04/02/2018

No más que Polvo Cósmico (2018) [EO]

 Fue un veintiocho de octubre. Yo iba caminando, directamente a un minisúper a comprar cigarros. Era un día bonito, muchas nubes en el cielo, tantas que parecía que el cielo fuera totalmente blanco, el aire estaba fresco, ya comenzaba a sentirse el invierno llegar. Caminaba con un cierto bailoteo, mientras cantaba al escuchar Teenage Dream, de Katy Perry. Por un momento me sentí revitalizado al escuchar la canción y la cantaba en un balbuceo porque no la sabía muy bien, pero me gustaba el ritmo.

 

Caminaba la ligera calle empinada, casi llegando a la esquina que daba a la salida del fraccionamiento. La música era alta, quizás por eso no escuche que, a lo lejos, sonaba una especie de explosiones de lo que habría pensado que eran cohetes.

 

Ya iba por esa parte de la canción -We'll be young forever -justo cuando Katy canta con mucha emoción, justo cuando su voz se eleva y el sentimiento implícito llega a mí, seguí balbuceando la canción hasta llegar a la  reja de la cancha de básquet que estaba en la esquina y sonreí, imaginando que alguien me viera hacer semejante actuación -My heart stops, When you look at me, Just one touch, Now baby I believe -solo entonces, por alguna razón, o más bien, y quizás sin alguna razón, una bala impacto mi cabeza -This is real…

 

Lo último que percibí fueron los latidos de mi corazón en mi garganta.

 

No estaba preparado para morir. En realidad, no sé si haya existido alguien preparado para morir, pues hay muchos asuntos pendientes, demasiados asuntos pendientes, o quizás solo soy yo quien tiene muchos asuntos pendientes, mis pacientes, mi trabajo de titulación, mi tratamiento que a estas alturas ya no sirve para nada, mi familia, mi madre, tantas cosas que no pude hacer, escribir todas esas historias en mi cabeza, leer esos libros que había comprado, ver esos documentales, ver esas series de televisión, y estudiar antropología. Ahora ya no tenía nada. Sin sueños y esperanzas, solo la nada.

 

Mi cuerpo quedó tendido en el suelo, con un charco de sangre bajo mi cabeza, pero no lo pude ver, es solo lo que imagino. ¿Alguien se daría cuanta de mí? ¿en qué momento le llegaría la noticia a mi madre? ¿Cómo reaccionaría? ¿Qué harían con mis cosas? ¿y mi gato? ¿y mis peces? ¿mi computadora y mis archivos? ¿mis secretos guardados?

 

Pero todas esas preguntas se terminaron cuando mi cerebro murió. La persona o quizás lo que podríamos imaginar cómo Dorian, el alma de Dorian o su espíritu, ni siquiera salió de su cuerpo, no hubo un segundo plano, u otra dimensión, o ir al cielo, o renacer. Todo murió cuando mi cerebro lo hizo, poniéndole punto final a la existencia de Dorian Rai, dejando solo su cuerpo como prueba de su existencia.

 

Oh, como me hubiera gustado llevar una de esas placas militares que llevan mis datos, o llevar una de esas tarjetitas donde dices si quieres donar tus órganos, o tener una que diga que no quiero que me hagan una autopsia. No sé si lo último existe, pero no me gustaría que abrieran mi cuerpo. Algunas veces lo imagine, un extraño con un bisturí en mano, pasándolo finamente por mi pecho, abriendo mi cuerpo, viendo cosas de mi que ni siquiera yo he visto. Qué manera de irrumpir en tu cuerpo, que manera de violar tu intimidad, tu persona. Y, por último, luego de revisarte de arriba abajo, te cosen peor que un saco de papas. Quizás debí haberme tatuado: “no quiero una autopsia”, quizás eso podría haber servido.

 

Que falta de respeto, que insensibilidad. Si pudiera tener una última petición para mi existencia, pediría que no abrieran mi cuerpo, que cortaran mi cabello y me peinaran, que me pusieran un bonito traje, de esos que nunca pude usar, con una bonita corbata verde y que me enterraran en un bosque, no en un panteón, sino lejos de la gente, y no en un ataúd, para que mi carne, mis huesos y mi sangre vuelvan a la tierra, a la que pertenecen, para que los elementos y minerales de mi cuerpo sirvan de algo y el siclo se continúe.

 

Pero todo eso no es más que lo que algo que ya no existe pudiera imaginar. Dorian Rai murió. ¿Cómo fue? ¿o por qué? ¿de dónde vino esa bala? ¿Quién la disparo y con qué motivo? ¿imaginaria que terminaría matando a alguien? No, probablemente no. Quizá fuera el destino o estuviera escrito en la historia que la muerte no me dejaría cruzar esa esquina.

 

Cuando pienso en la muerte, lo suelo relacionar con dos cosas. La primera, que la muerte es destrucción. La segunda, que te convierte en algo suave, caliente, flexible y sin vida. Esto último porque no puedo olvidar que una vez tuve a un pequeño gato de cómo un mes, tenía un día conmigo, y a la mañana siguiente de haberlo acogido, lo encontré en mi patio, tendido sobre el suelo, con el sol cubriendo su cuerpo. Estaba caliente, suave, y cuando lo tome en mis manos todo su cuerpo parecía derretirse en ellas, pero sus ojos miraban al vacío. Lo habían envenenado, a una pequeña cosita como él, que ningún daño había hecho.

 

No creo temer a la muerte, después de todo, es algo con lo que convivimos todos los días, aunque no nos demos cuenta. De lo que me arrepiento es, de lo que no pude hacer, de lo que quería hacer y que de un momento a otro, todo aquello que estaba en mis manos, ya no lo esta. Es la única idea que no puedo soportar, me gustaría tanto gritar: “¡¡Quiero otra oportunidad!!” pero por más que lo piense eso no va a ocurrir. Pues, de ser así, la sobre población del planeta seria aún más grande. Las segundas oportunidades de ese tipo solo ocurren en las películas, no son reales, pues no está en la naturaleza de nuestro universo ser así, esas son solo la negación de las personas a aceptar el fin de su existencia.

 

Recuerdo que una vez me desmaye, fue algo sinceramente patético. Fui a hacerme unos análisis a un laboratorio, la química que me atendió era una señora muy amable y yo tenía muchos nervios, me senté, me pincho para sacarme la sangre, pero al necesitar dos tubos, fue a buscar otro más, mire al techo, diciéndome: va a ser rápido, terminara esto y no me sentiré mal, y de pronto, estaba de pie en la banqueta de una ciudad desconocida, una ciudad de calles muy amplias y focos muy luminosos, caminaba hasta entrar a una habitación, parecía como si siempre hubiera sido así, como si esa ciudad siempre hubiera existido y como si yo la conociera de toda la vida y hubiera pasado toda mi vida ahí, después, sentí como me pasaban un algodón por la nuca y mi madre me hablaba angustiada.

 

Creí que así sería la muerte, o la reencarnación. Pero no fue más que lo que imagine, igual que todo ser humano, basado en un efímero sueño, esperanzado en que su existencia no desaparezca como está destinada a desaparecer. Ya que, todo está destinado a tener un fin y convertirse en otra cosa, desde el pan que compraste esta mañana, hasta el universo que continente a este sistema, con nuestro planeta. Estamos destinados a desaparecer en una gran explosión de la estrella que nos contiene, para pasar a formar polvo, ya que somos la concentración de elementos dados por las mismas estrellas, para volver a formar estrellas, y estas a su vez, a formar parte de los agujeros negros.

 

Por eso debemos cuidar nuestro planeta, para que el tiempo en que los humanos puedan vivir en él, sea bueno y de calidad, me arrepiento tanto de no haber podido hacer más por mi planeta, por mi país, por mi gente y mi raza. Por no haber creado algo que nos devolviera nuestro orgullo y dignidad. Porque tanto dolor debe valer para algo, siempre quise tener fe en ello, a pesar de que mi misma gente me demostraba tanta estupidez, ignorancia y discriminación.

 

Sin embargo, todas aquellas intenciones buenas y grandes, se fueron a la basura. No como le ha pasado a uno, sino a miles o millones de humanos. ¿Qué hay que encontrar nuestro propósito en la vida? ¿Qué por eso nacemos? Una vil mentira. Porque, así como todos nacemos para ser grandes, muchos morimos siendo pequeños.

 

¿Qué hay de bueno si por todo lo que trabajas se ira al carajo algún día? Bueno, quizás, podría haber sido feliz. Si hubiera sabido cuanto viviría, habría sido feliz dejando todas esas cosas que usualmente cargamos, sin todos esos problemas que nos adjuntamos, sin toda esa ambición. Pero eso no pasara a menos que vivas fuera del sistema, y el sistema no te deja vivir fuera, el sistema te quiere dentro. Cuantas complicaciones, pero complicaciones derivadas de nuestra propia naturaleza, para nosotros debe haber una razón para justificar nuestra existencia. Solo aquellos afortunados y valientes se atreven a buscarla, y unos muy pocos la encuentran.

 

Por mi parte, no sé si la encontré. No hice nada grande, no descubrí, no trascendí, pero fui el protagonista de mi propia vida, y quizás, eso ha sido suficiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

473 días después. (2024) [EO]

Entradas Populares: