pasos y mire el espacio que había sobre la chimenea, la coloque ahí, donde se podía ver claramente desde cualquier lugar de la habitación. Si la dejaba visible, a quien enviara la encontraría fácilmente y cuando la revisara, se daría cuenta de que no había nada que esconder, pues todo el mensaje estaba casi borrado y lo que se alcanzaba a leer no era especialmente llamativo, ni siquiera se alcanzaba a leer el nombre o la firma de Shizuru, para cualquiera era una carta sin valor. Pronto perdería importancia y la conservaría sin problema.

 

Pero, aunque para cualquiera no decía nada importante, para mí lo decía todo. Tengo que volver. De modo que no había ninguna otra opción para mí, tenía que mostrarme como alguien muy capaz, alguien que Zhang necesitaba, no sería difícil teniendo a ese general incompetente. Sentí cierta tranquilidad y me acosté en la cama que estaba en la habitación, había pasado varios días en la incómoda cubierta de ese barco, necesitaba descansar, aunque no me sintiera del todo segura en este lugar. Bueno, lo peor que puede pasarme es que me corten el cuello.

 

Capítulo 17.

 

De esa manera, me recosté en la cama y dormité por un largo rato, hasta que llegó aquel hombrecillo que me llevó al comedor, donde estaba esa mujer junto con el general. Se podía notar desde lejos que yo no le agradaba a ese sujeto. ¿Molestarlo? Me encantaría, pero debía ser precavida. De momento saludé a los presentes y tomé asiento donde me indicó el sujetin, sorpresivamente, al lado izquierdo de Zhang. Obviamente esperaba una conversación en este almuerzo, incluso que el general intentara molestarme con algún comentario mordaz, pero no ocurrió, todo transcurrió en calma y silencio, sin miradas incomodas. Al terminar, ambos se levantaron y el hombrecillo que ha tomado la responsabilidad de guiarme, me instó a ir tras de ellos. Pronto llegamos a una estancia, con sillones, divanes, mesas y una chimenea, nada de tronos, escalones o guardias, lo que me hacía pensar que ella se sentía segura. Sería muy fácil romperle el cuello al general y luego matarla a ella, pero por supuesto, no me convenía.

 

-puede retirarse –le dijo ella al hombre, este último hizo una reverencia y se marchó, ahora estaba por completo sola, de verdad se sentía confiada. Cada vez me convencía más de que la poción no había funcionado, si hubiera funcionado no pensaría en lo fácil que sería romperle el cuello, aun sin usar hechizos fortalecedores –recibí tu petición, así que aquí estamos.

-gracias por acceder tan rápido a una audiencia –ella asintió con una leve sonrisita –solo quiero saber los términos de mi estancia, hablar claro, dijeran por ahí.

-hablando claro, te daré lo que quieras para que me ayudes a conquistar el Reino Este –bueno, eso había sido bastante… breve, así que no me decía mucho, de modo que intenté preguntar algo de lo que verdaderamente me causaba curiosidad.

- ¿Por qué quieres el Reino Este? ¿problemas económicos?

-lo quiero porque puedo conseguirlo - ¿Qué era? ¿una niña berrinchuda? Una vez más no estaba obteniendo la información que quería.

-ya… ¿simple ambición?

-por decirlo así, simple ambición –yo asentí suavemente, no me convencía –mi reino no necesita riquezas, no pasa hambre ni escasez de alguna forma, pero si hay demasiada paz, pronto habrá problemas internos –ya veía su punto –hacer la guerra trae muchos beneficios, paz interna, riqueza y que mis súbditos me alaben, verán que yo conseguiré lo que mi padre no pudo.

- ¿no es porque quieras venganza o algo así? –porque yo ya le había hecho perder muchas tropas…

-si quisiera venganza habría ordenado tu ejecución, porque fuiste tú quien derrotó a mi ejército.

-mis más sinceras disculpas, no sabía lo que hacía –por supuesto que no eran sinceras.

-solo pone en evidencia la mediocridad del general que elegí, pero no me queda de otra, él me apoyó para tomar el trono, por eso, aunque me gustaría reemplazarlo y colocarte como general, vas a ser su auxiliar, solo él estará sobre ti militarmente, fuera de aquello, perteneces a la familia real, nadie puede ponerte un dedo.

-bueno, eso me tranquiliza bastante… no pretendo alguna presentación ni nada de eso, pero ¿Cómo debo presentarme?

-tu apariencia es suficiente presentación –me quede momentáneamente confundida –los ojos verdes son una característica de la familia real, aunque mi padre solía decir que fue una maldición y por eso tenemos este color, yo pienso que de ahí viene la resistencia a la hechicería –y personalmente, me parecía una estupidez, pero me tragué mis comentarios.

-entonces este tono de ojos es como una marca innegable –ella asintió, pero yo tuve mis dudas, realmente el color de sus ojos es verde, pero no me parece que sea el mismo color, de hecho, encontraba más coincidencias en las características de ella y la canciller Sugiura, cabello pelirrojo y el mismo tono de verde, quizá se estaba equivocando conmigo, quizá su verdadera familiar es la canciller, aunque por supuesto, no estaba dispuesta a decirlo –eso facilita mucho las cosas.

-muy cierto, todos en el reino lo saben –aunque… ¿Cómo explicaba el hecho de que la hechicería es parte de nuestras familias? Solo me queda pensar en que talvez si hay un tipo de relación familiar, pero muy lejano.

- ¿y también saben que podemos hacer hechizos?

-sí y no… -obviamente hice una expresión rara, o sea ¿Qué? – saben que en un pasado la familia real poseía magia, pero no tocamos el tema, ni uso la hechicería de forma abierta.

- ¿Por qué podría dar como resultado una sublevación?

-siendo honesta, la gente es estúpida y quiere lo que no puede tener, en el peor escenario, la gente querría mi hechicería, habría una rebelión y luego me matarían, no hace falta decir que no pienso morir –yo me quedé en silencio unos momentos, pensando.

-en el Reino Este la hechicería no tiene muy buena fama, pero es algo de lo que se sabe a voces, creí que aquí sería igual o quizá más aceptado, más aún si es algo característico de esta familia.

-supongo que en el pasado fue así, pero a veces no es bueno que se sepan tan bien las ventajas que la realeza tiene.

-por supuesto –en eso estaba muy de acuerdo –ahora, ¿puedo andar libremente por el palacio?

-puedes quedarte aquí, conmigo… -a ver, espera ¿cómo? –o te puedo dar una casa en la ciudad, te dije que te daría lo que quieras, que te daría cinco veces lo que tienes en el Reino Este –entonces me quedé pensando.

-tengo un enorme castillo ¿me darás cinco castillos? ¿cinco esposas? ¿cinco ejércitos? –ella sonrió, traviesa.

-si de verdad quieres te daré cinco castillos y cinco mujeres, pero solo hay un ejército –yo sonreí.

-bueno, cinco castillos, con todas las tierras que implican, es suficiente –ella mostro una sonrisa de satisfacción, casi podía adivinar lo que estaba pensando, algo como: “eres ambiciosa y ahora te tengo” y como ella bien había dicho anteriormente, sí y no, lo único que tiene es mi conveniencia, así que, hablando de eso…

-hay otra cosa –ella dejó de estar en sus propias divagaciones y volvió a verme –ya que voy a ser auxiliar de ese patán, necesito saber cuándo se prevé hacer el siguiente ataque, cuáles son los números del ejército, cuantas… -ella alzo una mano, deteniéndome.

-eso lo hablaremos con el general, él es el que sabe todo eso.

-entiendo –enseguida me retrajé en mi asiento –bueno, entonces, si no le molesta a su majestad, me gustaría quedarme en el palacio hasta el siguiente ataque ¿puedo andar con libertad? ¿puedo mirar la biblioteca?

-sin duda alguna –respondió jovial.

 

Esa mujer estaba completamente segura de que yo estaba a sus pies, estaba tan segura de que yo le era fiel, que no solo me había dado permiso de pasear libremente por el palacio y por la biblioteca, sino que me había dado la llave para poder mirar algunos libros que pertenecían exclusivamente a la familia real, libros de hechicería y pociones. ¿Podía ser más estúpida? O quizás no era estupidez, quizá era arrogancia, simple pedantería, segura de que era muy buena haciendo pociones y que la que había usado en mí, había funcionado. Ingenua.

 

Sin embargo, aunque aquella tarde comenzó con temas importantes, importantes para mí debo aclarar, terminó siendo una conversación banal sobre el castillo, la habitación en la que estábamos, e incluso sobre el asno que ella tenía por general de su ejército. Esa extraña audiencia que me pareció más una simple invitación a tomar el té y pasar el rato conversando amenamente. Sumado a eso, también me encontré con la opinión personal de aquella mujer sobre sus súbditos y también su opinión sobre el Reino Este; para ella, eran personas ajenas y por tanto, inferiores, que solo tenían buenas tierras que podían ser bien trabajadas, pero fuera de eso, no había, al menos en apariencia, un objetivo mayor que usar al Reino Este para entretener a sus súbditos, es un simple elemento distractor para obtener más ganancias, sin embargo, cuando logre conquistar al Reino Este, ¿Cuál va a ser su siguiente objetivo? Bueno… no pude evitar preguntárselo.

 

-hay mayores territorios al Norte ¿has escuchado de ellos? –yo asentí en silencio, recordando.

-he escuchado cosas, incontables reinos que son por lo menos tres veces más grandes que los de aquí, y diez veces más lejos…

-ya tengo espías infiltrados –la miré sorprendida, verdaderamente sorprendida.

- ¿tanto así das por hecho que conquistaras al Reino Este? –ella sonrió, era una sonrisa molesta.

-por supuesto, ya te tengo a ti, es solo cuestión de tiempo.

 

Ella sí que decía las palabras adecuadas para adularme. Ciertamente aquella reunión fue una gran fuente de información. Ella planeaba invadir el Reino Este y quizás financiar una campaña en el Norte con las riquezas del Reino Este, una propuesta arriesgada pero necesaria, teniendo en cuenta las dificultades que puede traer una época de paz demasiado prolongada. A veces la guerra es necesaria. No es algo que me guste, pero en verdad puede ser conveniente.

 

Después de una larga tarde de charlas con mi recién descubierta familiar, tuve que marcharme con la excusa de sentirme cansada. Al salir del salón donde me encontraba, hallé al hombrecillo que últimamente estaba acompañándome constantemente. Por alguna razón, me resultaba irritante su existencia, quizá era su tamaño, me recordaba a cierto enano del demonio. Fue casi cuando llegábamos a mi habitación que decidí que no tenía por qué soportarlo más, no si realmente tenía poder en este reino.

 

-cómo te llames –le dije –a partir de mañana quiero una doncella para que me asista, no quiero verte más, me irritas.

-pero milady, su majestad… -

-que sea guapa, educada… no lo sé, ten imaginación, pero no te quiero ver aquí.

-si mi… -cerré la puerta de la habitación para no tener que escucharlo más.

 

Me alegré por haberme deshecho de aquel incomodo sujeto. Luego de cerrar la puerta me acomodé en un sillón de la habitación, era blanco y con patas en dorado ¿sería oro de verdad? Que forma de despilfarrar el dinero… pero terminé sentándome. Pasé un tiempo considerable a solas hasta que tocaron la puerta, al preguntar quién era, una voz de mujer se presentó como mi nueva doncella, al abrir me encontré con una mujer de cabello rosa, tenía algo que me parecía fastidioso… pero, por otro lado, la acompañaban dos sirvientes que traían mi armadura completamente limpia y pulida. Nada mal con este servicio. Los sujetos dejaron la armadura para retirarse inmediatamente y mi doncella me informo que debía acudir a la cena con: “su majestad”. A pesar de todo, de que yo era prácticamente una desconocida y una enemiga, una vez más, el general, que por cierto estaba ahí haciendo compañía, no se metió conmigo y tampoco hubo demasiada conversación, una cena tranquila y sin charlas banales.

 

Cuando pude regresar a mi habitación, volví a sentarme en el mismo sillón blanco de patas doradas, a repensar los hechos mientras miraba mi armadura agujereada en una esquina. Ahora tenía mucha más información y tenía mucho más claras las cosas, y, por ende, mi situación. No estaba realmente convencida de ser familiar de Zhang, al menos no tan cercanamente, pero lo cierto es que es una situación conveniente que verdaderamente había salvado mi vida y que, por alguna razón, ahora me permitiría volver con Shizuru, solo tenía que ser muy precavida, dar los pasos correctos, de manera que… ¿la ayudaría a conquistar el Reino Este? Por supuesto, realmente cooperaré con ella para poder regresar con Shizuru, para tener libertad en este reino, para tener poder.

 

Sin embargo, el poder o la pertenencia a la familia real por sí sola, no representan nada si no tienes información. Por ello al día siguiente pedí una reunión con el general, él se mostraba abiertamente inconforme con mi presencia, podía ser un asno en tácticas militares, pero no era tan estúpido, aún estaba receloso de mí y podía entender su punto de vista, quizá yo haría lo mismo, por lo que para poder ganarme su confianza debía involucrarme genuinamente en las estrategias a utilizar. En aquella reunión pregunté el total de sus fuerzas, el número total de elementos de infantería ligera, pesada, falanges, caballería, naves, catapultas, etcétera, y qué cantidad eran de refuerzos, cuantos se quedaban para defensa, cuantos activos, cuantos estaban en entrenamiento, cuantos podíamos reclutar, en que tiempo estarían listos nuestros números para una nueva batalla y quizá, pregunté algunas cuantas cosas más; a partir de todo eso fijamos un punto para volver a realizar un nuevo ataque en el Reino Este.

 

-en dos años tendremos una notable mejoría –dijo él.

-es demasiado, con mis conocimientos en seis meses podemos planear un ataque muy agresivo que nos dé una victoria contundente.

-en seis meses apenas estaremos saliendo del invierno, no es…

-cierto, sería bueno usar el invierno, en cuatro sería mejor, usar una temporada donde nadie espera un ataque.

- ¡Eso es una locura! ¡El mar es más violento en el invierno!

-por eso debemos reunir el mayor número de combatientes, perderemos a algunos, pero…

- ¡Definitivamente no! –maldito asno estúpido… como me gustaría decir lo imbécil y cobarde que es.

-entonces en ocho meses, cuando haya terminado el invierno –dije, apretando los puños bajo la mesa, él se rasco la barbilla, realmente parecía que pensaba, pero solo es apariencia, ni siquiera tiene cerebro.

-sigo pensando que es demasiado precipitado, creo que diez meses es lo mínimo, si realmente crees que con una buena estrategia podemos invadirlos.

-se perfectamente cómo están distribuidos y como es su sistema de movilización, puedo prever qué harán al menos hasta el final del año, pero en diez meses… -tenía que convencer a aquel imbécil de hacer lo que yo quería.

-nos basaremos en tus conocimientos, pero reforzados con un muy buen ejército, fortalecido y bien entrenado, sin duda obtendremos la victoria, en diez meses – ¡Maldito asno!

-muy bien, como usted lo diga –por desgracia ese estúpido tenía la última palabra.

 

Aunque no me gustara reconocerlo, él tenía razón en cuanto al plazo, pero jamás lo admitiría por el simple hecho de que yo quería regresar cuanto antes. Sí, quería ser objetiva porque eso me convenía, pero lo cierto es que mis intereses personales estaban empañando mi objetividad. O actuaba objetiva y me ganaba su confianza, o actuaba imprudente y egoístamente, con la posibilidad de que eso les haga dudar de mis capacidades… la respuesta es obvia.

 

El problema es que la molestia me bullía por dentro, sentía un malestar, una molestia, una irritación que normalmente no sentía, sin embargo, aunque pudiera pensarse inicialmente que era porque la preparación del ataque seria en diez meses, en realidad, lo que me preocupaba es que para cuando regresara al reino Este, quizás, en ese espacio de tiempo… tal vez Shizuru ya haya encontrado a alguien más, seguramente pensará que he muerto, no sería para nada raro que ella encontrara un nuevo pretendiente o peor aún, que esa pequeña rata asquerosa volviera al ataque. No puedo permitirlo, me dije en mi mente, ella es mía. Ella me pertenece, malditas escorias. Pero estaba atada de pies y manos… o acaso ¿ella esperaría? ¿ella pensaría alguna otra cosa? por ejemplo, ¿Qué no morí? Entonces recordé cuando la espada me atravesó el pecho, si se lo decían, es más, si yo escuchara que atravesaron a alguien por el pecho con una espada, mi conclusión lógica seria pensar que pronto estaría bien tieso… pero ella sabe que uso hechicería… tal vez ella no llegué a una conclusión apresurada y espere… ojalá que ella espere. Tiene que esperarme, quizás no tanto como yo lo haría, pero solo esos meses. Con que espere esos diez meses para volver a casarse será suficiente.

 

No me quedaba más que la esperanza. Y, si voy a pasar diez meses en este lugar debía invertir bien ese tiempo, por esa razón a partir del siguiente día, cuando terminé mi reunión con el imbécil que tenía por general, fui a visitar la biblioteca exclusiva de la familia real, aquella donde había libros con hechizos. Lamentablemente fue algo complicado llegar a aquella pequeña pero importante biblioteca, pues no todos los sirvientes sabían dónde estaba ubicada, de modo que mi recién asignada doncella tuvo que ir por el hombrecillo que había despachado para que me llevara al salón. Al momento de llegar para asistirme tenía una ligera expresión de júbilo que estaba irritándome. Era curioso, soy una persona sumamente tolerante, pero ese ridículo esperpento humano realmente estaba fastidiándome, y ahora aún más con esa actitud.

 

 -cómo no borres esa expresión, hare que limpies el piso con tu lengua hasta que lleguemos –le dije, mientras caminábamos.

-mi… -utilice mi voz más tranquila, aunque quizá no saliera tan relajada.

-pruébame –le dije, mientras lo tomaba del cuello y con fuerza obligué a que su nariz tocara el suelo.

-despulpe mi imprudencia milady…

-en realidad, estoy casada.

-mi reverenciada señora.

-bien, eso me complace un poco –entonces lo solté y me sacudí las manos -cuando estés conmigo mira el piso, no soporto tu horrenda cara.

-sí, mi señora.

 

Después de aquello pude darme cuenta de que este estúpido necio realmente necesitaba de mis bondadosos tratos para que aprendiera a mejorar sus modos. Hah, pero que indulgente soy, no se lo merece. Por otro lado, después de aquel insignificante incidente, pudo el hombrecillo llevarme a la pequeña biblioteca y por suerte no volví a necesitarlo.

 

Antes de llegar a mirar la colección de libros tenía una idea muy limitada de lo que encontraría, imaginé que habría un par de libros que tal vez hablaran sobre los inicios de la hechicería, las formas de hacer hechizos, los hechizos que existían y luego las opciones que había, las cuales, en mi limitada e inocente imaginación, no sobrepasaban los veinte o treinta. Pero, lo cierto es que me encontré con que era un alfabeto diferente… mastiqué groserías por un largo rato mientras miraba los garabatos en los libros ¡No entendía nada! ¿porque hablábamos el mismo idioma, pero teníamos diferente escritura? ¿Qué clase de broma es esta? ¿y cómo es que no me había enterado hasta ahora? Si tan solo tuviera entre mis manos el cuello del informante que me había hablado sobre este país…

 

Me marché del salón azotando la puerta, necesitaba primero saber leer esas porquerías. No me quedó de otra más que acudir a mi doncella, que por suerte sabía leer. De modo que pasé casi dos meses aprendiendo a leer y escribir los estúpidos garabatos de este estúpido reino. No me quedó de otra más que dedicarme a esto casi al final del día, cuando terminaba de ayudarle al asno que existía por general y cuando su “majestad” no quería que la acompañara, solo entonces podía aprender un poco.

 

Cabe mencionar que muchas veces se me pasó por la cabeza llevar a la doncella para que ella me leyera los libros, pero era muy arriesgado ¿Qué tal si se lo contaba alguien más? ¿o qué tal si ella divulgaba que podíamos usar hechicería? O peor ¿Qué tal si la mujer usaba esos hechizos? Por muchas razones era una mala idea, así que me resignaba a aprender a escribir. Aquellos dos meses fueron largos y tediosos, pero consideré que ya había aprendido lo suficiente cuando la doncella me dio un libro de la biblioteca y aun con esfuerzos, pude comprender lo que decía. Entonces, prácticamente la mandé al diablo y salí directamente al saloncito donde sabía que estaban los libros de hechizos. Al llegar, por fin pude comprender de qué iba cada uno, aunque me tardara en leerlo apropiadamente.

 

- “hechizos y… el arte… de la transformación” … “hechizos… potenciadores”… “hechizos… elementales”, “hechizos… para animales”, “hechizos trans… figu… radores”, “hechizos de defensa”, “hechizos de acción… perma… nente”, “hechizos para el cli… ma”, “hechizos de labranza” ¿Qué? “hechizos temporales”, “hechizos… ¿transportadores?” ¿Qué demonios? –obviamente abrí ese libro e indagué si había un hechizo que me sacara de aquí, pero requería haber lanzado el hechizo previamente en el lugar al que quería ir, si es que estaba muy lejos, de modo que no me servía, al menos no por ahora, así que regresé el libro a donde estaba –“hechizos y pociones”, “pociones de amor y amistad”, “pociones para la alcoba” -…bien, tal vez ese último libro desaparezca misteriosamente… - “pociones y hechizos de sumisión”, “pociones y contratos vitalicios”.

 

No había duda en que alguno de esos libros estaría la poción que Zhang había usado conmigo. Lamentablemente, esos últimos libros eran bastante amplios y debía tener cuidado en lo que leía, tenía permiso para estar aquí, pero no estaba de más ser precavida, después de todo, estaba en territorio enemigo. Por eso, aunque fue incomodo, preferí leer el libro de pie, con tal de tener la rápida opción de devolver el libro al estante y cambiarlo por otro, en caso de que alguien pudiera entrar. Leer el primer libro me llevó varias incomodas semanas, había muy poco tiempo para leer y siempre me sentía nerviosa al hojear las páginas, pero, aunque era incomodo, había información valiosa, había una gran cantidad de cosas que se requerían para las pociones, cosas raras y difíciles de encontrar, por lo que utilizar alguna de esas pociones sería bastante complicado… sin embargo, mi decepción fue aún más grande cuando terminé el libro y aunque había pociones que se acercaban a la que imagino que Zhang había usado en mí, después de todo, no lo eran. Podía recordar los ingredientes que había usado, eran hojas, hiervas, palillos y polvos, recordaba brevemente la apariencia de los ingredientes, y ninguno coincidía con las especificaciones de ese libro, lo que significaba… que tendría que leer el otro maldito libro.

 

- “pociones y hechizos de sumisión” –decía en el libro. Ojalá y este sea el bueno, aunque una pequeña vocecita en mi cabeza me decía: ¿Acaso tu dejarías que una poción tan importante sea tan fácilmente accesible? Obviamente mi respuesta era no, quizás no encontraré esa poción en esta biblioteca, pero al menos tenía que intentarlo, aunque quizás no esté ahí. No obstante, aunque esa era mi lógica, casi seis semanas después de comenzar a leer el libro, una tarde, casi a punto de la hora de la cena, encontré la dichosa poción –poción de la eterna fidelidad… -escribía por subtítulo, no pude evitar esbozar una sonrisa. Entonces, con ávido interés leí la descripción y los ingredientes, a estas alturas ya sabía qué plantas había utilizado, así que reconocí todos los materiales, sin duda era esa poción, pero, por lo que podía ver en la lista, Zhang había olvidado la raíz de una planta, no pude evitar reír por lo bajo –que estúpida –dije entre dientes, tratando de reír en voz baja –no puedo creerlo –repasé la lista varias veces y solo faltaba esa raíz, no había duda, ella había hecho mal la poción. Tuve ganas de reír a carcajadas, talvez lo habría hecho si no fuera porque podría haber alguien cerca, nunca se sabía.

 

Gocé en silencio y reí en voz baja durante varios minutos, cuando por fin me recuperé volví a la lectura. Zhang había hecho todo lo demás bien, pero, sin lugar a dudas, olvidando la raíz. Quizá pensó que no era importante, me dije; o talvez nunca supo que se había equivocado, o… simplemente era estúpida y yo estaba sobrevalorándola. Como quiera que fuese, como bien decía el libro, la poción no tendría el efecto deseado y… - “de cometer un error en la poción, podría tener algún otro efecto” - ¿otro efecto? ¿Qué otro efecto? Seguí leyendo, pero este apartado hablaba profundamente sobre todo lo que abarcaría la poción y sus efectos, pero nada sobre equivocarse con la receta ¿acaso nadie se había equivocado? ¿acaso quien la creó nunca falló? ¿Por qué no había más información? Eso me molestó.

 

Es obvio que podría haber algún otro efecto, pero ¿cuál? No sentía ningún otro efecto, quizá el libro se equivocaba, o el ingrediente que faltaba no era fundamental como para crear un efecto demasiado severo. Exhalé aire mientras me llevaba los dedos al puente de la nariz. Me gustaría decir que son tonterías, olvidar el tema y no preocuparme, pero se bien que tanto la hechicería como las pociones eran muy reales y nada tontas, sin embargo, dadas las cosas, no podía hacer mucho, además, me dije en consuelo, dice: “podría”, una palabra que indica una posibilidad, algo que puede que pase o que, puede que no pase, un 50, 50.

 

Unos pocos minutos después tocaron la puerta, era mi doncella, seguramente ya estaba lista la cena con “su majestad”. Todos los días comía y cenaba con ella, porque éramos “familia”, dejando eso de lado, no me gustaba, pero me convenía. Dejé el libro donde había estado antes y salí de la biblioteca, justo en el marco de la puerta estaba la doncella, esperándome con la miraba baja. Usualmente no me gustaba ese tipo de gestos, pero no sentía especial empatía por esta gente, así que no me importaba. Cerré la puerta con la llave y me alejé en dirección al comedor. Ya no necesitaba guías, después de tanto tiempo que llevaba en el palacio ya me había aprendido los principales corredores y estancias, solo usaba a mi doncella para llamarme a comer o a cenar, limpiar mis zapatos o quitármelos, vestirme y un largo etcétera de cosas sin importancia, igual que ella. Al llegar, me topé con que la mesa aún estaba vacía, más a mi favor, me vería mal si llegaba después que Zhang. Ahora que lo pensaba ¿Por qué Zhang? ¿Cuál era su nombre? ¿vendría su nombre en el árbol familiar que había mencionado? ¿debería preguntar por eso? A veces me daba la impresión de que Zhang estaba dispuesta a responder cualquier pregunta que le hiciera ¿pero sería verdad lo que dijera?

 

Poco tiempo después apareció ella en la entrada, acompañada por su siempre leal perro, el general. Cuando tenía estos pensamientos, no podía evitar pensar si así pensaban de mí en el pasado, cuando yo era quien siempre acompañaba a la Reina, cuando siempre la acompañaba a comer y esas tonterías. No me gusta del todo, pero son comentarios certeros. Aunque claro, no estaría dispuesta a aceptar que estaba siendo leal por todas las ventajas económicas que me daba esa relación con la Reina, igual que ahora, supongo que los viejos hábitos no se abandonan tan fácilmente. Pronto Zhang se sentó a comer y casi al mismo tiempo nos sentamos el general y yo. Fue una cena igual que todas, solo que al final, Zhang me pidió quedarme unos momentos, despidió al general por ese día y los sirvientes abrieron las puertas de una estancia contigua, donde había sillones, unas copas y una chimenea al fondo.

 

- ¿bebes algo? –me dijo mientras daba una instrucción con los dedos de que le sirvieran una copa, lo que me hizo preguntarme si ella en verdad soportaría el licor, se ve demasiado joven.

-sidra o algo similar estaría bien –contesté mientras me acomodaba en un sillón. Pronto la servidumbre nos atendió y con un movimiento de su mano se esfumaron. Esos ademanes tan pomposos son molestos, pero debo aceptar que representaban la soberbia propia de un soberano.

-me han dicho que visitas la biblioteca especial ¿Cómo vas con eso? –uh… un tema difícil ¿Qué le debería decir? Obviamente no puedo revelar mi verdadero motivo de investigación.

-he estado buscando algún… tipo de hechizo de amor –terminé contestándole, ella se asombró tanto que abrió un poco la boca y sus cejas estaban muy arriba.

-no es lo primero que imaginé que buscarías –yo me encogí de hombros - ¿Por qué?

-estoy casada –le respondí.

-un matrimonio no valido –contestó casi de inmediato.

-bueno, el caso es que no pienso casarme con alguien más y… si voy a volver al Reino Este como enemigo…

- ¿talvez ella ya no te quiera? –yo asentí suavemente –entonces quieres un hechizo así para que ella se quede contigo.

-con su bendición, por supuesto –entonces sonrió.

- ¿Cómo concubina o como esposa?

-eso aún no lo decido, ya se verá después que es más conveniente –ella volvió a sonreír.

-muy bien, muy bien, hablando de otra cosa ¿Cómo van los preparativos? El general no me dice mucho, solo que en unos cinco meses será el siguiente ataque –yo exhalé y me recargué en el respaldo del sillón.

-sí… él dice que en cinco meses –le contesté, luego bebí de la copa.

- ¿y qué dices tú? –oh, esto resultaba interesante, estaba buscando mi opinión de una forma más cercana y privada, o me mostraba a favor del general, que no me beneficiaba en nada, o rebatía sus ideas, pero debía hacerlo con cuidado.

-bueno, me parece que el general es una persona excesivamente… precavida, sí.

-ah… ya veo –entonces ella se quedó en silencio, pensando un rato. Por los momentos en los que se quedó pensando en silencio me pregunté si no había sido tan sutil como para que no notara mi comentario oculto, pero después de minutos de tortura mental donde me decía que debía aparentar tranquilidad mientras bebía de mi copa, ella finalmente volvió a hablar –ciertamente no tengo prisa en conquistar el Reino Este –maldita sea –pero, mi verdadero objetivo son los Reinos al Norte, cuanto antes ponga a trabajar al nuevo territorio, más rápido obtendré recursos para la conquista de las tierras norteñas, quiero sinceridad ¿con lo que tenemos podríamos ganar?

- ¿ahora mismo? –ella asintió y yo aparenté que pensaba o hacia cálculos, después de unos minutos respondí –me parece que sí.

-ya veo…

 

La reina Zhang estaba dudando de su general. Eso era muy conveniente para mí. Ciertamente es bueno ser precavido, en otra situación, o en otra vida, yo estaría muy de acuerdo con la decisión del general, pero no ahora. Quería regresar, quería irme, quería ver a Shizuru y lo quería lo más pronto posible. Ella también es bastante precavida, incluso con sus respuestas o sus expresiones, pero si podía hacer que dudara, aunque fuera un poco, de la decisión de su general, sería suficiente para mí.

 

-por otra parte, me gustaría regalarte una armadura nueva, una que represente nuestra amistosa relación, sé que la que tienes ahora está dañada –tenía ganas de decir que no quería una mugre de este reino, pero tampoco podía ser tan tajante, además, portar una nueva armadura cuando fuéramos al Reino Este… no sabía que tan bueno seria.

-no podría abusar de la excesiva generosidad de su majestad –pude notar en su rostro como no le estaba dando la respuesta que ella quería –pero –entonces cambio su expresión –un medallón y una espada de su majestad serian… un reconocimiento que nadie podría igualar.

-tienes mucha razón.

 

No era que quisiera algo de esa mujer, pero tenía que hacerle creer que me tenía enganchada por la avaricia característica de cualquier persona, alguien que no pierde oportunidad de beneficiarse de una reina, eso da seguridad, si no te piden nada, hace pensar que te pueden abandonar en cualquier momento ya que no hay ningún tipo de deuda o similar, eso ata en muchos aspectos. ¿Me ataba a mí? Por supuesto que no.

 

Después de aquello hablamos de algunos detalles del obsequio y en cuanto pude me retiré a mis habitaciones. Dos días después, el general quiso hablar conmigo en privado, la razón no podía ser otra sino el tiempo en que se realizaría el ataque al Reino Este, la Reina Zhang estaba presionándolo y me pedía colaborar con él para mantener la misma opinión. Puede que sea un miope en cuanto a estrategia, pero no deja de ser un viejo zorro, aunque… yo podía serlo más.

 

-mi estimado, entre apoyarlo a usted y apoyar a la Reina ¿A quién cree que debo agradar más? –el sujeto se quedó sin palabras por unos breves momentos.

- ¿Cómo? ¿Qué está diciendo?

-ya le había dicho antes que yo opinaba que podía realizarse antes, de modo que no compartimos la misma opinión, pero respeto su estatus, sin embargo, recuerde a quien le debo mi suprema lealtad, si su majestad ordena que sea antes el ataque, tiene mi apoyo por completo, tal vez usted debería recordar a quien le ha jurado lealtad.

 

El hombre torció la boca y salió de la habitación con ademanes bruscos, azotando la puerta y empujando a un guardia. Seguramente pensaría “¿Qué sabe ella de lealtad a su majestad?”, al menos, es lo que yo refunfuñaría. Gracias a mis sabios consejos, la reina exigió que se acortara el plazo para el ataque, de modo que dio como ultimátum que el ataque debía enviarse en un máximo de un mes. El general estaba que echaba espuma por la boca, pero yo gocé en silencio, al final serian seis meses fuera, pero al final de cuentas, regresaría.

 

Todos los días pensaba en volver. Hacia lo que hacía para poder volver, revisaba los entrenamientos, leía los preparativos, asistía a las reuniones con ese estúpido miope e iba a comer con Zhang, soportaba a toda esa nefasta gente para poder volver con ella. De modo que era inevitable preguntarme si ella estaría pensando en mí… en que estaría haciendo, como pasaría sus días… ¿me recuerda? ¿habrá algo que le recuerde a mí? ¿mirara la espada que le di? ¿mirara las alhajas que le obsequié? ¿estará en mi castillo? ¿ha sufrido mi ausencia? ¿me querrá de vuelta? ¿Qué dirá cuando me vea de nuevo? ¿se alegrará o sentirá que estaba mejor sin mí? Con pensamientos como el último no es difícil ser pesimista y sentir que podría hundirme en la desesperación.

 

A veces sentía que me estaba hundiendo en un pantano, figurativamente. Que ella estaría allá haciendo no sé qué cosas, dejándome atrás, mientras que yo no podía volver y estaba atrapada en este sitio. Cuando comenzaba a desesperarme o a irritarme, me calmaba diciéndome que pronto volvería, ahora más con este progreso, en tan solo un mes.

 

Bien pensaría que con estas nuevas noticias tendría mayor paz y tranquilidad por las noches, pero fue lo contrario. Aquella noche sentía demasiada ansiedad en esa desierta y solitaria cama de aquella habitación. Había luna llena y la luz alcanzaba a filtrarse por las cortinas de la ventana, daba un sentimiento de nostalgia. Quisiera largarme ahora mismo, quisiera escapar… pero no soy una estúpida necia que no sabe reconocer la situación en la que se encuentra.

 

Lo que me traía a la siguiente pregunta ¿Cómo regresare al Reino Este? Era una duda que rondaba por mi mente de vez en cuando pero no era sino hasta ahora que me atrevía a pensar con detenimiento, es natural pensar en que al estar en el lado victorioso lo tengo todo arreglado, pero ciertamente me va a traer conflictos con la gente, me veré como una traidora, se sublevaran contra mí, tarde o temprano y… me va a traer problemas con Shizuru…

 

Había sido una mentira el buscar un hechizo de amor, pero ahora mismo no sonaba tan mal… vaya, que estupideces estoy pensando… sin embargo, algo tengo que pensar en que hacer para poder quedar bien ante la gente, ante ella, solo que no se me ocurría qué. Seria genial que la gente aceptara las cosas como son y ya, pero… yo tomé muchas medidas en contra de los extranjeros, y también dije muchas cosas… cosas que me harían ver mal ahora mismo… me harían ver como una hipócrita o al menos como una traidora convenenciera, que a fin de cuentas si soy, pero no me conviene de forma abierta ¿Cómo explicar que era simple motivación para los demás? Pero aun así nadie me creería.

 

Por lo tanto, fue, en definitiva, una noche complicada. Al día siguiente me levante de mal humor, cansada y ofuscada, porque a pesar de todo, no llegué a ninguna conclusión que me complaciera. No voy a quedar bien ante nadie al aparecer con el ejército enemigo, supongo que tengo que aceptarlo, solo espero que Shizuru pueda entenderlo, que pueda perdonarme.

 

Aquella mañana me sentí especialmente irritable, probablemente era por la falta de descanso, por la ansiedad, por el estrés, o simplemente porque tenía la disposición para estar molesta, quien sabe. Sin embargo, mi doncella parecía tener más intelecto del que supuse en un principio; en seguida de llegar y darme los buenos días, pudo notar que yo no quería hablar, así que se limitó a servir el desayuno y marcharse. Fue un desayuno agradable. Después de aquello, mi día parecía mejorar; los ajustes para las provisiones estaban hechos y dentro de poco llegarían del interior del reino al puerto, al igual que muy pronto llegarían los nuevos reclutas que se quedarían en sustitución de los que partirían, había que regular muy bien la cantidad de unidades con experiencia en combate que se quedarían, junto con las unidades recién reclutadas, debía quedar un balance perfecto, ya que el inepto asno que existía por general, tenía la idea estúpida de que debía llevarse a todos los reclutas y con un porcentaje muy bajo de veteranos. Tan solo de recordar la estúpida terquedad de ese hombre me daba dolor de cabeza, por suerte aceptó el cambio.

 

Luego de mirar a algunos reclutas entrenar, me tocó sellar algunos papeles, estando en eso me avisaron que pronto debía presentarme al comedor. Me sentí realmente relajada y agradable en ese momento, todo está marchando bien, me dije, hubiera estado flotando en una burbuja hasta que al llegar al comedor me encontré a aquel sujetillo que es ayudante de su majestad, en seguida me sentí irritada. Sabía que él no tenía la culpa, sabía que él tenía (seguramente), toda justificación para estar ahí, pero eso no hacía que sintiera menos molestia, al contrario, me molestaba que no me quedara otra opción más que ver su horrendo rostro ahí. Bien, me dije, antes de pasar del quicio de la puerta, evitaré cualquier conversación, no lo veré, no lo tomaré en cuenta, no…

 

-mi señora, luce especialmente radiante en este día, en el menú de hoy… -no pude contenerme, tan solo de ver su estúpida boca moverse causaba algo en mi interior, algo que iba a explotar, así que antes de que explotara, o quizá porque explotó, llevé mi mano a su cuello y lo apreté suavemente.

- ¿Por qué estás hablándome? ¿Por qué estas mirándome? ¿no te he dicho que me molesta ver tu horrendo rostro? –él llevo sus manos a mi brazo, para tratar se zafarse - ¿tienes tan poco respeto que osas revelarte a mis órdenes? La escoria como tu debe bajar la cabeza y agradecer que te apriete el pescuezo hasta que mueras y le prives al mundo de tu apestosa humanidad, pedazo de…

-vaya… -sentí como algo descendió por mi espalda hasta mis pies… giré mi cabeza y ahí estaba Zhang, al instante solté el cuello de aquel imbécil, quien comenzó a toser; no se notaba especialmente molesta, de hecho, ahora que ponía atención, tenía una leve sonrisa, pero, aun así, ella me sorprendió maltratando a su sirviente ¿Qué debía hacer?

-su majestad –le dije con un tono sedoso –lamento que haya visto parte de mi terrible mal humor –ella comenzó a reír y yo no supe que estaba pasando.

-no cabe duda de que compartimos el mismo desprecio por las clases inferiores, pero este sirviente es bastante útil, no lo maltrates demasiado.

-claro que no su majestad, no lo haré –ella dejó salir una risa bastante ligera y se dirigió a su lugar en el comedor, tras ella apareció el general, y aunque no dijo nada, pude sentir la pesada mirada sobre mí. Debe pensar que soy una persona horrible y tendría razón, sin embargo, su opinión no representa algún tipo de importancia para mí, así que podía irse al infierno con su miradita.

-cambia esa molesta cara, o si no puedes, largarte –le dijo Zhang al general, segundos antes de sentarse a la mesa.

-disculpe mi atrevimiento su majestad… por cierto, necesito decirle algo sobre los preparativos.

-ahora no es momento de hablar de eso –pronto los sirvientes comenzaron a servir la comida.

-tiene razón, solo quería notificarle que no podré enviar el ataque el próximo mes, como me había pedido.

- ¿Qué? –ella dijo lo mismo que yo pensé mientras azotó una mano en el comedor y los cubiertos brincaron - ¿y por qué?

-los reclutas no están listos y las provisiones…

-yo he revisado eso hoy justamente, todo está… -comenté, pero me interrumpió.

-estaba, me ha llegado un reporte poco antes de venir aquí, que las provisiones para el viaje sufrieron un accidente y se han perdido por completo, incluso las que usaremos en las próximas semanas ahora están comprometidas.

- ¿un accidente? ¿Qué maldito accidente? –dijo Zhang, ardiendo de molestia. Me causaba cierto confort que ella manifestara tan abiertamente la molestia que yo no podía expresar.

-los caminos ya están descongelándose, pero los pasos más elevados aún son bastante peligrosos con el hielo y la nieve, los soldados que transportaban las provisiones las perdieron cuando la carreta se soltó y se fue por un despeñadero que es especialmente difícil de…

- ¿Qué tonterías estas diciendo? ¿Cómo ocurrió algo tan estúpido? ¡Quiero que castigues a los imbéciles con 50 latigazos y manda a arreglar ese estúpido camino ahora mismo!

-por supuesto su majestad… -dijo él, bajando la voz y mirando a otro sitio. Miente. Él estaba mintiendo, no podía probarlo, pero estaba muy segura.

 

Rata asquerosa… al final de cuentas él había hecho su voluntad, la cuestión era ¿busco como exhibirlo y me gano su odio, o lo dejo así y soporto hasta que se cumplan los diez meses? La comida transcurrió con calma y sin ningún comentario adicional; me mantuve con la atención a mi plato y sin pensar en mucho más que en mis modales de mesa, no obstante, una vez que nos despedimos y regresé a mis habitaciones, me senté en un silloncito y me tallé los dedos por la frente. Usualmente tenía la opción de poder volver a los cuarteles por la tarde, o pasar algunas horas en la biblioteca, siempre y cuando no tuviera ningún pendiente, pero también podía elegir quedarme en mi habitación. Nunca desperdiciaba el tiempo sin hacer algo productivo, pero hoy elegí no salir de mi habitación por la tarde, necesitaba pensar.

 

Obviamente no tengo reparo alguno en que ese estúpido asno me odie por exhibirlo, incluso me haría un favor si se molesta tanto como para querer ponerme una mano encima, lo mataría con gusto y placer para tomar su puesto, el problema era ¿Cómo? ¿de qué manera podía exhibirlo? ¿de qué manera podía mostrar que había mentido? Estoy segura que todos en el ejército me respetan por pertenecer a la familia real, pero deben tener sus dudas ya que se debe saber que recientemente aparecí y que pertenecía al Reino Este, además, no tengo personas confiables y no confió en nadie, no tengo redes ni conexiones, en ese sentido estoy completamente sola e inutilizada. En pocas palabras, debo conseguir la información yo sola sin que nadie se entere, pero ¿cómo?

 

¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo? Me repetía mientras me pasaba los dedos por el puente de la nariz. ¿Quizá si amenazo a algún soldado? No, son tonterías, lo que necesitaba saber, es quien se hacía cargo de la coordinación de las provisiones, ¿podría chantajearlo? ¿podría comprarlo? ¿extorsionarlo? Nada de eso sonaba mal, pero es sin duda peligroso, siempre la gente puede abrir la boca.

 

Me tomé unos momentos para descansar del tema y me acosté, no dormí, simplemente traté de estar en paz. Claro que eso solo duró algunos segundos, quizás minutos, después volví a la carga con el mismo resultado, estoy, literalmente, incomunicada. Debo parecer una presa fácil para el general, no tengo verdadero poder en ese aspecto. Miré entonces mi mano, solo tengo mi propia fuerza, mi propio intelecto, mis propias habilidades. Quizás estuviera a punto de llegar a una respuesta, pero tocaron la puerta, era la doncella que mi avisaba de la cena ¿Cómo podía ser posible que pasara tanto tiempo en tan poco rato?

 

Más por obligación que por gusto acudí a la cena. No hablé, de hecho, nadie hablo, ni la Reina, ni el miope, y por supuesto, ninguno de los sirvientes siquiera tosió. El amiente era tenso, aun se sentía en el ambiente la molestia de Zhang. Ojalá que aquel idiota por lo menos este sudando la gota gorda ante la Reina, por lo demás, debe estar muy seguro de que se ha salido con la suya. Tan solo de pensar en eso ya me sentía irritada una vez más, por suerte, al terminar la cena nadie tenía una sola palaba extra para comentar y pude retirarme a mi habitación a seguir pensando, ya estaba a punto de dolerme la cabeza.

 

-mi señora, el agua esta lista –me dijo la doncella de siempre. Yo estaba en el silloncito de siempre, exhalé y extendí los pies para que me quitara los zapatos. Mientras ella me desvestía yo seguía pensando, quizás si pudiera mirar los registros… no, definitivamente debe haber cambiado todo el papeleo, incluso yo recuerdo las notas de la cantidad de suministros, talvez si encontraba a los soldados que se encargaran del transporte y hablaba con ellos… pero seguramente ellos mentirían, ¿de qué manera podía…? -un hechizo… -dije como un susurro mientras la doncella tallaba mi espalda.

- ¿Cómo dijo mi señora?    

-no, nada importante…

 

Estaba olvidando un aspecto fundamental. Es algo demasiado estúpido, pero, aun así, lo había olvidado, mi mente estaba, sin duda alguna, dispersa. Necesitaba solo encontrar el hechizo perfecto para utilizar. Claro que, utilizar la poción que Zhang me había dado (elaborada de forma correcta), también era una opción bastante tentadora, lo cierto es que conseguir los ingredientes no es nada sencillo ni barato, de modo que un hechizo es mucho mejor, no requiere ingredientes, solo había que encontrar el hechizo adecuado, por desgracia, eso podría llevarme algo de tiempo.

 

¿Cuánto tardaría? Eso solo dependería de cuánto tiempo invirtiera en la búsqueda, pero si tengo en cuenta que lo peor que puede pasar es que no lo encuentre y se acabe el tiempo, bueno, peor es la lucha que no se hace. De manera que, al día siguiente, en cuanto terminé mis pendientes en el cuartel, regresé al palacio y fui a la biblioteca. Aun no terminaba de leer el libro de pociones que aseguraban la fidelidad, pero lo descarté y comencé a mirar libros solo de hechizos, por desgracia había demasiados, había hechizos hasta para hacer la cama… habiendo servidumbre ¿para que existían? Hay cosas que jamás entenderé.

 

De pronto me encontré sola frente a una avalancha de información y no sabía por dónde empezar, no sabía que estaba buscando, pero sabía que en cuanto lo encontrara lo sabría. Me quedé frente a la estantería de libros, mirando los lomos de cuero entintado en negro, azul o purpura, sin saber que elegir. Me quedé pensando largos minutos, hasta que opté por tomar el más grueso, al abrir y mirar la primera página decía: “Hechizos útiles para cada ocasión” y me dije, esto debe servirme de alguna manera, un libro que tenga un poco de todo que me acerque a lo que estoy buscando, sí, definitivamente sí.

 

Por lo tanto, y como no era un libro que pudiera causarme problemas por su contenido que hasta parecía inofensivo, fui a sentarme en un sillón que había en la estancia. Pase algunas hojas y miré superficialmente, hechizos para quitar manchas, hechizos para cambiar el tamaño de las cosas, hechizos para tejer ropa, había una temática por cada capítulo y ciertamente, había hechizos muy útiles, tan útiles que de haber sabido que existían, me habrían hecho la vida más sencilla, por ejemplo, había un hechizo para calentar el agua ¡calentar el agua! No habría tenido que bañarme con agua fría, es más, ¡no tendré que bañarme con agua fría el resto de mi vida! Cuando llegué a ese punto, realmente me vi tentada a robarme el libro, quizá lo hubiera hecho de no haber encontrado un hechizo de duplicación. Oh sí. Un hechizo sencillo, hacia una copia exactamente igual de un objeto, por supuesto que tenía que probarlo, así que duplique el libro y después, tenía dos libros de hechizos exactamente iguales. Entonces me pregunté, ¿Cómo puedo salir de aquí con esta copia sin que nadie lo vea? El libro es demasiado grande como para meterlo bajo mi ropa.

 

Me senté en el mismo sillón con el libro en las manos, de momento me quedé en blanco, pero al ver el libro me dije, el mismo libro debe tener una solución. Regresé a la página en la que me quedé y continúe hojeando el libro hasta que sucedió algo muy extraño, pase los dedos por una hoja, la sentí claramente, la escuche dar la vuelta, pero nunca se cambió la página. De momento me quedé en silencio y completamente pasmada. A ver, a ver, ¿Qué paso aquí? Yo pase de hoja, pero al mismo tiempo la hoja no se cambió, ¿entonces que fue esa sensación en mis dedos? Hice el acto de regresar la hoja y entonces lo comprendí, había una página invisible que al regresarla volvía a ser visible, y en esa página estaba oculto el hechizo de invisibilidad con instrucciones para volver cosas invisibles por una hora, un día, para dejar de hacer invisible algo, entre muchas otras aplicaciones; pero el secreto de cómo se volvía visible la hoja quedaba en el misterio. No pude evitar sonreír, esto es lo que estaba buscando, y no solo para ocultar el libro.

 

Capítulo 18.

 

Con el presente conocimiento, dejé la copia que había hecho en el estante y me llevé el libro original, aunque quien sabe si ese era el original, teniendo en cuenta que se podía duplicar infinitamente el libro, con los conocimientos adecuados, claro. Pronto abandoné la pequeña biblioteca, con el libro en la mano. Siendo este completamente invisible, caminé con tranquilidad y descaro por los pasillos del palacio, llevándome el libro a mi habitación. Una vez ahí, mientras ojeaba el libro con mucha más calma, me pregunté si Zhang sabría todos estos hechizos, se notaba que se había enfocado más en las pociones, pero si tenía tantos libros que eran verdaderamente útiles, seguro que los había repasado ¿o quizás no? La duda me resultaba alarmante. ¿Qué tal si ella me espiaba con un hechizo de invisibilidad? Entonces realicé un hechizo para volver visible cualquier elemento invisible en la habitación, me sentí mucho más calmada cuando no apareció nadie en la habitación. A veces entre más sabes, menos tranquilidad tienes.

 

Pasé el resto de la tarde en mi habitación, hojeando el libro hasta que unos toques en la puerta me indicaron que ya era hora de la cena. Me levanté y realicé en silencio el hechizo para volver invisible el libro y lo dejé en la esquina de la habitación. De esa manera abandoné la habitación con tranquilidad de que nadie lo encontraría, ya que el hechizo tenía una duración indeterminada. Supongo que el hechizo para ocultar la hoja debe ser una mezcla de varios hechizos que tienen una menor duración, aunque con sinceridad, quien sabe.

 

La cena transcurrió tranquilamente y cuando regresé a mi habitación me picaban las manos por hojear el libro, sin embargo, la doncella que me asistía me acompañó y me preparó el baño, usualmente disfrutaba la hora de la limpieza, pero hoy tenía otras prioridades ¿si cambiaba la rutina despertaría alguna sospecha? No podía saberlo, me encuentro en territorio enemigo, me han adoptado, pero sigue siendo un territorio desconocido, no podía darme el lujo de cometer errores. Se prudente, me dije una y otra vez mientras la doncella me tallaba la espalda. Al terminar ella me vistió, pero supongo que nunca le había dado verdadera importancia a todas las cosas que hace después de mi aseo personal, coloca las cosas en su lugar, se lleva las toallas, deja acomodada la ropa, me abre la cama, revisa la chimenea y cuando todo está en su lugar se marcha. Apenas ahora ponía atención a todas las cosas que hacen las personas de clase inferior.

 

Cuando salió de la habitación me aproximé a la esquina donde había dejado el libro y me senté en el sillón de siempre y unas velas a mi lado. Exploré un rato más el libro y descubrí una serie de hechizos que me facilitarían lo que ya estaba planeando. Iría a buscar pruebas en la oficina del estúpido asno que existía por general. Con las cosas que sabía ahora me sentí tentada a hacerlo esa misma noche, pero tampoco puedo ser tan imprudente, es demasiado tarde. Pero al día siguiente las cosas eran diferentes, había memorizado los hechizos importantes e incluso descubierto un par de hechizos más que eran verdaderamente útiles ¿Dónde había estado este libro en toda mi vida? Bueno, desde luego que había estado en este palacio, pero bueno, por suerte la iluminación había llegado a mi vida, aunque fuera en las más extrañas condiciones.

 

De manera que, en la noche, cuando por fin se marchó la doncella que me asiste, me quite el camisón de dormir y me coloqué la ropa de siempre, a pesar de lo molesto que es que yo lo tenga que hacer. Una vez vestida, me coloqué el hechizo de invisibilidad y un hechizo de silencio para que no se escucharan mis pasos. Salí de mi habitación y caminé presurosa por el pasillo. Era extraño, sabía que no haría ruido, aunque calzara los zapatos más ruidosos del reino, pero aun así me movía con demasiada tensión en mi cuerpo, no me atrevía a ir corriendo. Conforme caminaba por los pasillos y bajaba las escaleras para llegar a la entrada, fui calmándome al ver que no me topaba con ningún guardia, eso hasta que llegué a la entrada, ahí había dos guardias. Mastique groserías mientras los veía ahí parados sin hacer algo. Intenté hacer memoria sobre algún hechizo que sirviera, pero ninguno me venía a la mente. ¿Y si salgo por la puerta de la servidumbre? Entonces miré alrededor, ¿por dónde se va la servidumbre? No tenía ni una idea. Aquella noche no pude hacer más que regresar a mi habitación y repasar algunos hechizos, encontré entonces que existía un hechizo de seguimiento, mismo que utilicé la noche siguiente cuando la doncella se marchó a descansar.

 

El hechizo hacía que se marcara un rastro en el suelo por donde había pasado la persona que seguía, era un rastro temporal que solo yo podría ver y que desaparecería una vez que yo pasara por el mismo lugar. De manera que salté del sillón, arrojé el camisón y me puse las botas con la ropa de exterior, recité los anteriores hechizos y salí presurosa de la habitación. Siguiendo el rastro me di cuenta de que la doncella utilizaba pasillos que estaban ocultos, o más bien, pasillos que eran disfrazados con puertas que parecían paredes. Había una puerta al final del corredor que parecía una simple pared, pero que al cruzarla daba a un pasillo mucho más sencillo y que por lo que se podía notar, se usaba frecuentemente. Seguramente la servidumbre usaba esos pasillos para pasar inadvertida. Que astutos. Seguí el rastro que me llevó a las zonas por las que transitaban los criados e inevitablemente llegué a una salida que no estaba tan vigilada como la puerta principal. Grité de gozo en mi mente mientras cruzaba la puerta y salía del palacio. No reconocía esta parte del palacio, pero tampoco podía ser tan difícil ubicarme. Caminé por un largo rato, encontrándome a varios guardias vigilando hasta que llegué a la puerta principal, entonces tomé el camino de siempre hacia el cuartel.

 

Normalmente había un guardia cada dos metros en las escaleras del palacio, pero por la noche se duplicaba, por lo que quizás había más gente que de día, había escuchado de eso, pero era la primera vez que lo veía, por suerte no podían verme ni oírme, así que pasé frente a todos y pronto salí del terreno del palacio, caminado una larga distancia hasta el cuartel, el cual también tenía sus puertas cerradas y su buena cantidad de guardias. Quizás hubiera sido mejor venir de día, realmente se ve más complicado todo, pero ya estaba ahí, ¿Qué caso tenía regresar ahora? Murmuré hechizos de fortaleza, agilidad y fuerza, de esa manera escalé el muro hasta el otro lado sin que nadie me descubriera. No me costaba demasiado, pero de todas maneras era un poco estresante poner atención a cada cosa que me rodeaba, pues había demasiados guardias demasiado activos ¿Qué no tenían que dormir o algo así? Vaya, que molestia, pero también tenía que admitir que realmente, desde una perspectiva objetiva, que haya tantos elementos activos y dispuestos para cualquier eventualidad, es algo bueno.

 

Sorteé con poco esfuerzo a todos los guardias que estaban activos y llegué sin problemas a la zona donde usualmente había personal revisando documentos, de hecho, una de esas salas me pertenecía, pero la que estaba al final del pasillo pertenecía al asno, quiero decir, al general y no podía acceder a ella fácilmente. Pero ahora llegué sin más a la puerta, estaba a punto de abrirla cuando recordé que él había utilizado una poción y me dije, nunca se es lo suficientemente precavida. Si usó una poción, ¿podría usar algún hechizo? ¿colocar una trampa? Me quedé pensando unos segundos, sabía que había un hechizo para revelar trampas, pero no lo recordaba. Me estrujé la cabeza durante un buen rato hasta que llego, de alguna forma, lo pronuncié y no sucedió nada.

 

Volví a masticar groserías. Estaba preocupándome demasiado por un asno. Pero, lo cierto es que me sentía más tranquila. Abrí la puerta y miré dentro, pero solo había oscuridad. Invoque fuego en mi mano y alumbre la habitación tenuemente con fuego verde. Ahora ¿por dónde comenzar? Había varios estantes y en todos había papeles, pero por supuesto, él no sería tan estúpido como para dejar algún papel delicado a la vista, tenía que estar guardado, de modo que miré los documentos que estaban en los cajones. La mayoría era documentos sobre los diferentes presupuestos y como se distribuía el dinero para la milicia. Comenzaba a hartarme hasta que me dije, exacto, ahí debe aparecer quien movió los suministros. Fue una búsqueda larga, pero encontré el nombre del encargado en el transporte de las provisiones, si podía localizarlo, podría hacerle algunas preguntas que confirmaran o negaran los hechos, ya me encargaría después de silenciarlo de algún modo.

 

Anoté el nombre y salí de la oficina de la habitación, procurando dejar todo en su lugar, para eso utilicé un hechizo que regresó todo a su lugar inicial, bastante útil, ciertamente. Una vez que terminé con eso caminé presurosa al exterior del edificio, entonces noté que el cielo estaba aclarándose ¿tan tarde es? ¿Cuánto tiempo había pasado ahí? De momento me sentí un poco alarmada, mentalmente me repetí que debía tranquilizarme, entonces subí por el muro y pronto dejé el cuartel. Aun no amanecía y la doncella no me despertaba tan temprano, aún tenía tiempo antes de que llegara y descubriera que no estoy en la habitación.

 

Una vez fuera del cuartel, comencé un trote ligero pero constante para regresar al palacio, por desgracia, en la puerta de la servidumbre ya había gente movilizándose. Eran solo unos cuantos que estaban comenzando sus actividades, así que no fue difícil esquivarlos y pasar de largo hasta los pasillos que conducían a las habitaciones. Una vez que salí por la puerta que daba al pasillo de mi habitación, respiré profundamente con tranquilidad. No lo vuelvo a hacer. Sin duda es más fácil investigar de día. Menos estresante, seguramente. Como ya estaba en el pasillo que daba a mi dormitorio, fue cuestión de segundos para llegar a mi puerta, una última mirada a mi alrededor para que nadie viera como se abría y cerraba la puerta. Una vez dentro deshice el hechizo de silencio y de invisibilidad, me quite la ropa y las botas, cuidando dejar todo donde estuvo antes, solo entonces me coloque el camisón y me tiré a la cama, como si hubiera pasado toda la noche ahí mismo.

 

Un par de horas después, que se sintieron como una eternidad de sueño profundo, la doncella que me asistía me despertó moviéndome el hombro. Obviamente no había dormido lo suficiente pero aun así me levanté, dejándole un poco más de trabajo para vestirme a la doncella. Sin embargo, cuando tuve que mover mis piernas para salir del palacio, no había mucho por evitar, realmente tenía que moverme yo sola. Sin embargo, había un hechizo para quitar el cansancio y revitalizarme, solo que necesitaba que la doncella no estuviera presente, nunca se es lo suficientemente precavida. Una vez realizado el hechizo me sentí como si hubiera tenido el descanso de veinte horas. De manera que caminé al cuartel con renovadas energías, solo que al sentarme en aquella habitación donde llevaba a cabo algunas tareas, me topé con que no había nada importante que hacer, y que el nombre del transportista se paseaba por mi mente.

 

Pase dolorosas y ociosas horas en el cuartel hasta que me decidí a largarme. ¿Cómo encontraría a ese sujeto? ¿Cómo? No podía estar preguntándole a cualquiera en el cuartel. Si preguntas una vez es casualidad, si preguntan dos veces por la misma persona ya no es casualidad, menos aun si se pregunta una tercera vez ¿Cuántas veces tendría que preguntar por aquel individuo hasta encontrarlo? Estoy segura que con solo una vez que preguntara levantaría sospechas, no, esa no es una opción.

 

Por lo tanto, por la tarde no regresé al cuartel y me quedé en mi habitación estudiando el libro de hechizos. Repetí esa rutina por casi dos semanas hasta que encontré un hechizo de búsqueda. En este caso, al realizar el hechizo se revelaría ante mí un rastro que solo yo podría ver y que me llevaría a donde estuviera lo que estaba buscando, en el caso de una persona, estuviera viva o no.

 

Tomé entonces la decisión de esperar a la noche para salir por la puerta de la servidumbre y alejarme un poco del palacio, entonces realicé el hechizo, aunque contrariamente a lo que esperaba, el rastro no me conducía al cuartel, me llevaba a las calles de la ciudad. Tal vez fue a beber algo a alguna taberna, me dije, y llevé mis pasos en la dirección revelada. Para mi desgracia, el rastro no llevaba a ninguna taberna, hostal o posada con dudosos servicios, el rastro me llevó a las puertas de la ciudad, perdiéndose en la lejanía, lo que me indicaba que el sujeto no estaba en la ciudad y tendría que recorrer una distancia bastante grande que no lograría recorrer en unas horas y, por lo tanto, no llegaría a tiempo, ni aunque usara un hechizo de velocidad centuplicada. Regresé entonces al palacio, con las manos vacías y una molestia difícil de disipar.

 

Ese estúpido asno ha logrado demostrar que no es tan estúpido en algunas cosas. De hecho, teniendo en cuenta la situación y todas las variables, se perfectamente que está tomando buenas decisiones y no puedo juzgarlo como imbécil por eso, pero, aun así, no podía evitar sentirme gravemente molesta, porque eso afectaba a mis planes y yo quería volver, no, no quería, tenía que volver.

 

Caminé el largo trayecto de regreso con muy mal humor, estaba dispuesta a azotar algunas cuantas puertas, de hecho, lo hubiera hecho si no fuera peligroso, así que cuidé que mi molestia no llegara tan lejos, aunque ciertamente, cuando llegué a mi puerta y giré el picaporte, aún estaba bastante enfadada, cosa que se esfumo en un instante cuando ingresé a la habitación. Ahí dentro estaba Zhang, mirando curiosa la puerta, no podía verme, pero obviamente ya sabía que yo no estaba ahí y ahora sabía que alguien había abierto la puerta. De manera que regresé al otro lado y deshice los hechizos, para ahora quédame estática ahí en el pasillo… ¿Qué demonios estaba haciendo en mi habitación? ¿y que rayos iba a decirle? ¿Qué explicación daría? Puse a trabajar mi cabeza lo más rápido que pude hasta que oí unos breves pasos. Se me escurrió todo el enojo y en su lugar quedó un revoltijo de ansiedad, angustia, estrés y horror. Tomé un bocado de aire y coloqué la expresión más serena que pude, expresión que cambie al verla en la puerta, una expresión de falsa sorpresa.

 

-su majestad –le dije alzando un poco las cejas - ¿Qué hace usted aquí?

- ¿y tú que haces fuera? –si ¿Qué hacia fuera? Piensa, piensa, a veces lo mejor es decir la verdad, a medias.

-oh, su majestad –entonces le extendí la mano para que ingresáramos a mi habitación y nos sentáramos en los silloncitos, con la puerta cerrada –me avergüenza admitirlo –ella alzo una ceja –pero salí con la intención de espiar al general.

- ¿espiarlo? ¿Cómo? –bien, parecía que se lo había creído, perfecto.

-de alguna manera, siento que… son solo sospechas mías, debo aclarar, pero siento que él mintió con el asunto de los suministros perdidos –en su boca se formó una pequeña “o”.

-ya lo veo –quizás ella pensaba lo mismo porque no se veía tan sorprendida.

-obviamente no podía acudir con usted sin tener ni una prueba, así que quería ir a mirar…

-y no encontraste nada… -yo sonreí.

-no pude ni salir del palacio, todo está muy bien protegido y no quería levantar sospechas.

-ya veo, por supuesto… yo tampoco lo creí, pero, aunque mandé a buscar tampoco mis informantes hallaron algo, ha sido muy astuto –oh… así que tiene informantes.

-que lastima su majestad, no podemos condenarle por nada.

-ciertamente no, se las ha apañado muy bien, demasiado bien, diría yo… -oh cielos, estoy salvada, ¡estoy salvada! Se lo ha creído todo, es perfecto. Y ahora…

-por cierto, su majestad, ¿Qué hace aquí a estas horas? –ella me volteó a ver, alarmada.

-oh… emmm… no podía dormir, pensé en charlar un poco –no le creí ni una silaba.

-por supuesto ¿hay algo que le angustie por la noche, su majestad? –ella se encogió de hombros.

-oh no, bueno, el asunto del general, por supuesto, estoy segura que me ha mentido, pero no hay mucho que hacer, solo… solo eso… y, y ah, sí, ya he mandado a hacerte una espada, quería saber tu opinión ¿Cuándo sería bueno entregártela? Obviamente debe haber una celebración, un banquete y…

-oh no, su majestad, no podría…

-claro que sí, insisto, solo me pregunto si sería adecuado al final de mes o quizás, antes de que partan al Reino Este, se vería bien como un acto solemne de despedida…

 

Si ella de verdad solo venía a preguntar esas boberías, yo me corto una pierna. La miré con curiosidad y sospecha ¿Qué quería de mí a esta hora? ¿dudaba? ¿sospechaba de mí? ¿hice algo que la llevara a sospechar de mí? Había sido muy cuidadosa ¿pero lo suficiente? La duda y la incertidumbre no me iban a dejar tranquila, pero tampoco había manera de sacarle la información, al menos no con el nivel de conocimientos que tenía, quizás con una poción, pero ¿cómo haría que bebiera una poción? Y peor aún ¿Cómo podría hacer una poción sin los materiales? No había forma de hacerla.

 

-además, creo que eso sería un acto de reconocimiento para los soldados y los asistentes, les quedaría muy claro que verdaderamente perteneces a la familia y yo me quedaré más tranquila –entonces algo llamó mi atención.

-ah, su majestad ¿no planea ir con nosotros a conquistar el Reino Este? –ella se quedó muda por unos momentos.

-me parece que no sería apropiado para alguien de mi estatus –yo me recargué en el respaldo del sillón y miré el techo.

-con todo respeto, pero no podría respetar a un rey, reina en este caso, que no hiciera las cosas por sí misma, no puedo respetar a alguien que sea débil –le dije, de manera descuidada –ah, pero, su majestad es diferente, claro, aún es muy joven, la Reina del Este también es joven, por eso yo me hacía cargo en su lugar.

-no me compares con esa chiquilla –tal parece que el comentario le había herido más de lo que había planeado.

-discúlpeme su majestad, he sido descuidada, no me haga caso –ella no me respondió, parecía seguir pensando.

-creo que tienes razón –me dijo, después de unos segundos, con las cejas bien fruncidas –mi padre jamás fue a una batalla, era un cobarde –yo me encogí de hombros.

-la gente valora esos actos, no digo que salte a luchar, pero podría ir y mirar la batalla desde un sitio seguro, eso animaría a las tropas, podrían pelear mejor porque sabrían que su majestad está mirándolos –con cada declaración ella asentía en silencio –además, podría vigilar de más cerca al general y comprobar su lealtad.

- ¿crees que sus mentiras sean tan graves como para comprometer la conquista? –yo me lo pensé un breve momento, la respuesta era obviamente que no, pero pretendí pensármelo un poco más.

-con sinceridad, no lo sé su majestad –se hizo el silencio por un breve momento, entonces volvió a hablar.

-he tomado una decisión Kuga Natsuki –y se puso de pie –yo, la Reina Zhang, Yuuki Nao, iré a la batalla por la conquista del Reino Este –yo la miré con la boca abierta, como si estuviera asombrada, luego aplaudí.

-asombroso su majestad, simplemente admirable.

-lo cierto es que siempre he querido ir a ver una batalla, debe ser bastante entretenido ver como aplastamos a esas sucias escorias –no pude evitar reír con algo de incomodidad al escuchar ese lado tan sádico.

-lo es, su majestad, lo es –ella se quedó pensando unos momentos, mientras miraba a algún punto de la habitación, seguramente imaginándose un panorama agradable, o quizá no tan agradable, el caso es que mantenía una breve sonrisa que a cualquiera le aterraría de ver en relación al tema, posteriormente regresó al presente.

-Kuga, es bastante tarde y he de retirarme, la conversación ha sido bastante beneficiosa.

-por supuesto su majestad, debe descansar.

-y no te preocupes más por el general, si sucede algo relevante te lo hare saber.

-por supuesto, todo sea por su grandeza su majestad.

 

Afortunadamente, después de esas últimas palabras ella se retiró de mi habitación. Me quedé tras la puerta, esperando escuchar algo, pero no conseguí nada, talvez se fuera, talvez no, pero de algo si estaba segura, o al menos tenía un 50 % de posibilidades, ella me tenía vigilada y si no era así, después de hoy, muy seguramente me tendrá más vigilada. Me fui quitando la ropa mientras pensaba las cosas, no podía hacer nada si me vigilaba, o más bien, no cambiaba nada, siempre he actuado como si hubiera espías invisibles, esto no cambiaba las cosas, lo único que, si generaba un cambio, es que había ciertas seguridades, la relación entre Zhang y el general se va fragmentando cada vez más mientras yo obtengo poder sobre ella. Ya no había nada que hacer en relación con la fecha del ataque, solo tenía que esperar un poco más, solo un poco más. O al menos esperar a que surgiera otra oportunidad, o talvez ya no tuviera que mover un dedo para que el general metiera la pata y se arruine así mismo.

 

Por eso me acosté con cierta satisfacción. Pero al día siguiente, cuando desperté por la mañana y mientras me vestía la doncella, recordé los hechos de la noche anterior. Había algo que casi había pasado por alto. Mi intuición me decía que debía preocuparme por algo, no estaba segura sobre qué, solo que no puede traer nada bueno el que Zhang llegara a mitad de la noche a mi habitación. Podía estar dudando de mi o quería algo de mí, y si quería algo de mí no podía ser alguna de mis habilidades, puesto que ya me tenía a su disposición en ese aspecto, de modo que, si quiere algo de mí, es, literalmente, mi persona. Eso es demasiado peligroso. Si ella lo quiere, realmente puede obligarme a tenerme, no puedo negarme.

 

Quizás me estaba preocupando en vano, quizás en verdad estaba en lo cierto ¿Quién podía saberlo? Hasta ahora no me he topado con algún hechizo que me haga saber los pensamientos ajenos, pero como sería útil una cosa así. Pasé el resto de la mañana pensando en ello hasta que me encontré a Zhang y el general a la hora de la comida, que como siempre fue bastante tranquila y silenciosa, solo que al final, para sombro del general, Zhang le informó que iría a la conquista del Reino Este y que debía hacer los preparativos necesarios para ello. Al sujeto casi se le salen los ojos.

 

-su majestad, puede ser muy peligroso, si usted se queda…

-es una decisión tomada, incuestionable, por tanto, es una orden que hagas los preparativos.

-admirable su majestad –le dije con solemnidad –simplemente admirable –enseguida sentí los ojos del sujeto sobre mí, de haber podido me habría clavado su espada, otra vez.

 

Era evidente su inconformidad, pero tuvo la prudencia suficiente como para no decir palabra alguna frente a Zhang, no así al día siguiente por la tarde, en mi pequeño estudio en el cuartel. Entró sin pedir permiso y azotando la puerta de la habitación, notablemente molesto.

 

-ha sido su idea, toda esa estupidez de que su majestad vaya a la guerra seguramente es una idea que le ha metido en la cabeza.

-general, ¿cree acaso que yo puedo hacer tal sugerencia? –le pregunté con bastante descaro.

-por supuesto, usted es una víbora, desde que se ha integrado a este reino y al palacio, ha estado conspirando, saboteando mis planes y ahora pretende poner en riesgo la seguridad de su majestad.

- ¿no cree que me está dando demasiado crédito?

- ¡por supuesto que no! –me quedé en silencio por unos momentos y me permití esbozar una sonrisa.

-entonces, de ser usted, yo tendría más cuidado con mis palabras, pues si tengo esa influencia con su majestad, quien sabe que es lo que puedo decirle después –al instante abrió más los ojos y frunció la boca.

-no se atrevería…

-según usted, parece que si lo haría ¿o ya no esta tan seguro? –torció la boca y la tez de su rostro enrojeció del coraje.

-ciertamente… ya no estoy tan seguro –me permití extender mi sonrisa.

-siempre hay momentos para recapacitar, general.

 

Pude darme cuenta de la inconformidad en la expresión de su rostro, inconformidad y molestia, pero que sabía que debía callarse. Obviamente no tenía tanto poder en Zhang, pero de alguna manera, parecía estar dispuesta a escucharme, no estúpidamente y sin las debidas consideraciones, pero si parecía interesarse por algunas cosas, en cierta manera, ella creía que me manipulaba, cuando en realidad yo la manipulaba, aunque de forma muy sutil, a mi parecer no tan sutil como quisiera, pero es joven y parece no percatarse, o quizás pretende seguirme el juego convenientemente, no puedo saberlo, lo que si se, es que sería estúpido de mi parte dar por sentado que puedo manipularla, no puedo confiarme de ninguna manera, por lo tanto, no voy a tratar de influir demasiado en sus decisiones, o al menos, con bastante mesura para no ser demasiado evidente.

 

-general, le sugiero que se retire a reflexionar sus acciones, yo por mi parte, tengo algunas cosas de las que ocuparme –tensó un poco más la cara y luego dio una muy torcida sonrisa.

-por supuesto, hay mucho que pensar…

 

Es evidente que es y siempre será un enemigo, uno de especial cuidado, no es tan estúpido como para dejarse llevar por sus emociones, si fuera más voluble ya me habría deshecho de él. Pero las cosas a veces no pueden ser tan fáciles, siempre hay obstáculos, siempre hay necios por doquier. Me recargué en el respaldo de mi silla y exhalé con cansancio… si tan solo se muriera… ¿y si le pongo veneno? No, no… ¿Qué rayos estas diciendo? Eso sería caer demasiado bajo… pero sería muy conveniente ¿no? No, no, claro que no… bueno sí, pero definitivamente no podría hacer eso.

 

¿O si podría? ¿podría? ¿podría? ¿Qué tanto me costaría? Pensé en ello el resto de la tarde, pensé en todos los hechizos que conocía y que me servirían para asesinarlo, definitivamente podría hacerlo sin que nadie lo supiera, podría, simplemente, hacerme invisible, entrar a su dormitorio y cortarle la garganta, o enterrarle una daga en el corazón, o ponerle alguna sustancia venenosa… si él muriera, me entregarían la dirección del ejército, de modo que aceleraría los preparativos para el ataque y cuando mucho estaríamos llegando el próximo mes… definitivamente es una idea tentadora.

 

¿Podría olvidarme de mis valores para llevarlo a cabo? No sentía exactamente fidelidad por alguno de los reinos, ni por la gente, por lo tanto, mi título era importante porque es conveniente, ¿debía llevar presentes los valores conferidos a ese título? ¿siempre, en cada momento y situación? Después de todo ¿Qué es ser un caballero? ¿no ya he roto esos votos? Había secuestrado a Shizuru, ¿Qué podía importar un general de un reino enemigo?... bueno, había secuestrado a Shizuru, pero no había asesinado a nadie, quizás esa era la diferencia. Sin embargo, había hecho un pacto, una promesa, y Shizuru me quería de vuelta.

 

-milady –la doncella que me atendía estaba en la puerta –he venido para avisarle de la cena –la miré con la mente llena de pensamientos completamente distantes, de cierta forma, ensimismada, aún incapaz de llegar a una resolución. Miré el escritorio, lleno de papeles, pero vacío de algún otro objeto, mucho menos de algún efecto personal porque no era mi escritorio, yo no pertenecía ahí, al otro lado del mar, en mi hogar, estaba una mujer esperándome, o al menos quiero creer que puede estar esperándome porque siente algo por mí, así que ¿lo iba a asesinar?

-sí –conteste –gracias por avisarme –me levanté, me alisé la ropa, tapé el tintero y abandoné la habitación, con la doncella tras de mí.

 

Asistí a la cena, donde todo fue silencio. Por suerte, era común que no hubiera platicas vanas para acallar el silencio, de manera que pude pensar con profundidad sobre lo que iba a hacer. Resultaría algo gracioso, quizás, ya que de alguna manera me iba a vengar por cómo me clavó una espada en el pecho, aunque claro, yo no clavaria una espada. Tenía que pensar muy bien el método que utilizaría para asesinarlo, ya que el método diría mucho sobre el asesino.

 

Pronto la cena terminó y nos despedimos, cada quien se retiró a sus habitaciones para no volver a vernos sino hasta el otro día. Entonces me puse a pensar en lo que parecería cuando encontraran el cuerpo, no quería que pensaran que fue un asesinato, quería que pensaran que fue un accidente o en todo caso, una muerte prematura, a pesar de que me gustaría cortarle la garganta o despellejarlo vivo… de modo que pensé y pensé en varias formas en las que la gente ha muerto, las personas somos muy frágiles, podemos morir de enfermedades desconocidas, o en un incendio cuando no ponemos suficiente atención al fuego de la chimenea… pero no, un accidente no, debe parecer una muerte “natural”, algo como: “se acostó y ya no despertó”, la muerte que preferiría cualquiera.

 

-hasta mañana milady –yo asentí a la despedida de la doncella, por fin se marchaba después de lavarme y ahora podía imaginar con holgura… ¿y si le apretaba el cuello? No, dejaría marcas… ¿y si le doy veneno? Es bueno siempre y cuando no eche espuma por la boca… ¿un golpe en la cabeza? No, definitivamente dejará un moretón… necesitaba algún brebaje, alguna poción, algún hechizo… pero no recordaba haber leído algún hechizo tan lúgubre y peligroso que provocara la muerte, aunque, a decir verdad, hay muchos hechizos que tienen usos menos siniestros y que pueden ser usados de formas retorcidas, eso depende del usuario.

 

Me senté en el silloncito de siempre, lamentando que la chimenea no estuviera encendida, pues recién comenzaba el verano y hacia bastante calor, era innecesario caldear la habitación, sin embargo, añoraba la sensación del fuego en el hogar, la luz tenue y mis pies sobre la alfombra. Entonces, hoy más que cualquier día anterior, extrañé estar en mi anterior casa, en mi castillo, esperar al final del día que ella entrara por la puerta de su habitación, fragante y reluciente… pero ella no entraría por la puerta y dormiría sola.

 

Me tallé un poco la frente y fui por el libro de hechizos. Hojeé el libro mirando esos útiles hechizos. No pude evitar suspirar mientras leía… hechizos para secar ropa, para endulzar alguna bebida, para limpiar el polvo… ¿y si usaba ese hechizo de secado? Lo podría dejar bien seco y tieso… pero enseguida se vería anormal, no podía usarlo. Seguí leyendo, encontrando hechizos nuevos, bastante útiles, pero que definitivamente no servirían para mi objetivo, de manera que regresé al principio y volví a mirar brevemente los hechizos que había, nada de lo que releía me daba una idea hasta que llegué a cierta temática: hechizo quita-arrugas, hechizo suaviza-telas, hechizo perfuma-telas, hechizo quita-quemaduras, hechizo quita-marcas… si lo asfixiaba ¿quitaría la marca de las manos? Hasta ahora era la única idea que me cruzaba por la mente…

 

No era una idea muy sólida, pero era la única que había hasta ahora, de manera que tome la decisión de ir al día siguiente a esa pequeña y ultra privada biblioteca de libros con hechizos. Por mientras, cerré el libro y lo oculté, luego me metí a la cama. Sentí un vacío en el pecho, un vacío extraño, un vacío que me impedía respirar bien por más profundo que inhalara aire. Debe ser por ella, me dije, debe ser porque la extraño, pero no puedo ser débil, no puedo caer ante la debilidad que provoca su ausencia, debo seguir adelante. Cerré los ojos e intente dormir, no lo conseguí y por consecuencia pasé una noche horrible, de modo que en cuanto se alejó la doncella me apliqué un hechizo que me quito el cansancio por no haber dormido bien, aunque ahora que lo pensaba, había un hechizo para poder dormir…

 

Así pues, pude cumplir con mis actividades del día, hasta que por la tarde fui a mirar los libros. Fue un largo rato de mirar títulos e imaginar su contenido, valorar si habría algo que pudiera interesarme, no fue fácil, necesitaba resultados inmediatos para asimilar una gran cantidad de información, de manera que no encontré una solución aquella tarde, ni en los días siguientes.

 

No obstante, no me rendí, busqué en los libros que parecían tener contenido peligroso, el resto, que parecía hablar de hechicería buena o en determinado caso, útil, ni los toqué, por desgracia, todo fue un buscar en vano, había multitud de hechizos, de pociones, había formas de elaborar venenos o que causaran enfermedades, hasta plagas, pero no existía un solo hechizo que asesinara sin dejar marcas, ni existía una poción que causara la muerte sin necesitar de raros y ultra caros ingredientes, lo que yo quería, sencillamente no existía. La mente humana que había desarrollado infinidad de hechizos peligrosos, no había creado ni uno que conllevara a una muerte no dolorosa, todos estaban creados para causar dolor, agonía y tortura, algo que no me desagradaba del todo, pero que no era útil en esta situación. Por lo que solo me quedaba intentar borrar las marcas… ¿funcionaria? Quien sabe, pero definitivamente tenía que intentarlo.

 

Si el hechizo que borraba las marcas funcionaba tal como yo quería, el general sería encontrado muerto sin causa alguna, sin ningún sospechoso y, por lo tanto, no habría a quien buscar para culpar y se encomendaría su cargo a alguien más. Con suerte sería a alguien que yo pudiera controlar, o quizás aún mejor, me darían el cargo.

 

Con la decisión tomada en cuanto al método, debía elegir el momento de la muerte ¿de noche? ¿de día? ¿en su cama? ¿en un pasillo? ¿en su oficina? Debía ser en un lugar que no hubiera gente, pero también convenía que fuese de día, haría las cosas más misteriosas ¿Cómo culpar a alguien cuando fue a la luz del día y con muchos guardias a su alrededor? Si, debía ser de día y lo haría a la mañana siguiente, así se celebraría el funeral por la tarde.

 

Acomodé en su lugar el último libro que había estado revisando, di un vistazo para dejar todo en orden y pronto abandoné la estancia. Tuve ganas de dar un paseo por el palacio ahora que me sentía un poco más tranquila, pero hacer algo diferente a la rutina de siempre podía ser sospechoso, así que me fui a mi habitación y esperé en calma hasta la hora de la cena. Quería hacerlo cuanto antes, quería hacerlo en la noche, pero debía ser paciente, ya había esperado por mucho tiempo ¿Qué tanto seria esperar un poco más? Toda espera siempre es recompensada, me dije como consuelo.

 

En un rato más apareció la doncella y acudí al comedor, como siempre fui la primera en llegar, momentos después apareció Zhang y tras de ella aquel asno. Lo vi comer mientras yo también probaba la comida. Todos pasábamos la comida en silencio, de alguna forma, el pensamiento de que esa sería su última cena me dio gracia. Por supuesto, no me permití mostrar ni una sola expresión hasta que estuve en mi habitación y la doncella se hubo marchado. Entonces me permití exhalar con pesadez y fruncir el ceño. Si bien estaba animada porque esto movilizaría las cosas, ganaba más el sentimiento de impaciencia e inconformidad.

 

Iba a matar a un hombre, pero eso no me perturbaba, ya había matado antes, aunque hubiera sido por causas justas o en guerra y esta vez tenía una motivación completamente diferente, una que se alejaba de todo lo que había profesado antes, y, aun así, no me perturbaba. De cierta forma eso me hacía tener una sensación extraña. Debería sentirme mal por lo que voy a hacer, debería al menos sentirme intranquila, pero no había nada de eso ¿Por qué seria? Sin embargo, a pesar de preguntármelo, esas dudas tampoco me inquietaban, solo estaban por ahí, en mi cabeza, como pensamientos pasajeros. Quizás este lugar me ha cambiado, me dije, cerrando los ojos y sintiendo la pesadez. Pronto me fui a dormir.

 

En la mañana, fue la doncella la que me despertó, ya con el desayuno puesto. Comí y bebí con languidez, de cierta forma, reservando todas mis energías para lo que intentaría hacer. Al terminar con el desayuno y vestirme, la doncella se marchó e hice lo mismo, salí en dirección al cuartel, el día se miraba igual que otro, no parecía que fuera a llover, tampoco hacia demasiado calor, los hombres a lo lejos estaban practicando, algunos estaban vigilando, otros hacían rondas. Cuando llegué a la estancia que yo ocupaba, me senté, miré los papeles frente a mí y supe que no podría mirar con verdadero interés alguno de ellos. A mi espalda había una ventana, así que mire, el sol aún estaba bajo, quería que fuera al menos medio día.

 

La espera fue agónica, sentí que en ese momento solo estaba viviendo para poder mirar el transcurso del sol por la ventana, lo miré tanto y tantas veces, que cuando estuvo en la posición correcta ya no me sentía segura de que fuera la hora adecuada, pero miré las sombras en el suelo, era el momento. Me asomé por la puerta de la habitación, prestando atención a cualquier sonido, se escuchaban los movimientos de algunas personas, zapatos, una que otra voz de fondo. Todo tranquilo. Cerré la puerta sin hacer ruido e hice los preparativos. Hechizo de fuerza, destreza, resistencia, velocidad, agilidad, alerta, sigilo, percepción, silencio e invisibilidad. Estaba segura de que la espada con la que me había atravesado tenía un hechizo, por lo que no podía subestimarlo de ninguna manera. Al terminar de colocarme los hechizos salí de la estancia y caminé hasta la oficina del general, con las orejas bien pendientes de mi alrededor.

 

Por suerte todos tenían algo que hacer, de modo que llegué hasta la puerta de su oficina sin demoras. Obviamente estaba cerrada pero no asegurada, así que abrí ligeramente y al asomarme encontré el rostro extrañado de aquel sujeto, era obvio, él solo vería que la puerta se abrió sola. No la cerré y en cambio entré, apliqué hechizos que mostraran la presencia o efectividad de algún otro hechizo en la habitación, pero estaba limpia, no había ni un objeto mágico. El hombre se levantó de su asiento, miró la puerta, miró fuera y terminó por volver a cerrarla, en cuanto volvió a sentarse me coloqué tras él y llevé mis manos a su cuello, sujetándolo con fuerza, pero sin romperle el cuello, pronto comenzó a retorcerse, entonces me acerqué a su oído.

 

-nunca le agradecí por darme esta oportunidad… -conforme pasaban los segundos la agitación del hombre era cada vez más violenta, se llevó las manos al cuello, intentó gritar, intentó levantarse, trató de respirar múltiples veces, y después de un tiempo sus brazos cayeron sin fuerzas a sus lados. Deje de hacer fuerza en su cuello y me acerqué para tratar de escuchar algún tipo de respiración, pero no había nada –supongo que ahora es tarde.

 

Lo dejé bien acomodadito en su silla, le cerré los ojos y apliqué el hechizo quita-marcas, lo apliqué en su cuello, donde había notables marcas rojas, sentí duda al momento de aplicarlo, pero pronto las marcas se fueron desvaneciendo. Me sentí feliz, por primera vez en varios días, o meses. Lo tomé de los hombros y lo acomodé sobre su escritorio, como si hubiera estado durmiendo. Ya para terminar me acerqué a la puerta, todo seguía igual, en relativo silencio, así que abrí la puerta, salí, volví a cerrar y abandone esa habitación. Cuando llegué a la estancia que ocupaba y me senté en mi silla, supe que de verdad la misión había sido un éxito.

 

Miré el sol por la ventana y deshice todos los hechizos que me había aplicado. No me tomó ni media hora despachar al general. Pero eso había salido tan bien porque tenía los conocimientos adecuados, antes no me habría salido tan bien y sin testigos. No estaba bien gozar la muerte de una persona, pero ciertamente yo lo estaba haciendo. Me había clavado una espada y luego me tuvo como su prisionera de guerra, cuanta humillación, la muerte por sí sola no sería suficiente, pero debía conformarme.

 

Volví a asomarme por la ventana, mirando a algunos sujetos hacer sus rondas, seguramente ya por esta hora mandarían a buscar al hombre, ya que casi siempre debía estar pegado a Zhang. Volví a sentarme en la silla y tomé algunos escritos para tratar de leerlos. Escribí un par de cosas hasta que un guardia tocó mi puerta y entró abruptamente.

 

-milady, ¡el general ha muerto! –tenía que fingir sorpresa, pero no sabía si me saldría bien la actuación.

- ¿Cómo? ¿de que estas hablando? –para hacer una buena interpretación, pensé en qué dirían mis zoquetes si les dieran la misma noticia.

- ¡El general murió!

- ¿el general se murió? –era estúpido, pero en la estupidez hay cierta naturalidad, supongo.

- ¡El mismo! –me quedé con la boca abierta por unos segundos.

- ¿estás seguro que está muerto? ¿no está desmayado por calor?

- ¡Estoy muy seguro! –entonces, fingidamente me llevé una mano a la boca.

-que terrible, debemos comunicárselo a su majestad.

-ya han ido a comunicárselo, con su permiso, iré a informar a los demás.

 

Una vez que el sujeto abandonó la puerta, me levanté y fui hasta el pasillo que daba a la estancia donde él estaba. El lugar estaba abarrotado de guardias, algunos poniendo orden, algunos discutiendo, otros en completo silencio, pero el alboroto acabó cuando Zhang apareció en el lugar. Uniformemente, todos callaron y permitieron que Zhang entrara hasta la estancia, seguida de un sacerdote. Solo entonces me pregunté, ¿podría darse cuenta de que alguien utilizó un hechizo en él? ¿tendría algún hechizo para eso? ¿se daría cuenta que fui yo? Me surgieron algunas dudas e inseguridades, pero ya era tarde, no había sido suficientemente cuidadosa, no tomé en cuenta eso, solo me quedaba esperar pacientemente a ver que se decía.

 

Una vez que Zhang ingresó a la habitación, poco a poco me abrí paso entre los guardias hasta llegar al quicio de la puerta y poder escuchar que es lo que decían. Mire como Zhang contemplaba el cadáver con estoicismo, hasta parecía no importarle demasiado, quizás solo fuera apariencia. El sacerdote examinó el cuerpo, lo tocó, pego el oído, le levantó los parpados y miró los ojos, tanteo su boca y se asomó a ver el interior de sus oídos. Después de eso, dio su dictamen.

 

-su majestad –dijo el envejecido sacerdote –ha sido una muerte natural, aún era joven, pero algunas veces sucede.

- ¿está seguro de que no le han matado? ¿no le han envenenado?

-muy seguro su majestad, no hay signos de envenenamiento, tuvo una muerte repentina pero tranquila.

-muy bien… entonces empiece con los preparativos, debemos enterrarlo -me contuve para no reír ¿una muerte tranquila? Ojalá hubiera sufrido más.

 

Capítulo 19.

 

Después de la muerte del general se suspendieron algunas labores, por lo que dejé lo que “estaba” haciendo antes del evento. Para mi sorpresa, Zhang me pidió que le hiciera compañía, por lo que me mantuvé con ella hasta la hora de la comida. En la comida… por la tarde… y hasta la cena. En todo ese tiempo tuvimos oportunidad de comentar la muerte, de atar cabos, de sacar conclusiones, pero cualquier duda que tuviera, la conducía a la conclusión del sacerdote. Ella no había notado que se usó magia en el cadáver, ya me lo hubiera echado en cara y confrontado, es más, me hubiera hecho arrestar y con seguridad estaría en lo más profundo de un calabozo, con grilletes en brazos y manos, sin olvidarse de la tortura, obviamente. Pero, no había ninguna sospecha sobre mí, hasta donde se notaba.

 

De manera que le hice compañía hasta que inevitablemente, y por fortuna, ella fue a sus habitaciones y yo a las mías. Entonces disfruté de un relajante baño con agua bastante caliente. Esta vez no me senté a meditar en el sillón, me fui directo a la cama, estaba cansada, no sabía que lo estaba hasta que me acosté y sentí que el cuerpo me pesaba. Había sido más estresante de lo que había supuesto, pero estaba hecho y casi terminado. Pronto sentí como todo mi cuerpo parecía hundirse en la suavidad de la cama, era relajante, pero lo más importante es que era solo un paso más para poder volver.

 

Al día siguiente fue la ceremonia de despedida del general. Se llevó a cabo en el gran salón del palacio, bajo la dirección del mismo sacerdote del día anterior. Obviamente dio un largo y tedioso discurso que no tengo ganas de recordar en mi vida, de ser por mí lo hubiera mandado a callar, pero mantuve la compostura hasta que terminó la tortura, después de todo, Zhang me pidió que la acompañara.

 

Tal solicitud de compañía me despertaba ciertas inquietudes. Por un lado, me hacía pensar en la posibilidad de que Zhang me nombrara general del ejército, pero por otro… ¿Qué tal si se me estaba pegando con otras intenciones? Con la intención de vigilarme o… intenciones más sucias… ya lo había pensado antes, cuando apareció en mi habitación, ¿o serian conclusiones precipitadas, causadas por una mente retorcida? Podía ser, podía ser…

 

En un principio pensé en que sería alguna de esas dos posibilidades, luego, conforme transcurrió el día, pensé que podían ser las dos juntas, o que una dependiera de la otra. De ser así me negaría. Por ese motivo no toqué para nada el tema del nombramiento del nuevo general, de ser posible lo evitaría hasta que ella lo mencionara directamente, me aterraba la idea. Con lo que no conté, es que, al día siguiente, poco tiempo después de terminar el desayuno, sería convocada a un sencillo salón de audiencias, donde me esperaba Zhang y el sacerdote. Al llegar los guardias me abrieron las puertas y dentro todo estaba en silencio, sentí como si me hubieran estado esperando solo a mí y fue incómodo, por no decir que en seguida me puse tensa y alerta.

 

-su majestad, he acudido lo más rápido posible –era mentira, ni siquiera había corrido, pero en cambio ella asintió en comprensión.

- ¿Qué es lo que tenía que decirme? –le dijo Zhang al sacerdote, lo que me hizo pensar que la reunión aún no había comenzado, algo extraño.

-su majestad, sé que el cuerpo del general aún esta tibio, pero, es necesario nombrar al nuevo ocupante del puesto –enseguida sentí sudor escurriéndome por la espalda.

-cierto… -se tomó unos momentos y luego me miró fijamente –Kuga Natsuki pertenece a mi familia, no tengo nada más que agregar –al menos podría haber dicho que tengo habilidades y experiencia…

-por supuesto su majestad, por supuesto, una acertada decisión, debemos oficiar un nombramiento…

-eso es obvio - ¿es que acaso yo no tenía opinión? Aunque tampoco es que pudiera negarme…

- ¿Cuándo…? –comenzó él y ella trono los dedos, llamando a un criado que se acercó presuroso.

-más tarde le informaré cuando se hará la ceremonia, retírese por ahora.

-por supuesto su majestad, estoy a sus órdenes.

 

El viejecito se retiró con pasos cortos pero rápidos, mientras Zhang le dijo algo al oído al criado, algo que no conseguí escuchar. Rápidamente el sujeto se fue y finalmente nos quedamos Zhang y yo en el saloncito, sin nadie más de por medio. De momento no supe que decir, en cierta forma esperaba que esto sucediera, pero creí que antes me preguntaría, y que me haría alguna proposición rara… aunque este escenario era el mejor, porque el nombramiento no estaba condicionado, de modo que pronto supe que decir.

 

-su majestad, gracias por concederme tal honor –e hice una reverencia. Ella agitó la mano, como restándole importancia.

-la decisión era lógica, no podría confiar en nadie más –claro, ella daba por hecho que le era completamente fiel.

-aun así, su majestad, me siento honrada por el honor –toda esta palabrería era una molestia, pero era parte del protocolo, ¿Cuál es el protocolo? Adularla y no dejar de adularla.

-desde hoy pasarás las audiencias conmigo y por las tardes tendrás que ponerte al corriente de todo lo relacionado a la incursión del Reino Este.

-por supuesto su majestad, será un placer.

 

Por lo tanto, subí los pequeños escaloncitos que hacían una diferencia de nivel entre el trono y los solicitantes, para finalmente situarme al lado de Zhang. Bueno, volvía a tener mi viejo puesto, solo que en un lugar diferente. No me importaría quedarme, siempre y cuando tuviera a Shizuru a mi lado, por eso no podía quedarme aquí.

 

Zhang tuvo un par de audiencias más en ese pequeño y privado saloncito, pero al terminar nos pasamos al gran salón de audiencias, con muchos plebeyos haciendo fila, esperando poder exponer alguna dificultad, si tenían suerte, la mitad serian atendidos, y si tenían aún más suerte, unos cuantos de esos tendrían una solución a su problema. Era gente de clase baja, insignificantes y mediocres, pero necesarios para las labores más molestas, por lo tanto, se les debía atender, aunque fuera una molestia.

 

Traté de relajar el rostro y mirar un punto determinado en la lejanía, ahora mismo estaba en desventaja. Este trabajo no me era desconocido, pero nunca había estado desempeñándolo sin armadura y espada, mis expresiones eran visibles, no podía estar frente a la gente con cara de aburrimiento o con molestia por escuchar asuntos estúpidos e insignificantes. Por eso, cada que sentía que estaba perdiendo la compostura, respiraba hondo, hinchaba el pecho, tensaba la espalda y miraba otro punto lejano. Fue una mañana muy dura. Por suerte, por la tarde pude dedicarme a asuntos que eran verdaderamente más importantes, como lo era el ejército, las provisiones y a revisar todos los papeles que tenía aquel asno en su despacho, para eso llamé a varios encargados y ayudantes, los puse a sacar todo y leerlo, y como realmente no había mucho papeleo, en un día estuvo zanjado ese asunto.

 

Para cuando finalmente me acosté esa noche, me dolía la espalda y el cuerpo me pesaba, además de que no podía dormir, por suerte conocía un hechizo efectivo. De manera que, a la mañana siguiente, por mucho que me fastidiara, fui a situarme al lado de Zhang en las audiencias, no sin antes aplicarme un hechizo de resistencia y fortaleza, gracias a eso pude aguantar satisfactoriamente las audiencias hasta que llegó la hora de la comida y le informé a Zhang que ya me había puesto al corriente con todos los asuntos del general.

 

-eso ha sido rápido, me has sorprendido –estuve a punto de ser petulante al contestar, por suerte me corregí a tiempo.

-es solo que ya estaba al corriente de casi todas las necesidades del ejército, solo había papeleo que revisar.

-entonces… ¿no hay duda alguna en que el ataque deberá ser en agosto? –yo expresé una breve sonrisa.

-me complace informarle que, si está de acuerdo, puedo organizarlo para mediados de julio.

-estoy muy de acuerdo –contestó ella, con una gran sonrisa en los labios.

 

No hablamos más después de aquello. En mi mente estaba pensando en todo lo que tenía que hacer y lo que quería hacer al llegar al Reino Este, y ella, muy seguramente, estaba pensando en lo mismo, en lo que haría y todos sus planes de conquista en el Este y en los Reinos Norteños, aunque a mí, todo ese tema, no me importaba en absoluto, solo quería salir de aquí en una pieza y llegar a mi casa. Aunque… ¿Qué podría detenerme ahora mismo de asesinar a Zhang? Lo pensé bien, valoré las posibilidades, realmente no había nada que me lo impidiera.

 

¿Debería, entonces, asesinarla? Lleve mis ojos hacia ella, que disfrutaba de una buena tarta como postre y un sorbo de vino, ¿Qué ganaría con matarla? ¿Qué perdería? Obviamente tendría complicaciones, todos los guardias me perseguirían, aunque si encubriera el asesinato podría escapar de una ejecución, el caso es que saltarían demasiadas sospechas si Zhang moría dos días después que el general, aunque sin pruebas la gente no tendría nada en contra mía y podría hacer lo que me viniera en gana, el problema sería con las personas que se pelearan por el poder… todo apunta a una situación muy complicada y riesgosa.

 

Bueno, es lógico que tendré que asesinarla, solo debía escoger bien el lugar y el momento, y si tenía suerte en ello, hasta podría quedarme con este reino, después de todo, se supone que soy parte de la familia real y no queda nadie más, el truco es dar los pasos correctos. De modo que primero debía ganarme a los hombres del ejército, debía hacer que fueran fieles a mí, debía ganarme su confianza, y eso solo podía conseguirlo luchando. El caso es… ¿Cómo ganarme al ejército sin dañar demasiado al otro ejército? Porque quería volver y tener aún una buena relación con el Reino Este, después de todo, Shizuru pertenece a él y no quiero que me termine odiando por la guerra, pero no sabía cómo lograrlo, solo que… fingiera.

 

-julio comenzará dentro de dos días –dijo Zhang, sacándome de mis pensamientos –ese día he mandado a preparar una ceremonia para tu nombramiento –comentó ella, mientras le ayudaban a levantarse de la mesa.

-muchas gracias su majestad, me honra con sus atenciones –ella hizo un gesto con la mano.

-está bien, a mí también me complace recompensar a quien se lo merece.

 

En un principio creí que sería una ceremonia breve, solamente un acto protocolario que tenía como fin lograr el reconocimiento público de mi poder y autoridad, pero la ceremonia fue más esplendida de lo que imaginé. Quizá debí imaginarlo cuando miré la ropa que me llevó la doncella para prepararme, era ropa nueva, hecha de materiales finos y de costosa manufactura, e incluso llevaba joyas en los brocados de hilo de plata. Serian prendas absurdamente costosas, pero que, en lugar de declinarlas, las vestí sin problema. Me lo merezco, me dije, mientras la doncella me vestía.

 

Posteriormente, al llegar al gran salón y ver a la gran concurrencia, todos engalanados con sus mejores prendas, supe que no era algo tan breve, menos aun cuando el sacerdote estaba rodeado de otros sacerdotes más, parecía todo un comité. Nunca había sido protagonista de una ceremonia tan pomposa y contrariamente a lo que alguna vez imaginé, no me disgustaba del todo. Podría acostumbrarme, pensé, lejanamente.

 

Me encontraba en la entrada del gran salón y frente a mí, toda la concurrencia estaba pendiente de mí. En cierta manera me recordaba a cuando contraje matrimonio, había demasiadas personas, aunque claro, el motivo y mi sentir eran muy diferentes. Fue un buen momento, parecía chiste que muy pronto haría un año de aquel evento. Bueno, mejor dejar los buenos momentos para otra ocasión, de modo que enderecé la espalda y esperé a que el estúpido a mi lado me anunciara. Quizás era muy estúpido, porque tuvo que llegar alguien a reprenderlo y así, finalmente me anunció a los asistentes.

 

Al terminar el anuncio se hizo el silencio y el orden, y si antes sentía las miradas sobre mí, ahora se volvió una sensación más pesada. Pronto di los primeros pasos para llegar a hasta donde estaba el sacerdote y Zhang; la gente me abrió camino sin quitarme los ojos de encima, no percibía hostilidad, quizá era simple curiosidad o ganas de confirmar algo, supongo, pues sentía muchas de sus miradas directamente sobre mis ojos. Pronto llegué al frente, entonces el sacerdote dio un largo discurso, ensalzando las cualidades que obviamente no estaba seguro de que yo poseyera, pero que fingió que sí. Al terminar, Zhang se puso de pie y yo hinque una rodilla, dijo unas palabras y un apurado criado se aproximó con una espada que desenfundo y puso sobre mi cabeza, al terminar, enfundo la espada y me obsequio un medallón como prueba de su favor, sumándole a eso la misma espada que había usado anteriormente. La recibí con elaboradas reverencias mientras el gentío aplaudía.

 

Obviamente, después de eso, hubo una modesta fiesta que duró el resto del día, con comida y bebida como para alimentar a la concurrencia y al ejército, o al menos una tercera parte. Bueno, dije modesta, pero lo cierto es que no fue exactamente modesta, aunque estaba bastante acostumbrada a los derroches de dinero, Zhang superaba mis expectativas, es bastante obvio que este reino tenía sobrados los recursos y me preguntaba si siempre había sido así, si era verdad que había tantos recursos o si pudiera ser que fuera solo apariencia… nunca se podía saber con certeza la realidad de un reino, a veces los reyes se endeudaban terriblemente con otros reinos o con alguno de sus terratenientes.

 

Que importa ahora, un día descubriré la verdad me dije, así que me permití olvidar el tema y disfrutar de la fiesta, comiendo y bebiendo con libertad. Mientras miraba a la multitud de desconocidos, no podía evitar volver a recordar la fiesta de mi matrimonio, había sido muy feliz en esa ocasión, pero había tenido que evitar a la gente y no comer, ocultándome, yo había aceptado eso, era el pago por contraer matrimonio con quien yo había querido, lo aceptaba perfectamente, pero estando aquí, siendo libre y yo misma, me era muy difícil no comparar y pensar, que en cuanto regresara al Reino Este tendría que volver a esconderme bajo un yelmo… y apropósito de yelmo… había perdido el de mi armadura… necesitaría otro.

 

Después de mucho pensar, tratar de no recordar y por supuesto, beber una considerable cantidad de licor, decidí retirarme antes de abrir la boca o hacer algo inapropiado, tenía una buena resistencia al licor, pero nunca se es demasiado cuidadosa. Por lo tanto, me acerqué a Zhang, le hice una profunda reverencia cuidando no caerme y le dije que me retiraba, ella alzó su mano un poco, en señal de consentimiento, entonces un criado anunció mi retiro. En ese comento casi se me salen los ojos, ¿Por qué lo hacía? Me giré a ver al gentío, encontrándome con miradas pendientes de mí, hice una sonrisa un poco forzada y di una muy, muy ligera reverencia con la cabeza, pues toda esa gente era inferior a mí. Al terminar el movimiento salí por una puerta lateral y caminé sin descanso hasta llegar a mi habitación, no pasó demasiado tiempo para que apareciera la doncella de siempre.

 

La cabeza me pesaba y no sentía que pudiera mantenerme muy bien de pie, estaba teniendo un muy buen control, pero eso se estaba acabando, por esa razón al llegar a mi habitación le pedí que me diera unos minutos a solas y que yo la llamaría. Una vez que salió, fui a buscar el libro de hechizos, pasé las páginas rápidamente, casi podía recordar en que página exactamente estaba el hechizo que necesitaba, pero no podía recordar la pronunciación, por suerte, encontré el hechizo de desintoxicación, me lo apliqué y en un instante todo volvió a estar bajo mi control. Después de eso me juré que me aprendería el hechizo.

 

En los días siguientes comencé a convivir más con los soldados a mi mando, reorganicé todo el ejército, solicité un cinturón para mi nueva espada y un yelmo para mi armadura, aunque no fuera igual. En eso ultimo surgieron unos cuantos problemas, debido a que había reestructurado el ejército, ahora quedaba mucho menos tiempo para el momento de lanzar el ataque al Reino Este, así que requería el yelmo en menos de dos semanas y el estúpido herrero se negó a entregarlo tan pronto. Me enfurecí tanto que le solté tan tremenda bofetada que lo mandó al suelo.

 

-me entregaras el yelmo a tiempo… –le dije con voz tranquila –no es una solicitud ni una opción -lo vi temblar brevemente, hecho que me complació, quizá al fin captó el mensaje satisfactoriamente, de modo que me di media vuelta y salí de la herrería.

 

Al salir del lugar di unos breves pasos y me quedé mirando la afluencia de personas, era una zona comercial, era lógico que hubiera mucha gente, y aunque en general, solía desconocer a la mayoría de la gente en el reino en el que vivía anteriormente, aquí me sentía por completo fuera de lugar, en medio de gente desconocida y extraña, las personas que pasaban me miraban fijamente a la cara y después bajaban la mirada, me apreciaban con curiosidad y duda, hasta podría decirse que con una actitud crítica. Quizá no estaban seguros de quien era yo, quizá dudaban de mí tanto como yo dudaba de ellos. Es una actitud normal y perfectamente entendible, pero no quería decir que me gustara.

 

Respiré profundo y alcé el mentón, enseguida me topé con unas mujeres que me estaban mirando directamente a los ojos, al devolverles la mirada giraron el rostro, incomodas. Solo unas semanas más, me dije mientras comencé a caminar. Ya todo estaba dispuesto, había redistribuido las provisiones, estimado y presupuestado los gastos en la ausencia del personal militar, además de los gastos que generaría la guerra, también había estimado las bajas que habría e ideado un plan de ataque, el cual, pese a mi experiencia, habilidad y la gran ventaja numérica, no había sido nada fácil, porque, al final de cuentas, quería lograr la conquista de forma en que hubiera la menor cantidad de bajas. Y, por absurdo que pareciera, Zhang se dio cuenta. La creía una chica que no sabía nada de estrategias de ataque, pero pudo notarlo, por suerte, le dije que, si se usaba esa estrategia, tendríamos mejores números para gastar en su campaña en el norte.

 

“Serán menos bajas ya que conozco las estrategias y organización del ejercito enemigo, así podremos usar esos números en el norte, porque ahí no sé qué pueda pasar, no sé cuántos soldados se perderán”.  Zhang estuvo conforme una vez que le dije eso. Pero, aunque era verdad, también había una parte de mentira. Yo iba a regresar al Reino Este y el territorio se sumaría al Reino Oeste, de modo que no quería que la gente pensara que los había atacado con todo, sabiendo que en un pasado habíamos estado en el mismo bando, no me haría ver bien, y yo necesitaba que las cosas, la situación, fuera aceptable para que Shizuru estuviera feliz conmigo y se uniera a mí, esa era mi esperanza, esa era mi intención.

 

Por lo tanto, ya que conocía la ubicación de todas las divisiones, solo tenía que atacar conjuntamente esos lugares para paralizar a todo el ejército y justamente, ese era el problema, la correcta organización de todo el ejército con distancias tan largas entre sí, de modo que creé una nueva modalidad de comunicación de mensajería. Solo esperaba que funcionara correctamente.

 

Como aún no estaba segura de la eficacia de los mensajeros, puse a trabajar a tope en las últimas dos semanas que quedaban a toda la tropa de nuevos mensajeros que había creado. Fue largo y cansado, pero había sus recompensas, al menos podía disfrutar de llamarlos idiotas o imbéciles cuando hacían algo mal. Sin embargo, cuando llegó el día, a pesar de que aún no estaban del todo preparados, yo estaba más feliz de lo que jamás había estado en todos estos últimos meses. Estaba tan feliz y concentrada en el lugar al que llegaría que casi olvido ir por mi yelmo, pero por supuesto, en ningún momento me olvidé de recoger la carta de Shizuru que estaba en mi habitación, después de todo, sobrevivió a todo ese tiempo. De modo que, unas horas antes de subir al barco, tuve que ir a recoger mi nuevo yelmo.

 

-le suplico me perdone su excelencia, me faltaron algunos detalles –me dijo el herrero, mientras yo veía el yelmo en silencio y con la boca torcida. Era un yelmo fino, con buenos detalles, pero el metal no estaba templado, su coloración era común y corriente.

- ¿te parezco alguien vulgar? –le dije, estaba muy… molesta.

-no, su excelencia –bajó la cabeza y se agachó.

-mira mi armadura, pedazo de asno –pero él no hizo el intento de mover la cabeza –mi armadura esta templada, mira el color –seguía en su lugar y tuve que tomarlo del cabello –te estoy ordenando.

-sí, su excelencia, ya la veo, es un color hermoso.

-sé que es un color hermoso y por eso esperaba un yelmo a su medida.

-su excelencia, solo que… aquí no conocemos esas técnicas… -entonces lo solté.

-su majestad se jacta de la superioridad de este reino, pero ¿no pueden hacer armaduras templadas? ¿es una broma? –pero el herrero no dijo nada, se quedó quieto en su lugar –que asco… -entonces tome la bolsa de monedas y se la tiré en una mesa –tendré que conformarme con esta cosa…

 

Estaba disgustada y no me importó ser grosera. Después de todo, no sabía que sucedería en el enfrentamiento, pero podía decir con seguridad que haría lo necesario para no tener que volver al Reino Oeste, de modo que no me importaba qué dijera o qué opinara un herrero mediocre. Si tenía suerte, encargaría un nuevo yelmo en el Reino Este.

 

Con el horrendo yelmo bajo el brazo y ya resignada a usarlo, subí al caballo que me habían dado, en dirección al puerto. Cabalgué con holgura, pasando por las estrechas callejuelas donde solo debía circular la gente. Aprovechándome de mi posición y mi poder para hacer lo que me diera la gana en medio de gente mediocre, visiblemente molesta por la intromisión de un caballo en un sitio tan limitado, pero nadie podía decirme nada. Quizás fuera porque por fin me marchaba de aquel asqueroso reino que extendía mi felicidad a hacer lo que me diera en gana, además ¿Qué era un poco de incomodidad para los plebeyos? Ya estarían acostumbrados, me dije, mientras sonreía un poco.

 

Por suerte, más pronto de lo que hubiera esperado, salí a la calle principal que llevaba al puerto, estando ahí divisé la nave insignia y el lujoso barco que llevaría a Zhang. En un principio pensé que Zhang viajaría en la nave insignia, que es de la que provienen todas las ordenes, pero por suerte Zhang no tenía pensado perder ni una sola de sus comodidades y a mí no me importaba viajar en un barco diferente, ya estar en un barco de regreso, era un colosal progreso a mi situación de ida al Reino Oeste, es decir, de ir encadenada y en medio de la cubierta, a ir en la nave insignia con una, aunque pequeña, pero bastante bien adecentada habitación.

 

Mientras rememoraba todo ello, llegué a los muelles donde estaban cargando las provisiones y los soldados se estaban presentando para subir a los barcos. Pude haberme integrado e interactuar con mis asistentes, pero me quedé sobre el caballo, a esperar que fuera la hora de partir. Fue una, aparentemente larga pero entretenida espera, pues cuando me di cuenta, el carruaje de Zhang llegó al puerto y sus criados comenzaron a subir sus baúles, mientras ellos corrían, Zhang bajó del carruaje y pronto nos encontramos con la mirada. Ella caminó hacia mí y yo bajé del caballo.

 

-ya ha llegado el día –me dijo ella con una sonrisa socarrona.

-ha llegado, su majestad –también me hubiera gustado sonreír, pero me mantuve lo más estoica posible.

-en parte, siento envidia de ti, tú no tienes que dar un discurso de despedida.

-seguro sus súbditos se sentirán agradecidos por sus palabras.

-ya lo creo que sí.

 

Y tal como dijo, cuando nos informaron que todas las provisiones habían sido subidas a los barcos y que todos los soldados abordaron, el vocero comunicó a la multitud que debía escuchar el discurso de despedida de su majestad. Obviamente yo me mantuve a su lado desde el principio hasta el final, pero, aunque estuve presente, no escuché ni una palabra, mi mente estaba en otro lugar, al otro lado del mar. Ya cada vez queda menos para verte.

 

Al terminar el estúpido discurso, la gente aplaudió y pudimos por fin, marcharnos del mugroso puerto. Zhang subió a su barco y yo subí al que me correspondía, cuando por fin desataron los amarres, las velas fueron izadas y la nave se movió, sentí que al fin estaba haciendo un progreso verdadero. Usualmente la sal del mar podía resultarme un poco molesta, pero no en esta ocasión, de hecho, me mantuve en cubierta hasta el anochecer, tocando de vez en cuando un bolsillo donde había guardado la carta de Shizuru, recordándola, recordando nuestro juramento mientras veía hacia adelante por donde avanzaba el barco. Me hubiera gustado usar un hechizo y acelerar el avance, pero en cambio usé un hechizo que volvía los vientos favorables. Eran mediados de julio y normalmente se sentiría un nada agradable calor veraniego, pero gracias a los hechizos, el viento refrescaba y había nubes que impedían los fuertes rayos del sol.

 

Los conocimientos que había adquirido en hechizos fueron bastante útiles, tanto para asearme, como para mantener limpias mis prendas, para no sentir calor y hacer un viaje mucho más agradable y menos incómodo, y por supuesto, hacerlo lo más corto posible, por eso usé hechizos para buen viento tanto como fue posible y lo suficiente como para que no pareciera anormal, un viento tan bueno; aunque fue inevitable que surgieran comentarios optimistas entre la tripulación, diciendo que los dioses nos bendecían con buenos vientos y sin tormentas. Pero los dioses no intervendrían si yo podía evitarlo. De esta manera, el viaje que llevaría casi una semana, tomó un poco más de tres días.

 

Tres días y casi al atardecer por fin vi tierra en el horizonte. Mi corazón retumbó en mi pecho, sabía que Shizuru no estaría ahí, en aquella tierra que estaba viendo frente a mí, lo sabía, pero allá, mucho más allá, en algún lugar del reino, estaría ella, ahora mucho más cerca de lo que ha estado de mí en todos esos tortuosos meses. Tuve el impulso de arrojarme por la borda e ir hasta ahí, de correr hasta llegar a mi castillo, de parar todo y abandonarlo todo, pero tuve que ser prudente, no podía jugar ni confiarme con Zhang, tenía un gran ejército y nunca debía dejar de ser precavida, de modo que comencé a dar órdenes a los capitanes, para que comenzaran a organizarse e ir a atacar el sitio asignado.

 

El primer paso era que las tropas tomaran su lugar en los puntos costeros que daban a los principales condados o poblados donde estaban las divisiones del ejercicito Este, después, en cinco días, que era más o menos el tiempo que se toma en alcanzar el punto más lejano, se lanzaría el ataque conjunto, sin dar tiempo a la movilización y comunicación de las tropas enemigas. El plan consistía en un solo ataque contundente. Así lo planeé y así se hizo. Al quinto día, yo personalmente ataqué la ciudad portuaria que estaba casi inmediatamente a la ciudad capital.

 

El ataque fue tan fuerte y tan numeroso, que pude atravesar la ciudad sin obstáculo alguno para así continuar con el resto de la brigada hasta llegar a las puertas de la ciudad capital y atravesarlas sin problema alguno. Esto fue fácil ya que no estaban enterados del ataque de la ciudad portuaria, mucho menos de los otros ataques a las demás divisiones, lo único que pudieron hacer a tiempo, fue cerrar las puertas de la muralla que rodeaba a la ciudad, aunque eso no sirvió para nada, pude echarlas a bajo con dos arietes al mismo tiempo, después de todo, yo conocía bien esas puertas.

 

Una vez que las puertas cayeron, los batallones entraron como marejada, atacaron a todo el que les hizo frente, pero fieles a mis órdenes, no atacaron a nadie que se rindiera. Eso me sorprendió, eran mejores soldados de lo que pude haber esperado. Por desgracia para mis planes, la superioridad numérica fue demasiada en aquella batalla, no tuve necesidad de abandonar el caballo para pelear, eso evitó que los soldados a mi mando me vieran luchar con ellos, por lo tanto, no ayudaría a simpatizar con ellos. Bueno, me dije, a veces no puedes tener todo lo que quisieras.

 

-su excelencia –pronto llegó un mensajero –las divisiones cuatro y ocho han sido neutralizadas, aquí los detalles –entonces me extendió un rollo.

-muy bien hecho –tomé el documento, pero no quería leerlo ahora mismo.

-su excelencia, ¡Su excelencia! –pronto llego otro mensajero a todo galope –las divisiones tres y siete están inmovilizadas.

-perfecto –tomé el documento que me extendía –con eso ya tenemos a más de la mitad de su poder militar –entonces me giré a mi asistente –rodeen el palacio y ordenen la rendición en nombre de su majestad.

-sí, su excelencia –entonces se adelantó con un batallón a cumplir mi orden.

-infórmele a su majestad que pronto tendremos la rendición de la Reina –le dije a otro de mis estúpidos asistentes.

-en seguida su excelencia.

 

Entonces, por unos breves momentos me quedé sola en medio de una calzada. Conocía ese lugar, por fin estaba en un lugar conocido, por fin no me sentía extraña, pero ahora estaba atacando el lugar que había sido mi hogar. Lo miré con detenimiento, miré a la gente que estaba en el suelo, rendida ante los soldados extranjeros, sin embargo, me topé con las miradas sobre mí, no podían ver mi rostro, pero veían mi armadura, y pronto, gracias a los hechizos que me había aplicado, llegaron a mis oídos los susurros de la gente y los soldados vencidos.

 

-es el caballero del reino…

-no puede ser, murió en batalla…

-nadie encontró su cuerpo…

-nos ha traicionado…

 

Quería gritarles que no era cierto… pero sí era cierto. De modo que me mordí la lengua. Sabía que esto iba a pasar. Quizá habría sido más fácil cambiar de armadura y aparentar ser otra persona, pero quería volver como yo, como lo que había sido y retomar mi lugar, pero ahora que escuchaba lo que decían… sentía ganas de cortarles la garganta. Había pasado por muchas cosas para poder volver, ¿y me salían con eso? ¿solo eso podían ver? ¿solo traición? ¡Era sacrificio! Un sacrificio enorme que hacía para poder mediar en la situación, un sacrificio para poder volver con Shizuru, pero esa gente ignorante solo pensaba en que había cometido traición.

 

Pronto comencé a enojarme tanto que las riendas del caballo quedaron más delgadas por la fuerza que puse al apretarlas. Por suerte, antes de que dijera o hiciera algo, llegó Zhang, en un carruaje que no sabía de donde había salido, seguramente lo había llevado en su nave o utilizó un hechizo, no podía saberlo con certeza porque aún había muchos hechizos que desconocía.

 

-mis felicitaciones, fue mucho más fácil y rápido de lo que previste.

-habría sido más rápido si aquel asno me hubiera escuchado antes –le contesté, en referencia con aquel estúpido cadáver.

-y nunca me cansaré de darte la razón –decía Zhang, feliz y complacida.

-su majestad, su excelencia –regresó entonces mi estúpido asistente –no quieren aceptar la rendición –yo exhalé, molesta.

-era de esperarse, tendré que presentarme… su majestad, si me acompaña, sabrán que estoy por completo de su lado y accederán a la rendición –sin embargo, Zhang se quedó callada, pensando unos momentos.

-no quiero su rendición, manda al resto de la brigada y que aplasten a todos los que estén en el palacio –ciertamente, era una buena decisión, yo también la habría tomado, más aún cuando rechazan una rendición honorable, pero tampoco quería verme tan radical, a menos que…

-por supuesto su majestad, yo personalmente le traeré a la Reina a sus pies –al decirle eso, Zhang sonrió espeluznantemente.

-estoy ansiosa por verlo –le extendí una mano en dirección al palacio, cediéndole el paso a ella.

 

El carruaje de Zhang comenzó a moverse y yo subí al caballo, emparejándome con ella. Les di un último vistazo al grupo de personas que estaban sentadas en el piso, aquellos que se habían rendido y murmuraban sobre mí. Ciertamente, debo parecer por completo una traidora al escucharme.

 

Una vez que comenzamos a avanzar, mi asistente también se desplazó tras de nosotras y llamó a las tropas restantes que estaban desocupadas. Solo bastaron unos minutos para llegar al palacio, el cual por supuesto, estaba cerrado a canto y lodo. Por primera vez desde que tuve una posición de poder y autoridad, tuve que tomar aire para hablar tan fuerte y claro cómo me diera la garganta y pulmones.

 

-en nombre de su majestad, Zhang, Reina del Oeste, ¡Solicito su rendición absoluta! –pero no se escuchó ni un ruido como respuesta – ¡De no acceder, tiraré las puertas y eliminaré todo acto de rebelión! –pero una vez más, no hubo respuesta. Miré brevemente a Zhang, que miraba las puertas y el balcón por donde muchas veces dio algunas palabras la Reina, Zhang estaba esperando con fervor que entrara y trajera a rastras a la Reina. Bien, si eso es lo que quiere, me dije, bajando del caballo y desenfundando la espada que la misma Zhang me obsequiara. Avancé unos pasos y llamé a mi estúpido asistente, quien corrió presuroso a mi lado –dentro debe estar el general del ejército junto con sus tenientes, ellos son los que me enfrentarán y yo los mataré, de modo que sigue el camino principal a la izquierda, te llevara a las habitaciones de la Reina, cuando la tengas ellos estarán acabados ¿entendiste?

-sí, su excelencia –parecía un mocoso estúpido y entusiasta, del que se puede esperar que termine cagando todo, pero en realidad, eso estaba bien para mí.

 

Pronto los soldados se reunieron a mi alrededor, iban a adelantarse a la puerta, pero les ordené detenerse, en su lugar, sujeté firmemente la espada y de un tajo atravesé las puertas con un corte diagonal, pronto, la mitad de una de las puertas cayó, dejando ver el recibidor que estaba en el otro lado. Todos esos idiotas se quedaron pasmados, mientras avancé, le di una patada al resto de la puerta y quedó completamente libre para transitar.

 

- ¿Qué esperan? ¡Ataquen! –para cuando mi estúpido asistente gritó eso, yo ya estaba subiendo las escaleras, dejando los cadáveres de tres guardias en el suelo.

 

Ciertamente, la espada que me había obsequiado Zhang tenía un filo increíble, que lástima que tuviera que ser manchada con la muerte de las personas que antes protegí. Era una lástima, una verdadera lástima, pero tampoco me estaba sintiendo especialmente mal, todo es por ella, todo es para poder estar con ella. Con ese pensamiento podía estar bien y continuar. De modo que no enfundé la espada y continúe avanzando, hasta que me pregunté ¿Dónde estarían esos zoquetes? ¿o es que acaso no estaban en el palacio? ¿estarían en la fortaleza? ¿en otra ciudad? De ser así no habría mucho en lo que me entretuviera, tendría que matar el tiempo con algunos otros guardias, de ser posible, me gustaría escapar a la penosa tarea de encarar a la Reina.

 

Pero, al menos por una vez, había ocurrido lo que quería que pasara. Estaba dudando sobre hacia donde avanzar, cuando apareció Sir Takeda, encarándome con una espada en ambas manos. Perfecto, me dije, ahora podré tontear con él mientras mi estúpido asistente toma a la Reina y se acaba toda la faramalla. Con lo que no conté, es que también aparecería Sir Yuuichi, pero él tras de mí. Pude tomarme un tiempo para girar y mirarlos a los ojos, ambos me miraban con las cejas totalmente fruncidas, completamente alertas, sin decir una palabra. Antes habrían dicho alguna palabra, me habrían preguntado algo, al menos me habrían hecho un reclamo, pero estaban por completo en silencio, quizás ¿dudarían de que era yo?

 

-quítenle el yelmo –escuché más lejos, y pronto la figura de Sir Kanzaki apareció por un pasillo –sabremos así quien está bajo esa armadura –eso dejaba más claras las cosas, estaban siendo precavidos porque no sabían quién ocupaba la armadura. Me quede inmóvil, sin saber muy bien que hacer ¿dejaba que me quitaran el yelmo? ¿dejaba que me vieran? No quería matarlos, pero tampoco podía jugar demasiado con ellos, podían darme una sorpresa y atravesarme la armadura, necesitaba que se pusieran de mi lado, pero ahora mismo no podía decirles nada, solo necesitaba que se rindieran después de intercambiar algunos golpes no críticos… pero estos asnos no atacarían tan blandamente, irían con todo, era lógico, pero también me era problemático. Estuve a punto de suspirar cuando Sir Takeda se aproximó con un golpe a mi cuello, repelí el ataque con un solo movimiento que casi lo hace caer, entonces supe que hacer.

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –les dije, con la voz más neutra y grave posible.

-de modo que, si es usted, su señoría –dijo Sir Kanzaki.

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste, si no, eliminare todo acto de rebelión.

- ¿Qué? –dijo Sir Yuuichi tras de mí.

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –volví a decir.

-su señoría esta embrujada –dijo Sir Kanzaki, con los ojos bien abiertos y con el ceño totalmente fruncido –hace poco me lo dijo un informante, pero yo… no supe que creer…

- ¿no pudiste creerlo? –dijo Sir Takeda.

-no sabía si debía creer en la ilusión de que estuviera viva…

-pero ahora mismo ya no es ella –dijo Sir Yuuichi - ¿Qué haremos? ¿Cómo podemos quitarle el embrujo? Lo que se decía de Zhang era cierto, es una bruja, tal vez si la matamos…

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –entonces levanté más la espada como advertencia.

-no parece como que nos vaya a dejar ir fácilmente…

 

Sin querer, mi tres brutos zoquetes habían llegado a una conclusión bastante beneficiosa para mí. Si creían que estaba “embrujada” seguramente me perdonarían todo lo que había estado haciendo, todas las muertes y el que hubiera traicionado al reino, así podría volver con Shizuru sin ninguna repercusión, simplemente diría: “esa no era yo” y me zafaría de cualquier problema, era brillante, ¡Era brillante! Solo que ¿ahora cómo me libraba del supuesto “embrujo”?

 

- ¿Cómo se embruja a alguien? –preguntó Sir Takeda, aun sosteniendo la espada con firmeza.

-no lo sé, supongo que les dicen algo… quizás si decimos las palabras adecuadas podamos quitarle la maldición.

-Sir Kanzaki, el medallón que le prestó su majestad, ¿lo tienes? –dijo Sir Yuuichi desde atrás.

-lo tengo –contestó aquel baboso.

-yo escuché que ese medallón puede deshacer maldiciones.

- ¿estás seguro? –preguntaron los otros dos. ¿De dónde sacó semejante idiotez?

-claro que sí, hay que usarlo para quitarle el embrujo.

-qué bueno que lo traigo hoy justamente –de verdad están crecidísimos en eso… claro que esto era absurdamente favorable para mí. Pronto Sir Kanzaki se quitó algunas partes de la armadura, buscando en el interior de sus ropas un medallón muy parecido al que alguna vez me diera la Reina como gratitud y reconocimiento… ¿Por qué Sir Kanzaki tenía un medallón así? ¿me había sustituido? ¿la Reina le había dado mi lugar a él? ¿tan rápido? ¿Shizuru lo sabría? ¿estaría de acuerdo? ¿y si ella lo había propuesto? No… estoy pensando tonterías, pero… ¿Qué pasó mientras yo no estaba? Apreté con todas mis fuerzas la empuñadura de la espalda y tensé la mandíbula… ¿será que acaso Sir Kanzaki…? - ¡aquí esta! –dijo después de unos momentos de rebuscarse - ¿Qué hacemos ahora?

-debemos ponérselo, es obvio –dijo Sir Yuuichi.

-nosotros la distraeremos y tu deberás colocárselo, Sir Kanzaki –entonces aquellos dos comenzaron a aproximarse y yo volví a tensar el brazo que sostenía la espada.

-ríndanse en nombre de su majestad, la Reina Zhang del Oeste –les dije como advertencia, pero ellos no hicieron caso y continuaron su avance.

 

Pronto, Sir Takeda arremetió con un golpe que iba hacia mi brazo derecho, golpe que detuve con la espada, entonces Sir Yuuichi intentó golpear mis piernas, pero alcancé a ver el filo de la espada y de forma rápida bloqueé el ataque, fue entonces cuando Sir Kanzaki se abalanzó sobre mí para ponerme el medallón. Lo vi muy claro, tenía a mi alcance la oportunidad de cortarle la garganta, o atravesarle el estómago, o cortarle al menos una pierna, pero algo dentro de mí me dijo que esperara, que esperara a descubrir la verdad, entonces le retorcería el cuello después de arrancarle la piel. De modo que no le di ningún golpe letal, simplemente un corte con la espada que solo alcanzo a rozarle la frente del su yelmo. El filo de la espada cortó el metal, pero no lo suficiente como para atravesarlo. Mientras mi espada seguía su curso, Sir Kanzaki me colocó el medallón, al sentir que la joya tocó el acero de mi armadura me quedé quieta, pretendiendo que sucedía algo.

 

Ahora debía actuar como si de verdad hubiera funcionado su plan, es decir, como si se hubiera despejado el “embrujo”. Me llevé una mano a la cabeza y me encorvé, exagerando y creando algún tipo de reacción, sentí como estaban pendientes de mí, entonces solté la espalda, la dejé caer al suelo, me llevé las dos manos al yelmo y me lo quité, quedando por fin, expuesta ante ellos.

 

-Sir Kanzaki… Sir Takeda –les dije, simulado sorpresa - ¿Qué ha pasado?

-la Reina del Oeste te secuestró y nos ha atacado, tiene el palacio bajo su control, ¡debemos ir a ayudar a su majestad!

-no puede ser… ya… ¡Ya lo recuerdo todo! – ¿sonaría convincente? –ahora mismo hay un escuadrón buscando a su majestad para llevarla ante Zhang, ¡vamos!

- ¡Sí! –se tragaron por completo el cuento. Me siento orgullosa de mí, pero también me siento decepcionada de mis tres estúpidos zoquetes…

 

Bueno, me dije, ¿ahora que debía hacer? Tenía que traicionar a Zhang si quería volver al reino, pero si quería aún más poder del que tuviera antes, con mucha más riqueza y grandes expectativas en campañas futuras, debía quedarme con Zhang… así que, ¿Qué era más importante? ¿Qué era lo que de verdad quería? ¿de verdad salvaría a la Reina y regresaría a mi antiguo puesto? ¿a estar a las órdenes de una niña? ¿ocultándome por siempre? Bien dicen que cuando abres una puerta, es difícil volver… pero si me quedaba con Zhang también debía estar a las órdenes de alguien más. Tuve que darme prisa en decidir, corríamos sin parar por los pasillos, buscando al escuadrón que había mandado a buscar a la Reina, pero no había nadie a la vista, sin embargo, ese corto lapso en algún momento se acabaría y encontraríamos a alguien, tal vez a mi anterior asistente, talvez soldados, tal vez a la Reina, quizá imaginé que encontraríamos a cualquiera menos a Zhang, y por desgracia, fueron todos ellos juntos, arremolinados en el salón que tenía el balcón donde solía hablarle la Reina a la ciudadanía, y justo eso estaba haciendo Zhang.

 

-súbditos del Reino Este –dijo Zhang, con una voz más potente de lo que alguna vez le escuchase –yo soy Yuuki Nao, llamada Zhang, la que Reina en el Oeste, hoy he tomado su reino.

 

Zhang terminaba de decir eso cuando llegué al salón. Ella estaba parada en el balcón, con la Reina atada a su lado, sostenida por uno de los guardias, el cual mantenía el filo de una daga en su cuello. Inmediatamente mis zoquetes se quedaron inmóviles. Era una situación delicada, así que les di una señal para que volvieran y se quedaran fuera de la vista de los demás. Me coloqué el casco y me aproximé suavemente a Zhang, justo cuando terminaba su dialogo.

 

-que buena estrategia, así los habitantes entenderán que el reino está acabado –Zhang sonrió sórdidamente.

-se debe dar el ejemplo –me respondió –deben entender bien quien manda –por increíble que parezca, no vi a tiempo la daga que empuño Zhang contra la reina. Me moví en consecuencia, aunque no a tiempo, mi cuerpo estaba tan sorprendido como abrumado, o quizás, solo quizás, no me sorprendió en absoluto que Zhang apuñalara a la Reina, después de todo, solo di un paso y alcé la mano.

-oh –dije al final, no pude decir más, no supe decir más. Quizá porque estaba muy sorprendida, quiero creer que no estaba entendiendo la situación y por eso me quedé tan tranquila.

-arrójala –le dijo Zhang al sujeto que aún sostenía a la reina, este último lo hizo sin titubeos y pronto se escucharon gritos en el exterior –ahora son mis súbditos, yo seré su gobernante suprema y gobernare con… -en ese punto dejé de escuchar la palabrería de Zhang, pues una idea, simple y muy sencilla afloró en mi mente. Lo puedo tener todo. Miré la espalda de Zhang, quien no vestía armadura, sino un fastuoso vestido, y supe que todo se había acomodado perfectamente para este momento, de modo que di unos pasos hacia ella, desenfundé y atravesé a Zhang con la espada que me había obsequiado, la punta de la espada emergió por su estómago, y como si de papel se hubiera tratado, levanté la espada hasta que salió por su hombro izquierdo, cortando todo a su paso, entonces, con la misma mano que sostenía la espada, empujé el cuerpo sangrante por el balcón. Los guardias que estaban a mi alrededor llevaron sus manos a las empuñaduras de sus espadas, pero pronto comenzaron a dudar, me veían a mí y luego el lugar por el que vieron desaparecer a Zhang, sin llegar a una decisión, seguro recordaban como había cortado la puerta de un solo tajo y se estaban planteando si tenían siquiera oportunidad, aunque la respuesta es, obviamente, no. La gente que estaba como espectadora, esta vez no gritaron al ver el cuerpo caer, sentí sus miradas sobre mí y escuché algunos susurros, aun a esta distancia; me reconocían, sabían quién era, sabían que ahí estaba el caballero del reino, pero no sabían quién era yo. Me quité el yelmo y lo arrojé por el balcón, mi cabello se soltó y finalmente la gente me veía tal cual era.

-Soy Kuga Natsuki, antes el caballero del reino, general del ejército de su majestad, ahora… la emperatriz de un nuevo imperio. Ciudadanos, todos ustedes tendrán el privilegio de pertenecer a este nuevo imperio, después de hoy trabajaré para mejorar el poderío de este imperio y extenderé nuestros límites a los reinos norteños, habrá nuevas campañas y riqueza para todos los que me sigan, pero aquel que no esté de acuerdo, lo estaré esperando para un combate justo –ni bien terminaba mi improvisado discurso, Sir Kanzaki entro como bólido a la habitación.

- ¡¿Qué acaba de pasar?! –dijo horrorizado, lo hombres que antes eran de Zhang alzaron sus espadas, pero con un movimiento les ordene bajarlas, al parecer, ya habían decidido que estaban de mi lado.

-Zhang asesinó a la Reina –el color dejó el rostro de Sir Kanzaki –y yo asesiné a Zhang, y se me acaba de ocurrir fusionar ambos reinos para crear un imperio –Sir Kanzaki parecía querer desmayarse, pero de alguna forma se mantuvo en pie –Sir Kanzaki, si has comprendido que esta era la mejor opción ¿verdad? –entonces subió a verme, pues se había puesto de cuclillas mientras respiraba ruidosamente.

- ¿Qué? ¿de que estas hablando? ¿Cómo esta es la mejor opción? –lo miré imperturbable y tuve que hablarle con una cierta calma que no sentía.

-no pude proteger a la Reina de Zhang, si ella se quedaba con este reino, aplastaría a cualquiera que se le opusiera, muchos morirían, pero ahora que Zhang está muerta, yo puedo reclamar todo lo que ha dejado, mediaré entre ambos reinos y los fusionaré, así no habrá más perdidas.

- ¿y crees que todos en el Reino Oeste te aceptaran?

-yo dirijo a su ejército y soy parte de la familia real ¿no es suficiente? –él se quedó mudo mientras Sir Yuuichi y Sir Takeda entraban con pasos lentos después de escuchar lo mismo que él.

-supongo que por eso… -comenzó Sir Yuuichi.

-por eso me mantuvo con ella, Sir Yuuichi, porque asesinó a toda su familia y se quedó sola.

-no comprendo, ¿Cómo…? –entonces se me acabó la paciencia.

-hablaremos de eso después, ¿Dónde está Shizuru? –por fin solté lo que quería saber desde que puse un pie en esta tierra.

-milady está… oh… milady… ella… ella está… ella estaba tan… estuvo muy… bueno, ella está… está en su castillo –su palabrería me era confusa y estaba angustiándome.

- ¿ella está bien? –enseguida Sir Kanzaki volvió a verme con una expresión extraña, entre apesadumbrado y ¿apenado? Fui y con una mano lo agité por el hombro - ¿está o no está bien?

-está bien su señoría… perdón, su majestad… ella ha preferido quedarse en su castillo, no ha… salido de ahí.

- ¿se ha quedado en el castillo todos estos meses? –pronto comencé a desesperarme.

-si su señoría, excelencia, no, majestad.

-debo verla, he esperado mucho para esto –lo solté al instante y salí de la habitación.

- ¡Su majestad! –dijo Sir Kanzaki –ella… ella está… está muy… como decirlo… -cerró los ojos con las cejas fruncidas y luego los abrió para mirarme directamente -por favor, sea muy prudente –fruncí casi todo el rostro, sin entender porque decía eso.

- ¿me ha cambiado por alguien más?

-no sé de nadie hasta ahora… –su respuesta tan contundente me alivió –pero tenga cuidado, piense mucho antes de hablar.

-si ella aún me quiere a su lado, no hay mucho que pensar.

 

Tuve que seguir mi camino porque parecía que Sir Kanzaki no iba a terminar de hablar a medias. Bajé aceleradamente los escalones del palacio, al salir por las puertas que yo misma había destrozado, me encontré a una multitud rodeando la puerta, los cadáveres, el carruaje y mi caballo. Mandé a poner orden entre la gente y pedí que levantaran los cadáveres, sumado a esto, que los llevaran a tratar para un entierro digno. Al terminar las ordenes subí al caballo y lo insté a salir a todo galope. Recorrí media ciudad lo más rápido que pude hasta que llegué a la entrada de la ciudad, estando afuera me detuve, lancé un hechizo al caballo con la intención de que todo saliera bien, después de todo, el animal no estaba acostumbrado. Al terminar de aplicar ciertos hechizos insté al animal y este salió a máxima velocidad.

 

En el camino me encontré con muchas cosas cambiadas, habían mejorado los caminos hasta mis tierras, había posadas y pequeñas tiendas cerca de las granjas, además de que se había implementado un alumbrado cercano a esas mismas granjas. Shizuru había seguido los proyectos que había dejado, y había pasado tanto tiempo que ya estaban acabados. Me complació, pero también me trajo un sentimiento extraño que no supe identificar.

 

Como sea, me die, y junto con el caballo pase tan rápido que no hubo momento de apreciar ni la fachada de la posada. Por fin, por fin corría hacia ella, por fin era libre para regresar, nunca nadie volvería a mandarme ni a decirme donde podía o no ir, mucho menos decir si estaba o no con la persona correcta, nadie volvería a cuestionarme, ya lo podía asegurar.

 

El caballo siguió su trote hasta que por fin llegamos al tan conocido prado frente a las murallas del castillo. Había pasado tanto tiempo que no circulaba por esos lugares que creí que lo había olvidado, pero al volver a recorrer esos caminos, supe que no hay forma de que los olvide. Detuve el caballo en el límite que comenzaban los pastos, mi primera intención era llegar y entrar como siempre, pero seguramente Shizuru no me esperaba y no quería que nadie le avisara de mi llegada, de modo que continúe por la zona de árboles, lejos de las murallas. Había un pasaje bien escondido entre unas piedras que llevaban al interior del castillo. No era fácil entrar al pasaje con armadura, pues la entrada parecía la madriguera de un animal, pero si se movían las piedras, la entrada podía hacerse más grande, de modo que así lo hice, retiré las piedras, entré y desde el otro lado volví a cerrar el pasadizo.

 

Pude haber utilizado un hechizo para mirar en la oscuridad, pero mi primer acto fue crear fuego, de ese modo avancé por el pasadizo. Era la primera vez que circulaba por aquí desde que lo había construido y me complacía ver lo bien que estaba conservado. Si bien al principio era estrecho, conforme se avanzaba el pasillo se volvía más amplio, haciendo que mis pisadas resonaran un poco, llegué a pensarme si podría ser un problema, pero las piedras de la construcción son demasiado gruesas como para filtrar el sonido, de modo que continúe por el pasaje hasta que finalmente llegué a los escalones que daban a una puerta, misma que daba al armario debajo de las escaleras que estaban en el salón del té de Shizuru. Cualquiera vería que, dentro de ese armario, al fondo le parecería ver una puerta que estaba atrancada con varios candados, el secreto es que se abría al revés y no estaba asegurada, por lo tanto, solo empujé, hallando varias telas dobladas y algunas escobas.

 

Pronto abrí la puerta del armario y miré a mi alrededor, encontrado una alfombra que silenciaba mis pasos. ¿Dónde estaría ella? estuve a punto de lanzar otro hechizo cuando escuche un pequeño chillido, era una de mis doncellas, Rosalie.

 

-su… su… -se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar.

-Rosalie, para, por favor –y yo miré a los lados –¿dónde está? –le dije con cierta desesperación - ¿Dónde está Shizuru? –ella se limpió las lágrimas y por fin contestó.

-está en la terraza su señoría, la que está sobre el comedor.

-bien, trata de calmarte y no digas nada.

 

La dejé y fui inmediatamente a las escaleras, subí escalones de dos en dos o hasta en tres para llegar lo más rápido al tercer piso, cuando subí el último escalón mi corazón estaba agitado y tuvé que detenerme a respirar profundamente. Mis latidos no eran tan fuertes porque estuviera agitada o cansada, mi corazón corría emocionado. Todo lucia igual, no parecía haber algo diferente pero definitivamente se sentía diferente. Comencé a sentir angustia y una sensación de que algo iba a pasar, comencé a tener temor de salir y encontrarla, pero recordé lo que dijo Sir Kanzaki, ella no me había cambiado por nadie más, ella se quedó esperándome, o al menos haciendo luto…

 

Recordé la carta que estaba en un bolsillo y llevé mi mano sobre esa zona que estaba cubierta por la armadura. Ella ya antes había hecho una elección, pero eso fue antes y lo que fuera que haya decidido ahora tengo derecho a saberlo y también a verla. La puerta a la terraza estaba cerrada, así que tomé el pomo y lo giré lentamente, abrí la puerta con tal suavidad que no se escuchó ni un rechinido, entonces la hallé de espaldas. Ahí estaba ella, sentada sobre un sillón, bajo un parasol que le daba sombra. Su cabello castaño sobresalía del asiento, ondeando ligeramente con el viento, sus hombros estaban enfundados en un vaporoso vestido turquesa y luego llegó a mis oídos su voz, estaba sola, pero murmuraba algo. No puse atención a sus palabras, solo sabía que era ella y que estaba ahí, por fin.

 

Solté el pomo de la puerta y salí, di unos cuantos pasos y estuvé frente a ella, pero también estuvo frente a mí una criatura en sus brazos. Cerré la boca y abrí los ojos, clavando mis pupilas sobre lo que ella cargaba. De momento no pensé en nada, realmente nada, mi mente quedó sin palabras, luego surgió un ¿Cómo llegó eso ahí? ¿es de ella? ¿es mío? ¿es posible que sea mío? Sí es mío, ¿verdad? Llevé mis ojos a su mano y el anillo que le había dado aún seguía ahí. Tenía que ser mío.

 

-Natsuki… -dijo ella, en un principio muy suave, sorprendida, o más bien, impactada, luego se levantó en un instante.

-Shizuru… re-regresé… -entonces, sin querer, volví a mirar lo que cargaba, y la pregunta estaba ahí, flotando en el aire, atravesándome la garganta. ¿Me quería lo suficiente como para que se lograra el vínculo necesario? ¿me ama? ¿será posible? Abrí la boca y temblorosamente pregunté -es… ¿es mi…?

-sí… el hechizo del anillo se cumplió, es nuestro.

351 días después. (2024) [EO]

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