11/09/2013

La Historia de los Cinco Actos (2013) [EO]

Preludio a la Noche Eterna.

Esta historia la escribí seleccionando canciones de diversos sountracks, link de descarga: 

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Acto 1. La partida.
 
Periodo Azuchi-momoyama, siglo XVII, año 1601 d.c.

(Sleeping Wolves)
Han pasado unos meses desde que el Daimyo Ieyasu Tokugawa ganara la batalla de Sekigahara, el día 15 del noveno mes del año, un día que seguro será una fecha importante, un recordatorio para los siguientes años, una matanza de gran magnitud. Después de que Ieyasu ganara la batalla, con sus 160,000 hombres, y aplastara al ejército del oeste, capturando y matando a los líderes. Con esta batalla se ha coronado como el mayor gobernante de Japón, marcando un nuevo régimen, en poco tiempo es seguro que Ieyasu sea nombrado Shogun; ya gobierna como uno.
 
Sin embargo, aunque Ieyasu ha ganado y mostrado su supremacía ante los demás daimyos, siempre queda alguno por ahí con suficiente veneno para intentar algo. Por lo tanto…
 
(Dungeon)
-Se nos ha hecho la solicitud de asesinar a Masago Shunsen.*
 
-¿Cuánto nos pagarán?
 
No somos una clan común y corriente, realmente, no nos regimos por las reglas comunes que imponen los demás clanes, ni por los principios que deberían de ser. Los principios y las reglas no nos darán de comer. Tenemos honor, pero, tenemos nuestro propio honor. Aunque, aun dentro de nosotros, hay quienes practican todo eso. El asunto de honor, y todos los principios, lo toman muy en serio.
 
-Kazuma dice que nos darán 100,000 mon.*
 
-¿A cada uno?
 
-Podría decirse, ya que solo irás tú -en ese momento enderezó más la espalda y alzó más el mentón, dando un nuevo tono a su voz -nuestro Chunin* así lo ha decidido.
 
-¿También quieres que haga el reconocimiento?
 
-A quien sugieres para esa tarea.
 
-A Tora.
 
-Bien, infórmale cuanto antes.
 
Me levanté y salí de la habitación; un viento fresco corrió por el pasillo, movió un poco mi cabello, parpadeé un poco y empecé a caminar despacio por el suelo de madera, mientras seguía caminando volvió a pasar otro viento, aquí el clima es mucho más fresco. Actualmente vivimos en la vertiente suroeste del monte Suisho, en la parte baja, un sitio escondido entre la cordillera de montes cerca de Toyama.
 
(Type 2052 "Hadaly")
Salí de la casa, y me dirigí a la choza de Tora, todo estaba tan silencioso, tan calmado, y pensar que debo marcharme a cumplir con un asesinato, y abandonar esta tranquilidad. Tensé la boca, cerré los ojos y exhale por la nariz, debo hacerlo.
 
Me asome por la entrada, al fondo estaba Tora, meditando. Di un par de pasos, me quite las zori*, y pronto me senté en seiza* frente a Tora, el seguía con los ojos cerrados. Tora es un hombre bastante alto, de constitución fuerte, robusto, de ojos mas rasgados de lo común, se afeita la cabeza todos los días antes de la práctica, tiene un aire de serenidad que te hace estar en paz, es ideal para hacer un reconocimiento en territorio enemigo.
 
Espere a que terminara su meditación, mi angustia se fue mientras esperaba, y para cuando el abrió los ojos, yo tan solo me dejaba estar, sin más, el peso dentro de mi pecho se aligeró, un poco.
 
-¿Te sucedía algo? -tomó una taza de té que había a su lado y solo dio un sorbo.
 
-Me siento vieja y no quiero salir de la casa -le dije, empezando a fruncir el ceño, él comprendió al momento.
 
-Ya... ¿donde iré? -sonrió levemente, dejó la taza donde antes.
 
-Cerca de Obama, en el monte Limori, hay un pequeño castillo donde se oculta Masago Shunsen.
 
-Un poco lejos he...
 
-Adelántate, te estaré esperando por la rivera de Kitagawa.
 
Ambos nos levantamos, él comenzó a tomar sus ropajes y arreglar las cosas que se llevaría. Mientras Tora se preparaba, yo le esperaba fuera de la choza. Tragué saliva, el viento golpeaba fresco en mi rostro, hay algo, algo dentro de mí que...
 
-He terminado...
 
-Prepararé mis armas, se cuidadoso.
 
-Como siempre -sonrió.
 
Crucé los brazos, apreté la mandíbula, y lo vi marcharse, bajando rápidamente la vertiente. Solo lo mire un poco más antes de dar media vuelta e ir con Kurai, el ninki* del clan. A pasos rápidos llegué a la cabaña, a veces sospecho de que él sea nuestro jonin*, es un hombre de estatura baja, viejo, canoso, de ojos pequeños y frente arrugada, el ceño marcado aun sin que lo frunza.
 
(Ghosthack)
-Señor Kurai –dije, al tiempo que me acercaba y le daba una leve reverencia.
 
-Escuché que partes a un encargo -él estaba revisando una kusarigama*, dándome la espalda, es un viejo grosero, pero qué se puede hacer.
 
-Cierto señor -dejé la reverencia y me enderecé, cruzándome de brazos.
 
-Toma -de pronto se volteó y me dio el arma en la mano -ya terminé de afilarla -sonrió -, el sable* me tomara un poco de más tiempo.
 
-Sin problema, a Tora le tomará al menos un mes llegar al monte Yoro.
 
-Pero debes antes recoger información. (esto suena extraño… se siente que falta una palabra)
 
-Tendré tiempo suficiente.
 
-No te confíes.
 
-No lo hago -dije, esto último con un ceño fruncido. ¿Por quién me toma? ¿un novato?
 
-¿Quieres la shikoro-ken*? -dijo con aspecto serio, pero pude ver una mínima sonrisa en las comisuras de la boca, qué irritante.
 
-No, no quiero demasiado peso.
 
-Como gustes... pero podrías necesitarla.
 
La gota que derramó el vaso... este hombre nunca se cansa de molestar. Pero debo ser paciente. Media vuelta y caminé hacia la casa.
 
Mientras subía la cuesta, volteé, para saber si alcanzaba a ver a Tora, pero él, ya se había perdido entre los arboles del monte. Seguí mi camino, ahora tengo que preparar los metsubushi* y venenos.
 
Al estar en mi habitación, en completo silencio, salvo el sonido del viento, saqué los ingredientes... necesito paralizantes e irritantes, pequeñas cantidades, no puedo arriesgarme a hacer demasiado y tener demasiado peso. Me cubrí el rostro con un pañuelo y comencé a mezclar las hierbas, deben irritar y lastimar los ojos; hice polvo todo y lo metí en un pequeño saco, listo para tomarlo. Después, el veneno; para hacerlo se requieren ciertos animales, pero tengo suficiente de la última vez, aun está fresco y sirve.
 
Destapé el contenedor de bambú para verificar el estado del veneno; lejos de mi nariz, inhalé aire, el olor crudo del veneno, me decía que estaba perfecto, atino a decir que hará un efecto más inmediato.
 
Miré por la ventana, por la luz, será la hora del gallo*, debo darme prisa. Viajaré de noche, así que un atuendo oscuro será ideal. Tome el hakama* y la kazaka* azul oscuro. También tomé un cambio de ropa en café con estampado, los doblé y até con una cinta, dando(les) forma de rollo.
 
Después de vestirme y preparar al caballo, llegó Kurai, con las armas en las manos, aún probando el filo de alguna. Giré levemente, tome el kaginawa*, el kyu* con las yas*, el sable y los metí entre el atado de ropa. Las demás armas las metí entre mis ropas, excepto los metsubushi, el veneno lo puse dentro de la empuñadura del sable, y el polvo irritante en la parte hueca de la saya*. Una vez todo acomodado, revisé mis tabis*, por última vez.
 
-Llévate la shikoro-ken... te servirá... y... también un jutte* -pronto sacó ambas cosas de su espalda y las metió en el atado. Sonrió un poco, me dio el kasa*. Anciano... siempre hace lo que se le da la gana. Exhalé lentamente, me iba a poner un habito similar al de los monjes yamabushi*, pero al final no lo hice, solo guardé las ropas.
 
Tiré de las riendas del caballo, y al igual que Tora, empecé a bajar la vertiente. Ya es la hora del perro*, todo está oscureciendo, la temperatura baja un poco mas y los grillos están chirreando por todas partes. Esta zona es segura, es nuestro territorio, al llegar a Maeda uno debe parar las orejas y poner mucha atención, lo más inseguro son los bosques.
 
--
 
(Seal)
Para cuando terminé de bajar la vertiente, seguro ya era la Hora de la rata. Inhalé aire, me detuve un poco a descansar los pies; hay una roca al lado del rio, donde siempre me siento, estoy acostumbrada a caminar, pero es bueno darse un descanso.
 
La luna está ausente, los grillos siguen chirriando, el agua del rio fluye con lentitud, sin prisa, hay uno que otro sonido de algo moverse a los lejos, un animal buscando comida o cazando. El aire acaricia mis ropas con suavidad, respiro hondo. No hay prisa, tengo aun mucho tiempo para llegar a la rivera... pero algo...
 
El caballo resopla; me levanto, estiro el cuerpo, debo estar haciéndome vieja, los huesos me crujen, no mucho, pero crujen. Hay trabajo por hacer, tomo la rienda del caballo, y comienzo a caminar por el laberinto de montañas y arboles.
 
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(Hideout)
Estoy a punto de salir del bosque Yamabuki, mi paso es lento, voy sobre el caballo, trato de mantenerme fresca y serena, pero ciertamente, en todo mi recorrido, hay algo que no cuadra... al entrar en el bosque sentí una presencia, una presencia bastante inquietante, puse atención en los sonidos, pero aparte del aire moviendo las hojas de los árboles, no pude notar algo más, si fueran ladrones lo sabría, alguna persona perdida también, un animal no tiene esta presencia, no me inquietaría por dentro, ni pondría tan alerta mis sentidos, no me haría voltear a cada rato, ni si quiera un shinobi me haría sentir esto... no podría. Aprieto los dientes y trago saliva, respiro hondo, con calma, si me inquieto más, el caballo también se inquietará.
 
El día de ayer, mientras aun era medio día, pude sentir esa presencia aun más cerca, de reojo pude ver una silueta en negro. Pero cada que volteaba simplemente, no había nada. ¿yokai*? ¿tal vez? hasta ahora no se me había presentado una situación parecida...
 
Sentía una flecha clavada en el pecho, casi en el centro... fruncí el ceño, solo un poco más y llegaré a Hida, un pequeño poblado. Estoy tan cerca de llegar, no me gusta sentir esto tan perturbador en el cuerpo... el caballo se detuvo, baje los ojos hacia su cabeza, lo espoleé, y solo relincho...
 
Siento un nudo en la garganta, mis dientes están apretados, miro a mi alrededor sin moverme, no hay nada, ¿espíritus? no puede ser. Me llevo una mano a la división de las cejas, masajeándome el ceño, sea lo que sea, no puedo permitirme sentir esto, que me intimide. Desmonté del caballo, tomo las riendas y jalo, no se mueve, jalo más fuerte y comienza a ceder, lo noto perturbado, solo un poco más...
 
La última vez que viaje por este bosque, no sucedió nada igual, tal vez, el alma perturbada de alguien se quedó aquí... si Tora estuviera aquí, haría una oración por esa alma, él cree que ese tipo de cosas ayudan, pero yo no. No soy creyente, pero ¿en qué debo pensar estando en semejante situación? ¿qué es un espíritu? ¿un demonio? ¿un oni? todo aquello a lo que me resisto a creer... ¿debería rezar? ¿lanzar una plegaria? eso sería una hipocresía.
 
Aprieto aún más los dientes, mi pecho se remueve en adrenalina, siento sensible cada fibra de mi ser, me niego, me niego, sea lo que sea, me niego a sentir esto y pensar que es un espíritu, si fuera así, tendría muchos sobre mi espalda impidiéndome dormir cada noche...
 
(Nagareboshi)
Una campana, oigo una campana, mi boca empieza a temblar, ¿qué es esto?, no puedo controlarlo, apresuro los pasos, estoy a punto de llegar al camino que lleva a Hida, tan solo unos ken más... aunque no hay garantía de que al llegar al camino, la sensación se termine...
 
Otra vez la campana, quiero ir más lento, preservar mi dignidad, es ridículo hacerlo ante algo que no puedo ver, pero, aun así, aun así... inhalo, el camino está ahí. Uno, dos, tres, cuatro pasos y al quinto y último la campaña anterior suena, cuando el sonido acaba, el caballo y yo estamos fuera, o casi fuera, el caballo da un relinchido, y se agita.
 
-Tranquilo, tranquilo... -mis ojos se abren un poco más de lo normal. La sensación desaparece un poco, la tensión en mi cuerpo baja. Una vez que se calma, lo jalo de las riendas, pero no avanza, algo le pasa, empiezo a palparlo, desde el cuello al lomo y con cuidado las patas, entonces encuentro el problema, está herido de una pata trasera. Echo una mirada al bosque, siento el estomago encogido, esa última campanada, esa presencia... ¿qué era?
 
No encuentro sentido a que simplemente se haya lesionado de la nada. Mis cejas no pueden fruncirse más. Los labios me tiemblan un poco, tenso la boca; no importa, sea lo que sea. Tomo la rienda y comienzo a jalar lentamente al caballo, el camino está solo, debo recalcar que es un poblado solitario...
 
(Puppetmaster)
Al cabo de varias horas, llego. El caballo avanza muy despacio debido a la lesión, sigo sin explicarme, como rayos sucedió, en ningún momento le ocurrió algo, hasta que terminamos de salir del bosque...
 
Entré en el pequeño pueblo y me acerco a una mujer en el camino, pregunto por alguien que tenga una poca de medicina, si no me equivoco, la lesión es un poco grave, si no se atiende empeorara y el caballo quedara inservible. La mujer me indica sobre la sacerdotisa del lugar, que vive al final del poblado; le agradezco y comienzo a caminar. En medio del camino compro comida seca, y algo fresco para más tarde.
 
Después de haber visitado a la sacerdotisa, una mujer ya entrada en años, salí del lugar, ella me dio un remedio de hierbas, tan pronto como me es posible se lo apliqué al caballo, la mujer dice que deberá descansar unos días. Esto es un problema, no me gusta pasar tiempo inservible, esperando.
 
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(Toi InazumaRe1)
Han pasado tres días, me he quedado con el caballo a las afueras del poblado, siguiendo la recomendación de la sacerdotisa.  Ciertamente, es un poblado bastante tranquilo, sin muchos visitantes, la población mayormente es de adultos, pocos niños, y según veo, reciente incremento en infantes.
 
Frunzo el ceño, en nuestro poblado, no hay niños, y menos infantes, ver esto me hace... me hace pensar... imagino lo que sentiría tener una pequeña criatura entre mis brazos, abrazarla y sentir su pequeño cuerpo en mi pecho... sentir su calor y darle mi protección... saber que es mía, porque está hecha de mi propio cuerpo, algo que se considera enteramente mío... le daría el cariño que me fue negado, el consuelo que me fue arrebatado, la calidez que necesité... ¿sería una buena madre?... solo sé que trataría...
 
Pero... el proceso de la concepción me parece algo... algo a lo que no me animo... aún hay tiempo para decidir, aún no estoy tan vieja, aún soy joven, me siento aún joven, aún puedo vivir por mi misma y, decidir qué hacer... si realmente quiero, si lo quiero, debo acumular más dinero, para poder sustentarme sin tener que hacer encargos, al menos por un tiempo...
 
Hay algo en lo que no quiero pensar... cuando esa criatura que ahora no es más que un sueño, que un pensamiento, que si se hiciera realidad, cuando creciera y tuviera que saber lo que he hecho... ¿qué pensaría de mi? para los principios comunes, está mal... no quiero, tener que pensar en ello...
 
Me llevo las manos a mi rostro, no me arrepiento de matar, ni de la crueldad que he segregado, todos y cada uno lo merecían... pero, incluso yo... ¿una asesina tiene derecho a amar?
 
No, no es que quiera amar a alguien, no es algo que quiera, que anhele, no lo necesito y por lo tanto no lo quiero, el amor es algo que vuelve a uno deficiente, débil... inservible, vulnerable, es humillante... no lo quiero, me rehúso...
 
Pero, pero... la idea de un niño es tan, tan difícil, tan confuso, tan contradictorio... suena tan incoherente querer a un ser, para darle cariño y al mismo tiempo no querer tener algo así...
 
Toda esta situación es tan frustrante. Aprieto los dientes, mi cuerpo esta tenso. Inhalo y exhalo lentamente... no es... no es... no sé qué decir, no sé si quiero seguir engañándome, o si aceptar por mi misma la realidad que...
 
(Idoling)
-¿Cómo se encuentra su caballo? -la sacerdotisa apareció de un momento a otro sin que me diera cuenta, todo esto pasa por hundirme en mis pensamientos... -no me diga que no ha tenido mejoría.
 
-Al contrario -como puedo me compongo, enderezo la espalda y la miro -está muy bien, estaba pensando en marcharme ya...
 
-¿Le puedo echar un vistazo, con su permiso? -asentí.
 
-Será un placer.
 
La sacerdotisa se aproximó al caballo, que estaba echado al suelo, le acarició el cuello, tranquilizándolo y tomó con cuidado el espolón.
 
-Está mucho mejor -decía -, creo que ya es apto para que se marchen... -se volteó hacia mí -no creo que haya algún problema con él -me sonrió, una sonrisa sincera hasta donde noto -pero tú... creo que hay algo que te causa problemas... -fruncí el ceño, como se atrevía esta anciana a entrometerse -solo déjalo fluir.
 
-¿Qué cosa?
 
-Sé lo suficiente como para ver que... -tensé la boca, ella sonrió -, solo déjalo salir -dejó el espolón del caballo, se levantó, sacudió un poco sus ropas y empezó a caminar -lamento entrometerme... que tengas un buen viaje.
 
Mis ojos estaban más abiertos de la sorpresa... que mujer más extraña ¿usara magia? debe ser más que una simple sacerdotisa... ¿por qué no he escuchado hablar de ella? ¿por qué?
 
Es ella seguro a lo que llaman, ommyoji... tal vez tiene algún pacto con un espíritu...
 
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(Wasteland Nostalgia)
He llegado a la rivera Kitagawa, después de la presencia en el bosque Yamabuki, no he sentido algo similar, no he visto nada más que animales comestibles, he cruzado los bosques de forma tranquila y segura, me ha llevado un par de semanas; entre todo, aunque trate de investigar sobre Masago Shinsen, y el castillo en el pequeño pueblo de Gaju, no hay nada. Entre como una simple mujer que va de compras al pequeño mercado, buscando medicina. Pero entre los comentarios altos y bajos, no hay nada. Lo más probable es que sea por la distancia, ese poblado está demasiado lejos. Esperaba investigar algo, pero Tora tendrá que decirme todos los detalles.
 
Me he instalado en un río cerca del monte Sengokuyama, dejé el caballo atado a un árbol, a unos pasos del río, dentro del bosque, mientras que yo he revisado la zona, está limpia. Después de eso he trepado por un cedro con los shunkos* y los ashikos*, me siento como un gato cuando hago eso.
 
Encontré una rama de buen grosor y dividida en dos, es un excelente sitio, la copa del cedro es espesa, me oculta perfectamente, son como tres ken* de altura. El aire está fresco, es la hora del gallo, y el sol termina de hacer su presencia. Estos días viajando ha hecho mucho calor, serán finales del quinto mes.
 

Acto 2.
 
(Hidden Truth)
Los grillos ya chirrean, el sonido es molesto, tanto que me llega a aturdir. Un mosquillo me molesta la oreja derecha, veo un pájaro surcar cerca de una rama, los graznidos de las aves se dejan escuchar a lo lejos. El tiempo está cambiando, se está nublando, el cielo se ve blanco. El viento mueve a los árboles y pareciera que respiraran por el movimiento tan particular que hacen. Cuando miro las ramas fijamente de los árboles, pareciera que se forman rostros, formas de animales, y esas formas, penetran mis ojos, tanto que cuando los cierro, aun siguen ahí. El caballo, atado a un árbol cercano, está comiendo hierbas, lo oigo desde aquí arriba.
 
Entre todo, mi cuerpo se va adormeciendo, he estado durmiendo de día y de noche, estando alerta de día y de noche, sin hacer algún tipo de fuego, comiendo la carne cruda de algún conejo o pez, limpiando mi cuerpo en la obscuridad de la hora del buey*, tengo que estar alerta para cualquier cosa. Si bien no he sentido nada inquietante, eso me inquieta más, tengo la sensación de que algo ocurrirá.
 
No me puedo distraer, no puedo dejar que mi mente se nuble con ese pensamiento, me puede arruinar, pero ese algo está ahí revoloteando y haciéndome musarañas en mi espalda, dándome caricias tormentosas en el cuello.
 
(Insecurity)
Me he dormido, es la hora del cerdo*, la obscuridad está presente, no hay luna. Horas después despierto, siendo ya la hora del tigre*, el cielo empieza a cambiar, teniendo una tonalidad más clara. Me pregunto si será buena idea lavar mi cuerpo. A pesar de que es el quinto mes y hace calor, las noches son frescas a la intemperie. Siento el cuerpo adolorido, por haber dormido tanto tiempo en la misma posición sin moverme.
 
Tora aún no llega y eso que han pasado 5 días desde que llegué. Es difícil que lo descubran, pero incluso los monos caen de los arboles, hasta Tora que es tan hábil puede fallar. Fruncí el ceño, espero estar equivocada.
 
--
 
Séptimo día, casi la hora del conejo*, empiezo a hartarme de esperar. Si no me equivoco el sexto mes ya ha comenzado y eso no es nada beneficioso para realizar el encargo, las lluvias no se dejaran esperar más, es una suerte que aún no llueva.
 
Un ruido, puedo estar equivocada, y sea un animal. Agudizo el oído, el ruido es constante y cada vez se acerca más. Frunzo el ceño, tiene que ser una persona, de eso estoy segura. Se mueven arbustos, ramas y crujen algunas hojas al ser pisadas. Los pasos que cada vez están más cerca se detienen, me muevo suavemente y me asomo para mirar abajo, intentando ver al individuo. Comienza a caminar de nuevo, inconscientemente me tiembla una ceja. Cuando al fin le veo, la presión en mi pecho desaparece. Un kasa y ropaje de monje color paja. Me levanto, estiro un poco el cuerpo y bajo de rama en rama lentamente, ambos aproximándonos al mismo tiempo a un mismo punto.
 
(Unfavorable Incident)
-Tardaste -le dije desde una rama.
 
-Lo sé... pero tuve que realizar algunas oraciones adicionales... -él volteo a mirarme y me sonrió, característico de él.
 
-Qué hay del castillo, ¿entraste? -me sostuve de la rama y bajé, aún con los shukos.
 
-Me tardé un poco, son desconfiados.
 
-¿Y?
 
-Será fácil, es de estilo hashigokaku*, la muralla es tipo uchikomihagi*, así que no es tan difícil subirla por las hendiduras, y el foso afortunadamente es en seco.
 
-¿Cuántos pisos?
 
-3, el castillo es algo viejo, por lo que veo, es del periodo anterior, o al menos esta hecho de esa forma, la muralla es de casi 3 ken. Por la noche investigue la parte trasera, pero al ser un castillo hashigokaku, es mucho más alta esta parte, la muralla debe medir unos 4 o 5 ken, es lógico sabiendo que es ahí donde debe estar Shinsen.
 
-¿Descubriste si ese es su castillo principal? -no quiero que el hombre se me escape.
 
-Tiene cinco más, pero me enteré de que al castillo principal le están dando mantenimiento. El hombre está cayendo en la decadencia. Es probable que la batalla de sekigahara le afectó enormemente. Seguramente espera tomar una buena posición con un buen golpe contra Ieyasu. -me llevé una mano al cuello.
 
-¿La vigilancia?
 
-Es buena de noche, pero no excelente. Deberás ser cuidadosa -asentí levemente.
 
-¿Qué hay de los muros?
 
-Sin aberturas -eso facilita la entrada.
 
-Supongo que la torre mayor es la misma donde está el hon maru*.
 
-Correcto -fruncí el ceño y torcí la boca.
 
-No será tan fácil después de todo -exhalé un suspiro.
 
-Has hecho cosas aún más difíciles -intentó animarme.
 
(Romdo Overshadows)
Me quedé de pie, pensando sin mayor interés en el entorno, los datos son buenos y suficientes, así que me hago una idea de lo que puedo hacer. Después de un rato, Tora se sentó, mirando al caballo comer. Se le nota cansado, ambos lo estamos, él tardara unas tres semanas en volver; yo tal vez, dependiendo de cómo salga el encargo, tardare mínimo un mes. Si todo sale bien, podría ser solo uno, incluso menos si me doy prisa. El dinero que me paguen lo guardaré, aún no estoy segura de que haré, pero…
 
-Debes volver -le dije al cabo de un rato -llévate el caballo, tardarás menos.
 
-No, no me lo puedo llevar... -dijo, negando con una mano.
 
-Sí que puedes -le dije frunciendo levemente el ceño -ya has caminado bastante, a partir de aquí iré caminando.
 
-Tardarás demasiado, para cuando llegues, es posible que el hombre se vaya del castillo.
 
-Traer caballo solo complicaría las cosas, debo ser cautelosa, ninguna mujer anda a caballo tan fácilmente -torció la boca.
 
-Pero, solo cruzarás las montañas.
 
-Precisamente, es mejor ir a pie -estaba molesto, no quería ceder -entiende, no podemos poner en riesgo al clan, haz lo que te digo.
 
Respiró profundo y tomo las riendas de caballo, pronto empezó a caminar. Lo miré alejarse hasta salir al pie del río, entonces subió al caballo, no volteó a verme, signo de su molestia, se quedó unos momentos en el mismo lugar, montado.
 
-Ten cuidado, nos vemos allá.
 
-Tengo cuidado -le dije, espoleó el caballo y empezó a avanzar lentamente.
 
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(Toshi Densetsu)
Llevo una semana viajando, ciertamente ha sido pesado ir a pie, hay días en que me canso, pero ya estoy muy cerca, he dejado atrás Obama, y voy por el río que me llevara al monte. Justo ahora acabo de cambiar de ropajes, cuando crucé Obama, traía la ropa café con estampado, pero ahora que es de noche, me he puesto la azul oscuro. Es la hora del perro, el sol ya se ha ocultado. Estoy muy cerca. Empiezo a trotar por un rato para apresurarme; por lo que he escuchado, Shinsen aun permanece en el castillo, pero pronto partirá. Me toma un poco más de una hora llegar al castillo, por hoy solo observaré.
 
Subo el monte, más alto de donde está el castillo, y me acuesto en la tierra, escondida detrás de unos arbustos, el ambiente está algo pesado y una carga de adrenalina baja por mi espalda. Regulo mi respiración. Todo es como me lo había explicado Tora, pero debo medir a los guardias.
 
Durante toda la noche los observo, hacen cambios cada dos horas. El lado norte no es lo más custodiado, es una suerte, confían en la dificultad para subir y en la altura, hay solo tres guardias, si los mato a todos al mismo tiempo no tendrán ni un segundo para armar alboroto. A los lados aumentan conforme va disminuyendo la altura de la muralla. Y qué decir del frente, hay arqueros arriba y en el patio. El único inconveniente es el guardia que está en la torre.
 
Es la hora del dragón, comienzo a subir un pino y me quedo a la mitad, de algún modo acomodo mis cosas es una rama y yo en otra. Me siento cansada. Tengo vista al pico del monte, a mis espaldas el castillo, todo tranquilo, excepto por las aves.
 
Durante el día dormité en el pino, descansando el cuerpo, comí un poco de comida seca que compré en Obama, y seleccione las armas, si todo sale bien, no tengo que cargar con mucho. De regreso, pienso atravesar el monte, e ir hasta la costa, caminar todo alrededor hasta llegar a Tsuruga, ir hasta el monte Fukui, y quedarme un par de días, luego pasare a Ono, trataré de saber noticias.
 
(Machi Dan Chimata Setsu (el archivo esta perdido))
Es la hora del buey. Me he acercado un poco más al castillo. A unos cuatro ken hay varios pinos de gran densidad. He estado a la observa, de los tres guardias de la muralla y del guardia de la torre. Debo esperar el momento ideal. El guardia de la torre me está dando la cara, pronto se voltea, los de abajo están frente a mí, no es el momento.
 
Veinte minutos después, los guardias están un poco inquietos, es hora del cambio. Cinco minutos más, ocurre el cambio. Diez minutos, empiezan a tomar posición. En la torre el guardia se está mirando las manos, abajo, están distraídos, es el momento. Pongo la flecha, la cuerda del arco se tensa lo más posible y apunto a su cuello. Una última ojeada más y la suelto. Da de lleno en su garganta, no hace ni un ruido y poco a poco cae. Ahora, los de abajo.
 
Trago saliva, cambio de lugar a uno más abierto, necesito más espacio, ya que necesito movimientos más rápidos para matar a tres guardias casi al mismo tiempo. Vuelvo a poner la flecha en el arco. Espero el momento idóneo. Un guardia a la derecha esta distraído mirando hacia abajo, él queda al final. Él de la izquierda está mirando casi en mi dirección y él de en medio, simplemente está mirando al pico.
 
Frunzo el ceño, respiro suave, el pecho se me agita por la adrenalina, pongo más fuerza a la hora de tensar la cuerda. Inhalo profundo y suelto la primera flecha, con el mismo movimiento agarro la siguiente, tengo solo unos segundos para enfocar antes de que el guardia caiga muerto con la flecha. Suelto la segunda flecha y preparo la tercera. El último guardia que mira hacia abajo voltea al escuchar el ligero sonido del primer guardia al caer, mi flecha esta lista, él va a dar un paso y la suelto.
 
Regulo mi respiración, me pongo el arco atravesado al pecho y bajo rápidamente del pino. Nada más toco suelo y corro a la muralla. Me desenredo del cuerpo la kaginawa, y el gancho lo empiezo a girar hasta que al final la aviento, solo unos instantes para que caiga y se enrede con las tejas de la muralla. Pruebo la resistencia y está acorde. Tengo una hora más o menos antes de que encuentren los cadáveres.
 
Empiezo a subir por la soga, los nudos facilitan la subida y me dan más rapidez. Rápidamente trepo y salto al techo del Hon Maru, llego al patio central del pequeño edificio. Hay dos guardias en la puerta de una habitación, esa, seguro es donde esta Masago Shinsen.
 
(Kyuukutsu na taion)
Camino por el lado contrario y la otra puerta externa de la habitación tiene otros dos guardias, no hay manera de entrar sin tener que matar a dos. Respiro hondo, saco dos kunais y me dirijo al centro, los aprieto en mis manos; los guardias están bien despiertos, y a sus lados tienen lámparas. Lo mejor es matarlos de lado. Empiezo a rodear, mis sentidos están alertas, muevo mi cuerpo con suma delicadeza, una que otra gota de sudor me surca el cuello. Ellos están como a dos ken de distancia. Lanzo los kunais, y en cuanto atraviesan sus gargantas salgo de mi escondite, ellos se llevan las manos al cuello, no pueden decir nada, pero aún no caen; brinco al patio, ellos me ven y corro hacia ellos. Les entierro otros dos kunais, el sonido que escapa de sus bocas es mínimo, poco a poco, los dejo en el suelo. Ahora, el plato principal.
 
Me enderezo, saco el tanto* de mi tabi, se lo enterraré en la garganta, lo mataré igual que a sus guardias;  rápidamente me acerco a la puerta de la habitación, la deslizo suavemente, y en el centro de la habitación, Masago Shinsen en un futón blanco, durmiendo placido, como un inocente. Camino suave al tiempo que desenvaino el sable, mejor cortaré su cuello. Su respiración es la correcta, duerme profundo, aprieto la empuñadura en mis manos, apoyo una rodilla en el tatami, elevo el sable sobre mi hombro derecho y rápido dejo caer el filo sobre su cuello. Un corte casi limpio. Sonrió, trabajo hecho. La sangre empieza a salir del cuello, el maldito ni siquiera sufrió, no lo merecía, pero es mejor así. Tomo parte del futón, limpio el sable y lo envaino.
 
(Sting)
-¡¡Intrusos!! -se oyen los estrepitosos gritos de un guardia a lo lejos.
 
Me descubrieron, tengo que salir de aquí. Mi corazón empieza a palpitar rápidamente; me pongo de pie -¡Intrusos! ¡Informen a nuestro señor! -se oye cerca de la habitación, las sombras de los guardias de la puerta externa voltean rápidamente y abren, alcanzándome a ver en la puerta interna. Nuestro cruce de miradas dura tan solo unos segundos y empiezo a correr hacia el techo.
 
-¡Aquí esta! ¡¡Intruso!! -grita el guardia antes de salir tras de mí, tengo escasa distancia de ventaja, que veo reducida al intentar subir al techo. La desesperación hace mi cuerpo temblar, mala suerte, maldita mala suerte. Segundos antes de que pueda llegar a mí, logro subir y empiezo a correr por el techo; el sonido de los zapatos corriendo hacia acá me erizan la piel, trago y corro a la muralla trasera, pero a los lados comienzan a llegar unos 15 guardias de cada lado.
 
-¡El señor está muerto! -la pequeña distracción me da tiempo de correr a donde esta mi gancho; apoyando una mano en la teja de la muralla me aviento, si bien sujeto la soga, por la fricción me quemo las manos.
 
-¡Atrás! ¡huye por la parte de atrás! ¡Dispárenle! -no me da tiempo de bajar bien así que solo me aviento a un ken de alto. El sonido de armaduras moviéndose hace que no le preste atención a mis pies y a las raspaduras. Empiezo a correr y al tiempo flechas empiezan a caer, una me atraviesa el hombro, otra se atora en mi trapecio.
 
-¡persíganlo! ¡se va por los arboles!
 
(Kagami no jibun)
Si bien siento una molestia en el pie y en mi rodilla derecha, empiezo a correr tanto como me dan los pies; atrás de mi, por el ruido, me persiguen unos veinte guardias. De una de mis mangas saco tetsubishis* y los arrojo al suelo. Más adelante oigo a varios quejarse, pero aun tengo como a quince detrás, tengo que correr más rápido, nunca en mi vida creí que me fueran a perseguir tantos hombres.
 
Cambio de planes, dejo de cruzar la montaña, y en su lugar empiezo a bajarla por el este, si me voy hacia la costa, no tendré descanso. Debo meterme en el bosque del monte, si no me equivoco, la espesura del monte Hyakurigatake es perfecta, aunque está bastante retirado.
 
Les llevo una ventaja como de cinco ken, me detengo y de la funda del sable saco el polvo irritante. Empiezan a alcanzarme, menos de un ken entre ellos y yo. Aviento el polvo. Algunos tropiezan, otros dejan de correr, otros más siguen detrás. No tengo tiempo de usar nada más, no contra tantos. Solo queda correr, correr mucho.
 
(Hakai kousaku)
He sacado ventaja después de huir por media hora, pero aún los oigo cerca. Siento que mi pecho va a explotar, que mis pulmones no me dan el suficiente aire que necesito. Subo por un árbol, uno está muy cerca, saco el arco y apunto. Aunque la agitación hace estragos en mi, logro deshacerme de él. Noto que me quedan solo tres flechas más. Salto a una rama cercana, flechas para dos. Mi respiración sigue agitada, dos menos ya, ahora debo esperar, tenso la cuerda, el que se acerca lleva casco de samurái. No funcionara una flecha. Trato de silenciar mi agitada respiración, pero por más que trato de respirar lentamente, no puedo calmarme.
 
Tomo la kusarigama y salto al suelo, unos dos ken lejos de él, el ruido de los arbustos hace que se gire -asesino -desenfunda el sable -vengaré la muerte de mi señor -comienzo a girar el peso de la cadena. Se acerca con pasos lentos, trago saliva, un pestañeo y se abalanza sobre mí. La cadena se enreda en el sable, dándome tiempo de enterrarle la hoz en el cuello.
 
-no te alegres tanto... -uno a mi izquierda, detrás mío. Frunzo el ceño, espero que sea el último -saca tu sable -giro levemente la cabeza -te doy la oportunidad de luchar como un guerrero -tenso la boca, suelto la hoz, llevo mi mano izquierda hacia mi hombro, donde está la empuñadura del sable, mientras, lentamente, a mi costado derecho, destapo el fondo de la funda, el polvo cae en mi mano. Me posiciono, él aprieta la empuñadura -¡muere! -cinco pasos hacia mí, le aviento el polvo, aturdiéndolo, segundos después con el sable le corto la cabeza.
 
-Estúpido honor tuyo...
 
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(Jouzai (el archivo esta perdido))
Llevo unas 5 horas caminando, el cielo está nublado. En mi nuca hay algo molestándome, cosquilleando, mis oídos están alerta. Cualquier ruido me hace voltear. La adrenalina se me ha acabado, pero siento la piel erizada, y mi espalda sensible. No sé si aún me persiguen, pero debo tener cuidado.
 
Me quedo parada en medio del bosque, en una pequeña cuesta. Todo a mi alrededor está solo, ni un alma. Pero mis dientes castañean, me cuesta respirar. Trepo por el tronco de un abeto y sigo mirando. Mi cuerpo tiembla.
 
Poco a poco el día se va haciendo más claro. Siento como mis parpados ya no quieren seguir abiertos, pero quiero seguir despierta. El cuerpo me pesa cada vez más. Estoy aferrada al tronco del abeto, mirando todo a detalle. Sin más empieza a caer una llovizna, al principio tan fina que es difícil verla, pero a cada momento haciéndose más fuerte, hasta hacerse lluvia. El olor a tierra mojada brota por todos lados.
 
Después de un rato estoy completamente mojada, no sé si mi cuerpo tiembla por la lluvia o por cansancio; mis ojos empiezan a ver borroso, mi cabeza empieza a caerse, un sueño empieza a quitarme la conciencia por ratos. Siento como si todo mi alrededor diera vueltas, pestañeo insistentemente, para librarme del aturdimiento, para seguir consiente, pero nada parece querer funcionar.
 

Acto 3.
 
(Shadows of rainbow)
He dormitado durante horas, en un estado de semi-conciencia. Mi cuerpo duele. Tanto por las heridas, como por el cansancio. Cuando empieza a oscurecer, decido bajar del abeto. Todo sigue tan solo como cuando subí.
 
Tocando suelo me siento, pasando mi mano por las heridas. El hombro sigue sangrando, pues solamente troce la flecha, la saque y seguí corriendo, no tengo nada con que detener la hemorragia. Finalmente mi cerebro empieza a trabajar, me quito la kazaka, y con la camisa debajo, hago una especie de vendaje, tapándome los puntos donde las flechas me hicieron mayor daño, entre todo, noto varios golpes en el abdomen, cortes en mi costado izquierdo y los lados de mis piernas.
 
La lluvia ha parado hace mucho, no hace mucho calor, pues son las montañas. Si no me equivoco debo estar a los pies del monte Hyakurigatake.
 
El pie me duele, sigue resentido por la caída. Ahora es cuando las heridas empiezan a pesarme.
 
(She Is)
Hora del cerdo, la noche es profunda en el monte, pero con la luna en cuarto creciente, la obscuridad baja. Poco a poco, me empieza a llegar un olor, de... humo. Hay alguien por aquí, muy cerca viviendo. Mis ojos se abren mas, mi boca se tensa, veamos quien está por aquí.
 
Siguiendo la dirección empiezo a llegar a donde el monte Hyakurigatake y el monte Komagatake se dividen; un poco hacia el oeste, veo humo claramente. ¿Quién puede vivir en la profundidad de las montañas? Me acerco cada vez más rápido.
 
Recuerdo que alguna vez me contaron sobre una mujer que se alimentaba de hombres, viviendo en la profundidad de las montañas, y que en las noches los acoge, pero no es más que un mito, se cuenta que en ella había el don de la eternidad. Sea o no cierta la historia, no se sabe en qué montañas ella vive. Y lo más importante, no creo en fantasmas. Nadie es inmortal si lo cortas en suficientes pedazos.
 
Diez ken de distancia y veo una pequeña choza. Frunzo el ceño, a lo mucho dos personas viven ahí. El olor de comida llega a mi nariz, mi estomago se vuelve loco y de pronto me siento con la necesidad urgente de saciar mi hambre. Vivan quienes vivan ahí, los mataré y me quedare con la comida, quizás me quede ahí hasta que mis heridas sanen.
 
Me aproximo rápido pero sin hacer ruido hasta que toco la pared de troncos. Veo la luz del fuego traspasar la persiana de bambúes. Afino el oído, no oigo nada ¿habrán salido? lentamente, un paso tras otro, pongo una mano en el marco de la puerta, trago saliva, no oigo ni un ruido, aprieto los puños. Saco el sable o no... debo decidir, hecho una mirada alrededor, pero no se oye nada, ni dentro de la choza ni fuera, solo los grillos molestando. Tomo un kunai en la mano derecha, oculto por mi manga. Encaro la persiana de bambú y entro.
 
Una mujer, una mujer está dentro, sentada al fuego. Mis ojos se abren por la sorpresa, trago saliva, ella me devuelve la mirada igual o más sorprendida que yo. Mi boca se abre.
 
Ni ella ni yo hablamos. Finalmente, después de un lapso de torpeza abro la boca -yo... me he perdido en las montañas... me llamo Ryuto, te daré dinero si quieres -mentira, creo que perdí mi dinero. Ella se ve un tanto asustada, pero asiente. Se levanta presurosa a tomar un tazón. Renuentemente pongo un pie dentro.
 
(Himitsu jikken)
Me siento a un lado del fuego, ella tiene una cacerola con comida, pronto sirve un poco de sopa en el tazón y me lo da en la mano; en el instante en que nuestras manos sostienen el tazón por unos segundos me doy cuenta de que sus manos son muy blancas y están casi, perfectamente cuidadas, nada propio de una mujer de esas ropas, un yukata algo desgastado.
 
Me llevo el tazón a la nariz y lo huelo, no hay nada extraño, espero que no esté envenado. Me bajo la tela que me cubre la cara, doy un sorbo, mi estomago exige la comida. No he comido nada desde el día de ayer. Con prisa y sin modales me bebo todo cuanto antes, pero si bien aplaca un poco mi hambre, quiero más, llevo mi mirada a ella y ella me ha estado observando.
 
-Lamento mis modales.
 
-¿Deseas más? -asiento con la cabeza.
 
Me sirve una vez más y esta vez pone arroz. Esta vez la veo con detenimiento, piel blanca, cabello café muy obscuro, ojos castaños, en su rostro no hay ningún sigo de edad, no ha de pasar de los diecisiete. Cejas delgadas, nariz fina y respingada, cejas bien delineadas y labios delgados. Si bien se le ve un poco pálida, es una mujer bella y sus modos, no son los de una mujer cualquiera.
 
La manera de sentarse, de tomar las cosas, de moverse, ya es algo natural en ella, demasiado estudiado hasta adoptarlo. Una de mis comisuras se curva levemente. Ella es, una fina dama de ciudad, es más, tal vez de la capital. Entrecierro los ojos, ¿qué hace una delicada flor, perdida en el mar...?
 
¿Una dama caída en desgracia? con la victoria de Ieyasu Tokugawa, muchas familias deben haber perdido parte de sus riquezas, pero me extraña que huyera de la ciudad...
 
-¿Puedo quedarme esta noche? -ella intenta no fruncir las cejas, pero me doy cuenta.
 
-No tengo mucho -ella mira la empuñadura de mi sable.
 
-Te has dado cuenta... -veo como aprieta las manos en su regazo -bueno, después de todo, las mujeres no son tan estúpidas... sabes que no tienes opción.
 
-¿Me mataras?
 
-¿Tan mal me veo? -le digo, se me escapa una pequeña sonrisa.
 
-¿Eres un samurái?
 
-O algo peor... pero de ti depende si vives.
 
La boca le tiembla, su ceño esta fruncido, la mujer tiene sangre de noble, se está manteniendo digna aun cuando la he amenazado, otra en su lugar, se habría aventado al suelo rogando por su vida. Me pongo en pie y me retiro a una esquina de la choza.
 
(Shizuka Hitou's T.)
-Bien, dama de clase, duerme, que por hoy no morirás... -me siento en la esquina y me recargo en la pared, observándola desde ahí. Ella tiene el rostro desencajado, pero no dice nada. Entrelazo mis manos y las dejo en mis piernas.
 
Ella tarda bastante rato en moverse de su posición. Piensa bastante, tal vez quiera atacarme, pero una chiquilla de la aristocracia no podría hacerme ni cosquillas, y, probablemente, ella lo sabe. La situación es para reírse, he tenido una suerte tremenda.
 
Después de quizá, una hora, decide dejar su lugar junto al fuego. Se pone en pie y saca un futón que extiende no muy lejos del fuego. No se molesta en cambiarse y se mete, dándome la cara. Es una chica dura, no deja de mirarme a los ojos, ni se intimida. Ella ha de tener su concepto de honor, todos los estúpidos nobles lo tienen. Quizás si me den ganas de matarla.
 
Exhalo un suspiro silenciosamente, cruzo los brazos. Me mantengo recta y trato de no abandonarme tanto al sueño.
 
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(No. 0724FGARK)
Abro los ojos lentamente, por unos momentos me desubico, pero al ver a la mujer en el futón, aun dormida recuerdo, me masajeo un poco la frente. Me pongo en pie, estiro el cuerpo, mis huesos truenan, siento todo el cuerpo entumido, si sigo con este ritmo de vida, cuando llegue a la vejez mi cuerpo será una desgracia.
 
Me acerco a la mujer, está plenamente dormida, es normal, debe ser la hora del conejo, apenas esta amaneciendo. Ella no tiene un rostro muy tranquilo que digamos, entrecierro los ojos, bueno, no me importa. Doy varios pasos y salgo de la choza, si no me equivoco, hay un río cerca y yo muero de sed.
 
Empiezo la caminata, solo unos pasos después volteo a ver la persiana de bambú, ella no se librara tan fácil de mí. No todos los días tienes la oportunidad de humillar a una mujer así.
 
El lago no estaba tan cerca como creí, de hecho. Solo he bebido lo suficiente y he vuelto con la misma; al llegar a la choza, todo sigue en silencio, levemente me asomo por la persiana, ella sigue dormida. Tiene el ceño fruncido, ¿algo mal con tu sueño? dejo la persiana y empiezo a subir la choza, las heridas me duelen, incluso siento abrirse la de mi hombro, quizá no debí subir...
 
Después de tal vez una hora, ella sale de la choza, se asoma rápidamente por la persiana, mirando a todos lados, sonrió. Da unos pasos, buscando algo, eso solo me hace sonreír aun más. Aliviada, da media vuelta de regreso a la choza. ¿Le daré un susto? Sería buena idea saltar y darle un susto, pero, tomando en cuenta mi estado, sería doloroso.
 
-¿Buscas a alguien? -le digo desde arriba -¿no vives sola? -efecto deseado logrado. Si bien no hace más que voltear a verme con el rostro pálido, ha valido la pena.
 
-Creí que se había marchado... -ahí está, se ha compuesto muy rápido del susto.
 
Ella entra a la choza. Mi rostro normalmente serio, mi ser, mi persona, normalmente tranquila, sienten una pisca de molestia. Debo relajarme, es solo una mujer bastante fuerte, solo eso, es igual que yo... no, no es igual que yo, nadie es igual que yo. Relájate, relájate y baja del maldito techo.
 
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(WombSys)
Ha pasado casi todo el día y ahora mismo atardece. Los últimos rayos del sol se filtran por la persiana de bambú. Ella ha estado silenciosa todo el día, igual que yo. Seguro, no pierde la esperanza en que me marche, pero ahora mismo no puedo. Me ha dado de comer y está calentando sopa, tiene dinero, a mi no me engaña, tiene verduras, compradas en el mercado, ahora reafirmo mi creencia de dama caída en desgracia, seguro ha cambiado sus cosas de valor por arroz o algún tipo de comida. Si no, de donde uno se explica que tenga que comer, si no tiene nada plantado, solo junta leña y prepara comida.
 
Ella esta meneando la comida, tiene ligeramente las cejas fruncidas, los ojos fijos en una parte del piso y un poco tensa la boca, algo le incomoda, pero es algo reciente, ya que hace un rato y todo el día no lo ha tenido. Que será. Muevo la lengua en mi boca, trago saliva, muevo un hombro, tengo los brazos cruzados.
 
Me he mantenido en la esquina todo el día, mirándola, caminado de un lado a otro, incomoda por mi presencia, fastidiada de mi mirada. ¿Ya estará molesta de ello? ¿qué sentiría yo? me sentiría como un animal presa de otro más fuerte, sentiría que están jugando conmigo y aún más si solo me miran... será eso.
 
La noche ya llegó, hace calor, quisiera quitarme la ropa de encima, siento como mi cuerpo suda. Después de que me diera el tazón con comida, volví a mi esquina, estar cerca del fuego me da aún más calor. Ella también sentirá calor, esta junto al fuego. Tarda un rato en comer y otro más estando frente al fuego, en algún momento, veo una gota de sudor surcar la piel cercana a su lóbulo, su frente esta perlada por sudor. Si tiene calor ¿qué rayos hace ahí?
 
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(El Sol se Recuesta)
La pasada noche, nada más vi a ella cerrar los ojos yo también lo hice, fui descuidada. Pero no lo pude evitar, mi cuerpo está cansado y adolorido, sería mejor matarla, así dejaría de estar alerta y descansaría más fácil. Pero, esta mañana, con la luz del amanecer deslizándose suavemente por la persiana, cuando estaba frente a ella, con el sable desenvainado, con todo para matarla, algo en su rostro me lo impidió. ¿Además, qué sentido tiene matarla? Sera una mujer de la aristocracia, pero es demasiado joven como para que merezca la muerte.
 
En lugar de matarla, envainé el sable y salí. Mientras caminaba hacia el río, me preguntaba yo, porque me ha dado este ataque de piedad... es ella o yo, así de fácil. ¿No podemos ser las dos? ¿solamente? negué con la cabeza, no, no después de haberme visto. Corro peligro al dejarme ver, por eso debo matarla.
 
En el río, atrapé un par de peces. Si la voy a matar, la dejare un par de días viva, que coma pescado, algo de carne. Sería mejor si la matara ahora mismo... Bueno, da igual, hoy, mañana o pasado mañana, ya la mataré, mientras, llevaré estos peces.
 
Pero lo has escuchado ¿no?, hay quienes han cometido el error de dejarles con vida, con la condición de "no decir nada" y gracias a eso se ha filtrado información sobre nosotros, lo bueno es que nos han confundido con los Iga, o los Koga, ese par de ineptos. Pero, no pienso dejar nada suelto.
 
He regresado a la choza, ella sigue dormida. Dejo los peces a un lado y me siento en la esquina, de nuevo. Me provoca gracia que, ella se despierta y al verme, se le termina la somnolencia. En su rostro veo la molestia de tenerme ahí. Pero no me iré, no me iré tal como quieres.
 
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(After the Rain)
Después de levantarse y lavarse la cara con una poca de agua en una cubeta, preparó el pescado. Afuera llueve copiosamente y siento como si el calor se encerrara en la pequeña choza. Cada vez la veo un poco más alterada, no sé que sentir, siento cierta emoción, me divierte un poco verla así. Ella trata de verse tranquila, sin que la situación le afecte, pero, no es verdad. Debe estar haciéndose líos en la cabeza. El tener a una persona cerca y no decir ni una palabra, debe ser algo tormentoso ¿o no? bueno, después de todo, mi especialidad no es leer la mente.
 
-¿Cuánto piensas quedarte? -me dice desde su lugar, tan solo la miro; delineo mis dientes con la lengua -¿no has escuchado? -parpadeo y no digo ni una palabra -no tengo nada aquí...
 
Una sonrisa me curva la boca, ya sabía yo que un ser humano no puede quedarse callado, por más noble, por más digno, por más honorable y orgulloso.
 
-Contesta... -levantó el mentón, altiva -no ganas nada con esto.
 
-Te equivocas... si te mato me puedo quedar con la vivienda y la comida -eso la descoloca un poco.
 
-A fin de cuentas ¿solo quieres el lugar?
 
No contesto, no es que quiera el lugar, solo quiero reponerme un poco. Inhalo suave, las cosas son complicadas, no quisiera matarla, es una mujer joven y bella, pero si la dejo viva, no se a quien se lo pueda decir. Aunque, vive sola en la profundidad del bosque, es un poco difícil que lo hable con alguien.
 
-Solo quiero descansar un poco... armas demasiado alboroto por algo muy sencillo.
 
Después de aquella conversación, no volví a abrir la boca aunque me siguió hablando.
 
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(Nightstalker)
Es de noche, quizá la hora del Buey. He dormitado un poco, hace calor, pero una que otra corriente de aire se filtra por la persiana. Ella se ha levantado, muy lentamente y cuando ha estado segura, después de un rato, ha salido de la choza... ¿pensara escapar?
 
No me cuesta seguirla, la luna esta casi llena, hay suficiente luz; ella va hacia el río. Camino suave y despacio, procurando no pisar algo que haga ruido. Ella es descuidada, o más bien, esta absorta en sí misma. Trepo un árbol y cuidadosamente miro. A la orilla, ella desata su obi y desliza el yukata, frunzo el ceño, se dará un baño seguramente... deja la ropa en la orilla y prueba el agua con la punta de su dedo; primero un pie, luego otro, entra hasta que el agua cubre su ombligo...
 
Está pensando, mira el agua cerca de ella, esta mujer, meditando ahí, ella... después mete el cuerpo entero, supongo que se acostumbra a la temperatura. Se endereza sacando el torso del agua, empieza a lavar su cabello, que antes café, ahora mojado se ve negro. Me asombra la blancura de su piel, se ve increíblemente suave, es como una invitación a tocar, para comprobar si es tan suave como aparenta, si es de verdad. No habría imaginado que la mujer destilara tanta belleza con solo su desnudez... así que, esto es una mujer con sangre noble... demasiado bella, demasiado delicada, demasiado porte, demasiado digna... lo trae en las venas, en su cuerpo...
 
Aprieto la quijada, entrecierro los ojos, por un lado es agradable mirar, pero por otro siento rabia... ella es la reina y yo el peón... sonrío. No me siento miserable de ser lo que soy, pero no siento que sea justo.
 
Se mueve suave en el agua, algo en su mirada, hay algo que no... oh dolor, hay dolor ahora que mira hacia el agua en sus muslos... su boca se frunce hacia abajo, su pecho se agita y suelta un suspiro ahogado, ella esta recordando.
 
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(Only One Warmth)
Esa noche, cuando volví a la choza y dormí, soñé que vivía en un lugar lejos, muy lejos de aquí, lejos del clan, muy lejos de todo y... y soñé que dentro de mí, había algo que me hacía muy feliz, recuerdo, muy claramente la presencia de alguien detrás mío, alguien que me daba confianza, que con su abrazo me hacía sentir cálida y a gusto.
 
También recuerdo que, en algún momento más adelante, en mi cuerpo, en mi vientre, una criatura se gestaba. Y más pronto de lo pensado, ese ser se encontraba en mis brazos, consolándolo, meciéndolo en mi pecho, nunca imagine tener sentimientos más tiernos, ni sentir el pecho fresco y lleno de felicidad...
 
¿Es posible aquello? será que algo así sea real, que... una criatura... que alguien me haga sentir eso... eso que tan difícil y tan extraño me parece.
 
Cuando desperté, aun sentía la emoción palpitándome en el corazón. Pero ahora solo me lo retuerce, no creo que eso sea posible. Pero ¿por qué no? se sentía tan bien, parecía no acabar, no hasta que desperté, hasta que me di cuenta de que en mis brazos no había tal criatura. Me preocupa, esa criatura inexistente me preocupa y me hace extrañarla... ¿se quedara solo en un sueño?
 
Sé, sé que de mi depende hacerla realidad, que en verdad cobre vida... pero a qué mundo, a que vida más miserable le traeré...
 
Me aclaro la garganta, esto es difícil... los rayos de sol entran suavemente por la persiana, dándome en los ojos, al principio lastima, pero después, es hipnotizarte ver el dorado, tan brillante, tan intenso y sin fin, la luz tan cerca, tan lejos.
 
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Han pasado tres días desde que llegue a la choza. La mujer, de nombre desconocido, ha ido calmando sus ansias conforme han pasado los días.
 
Ahora mismo, me siento embriagada por una especie de sentimiento nostálgico, es raro, tan raro que me mantiene aletargada, ya no miro a la mujer, solo revivo el sueño que tuve; no sé si la mujer se ha dado cuenta... pero ahora mismo no me siento capaz de matarla, qué rayos voy a hacer...
 
Es de noche, igual que cuando ella saliera, pero ella sigue durmiendo. Afuera llueve, la miro a ella, miro la entrada, vuelvo a mirarla, su rostro tranquilo, demasiado suave, demasiado blanco... me pongo en pie y salgo de la choza. La lluvia me cae en hombros y cabeza, me quito el fukkumen*, el agua comienza a mojar mi cabello, me siento tan, tan extraña...
 
Camino hacia el rio; me suelto el cabello, me voy soltando los tekkos* y me abro la kazaka, cuando llego al rio me quito el resto de la ropa. Aún sin entrar al río, mi cuerpo se está mojando, mi cuerpo no es como el de ella, mi cuerpo esta azotado, magullado y herido.
 
Me quito el vendaje improvisado, la herida de mi hombro no termina de cerrar. Dentro del río lavo el vendaje, y con el movimiento el agujero de mi hombro se vuelve a abrir. Estoy tan harta.
 
Me agacho en el río, el agua me llega al pecho, abrazo mis piernas y dejo mi cara en mis rodillas, este río debe tener la cualidad de sacar las tristezas y dolores de las personas, o quizás, solo quizás, soy yo.
 
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero empiezo a sentir frío. En cuanto salgo del agua, el ambiente cálido me conforta. Lentamente me coloco el vendaje, los raspones están cicatrizados, mis manos están mejorando, los moretones empiezan a desaparecer, solo las heridas de mis hombros persisten. Me visto con la misma calma. Con pasos lentos regreso a la choza ¿regreso? ¿debería regresar? ah, pero debo matarla, a ese ángel de piel blanca y rostro inocente... ¿en verdad es así? ¿en verdad?
 
Llego a la persiana de bambú, pero no entro, estoy mojada de pies a cabeza, ni siquiera me he atado el cabello. Me siento a un lado de la puerta, descanso mis brazos y mi frente en mis rodillas, la lluvia sigue cayendo, el ambiente sigue cálido y el amanecer llega, con nubes grises que me ayudan a descansar del sol.
 
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(Friends)
Siento un peso en mi hombro izquierdo, el sueño nubla mi conciencia, pero mis oídos escuchan la lluvia caer a mis lados. El cuerpo lo siento entumido, elevo mi rostro y la débil luz del día me da en los ojos, todo está nublado. El peso que sentía se ha quitado, por reflejo volteo y he ahí ella, solo veo sus piernas cubiertas por el yukata.
 
-Te pondrás peor ahí... -me dice.
 
-Mejor para ti, así moriré...
 
-Entra y quítate eso.
 
-No...
 
-No dijiste que estabas herido...
 
-Cállate o te mato -eso ha sido infantil... ella callo con la amenaza, fue un largo silencio, pero...
 
-Te espero dentro...
 
Que mujer tan testaruda, que atrevida, da por hecho que la seguiré, o sabrá ella que no tengo ganas de matarla... y tiene razón, si no lo hice en el primer momento, ni en los días siguientes, ahora menos. Me levanto, con el cuerpo entumido y entro a la choza, pero solo me quedo en la entrada; me siento al lado de la puerta, ella a la mitad del pequeño lugar, donde normalmente esta la hoguera.
 
-No sé porque pero, ahora me siento algo culpable, si me hubieras dicho de tu herida, supongo que hubiera sido diferente... -tomo un mechón, el cabello me cae a todos lados, es raro y ella está hablando -pero... eres de pocas palabras...
 
-¿Te sientes culpable porque? ¿por qué tengo una herida? no sabía que los de tu clase sintieran culpa -ojalá y así se calle, era más agradable con la boca cerrada.
 
-¿Mi clase? -visible confusión, tal vez abrí la boca de mas.
 
-ya te digo, de lejos se te nota que eres de ciudad y estoy segura que no de clase baja... -tensa la mandíbula -no me interesa tu historia, ni si tu familia cayó en desgracia, solo déjame en paz.
 
-De pronto estas muy... -aprieta las manos en su regazo -lamento entrometerme.
 
El día ha pasado muy lento, muy pronto, se me ha hecho muy largo y pesado, a pesar de que no me he movido, simplemente la he pasado aquí sentada, sintiéndome observada por ella, ¿donde quedo mi papel y el suyo? ¿no debería ser al revés? era ella la incómoda con mi presencia, no yo.
 
-Deberías quitarte la ropa mojada, y descansar...
 
El tiempo seguía y poco a poco el interior de la choza se hacía más obscuro. Hacia la hora del gallo ella empezó a encender el fuego y la habitación dejó la penumbra. La comida del medio día había pasado, ahora oscurecía, después de nuestra última conversación no cruzamos palabra, pero me siento inquieta, a la expectativa, la espera de algo, me molesta, no quiero esta sensación.
 
Mis ropas se secaron conmigo, el calor facilitó las cosas, me siento perfectamente, soy fuerte.
 
-Debes estar terrible... llevas días durmiendo sentado y esa herida aún no se cura... -sabía que tarde o temprano diría algo, pero no conteste. Ya no siento su mirada y yo no la miro, no es necesario, la tengo estudiada, sé los movimientos que hace, sus modos, su rostro, sus facciones, sus reacciones, ya no necesito verla. Mi vista se va perdiendo con el transcurso del tiempo; mis ojos que están abiertos, no miran, mi cuerpo que está sentado, comienza a relajarse y mis oídos, listos para escuchar cualquier sonido, de pronto no oyen más que el crujir del fuego en las ramas, si acaso el bullicio del viento con los arboles ahí afuera, dejan de estar listos al movimiento. Sin darme cuenta, un sopor me va cubriendo.
 
En algún momento lucho para no dormirme antes, pero todo esta tan callado, tan silencioso y el sonido de la lluvia me envuelve más.
 

Acto 4.
 
(Etorofu)
-Deberías acostarte... -Su mano, mi hombro, mi cuerpo salta, mis sentidos estallan y me aparto estrepitosamente, mi cuerpo reacciona en automático y desenvaino el pequeño tanto*. Mi corazón palpita rápidamente, el hombro donde me tocó, aun tiene la sensación de su mano. Mi ceño esta fruncido. Ella esta parada junto a la esquina, un poco descolocada, pero solo un poco.
 
-Te mataré como vuelvas a tocarme -la señalo con el tanto.
 
-Solo quería ser amable... -bajo el arma, me siento mal, no puedo mantener el peso del puñal.
 
-No tienes por qué -mi ceño se frunce más, esto no está bien.
 
-Llevas días durmiendo mal, no descansas, es lógico que tu herida te este empeorando, si reposaras como es debido, ya estarías mucho mejor... tu cuerpo está exhausto.
 
Ella tiene razón, el cansancio de mi cuerpo no me permite sostener un arma debidamente, debo irme, o matarla... si me voy corro el riesgo de que se lo diga a alguien... pero es una pobre mujer olvidada entre las montañas que no tiene ni quien rece por ella... tenso los labios.
 
-Sé que me matarías.
 
-Si fuera así, dejaría que te consumieras día tras día... tú no me harás daño, y yo no te haré nada.
 
-No confió en ti. Sé que mientras lo haga me traicionarás. Me vas a matar y aún tengo demasiadas cosas por hacer...
 
El momento era tenso. En su rostro algo pareció sorprenderla, no mucho. ¿Quizá porque ella también tiene cosas que desear? ¿volver a su antiguo estatus? algo por el estilo será.
 
-Mis intenciones son honestas, mi honor no me permitiría hacer un acto tan cobarde.
 
¿Confiar en su honor? aún tengo energías, aún la puedo matar. Apreté el tanto en mi mano, siento que las fuerzas se me van, me siento aturdida... no me queda mucho tiempo, ella no es una presa difícil, simplemente clavaré el tanto en su garganta y morirá, trataré de hacerlo tan rápido que no pueda meter ni las manos.
 
Unos segundos para preparar mi estrategia, y sin más me levanto contra ella, pero error, levantarme tan rápido fue malo, siento como si me hubieran golpeado la cabeza, todo la vueltas y ella se ve lejos. No importa, tengo que matarla; aprieto el tanto, voy hacia ella y aunque levanto mi mano hacia su garganta, no tengo nada, todo sucede rápido, pierdo el arma y antes de llegar a ella caigo al suelo...
 
Solo puedo ver el tatami muy de cerca; oleadas de calor golpean mi cuerpo.
 
-Te dije que te pondrías peor... -ella se acerca a mí, no puedo hacer nada; no debe tocar mi cuerpo, solo puedo llevar mis brazos y piernas a mi pecho. Mi respiración es pesada, mi vista se nubla -no te puedes quedar ahí... -siento sus manos en mi espalda, mi cuerpo da un brinco y se tensa, trata de moverme pero al cabo de un rato se da por vencida.
 
-Tu ropa está seca... -sus manos dejan de tocarme, alcanzo a oír que da unos pasos y luego, pone algo sobre mí, me cubre con un yukata o algo -si no quieres que te toque y no te quieres mover... tan solo acomódate mejor...
 
Está fingiendo, yo se que solo esta fingiendo su amabilidad. Yo se que nadie haría algo como esto, yo no lo haría. Ella debe haber urdido un plan, en cualquier momento me apuñalara y moriré, se que moriré. Por mi espalda baila la adrenalina, a la espera de la puñalada. Aprieto los dientes, me siento tan débil, quisiera arrancarme la ropa, siento calor y lo peor, me siento a su disposición. Me cuesta trabajo respirar, inhalo y exhalo lentamente, con respiraciones profundas me siento un poco mejor, odio esto...
 
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(Meditation Of The Assassin)
En algún momento, mi conciencia cedió y no pude hacer nada por evitarlo. Cuando desperté, estaba debidamente acostada y con un paño en mi frente mientras que una yukata muy ligera me cubría hasta el pecho.
 
Sentí la descarga de adrenalina en mi cuerpo, por el miedo a que ella me hubiese tocado; me sentí invadida, violada ¿lo habrá hecho? apreté los dientes, mi pecho se agito levemente. La busque con la mirada y ella miraba mi sable a un lado del fuego, no se había dado cuenta de que yo había despertado. Seguro va a matarme. Tragué saliva lentamente. Estoy segura que tengo el tanto en mi obi. Llevé mi mano lentamente, muy lento, pero no estaba, y por más que lo busqué no estaba, ¡ella me desarmó! estoy jodida, jodida de verdad, a merced de una simple mujer, he caído bajo.
 
Si no tengo armas, la mataré con mis propias manos. Intenté levantarme, pero mi cuerpo no me responde correctamente, estoy doblemente jodida...
 
-Has despertado... -la odio, la odio inmensamente, nadie me había hecho pasar semejante vergüenza. No respondo nada y tan solo la miro, aunque trato de no expresar nada en mi rostro, sé que mis ojos están más abiertos de lo común.
 
Realmente no presto atención a lo que dijo, solo puedo mirarla a los ojos y apretar los dientes, que está esperando ¿qué le agradezca? Miro el sable, la miro a ella.
 
-Yo, solo lo estaba viendo... -tenso un poco la boca -no voy a hacerte nada -no le contesto, todo esto, toda esta situación rara y extraña, realmente me hace dudar, ¿en verdad estaba mirando solamente? si fuera yo, ya la hubiera matado, pero sigo viva; no sé si pasó un segundo o un día de mi inconsciencia, pero con eso hubiera bastado para tomar el sable y cortar mi cabeza...
 
Me levanto lentamente, mi respiración se hace pesada y luego de un momento, puedo sentarme en el tatami. La mido detenidamente, tal vez estoy exagerando un poco, quizá estoy un poco paranoica... pero, ¿y si es eso lo que quiere que piense? ¡¿pero qué rayos ganaría?!
 
-¿Tienes hambre? -llevo mis ojos a ella, está sentada junto al fuego ¿qué es lo que quiere? ¿cuál es su punto? debe haber una razón de porqué aun no me ha matado... una mujer de ciudad es inteligente y ella no tiene pinta de ser estúpida, no tiene ni un ápice de estupidez...
 
He escuchado rumores, he escuchado de personas que gustan de maltratar a otras y he sabido de prostitutos torturados sin causa alguna, solo por el simple placer del torturador de tenerlos a su disposición. No puedo dejar de mirarla fijamente... ¿es ella así?
 
Exhaló, molesta -ten de todas formas... -dejó un tazón de comida cerca de mí... ella no tiene la pinta, pero uno nunca sabe ¿querrá torturarme por los días anteriores? Maldita suerte la mía. Llevo mi mano al tazón, lo levanto y me tiembla la mano, es como si fuera demasiado pesado para mí. Lo dejo en el suelo, si lo sigo sosteniendo, se me caerá y será un desastre. Esto es tan frustrante.
 
Ella, que lo había observado todo, se acerco a mí -te ayudare con eso -y yo, que de pronto sentí su voz a mi oído, tuve un pequeño estremecimiento.
 
-No, no lo necesito -pero no hizo caso, puso una mano en mi espalda y me llevo el tazón a la boca. Su contacto me puso nerviosa, sin querer le hice caso tomando la sopa. Cuando terminé ella dejo mi espalda y fue a su lugar junto al fuego. Yo me sentí paralizada. Pequeñas cantidades de adrenalina recorrían mi cuerpo constantemente. Aquí hay algo que no me gusta.
 
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(Secret)
No ha pasado mucho desde que desperté, ahora mismo comienza a atardecer y la lluvia fina se hace más espesa, el calor entra por los huecos de la choza. Mi cuerpo recupera las fuerzas apenas necesarias, sin embargo, si trato de hacer más, comienza el aturdimiento, por lo que he pasado el día sentada, mirándola, tratando de adivinar sus intenciones.
 
-Ryuto es un nombre poco común... -ella habla con más naturalidad -¿es tu verdadero nombre? -y con más confianza -¿o será que lo inventaste? -sonríe.
 
-El nombre... de verdad existe -le miro seriamente, ningún musculo de mi cara se mueve, mis ojos están fijos, de alguna forma, me siento enajenada cuando la miro... pocas veces parpadeo, trato de no perder un solo momento. Ella ahora mismo está preparando la cena, ha traído agua del río, pues en toda la mañana no llovió y ahora está limpiando algunas raíces. Sus manos, blancas e inmaculadas, comienzan a ensuciarse, poco a poco, si no tiene cuidado, sus manos se maltratarán; sin quererlo mi ceño se frunce, y un suspiro escapa de mis pulmones.
 
-¿Te trae recuerdos? -Me lo dijo tan de repente que solo abrí los ojos y levante las cejas, dejé de ver sus manos para ver sus ojos. Ella sonrió de medio lado.
 
-Si te digo que es mi nombre, es mi nombre -sonrisa completa.
 
-Claro.
 
El tiempo pasa y continuamos en silencio. Ella termina con las raíces y las pone en el recipiente. Hablando de nombres... no sé su nombre. Tantos días aquí y no sé ni cómo se llama, realmente no he querido ser grosera y no preguntarle... bueno, no es tampoco que me interese. Tenso la boca, cómo pude olvidar un detalle tan, ¿tan importante? bueno, obviamente estaba pensando en otras cosas, por ejemplo, me perseguían y tenía hambre. Qué clase de mujer es esta que me ha acogido siendo yo una desconocida, que le ha amenazado y que, contrariamente a toda razón, ahora me ayuda, debe estar mal de la cabeza.
 
(Investigation)
-Cierto. ¿cómo te llamas? -levantó el rostro, altiva, altiva.
 
-¿Te doy el verdadero o el falso? -voltea a verme; sonríe, frunzo el ceño.
 
-El que quieras -le dije en seco. No sé porque, le hace algún tipo de gracia.
 
-Sayoko -me dice mirándome a los ojos y me sonríe. Entrecierro un poco los ojos.
 
-¿Y es... el verdadero? -sigue sonriendo, asiente levemente.
 
Pero ¿qué? ¿qué le causa gracia? respiro hondo, parpadeo un poco y medito la situación. Le dio gracia que le preguntara... ahg, ya estoy vieja para traducir las cosas de una mozuela, solo que sea porque... caí en su juego, en su trampa, mocosa maldita ¿qué planea? es tan sutil que por poco y no me doy cuenta, es como si ella quisiera... a mí... la sonrisa... los gestos... oh...
 
Paso largo tiempo pensando en esto, más equivocada no puede ella estar ¿o soy yo? quizá lo estoy imaginando, quizá solo piensa en ser una buena persona. Pero razona, piensa que soy hombre, un hombre y una mujer, solos en medio del bosque, un hombre que llega a la solitaria vida de una mujer, abandonada al bosque... ese tipo de cosas pasan...
 
-Tengo un buen rato preguntándome... -alzó la mirada -¿debería ayudarte a sanar tu herida?
 
-No -le digo seriamente y con las cejas fruncidas.
 
Esta mujer quiere probar los placeres de la carne conmigo, pero yo no y no con ella. Admito que podría ser tentadora la idea si ella me atrajera, cosa que no me pasa; sin embargo, ella se llevaría una no grata sorpresa.
 
Suspiro, me voy a hacer vieja con pensar esta bola de... cosas sin sentido. Ella termina de preparar las cosas, la tarde ha pasado, las cigarras se han callado y ahora la suave noche adorna el cielo, ella menea la sopa. La lluvia se vuelve más fina y pronto, el silencio se empieza a formar, como una delicada capa sobre nosotras. Un suspiro, una respiración suave, sus manos moviéndose lentamente, preparando las cosas, hasta detenerse y ponerlas sobre su regazo. El silencio envolviendo, ella mirando el fuego, yo mirándola a ella.
 
Hasta que ella vuelve su mirada hacia mí, trago saliva. ¿qué mira? sus ojos que antes oscuros, ahora son iluminados por el brillo de las llamas, haciéndolos ver más claros, la pupila contraída, ahora fija en mí, que ojos más claros, que ojos más limpios, más hermosos... se me bota el corazón, la adrenalina recorre mi pecho y espalda, trago saliva.
 
Necesito huir de aquí.
 
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(Drop of Sunlight)
Es de noche, en alguna hora de la madrugada. La hoguera se ha apagado y los vestigios del fuego huyen hacia arriba. Afuera solo se oyen los insectos, aquí, solo oigo mis pensamientos.
 
Cuando fue hora de la cena, ella me ayudó, aunque no era necesario, podía sostener mi tazón con ambas manos. Pero, puso su cálida mano en mi espalda; corrientes de adrenalina me recorrieron, mi respiración se hizo pesada y solo pensaba en su mano en mi cuerpo. Un sencillo movimiento que no debía traer más allá de sencillos pensamientos, no un dolor de cabeza.
 
Estoy acostada, mirando al frente la obscuridad, por momentos, la luz de luna se asoma por la persiana y la miro. Su rostro tranquilo y terso, descansando en el futón. En algún momento, en un pestañeo, parte de mi alucinación, ella me devolvía la mirada.
 
Me levante agitada, y segundos después arrepentida, me dio vueltas la cabeza y me dolió el hombro. Volví a verla, ella seguía dormida y no me miraba.
 
Ha sido una noche difícil. Entre mis tormentos pude dormir, pude dejar de pensar, pude dejar de llenarme los pulmones de aire y soltarlos sin que parezcan suspiros. Pude dejar descansar su imagen.
 
A la mañana siguiente, sentí por encima de la ropa el tacto de algo y por fortuna mi cerebro actuó en automático. Pegue un brinco, lejos de ella y cuando la vi, estaba ella perpleja con sus manos aun extendidas. Había intentado abrirme la ropa y por poco habría descubierto mi secreto. Pero he descubierto que me siento mejor, mucho mejor, mis fuerzas están casi restablecidas.
 
-Te dije que no me tocaras... -extrañamente, mi voz, no suena tan enojada como debería, más bien... asustada. Ella permanece estática, al poco recobra la compostura.
 
-Lamento la intromisión…
 
No permitiré que me toque, no permitiré que lo descubra.
 
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(6 Banbe No Eki)
Un nuevo día ha empezado, las cigarras están chirriando, la lluvia ha parado.
 
Es la hora de la serpiente y, extrañamente, una niebla bastante espesa ha comenzado a formarse. Estoy sentada lejos de la hoguera y ella está cerca de la persiana. De pronto, un aire frío entra por la persiana, revoloteando, refrescando, avivando.
 
Mi pecho se siente fresco y no por el viento. Ambas estamos sentadas en seiza, mirando los arboles, mirando la niebla andar lentamente, sintiendo el aroma del bosque. Ella, se acerca a la entrada y mira más de cerca el exterior. Veo su espalda, el contorno, sus hombros, una estructura suave, delicada, esbelta. El cabello, cayendo brillante a su espalda. Una figura que necesita ser protegida, ser tomada en brazos y no dejarla ir.
 
A estas alturas, no me creo capaz de ponerle un dedo encima.
 
No dejo de mirar su espalda, quisiera tocar ese cabello y... aprieto el puño. Todo esto que estás pensando es incorrecto. Pero no puedo evitar sentirme bien ahora mismo, disfrutar de la paz y tranquilidad que produce solo estar.
 
Una idea cruza mi mente ¿por qué no? tengo el control. Tan solo una probada, otros han hecho cosas peores, yo, yo... en todo caso, en el caso en que me rechace, puedo huir, simplemente huir y jamás volver a aparecer. Sería solo un recuerdo con el nombre de Sayoko...
 
Tense la mandíbula, mi rostro reflejaba temor, con las cejas levantadas y un poco fruncidas, ambas cosas al mismo tiempo. Podría hacerlo, el problema es que no quiero sentirme rechazada. Dejé de mirarla, fruncí el ceño; solo estás perdiendo tiempo, ya te sientes mejor, ahora vete, ten determinación. Arrugue el hakama con mi puño, la indecisión estaba por todo mi cuerpo, impidiéndome moverme, mis ojos solo podían ver a un lado el tatami.
 
Volví a mirarla, sus hombros, se movían al suave compas de su respiración. Me descubrí la cara, sin quitarme el fukkumen y moví mi pie derecho; sin hacer ruido, me deslice por el tatami, hasta estar a sus espaldas. Mi cerebro no funcionaba, mi cuerpo actuaba solo.
 
A pesar de no tener nada para su arreglo personal, destilaba un aroma fresco y dulce, su piel estaba limpia y blanca, su cabello bien acomodado. Con mi mano recorrí sin tocar, su espalda hasta su hombro. La piel de su cuello me llamaba, era algo demasiado brutal como para resistirse y finalmente, puse mis labios en su cuello.
 
De alguna manera, ella lo sabía, no hubo ningún movimiento reflejo en su cuerpo. Besé su cuello con lentitud, aspiré su aroma, tomé sus brazos con mis manos. Ella volteo y seguí con el filo de su mandíbula. Sus ojos estaban cerrados y sus cejas estaban levemente arqueadas. Mis manos, mi cuerpo, pugnaban por ir más allá.
 
Un suspiro escapó de sus labios y su mano la llevó a mi cabello. Por dentro de mí algo se derramó, sentí calor en toda mi piel y una necesidad de apretar su cuerpo al mío. Exhalé el aire retenido, de momento todo parecía ser un estorbo.
 
Respire hondamente, necesitaba salir del trance, pero su aroma me envolvía más, mi mano la atrajo, cerré los ojos por unos segundos y al otro momento tenía su boca en la mía. Mi cuerpo, que actuaba instintivamente, la tenía aprisionada al tatami. Cuando sentí su mano viajar del cuello de mi kazaka, a mi pecho, todo acabo.
 
Aparté mis labios, mis ojos miraron los suyos, nublados por el momento; quité mis manos, y retrocedí lentamente, mirándola, gravándome cada parte de su cuerpo y la forma. En mi rostro había miedo, mi corazón latía desbocado, sentía en el pecho rayas de adrenalina.
 
(Long Destiny)
Ella me siguió, aunque retrocedía, ella avanzaba, tragué saliva; mientras la miraba a los ojos, le negaba con la cabeza. Mis labios, aun palpitantes, temblaban y un tic apareció en mi ceja. Todo cobro sentido y la razón llego a mi cabeza. Crucé la línea.
 
En sus labios, en su rostro, pude leer lo que más temí, no había rechazo hacia mí. En cambio me buscaba, su rostro, levemente ruborizado, sus labios, rojos y más vivos de lo común, su cuerpo...
 
Me levanté y salí de la choza corriendo. Me sentí asustada.
 
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(Dunes Of Death)
Sin palabras, sin nada, salí huyendo. No por su seguridad, si no por la mía.
 
Corrí sin tregua hasta el río y me detuve en un árbol, a la orilla. Mis ojos, más abiertos de lo normal, mi cuerpo débil pero no de enfermedad, mi alma temblando al fondo de mí ser. Me recargué en el tronco y me deslicé hasta el piso.
 
Mis manos temblaban y de pronto no sabía cómo salir de la conmoción. Llevé mis manos a mi rostro desesperada, empecé a respirar fuerte y rápido, con la esperanza de que la sensación en mi pecho desapareciera pero, aunque me trajo alivio el respirar hondo, no me abandonó del todo.
 
Con lentitud, me acerque a la orilla del rio, tomé agua en mis manos y limpié mi rostro. El agua fría me reavivó, pero sentí como si me ahogara y cada vez que me echaba agua al rostro, exhalaba agitadamente. Al final dejé mis manos en mis rodillas, sentía las gotas rodar por mi rostro y el aire fresco.
 
Llamé a mi razón, a mi conciencia y analicé los hechos. Lo peor que me pudo haber pasado es que me correspondiera. Debo tomar la responsabilidad, afrontarla y decirle adiós. Apreté el puño, fuerza, debes tener fuerza.
 
Levanté la mirada, el cielo nublado, niebla deambulando a mí alrededor. La lluvia se dejó venir levemente. Estiré el cuerpo, fruncí el ceño.
 
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(Approaching Target 1)
Detuve mis pasos justo frente a la persiana de bambú, llené mi pecho de aire, tome un extremo de la persiana y me abrí paso. Ella no estaba, mi sorpresa fue grande. En alguna parte de mí, esto me causaba gracia, me puse demasiado seria, como para que a la hora de la hora, no está, tanto para... esto. Mis labios se entreabrieron, me sentí sin tensión; volví mi mirada a los árboles, pero en medio de la niebla y la brisa, no se dejaba ver nada.
 
-Has regresado... -franjas de adrenalina cruzaron mi pecho en un par de segundos. De pronto me sentí vil.
 
Ella pasó a mi lado, apreté la mandíbula y le seguí al interior de la choza. Es la hora del caballo. La hoguera está apagada. Ella se sienta en su respectivo lugar y yo me aproximo al acostumbrado en estos últimos días. No sé qué decir, ni cómo empezar, siento que no me sale la voz. Todo está en silencio, me aclaro la garganta un poco.
 
-So... -mi voz salió, horriblemente aguda, aclaro la garganta y trato de forzarme a hablar un poco más grave; esto va a matar mi garganta -sobre, lo que ha pasado... ofrezco disculpas -le hago una leve reverencia -y me voy.
 
Me levanto lo más rápido, sin mirarla; no quiero ver sus ojos. Tomo el sable. Pasan tan solo unos segundos, pero siento que me quedo una eternidad parada, sin moverme.
 
-Quédate... -susurra. Sin poder evitarlo, volteo mi rostro hasta que mis ojos dan con su rostro, sorprendida. Siento gotas de sudor resbalar por mi nuca y espalda -hasta que te recuperes -tenso la boca.
 
-Estoy muy bien.
 
-Por favor -mis ojos están fijos, incrédulos.
 
-Hace poco deseabas que me fuera.
 
-Antes... -su mirada, estaba fija en la hoguera apagada, sus cejas y sus labios formaban una expresión acongojada que, con ello, es difícil de resistir. Trague saliva, mire hacia otro lugar.
 
-Traeré pescado...
 
--
 
Durante todo el tiempo que estuve atrapando los peces, medité. Si me quedo, ¿cuánto más podre seguir fingiendo? Tal como lo veo ahora, ella, definitivamente, va a querer algo más de mí. Si ella no quisiera, simplemente no me hubiera dicho que me quedara... ¿porque podría estar interesada en un hombre como el que aparento ser? un hombre que entró a su casa, la hostigó, invadió su vida y hasta ahora no le tuvo ningún tipo de respeto o consideración, sumándole que hasta hace poco dudaba de ella.
 
Me masajeo la frente. Tal vez, aunque somos mujeres, somos de especies diferentes. Más bien, clases diferentes.
 
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(Fragrance rain)
Después de ese día, he seguido quedándome en su choza. He tratado de hablar lo menos, de mirarla, de convivir con ella. En mi mente, a cada momento, me recuerdo no perder la concentración. Lo anterior no ha de volver a pasar.
 
Por mi parte y la suya, no ha sucedido más. En algún momento, nuestros dedos se han rozado, pero el toque ha sido tan esporádico que poco o nada ha significado. Aunque, secretamente y en lo más profundo de mi ser, lo deseo, deseo tocar...
 
No soy tan fuerte como para ignorar mi cuerpo y las reacciones que tengo. Últimamente siento que mi sensibilidad ha aumentado, cuando deseo todo lo contrario, ser de hierro e inmune a ella. Cierro los ojos, frunzo las cejas, mantengo mi cuerpo rígido, mis brazos y piernas, cruzados entre sí.
 
-Hoy no está haciendo mucho calor... -ella habla conmigo, pero no le contesto -espero que sea una noche más fresca... me preocupa el invierno -es muy insistente -esta casita es frágil.
 
Lo peor es cuando voltea y sonríe. Es como si el sol acariciara mi piel con su calor. Entonces debo cerrar los ojos y concentrarme. Me pongo en pie y salgo. Todo esto produce estrés.
 
Sin mucho cuidado, empiezo a recoger leña; la que hay, empieza a acabarse.
 
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(J's Theme)
Han pasado un par de semanas, mi cuerpo de alguna u otro manera, se ha acostumbrado y ya no siento ese nerviosismo, esa sensación recorrer mi cuerpo, esa tensión. Me he mantenido al margen que yo misma me he propuesto y puedo asegurar que me he vuelto más fría, mi cuerpo se ha tranquilizado.
 
Me he dado cuenta de que, mantengo los dientes apretados. Es algo que no se puede evitar. Hay momentos en donde desearía abrir grande mi boca y contestarle, pero me limito a asentir con la cabeza, o a emitir solo un sonidillo neutral con mi garganta.
 
El sexto mes esta por acabarse, si es que mis cuentas no están mal. Mis ojos, miran una vez más el día que anochece. La luna está ausente. El verano está en su apogeo, el ambiente es caliente incluso en el aire. Tenso un poco la boca y mis ojos buscan su figura. Ella está sentada cerca de la puerta.
 
-Mañana me voy... -ella retiene la respiración unos segundos, luego suelta un suspiro en su lugar, sin mirarme. Me reconozco torpe, a veces no sé cómo decir las cosas, simplemente, las digo.
 
-¿No hay nada más que hacer?
 
-Deberías estar feliz...
 
-No lo estoy... -desde mi punto, le veo agachar un poco la cabeza.
 
Obviamente no hay nada que hacer, Sayoko. No puedo deslindarme del clan así como así; llevo bastante tiempo de retraso, siempre vuelvo rápidamente. Si tardo más, mi reputación, mi posición, mi prestigio se verá mermado. Y no es por alardear, pero no soy cualquier genin*.
 
Si bien se le veía un poco abatida por mi decisión, ella se recompuso, volvió a verme y esbozo una sonrisa; sus cejas, sus ojos, se le veía ya resignada. Se puso en pie y caminó donde ella tenía las verduras y demás cosas comestibles. Exhalé por un tiempo prolongado, no es como si yo... lo cierto es que tampoco quisiera irme, pero es lo mejor en esta ocasión.
 
-Por lo menos, disfrutemos de esta última noche... -ella se acerco a mí con pasos lentos, me sonrió; entre sus manos tenía una botella. Fruncí el ceño. No creí que esta mujer pudiera tener licor.
 
-No pareces... tener gusto por el sake... -ciertamente, estoy un poco sorprendida. Ella solo sonríe.
 
Caminó por los tatamis buscando uno que otro utensilio y al final tomo asiento a mi lado. Utilizó el sakazuki* con el que normalmente prueba la comida para servirme el licor, eso me dio gracia. Ahora no soy dada mucho al sake, pero no me es del todo desconocido, el tiempo donde bebía con frecuencia ha pasado. Miro unos segundos el licor, parpadeo un poco y le doy un sorbo.
 
-Es de buena calidad... -debí imaginarlo, ni siquiera la calentó.
 
-Un comerciante, me lo dio al haberle comprado suficientes reservas.
 
-Entiendo -bebí el resto y ella volvió a servirme -¿tú no beberás?
 
-No me gusta.
 
-Mmm...
 
Yo tengo una teoría más creíble, nunca lo ha probado; aun no olvido que es una dama de sociedad, una señorita de alguna familia prestigiosa no sería capaz de probar el licor. Además, es algo que le va más a los hombres. Pero hay sus excepciones, como yo.
 
La lluvia se hizo presente y el sonido del agua cayendo en el techo, en las hojas de los arboles de alrededor y los crujidos de las ramas al fuego, es lo único que se escuchaba; si afinaba el oído, podía llevar el compas de su respiración. Volvió a servirme en la copa.
 
-Ya sé que te iras... -ambas mirábamos la obscuridad fuera.
 
-Mmm...
 
-Pero no puedo evitar sentir pesar por ello... -fruncí levemente las cejas.
 
-No te entiendo... -le dije, y mire la claridad del sake en la copa -no soy una persona digna.
 
-Pero no eres como los demás...
 
-Es cierto, te pude haber matado... -me bebí la copa de sake de un trago.
 
-Pero no lo hiciste...
 
Apreté los dientes. ¿Esta mujer está loca? por un momento volví a mirarla con la expresión de ¿oíste lo que dije? y aunque ella también me miró, no pude ver locura sino alguna otra cosa desconocida en sus ojos, o más bien, muy conocida... que no quiero reconocer. La necesidad de afecto, la soledad, la tristeza, ese tipo de cosas llevan a una mujer como ella, querer, o más bien, necesitar de alguien como yo, o, alguien peor.
 
-Eres diferente... tu piel es mas pálida que la mía y tu cabello es más negro, no tienes un solo pelo en la cara... se me hace difícil saber de dónde eres... una persona bastante particular, y en tu mirada, en tu esencia, hay algo con lo que me identifico.
 
No le pienses más, es que somos mujeres. Suspiré; no puedo decir eso. Ya sé que hay algo y no necesariamente es el género, pero quizás, solo quizás, estas o has estado muy sola. No es como si la gente acaudalada lo tuviera todo, hay cosas que no se pueden conseguir y otras con las que no se puede combatir.
 
-Entiendo... -dejé la copa junto a la botella y me crucé de brazos.
 
Largo tiempo de silencio, mientras estábamos así, una cerca de la otra, donde únicamente nuestras ropas se rosaban entre sí, donde estábamos tan cerca que invadíamos el espacio vital de la otra, pero a la vez no nos tocábamos, ahí, sintiendo el confort, me puse a pensar. ¿Es esto verdadero? ¿vale la pena darle a esto una oportunidad? cerré los ojos, no. No porque ella no sabe que soy mujer, no sabe la verdad sobre mí, y mi oficio, no sabe quién soy y de dónde vengo. A estas alturas, es posible que mi pasado no sea relevante, pero sí mi presente. No, porque no puedo aparentar por siempre que soy algo que me es físicamente imposible ser.
 
Pero no quiero dejarlo y si no quiero dejar esto así, tengo que decirle la verdad. Y, ¿qué probabilidades hay de que ella lo acepte?... Ninguna. Hice una mueca, sonriente e irónica. Vaya desgracia. Algo como lo que siento está en contra de las leyes naturales. Yo no lo entiendo.
 

Acto 5.
 
(ACR Theme (el archivo se ha perdido))
A la mañana siguiente, me levanté temprano, a la hora del conejo, precisamente para buscar uno de estos. Y tuve suerte, encontré uno no muy lejos deambulando. Le dejaré el conejo como despedida, no puedo darle más, porque no tengo más que mis propias armas.
 
Cuando ella despertó,  casi terminaba la hora del dragón. El sol se hacía más fuerte y el calor comenzaba a tomar fuerza. Se quedó sentada unos minutos, como esperando algo, quizás esperando a reponerse del sueño. Yo la esperé, al otro lado de la hoguera. Ella, me miró, con un rostro dulce, amable; yo me sentí  todo lo contrario, mal, por tener que irme, mal, sencillamente, tengo el amargo sabor en la boca. Forcé mi rostro a mantenerlo serio, sin perturbaciones, no permitir que lo que siento se muestre.
 
De algún modo, ella había olvidado que me iría esta mañana y lo recordó segundos después de mirarme.
 
-Te vas cierto...
 
-Tengo obligaciones, tengo que llegar...
 
-Oh... -ella cambio su expresión drásticamente -familia... ¿no? debí suponerlo.
 
-Yo no tengo familia... -ella quiso replicar -pero tengo trabajo.
 
-¿Qué clase de trabajo?
 
Le mire seria. Fruncí las cejas, tensé la boca. En mi mente continuaba haciendo eco "que posibilidades", de alguna forma, mi mente solo tenía ese pensamiento. Tuve un pequeño suspiro, parpadee varias veces.
 
-Yo... hay cosas, que no sabes de mi, por eso, no me puedo quedar...
 
-Pero que cosas...
 
-No soy lo que crees... -me lleve una mano al pecho, quiero decirlo pero es tan difícil.
 
-Solo quédate conmigo...
 
-No lo entiendes, no es fácil...
 
-Es que tu no lo quieres hacer fácil.
 
Entre abrí los labios. ¿Es así? ¿Soy yo quien esta saboteándolo? Negué con la cabeza, no, no es eso, estoy segura.
 
-No lo estás entendiendo, no soy lo que aparento, ¿me explico? -no sé si entendió, solo sé que me miró con unos ojos que casi me parten en alma. En mi desesperación. -mi cuerpo, yo...
 
-Ya sé que me has mentido... -se me desfiguró la cara. Yo no cabía del asombro.
 
-¿L... lo sabes? -le pregunte desesperada, ella asistió -¿que sabes? -los labios me temblaban incesantemente.
 
Ella sonrió levemente, mientras yo me permití la osadía de acercarme. Ella, aún sentada en el tatami y cubierta por un yukata, reposó sus manos en sus muslos, y calló unos segundos. Ella parecía meditar mientras perdía su mirada en sus manos. Estaba tan cerca de ella, que quería tomarla y preguntarle de una vez, que me dijera, que era lo que sabía. Lo más seguro es que se haya dado cuenta cuando caí con fiebre. Quise morir en cuanto obtuve mi descubrimiento. Pero...
 
-¿Podrías decirme, tu verdadero nombre? -sabe que el nombre es falso, claro, obviamente, las terminaciones son diferentes, necesitaba que pensara que soy hombre, pero ahora...
 
Necesitaba un nombre, no le puedo decir el verdadero, no ahora, es demasiado pronto. Mi boca estaba abierta, impresionada y mi mente trataba de pensar.
 
-Leiko -le dije. Alguna otra vez lo usé, Tora dice que ese debió haber sido mi nombre y creo que me queda de algún modo. Ella volvió a sonreír.
 
-Ese nombre si lo he escuchado... vas mejorando tus inventos.
 
Mis labios se volvieron a abrir por la sorpresa, ¿Es que acaso soy transparente? ¿O es que ella sabe leer mi mente? ¿Me he vuelto vulnerable? Empecé a balbucear, para excusarme, pero aparte de que no me salían las palabras y que no podía ordenar mi cerebro ella sonrió más; una de sus manos abandonó su regazo y la puso en mi mejilla, algo en sus ojos me decía que comprendía.
 
-No tienes que decirlo... hay tiempo.
 
Cerré la boca y la miré. Dentro de mí estaba agradecida y aliviada, pero no lo voy a admitir jamás. Miré hacia el tatami, apreté la mandíbula. Quería transmitirle todo lo que estaba sintiendo con una mirada, pero sé que eso no es posible. Sin embargo, de alguna forma, siento que entendió un poco. Nos miramos en silencio; tuve el impulso de tomarla del hombro y darle una caricia, un confort, pero no lo hice. Apreté mi puño y me puse en pie, regia, digna. He tomado una decisión.
 
-Espérame... espérame y me quedare contigo... -le dije con el ceño fruncido.
 
-¿...pero dónde vas?
 
-Me tienen que pagar por mi último trabajo.
 
-Pero, necesitamos... yo...
 
-Lo sé, pero cuando regrese seré libre. Te lo prometo. -A ella no le gustó. -no tardaré.
 
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(Nova Roma)
Cuando salí de la choza, sentí que debía obligarme a hacerlo, ya que realmente no quería dejarla, no ahora, pero era necesario. Los primeros pasos fueron los más duros de dar, pero debía tener firmeza.
 
Después de caminar un largo tramo por el rio, encontré un manji* tallado en una roca erosionada, que sorpresa encontrar un templo. No sabía que pensar, ella no estaba tan sola como yo creí. Fruncí el ceño y decidí echarle un vistazo. Caminé a la izquierda, y después de un camino serpentoso pude ver un torii* a unos diez ken. El torii, pequeño, simple y con la pintura desgastada. ¿Realmente hay tierra sagrada? esta tan desgastado, que pareciera abandonado.
 
Dentro de mí sentí satisfacción, no es que quisiera que Sayoko estuviera sola, pero... pero simplemente no quiero a alguien cerca de ella. Crucé el torii e inmediatamente tuve una sensación de peso en mi cuerpo, me produjo extrañeza, sin embargo continúe caminando. Cuando llegue al templo, me sorprendí, realmente es muy pequeño, no mayor de tres ken de largo y ancho.
 
Con solo dos pisos de alto y un pequeño estanque, no era para nada un templo ostentoso. Caminé curiosa, mientras veía la estructura del templo, la madera, desgastada y el polvo en las ventanas, tiene que estar abandonado, no existe rastro humano en el templo. Me causo gracia, de haber sabido que había un lugar abandonado tan cerca, no hubiera caído en el hogar de Sayoko y por supuesto, no habría pasado nada entre ella y yo, pero no me arrepiento.
 
Decidí ir más allá, comencé a subir los rechinantes escalones del templo, tal vez pudiera encontrar algo que me sirva dentro.
 
-¡Alto ahí demonio! -la voz rancia y desgastada de un viejo me hizo voltear a mi derecha.
 
El hombre, de estatura más baja que la mía y con una inusual barba, se aproximo a mí con su mano extendida hacia mí, señalándome como una visión fuera de este mundo. Al acercarse, me hizo bajar de los escalones y dar unos pasos hacia atrás. Fruncí el ceño y espere a que se acercara.
 
Lentamente el hombrecillo se situó frente a mí -eres un humano -dijo con la voz aguardentosa y con partes agudas.
 
-¿Y tú eres una momia? -el hombre bufó. ¿Cómo que era un humano?
 
-Qué presencia más horrible posees... creí que eras un demonio. -este viejo se está burlando de mi -no hagas esa cara, tú tienes la culpa.
 
-Viejo, no sé de qué me está hablando.
 
-Hablo de que tu presencia es oscura y atrayente, después de todo, aun no te consume.
 
Estupideces, el viejo monje está loco, conforme envejece la gente, se inventa explicaciones tontas y sin sentido. Me molestaba saber que dentro de los alrededores había alguien más, pero si era un viejo monje desequilibrado, no había mucho de qué preocuparme. Me di la vuelta y empecé a caminar.
 
-¿No quieres saber tu fortuna? -me volteé a verlo, totalmente descolocada.
 
-Los monjes no hacen eso... -el viejillo soltó una risa ronca.
 
-No se necesita mucha cabeza para saberla... -cuando terminó de reírse se puso serio, hasta parecía otro.
 
-Y cual es según usted. -ya harta, no tenía ganas de seguir escuchándolo.
 
-Morirás devorado por espíritus malignos. Te perseguirán hasta el fin del mundo para tomar tu alma.
 
Trague saliva y fruncí el ceño. De alguna forma, el viejo quizás, no estaba tan loco como aparentaba, anteriormente, algo en el bosque Yamabuki, algo increíblemente perturbador me seguía los pasos. Algo que no tiene explicación. Dejé de estar tres cuartos a él, para darle toda mi atención y lo miré con el ceño preocupado. Tomé un poco de aire que se me había escapado.
 
-¿Cómo me deshago de eso? -él sonrió, me sonrió de una forma cálida y afable, me hizo sentir bien. Busco entre sus raídas ropas y al final saco un rosario de perlas. Las perlas, eran de un negro brillante y sonaban de forma similar a las piedras, no había duda de que el rosario era especial. Sin pleno aviso lo lanzo hacia mí. Cuando lo tuve en las manos, pude sentir lo lizo de las pelas, todas y cada una estaban finamente talladas y redondeadas para ser del mismo tamaño.
 
-Póntelo, y no hagas más cosas malas -lo mire confusa y le negué con la cabeza.
 
-No tengo nada para pagarlo viejito.
 
-Lo harás cuando regreses -me dijo con una cordial sonrisa.
 
Lo último me descoloco más. Le di una reverencia y me di la vuelta, para salir del templo.
 
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En un principio opte por usar el rosario en mi brazo, pero era demasiado incomodo, al final lo dejé alrededor de mi cuello y una vez ahí comencé a sentirme tranquila, demasiado tranquila. No creo en hechizos, ni rituales u oraciones, o los materiales de los que está hecho, pero hay algo inusual.
 
En medio de mi viaje lo examiné largas horas, mirando desde la primera hasta la última perla, pero al final, no llegaba a ninguna conclusión. Quizá, si le hubiera preguntado al monje... quizá sabría algo más, pero me sentí tan asustada por las cosas que sabía... los hechiceros y los monjes no son mis personas favoritas, quizá, solo quizá, sean verdad esas "artes"... a decir verdad, nunca creí en el Kuji Kiri*.
 
-rin... pio... to... -hice los primeros cortes, pero aun me parecen ridículos. Suspire, no sé qué pensar, quizá debería quitármelo... pero voy a pagar por él... bueno, bien podría no pagar por él... bufé, esto es ridículo.
 
El camino fue largo y pesado, para cuando llegue al límite del bosque Yamabuki, me sentía terriblemente cansada. Quizá esto último porque casi no había dormido, en mi afán de llegar cuanto antes. Si bien mi cuerpo está agotado y pide clemencia, quiero continuar.
 
--
 
(Notorious)
Antes de entrar al bosque, que representa casi el final de mi viaje, decidí descansar, lo que sea que me siguió la vez pasada, no me tomará con mi defensa baja. Me subí a un gran árbol a dormir. Puedo jurar que un día mis huesos tomaran una forma rara por hacer esto. Finalmente pude descansar, siento el cuerpo entumido y adolorido, pero no tan fatigado.
 
A la orilla, en un camino sinuoso que marca el inicio o el fin del bosque Yamabuki, me encontraba parada, con temor, con una pisca de miedo. Sostuve el rosario fuertemente con mi mano derecha. Trague saliva,  fruncí el ceño, era la hora del caballo, el sol estaba en su máxima expresión y gotas de sudor acariciaban mi rostro, cuello y espalda. Respiré profundamente y di el primer paso.
 
Al principio no percibí nada, aunque era normal, la vez pasada no sentí nada cuando entré, pero después de un rato, sentí una carga en el pecho. De alguna forma eso me asustó. Aceleré el paso y traté de tranquilizarme, respirando profundo. No sé si el rosario servía, pero no sentía lo mismo que aquella vez.
 
Con la satisfacción de no sentirme perseguida por una presencia tan perturbadora, comencé a cruzar el bosque de mejor modo. A pesar de que había tanto silencio que un pitido parecía perforarme los oídos, seguía en calma, oyendo mis pies abriéndose paso en las hierbas.
 
A los casi dos días salí del bosque, de una pieza y sin alguna perturbación.
 
--
 
Una vez que salí del bosque Yamabuki, estaba solo a unos pasos de llegar a la montaña. Ciertamente durante el camino solo tenía en mente una cosa, llegar, tomar mi dinero e irme. Obviamente no abandonaría al clan, sino que, estaría a su disposición en otro lugar. Pero, no sé si me lo permitan, un shinobi común y corriente lo hace, pero todos los del clan hemos permanecido juntos, a veces viviendo en la misma casa, otros, viviendo en chozas a un par de kens. Y para agregarle, esta lo otro...
 
Me detengo a la orilla del rio, cierro los ojos y me masajeo un poco la frente. Odio hacer solicitudes, odio depender de alguien mas... hasta ahora, nunca me había sentido insatisfecha con mi clan.
 
Respiro hondo, ya solo me queda subir la montaña. Frunzo el ceño, aprieto los dientes. Cruzo el río y empiezo la cuesta. Me cuesta trabajo subir, no por cansancio, mi estado físico esta perfecto, me cuesta porque no quiero ir... y si, si me voy, ¿y nunca regreso? que piensen que estoy muerta... sé que es bastante dinero el que me van a dar... pero, podría volverlo a conseguir, podría robar, y poco a poco amasar una buena cantidad y, y continuar así, yendo a conseguir dinero y regresando con Sayoko, esperando por mi... es algo descabellado, pero no suena tan mal... al carajo con los principios, mientras esté bien con ella...
 
-¿Qué haces ahí? -me corazón dio un brinco terrible, sentí que por unos segundos no podía actuar. Cuando me recuperé del susto, volví a ver a Tora, al lado de un árbol -¿qué pasa? -dijo acelerado, pues mi cara aun lucia atónita -¿te han seguido?
 
-No... -el que me haya descubierto Tora, echa a perder mis planes de último momento, ya no puedo aparentar mi muerte.
 
-Lucías mal... llegue a preocuparme...
 
-Ah... -tendré que hacer lo que no quería hacer.
 
-Tardaste demasiado esta vez.
 
-Ah... -hablar con el Chunin.
 
-¿No dirás nada? -me viré a verlo, con el ceño fruncido, harta de él.
 
-Ah.
 
(Constantinopolis)
Comencé a caminar hacia la casa principal, con Tora siguiéndome los pasos; eso me hacía sentir nerviosa, la idea de correrlo fue tentadora, pero parecería extraño. Una vez que llegamos al genkan y me hube quitado los tabis, sentí corrientes de adrenalina surcando mi pecho; apreté los dientes, porque sentí que me temblaban. Después de esperar unos momentos, apareció Yudai, el ayudante del Chunin. En cuanto me vio, quedó sorprendido.
 
-Le informaré a Kazuma que estas aquí... -el hombre salió apresurado. No quisiera que se lo tomaran con tanta rapidez. Al contrario de veces anteriores, el cuerpo me tiembla al rendirle cuentas al Chunin...
 
-Te ves mal sabes... terrible diría yo...
 
-Ah...
 
-Te dije que te quedaras el caballo... -Tora comenzaba a exasperarme...
 
-Ah...
 
Me sentí algo estúpida al estar parada en el genkan, así que empecé a caminar a la sala de estar donde, siempre me recibe el Chunin. Cada paso se me hizo más pesado que el anterior, la tensión en mi espalda comenzaba a crecer. Tengo que relajarme, lo peor de todo es que me diga que no, entonces, tendré que esperar un par de meses y escapare, no volverán a saber de mí.
 
De la nada choque con Yudai, él venía de la sala de estar, mientras que yo, estaba perdida en mis propios pensamientos. Él sonrió un poco.
 
-Te está esperando.
 
-Ah... -asentí.
 
Corrí la puerta y él me esperaba sentado en seiza. Hice lo propio, me senté frente a él, e hice una reverencia. Al terminar, nos quedamos viendo en silencio, él y yo con un ceño en la cara. Traté de relajarme, pero la situación era estresante. El agónico silencio terminó cuando comenzó a hablar.
 
-¿Por qué tardaste tanto...? -él también es seco, como yo, así que, de alguna forma, lo entiendo.
 
-Los guardias de Shinsen alcanzaron a herirme.
 
-¿Fallaste? -dijo asombrado.
 
-No... Calculé mal el tiempo en que encontrarían los cadáveres de unos vigilantes. -su asombro terminó.
 
-Entonces lo mataste...
 
-Correcto -al otro lado de la puerta, se pudo escuchar un suspiro de alivio. Ambos nos dimos cuenta de que nos espiaban.
 
-Yudai, trae té -dijo Kazuma, serio y un tanto molesto.
 
-¡Sí mi señor! -sin darme cuenta, ese pequeño acto me dio gracia y se llevo parte de mi estrés.
 
-Qué más sucedió...
 
-Los guardias, me descubrieron poco después de haber asesinado a Shinsen, me costó un poco de trabajo deshacerme de ellos. Espere en una montaña un tiempo prudente y después he vuelto.
 
-Has hecho bien -el sonrió.
 
-El dinero...
 
-Pronto pediré la segunda parte, entonces, te daré lo justo.
 
-Entiendo.
 
--
 
(DCP)
El olor de la madera quemándose, el viento moviendo los arboles, el frio traspasando mi ropa, mis rodillas frías... voces a los lejos. El té caliente de Tora humeaba lentamente, mientras el meditaba. Todo era tan familiar y tan extraño. He estado fuera por meses y aunque sería normal extrañarlo, no lo hago. Moví mi lengua en mi boca, impaciente. El día de ayer hable con Kazuma, el chunin, le reporte como habían sucedido las cosas con lujo de detalle, desde cuantos guardias maté, hasta cuánta sangre derramó Masago Shinsen. Se mostró feliz por haber cumplido el encargo, por lo que ya podía exigir el siguiente pago.
 
Después de celebrar, tenía que pedir mi baja, o algo parecido. El solo pensarlo, hizo que se me erizara la piel, entonces me di cuenta de que era imposible, nadie del clan lo ha hecho. Así que tuve que pensar en un tercer plan, los primeros dos eran un desastre, por no decir, absurdos.
 
En medio de la plática, ya cuando pude pensar en algo medianamente coherente, deje la taza de té a un lado.
 
-Señor, tengo una petición -le dije, el alzo las cejas, sorprendido.
 
-¿Qué clase de petición? -él también dejó la taza de té a un lado.
 
-En mi viaje, mientras estaba descansando en una choza abandonada, encontré a una mujer -él estaba muy impresionado, con cada palabra abría mas los ojos -ella al igual que yo, estaba en busca de un lugar... -asintió, esperando las siguientes palabras -mi petición es, traerla aquí, me he cerciorado lo suficiente, para saber la clase de persona que es -al terminar, el tenia la boca abierta; de algún modo, él estaba en shock.
 
Pasaron minutos antes de que él hablara; para cuando lo hizo, se compuso aún con cierto asombro en la cara. Precipitadamente, tomó un sorbo de té y me miró directo a los ojos.
 
-¿Le hablaste del clan?
 
-Aún no -le contesté seriamente.
 
-Es la primera vez que haces una petición de cualquier tipo -apreté los dientes y contuve la respiración -por lo que, lo meditaré -apreté los puños, yo quería una respuesta rápida.
 
-Gracias por su atención, mi señor -hice una reverencia.
 
¿Qué lo meditara? ¿qué tiene que meditar? Kazuma a veces no es más que un lerdo que se da aires de grandeza, solo porque es el estúpido chunin. Ese pedazo de papanatas me debe muchos favores, le he cumplido todos sus encargos con eficacia, con rapidez, sin errores ¿y ahora me dice que tiene que pensarlo? parece que aun no ha entendido, que por mi tiene ese mugroso cargo, no es más que un alzado, pero sin mí no tendría nada.
 
-Debes calmarte -dijo Tora, que aun seguía con su meditación, con esa estúpida meditación. El solo recordar el hecho, me hacía enojar -respira profundo -no tenía ganas de hacer esas estupideces de respiraciones, no sirven para nada. Pero aun así, respire hondo.
 
Después de haberme calmado un poco, volví a esperar, a que terminara su relajación, meditación y esas porquerías.
 
-Es una locura... -de pronto, me hallé desubicada de a lo que se refería -traer a alguien al clan...
 
-¿Por qué es una locura? solo no quiero estar sola. -le dije, mirando por la ventana.
 
-Nos tienes a nosotros, que somos tu familia -decía firme, con sus ojos fijos en los míos.
 
-No lo entiendes... es diferente... -no me sentí con el valor de mirarlo más a los ojos.
 
-Sí lo entiendo... -volví a mirarlo, sorprendida -por eso mismo, es una locura... yo puedo aceptarlo, pero ¿los demás qué? -aun no salía de la conmoción -ellos no lo harán.
 
-N-no, no tienen nada que decir, soy su mejor genin.
 
-Por ahora, que eres joven.
 
La corta, pero sustancial platica con Tora, me hizo darme cuenta de una realidad que no quería ver, de algún modo, quería tener las dos cosas, a mi familia y una compañera, ambas cosas sin perder ninguna, pero la realidad, es otra, no puedo tener ambas... es molesto aceptarlo, pero no se puede hacer más.
 
¿Qué debería hacer ahora? ¿esperar? ¿irme? no quiero irme, sería traicionar al clan y sería perseguida, así sea el mejor genin... quizá lo mejor sea esperar.
 
--
 
(N. Ato wa, Makaseta)
El noveno mes empieza a acabarse rápidamente, así como mi paciencia. El pago llego alrededor de mes y medio tarde y la pseudo decisión de Kazuma, quedo en algún lado, según este, la decisión ya no la tomaría él, la tomaría el Jonin. Cuando me enteré de esto, apreté tanto los dientes que me dolieron por lo menos por una hora, sentía tanta rabia, pero si el Jonin estaba enterado, nada podía hacer, salvo esperar, y aún ahora, en el noveno mes, continuo esperando.
 
Pero confieso que se me acaban las fuerzas para esperar, para hacer lo propio dentro de mi clan; esperaba, esperaba más, más de la única vez que pedía algo.
 
El viento está cambiando de dirección, poco a poco, con cada día, el otoño está terminando y siento una desesperación creciendo dentro de mí y no puedo hacer nada más que apretar los puños. Hay días en que siento querer llorar, pero resisto, ¿qué clase de shinobi seria yo si hiciera eso?
 
Hay veces en que me dan ganas de reírme, de mi propia desgracia... no estoy conforme, siento, siento ganas de salir, de correr y correr, tanto como pueda, de sentir el viento recorrer mi cuerpo, de correr libre por los bosques, yendo en su búsqueda... en algún momento, me he imaginado, surcando los bosques, desde lo alto, con los arboles, viéndolos a mis pies y he imaginado que llego a ella; ella se ve igual a la última vez que la vi, entonces la estrecho contra mi cuerpo, y aspiro su aroma...
 
Frunzo el ceño, si no me responden en lo que termina el noveno mes, me iré, sin decir nada y que sea lo que sea; después de todo, me pagaron el dinero acordado.
 
No tengo reparo en largarme solo con lo puesto y mi dinero. Solo tengo una pequeña habitación en la casa, una habitación, con una ventana, que me permite ver las montañas del norte. De mis posesiones, solo tengo unos cuantos libros y alguna que otra baratija, recuerdo de mi niñez.
 
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(Inyoushi)
Al cabo del noveno mes, justo cuando estaba a punto de largarme, más enojada que nunca, por hacerme esperar tanto tiempo; Yudai me llamo, Kazuma quería verme. Cuando me presente en la habitación y me hube sentado, Kazuma me miraba no muy contento.
 
-Seré directo -tomó aire y enderezo más la espalda -sobre la petición que me hiciste, de la cual, el Jonin, tan generosamente, se hizo cargo... -fruncí mas el ceño, este estúpido me la estaba haciendo de tensión, tenía ganas de decirle, "¿entonces qué?" pero eso sería grosero, aunque también tenía ganas de estrangularlo hasta que hablara, pero, eso tomaría más tiempo... -y ha tomado ya una decisión -el muy idiota hizo una pausa para pedir que le trajeran té, después volvió a verme; mis manos sudaban, tuve que abrir las manos para que el sudor se secara -él, no ha visto ningún reparo -tragué saliva, sentí que la tensión disminuía -en que traigas a la mujer, confía en tus capacidades... -hizo una sonrisa forzada -sabe que nos eres leal, por lo tanto, ha accedido.
 
Cuando terminó de decirlo, quise levantarme y largarme en ese momento, pero me contuve -entiendo -asentí con la cabeza -le agradezco su molestia -le hice una reverencia.
 
-Bien, ahora, celebremos -en ese momento, Yudai trajo el té, al mismo tiempo que entro el ninki, ese viejo zorro y se sentó a un lado mío.
 
-Ahora que vas a partir y traer a alguien, debo surtirte de armas -decía con una sonrisa, mientras se llevaba el té a los labios -no me sentía con ganas de celebrar, ni de tomar armas -también se me ha ocurrido hacer un ritual para alejar los malos espíritus.
 
Sospechoso, el viejo nunca ha sido de hacer rituales, y festejar, algo tan simple como esto, se me hace por demás estúpido. Tensé la mandíbula, Kazuma no quiere que la traiga, eso se le nota en el rostro... él solo quiere hacer tiempo... desgraciado miserable... es posible que hubiera tenido la respuesta desde mucho antes y solo me hacía esperar en vano...
 
La ira comenzó a crecer dentro de mí, sentí como me ardía el cuerpo, quería... despedazarlo... tentada estuve de pararme y largarme, pero si quería hacer las cosas bien, debía esperar, un día más.
 
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(Jini)
Al día siguiente tomé varias armas, un caballo y me fui, después de haber soportado el pseudo ritual del ninki, que hasta el día de hoy, me entero de que le gusta le hechicería...
 
Inicialmente, bajé la montaña con lentitud, no quería que notaran mi inquietud, pero cuando me hallé junto al río que está al pie de la montaña, y después de echar un vistazo, hice que el caballo apretara el paso, hasta que cada vez trotaba más rápidamente, quería llegar, quería llegar ya.
 
Durante todos estos meses, he tenido el tiempo suficiente para pesar, en ella, y en mí, en lo que quiero, en lo que necesito. Yo he deseado secretamente un niño, que ahora mismo, ni antes, se me ocurre la forma en que ese sueño se haga realidad, pero si me quedo con Sayoko, no tengo ninguna probabilidad de hacer eso posible... a lo que voy es, que estoy dispuesta a olvidarme del niño, no me importa un hijo si puedo tenerla a ella como mi compañera por siempre.
 
Quiero despertar un día y mirar que ella está a mi lado en los días fríos, en las noches oscuras, que es la luz en la noche, que es la llama azul que alimenta mi alma. No quiero su cuerpo, quiero su escancia, quiero sus ojos en mí y no quiero dejar de verla ni un solo minuto. Que nada ni nadie importe más allá de ella y yo. El mundo puede morir, puede destruirse, puede ocurrir lo que sea, pero si en la habitación, permanecemos ella y yo, no necesitare nada más.
 
Sayoko, sé que somos humanos, y que necesitamos más, pero quiero ser yo aquello que necesites, quiero quedarme contigo, el clan no importa, el mundo no importa. Podemos vivir en aquella choza en el bosque Hyakurigatake, donde todos los días saldré en busca de animales y te traeré lo mejor que me den mis manos.
 
Siento que mi corazón vibra de emoción, que mi pecho esta descubierto, al aire, fresco y ligero como nunca. Quiero lo que nunca he hecho en mi vida, decirte lo que siento, tocar tu piel, mirar tus ojos y ver la vida misma a través de ellos, ver el tiempo a través del brillo en ellos.
 
Apreté las riendas del caballo y lo espoleé; mas rápido de lo pensado, terminé de cruzar el monte Kurobegoro, y entré al bosque Yamabuki.
 
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En algún momento, tuve que parar, para que el caballo descansara, así como mi cuerpo. Pero a medida que me acercaba, tenía más inquietud por llegar. No puedo hacer otra cosa más que ansiar la llegada ¿pensara que la abandoné? ¿qué le mentí? tengo tantas ganas de llegar y pedir su perdón, explicarle que no quería hacerla esperar tanto tiempo, que lo que menos quería era dejarla tanto tiempo sola..
 
Qué curioso, ha sido tan poco el tiempo que he estado con ella, pero ha sido suficiente para hacerme ver, lo necesitada que estaba de alguien, de atención, de compañía, del tacto, del calor humano...
 
He tenido a Tora todos estos años desde que tengo uso de razón y siempre creí que era suficiente con él, y la especie de familia que somos en el clan, pero es hasta ahora que me doy cuenta, de que, el calor que representa ella, destruye por completo la frialdad del clan. En ese lugar nunca hubo nada bueno; eso ya lo sabía, pero creí que de algún modo me apreciaban, de que, de alguna forma, compartíamos una visión, de que nos entendíamos, pero no es verdad. Los valores, las reglas, el honor, toda esa sarta de principios, no sirven. He visto el mundo de verdad, la crueldad, y me he ensuciado de ella, tanto que he sentido que soy la misma suciedad y para sobrevivir, he intentado no sentir, pero es todo lo contrario, si puedo llegar a querer, tanto que lo necesito.
 
En un momento, lo negué, lo negué tanto que prefería no pensar, es tan contradictorio, que una persona como yo, un asesino, que matar es como cualquier otra cosa, pueda ser perturbado por una cosa tan estúpida como el cariño, el calor de una persona... creí que mi alma ya estaba desahuciada... con todo esto, sentí que me venía abajo, pues cambia toda mi estructura, pero esto es más fuerte que yo.
 
Sé que ella no puede entenderme, no del todo, jamás será así, pero sé que compartimos algo, no queremos estar solas. No importa lo demás, no importa nada ni nadie más.
 
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(Mistress of hermitage)
El décimo mes ha empezado a acabarse. Más rápido de lo esperado ha llegado el invierno y consigo, los vientos fríos. Promete ser un invierno duro, como el año pasado.
 
Han pasado dos semanas desde que salí y aunque he ido tan rápido como puedo, estoy apenas alejándome del monte Kumotani.
 
El viento fresco es fuerte en el bosque, los dedos de mis manos, están fríos, pero aun los siento; no puedo decir lo mismo de los pies. El viento golpea mi rostro con fuerza, se siente cortante. Creo que he perdido resistencia, antes un viento como este apenas y me hacia cosquillas, ahora siento ganas de taparme hasta los ojos.
 
Poco a poco, el caballo y yo nos abrimos paso, entre el viento y la maleza. En todo el bosque, apenas y se oye un ruido, sin contar los pasos del caballo con el ruido correspondiente.
 
Hace unos días, mientras caminaba por los alrededores del monte Kumotani, escuché unas voces, balbuceaban algo inteligible, no sé si era un lenguaje extraño, o estaban muy lejos como para saber que decían... lo que sí sé, es que no me gustaron. Después de eso, vi claramente como unos hombres perseguían a otro.
 
La aparición se me hizo extraña, pero fuera de eso, no he vuelto a saber más. En este momento, solo sé que hace frío, y necesito comprar algo más grueso.
 
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(A monologue)
Cuando llegue al monte Hyakurigatake, el cielo estaba nublado, inmensamente basto, tan cerca y tan lejos. El viento corría fuerte por las hojas caídas, revoloteándolas; los arboles, antes poblados por verdes hojas, hoy son varas desnudas, que al ver por debajo, parecen solo sombras negras y sin vida.
 
Cuando hube cruzado el río, solté el caballo, y decidí correr con mis propias piernas; sentía el corazón latirme en cada parte de mi cuerpo, en la garganta, en los dedos de los pies, en mis manos, en mis labios, en mis ojos. Al llegar, me quedé parada frente a la persiana de bambú, sentía mis latidos en cada parte de mi cuerpo, tan fuertes que las pulsaciones distorsionaban en una medida baja, mi visión; con una excesiva calma la tomé e hice a un lado.
 
Entré, era la hora del caballo y ella seguía recostada. Sentí el miedo en mi corazón, ¿estaría enferma? me acerque rápido a ella y aún sin tocarla la miré, se veía bien; me quité el fukkumen, sin deshacer el peinado en alto y lo tiré a un lado. Ella estaba de lado, con vista a la pared de bambúes, se veía tan frágil y tan hermosa, con sus mejillas blancas, y sus labios rosáceos. Puse el revés de mi mano en su mejilla y mi otra mano en su cintura, entonces, me di cuenta de que se sentía diferente... palpé más y más, dándome cuenta de la magnitud de su vientre...
 
De pronto, nada tenía sentido, dejé de tocarla, algo estaba mal, esto era un error, no podía ser ella... volví mis ojos a su rostro, sí era ella, ¿pero por qué? ¿por qué? algo tembló en mi pecho... ella estaba encinta...
 
La miraba, con los ojos más abiertos, sin comprender, ¿qué ha sucedido aquí? ¿qué o quién? mis labios estaban abiertos y se movían, pero no externaban todas las preguntas que se me pasaban por la mente. Me llevé las manos a la cabeza. Ella me engañó.
 
-Me mentiste... -mi mente estaba en blanco, no sabía qué hacer, como reaccionar, solo me encontré de rodillas al lado de una mujer; mis labios y mis ojos, abiertos, aletargados, sin poder dar crédito. Quería reaccionar, quería moverme, quería, quería hacer algo... solo pude, y con excesiva lentitud, quitarle lo que la cubría... para al final, darme cuenta del esplendor de su vientre.
 
De pronto, mis ojos ardían y sentía un nudo en la garganta que no podía tragar. Sentí que mi rostro se quemaba y las lágrimas cayeron sobre ella. Aún aturdida, no me di cuenta cuando ella abrió los ojos, solo instintivamente volteé a verla. Sus ojos y los míos se cruzaron. Me recobré de la impresión y llevé mi mano a su vientre, logrando que ella se sobresaltara. El miedo apareció en sus ojos.
 
-Me mentiste... -le escupí las palabras con dolor.
 
-Te explicaré... -no la dejé continuar, puse mi mano en su cuello y la aplasté contra el tatami.
 
-¿Me explicaras? ¿en serio? ¿por qué crees que te voy a dejar hacer eso? con lo que veo basta y sobra.
 
El día en que me convertí en un demonio no fue ese, pero sentía la fuerte necesidad de destruir todo, dejarlo así como sentía por dentro. A pesar, de que la presionaba contra el tatami, ahogándola, ella lograba mascullar algunas cosas.
 
Una parte de mi racionalizó la situación; ¿qué esperabas? ¿que la mujer te hubiera sido sincera, en el escaso mes en que se conocieron? Aflojé el agarre, y la dejé respirar un poco.
 
-¿De quién es? -al principio no tenía pinta de querer hablar, el silencio hacia un pitido en mis oídos y eso me desesperaba más, moví mi mano, para empezar a estrangularla de nuevo y esta vez, sin mirarme a los ojos habló.
 
-Mi familia no cayó en desgracia... la... la deshonré al quedar encinta... no pude, soportar el rechazo... y me fui... -la solté, la solté porque de pronto no soportaba tocarla, o sentir su piel, tenía una sensación de adormecimiento en las manos y no podía... Me fui al extremo de la pieza y la miré como se le mira a un asqueroso bicho rastrero. Al cabo de un rato, ella se recompuso de la agresión y no me miraba.
 
-¿Qué hay del que te hizo eso...? ¿lo querías? ¿fue bajo tu consentimiento? -las preguntas salieron de mis labios, presurosas, sin control.
 
Sayoko se masajeaba el cuello, pero al concluir mis preguntas, se quedo pasmada, distraída en su recuerdo, sin movimiento alguno y sí, ella le quería. A mi mente llegó la imagen de ella llorando en el río. Por supuesto que le quería, no necesitaba decir más, apreté los puños.
 
-Yo... no... no lo quise... -maldita zorra astuta, solo me dice lo que quiero escuchar.
 
-¡No es cierto! -golpeé el muro de bambú, mi escasa serenidad se fue muy lejos, solo me hacia enojar más el que me quisiera mentir. Dentro de mí, una rabia inexplicable crecía cada vez más. Me sentí engañada, traicionada, usada, humillada...
 
-Es... es la verdad, yo solo...
 
-¡Cállate! es mentira ¡es mentira! maldita zorra, solo querías usarme -golpeé el bambú, golpeé todo lo que tenía cerca, no necesité de nada más que mis manos, pues nada me daría tanta satisfacción como sentir la fuerza en mis dedos. Me hallé fuera de control, no podía dejar de romper todo a mí alrededor; era una sensación que me consumía, como el fuego de una hoguera, al que soplas y en lugar de apagarse, crece.
 
Sin darme cuenta, ella se asustaba cada vez más; volví a verla cuando logré tranquilizarme y ella se sujetaba el vientre, mientras mostraba una expresión de dolor. Su frente comenzó a perlarse por el sudor. Solté lo que sea que estaba sosteniendo y caminé hacia ella, que con cada paso que daba, ella retrocedía arrastrándose.
 
-¿Qué tienes? ¿te duele? -ella negaba con la cabeza -quizá deba sacártelo -de entre mis ropas, saque la kusarigama y el terror en su rostro me provocó diversión. Por la expresión de su rostro, ella tenía periodos de dolor; me acuclillé a sus pies y con la hoz, rasgue su ropa, su entrepierna estaba mojada, con indicios de sangre, me quedé mirando, absorta en humedad, luego la volví a ver a los ojos -va a nacer... -apreté los dientes, sin creérmelo todavía.
 
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(B. of the Assassins)
Horas más tarde, en la noche, ella yacía con la criatura a su lado, en el futón. El tatami quedo manchado de sangre, igual que mis manos; por vez primera fui testigo de un nacimiento, la sangre, las expresiones de dolor, un engendro...
 
Detesté sentir su sangre en mis manos, sentir a esa cosa en contacto conmigo, cansada de eso, cuando me lavaba las manos en el río con cierta desesperación, vomité, asqueada. El mero recuerdo de la sensación y el olor me provocaba arcadas. Tuve que aferrarme a las hierbas y tratar de regular mi respiración, para solo así dejar de sentir asco.
 
Me limpié las lágrimas que asomaban por mis ojos y me quedé mirando el rio, tratando de no pensar, solo de apaciguar mi alma, de calmarme.
 
No sé cuantas horas pasaron, pero cuando salí de mi estado de enajenación, la niebla pasaba suavemente a mis lados y una brisa muy suave me pegaba en el rostro. Me puse en pie, tenía los brazos fríos y me dolían las rodillas.
 
Cuando regresé a la choza, prendí la hoguera; ella dormía con el engendro junto a ella, los miré con rencor desde el lugar más alejado de la choza.
 
Espere pacientemente a que ella despertara. Mientras se me ocurrieron ideas muy atractivas, una de ellas era matar a la cosa frente a ella, otra es rajarle el pecho y tirar a la cosa al río, una menos interesante era patear a la cosa hasta matarla. Mis pensamientos eran sádicos, lo sé, pero era la única forma en que podía pensar. Cuando al fin despertó y cruzamos miradas, ella pareció adivinar mis pensamientos.
 
-¿Lo quieres? -le dije desde mi lugar, la esquina de la pieza -a esa cosa -le hice una seña con la cabeza, para que supiera a que me refería. Abrió los labios para contestar, pero parecía no decidirse, quizá a hablar con la verdad, o quizá pensaba en una mentira.
 
-Es... sí... -miró al suelo.
 
-¿Lo deseabas? ¿querías que naciera? -asintió -entonces, querías al padre...
 
-Le quería -dijo suavemente... vaya momento de sinceridad.
 
La realidad no me impactó, lo esperaba, ya lo había descubierto, amaba a la cosa esa, por eso lo tomaba de forma tan protectora, por eso lo miraba con cariño. Con pasos lentos me situé a su lado, me puse en cuclillas y nos miramos.
 
-Sayoko... -le tomé del cuello -realmente llegue a quererte... -la acerque hacia mí, pegué mi mejilla contra la de ella y suavemente me acerqué a su boca, para quitarte un beso, suave y brusco al final -pero me traicionaste -le dije, con una semi-ronrisa -no quisiera hacer esto pero -empuñe el kusarigama -quiero que sufras lo mismo que yo... lentamente... hasta que te mueras.
 
Encaje la punta de la hoz en su vientre. Sus pupilas se dilataron y se contrajeron en solo unos segundos. El filo de la hoz es comparable con el de una katana, solo tuve que jalar con fuerza para cortar todo lo que había a su paso, ella moriría en unas cuantas horas.
 
Tomé aire en un corto y reparador suspiro -yo me haré cargo del engendro, a mi modo... -cuando saqué la hoz, sentí como las perlas del rosario se soltaron dentro de mis ropas y detrás de mí, una presencia espeluznante se hizo presente.
 
El brillo de sus ojos se hizo más intenso y lágrimas empezaron a escurrir, intentó hablar, decir algo, pero lo único que hizo fue gemir algo inteligible. Inhalé en un suspiro de molestia, le puse un pie en la garganta, presionado, no deseaba escucharla un segundo más; me volteé a ver a la masa de niebla obscura que representaba la presencia, extrañamente, no me resultaba intimidante, me resultaba cómico. Sonreí. Tomé el envoltorio con el engendro y caminé hacia ello.
 
-¿Qué estas esperando? se nos hace tarde.
 
La masa obscuridad reaccionó a mis palabras, se expandió de pronto y me envolvió. Es la noche en que me convertí en un demonio, el día en que mi alma se borró, el día en que la oscuridad me consumió. Extrañamente alivió mi dolor y para cuando abrí los ojos de nuevo, me sentía renacida.
 
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(Don't Look Behind)
No volví mas al clan. En un sentido humano significaría una humillación, pero eso no significa nada para mí. Nunca más habrá un trasfondo. Jamás volveré a sentir. Estoy por encima de la humanidad. Eso me complace.
 
Aquello, que me ha envuelto, mostrándome lo dormido de mi propio interior, mi verdadera naturaleza, mis verdaderos deseos. No existe el tiempo, no hay un futuro o un pasado, solo el aquí y el ahora.
 

351 días después. (2024) [EO]

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